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José Padrón G.

Noviembre de 2003.

Publicado: Padrón, J. (2005): "Los Doctorados en Ciencias Sociales: ablandamiento académico y endurecimiento burocrático", en INFORME DE INVESTIGACIONES EDUCATIVAS Vol: 19 Nro: 0 PP-0084.11/ E012-N2 2005.

 

 

 

LOS DOCTORADOS EN CIENCIAS SOCIALES:

ABLANDAMIENTO ACADÉMICO Y ENDURECIMIENTO BUROCRÁTICO

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Dedico este papel a Magally Briceño, Alicia Inciarte, Futuro Briceño, Migdy Chacín, Gilberto Picón, Mary Caraballo, Nicolás Barros, Sulbey Naranjo y José Clemente, gente que trabajó mucho por los doctorados y a la que recordé mucho, con admiración, cuando escribía esto.

 

CONTENIDOS

1. El ablandamiento académico

2. El endurecimiento burocrático

3. Algunos factores asociados

3.1. La función de los doctorados, en la práctica

3.2. Los Nuevos Paradigmas, el Postmodernismo y el New Age

3.3. Los doctorados de las universidades privadas

4. ¿Soluciones?

 


 

 

Es intelectualmente más difícil egresar del Plan Robinson[1] que graduarse de Doctor en Ciencias Sociales, pero esto último exige mucho más esfuerzo burocrático.

En otras palabras, un egresado del Plan Robinson desarrolla mucho más trabajo intelectual que un Doctor en Ciencias Sociales, pero éste tiene que sortear muchos más obstáculos administrativos.

En este papel pretendo argumentar esta afirmación. Estoy consciente de los disgustos que la misma acarreará, pero, aun así, es mejor que alguien la exponga, aunque sea incorrecta, antes de que nadie lo haga, siendo correcta. Al fin, serán los argumentos -y no los disgustos ni los gustos- los que decidirán. Lo único malo es que el ablandamiento académico es enemigo de los argumentos, de las demostraciones y del análisis.

 

 

 

Los Doctorados en Ciencias Sociales en Venezuela están entrando en una fase en que se manifiesta una progresiva disminución del esfuerzo intelectual requerido tanto a estudiantes como a profesores. Como contraparte (¿o como compensación?), puede observarse un incremento de los obstáculos de tipo administrativo-formal que profesores y estudiantes deben superar (más adelante ampliaré estos datos).

Sólo para entendernos, a la primera observación (la disminución del trabajo mental) la llamo “ablandamiento académico”, mientras que a la segunda (el incremento del trabajo de ‘oficina’) la llamo “endurecimiento burocrático”.

Lo de “blando” y “duro” no se asocia al mismo sentido epistemológico de “ciencias blandas” y “ciencias duras”, sino a la magnitud del esfuerzo que se invierte en una actividad humana (sin embargo, muchos han confundido el carácter borroso, no discreto y no formalizable de las ciencias blandas con el facilismo y la subjetividad total, o sea, con la falta de esfuerzo, en el mismo sentido en que yo lo uso aquí).

El aspecto “académico” se refiere al área intelectual, mental o cognitiva, mientras que el aspecto “burocrático” se refiere al área administrativo-organizacional de las barreras departamentales, las parcelas de poder, los trámites y diligencias, las antesalas y los lobbies, los embudos de autoridad…, y todo ese tipo de cosas que exigen interacción con estructuras de “escritorio” o de “oficina”. 

La diferencia entre lo “blando” y lo “duro” podría parecer relativa a ciertos puntos de vista. En efecto, alguien podría decir que lo que es poco esfuerzo para unos es excesivo esfuerzo para otros. Por eso me interesa aclarar lo siguiente: la medida del esfuerzo tiene que ver con requerimientos intersubjetivos y no con requerimientos subjetivos. Cuando hablo de “esfuerzo” me refiero al ‘trabajo’ (en el sentido de la Física) requerido para el dominio de competencias estandarizadas, comunicables y predefinidas, es decir, competencias intersubjetivamente relevantes. Mientras en el lenguaje cotidiano ‘trabajo’ es lo que produce cansancio o desgaste (lo cual es subjetivo), en Física ‘trabajo’ tiene que ver con aquella fuerza que, al actuar sobre un cuerpo, produce el desplazamiento de éste (lo cual es intersubjetivamente definible). La magnitud del esfuerzo se analiza por sus efectos canónicos, previamente definidos, como, por ejemplo, esfuerzo en resolver una operación de multiplicación con sobrantes periódicos o esfuerzo en ensamblar una computadora o esfuerzo en ganar una guerra en n tiempo y condiciones, etc. No se consideran los esfuerzos en función de competencias que sólo existan en la mente de alguien o que no puedan definirse claramente ni puedan estandarizarse. Así, por ejemplo, el esfuerzo para lograr ser feliz en el matrimonio o para lograr que al profesor le guste el paper final de seminario o cualquier otro esfuerzo que sólo sea concebible subjetivamente, no son esfuerzos del tipo que aquí se maneja.

