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  LA FORMA DEL PROYECTO DE TESIS 

 

Fragmento de “Recomendaciones para Seminario de Tesis”, José Padrón, Doctorado UNEG, Pto. Ordaz, 1998

 


 

Según cualquier diccionario, un “Proyecto” es un plan. Así, por ejemplo, en el Diccionario General de la Lengua Española VOX, se describe así el significado de esa palabra: designio o pensamiento de ejecutar algo.  Plan y disposición que se forma para un tratado, o para la ejecución de una cosa de importancia. ARQ.: conjunto de diseños, planos y cálculos, plantas, alzados, perspectivas, etc., que determinan todo lo necesario para la construcción de una obra arquitéctonica. Y el Diccionario Espasa de Sinónimos y Antónimos asigna a esa misma palabra los dos siguientes grupos de sinónimos:

 

1

2

Plan
intención
propósito
idea
pensamiento
deseo
aspiración
cálculo

diseño
boceto
esbozo
bosquejo
croquis
esquema
trazado
plano

 

Esta definición es importante por dos razones: primero, porque de ella se infiere que un proyecto de investigación debe tener, cuando menos, la misma forma general que tiene cualquier proyecto, del tipo que sea (cosa que veremos después). Segundo, porque a menudo en nuestros medios académicos se ha divulgado la creencia (que parece ser de origen norteamericano) según la cual el proyecto es una primera parte -importante- de la tesis y debe contener todo excepto la aplicación de los instrumentos y el análisis de resultados, lo cual viene a ser propiamente la tesis. Es como si dividiéramos la investigación en dos partes: una dedicada a todo lo que antecede a las aplicaciones instrumentales, que es el proyecto, y otra dedicada al análisis de resultados, que es la tesis. No hace falta mucha argumentación para demostrar lo absurdo de esta creencia en relación con el significado de “proyecto”. Tampoco hace falta mucho esfuerzo para demostrar su inconveniencia práctica en un curriculum doctoral o de formación de investigadores. De modo especial, nos lleva a creer que la investigación no debe planearse y nos lleva a no discriminar entre planificación y ejecución. Las nefastas consecuencias de esto son obvias. Analicemos con más detalle estos dos aspectos.

Quien elabora un proyecto de edificio, por ejemplo, debe saber de edificios, pero en el momento en que elabora el proyecto no está construyendo el edificio, ni mucho menos. Quien planifica un atraco a un banco debe saber de atracos a bancos, pero en el momento en que planifica no está de ningún modo atracando nada. Una cosa es planificar y, otra, ejecutar. Precisamente, el valor de los proyectos o planes está en que son capaces de prever las ejecuciones, de modo que las acciones imprevistas o no planeadas se diferencian de las acciones previstas o planeadas en que éstas reproducen un diseño y, por tanto, corren menos riesgo de fracasar. Del mismo modo, quien elabora un proyecto de investigación debe saber de investigaciones, pero en el momento en que hace su proyecto no está de ningún modo ejecutando la investigación ni es conveniente que lo haga. Al planificador se le exigen cosas muy puntuales, que no se le exigen al ejecutor (y viceversa). Aun cuando ambos roles correspondan a una misma persona, se trata de dos obligaciones o instancias de trabajo enteramente diferentes (si en la fase de proyecto adelantamos la investigación, estaremos actuando imprevisivamente y, por tanto, irresponsablemente).

Esto significa que en la fase de elaboración del proyecto de investigación no debemos investigar sino planificar la investigación. Más que como investigadores, debemos comportarnos como planificadores (lo cual, por supuesto, no quiere decir que debamos desechar nuestros conocimientos investigativos). ¿Y qué toca hacer a un planificador? Básicamente, un planificador debe definir la situación inicial y, en correspondencia, debe imaginar una situación final. Y, sobre la base de esa correspondencia, debe diseñar la secuencia de pasos para lograr esa situación final partiendo del inicial estado de cosas. Sobre la base de ese plan, cualquier administrador o financista de investigaciones, cualquier coordinador de programas de investigación y cualquier académico en general podría decidir si apoyará o no la respectiva ejecución, si se interesará en su desarrollo y si invertirá esfuerzos en esa empresa. Por su parte, el autor del plan podrá saber si es oportuno seguir adelante o si conviene retrasar la ejecución, en la medida en que haya obtenido apoyo e interés de los demás.  De allí la importancia de los proyectos.

