Autores Varios (s/f) en Filosofía de la Ciencia Hoy, Cuadernos ITF, Nº 24, pp. 1-21

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1. El Proyecto del Círculo de Viena y su Autocrítica. Una perspectiva histórica

2. Críticas al Círculo de Viena

 

 

 

1. EL PROYECTO DEL CÍRCULO DE VIENA Y SU AUTOCRÍTICA. Una perspectiva histórica

 

 Prof. M. García Doncel, sj.

 Catedrático de Física Teórica, Universidad Autónoma de Barcelona

 

 Presentaremos algunos rasgos históricos e ideológicos del Círculo de Viena, la formulación inicial de su concepción clásica ‑que ha venido a llamarse la “posición heredada”‑, las dificultades internas surgidas en su mismo desarrollo y la formulación sofisticada a que dieron lugar, y finalmente la dificultad externa que ha acabado de restar interés a esta epistemología positivista.

 

 1. RASGOS HISTÓRICOS DEL CÍRCULO DE VIENA

 

El Círculo de Viena tiene sus raíces en la cátedra de “Filosofía, especialmente de historia y teoría de las ciencias inductivas” de la Universidad de Viena, cuyos primeros titulares fueron Ernst Mach, de 1895 a 1901, y Ludwig Boltzmann, de 1902 a 1906. Esta cátedra fue ocupada de 1922 a 1936 por Moritz SCHLICK, profesor anteriormente en Kiel, que se había interesado en la filosofía a partir de su formación física y su relación personal con científicos como Planck, Einstein y Hilbert.

En torno a Moritz Schlick fue organizándose espontáneamente el Círculo de Viena, constituído por algunos de sus colegas, como Rudolf CARNAP, Kurt GÖDEL, Hahs HAHN y Víctor KRAFT, algunos jóvenes doctores, como Herbert FEIGL y Otto NEURATH, y algunos discípulos suyos, como Friedrich WAISMANN. El Círculo comenzó simplemente con reuniones periódicas de sus miembros, en las que se discutían temas de filosofía de las ciencias con una cierta actitud común. Pronto se relacionaron con la actitud paralela de la Escuela de Berlín, en la que destacaban Hans REICHENBACH y Richard VON MISES.

En 1929, con ocasión del Congreso de Física de Praga, publicaron un escrito programático: “Cosmovisión científica del Círculo de Viena”. En 1930 fundaron la revista Erkenntnis (en alemán, “Conocimiento”), y en 1934 la colección dirigida por Neurath “Einheitswissenschaft” (“Ciencia Unificada”), como órganos de difusión académica de sus ideas, ambos patrocinados por la “Asociación Ernst Mach” (fundada en 1928 por varios miembros del Círculo, para popularizar sus ideas).

La expansión del Círculo de Viena se realizó principalmente mediante cinco “Congresos Internacionales de Filosofía Científica”, que se celebraron sucesivamente en 1935 en París, en 1936 en Copenhague, en 1937 de nuevo en París, en 1938 en Cambridge de Inglaterra, y en 1939 en Cambridge (Massachussetts) de Estados Unidos.

La dispersión del grupo en Viena fue motivada por el “Anschluss” o anexión de Austria bajo el poder de Hitler. Algunos se trasladaron a América, como Carnap, Feigl y Gödel, y otros a Inglaterra como Neurath. Hahn había muerto en 1934, y el fundador Schlick en 1936 fue asesinado a tiros por un alumno desequilibrado.1

 

 

 2. RASGOS IDEOLÓGICOS DEL CÍRCULO DE VIENA

 

Siguiendo la estructura misma de la exposición de Víctor Kraft sobre la concepción dek Círculo de Viena,2 podemos distinguir en ella dos componentes:

 

 A. Logicismo

Está inspirado en los triunfos que había ido adquiriendo la lógica matemática. Los Principia Mathematica de Bertran RUSSELL y Alfred North WHITEHEAD3 se toman como modelo de una ciencia lógicamente desarrollada desde su base axiomática, modelo que ingenuamente creen fácil de aplicar a otras ciencias empírico‑formales. El Tractatus Logico‑Philosophicus de Ludwing WITTGENSTEIN4 analiza lógicamente un lenguaje de claridad ideal, cuyos elementos básicos habrían de estar en correspondencia con los “hechos atómicos” (“Sachverhalt”, “Atomic facts”) que constituyen el universo. Bajo esa inspiración, Carnap elaborará amplios tratados sobre  La construcción lógica del mundo, y La sintaxis lógica de la lengua.5

Los representantes del círculo de Viena llegan a concebir la filosofía como una lógica de la ciencia. Desarrollan, por ello, un análisis lógico del lenguaje, restringido al lenguaje “representativo”, o dicho groseramente, al lenguaje correspondiente a nuestro modo verbal “indicativo” (en oposición a posibles lenguajes “afectivos” o “normativos”, que corresponderían a otros modos verbales). Elaboran lenguajes simbólicos artificiales, que a imitación del de la lógica matemática, tienen carácter extensional, es decir, atienden únicamente a si el sujeto pertenece o no pertenece al conjunto de elementos definidos por el predicado. Estudian la sintaxis u ordenación correcta de los términos para que constituyan proposiciones, y aún la semántica o significación de términos y proposiciones de referencia a los posibles “universos de aplicación” del lenguaje.