Esto es importante porque, precisamente, uno de los rasgos del “ablandamiento” académico está relacionado con la eliminación de los estándares intersubjetivos a favor de la imposición de las tramas y enigmas subjetivos. Ejemplo: a mí me resultaría un esfuerzo agotador e inútil, un trabajo imposible, el lograr que mi monografía llegara a ‘gustarle’ al profesor de Seminario. Pero, en cambio, al profesor le resultaría muy sencillo y gastaría muy poco esfuerzo en escribir esa misma monografía que a él le guste o que le guste a su esposa o a su novia. A la inversa, el escribir una monografía bajo estándares intersubjetivos, a ambos, al profesor y a mí, nos tomaría ni más ni menos el mismo esfuerzo que está implícito en el dominio de esos estándares, aun cuando al profesor en referencia, que subjetivamente es alérgico a esos estándares, le resultara un trabajo descomunal. ¿Dónde está la diferencia? En los cánones y criterios intersubjetivos. De ese modo, el “esfuerzo” se define por referencia a esos estándares. Todo “esfuerzo”, en el sentido que se usa aquí, se define por el grado de dominio de esas estructuras intersubjetivas, independientemente de su dificultad o facilidad subjetivas. La gran diferencia está en que, en el primer caso, yo no sé cuáles son los estándares de 'gusto' que el profesor tiene con respecto a los papers de seminario. Pero, en el segundo caso, ambos sabemos cuáles son esos estándares y cuáles son las vías para dominarlos.

Por tanto, cuando me refiero al “ablandamiento académico”, me refiero a la disminución del esfuerzo intelectual con respecto a estándares intersubjetivos y, más exactamente, al desplazamiento del esfuerzo desde criterios intersubjetivos hacia factores subjetivos y de conciencia. Yo estoy convencido de que una buena parte de los integrantes de nuestros doctorados se valen de expresiones como “holismo”, “comprensión”, “humanismo”, “pensamiento complejo”, etc., sólo para privilegiar su propia esfera subjetivista en desmedro de los cánones y referencias intersubjetivas, que parecen exigirles demasiado ‘trabajo’. El problema está en que, mientras ellos logran salir a flote y dominar ciertas parcelas universitarias, hunden a mucha gente inocente y, sobre todo, inciden en la decadencia de nuestros doctorados en Ciencias Sociales.

En cuanto a las diferencias entre las esferas “académica” y “burocrática”, ya desde hace mucho tiempo existen en nuestras academias dos tipos de personajes extremos (no quiero decir que sean personajes puros ni reales, sino sólo extremos conceptuales con sus valores intermedios):

a) Los Académicos: son los que concentradamente conciben y dedican su vida universitaria a resolver problemas científicos (tanto en el ámbito material como en el ámbito humano), es decir, a investigar y a enseñar. De aquí suelen salir las buenas investigaciones.

b) Los Político-Burócratas: son los que concentradamente conciben y dedican su vida universitaria a escalar posiciones, a subir cada vez más alto, a consolidar parcelas de influencia y control, a intervenir en situaciones conflictivas y a aprovecharse de ellas. De aquí suelen salir los rectores, vicerrectores, decanos…, jefes de departamento.

Cada uno de estos dos extremos representa una tendencia, una orientación. Pero hay algo particular: mientras los ‘a’ buscan apenas autonomía y libertad para su propia actividad, los ‘b’ buscan el control de la organización (incluyendo el control de los ‘a’). El mecanismo con que cuenta ‘a’ para escapar al control de ‘b’ es el endurecimiento académico (el esfuerzo basado en estándares intersubjetivos, a los cuales no suelen tener acceso los ‘b’), de modo que, cuando ‘a’ afloja o ablanda ese mecanismo, entonces resulta engullido por ‘b’. Surge entonces la invasión de la ‘academia’ por parte de la burocracia, lo que aquí llamo ablandamiento académico y endurecimiento burocrático.

1. El ablandamiento académico

En general, como ya dije, el ablandamiento académico consiste en una disolución de los estándares intersubjetivos de búsqueda y validación (cualesquiera que ellos sean), a cambio de perspectivas subjetivistas, individualistas y ‘de conciencia’. Esto disminuye los niveles de esfuerzo intelectual, sólo por el hecho de que queda eliminado el aprendizaje y dominio de estándares, centrándose todo en las libres perspectivas subjetivistas, que no constituyen dominio de competencias y, por tanto, no requieren ningún aprendizaje. Aquí importan más bien ciertas habilidades naturales asociadas a ciertos estilos de pensamiento, como, por ejemplo, el verbo elocuente, la palabra impactante y el discurso conmovedor; el manejo de actitudes y emociones grupales; la administración de las experiencias, los malestares y las expectativas de las personas, etc. De esa manera, para graduarse de doctor basta, en esencia, con leer a los autores del tipo de los denunciados por Sokal, reflexionar libremente sobre esas lecturas, movilizarse bien dentro de las dinámicas grupales y poder hablar con ese cierto “toque al corazón”.

De la función de BÚSQUEDA y resolución de problemas que tenían los doctorados se está pasando a la función de REFLEXIÓN. De una actividad INQUISITIVA se está pasando a una actividad CONTEMPLATIVA. De un discurso ARGUMENTATIVO se está pasando a un discurso DECLARATIVO (gratuito). De un abordaje de la REALIDAD y de los HECHOS se está pasando a un abordaje de la CONCIENCIA y de la INTERIORIDAD. Analicemos estos desplazamientos a la luz de unas cuantas actividades concretas que se desarrollan en los doctorados.

