EL FUNDAMENTO EPISTEMOLÓGICO DE LA INVESTIGACIÓN

(RESUMEN)

 

Dr. José Padrón Guillen

Intervención en la UDEFA, Falcón, 30/11/11

 

La idea inicial de esta exposición, en el contexto de las participaciones de este foro, era la de mostrar los procesos de investigación desde una perspectiva epistemológica, al lado de otras perspectivas posibles diferentes a la epistemología.

Pero, al pensar en el desarrollo de ideas en torno a una visión epistemológica de la investigación, es decir, al pensar en la epistemología sólo como una perspectiva, surgen numerosos problemas y contradicciones, porque lo epistemológico no es un modo de ver los procesos de investigación, no es un ángulo de visión de ellos, sino que es LA teoría que los explica, es decir, la epistemología es el fundamento mismo de la investigación científica. Por tanto, es absurdo hablar de una perspectiva epistemológica de la investigación, cuando de lo que se trata es del mismo fundamento, de las mismas bases, de la misma naturaleza de la ciencia y de la producción de conocimiento científico. Podríamos hablar de una perspectiva política de la investigación o de una perspectiva económica o de una visión organizacional y hasta de una mirada religiosa a la investigación. Pero lo epistemológico no es una perspectiva ni un modo de ver esos procesos, sino  la misma raíz de ellos, su misma naturaleza. Es como si, al hablar de alguna enfermedad, dijéramos que vamos a desarrollar una perspectiva o mirada patológica o visión clínica de dicha enfermedad. Claro que podríamos hablar de la perspectiva económica de esa enfermedad o de su perspectiva familiar, pero lo patológico y lo clínico no remite a una perspectiva, no es uno de los muchos modos de examinar el asunto, sino que estamos hablando de la misma naturaleza, de la raíz y de los fundamentos de esa enfermedad. O sea, lo clínico y lo patológico no son visiones o perspectivas alternativas, sino que son la misma referencia esencial de la enfermedad, son lo que nos dice qué está pasando. Todas las otras visiones o perspectivas son simplemente maneras diferentes de ver algo que ya está previamente definido por la naturaleza, referencia o raíz clínico-patológica de la enfermedad.

Esta consideración nos introduce en un terreno altamente crítico y polémico, al punto de que probablemente entraré en desacuerdo con alguna que otra intervención de mis colegas en este foro. En todo caso, me gustaría que estas desaveniencias se vieran como discusiones o diferencias académicas de altura y no como enfrentamientos personales. Digo esto porque al hablar de los fundamentos o bases de los procesos de investigación, criticaré algunas prácticas o concepciones comunes, que tienen muchos defensores y dolientes, pero que resultan un verdadero daño a la formación de investigadores, a la promoción de la investigación en nuestros países y a nuestros tesistas y estudiantes en general. Por eso siempre suelo criticar esas posiciones, en la medida en que producen daño y malestar.

La primera concepción nociva respecto a los procesos de investigación es la que ubica los fundamentos y las referencias naturales de esos procesos en lo que solemos llamar “METODOLOGÁ DE LA INVESTIGACIÓN”, concepción que aparece indisolublemente asociada a las clases y seminarios de metodología, a sus profesores que raras veces investigan, pero que enseñan a investigar, y a los tristemente célebres textos o manuales de Metodología, uno de cuyos casos más representativos es el manual de la UPEL, que tanto daño hizo y sigue haciendo a nuestros tesistas.  Para ellos, cada vez que un investigador necesita justificar algún paso de trabajo o alguna operación o decisión procedimental, tiene que hacerlo por referencia a alguno de los autores o manuales de Metodología de la Investigación, llámese Sabino, Tamayo, Sampieri, la UPEL…, o quien sea. Esta concepción es la misma que opera bajo las estructuras burocráticas de los comités o comisiones de trabajo de grado, integrados por gente que no sólo no investiga, sino que tampoco lee y que raya en el analfabetismo (una muestra ejemplar de esta clase de personas está en las autoridades del actual Núcleo Regional de Postgrado de la UNESR en Caracas y en su inefable “Decanato de Estudios Avanzados”). Esta concepción es  también la misma que opera bajo la noción de “defensa” de tesis ante jurados tipo Torquemada en la época de la Inquisición, jurados que no están dispuestos a aprender, que no sienten la más mínima curiosidad por los hallazgos de una tesis, pero que sólo van en calidad de evaluadores, de fiscales de tránsito que únicamente van a detectar los errores y las fallas del tesista.