Mi recomendación particular para la forma y presentación del proyecto de tesis es que el mismo debería contener los siguientes componentes (no me refiero a componentes documentales ni textuales, sino lógicos o conceptuales, así que no hay que atender a la numeración que sigue ni al orden en que aparecen, todo lo cual queda a criterio de cada participante de acuerdo a sus estrategias, su manera de hablar, su estilo de pensamiento, etc.):

1. Identificación del contexto del proyecto:

Se trata de definir todo lo que está alrededor y en el fondo de la planificación, lo cual remite básicamente a cuatro asuntos:

1.1. Las bases epistemológicas: cuáles son mis convicciones personales respecto a qué es el conocimiento, cómo se produce, a qué y quiénes va dirigido, cómo se valida..., siempre por referencia a cuadros filosóficos generales e históricamente reconocidos (tales como empirismo vs racionalismo, idealismo vs realismo, subjetivismo vs intersubjetivismo, logicismo vs sociohistoricismo, espiritualismo vs materialismo, etc.)

1.2. El entorno sociocultural: mi ambiente cultural-profesional, dónde estoy ubicado como profesional, a qué cosas me veo obligado a atender como investigador, cuál es el sentido que tiene mi área de planificación investigativa dentro del entorno al cual pertenezco.

1.3. El fondo psicológico: mi estilo de pensamiento, mi personalidad, mi formación académica, mis intereses individuales, mis motivaciones personales.

1.4. El programa de Investigación: dentro del mundo académico, dónde estoy ubicado; en qué temáticas e intereses de trabajo; cuál es el estado de avance de ese programa considerando las metas y necesidades que se han trazado; cuál es el grupo académico particular, aquí en Venezuela, donde estoy inscrito y con quienes logro intercambiar ideas e información; qué están haciendo; cuál es el aporte de mi proyecto a ese estado de avance, etc. (nótese que no debería haber contradicciones entre este punto y las bases epistemológicas antes definidas, como sería, por ejemplo, si antes hubiéramos dicho que somos fenomenólogos y vivencialistas, en el área de la investigación-acción, por ejemplo, y ahora dijéramos que estamos en el grupo de laboratorio de psicología conductista de la UCV).

2. El área empírica (observacional) del proyecto

Se trata de definir una situación inicial de acción investigativa, junto a su correlativa situación final deseada, constituida por los fenómenos observables que a uno le interesan como punto de partida y dentro de los cuales uno va a detectar una situación problemática (=una falta de correspondencia entre lo que ocurre y lo que nos dice la ciencia, o entre lo que ocurre y lo que todos desearíamos que ocurriera bajo una misma perspectiva, o entre una parte y otra de nuestros conocimientos respecto a algo, etc.), cuya aclaratoria aparece completamente legitimada y factiblemente soluble (gracias, en parte, al hecho de que nuestra preocupación se inscribe dentro de los intereses de un grupo académico y de un programa de investigación). Esto remite básicamente a cuatro asuntos:

2.1.  Una estructura empírica o un área problemática: aquí se define el sector del mundo que nos interesa como planificadores de la investigación. Algunos lo llaman “Contexto del Problema”, otros “Área observacional”, otros “Hechos bajo Estudio”, etc. Se trata de delimitar un sistema de hechos observables o un conjunto ordenado de partes y relaciones visiblemente constatables. Aquí hace falta no una actitud de cámara fotográfica ante un determinado sector del mundo, sino una actitud conceptual, una mente organizada, capaz de ordenar los hechos que todos podrían ver si se colocaran en el mismo punto de vista del planificador. Aquí se permiten (e, incluso, convienen) ordenamientos y sistematizaciones de la realidad, pero no se permiten las explicaciones ni las especulaciones acerca de por qué ocurren del modo en que ocurren ni tampoco se permiten las interpretaciones sobre cuáles hechos resultan dependientes de otros (ya que ese terreno pertenece a las teorías y no a la observación intersubjetiva).

2.2. Un problema de investigación: es, en esencia, una pregunta que expresa una falta (significativa e interesante) de correspondencias entre nuestra concepción del mundo y el modo en que éste funciona realmente, todo ello ubicado dentro de la estructura empírica definida anteriormente. Por lo general, conviene analizar o desglosar esta pregunta en sus términos básicos, incorporando además una definición de las palabras centrales incluidas en la pregunta (algunos incluyen una sección dedicada al “Análisis del Problema”, en la que se explica la pregunta de investigación y se incluyen las definiciones de sus términos elementales).