Durante mucho tiempo se dijo que la función de los doctorados estaba asociada a la “investigación de punta”, de modo que su productividad podía evaluarse atendiendo a la cantidad y calidad de investigaciones y de investigadores de punta generados al interior de los programas doctorales. Según esto, sintetizando, los doctorados estarían asentados en una función de BÚSQUEDA, sobre la base de problemas relevantes y pertinentes. No hace falta extenderse mucho para demostrar que no puede haber investigación sin estándares intersubjetivos, de modo que la disolución de tales estándares implica la negación de los doctorados diseñados bajo una orientación investigativa. Eso explica que, junto con el progresivo ablandamiento académico, también se ha dejado de hablar de la función de los doctorados.

En varios de los documentos institucionales de los diseños doctorales leemos cosas como “propiciar un espacio de reflexión”, de modo que no se sabe muy bien cuál es ahora la función que se le atribuye a los doctorados, una vez que se avanza hacia el ablandamiento académico. El término “REFLEXIÓN” aparece también numerosísimas veces en los autores iluministas e introspectivistas, pero uno no logra imaginar cuáles podrían ser los productos académicos de la reflexión. Mientas la función de búsqueda se asocia a productos investigativos o inquisitivos (investigaciones e investigadores), no podemos decir que la reflexión se asocie a productos meditativos o reflexivos (¿Reflexiones y Reflexionadores? ¿Contemplaciones y Contempladores?). Mientras la búsqueda constituye un proceso relativamente independiente, la reflexión no parece tener la misma independencia sino más bien parece pertenecer a procesos más amplios. De hecho, la reflexión (al menos si la concebimos como pensamiento enfocado y no como divagación) viene a ser parte de los procesos de búsqueda (no hay investigación que carezca de reflexión, como uno de sus tantos elementos constituyentes). Además de eso, mientras la búsqueda remite a un proceso totalmente dinámico, abierto hacia el mundo y hacia los demás, orientado hacia un producto, la reflexión parece remitir a un proceso estático, justificado en y por sí mismo (standalone), casi autista, sin metas ni productos que lo trasciendan.  Claro, en las tendencias del ablandamiento académico no se ha definido qué se entiende por reflexión (justamente, en esa tendencia hay cierta alergia también a las definiciones precisas). También se habla de “Auto-reflexión” y “Meta-reflexión”, así como de “Reflexividad”, términos todavía menos definidos. Por tanto, nos quedamos sin saber cuál podría ser la función de los doctorados bajo su nueva tendencia de ablandamiento académico. Sin embargo, dado que el término “Reflexión” tiene en la práctica una fuerte connotación ACTITUDINAL o emotiva (y no epistémica ni cognitiva), sospecho que la función de los doctorados académicamente blandos apunta a la formación de universitarios que sientan y actúen de un determinado modo. Más adelante volveré sobre este tema de la función de los doctorados.

El hecho es que, recientemente, nuestros doctorados están siendo absorbidos por Seminarios orientados a la Reflexión y no a la Búsqueda. No es necesariamente negativo que haya seminarios de este tipo, en el entendido de que en el perfil de un doctor hay un fuerte componente actitudinal, valorativo, asociado a la sensibilidad humana y profesional. Pero no deberían ser el único tipo de seminario que un participante desarrolle a lo largo de todo su doctorado.

En este sentido, siguiendo una vieja tradición del diseño curricular e instruccional, voy a distinguir entre tres tipos de seminarios doctorales, desde el punto de vista de la esfera sobre la cual impactan:

i) seminarios de orientación actitudinal (impactan sobre la emotividad y la sensibilidad; generan valores),

ii) seminarios de orientación cognitiva (impactan sobre las áreas de información: de producción y procesamiento de información; generan redes descriptivas y explicativas) y

iii) seminarios de orientación operativa o procedimental (impactan las áreas de las destrezas y habilidades, tanto conceptuales como materiales; generan experticias).

Es evidente que, según el peso que se le de a cada una de esas tres orientaciones, variará el estilo del programa doctoral. Si usamos la escala del 0 al 1 para describir este peso, tendríamos doctorados, por ejemplo, del tipo

<(i)0, (ii)0.8, (iii)0.2>,

donde el 80% de los seminarios está orientado cognitivamente y el 20% está orientado operativamente, descartando por completo la esfera actitudinal (de hecho, en el mundo existen nuchos doctorados así, especialmente en ciencias naturales). Podríamos imaginar también otros doctorados del tipo

<(i)0, (ii)0.2, (iii)0.8>,

orientados más al área operativa que al área cognitiva, descartando también el área actitudinal (igual que antes, también existen muchos doctorados así en el mundo).