La segunda concepción que tiene mucha circulación entre nuestros medios universitarios es aquella según la cual las referencias, los fundamentos, las raíces de decisión de cualquier cosa que hagamos en materia de investigación científica está en la intimidad de la propia conciencia, en la reflexión subjetiva libre y desbocada, que raya en el esoterismo, algunas veces en figuras como las del yoga, el ramayana, la regla de Osha-Ifá, el dalai lama, etc., y otras veces en discursos cantinfléricos tipo Edgar Morin con su complejidad, hiper-complejidad y transdiscipinariedad. El cantinflerismo de los postmodernistas es, en ese sentido,  otro de los grandes males que amenaza a nuestros investigadores, tesistas y estudiantes. Me refiero a posturas implícitas en frases textualmente recopiladas como, por ejemplo, “el egresado será capaz de deconstruir la centralidad del logo educativo” (en el diseño de la maestría robinsoniana de la UNESR) o como “el hombre es aquel ser cuyo ser es no ser” (Simonne de Beauvoir, la amante de Sartre) o como aquella de la Profesora Oñate, una insigne cantinflérica en España: “Romper la linealidad del tiempo antropomórfico (esa pertinaz simplificación obtenida por hipóstasis de acciones instrumentales: inicio-medio-fin, que no permiten explicar ninguna de nuestras experiencias verdaderas) costó al Zaratustra de Nietzsche una febril convalecencia exhausta.”. O como ésta otra del mismo Edgar Morin, una de sus piezas cantinfléricas más célebres en las que él mismo no tiene la más mínima idea de lo que dice: “Creo que esta noción de sujeto nos obliga a asociar nociones antagónicas: la exclusión y la inclusión, el yo, el ello y el se. Para esto es necesario lo que llamaré un pensamiento complejo, es decir, un pensamiento capaz de unir conceptos que se rechazan entre sí y que son desglosados y catalogados en compartimentos cerrados. Sabemos que el pensamiento compartimentado y disciplinario aun reina en nuestro mundo. Este obedece a un paradigma que rige nuestros pensamientos y nuestras concepciones según los principios de disyunción, de separación, de reducción. Sobre la base de estos principios es imposible pensar el sujeto y asimismo pensar las ambivalencias, las incertidumbres y las insuficiencias que hay en este concepto, reconociendo al mismo tiempo su carácter central y periférico, significante e insignificante. Pienso que ése es el trabajo que hay que hacer para que emerja la noción de sujeto. De lo contrario, sólo seguiremos disolviéndolo o trascendentalizándolo, y no llegaremos a comprenderlo jamás”.

Frente a estas dos concepciones de normal circulación entre nuestras universidades, que se quieren imponer como fundamentos, referencias y raíces de lo que puede o no estar bien hecho en materia de procedimientos investigativos, lo que quiero proponer es abandonar esas concepciones y cambiarlas por una concepción verdaderamente EPISTEMOLÓGICA de los procesos de la Ciencia.

Acerca de esto versará el resto de la intervención: demostraré, en primer término, que la Investigación requiere de un fundamento que permita decidir qué cosas están bien hechas y qué cosas pueden ser mejoradas. En segundo término demostraré que el sistema de referencias para justificar los procedimientos investigativos está en la EPISTEMOLOGÍA, entendida como TEORÍA DE LA INVESTIGACIÓN, y no en la METODOLOGÍA ni en el CANTINFLERISMO ESOTÉRICO AUTO-REFLEXIVO. La referencia para las decisiones acerca de las bondades o deficiencias de una investigación no está en la Metodología ni en el Cantinflerismo de Morin y su complejidad, sino en una auténtica TEORÍA DE LOS PROCESOS DE INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA, que no es, ni más ni menos, que una referencia EPISTEMOLÓGICA. Espero confirmar esta idea con datos históricos de la Historia de la Ciencia desde los antiguos griegos hasta nuestros días.