DE LA INTERPRETACIÓN AL MALENTENDIDO:
LAGUNAS DEL DISCURSO

Marilene Valério Dinis
Mestre em Lingüística – UFMG
Doutoranda em Filosofia, Ciência e Sociedade – Universidade Complutense de Madrid - PUC MG


DE LA INTERPRETACIÓN AL MALENTENDIDO: LAGUNAS DEL DISCURSO

Qué existe de tan complejo en la relación profesor/alumno que la hace tan llena de malentendidos?¿Qué teorías podrían servir de paradigmas para el estudio del malentendido en esta relación?¿Cómo construir un camino, a través de estas teorías, para comprender e interpretar los discursos de profesores y alumnos y analizar sus lagunas causadoras de malentendidos?

Me gustaría empezar la presentación de mi trabajo citando al filósofo Bachelard[1] en el libro “La formación del Espíritu Científico”, publicado por primera vez en 1938:

En la educación, la noción de obstáculo pedagógico también es desconocida. Me parece sorprendente que los profesores de ciencias, más que los otros si fuera posible, no comprendan que alguien no comprenda. Pocos son los que se detuvieron en la psicología del error, de la ignorancia y de la irreflexión... Tales observaciones pueden, por el contrario, ser generalizadas: son más visibles en la enseñanza de la ciencia, pero se aplican a cualquier esfuerzo educativo. En el decurso de mi larga y variada carrera, nunca he visto un educador cambiar de método pedagógico. El educador no tiene el sentido del fracaso exactamente porque se cree un maestro. Quien enseña manda. De ahí la torrente de instintos. Von Manakov y Mourgue subrayaron esta dificultad de reforma de métodos pedagógicos al invocar el peso del instinto en los educadores:

“Hay individuos para los cuales todo consejo referente a los errores pedagógicos que cometen es absolutamente inútil, porque dichos errores son la mera expresión de un comportamiento instintivo.”

De hecho, Von Monakow y Mourgue tienen en mira los individuos psicópatas, pero la relación psicológica profesor/alumno es muchas veces relación patogénica. Educador y educando merecen un psicoanálisis especial.

Mucho antes de haber leído la obra de Bachelard, ya hacía parte de mis preocupaciones el conflicto entre profesores y alumnos que he vivido personalmente o atestiguado en mi práctica como alumna, profesora y ahora como coordinadora pedagógica en el curso superior.

Esta práctica me permitió advertir que muchos de los conflictos entre profesores y alumnos se radicaban en una mala interpretación del discurso uno del otro. Pero muy temprano pude comprender que el malentendido no tenía como causa única factores lingüísticos, antes bien, un conjunto de factores determinaban la “interpretación infeliz”. Diferencias socioculturales, de visión de mundo, de moral muchas veces imputaban una interpretación muy distinta de la intención del hablante, tanto por parte del profesor como del alumno. Por supuesto, estos eran factores muy importantes pero pronto percibí que no son los únicos. Hay algo más en esta relación que supera los aspectos lingüísticos y socioculturales.

La relación “enseñante/aprendiente”[2] es muy compleja, ya que necesita de espacios subjetivos y objetivos, por ser una tríada donde interaccionan dos sujetos y un objeto de conocimiento. Son relaciones que se manifiestan a través de un discurso en lo que todo es muy complejo. Los alumnos esperan de los profesores algo que ellos no les pueden dar: el aprender. El aprendizaje es una tarea del sujeto “aprendiente” y lo máximo que los profesores pueden es hacer una mediación entre el objeto de conocimiento y el sujeto que aprende, a través del lenguaje. En último análisis, se trata de una interpretación, es decir, el profesor interpreta aquel objeto de conocimiento para el alumno, interpretación que no es la única posible, ni necesariamente la mejor, o más científica según Bachelard.

También los profesores esperan algo que los alumnos no les pueden dar: que sean objeto de sus deseos narcísicos, admiradores de su discurso. Así, hay un gran malentendido entre el discurso seudo-científico, dogmático, lleno de respuestas y de promesas de plenitud del profesor y la necesidad del alumno de dudar, de seguir haciendo preguntas que puedan mantener encendido el deseo de conocer.

El profesor posee el conocimiento ( o por lo menos se supone que posea) y el alumno es “supuesto no saber”. De ahí deriva una posición de superioridad del profesor y de inferioridad del alumno; una posición de autoridad del profesor, muchas veces fácil de cambiarse en autoritarismo (el “quien enseña manda” de Bachelard) y la de respeto y admiración del alumno, muchas veces fácil de cambiarse en sometimiento o revuelta.