         Pero (nótese que la suma de los tres elementos debe ser siempre igual a 1) si un doctorado asigna 0 a la orientación actitudinal, cualquiera que sea el peso de las demás orientaciones, es porque sus diseñadores suponen que el asunto de las actitudes no corresponde al doctorado. Por más que esto pudiera ser criticable, no es descabellado, desde el momento en que consideran los doctorados como un asunto académico, de propósitos esencialmente cognitivos y operativos. Pero, en cambio, los doctorados del tipo

<(i)1, (ii)0, (iii)0>

resultan contradictorios con la noción de academia, la cual se define por su relación con el conocimiento humano. Es decir, un doctorado que sólo se oriente a crear actitudes y sensibilidades, descartando lo cognitivo y lo operativo, no puede ser académico. Podrán ser programas adecuados a los conventos o a los contextos de psicoterapia, pero no a los contextos universitarios.

Sin embargo, esa es justamente la fórmula hacia la cual marcha el ablandamiento académico de nuestros doctorados en Ciencias Sociales.

Personalmente, conozco doctorados bajo esa fórmula o muy cercanos a ella. Hay ocasiones en que el 100% de los seminarios corresponde a temáticas vivencialistas y se enfocan bajo estrategias narrativo-personales, de dinámica grupal, de comentarios libres y de análisis de textos de orientación subjetivista. Se prescinde completamente de esfuerzos descriptivos que sean transformados en esfuerzos teóricos, bajo estándares intersubjetivos (comunes a una comunidad científica). Puede decirse que son seminarios con temáticas vivencialistas-subjetivistas y con estrategias también vivencialistas-subjetivistas.

Incluso, hay casos en que algunas temáticas que en sí mismas son de naturaleza cognitiva, en algunos seminarios doctorales resultan transformadas mediante una orientación vivencialista: una vez me topé con un programa para un seminario de Epistemología cuyos contenidos eran cosas como “la percepción extrasensorial”, “la sanación por las manos”, “el sexto sentido”, etc. No sé con qué tipo de competencias habrán egresado los participantes de ese seminario.

 Se deduce que estos seminarios quedan desvinculados de conceptos tales como ‘teoría’, ‘descripciones’, ‘operaciones’, ‘metodos’, etc., que son luego los conceptos que el participante debe manejar en sus trabajos de investigación. Se deduce también que, si los doctorados son concebidos bajo una función investigativa, entonces una parte esencial de sus mecanismos de desarrollo (como son los seminarios) no conducen a esa función.

Quiero resaltar que no estoy negado a este tipo de seminarios, por sí mismos, ni estoy proponiendo que se eliminen. Sólo critico que todos los seminarios doctorales o una mayoría desproporcionada de ellos sean de este tipo. Lo que critico como ablandamiento académico tiene que ver directamente con esta desproporción. Pero eso no es todo.

Además del caso de los seminarios excluyentemente vivencialistas, está también el caso del discurso predominante en los doctorados, tanto en las interacciones cara-a-cara como en la documentación que se produce (tesis, investigaciones parciales, papers, etc.). Como dije arriba, en los doctorados se ha ido abandonando un discurso ARGUMENTATIVO a favor de un discurso DECLARATIVO que se está imponiendo cada vez más, de un modo excluyente. En el discurso argumentativo, como ya se sabe, no se afirma nada relevante sin algún argumento de soporte, sea este un argumento de carácter empírico, observacional (datos sobre hechos), sea de carácter teórico, racional (en virtud de una relación lógica entre proposiciones[2]). No se pide que este argumento de soporte sea terminante, concluyente. Sólo se pide que logre incrementar en alguna medida, por pequeña que sea, la credibilidad de lo que decimos.

Por su parte, el discurso DECLARATIVO consiste en afirmaciones no sustentadas, que tienen un valor igual o análogo al de las ‘declaraciones’, como aquella de “los declaro marido y mujer” o “declaro abierta la reunión” o “Venezuela vive una dictadura” o “el ser humano no es medible”…, y así sucesivamente. El discurso declarativo es eminentemente gratuito, es decir, exige credibilidad sólo por sí mismo. Cuando un juez dice “los declaro marido y mujer”, todos lo admiten porque la credibilidad del enunciado se sustenta en sí mismo, dada la autoridad de quien lo pronuncia.

Como ejemplo muy claro, Colom y Mèlich, en su libro Después de la Modernidad (editado por Paidós de Buenos Aires en 1994), escriben textualmente lo siguiente: Nietzsche formula en su obra La Gaya Ciencia la sentencia que proclama el fallecimiento de la modernidad: “Dios ha muerto”. No hay desde ahora un punto de referencia común, un fundamento axiológico, un «arriba y un abajo». Puede verse con claridad el carácter declarativo de la frase de Nietzsche (Dios ha muerto), al menos a juzgar por lo que dicen sus transcriptores, quienes la califican de “proclamación”, o sea, de DECLARACIÓN. Pero, además de eso, los transcriptores la asumen como verdadera sin ninguna argumentación previa, la admiten gratuitamente, sobre la base de la autoridad de Nietzsche. En efecto, sostienen que, después de esa declaración, “no hay desde ahora un punto de referencia”. Es decir, Nietzsche acabó con toda intersubjetividad con una sencilla y terminante declaración. Creo que ese es el mejor ejemplo de ese discurso declarativo que se está imponiendo en nuestros doctorados. Tengo muchísimos ejemplos tomados de tesis doctorales, de investigaciones parciales y de papers doctorales. Aquí van dos, tomados al azar (por razones personales no voy a indicar la fuente):

La viabilidad emancipadora de la razón radica en su posibilidad de aprehender y dar cuenta del nivel de complejidad y dinamismo de lo real. Una de sus expresiones de objetividad, quizá la más importante, es la de construir tantas articulaciones teóricas como relaciones se den en lo real. La objetividad no aparece como una especie de requisito previo, sino que deviene históricamente a través de la propia razón cognoscente intencional, en la medida en que ésta es capaz de establecer claramente sus intereses y desarrollar acciones en esa dirección.