En este contexto lógico formulan su criterio de significado, basado en la verificación experimental: carece de significado toda proposición que no pueda resolverse en un conjunto de experiencias, es decir, cuya verdad o falsedad no pueda decidirse inequívocamente mediante ellas. Esto puede ser debido a que tales proposiciones contengan pseudo‑conceptos, a los que no corresponde ningún hecho experimentable, o estén sintácticamente mal construídas. En su artículo “Superación de la metafísica mediante el análisis lógico del lenguaje”,6 Carnap pone como ejemplo de frase mal construída “César es un número primo”, y como ejemplos de pseudo‑conceptos “principio”, “Dios”, “Idea”, “el Absoluto”, “Infinito”, etc. Con esto pretende demostrar la “carencia de significado de toda metafísica”, no sólo la de Aristóteles, sino también de la Heidegger o la de Hegel, y aun de toda filosofía del valor y toda epistemología (¡a exclusión, aparentemente, de la suya!).

 

 B. Empirismo

Fuera de los conceptos lógico‑matemáticos, cuya fundamentación formal dan por establecida, todos los conceptos han de ser empíricos, so pena de ser carentes de significado. Esto significa que los conceptos han de formarse a partir de lo que con toda ingenuidad llaman “directamente observable”, o “vivencialmente dado”. (Consideran sin embargo “lo dado” como un todo, en oposición a la concepción elementalista de las “sensaciones” de Mach.).

La observación científica se basa en las llamadas “proposiciones protocolarias”, digamos las notas inmediatamente registradas en el diario del laboratorio, cuya formulación, necesariamente singular, es del tipo: “NN percibió tal y tal cosa en el tiempo t y el lugar l”. Pronto se verá lo problemático de la objetividad y la certeza de tales proposiciones.

Los enunciados científicos han de ser universales, y aunque la actitud del Cículo de Viena era ingenuamente inductiva, pronto se admitirá como insoluble el problema de su total verificación. Se elaborarán sistemas lógicos de verificación parcial, es decir, teorías probabilistas de la confirmación. Pero los complicados sistemas elaborados por Carnap o von Mises, serán lógicamente rechazados por Feigl, Waismann y Popper.7

 

 3. FORMULACIÓN INICIAL DE LA POSICIÓN HEREDADA

 

La pretensión inicial del clásico positivismo lógico es definir la estructura lógica de cualquier teoría científica mediante las cinco cláusulas siguientes.8

 

(I) La teoría se formula en un lenguaje matemático extensional L.

(II) Los términos de L que no son puramente lógicos (o matemáticos) pertenecen al vocabulario observacional VO o al vocabulario VT.

(III) Los términos de VO son “directamente observables”.

(IV) Existe un conjunto de postulados teóricos T, cuyos términos no lógicos pertenecen a VT.

(V) Los términos de VT reciben una definición explícita (“operacional”) en términos de VO, mediante reglas de correspondencia C, del tipo:

 

 "x,  F(x) corchetee O(x).

 

Los “postulados teóricos T” de la cláusula (IV) se conciben como una generalización de una axiomática lógico‑matemática (digamos, como los Principia de Russell‑Whitehead), pero introduciendo necesariamente términos teóricos (digamos, “masa”, “fuerza”) característicos de la correspondiente ciencia empírico‑formal. Las “reglas de correspondencia C” de la cláusula (v), son definiciones empíricas, necesarias para que esos términos no carezcan de significado, y la teoría científica no se convierta en metafísica. esa “definición operacional” se concibe como reducción del término “teórico”, mediante un proceso operacional único, a un conjunto de términos “directamente observables”, imaginemos un ejemplo: “tal cosa (x), es la ”masa" (F) de un objeto, si y sólo si es un cierto “número grabado en una pesa (o suma de número de varias pesas) que colocada(s) en un platillo de una balanza, mientras el objeto está colocado en el otro platillo, hace mantener el fiel en la posición de equilibrio” (O).

Como ejemplo sencillo de “postulados teóricos T”, transcribimos a continuación los postulados recientemente propuestos como “modelo de teoría física”, correspondiente a la “Mecánica Clásica de Partículas”.9 Nos hemos permitido añadir entre corchetes breves aclaraciones de la formulación lógico‑matemática o del significado de los cinco términos físicos allí introducidos. El primer postulado, define una Mecánica Clásica de Partículas (imaginemos un tratado impreso concreto) como un conjunto de relaciones entre las partículas e instantes de tiempo considerados y sus funciones de posición, masa y fuerzas. Los cinco postulados siguientes puntualizan la estructura matemática de los cinco términos físicos. El último postulado teórico liga las tres funciones de masa, posición y fuerzas. Se utilizan libremente los símbolos matemáticos de producto cartesiano x, aplicación , conjunto de números naturales N, reales R, reales positivos R+, convergencia absoluta, diferenciabilidad, derivada temporal Dt, etc. No se dan “reglas de correspondencia C”, que definan esos términos teóricos.

 

MCP(x) corchetee [= x es Mecánica Clásica de Partículas, si y sólo si]

 

Existen

 P [= conjunto de “partículas”]

 T [= conjunto de “instantes de tiempo”]

 s [= función vectorial de “posición” de una partícula]

 m[= función escalar de “masa” de una partícula]

 f [= función de “fuerzas” aplicadas a una partícula], tales que:

 

(1) x = {P, T, s, m, f }.