Además están vinculados por fenómenos de transferencias y contra transferencias grupales, y el grupo, según Freud[3] , se caracteriza por mantenerse a través de un poder de alguna especie (el amor, el odio o un interés común). La esencia de un grupo reside en los lazos libidinales que existen en él.

La complejidad de esta relación pone de manifiesto la complejidad del discurso que la fundamenta. Se quedó claro que para estudiar el malentendido en esta relación sería necesario empezar por estudiar el discurso y la interpretación. Pero, ¿qué teorías podrían servir de paradigmas para este estudio? Schleiermacher[4] afirma que “el universal sólo se muestra en una forma particular y el particular contiene algo que supera la particularidad y manifiesta la presencia del universal.” El discurso, en su particularidad, contiene el universal: el hombre y su capacidad de pensar y manifestar el pensamiento, pero también contiene la particularidad de su productor que, obviamente, no es la misma del oyente lector. Este interpreta el discurso del otro a partir de su propio referencial y por eso siempre hay el riesgo del malentendido. Interpretamos el discurso del otro desde nuestra visión de mundo, de nuestros conocimientos lingüísticos y sociales y, sobre todo, de nuestros deseos.

La complejidad del discurso y de la interpretación exige, por lo tanto, un abordaje interdisciplinar, puesto que la acción discursiva involucra aspectos objetivos: la lengua en la cual se manifiesta, el contexto situacional, y subjetivos: el hombre y su deseo. Así, para estudiar el discurso y la interpretación, hay que buscar el aporte de las ciencias humanas como la lingüística, la filosofía, el psicoanálisis, la sociología, la antropología, la psicología etc.

Por otro lado, debe considerarse que si hay la necesidad de interpretación es porque no existen discursos completos, simples y claros. Hay lagunas en el decir/escribir que se manifiestan en los dichos/escritos y que deben ser rellenadas por el oyente/lector. El acto mismo de rellenar el discurso del otro trae consigo el malentendido.

El objetivo de este trabajo fue, pues, analizar algunas concepciones de discurso y de interpretación bajo un recorte en las disciplinas: lingüística, filosofía y psicoanálisis y, a partir de estos marcos teóricos, analizar el malentendido y sus causas, con enfoque en el malentendido en la relación profesor/alumno.

¿Por qué la elección de estas tres teorías y no otras? La primera justificativa es que el enfoque en la relación profesor/alumno apunta, como fue dicho, para aspectos subjetivos y objetivos que claman por el psicoanálisis, la filosofía y la lingüística. La primera, para dar cuenta de los aspectos de esta subjetivación; la segunda, para dar cuenta de los aspectos de las relaciones entre el hombre y el mundo y la lingüística, porque no hay discurso sin lenguaje. El texto, aunque transponga la lengua hacia al contexto, no se realiza sin ella. La segunda justificativa es mi formación en lingüística y psicoanálisis, hecho que me dio un poco de seguridad para recorrer este camino. Cuanto a la filosofía, se debe a mis creencias de que ningún acto humano puede ser estudiado en profundidad sin una concepción del hombre y del mundo. El discurso es un objeto pragmático. Según Parret[5] , el objeto pragmático es el hombre y su productividad discursiva, social y artística en una red de razonamientos entre el conflicto y el consenso; entre la discordia y la concordia. Por último, la elección de estas tres disciplinas se justifica por la necesidad de hacer un recorte teórico que permitiera un trabajo más sucinto que posibilitase la construcción de síntesis y categorías para servir de base a una investigación posterior del malentendido en la clase, en un estudio de caso.

¿Cómo construir un camino, a través de estas tres teorías, para comprender e interpretar el malentendido?

Empecé por la lingüística, a fin de comprender su trayectoria del estructuralismo hasta el pragmatismo en las teorías del discurso y del texto. Hasta el final de los años sesenta, la lingüística, tanto en su modelo estructuralista como en el modelo generativo propuesto por Chomsky, tenía como límite de análisis las frases de la lengua. En ambas corrientes del estudio del lenguaje, la lengua es considerada como una forma, apartada de su actualización. Aspectos culturales y de contexto situacional no eran considerados como objetos de estudio por los lingüistas.

