EL LENGUAJE DEL DOLOR

http://copsa.cop.es/congresoiberoa/base/social/soct18.htm

Beatriz Layunta Maurel

Adriana Gil Juárez

Universitat Autònoma de Barcelona.

Departament de Psicologia de la Salut i de Psicologia Social.

 

Resumen

Dentro del mundo de las emociones, el dolor se nos presenta a menudo como una realidad ahistórica y universal a la vez que caracterizada por una vivencia individual e intransferible. Desde el marco del Construccionismo Social nos cuestionamos la posible "realidad ontológica" de dicha emoción. Así, en nuestra investigación partimos de una concepción de la realidad como construcción social considerando preferentemente "el poder del lenguaje como práctica constituyente y regulativa" (Íñiguez y Antaki, 1994).

Es por esta razón que nuestro interés se centra en el análisis de los discursos que configuran en nuestra sociedad actual la realidad del dolor, los mecanismos por los cuales se construyen y los efectos que producen en nuestro funcionamiento cotidiano.

Para la consecución de dichos objetivos se realizaron entrevistas individuales semiestructuradas a profesionales que en su labor diaria se encuentran en contacto con el dolor. Pensamos que estas personas podrían facilitarnos el acceso a tres tipos iniciales de discurso: el discurso científico del dolor, el discurso del individuo que padece dolor y el discurso del dolor compartido por todos aquellos que rodean al afectado. El material fue analizado mediante el método cualitativo del Análisis del Discurso.

Unos primeros resultados indican como estos discursos se articulan entorno a la dicotomía materialidad-etereidad o realidad física-realidad psicológica, variando en sus características por acercarse o alejarse más de dichos polos e interrelacionándose entre ellos en múltiples aspectos.

 

Palabras Clave: Psicología Social; Emociones; Dolor; Análisis del Discurso.

Comunicación presentada por: Beatriz Layunta Maurel.

Formato de presentación: oral (se precisará el uso de un proyector de transparencias).

 

 


el lenguaje del dolor

Beatriz Layunta Maurel

Adriana Gil Juárez

Universitat Autònoma de Barcelona.

Departament de Psicologia de la Salut i de Psicologia Social.

Introducción.

" Corazón en una copa
donde me lo bebo yo
y no se lo bebe nadie,
nadie sabe su sabor ".
("Antes del Odio", Miguel Hernández)

Tras estos versos de Miguel Hernández se esconde una forma concreta de concebir a las personas y sus emociones la cual es muy representativa de nuestra sociedad actual. Así, tendemos a creer en un self como realidad individual, independiente y autónoma a la vez que caracterizado por un núcleo interior en el cual en cierto modo "almacenamos" nuestra "esencia idiosincrática" (Burr, 1995; Pujal, 1996). Cuando nos describimos tendemos a hacerlo a partir de "experiencias interiores" y, de este modo, las emociones constituyen un ingrediente primordial de este yo convirtiéndose en algo muy íntimo y relacionado con el "carácter" o "personalidad" de cada individuo (Burr, 1995). Pero a la vez que éstas experiencias emocionales son vividas como únicas e intrasferibles ("nadie sabe su sabor") también adquieren carácter universal por su estrecha relación con la concepción del "ser humano".

Pero, ¿qué hay del dolor?. Cuando cotidianamente hablamos del dolor (es decir, cuando construimos el dolor) nos referimos a él ofreciéndole una serie de connotaciones que parecen diferenciarlo del resto de las emociones. Al pensar y al hablar (si es que podemos llegar a poder separar estos dos "procesos") sobre el concepto mismo de emoción frecuentemente recurrimos a la alegría y la tristeza, el amor y el odio... Es decir, a "algo" con una consistencia más bien "etérea" pero que se encuentra de algún modo (como acabamos de comentar) en nuestro "interior" (y más concretamente culturalmente "localizado" en el corazón). Pero el dolor parece que quiera escapar de esta categoría más "pura" de emoción, parece que se encuentre en el límite entre lo sentido y lo experimentado, lo emocional y lo físico, lo "etéreo" y lo "ontológico". De hecho, el dolor se nos presenta como la emoción más "real", es decir, como la más cercana a nuestra materialidad, y esta creencia hace que parezca difícil poner en duda su supuesta universalidad y ahistoricidad: si el dolor tiene algo de material, éste debe de existir "desde que el hombre es hombre", en todas las circunstancias y en todo lugar.