(2) P es un conjunto finito no vacío.

(3) T es un intervalo de números reales.

(4) s es una función [vectorial, definida para cada partícula en cada instante]:

 

 s:   P x T —corcheteecorchetee R3.

 

Además, s es doblemente diferenciables respecto al tiempo en el (sub)intervalo abierto de T.

 

(5) m es una función [escalar, positiva, constante para cada partícula]:

 

 m:  P —corcheteecorchetee R+.

 

(6) f es una función [conjunto numerable de vectores, definido para cada partícula en cada instante, que forma serie convergente]:

 

 f:    P x T x N —corcheteecorchetee R3,

 —i« N   f(u,t,i) converge absolutamente, "u«P,  "t«T.

 

(7) [= satisfaciendo esas funciones la segunda ley de Newton:]

 "u«P,  "t«T:   m(u) . Dt2 s(u,t) =  —i« N  f(u,t,i).

 

 4. CRÍTICA INTERNA DEL POSITIVISMO LÓGICO

 

Al desarrollar el programa epistemológico de esa formulación inicial, surgieron en el seno del Círculo de Viena una serie de dificultades lógicas, que se refieren sobre todo a las tres cláusulas impares.10

(I) Se vio claro que nuestras ciencias experimentales necesitan emplear “términos disposicionales” ‑como por ejemplo “flexible”, “soluble”‑  que no expresan la presencia de un fenómeno, sino la disposición o facilidad para que, bajo ciertas condiciones, se produzca tal fenómeno.11 Estos términos han de definirse mediante proposiciones condicionales. Pero no basta para ello el “condicional material” o “implicación” ordinaria de la lógica matemática (según la cual la proposición “si p entonces q” o “p implica q” es verdadera siempre que la proposición p es falsa o la q es verdadera). Se requiere el llamado “condicional contrafáctico”, que afirma algo aún cuando no se den de hecho las condiciones (es decir, aun cuando p sea de hecho falsa). Esto exige un lenguaje lógico que no puede ser el simplemente extensional de las matemáticas, sino que ha de emplear “operadores modales” de tipo casual, y resulta mucho más complejo.

(III) El concepto de “directamente observable” había sido considerado ingenuamente como aproblemático.12 En realidad se manejaba la dicotomía “observable‑inobservable para una capacidad sensorial normal”, como si fuese la dicotomía “experimental‑teórico” propia de las ciencias. Se vio claro que la experiencia científica ha de manejar multitud de términos sólo indirectamente observables, y relacionados de modo muy complejo con los directamente observables (por ejemplo mediante “modalidades causales”, al tratarse de “términos disposicionales”, indirectamente observables). Por otra parte se fue adquiriendo la convicción de que no existen enunciados experimentales teóricamente neutros (ya que todos, por ejemplo, están basados en aparatos teóricamente proyectados).

(V) Pronto se vio que las reglas de correspondencia no pueden ser definiciones explícitas (no pueden serlo, por ejemplo, las correspondientes a términos disposicionales). Se intentó sustituirlas mediante los llamados “enunciados de reducción”, que sólo definen parcialmente y fueron abandonados. Hubo de admitirse la interpretación parcial de los términos teóricos mediante los postulados teóricos, pero (¡para que la teoría científica no se convierta en metafísica!) se vio la necesidad de introducir un cierto “sistema interpretativo” mediante tipos más amplios de reglas de correspondencia (por ejemplo, con varios procesos experimentales correspondientes a cada término teórico, y varios términos teóricos correspondientes a cada proceso experimental).

Esta autocrítica produjo cambios drásticos en la formulación inicial, hasta convertirse en la siguiente:13

  

 5. FORMULACIÓN SOFISTICADA DE LA POSICIÓN HEREDADA

 

(1) Una teoría científica se formula en un lenguaje matemático con operadores modales L (y con el correspondiente cálculo lógico K).

(2) Los términos no lógicos de L pertenecen o al vocabulario observacional (¡no vacío!) VO, o al teórico VT.

(3) El lenguaje L (y el cálculo K) se dividen en:

 (a) El sublenguaje observacional LO (y el cálculo asociado KO), sin términos de VT.

 (b) El sublenguaje observacional lógicamente ampliado LO' (y el cálculo asociado KO'), incrementado con cuantificadores, modalidades..., pero sin términos de VT.

 (c) El sublenguaje teórico LT ( y el cálculo asociado KT), sin términos de VO.

(4) Interpretación semántica de LO (y de KO):

 (a) En el dominio de eventos concretos observables, con relaciones y propiedades directamente observables.

 (b) Con valores de las variables, designados mediante expresiones de LO.

(5) Interpretación parcial de VT, mediante postulados teóricos T (sin términos de VO) y mediante reglas de correspondencia de C, que satisfacen:

 (a) C forma un conjunto infinito.

 (b) Las reglas de C son lógicamente compatibles con T.

 (c) C sólo contiene términos (no lógicos) de VO y de VT.

 (d) Cada regla de C contiene al menos un término de VO y uno de VT.

 

Este nuevo programa epistemológico resulta mucho menos atractivo. Sin embargo, su actual abandono ha sido motivado en gran parte por un elemento externo.