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El descubrimiento de la radiactividad constituyó un duro golpe a las doctrinas del siglo XIX. La Teoría General de la Relatividad no sólo desmoronó la mecánica de Newton sino también la geometría euclideana. El principio de incertidumbre conmocionó los pilares científicos (...). La física de la segunda mitad del siglo XX se parece tanto a la física clásica como ésta a la física medieval.

Una mayoritaria cantidad de documentos doctorales siguen esta tónica declarativa, lo cual puede constatarse mediante un examen de las tesis doctorales producidas en los dos últimos años (me remito a la investigación en curso de Abel Flames, de nuestra Línea de Investigación, LINEA-I). En mi experiencia personal como jurado o como testigo de disertaciones doctorales, he podido notar una clara tendencia a atacar las tesis doctorales de tipo argumentativo o “duro” y a aplaudir (o, al menos, a tolerar benignamente) las tesis de tipo declarativo o “blando”. Mientras las tesis del primer tipo son cada vez menos bien vistas, las del segundo tipo son, muchas veces, toda una terapia de grupo o todo un encuentro ecuménico, pentecostal.

2. El Endurecimiento burocrático

Mientras ocurre todo el ablandamiento antes descrito en el plano académico, en el plano de las estructuras de oficina las cosas en nuestros doctorados se ponen cada vez más duras, difíciles, más aritmetizadas y menos ambiguas (más “positivistas”, según dirían algunos fenomenólogos). Exigen más esfuerzos, en el sentido que expliqué arriba.

Los doctorados en Ciencias Sociales están pasando de unas estructuras burocráticas difuminadas (“borrosas”), amables, humanizadas, fluidas, horizontalizadas…, a unas estructuras nítidas (“discretas”), férreas, mecanizadas, trabadas, verticalizadas.

En otra época, si Ud. tenía que hablar con las autoridades del Postgrado o del Doctorado, simplemente Ud. iba hasta su oficina, abría la puerta, saludaba y conversaba lo que tenía que conversar. Ahora, no es raro que Ud. tenga que pedir audiencia y que le fijen una cita para dos o tres días después, a pesar de que, en la gran mayoría de los casos, lo que Ud. va a plantear le interesa más a la Autoridad y a la institución que a Ud. mismo. Tampoco es raro conseguirse con que lo pongan a Ud. a hablar con las secretarias y que sean éstas quienes tomen las decisiones, incluso de horarios, de pagos, de movimientos, de ingresos, etc. Claro, hay las excepciones de siempre, en el sentido de los amiguismos y complicidades que tipifican a toda burocracia fuerte. Mientras más fuerte, más ventajismos, manipulaciones y privilegios de excepción.

Uno se pasea por las oficinas de algunos postgrados y siente aquel aviso de los gringos: watch your steps. Uno tiene que tener cuidado con los territorios que pisa, porque cada territorio está marcado y representa una parcela de poder. Ya uno no se siente como en su casa. No es más que el proceso de engullimiento que la burocracia está ejerciendo sobre toda la academia, una vez que ésta comienza a ablandarse. Y, una vez que la burocracia fuerte controla a la Academia, inmediatamente comienza a infiltrarla con elementos blandos. En ese sentido, el académico blando es el más firme aliado del burócrata duro.

No creo que haga falta extenderse mucho sobre este punto. Sólo quiero ilustrar con tres aspectos concretos:

- Los tesistas empiezan a confrontar dificultades nuevas para inscribir y presentar la tesis y, en general, los participantes pasan por una mayor cantidad de trabas de oficina. Lo que antes se resolvía con alguna carta o una simple conversación, ahora ha pasado a manos de Comités y Consejos, lo que implica esperar a que éstos se reúnan, a que incluyan el punto en sus agendas de reunión, etc., sin olvidar el hecho de que, con más frecuencia de la que uno quisiera, algunos miembros de esos comités aprovechan  la oportunidad para tomar ciertas venganzas y satisfacer ciertas envidias personales o académicas. La designación del jurado, que antes se llevaba a cabo mediante propuestas y consensos dentro de la correspondiente Línea de Investigación, ahora, en algunas universidades, tienden a depender de la burocracia del Postgrado o de no sé qué otro consejo o comité, en desvinculación con la Línea de Investigación en cuyo seno se formó el participante y, sobre todo, con los programas y agendas de investigación dentro de los cuales se inscribe esa tesis. No me extrañaría para nada que los jurados de las Tesis fueran diferentes a los jurados de los Proyecto de Tesis, perdiéndose así toda continuidad y todo sentido del concepto de “Línea de Investigación”. Pero, sobre todo, menos me extrañaría que los nuevos jurados objetaran algunas tesis porque son positivistas o porque “el ser humano no es medible” y porque “el sujeto es quien hace al objeto” (dicho todo en lenguaje declarativo, inmune e impune a toda argumentación). Sólo espero que no sean ciertos algunos rumores según los cuales nuevamente se instaurarían los tristemente célebres “Comités de Tesis”, los cuales decidirían la aprobación de un proyecto o una tesis (¿se acuerdan de ese monstruo al estilo Torquemada, conformado invariablemente por burócratas y por gente que jamás investigaba, totalmente alejado del concepto de “línea de investigación”?). Si esto fuera verdad, tendríamos el fin de esos programas doctorales, siendo cómplices acríticos todos los que se hayan prestado para integrar esos “consejos” y “comités”. Lo digo porque, en general, a medida que se estrecha la relación entre ablandamiento académico y endurecimiento burocrático, cuando esa relación llega al grado cero, se marca la muerte de los programas doctorales. Y ese tipo de muertes tiene sus responsables y sus cómplices.