El concepto eje de la teoría saussuriana, la noción de valor, pone de manifiesto la clásica separación entre lengua y habla. La lengua es el sistema en el cual la cadena de sonidos adquiere su valor de signo y es el objeto único de la lingüística. También Chomsky, aunque haga muchas críticas al concepto de lengua, considera como objeto de la lingüística la gramática, es decir, el conjunto de reglas internalizadas por el hablante/oyente de una lengua que le permite a él comunicarse con su semejante. El conjunto de reglas gramaticales es lo que Chomsky llama competencia y es, para él, el único objeto de la lingüística.

Pero al final de la década de sesenta, la pragmática se impuso entre las ciencias del lenguaje e incluso discípulos de Chomsky, insatisfechos con la gama infinita de fenómenos discursivos que el modelo sintáctico y semántico generativo, así como el modelo estructuralista, no alcanzaban, empezaron a hacer una lingüística más allá de la frase y a preocuparse con los fenómenos de la interpretación. Autores como Halliday, Hasan, Van Dijk, por la parte anglosajona y Ducrot, Benveniste, Barthes, por la parte europea, se dedicaron al análisis de textos y de actos de habla. Estos estudios fueron influenciados por los estudios aportados de la filosofía y por la concepción de subjetividad en los actos enunciativos, bajo la influencia también del psicoanálisis. Este pragmatismo en la lingüística del texto tiene a los filósofos Austin y Searle como precursores.

Aunque haya innumerables críticas contra la lingüística pragmática, no se puede negar que ella ha hecho con que el objeto de la lingüística se tornara más amplio, posibilitando un conocimiento más extenso del hombre y de sus acciones y hechos a través de su discurso.

Por otro lado, hay que considerar que el estructuralismo hizo con que los estudios lingüísticos tuvieran un gran desarrollo y no sólo dio a la lingüística su carácter de ciencia, como la colocó entre las más importantes ciencias humanas del siglo pasado. Eso se comprueba en la influencia que el estructuralismo lingüístico ejerció sobre otras disciplinas como la antropología, la sociología, la psicología, la filosofía y el psicoanálisis.

Así, el pragmatismo, filosófico o lingüístico, no puede dejar de considerar el aspecto estructural de las realizaciones del lenguaje. A saber, ningún discurso puede realizarse sin la gramática; esta es la condición esencial para que haya lenguaje. Aun cuando se considera el discurso, como en el análisis del discurso, en un sentido más amplio, que involucra otros signos que no los verbales, hay que existir un sistema de reglas que garanticen el uso de estos signos, puesto que esto es la condición de objetivación.

A lo largo de este trabajo se quedó clara la ambigüedad del término discurso como también las concepciones de interpretación. A veces se emplea el término discurso con el mismo sentido de acto de habla, otras veces se lo define como la cadena de significantes que recorre los seres humanos, puede también referirse a un tipo particular de forma asertiva, cuando se habla, por ejemplo, de discurso académico, científico, literario o filosófico. En este caso, ¿sería el mismo que género? También se emplea el término con el mismo significado de texto, o se lo diferencia de texto, como lo hace el análisis del discurso, para el cual, el discurso es un evento que incluye la escena en la que interactúan, por lo menos, dos personas, con sus gestos, expresiones fisonómicas y la palabra. O sea, el discurso, desde este último punto de vista, es una acción del hombre a través de varios lenguajes concomitantes.

Se intentó, pues, analizar el discurso desde distintas miradas. Del discurso de la filosofía a la filosofía del discurso se recorrió el camino de Ricoeur que se basa en la acción discursiva; de Bakhtin que trata el discurso como una acción eminentemente ideológica y Foucault que ve al discurso como una acción que se realiza llena de rupturas, de lagunas, de sometimiento a las instancias y contingencias. Es decir, para Foucault, el discurso es el conjunto de enunciados que remiten a la misma formación discursiva y esta es constituida por todos los enunciados discursivos (sean escritos o hablados) en su dispersión de acontecimientos y en la instancia de cada uno. Por la mirada del psicoanálisis, del discurso conocido al discurso del deseo, se buscó el discurso en Freud y Lacan. Y en la lingüística se buscaron las contribuciones de la lingüística del texto y del análisis del discurso.

Hay entre las distinta concepciones de discurso: filosóficas, psicoanalíticas y lingüísticas, puntos convergentes, como la comprensión del discurso como una interacción social, el supuesto de que no se puede estudiarlo sin considerar el contexto lingüístico y situacional, la necesidad de sistematización de las reglas discursivas que caracterizan un pasaje lingüístico oral o escrito como discurso, y la conciencia de que todo discurso se constituye de "dichos", "entre dichos" y "no dichos"; de lagunas que deben ser rellenadas por el oyente/lector.