 

 6. CRÍTICA EXTERNA DEL POSITIVISMO LÓGICO

 

El positivismo lógico pretende realizar una disección instantánea de las teorías científicas. Una dificultad muy seria surgida contra él, es su incapacidad de dar cuenta de la evolución histórica de las mismas, de explicar el llamado “cambio científico”. Es clara la insuficiencia de las explicaciones basadas en una ampliación del dominio de aplicación propio de la teoría (por ejemplo de la mecánica cásica de partículas a la de fluidos), o en una reducción de la teoría a otra más general (por ejemplo de la termodinámica a la teoría cinética de los gases). Las revoluciones conceptuales que caracterizan, por ejemplo, la física del siglo XX no permiten mantener esa visión prácticamente acumulativa de la historia de las ciencias. La epistemología del Círculo de Viena ha sido prácticamente desbancada por esas reflexiones más históricas, que estudiaremos en los próximos capítulos.

 

 REFERENCIAS

 AYER, A.J.

 1959 Logical positivism, Free Press, Chicago 1959; *trad. mejicana: El positivismo lógico, Fondo de Cultura Económica, México 1965, reimpresión 1978.

 

 CARNAP, Rudolf

 1928 Der logische Aufbau del Welt, Weltkreis, Berlín 1928.

 1932 “Uberwindung der Metaphysik durch Logische Analyse der Sprache”, Erkenntnis, 2 (1932), 219‑241; recogido como documento III en AYER ‑ 1959.

 1934 Logische Syntax der Sprache, Springer, Wien 1934.

 1936 “Testability and Meaning”, Philosophy of Science, 3 (1936) 420‑468, 4 (1937) 1‑40.

 

 KRAFT, Victor

 1950 Der Wiener Kreis: Der Ursprung des Neopositivismus, Springer, Wien 11950, 21968; *trad. castellana: El Círculo de Viena, Taurus, Madrid 1966.

 

 McKINSEY, J.C.C., A.C. SUGAR y P.C. SUPPES

 1953 “Axiomatic foundations of classical particle mechanics”, Journal of Rational Mechanics and Analysis, 2 (1953), 253‑272.

 

 RIBES, Diego

 1976 “Panorámica actual de la filosofía de la ciencia: Estructura interna de teorías y cambio científico”, Teorema, 6 (1976), pp. 359‑425.

 

 RUSSELL, Bertrand y Alfred North WHITEHEAD

 1910 Principia Mathemática, 3 vols., Cambridge Univ. Press 1910‑1913.

 

 STEGMÜLLER, Wolfgang

 1973 Theorienstrukturen und Theoriendynamik (segunda mitad del segundo volumen, Theorie und Erfahrung, de la obra enciclopédica: Probleme und Resultate der Wissenschatstheorie und Analytischen Philosophie), Springer, Berlín/New York 1973; *trad. inglesa: The Structure and Dynamics of Theories, Springer, New York/Berlín 1976.

 

 SUPPE, Frederick (ed.)

 1974 The Structure of Scientific Theories, Univ. of Illinois Press, 1974; *trad. castellana: La estructura de las teorías científicas, Editora Nacional, Madrid 1974.

 

 WITTGENSTEIN, Ludwig

 1921 “Logisch‑philosophische Abhandlung”, Annalen der Naturphilosophie, 1921; edición alemana‑inglesa: Tractatus Logico‑Philosophicus, Kegan Paul, Londres 1922; edición alemana‑castellana: Tractatus Logico‑Philosophicus, alianza, Madrid 1957.

 


 

 

2. CRÍTICAS AL CIRCULO DE VIENA

 

 Prof. J. Echevarría

 Catedrático de Filosofía de la Ciencia. Universidad del País Vasco

 

 I. INTRODUCCIÓN

 

El círculo de Viena ha influído profundamente en la emergencia y en el desarrollo de la Filosofía de la Ciencia. Opuesta a la Naturphilosophie alemana, y por supuesto a la Wissenschaftslehre a lo Fichte, la Filosofía de la Ciencia ha mantenido relaciones complejas con la Historia de la Ciencia, así como con la Sociología de la Ciencia. Durante toda la época de primacía del empirismo lógico (desde finales de los años 20 hasta los 60), los estudios de Historia o Sociología de la Ciencia han sido mirados con extrema desconfianza, y en cualquier caso como ajenos a la Filosofía de la Ciencia, cuyo cometido principal era el análisis y la reconstrucción lógica de las teorías científicas, entendiendo por Lógica algo intemporal, no sujeto a variables históricas, sociológicas o psicológicas (ni mucho menos económicas y culturales, claro está).

Este panorama ha cambiado radicalmente a partir de los años 60, época en que los epígonos del Círculo de Viena han dejado de predominar en el panorama internacional. La publicación por Kuhn en 1962 de La estructura de las revoluciones científicas suele ser considerada como el punto de no retorno; pero ya antes numerosos críticos habían ido minando los fundamentos del positivismo lógico: desde Popper a Hanson, pasando por Toulmin, y todo ello sin olvidar el efecto de la crítica interna al propio Círculo, como sucedió en el caso del “segundo” Wittgenstein. La presente exposición está dedicada a comentar esta fase, que puede ser considerada como la de emergencia, vigencia y decadencia del primer “paradigma” que la Filosofía de la Ciencia ha tenido, y en torno al cual se constituyó como disciplina científica.