2.3. Unos objetivos de trabajo: constituyen la definición de la Situación Final Deseada, cosa que se asocia al rol fundamental de todo planificador: qué se quiere lograr, qué se aspira a conseguir, cómo se puede visualizar el logro de la acción que se está planificando, cómo será, en términos generales, el producto final de todo lo que se está planteando. Por lo general, estos objetivos de trabajo pueden conceptualizarse en términos de un logro global, amplio o terminal y en términos de un pequeño sistema de logros parciales que, sumados todos, resultan sinónimos del anterior. Junto a estos objetivos de trabajo, algunos incluyen una sección dedicada a definir los “Alcances y Limitaciones”, en la que indican con precisión qué se puede esperar de la investigación y qué queda fuera de su cobertura (las “limitaciones” jamás se refieren a las dificultades de realización, como muchos creen, sino a los “límites” o fronteras hasta donde llegan las aspiraciones de la investigación, siempre por referencia a los objetivos).

 2.4. Una Justificación del Plan: en muchos casos (especialmente cuando la propuesta de trabajo tiene riesgos de ser incomprendida) es preciso argumentar la conveniencia de la investigación que se propone, los beneficios que traería, su rentabilidad académica, etc. Muchos incluyen una sección orientada a señalar quiénes son los “Beneficiarios y Destinatarios” (potenciales o reales), bajo la referencia de que también el conocimiento se ubica en un mercado y se proyecta hacia áreas de demanda y consumo. Como dije antes, la mejor forma de justificar un proyecto es indicando cuál es el Programa de Investigación al que se adscribe, quiénes son y qué hacen los integrantes del grupo de trabajo y en qué medida la propuesta ofrece un “valor agregado” al programa y al grupo. En realidad, una propuesta de investigación crece en interés cuando se le quitan rasgos de individualidad, personalismo o aislamiento y se le añaden rasgos de colectividad o emparentamiento con otras investigaciones.

3. El Área Teórica del Proyecto

            La planificación debe señalar cuál es el sistema de conocimientos previos que va a amparar la búsqueda o dentro del cual se van a mover las ejecuciones e instrumentaciones. Esta área teórica viene a ser la referencia cognitiva, abstracta, desde donde y hacia donde se proyectan los nuevos conocimientos que se propone elaborar, sean éstos descriptivos, aplicativos, etc. Dependiendo del enfoque epistemológico seleccionado y del método asociado a éste, el área teórica cumplirá distintas funciones específicas dentro de la ejecución que se está planificando: por ejemplo, las investigaciones racionalistas suelen usar el área teórica para derivar de allí todos los hallazgos previstos en los objetivos, mientras que las investigaciones empiristas suelen usarla para derivar categorías instrumentales y operativas (variables y conjuntos de ítemes, por ejemplo), así como para definir su terreno de anclaje. Y, volviendo con la diferencia entre plan y ejecución, nótese que en la instancia de proyecto esta área teórica no tiene por qué aparecer desarrollada exhaustiva y completamente, sino sólo fijada, predeterminada, seleccionada (si el medio académico no es experto en las teorías previstas, entonces habrá que explicar su origen, sus alcances, sus correlaciones empíricas, etc.; esto suele suceder en nuestro medio educativo con teorías lógicas, semióticas y lingüísticas, así como con las recientes teorías cognitivas “duras”, entre otras). Se supone que la instancia de ejecución es la encargada de desarrollar a fondo todo este cuerpo teórico. En esta fase de proyecto, es importante que para cada una de las teorías seleccionadas se indique, por lo menos, lo siguiente: nombre de la teoría; nombres y referencias de sus creadores y propulsores originales; abarque empírico (sistema de hechos que pretende explicar); conceptos teóricos fundamentales; función que cumple la teoría en la ejecución de la investigación.

4. El esquema Metodológico u Operativo para la Investigación

Dentro del concepto de Plan, éste es el punto más importante. De hecho, muchos patrocinantes y financistas de investigación prácticamente se limitan a estudiar este punto dentro del proyecto. Se trata de definir paso a paso cómo se va a transitar desde la situación inicial hasta la situación final deseada, es decir, desde la pregunta hasta la respuesta o desde el problema hasta la solución. Un esquema metodológico se evalúa bajo tres criterios: eficacia (que los pasos, recursos, estrategias e instrumentaciones indicados sean estrictamente apropiados o pertinentes con relación al logro previsto y a la situación inicial), eficiencia (que tales cosas sean el camino más corto, menos esforzado y más económico) y consistencia (que no haya contradicciones internas (entre dos o más de los elementos operativos) ni externas (con respecto a los demás componentes del plan, tal como las teorías, el fondo epistemológico, etc.)). Los subcomponentes mínimos de esta sección, a mi juicio, deberían ser los siguientes:

4.1. Identificación del “Método”: en los medios académicos y epistemológicos más convencionales, el término “Método” se asocia a la definición de una clase general a la cual pertenecen sin excepción todos los pasos que van desde el problema hasta la solución. De modo que, si encontramos una buena definición de la clase global a la cual pertenecen todos nuestros pasos de trabajo, esa definición será nuestro “Método”.