Pero el objetivo de cada disciplina, aquello que cada una busca al estudiar el discurso, es distinto. Así, en cuanto la filosofía busca al hombre y sus acciones, a través del discurso, el psicoanálisis busca, a través del discurso manifiesto, desvelar el discurso latente del inconsciente. Ya la lingüística pragmática busca sistematizar las reglas de las estructuras del discurso, comprender las estrategias cognitivas, contextuales e interaccionales que subyacen a un acto discursivo.

Se vio que lo más importante es comprender al discurso como medio de creación de sentidos y de interacción entre los seres humanos, pues es esta interacción que posibilita a ellos recibir la cultura, absorberla y transmitirla. Pero eso se da en un juego de entendidos y malentendidos, hecho que torna necesaria la interpretación.

Un panorama sobre el concepto de interpretación, permitió subrayar algunas convergencias y divergencias entre la filosofía, el psicoanálisis y la lingüística. Quedó evidente, por ejemplo, que subyace a las construcciones de estas tres teorías la búsqueda de un conocimiento más profundo del hombre: sea del sentido de su ser-en-el- mundo, sea de la verdad de su historia, o la comprensión de las relaciones entre el lenguaje y las estructuras mentales. También es obvio el nivel de importancia atribuido al lenguaje por cada una de estas disciplinas, una vez que la interpretación ocurre en y por el lenguaje.

En síntesis, interpretar, desde el punto de vista filosófico, es “comprenderse ante el texto”, es una búsqueda de los sentidos del texto que resuenan en el intérprete, por una articulación entre estos dos sentidos: el del intérprete y el del texto. En fin, interpretar es construir el significado del ser, a través del “ser con”; es comprender su pertenencia a la humanidad sin perder la conciencia de su subjetividad.

Para el psicoanálisis, interpretar es abrir espacios en la cadena del discurso manifiesto del paciente, para que aflore lo no manifiesto, los significantes, de tal modo que se pueda reconstruir un poco de la verdad del sujeto por medio de su historia subjetiva.

Para la lingüística, interpretar es crear un metalenguaje que dé cuenta de los diversos significados y de las varias y diversas posibilidades significativas de la lengua. La interpretación filosófica y psicoanalítica buscan el sujeto del discurso, la lingüística, el discurso del sujeto.

Este recorrido permitió la construcción de categorías y síntesis interdisciplinarias que sirvieron de fundamentos para el estudio del malentendido y la comprensión de que este se sitúa tanto en la lengua – por su falta de univocidad, como en el deseo – cada uno dice lo que dice y oye lo que oye a partir de su deseo inconsciente. Como el deseo de uno es distinto del deseo del otro, se instaura ahí la posibilidad del malentendido. Y, por fin, en la visión de mundo, de sí mismo y del otro. Esta visión depende del contexto espaciotemporal e histórico. Por más que este contexto sea semejante para los participantes de un acto discursivo, la manera subjetiva de posicionarse frente a él es muy distinta, incluso opuesta, de persona para persona. Esto abre espacios para malas interpretaciones.

Esta dialéctica del discurso ratifica la necesidad de interpretación. Y esta también no puede quedar en los límites del lenguaje. Comprender el discurso es comprender un pensamiento desarrollado por un hombre y, por lo tanto, es buscar conocer al hombre. Todavía no se trata del hombre empírico, sino que del hombre trascendental. El hombre en tanto que humanidad que se revela y se desvela en el discurso. También las intenciones manifiestas o subyacentes en un discurso sólo se refieren al emisor empírico en el caso de un discurso enderezado a destinatarios empíricos. Está claro que necesito saber las intenciones de una persona que me habla directamente, sea un amigo, un enemigo, o un político que intenta ganar mi voto. Ahora bien, cuando se trata de un discurso hecho para un destinatario ideal, como una novela, un poema, un texto científico, la interpretación no buscará la intención del autor empírico, sino que, como lo afirma Eco[6], la “intención del texto.” Interpretar es aún buscar reconstruir, a través de las fracturas del discurso manifiesto, la red inconsciente de significantes que representa la verdad del sujeto.