Para ello, es indispensable recordar algunos datos relativos a la constitución y a las tesis principales del Círculo de Viena.

Como es sabido, éste se organizó en torno a la Cátedra de Filosofía de las Ciencias Inductivas que ocupó Moritz Schlick en Viena en 1922. Sus primeros integrantes fueron Kraft, Waissmann, Feigl, Zilsel, Kaufmann, Menger y Gödel, además del propio Schlick y de Neurath, Frank y Hahn , quienes ya en 1907 habían formado un grupo de estudio de temas de Filosofía de la Ciencia. En 1925 llega Carnap a Viena, dos años después de haber escrito su Der logische Aufbau der Welt, y al año siguiente se dan el nombre de “Sociedad de Ernst Mach”, para indicar la profunda influencia que sobre el grupo tenía el autor del Análisis de las Sensaciones. El momento culminante es la publicación en 1929 de un manifiesto, elaborado por Carnap, Neurath y Hahn, titulado “El punto de vista científico del Círculo de Viena”, en el cual se enunciaban las tesis básicas del grupo y se relacionaban los autores anteriores que podían ser considerados como precursores o influyentes en el Círculo: Hume, Mach, Poincaré, Duhem, Einstein, Leibniz, Russell, Epicuro, Mill e incluso Feuerbach, Marx, Spencer y Menger. Tras enlazar con el grupo de Berlín (dirigido por Reichenbach) y organizar ese mismo año un primer Congreso Internacional, el Círculo de Viena comenzó a desplegar su actividad (Erkenntnis, International Encyclopedy for the Unified Science, etc.) y, paralelamente, a contactar y establecer líneas conjuntas con otros grupos científicos, como el grupo de lógicos de Varsovia (Lukasiewicz, Tarski), la escuela de Copenhagen de mecánica cuántica, el conductismo americano, la lingüística de Bloomfield y su escuela, y, obviamente, con sus dos grandes mentores filosóficos vivos, Bertrand Russell y Ludwig Wittgenstein. El Círculo como tal, sin embargo, sólo tenía catorce miembros (Bergmann, Carnap, Feigl, Frank, Gödel, Hahn Kraft, Menger, Natkin, Neurath, Hahn‑Neurath, Radakovic, Schlick y Waissmann), si bien había otros diez “simpatizantes”: Dubislav, Joseph Frank, Grelling, Härlen, Kaila, Loewy, Ramsey, Reichenbach, Reidemeister y Zilsel. Como representantes eminentes de la concepción científica del mundo que el Círculo iba a propugnar, el manifiesto mencionaba exclusivamente tres nombres. Einstein, Russell y Wittgenstein.

Popper nunca fue un miembro del Círculo y ni siquiera asistió a sus reuniones, pese a que en su Autobiografía manifiesta “me hubiera sentido muy honrado si me hubieran invitado”14. Acaso por ello llegó a decir, un tanto ofendido, que el Círculo de Viena era “una especie de sociedad secreta”45. Sin embargo, siguió con interés sus Congresos y sus publicaciones, colaborando más de una vez en la revista Erkenntnis, por lo general con un talante crítico. Como veremos a continuación, Popper ha de ser considerado como el primero de los críticos, o si se prefiere de los disidentes del Wiener Kreis, en la medida en que se le considere marcado por el positivismo lógico en su desarrollo como filósofo de la ciencia46. Ello no equivale a decir que entre los miembros del Círculo no hubiera divergencias teóricas: baste recordar el debate sobre las proposiciones protocolares entre Carnap, Neurath y Schlick, o los cambios habidos en torno a la cuestión del solipsismo, o las oscilaciones dentro del Círculo entre una teoría coherentista de la verdad y una concepción de la verdad como correspondencia con los hechos. Pero lo cierto es que estos debates internos (a veces por influencia del propio Wittgenstein, como bien muestra el caso de Waissmann) no generaron rupturas ni movimientos críticos de suficiente amplitud, lo cual sí ocurrió en el caso de Popper.

El Círculo de Viena proyectó elaborar una filosofía científica que rompiera con la metafísica imperante. Considerándose herederos de la “revolución lógica” de principios de siglo (Frege, Peano, Russell, Hilbert) y de la “revolución relativista” de Einstein, trataron de producir una auténtica revolución filosófica, que no era ajena a proyectos de reforma social impulsados por la socialdemocracia alemana en ámbitos como la educación y la arquitectura47. Para ello, buscaron en las epistemologías de Mach y Wittgenstein y en el proyecto  comtiano de una ciencia unificada unas nuevas bases para construir dicha filosofía científica, que metodológicamente estaría basada en el análisis lógico de los enunciados . La radical oposición a la metafísica fue uno de los puntos programáticos fundamentales del Círculo, siendo el artículo de Carnap “La superación de la metafísica mediante el análisis lógico del lenguaje” la expresión más característica de dicho aspecto48. Su tesis básica, bien conocida, fue que los textos metafísicos clásicos están constituídos por pseudoproposiciones, totalmente desprovistas de interés científico.