Llamamos dolor a muchas cosas. Se llama dolor a la sensación extrema de malestar físico que puede estar localizado o que puede ser generalizado a todo el organismo. Se llama dolor a una cierta "sensación de vacío" experimentada ante una pérdida, ante una situación de incertidumbre o de desasosiego. ¿Por qué denominamos del mismo modo a este diferente tipo de situaciones?. ¿Es que hablamos del mismo dolor cuando nos referimos a un dolor más "físico" o cuando lo hacemos de un dolor que podríamos llamar "psicológico"?. ¿Qué hace que todo ello constituya para nosotros "simplemente"dolor?.

Aspectos teóricos

Frente a esta visión esencialista característica de nuestro sentido común, pretendemos mostrar la alternativa construccionista según la cual la realidad es entendida como fruto de las prácticas sociales de las personas que conviven en una comunidad y momento histórico determinado, es decir, es considerada como construcción social (Ibáñez, 1996). El self es entendido así como una narración que adquiere su significado en el seno de las relaciones y las emociones pasan a ser rasgos constitutivos de éstas y no de los individuos (Gergen, 1996). Somos el resultado de la interacción y de nuestras relaciones y, por lo tanto, no hay nada en "nosotros mismos" que nos haga ser y sentir tal y como lo hacemos. Si fuera de este modo, en las diversas culturas podríamos encontrar los mismos parámetros y concepciones del self, cuando en realidad esto no sucede así puesto que aunque todas ellas tienen alguna clase de concepto de self hay grandes diferencias en cuanto a su significación y forma de entenderlo (Lutz, 1982 y 1990,cit. en Burr, 1995; Pujal, 1996),

Desde este punto de vista el lenguaje toma un papel protagonista y deja de ser un simple medio de comunicación interpersonal para presentarse como una "práctica constituyente y regulativa" (Íñiguez y Antaki, 1994) de manera que hablar equivale en sí mismo a construir el mundo. Si desde disciplinas como la antropología se ha podido constatar como existen vocabularios de emoción culturalmente diferentes esto conlleva la existencia de sistemas y repertorios de emoción diversos según las culturas (Harré, Clarcke, Carlo, 1985, cit. en Ibáñez, 1996). Si lo que sentimos es finalmente producto de lo que hablamos, la existencia de este abanico de conceptos referidos a la emoción nos lleva consecuentemente a un punto donde difícilmente se sostienen los argumentos de universalidad. Así, la forma como hablamos del dolor en nuestra cultura construirá una emoción con unas características propias y específicas que desembocará en una vivencia concreta de dicha emoción.

Podemos encontrar múltiples antecedentes de estudios sobre el dolor, tanto dentro de la psicología como en otras disciplinas, pero éstos adquieren connotaciones muy diferentes a las de la presente investigación. Entre otros, encontramos estudios donde se trata el dolor desde un punto de vista clínico con la finalidad de "elaborar terapéuticas capaces de prolongar y mejorar la vida" y de "descubrir los factores de los que depende el sufrimiento asociado a la enfermedad y a la muerte" (Bayés, 1997, p.11), así como estudios lingüísticos como el realizado por Halliday (cit. en Harvey y Chalom, 1997). De este modo, esta investigación pretende ser una primera aproximación psicosocial y construccionista al tema. Por esta misma razón, de entre la inmensidad de significaciones que podemos encontrar sobre el dolor nos hemos centrado en tres: el dolor del enfermo, el dolor empático o compartido de las personas de su alrededor, y el dolor como objeto de estudio y tratamiento científico.

Objetivos de la investigación

La forma como nos referimos al dolor hace que éste se nos presente como una realidad ontológica con toda esta serie de características: universal, material, ahistórico, intransferible...Es por esta razón que nuestro interés se centra en el análisis de los discursos que configuran en nuestra sociedad actual la realidad del dolor, los mecanismos por los cuáles se construyen y los efectos que producen en nuestro funcionamiento cotidiano. Para ello, consideramos también con especial atención el contexto social, histórico y político en el que se articulan.

Metodología

Dadas las características de nuestro objeto de estudio, que se sitúa en la dimensión simbólica y de los significados que constituyen nuestra realidad social, fue considerado pertinente el uso de una metodología cualitativa. Asumiendo el papel del lenguaje como elemento central de la construcción de esta realidad, el método de análisis escogido fue el Análisis del Discurso.

Si por discurso entendemos el "conjunto de prácticas lingüísticas que mantienen y promueven ciertas relaciones sociales" su análisis consistirá en "estudiar cómo estas prácticas actúan en el presente manteniendo y promoviendo estas relaciones" (Íñiguez y Antaki, 1994, p.63). En nuestro caso se trataría, pues, de identificar los discursos del dolor, las prácticas sociales por las que se construyen y los tipos de relaciones que promueven y/o mantienen. Éstas relaciones configuran una determinada manera de concebir, vivir y tratar el dolor que marcaría nuestro funcionamiento cotidiano y nuestras relaciones con los demás.