El discurso ofrece huellas a partir de las cuales el intérprete intentará reconstruir un sentido, pero, como se trata de pistas, hay lagunas a ser rellenadas, hay mallas de este tejido que se perdieron y cabe al intérprete recuperarlas. Y esto él lo hace a partir de su propia subjetividad, lo que significa distintas interpretaciones de un mismo discurso. Pero, «distintas» no significa «cualesquiera». Hay límites para la interpretación impuestos por los límites de la lengua y de las características propias del discurso. Nadie admitiría, por ejemplo, que se interpretara la “Crítica de la razón pura” de Kant como una negación de la capacidad creativa del raciocinio humano, o como una declaración de amor. Según Eco[7], todo acto interpretativo es una cooperación entre el intérprete y el autor, por ello, si hay algo a ser interpretado, la interpretación debe hablar de algo que debe ser encontrado en algún lugar, y de alguna manera respetado

Según Ricoeur[8], la sospecha de que había algo más en los discursos manifiestos que ocultaban una intención ideológica, una realidad psíquica, y una fuerza creadora del hombre ha permitido, a partir de Marx, Freud y Nietzsche, que se quite la máscara del malentendido y que el hombre se ubique en el mundo y con el otro con más conciencia de si mismo: su responsabilidad en relación a la colectividad, sus deseos y su poder.

Sin embargo, habrá siempre posibilidades de malentendidos en los actos discursivos. En los chistes esta posibilidad es explotada para crear el humor, pero en las relaciones humanas el malentendido es fuente de amor y odio. Esto se torna patente, con mucha fuerza, en la relación profesor/alumno. Como toda relación, esta también está sujeta a las transferencias. Fue lo que han mostrado los psicoanalistas, como también filósofos y semiólogos. Nietzsche[9] hace una comparación entre padres y pedagogos citando a alguien que los nombró “nuestros enemigos naturales” y Barthes[10] relaciona el profesor con el padre al decir:

Es a un fantasma, dicho o no dicho, que el profesor debe anualmente volverse, en el momento de decir sobre el sentido de su viaje; de este modo, él se desvía del lugar en lo que le esperan, que es el lugar del Padre, siempre muerto como se sabe; puesto que sólo el hijo tiene fantasmas, sólo el hijo está vivo.

La alusión de Barthes al asesinato del padre de la horda primitiva se refiere a la transferencia que, como se afirmó, ocurre entre profesores y alumnos en el aula.

Estas categorías sirvieron de base, en la última parte de mi trabajo, para un bosquejo de una práctica, a saber, utilizando de estos aportes teóricos, intenté analizar dos discurso entre profesores y alumnos: uno, del siglo I, del libro Satiricón atribuido a Petronius y el otro, un discurso real, entre profesora y alumna que ocurrió en mi presencia en un tribunal de revisión de pruebas, el año pasado. Esta práctica sirvió como un ensayo para la pesquisa que pretendo hacer para mi tesis.

Por el sumario se ve mejor el itinerario construido: este trabajo se compone de cuatro capítulos: en el primero fue abordado el estructuralismo en lingüística, la gramática generativa y la consecuente necesidad de una explicación pragmática de algunos hechos del acto lingüístico. El segundo trata de las teorías del discurso desde el punto de vista de la filosofía, lingüística y psicoanálisis. En el tercero se aborda la interpretación y sus determinantes teóricos, contextuales e ideológicos. En el último, se intenta comprender el malentendido como un conflicto entre los actores de un acto discursivo, en consecuencia de la propia incompletud del discurso y de los rasgos subjetivos y sociales de esos actores, con enfoque en la relación profesor(a)/alumno(a).
(Há uma cópia completa desta tese na biblioteca da FUNEDI, Bloco A)

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[1]BACHELARD, Gaston. A Formação do Espírito Científico. Rio de Janeiro: Contraponto, 1996, p. 24
[2] Término utilizado por la Psicopegagoga argentina Alicia Fernández en su libro Inteligencia Atrapada para enseñar la interdependencia y la acción involucradas en el proceso de enseñanza y aprendizaje.
[3] FREUD, Sigmund. Psicologia de Grupo e análise do Ego. Obras Completas. Vol. XVIII. Rio de Janeiro: Imago, 1976
[4]SCHLEIERMACHER, F. D. E. Hermenêutica. Arte e Técnica da Interpretação. 2ª ed. Petrópolis, Rio de Janeiro: Vozes, 1999
[5]PARRET, H. Aesthetics of Communication. Klewer Academic Publishers, 1993.
[6]ECO, Humberto. Interpretação e Superinterpretação. São Paulo: Martins Fontes, 1997
[7]Id. P. 50
[8]RICOEUR, Paul. De l´inteprétation. Essai sur Freud. Paris: Éditions du Seuil, 1965
[9] NIETZSCHE, F. O Viandante e sua Sombra. Rio de Janeiro: Ediouro, s/d., p. 119/266
[10]BARTHES, ob cit. en la nota 16, p. 45