La unificación de las ciencias, entendida como reducción de todas ellas al lenguaje fisicalista y como análisis lógico de los lenguajes científicos, fue su segundo gran punto programático, a pesar de que tampoco vayamos a insistir en él. Más interés tuvo para la Filosofía de la Ciencia el llamado criterio empirista de significado, o el criterio de demarcación entre ciencia y pseudociencia, o diversas distinciones que los neopositivistas aceptaron sin pestañear, como las de analítico/sintético y teórico/observacional, así como la distinción, inmediatamente criticada por Popper, entre el contexto de descubrimiento y el contexto de justificación de las teorías científicas. Siguiendo a Hume y a Mill, los positivistas lógicos afirmaron la preeminencia de los métodos inductivos en la elaboración del conocimiento científico, aunque al respecto hubo divergencias internas. Desde el punto de vista de la Teoría del Conocimiento, trataron de fundamentar (sin gran éxito, y con profundas discusiones entre ellos) un atomismo epistemológico, basado en la suposición de hechos (y sensaciones) atómicos o elementales, a partir de los cuales se fundaría todo el conocimiento científico. Si añadimos a los nueve puntos precedentes su firme convicción en la analiticidad de la lógica y en la reductibilidad de las matemáticas a la lógica, tenemos un primer bosquejo del corpus teórico que ha caracterizado históricamente al Círculo de Viena, y paralelamente una transición hacia las principales críticas que dichos postulados iban a ir recibiendo en los años siguientes

 

 II. EL CRITERIO DE DEMARCACIÓN

 

Ya durante la fase de constitución y asentamiento del Círculo de Viena (1922‑1934) comenzaron a surgir las primeras críticas a sus planteamientos epistemológicos o metodológicos. La Logik der Forschung (1934) de Popper puede ser considerada como la primera gran crítica al positivismo lógico. Aunque no tuvo auténtica repercusión internacional hasta su edición en inglés (1959), sus críticas al inductivismo, y sobre todo su ataque al criterio de demarcación entre ciencia y no‑ciencia basado en la verificación de las teorías por los hechos, ejercieron una cierta influencia sobre Carnap, quien introdujo en 1936 el nuevo criterio de confirmación para caracterizar las relaciones entre las teorías científicas y la experiencia. Según Popper, el criterio de verificabilidad, lejos de distinguir a la metafísica del ámbito de las ciencias empíricas, lo que hacía es confundir más una y otras, por lo cual había de ser sustituído por el criterio de falsabilidad. Para Popper, si algo caracteriza a las pseudociencias es su capacidad de encontrar ejemplos ad hoc que “verifican” las profecías, los pronósticos o las interpretaciones pseudocientíficas: la astrología, la teoría freudiana y el marxismo son ejemplos de este tipo de discurso omnicomprensivo, y por lo tanto verificable por doquier. La ciencia, por el contrario, se caracteriza por ser falsable en sus predicciones, y una teoría es tanto más científica cuanto más falsable. Por consiguiente, el desacuerdo de Popper con el Wiener Kreis fue total en lo que respecta al criterio de demarcación entre ciencia y pseudociencia. Las ulteriores propuestas  carnapianas de la confirmabilidad (y luego de la testabilidad) tampoco satisfacieron a Popper, quien insistió en el carácter crítico y refutador de la actividad científica.

Por lo que respecta al inductivismo, la crítica de Popper es bien conocida, pues se remite a Hume y a la constatación de que hay un círculo vicioso si se quiere fundar lógicamente el principio de inducción, ya que hay que presuponer la validez de una formulación equivalente a la de dicho principio para justificarlo lógicamente. Carnap trató de responder también a esta crítica, proponiendo una lógica probabilitaria como fundamento de la metodología de las ciencias empíricas, pero Popper siempre insistió en el carácter hipotético‑deductivo de las teorías científicas, que no eran sino grandes conjeturas expuestas permanentemente a ser falseadas por los hechos, y en particular por los experimentos cruciales.

 

 

 III. CONTEXTO DE DESCUBRIMIENTO Y CONTEXTO DE JUSTIFICACIÓN

 

Popper pronosticó prontamente, en conversaciones con Kraft, que el destino del positivismo lógico sería convertirse en una nueva escolástica, debido a que circunscribían la tarea de la filosofía al análisis de los conceptos, y en particular de los usados en el discurso científico. Por ello se opuso, por ejemplo, a la propuesta de Reichenbach de distinguir entre el contexto de descubrimiento y el contexto de justificación de las teorías científicas. Como consecuencia de esta distinción, las fases de descubrimiento  no eran objeto de estudio ni de análisis lógico: la labor de los filósofos de la ciencia debía circunscribirse a analizar y reconstruir lógicamente las teorías, con lo cual se proporcionaba una adecuada justificación  (¡y fundamentación!) de las mismas. Historiadores, sociólogos y psicólogos debían ocuparse de los restantes aspectos de la investigación científica. Popper estaba en desacuerdo con este punto, como bien se muestra en el título de su obra fundamental; a juicio de Bar‑Hillel, “Popper está interesado esencialmente en el desarrollo del conocimiento científico, y Carnap en su reconstrucción racional ”..." la concepción de Popper es dinámica, la de Carnap es estática19. Con ello se prefiguraban discusiones ulteriores en Filosofía de la Ciencia. En efecto, las críticas mayores al respecto se han sucedido más recientemente. Esta nueva línea crítica no sólo alcanza a la filosofía de las ciencias empíricas del Círculo de Viena, sino también a su propia filosofía de la Lógica y de las Matemáticas, hasta entonces incólume.