- Este endurecimiento burocrático invariablemente marcha hacia la destrucción de las Líneas de Investigación, que son el más fuerte bastión de la academia. Dado que las orientaciones burocráticas son orientaciones al control y a la centralización y dado que las Líneas de Investigación son típicos mecanismos de descentralización, con una fuerte tendencia a crecer y a ganar en autonomía, entonces el endurecimiento burocrático las identifica como enemigas y las convierte en blanco de ataques. En general, todas estas estructuras de comités y consejos, con poder para aprobar o desaprobar proyectos y tesis, para designar jurados y para decidir e interferir sobre los procesos de investigación, constituyen una negación del concepto de grupos, centros o líneas de investigación. Constituyen un asalto de la burocracia a la academia.

- En cuanto a las trabas burocráticas que deben afrontar los profesores, aparte de cierto incremento de planillas y papeles y aparte de ciertos detalles tal vez demasiado específicos (por ejemplo, hay un doctorado en el que los profesores deben asistir con paltó y corbata y, recientemente, se les exige vestir el uniforme de los profesores de la universidad), hay algo más significativo, con respecto a los profesores contratados e invitados: antes uno terminaba su seminario y a los pocos días recibía su cheque con el pago de honorarios; ahora no se cobra sino hasta bastante después de haber consignado las evaluaciones de los participantes. Esto no es relevante por el asunto del dinero, sino por el concepto subyacente: si se les paga antes, entonces no consignan las evaluaciones. Es decir, la burocracia confía en la calidad académica de los profesores, pero desconfía de su responsabilidad personal o, en otra versión, la burocracia está convencida de que los profesores de los doctorados trabajan sólo por dinero, olvidando que los honorarios son significativamente inferiores al esfuerzo que uno hace, a las incomodidades por las que se pasa e, incluso, a los gastos que uno desembolsa por múltiples conceptos.

En conclusión, el endurecimiento burocrático podría ocurrir, por una parte, como compensación al ablandamiento académico y, por otra parte, como producto de las dinámicas de poder y control.

3. Algunos factores asociados

La relación entre ablandamiento académico y endurecimiento burocrático se da en asociación con ciertos factores más amplios, de los cuales voy a mencionar tres.

3.1. La función de los doctorados, en la práctica

Arriba mencioné que los doctorados comenzaron con una función investigativa, pero que, luego, con el ablandamiento académico y las nociones ambiguas de “reflexión”, “auto-reflexión” y “meta-reflexión”, esa función había quedado desdibujada. Ahora detallaré un poco más esa idea.

Aunque no esté del todo claro qué función cumplen ahora los doctorados en Ciencias Sociales y aunque nuestras universidades no hayan precisado para qué quieren doctores, todos sabemos que, en la práctica y en una enorme medida, los doctorados sirven para acreditar los ascensos en el escalafón universitario y los incrementos de sueldo. Casi podríamos decir que, en la práctica, los doctorados pasaron de una función investigativa a una función de apoyo, del tipo de Bienestar Social. Por mi experiencia personal de muchos años como profesor en casi todos los doctorados del país, sé que es bastante bajo el índice de participantes que acuden a los programas doctorales por motivaciones estrictamente investigativas. Fui testigo, en una universidad que luego abrió sus doctorados, de los reclamos que inicialmente hacían sus profesores, en el sentido de que era injusto que se les exigiera el título de doctor sin que la propia universidad les ofreciera la oportunidad de cursar el doctorado. Eso podría explicar el explosivo incremento de demandas y ofertas doctorales coincidentes con la implantación de la exigencia del título de Doctor para el ascenso a Titular.

El mismo hecho de cursar un doctorado no por motivaciones estrictamente académicas sino más bien por motivaciones salariales debe ser un factor con fuerte incidencia sobre el ablandamiento académico. Uno podría pensar que no son cosas incompatibles, ya que los profesores pueden convertirse en investigadores, mejorando al mismo tiempo sus ingresos. Pero ocurre que las universidades no abrieron estructuras que permitieran hacer compatibles esas dos motivaciones. Cuando los profesores terminan su doctorado, la universidad no les ofrece a cambio nada nuevo que les permita desarrollarse como investigadores y ellos tienen que volver exactamente a la misma actividad que tenían antes de iniciar el doctorado. Entonces, desde el momento en que los profesores saben que no van a tener oportunidad de investigar institucionalmente, su motivación se reduce sólo a la cuestión de mejoramiento salarial. Luego, una vez que los doctorados llegan a estar conscientes de su función del tipo de Bienestar Social, entonces pierde sentido cualquier exigencia académica y ocurre el ablandamiento.