Pero el criterio u orden conceptual de esa definición de clase debe ser de carácter procedimental, ejecutorio u operativo (por razones que no voy a señalar aquí, pero que son fáciles de inferir). Decir que nuestro método es, por ejemplo, funcionalista o estructuralista, no es acertado porque el criterio de la definición de clase es más bien histórico (los estructuralistas y los funcionalistas tuvieron una vida relativamente corta o, en todo caso, muy particular y sus enfoques no permiten clasificar los métodos de trabajo desde la antigëdad hasta nuestros días; más bien, cualquiera podría con toda razón re-preguntar cuál fue el método de los estructuralistas y de los funcionalistas). Otro ejemplo: decir que nuestro método es conductista o constructivista tampoco sería acertado, ya que esas definiciones no remiten a formas procedimentales sino a formas teóricas o explicativas. Y, si lo que queremos decir es que vamos a trabajar como trabajaron los constructivistas o los conductistas, entonces estamos obligados a precisar cómo fue que ellos trabajaron, con lo cual volvemos al comienzo del problema de definir nuestra clase de operaciones.

Personalmente, y por estas mismas razones, tampoco estoy de acuerdo en decir que un método puede ser cualitativo o cuantitativo, ya que los pasos de trabajo no siempre tienen que ver con la decisión acerca de si manejamos cantidades o cualidades (por ejemplo, unas operaciones como “diagnosticar” o como “derivar unos enunciados a partir de otros”, nada tienen que ver con cantidades y cualidades; lo que interesa en este punto es definir nuestro modelo general de trabajo y no señalar cuál va a ser la naturaleza de los datos que vamos a manejar, lo cual es otro asunto). Pero, claro, como los términos cualitativo/cuantitativo han adquirido en nuestros medios académicos más connotación que denotación, es posible que una buena argumentación sea capaz de sustentar el uso de esos términos para definir una cierta manera de trabajar. Como en todo, a la hora de debatir lo que importan son las argumentaciones eficientes.

En cuanto a sugerencias para este punto, en otros trabajos he desarrollado alguna cosa sobre los tipos de “método”, los cuales pueden ser usados si el interesado los considera buenos (ver en Chacín y Padrón, 1996, por ejemplo, lo relativo a deducción / inducción / intuición). Algunos planificadores resuelven este punto definiendo un método general y luego desagregando el asunto en subsecciones tales como “Método de recolección de datos”, pasando luego a “Método de construcción de resultados” y terminando en “Método de validación de resultados”. En cada subsección se define el modelo de trabajo específico.

4.2. El tratamiento de los datos o de la información: este subcomponente se encarga de precisar cosas como las siguientes:

- El ámbito de ocurrencia de los datos empíricos (el sitio o “campo” donde se va a ejecutar el trabajo empírico, lo que algunos etnógrafos llaman “escenario”). Debería determinarse la representatividad de ese ámbito con respecto al correspondiente universo, porque podría ocurrir, por ejemplo, que  el aula de cuarto grado de una escuela de la Gran Sabana no fuera representativa de todos los niños del país en relación con ciertas propiedades que queremos estudiar (esta representatividad puede determinarse probabilísticamente o a través de un sistema de cualidades lógicas, etc.). Nótese que hay investigaciones (especialmente algunas de corte racionalista - deductivo) que no requieren definir un ámbito particular de ocurrencia, ya que el trabajo empírico es mínimo.

- La naturaleza de la información típica que se va a manejar (por ejemplo, si se trata de datos documentales o testimoniales o de campo, etc.). Esto va asociado a la naturaleza del “corpus” de trabajo (que otros llaman “unidades de análisis”), tal como comportamientos, frases o piezas discursivas, gestos, etc.

- Los criterios de organización jerarquizada de datos (que algunos llaman “categorías de análisis”, otros llaman “variables”, etc.).

- El tipo de instrumentación que se va a utilizar (por ejemplo, cuestionarios, entrevistas, matrices y tablas de agrupación, guias observacionales, etc.).

4.3. Las fases (desagregadas) de trabajo: debería indicarse cuáles son las instancias secuenciales de la ejecución y, por cada instancia, señalar qué actividades incluye, a qué recursos remite cada actividad, a qué instrumentos, cuánto cuesta cada fase, qué tiempo requiere, etc. En el campo de la planificación existen variados formatos para desarrollar estos aspectos.

Todo esto que acabo de señalar en relación con la forma del proyecto es, por supuesto, muy general, tiene carácter de orientación aproximada y, repito, sólo apunta a una forma lógica, no a una forma textual o documental. Porque, en realidad, cada proyecto debería tener su propia estructura específica, dependiendo del tema y de las características particulares de la propuesta.