El desinterés de los positivistas lógicos por los aspectos históricos y sociológicos de la actividad científica se mostraba bien en esta exclusión del contexto de descubrimiento de la reflexión filosófica. Al proceder así, su concepto de ciencia pasaba a ser puramente abstracto, cuando no idealizado: estaba lejos de la práctica cotidiana de los científicos.

 

 

 IV. LA DISTINCIÓN ANALÍTICO/SINTÉTICA

 

Pese a haber criticado algunos puntos del kantismo, el Círculo de Viena aceptó la distinción entre proposiciones analíticas y sintéticas, si bien para negar la existencia de proposiciones sintéticas a priori. El descubrimiento de las geometrías no euclídeas y la posterior teoría de la relatividad invalidaron, a su entender, los planteamientos de Kant sobre los juicios sintéticos a priori.

Pero, en el fondo, la distinción permaneció tal cual, aun modificándose el vocabulario. Según los neopositivistas, para formar parte de la ciencia las proposiciones habían de ser, o tautologías, o proposiciones empíricas, es decir, verificables empíricamente. Las demás proposiciones son sinsentidos desde el punto de vista de la filosofía científica. Las tautologías engloban, tanto los juicios analíticos como los juicios a priori de Kant,  mientras que todas las proposiciones empíricas eran sintéticas y a posteriori. Se producía así una escisión radical entre las Formalwissenschaften y las Realwissenschaften, escisión que ha acarreado importantes inconvenientes a la Filosofía de la Ciencia. La lógica y las Matemáticas quedaron absolutizadas e idealizadas, mientras que la Física pasó a ser el referente casi exclusivo para los filósofos de la ciencia.

En el ámbito de las ciencias empíricas propusieron, complementariamente a la distinción analítico/sintético, la distinción teórico/observacional. Como es sabido, esta última distinción ha sido el verdadero caballo de batalla del positivismo lógico.

Ambas distinciones comenzaron a ser atacadas en los años 50. Quine (1951) mostró que algunos enunciados analíticos dependían de la sinonimia supuesta entre sus términos y que analiticidad dependía del significado de dichos términos: no eran auténticas tautologías, verdaderas tan sólo por su forma lógica. Waissmann, Carnap, Grice, Strawson y muchos otros intervinieron en el debate, utilizándose ejemplos de proposiciones como “ningún soltero es casado” o como “veo con mis propios ojos”, que pueden parecer analíticas, pero están sujetas a discusión. Al final se llegó a la paradójica afirmación (Walsh y Maxwell) de que un mismo enunciado podía ser analítico o sintético según el contexto20. En un célebre artículo de 1962, Putnam zanjó la discusión afirmando la irrelevancia de esta distinción para la filosofía de la ciencia21.

 

 

 V. LA DISTINCIÓN TEÓRICO/OBSERVACIONAL

 

Paralelamente surgieron dificultades y críticas radicales en lo que se refiere a la distinción entre términos teóricos y términos observacionales de una teoría empírica. Los propios representantes y sucesores del Círculo de Viena (Brigdman, Carnap, Schlick, Hempel, Achinstein, etc.) habían encontrado dificultades considerables para reducir lo teórico a lo observacional (operacionalismo, reglas de correspondencia, enunciados de reducción), todo lo cual condujo a sucesivos cambios, cada vez más artificiosos, en la caracterización de las teorías empíricas. Wittgenstein, a su vez (en sus Investigaciones Filosóficas) ayudó a que la desconfianza creciera. Pero fueron autores como Toulmin, y sobre todo Hanson y Kuhn, quienes llevaron a cabo una crítica demoledora de los conceptos de observación y de ley científica que habían manejado los positivistas lógicos, y que eran auténticos pivotes de su “filosofía científica”. El célebre slogan atribuído a Hanson, “la observación está cargada de teoría”22, puede bastar para resumir el hundimiento de uno de los postulados fundamentales del empirismo lógico: su confianza en la inatacabilidad de las observaciones empíricas. El desarrollo del debate en torno a los términos teóricos y los términos observacionales está resumido en libros accesibles23.

Temas kuhnianos como la existencia de paradigmas rivales (e incluso inconmensurables), con la consiguiente contraposición entre observaciones científicas irreconciliables entre sí, suponen auténticas refutaciones de las concepciones iniciales del Círculo de Viena: propuestas como el criterio de teoricidad de Sneed (términos T‑teóricos y términos T‑no‑teóricos) han de ser entendidas como tentativas de salvar lo que se pueda del desmantelamiento epistemológico del neopositivismo; bien entendido que, al igual que las propuestas de Van Fraassen (observacional y no‑observacional), se hacen desde postulados muy distintos a los del Wiener Kreis.

La conclusión global obtenida a finales de los años 60 fue que la ciencia de la que hablaban los miembros del Círculo se parecía muy poco a la que practicaban y habían practicado los científicos. Los planteamientos neopositivistas entraron en una crisis total.