3.2. Los “nuevos paradigmas”, el postmodernismo y el “new age”

Otro factor de importante incidencia en la relación ablandamiento académico/endurecimiento burocrático está en el terreno de la Epistemología. Ya sabemos acerca del surgimiento de propuestas más orientadas al sujeto y a la conciencia, a partir de la fenomenología, la hermenéutica, el historicismo, el existencialismo, la etnología, etc. Personalmente, creo que dentro de estas propuestas epistemológicas hay planteamientos serios y productivos y, por tanto, muchas y excelentes oportunidades para la investigación social. De hecho, conozco directamente en nuestras universidades a muchos investigadores que sistemáticamente producen trabajos de alta credibilidad dentro del enfoque de esas propuestas epistemológicas.

Pero también hay que reconocer que esas propuestas epistemológicas, en sí mismas serias y creíbles, han sido la puerta de entrada para muchos divagadores de oficio, muchos anarquistas, charlatanes e iluministas, todos los cuales parecen acogerse a lo dicho por Colom y Mèlich, antes citado: “Dios ha muerto”. No hay desde ahora un punto de referencia común, un fundamento axiológico, un «arriba y un abajo». Esta cita marca la eliminación de los estándares intersubjetivos de los que hablé al principio. Así, al lado de muchos académicos que trabajan seriamente bajo estos enfoques, aparece también, coleada, toda una masa de poetas y artistas fracasados, predicadores, místicos e iluminados, diletantes de la psicoterapia, etc., todos los cuales ahora pregonan una investigación sin estándares, no evaluable, de métodos incomunicables y sin garantías de credibilidad, tal como el Rey Sol: sólo que en lugar de l’etat c’est moi, ellos dirán algo así como la recherche c’est moi.

Ya en 1975, el canadiense Lucien Morin (Los Charlatanes de la Nueva Pedagogía, Barcelona, Herder) citaba a un famoso juez que, decepcionado de la retórica de la Justicia, decía:

Ya no hay culpables, pues, en nuestra época loca, hemos llegado a sofocar la culpabilidad a fuerza de palabras. Acostumbrado a decir lo que cree que es verdad y a creer que es necesariamente verdad lo que dice, el hombre contemporáneo ha inferido que puede hacer lo que quiere y querer lo que hace. El verbalismo engañoso de pequeños ingenios presuntuosos ha desembocado en la triste impresión de que los hombres de hoy son todos Salomón. ¿Por qué, entonces, unos justos para juzgar a unos injustos?

Lo mismo Victor Serge (Les Derniers Temps, p. 380):

Hablar de conocimiento de la verdad es un contra-sentido. ¿Y por qué no habría de ser así, si las palabras «inteligencia», «razón», «verdad», no significan ya nada? ¿Cuándo llegarán Uds. a hartarse de los problemas y de la inteligencia? ¿Acaso no adivinan que nos gustaría vivir como una planta expuesta al sol, a la lluvia, a la noche, con los ojos abiertos y sin interrogaciones; que los problemas tienen fondo de jarra y que la inteligencia se debate vanamente en esta jarra?

Actitudes de este tipo son las que, habiéndose infiltrado en nuestras universidades por las puertas de la epistemología fenomenológica-interpretativista, ahora han llegado a ablandar la academia. Ante eso, es obvio que muy pocos o ningún estudiante decidirá tomar seminarios de lógica matemática ni de estadística aplicadas a la investigación y, a cambio, preferirá la bibliografía light y las actividades vivencialistas donde no se exijan aprendizajes adicionales a los de hablar, interactuar, intuir, etc. Como dije al principio, es mucho más sencillo cursar estos doctorados que egresar del Plan Robinson o de cualquier especialidad del INCE.

3.3. Los doctorados de las universidades privadas

Otro factor asociado es el de las ofertas doctorales de las universidades privadas. Muchas universidades privadas han aprovechado la demanda de estudios doctorales para montar programas claramente orientados al peculio y a la ganancia. Al tratarse de una motivación comercial, a las universidades privadas les conviene una oferta sencilla, práctica, sin complicaciones, a través de la cual los “clientes” puedan lograr su objetivo y ellas maximizar sus ganancias con nuevos clientes año tras año.

Son doctorados sin líneas ni políticas de investigación (o con falsas líneas), con pocos seminarios, que, además, resultan muy breves (o sea, poca inversión en profesores y en espacios), con poca actividad académica y, además, con una clara orientación pseudo-fenomenológica que haga todo más fácil aun.

Como, además, es muy poco el control oficial al que están sometidos estos doctorados, quedan abiertas las posibilidades de que, en algún que otro caso, a cualquier personaje de peso social se le venda o done el título de doctor sin pasar por ningún curso ni seminario (ya han corrido varios rumores al respecto).

Esta situación ha incidido en que los profesores de nuestras universidades prefieran cursar su doctorado en una universidad privada antes que en una universidad oficial (al final, no se establecen diferencias entre un doctor egresado de una universidad oficial y otro egresado de una privada). Pero, sobre todo, ha incidido en el ablandamiento académico de los doctorados en general.