Para conseguir tales objetivos se realizaron entrevistas individuales semiestructuradas a profesionales que en su labor diaria se encuentran en contacto con el dolor. Pensamos que dadas las características "introductorias" de esta investigación, estas personas nos podrían facilitar el acceso a tres tipos iniciales de discurso sobre el dolor: el dolor del enfermo, el dolor de su entorno y el dolor como objeto científico de estudio y tratamiento. Estas personas, como profesionales del dolor, disponen de un discurso más elaborado sobre el mismo de manera que se les presenta como más evidente. Así, cotidianamente, deben centrarse en un discurso científico del dolor para desarrollar sus tareas pero también están en continuo contacto con los discursos emitidos por los enfermos y sus familiares.

Resultados

Tras un primer análisis aproximativo de la transcripción de las entrevistas, pudimos describir algunas de las características de los tres tipos generales de discurso antes mencionados. De manera esquemática, estas características son las siguientes:

Por último, cabe decir que al lado de estos discursos más puramente lingüísticos que configuran el dolor, encontramos además una serie de objetos y escenarios tipificados que favorecen, enmarcan y dan sentido a estas prácticas relacionadas con el dolor.

Conclusiones

Después de este primer análisis del material, quizás lo más adecuado sería hablar de puntos de partida para futuros trabajos sobre el tema en lugar de conclusiones (por las connotaciones de "inamovilidad" que puede sugerir esta palabra). Por esa razón, nuestra intención en este último apartado es mostrar algunos de los posibles sentidos que podrían tomar sucesivas investigaciones.

En primer lugar, en nuestro estudio el discurso científico ha surgido como primordial en la construcción cotidiana del dolor. Este discurso tiene la capacidad de proporcionar elementos que permiten la ontologización del dolor, ya que pretende dar respuesta a las diferentes "esferas" de éste (el dolor más físico y ligado a nuestra materialidad, y el dolor más psicológico y etéreo), así como ofrecer pautas de conducta (individuales y sociales) que influyen directamente en nuestras relaciones cotidianas. Tanto la psicología como la medicina ofrecen actualmente continuas definiciones del dolor y alternativas para su tratamiento. Sería interesante analizar más profundamente las prácticas por las que se acaban constituyendo estos discursos, a la vez que ver cómo estos discursos inducen a unas prácticas concretas. En este sentido, un material interesante para analizar sería todo aquel relacionado con la medición del dolor (instrumentos médicos, cuestionarios psicológicos ...).

En segundo lugar, otra posible vía de análisis se encontraría en un análisis histórico, filosófico, literario, artístico, musical y religioso del dolor. Éste nos proporcionaría elementos seguramente relacionados con un discurso del dolor más psicológico (como era el caso en nuestra investigación del discurso del dolor del entorno del enfermo) y nos ayudaría a comprender algunos mecanismos culturales de construcción de ese dolor, es decir, aquellos elementos culturales anteriores al discurso científico que persisten en nuestras argumentaciones cotidianas. Incluso quizás podríamos ver en qué medida estos elementos influyen en el mismo discurso científico y cómo éste los acaba legitimando. El análisis histórico también podría hacer referencia a las condiciones de producción del discurso científico del dolor y las contingencias que lo hicieron posible, así como al análisis de las historias de vida de los enfermos donde encontraríamos elementos más contextuales donde enmarcar su discurso.

Todo ello nos proporcionaría un amplio abanico de discursividad que nos ayudaría en este intento de comprensión de algo tan fascinante como complejo como es la construcción social del dolor.

Bibliografía

Bayés, R. (1997). Psicología y SIDA: sobre curación y sufrimiento en el umbral del año 2000. En R.Usieto et col. El SIDA hoy: análisis y perspectivas. Indicadores Preventivos y Sociales. Madrid: CESA.

Burr, V. (1995). Introducció al Construccionisme Social. Barcelona: Universitat Oberta de Catalunya.

Gergen, K. (1996). Realidades y Relaciones. Aproximaciones a la Construcción Social. Barcelona: Paidós.

Harrey, K. y Chalom, C.(1997). Language and desire: enconding sex, romanced and intimacy. London: Routledge.

Ibáñez, T. (1996). El com i el per què de la Psicologia Social. En T. Ibáñez (coord.) Psicologia Social. Barcelona: Universitat Oberta de Catalunya.

Íñiguez, L. y Antaki, C. (1994). El análisis del discurso en Psicología Social. En Boletín de Psicología. 44: 57-75.

Pujal, M. (1996). La identitat (el self). En T. Ibáñez (coord) Psicologia Social. Barcelona: Universitat Oberta de Catalunya.