 

 VI. EL CRITERIO EMPIRISTA DE SIGNIFICADO

 

El Círculo de Viena distinguió la ciencia de la pseudociencia mediante un criterio especifico de significación, que les permitió afirmar que, por medio del análisis lógico, puede mostrarse que las proposiciones metafísicas son sinsentidos. Dicho criterio empirista de significado ha sufrido diversos cambios24, pero su formulación inicial muestra bien la orientación del Círculo.

Fue precisamente Waissmann, el discípulo fiel de Wittgenstein, quien formuló dicha teoría en un artículo de 1930: “Si no es posible determinar si un enunciado es verdadero, entonces carece enteramente de sentido: pues el sentido de un enunciado es el método de su verificación”25. La conexión entre esta tesis y el operacionalismo de Brigdman es evidente, y por ello durante un tiempo los neopositivistas defendieron una interpretación operacionalista de los términos teóricos (masa, electrón, etc.). Weinberg, por ejemplo, afirma como principio lógico del neopositivismo el siguiente: “La proposición es una figura de los hechos que representa. Si el hecho existe, la proposición es verdadera; si no, es falsa. El sentido de una proposición es el método de su verificación26.

Si comparamos estas formulaciones con el párrafo 4.024 del Tractatus, “einen Satz verstehen, heisst, wissen was der Fall ist, wenn er wahr ist”, puede advertirse una similitud de pensamiento, tal y como ha subrayado Dominique Lecourt27. Sin embargo, el paralelismo resulta más dudoso si nos remitimos a las Investigaciones Filosóficas. Así, en 1943 Wittgenstein escribió: “El significado de una palabra es su uso en el lenguaje”, y en sus Observaciones sobre los fundamentos de la matemática afirmó netamente su concepción pragmatista del significado: “sólo en la praxis de un lenguaje puede tener significado una palabra”28.

El criterio empirista del significado tiene este componente pragmatista, pero va mucho más allá: el significado de una proposición no es sino el procedimiento concreto que nos permite verificarla, y por verificarla hay que entender contrastarla con la experiencia. Aquellos enunciados (como los metafísicos) que no indiquen un tal procedimiento carecen pura y simplemente de significado. Con todo ello, el criterio empirista de significado colaboraba en el proyecto de eliminación de la metafísica y de establecimiento de un criterio de demarcación. El operacionalismo de Brigdman, que afirmaba que el significado de los conceptos científicos “es sinónimo del correspondiente conjunto de operaciones (para medir dichos conceptos)”29 parecía precisar todavía más dicho criterio de significación científica.

Sin embargo, pronto surgieron objeciones, y en concreto las de Popper: “contra esta concepción, cabe mostrar que las medidas presuponen teorías. No hay medida alguna sin teoría previa, y tampoco hay operación que pueda ser descrita satisfactoriamente en términos no teóricos”30. Los métodos de medir magnitudes, por tanto, también están cargados teóricamente, con lo cual la pretensión de fundamentar el significado de los conceptos científicos en las operaciones (observables) que utilizamos para determinarlos y medirlos se revelaba insuficiente, ya que siempre se presuponen componentes teóricos: tanto al observar como al medir. La suerte del criterio empirista del significado aparecía ligada a la de la distinción teórico/observacional, y los cambios de la teoría empirista del significado fueron parejos a las diversas propuestas para solucionar el dilema del teórico propuesto por Hempel, del que aquí no nos ocuparemos.

Por una y otra vía, la fundamentación del positivismo lógico, tal y como fue formulado en los años 30, iba encontrando cada vez mayores dificultades.

 

 VII. CONCLUSIONES FINALES

 

Desde el punto de vista de la Filosofía de la Ciencia, el Círculo de Viena tiene el mérito de haber planteado claramente el problema de la definición del concepto de ciencia, cuestión ésta que se ha revelado mucho más intrincada que el reduccionismo simple a lenguaje fisicalista que postularon los neopositivistas. Hoy en día, parece irrenunciable que, si se sigue en la vía de las reconstrucciones lógicas de las teorías científicas, el análisis previo no puede circunscribirse a la eventual axiomatización de dichas teorías (raras veces factible si se pretenden utilizar modelos lógicos tan estrictos como los propuestos en los Principia Mathematica), sino que debe incluir el estudio del desarrollo efectivo que dichas teorías han tenido históricamente. De lo contrario, la Filosofía de la Ciencia quedaría reducida a una nueva forma de escolástica (logicista o formalista, en este caso), totalmente desligada de la actividad científica real. Y ello no sólo es cierto en el caso de las Ciencias Sociales, o de la Biología, o de la propia Física (como han mostrado Kuhn y sus seguidores), sino también en el caso de las Matemáticas y de la Lógica, cuya interrelación con las ciencias empíricas es mucho más estrecha que lo supuesto por el Círculo de Viena. Ello sin mencionar la interacción entre ciencia y tecnología que, pura y simplemente, no puede ser analizada ni reconstruída desde los presupuestos del empirismo lógico.

La aparición de diversas escuelas en filosofía de la ciencia en los últimos años (historicista, sociologista, estructuralista, evolucionista, constructivista, etc.) testimonia la efectividad de todas estas críticas a una filosofía de la ciencia que durante más de treinta años, ha sido hegemónica en el ámbito de los estudios sobre la ciencia. Y, por decirlo en una sola frase, evidencia que las posiciones teóricas del Círculo de Viena pertenecen a la Historia.

 
 

 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

 

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