4. ¿Soluciones?

Creo que, ante todo, quienes diseñan, gerencian o influyen sobre los doctorados deben comenzar a hablar y a discutir sobre esto. Todas estas líneas pretenden únicamente plantear el problema y no quejarse de nada ni, mucho menos, de nadie. Es posible que todo lo que digo aquí esté equivocado, pero, desde el punto de vista de la planificación educativa, implica menos riesgo asumir esto como correcto (o como probable) antes que como equivocado. Además, si se comparan los hechos con los argumentos, no hay demasiadas excusas para negar ni para defender las tendencias actuales de ablandamiento de nuestros doctorados en Ciencias Sociales. Sí habrá, seguramente, mucho disgusto por esta crítica, en el plano emotivo y subjetivo y en el plano de los intereses burocráticos. Pero ya sabemos que no siempre nuestros gustos subjetivos ni nuestros intereses particulares de poder coinciden con el plano intersubjetivo de las necesidades reales de los demás. 

En todo caso, insisto en que no podemos abordar este ni ningún otro problema académico sin argumentaciones y razonamientos. Si sólo echamos mano de calificaciones, de declaraciones y proclamas, entonces nos hundiremos en este barro que se hace cada vez más “blando”.

Creo que todo comienza a fallar desde el momento en que inventamos montar programas doctorales sin sincerarnos respecto a qué haremos después con esos doctores o para qué queremos doctores o qué cosa son y hacen los doctores o cuáles son los intereses investigativos de las universidades involucradas y cosas por el estilo. Antes, hasta hace unos diez años, aproximadamente, estas preguntas no eran necesarias (creo yo), porque estaba muy claro el por qué las personas ingresaban a un doctorado (además, eran bien pocas y los doctorados no eran algo tan masificado como lo es ahora): la gente acudía a un doctorado para saber más o para disponer de un espacio de intercambio sobre los problemas en los que estaba interesada o para especializarse…, o, incluso, hasta para “matar el tiempo”. Pero se trataba generalmente de decisiones personales, muchas veces sin respaldo, sin conexión y hasta sin conocimiento de parte de la universidad a la que se pertenecía. Pero, pasados estos diez o doce años, han entrado en juego factores nuevos y motivaciones nuevas en las personas, así como planteamientos nuevos acerca del rol de los académicos y de las universidades. Ante estos nuevos factores, creo que resultaban obligatorias las preguntas expuestas al comienzo de este párrafo.

Por ejemplo, parece obvio que no podemos seguir diciendo que los doctorados tienen la función de producir investigadores e investigaciones, cuando la mayor parte de los participantes no acuden ni están motivados a eso realmente y cuando las mismas universidades no han preparado los espacios o las estructuras organizacionales correspondientes. Tampoco podemos seguir diciendo que los doctorados tienen esa función investigativa cuando luego, como conductores y facilitadores, somos incapaces de dar algo más allá de las prédicas de la "reflexión", la "meta-reflexión", la "auto-reflexión" y otras ambigüedades (o comodidades) por el estilo.

Tal vez haya que comenzar a pensar en el nuevo papel de las universidades y de la academia en esta sociedad diferente que está naciendo y, después que tengamos alguna respuesta, comenzar a pensar cómo se insertarían los doctores en ese nuevo papel de las universidades y la academia.

 

 

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José Padrón, Noviembre de 2003

 


 

[1] Para quienes lean esto desde el exterior: en Venezuela, el Plan Robinson es una iniciativa del actual gobierno, orientada masivamente a erradicar el analfabetismo. Según las cifras oficiales, más de 1.252.000 personas han acudido al llamado del Plan Robinson. El gobierno ha diseñado otros dos planes concatenados dentro de todo un proyecto amplio conducente, según se declara, a elevar los niveles formales educativos de la población excluida: el Plan Rivas, para quienes no han podido culminar la Educación Media, y el Plan Sucre, para quienes no han podido culminar la Educación Superior. Sectores académicos de la oposición política venezolana han criticado estas iniciativas. Paradójicamente, más del 95% de los académicos venezolanos proviene de familias extremadamente marginales y excluidas (de donde no se deduce, de ningún modo, que los gobiernos anteriores hayan elevado el nivel educativo del 95% de la población).

 

[2] Al escribir esto casi oigo las quejas de algunos colegas: ¿y por qué tiene que ser la “Lógica” y todo eso de “empírico”, “teórico”, “proposiciones”, etc.? ¿Por qué tenemos que seguir apegados a esos esquemas positivistas? Bueno, en realidad no son esquemas positivistas. Una de las argucias del ablandamiento es hacer creer que toda herramienta estructurada es positivismo, lo cual es falso, por lo menos históricamente. Pero eso es otro tema. Lo importante es que Ud. no puede negar esos elementos si antes no los conoce y no los evalúa. Justamente, el ablandamiento consiste en negarse a usar esos recursos habiendo previamente renunciado al esfuerzo de estudiarlos y evaluarlos. Por otro lado, esa es apenas una de las plataformas de estándares intersubjetivos. Hay otras. Vea, por ejemplo, a Habermas.

 

 

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