DIALÉCTICA
Máximo conocimiento de la realidad o
mera pseudociencia, parte de la lógica o praxis revolucionaria, el concepto
de dialéctica ha logrado seducir a numerosos filósofos de diversas épocas y
corrientes.
El término dialéctica ha tomado distintas significaciones a lo largo de la
historia de la filosofía.
Por su etimología, el concepto remite a dos términos griegos: dia
("día": de lo uno a lo otro) y legein ("légein": decir, razonar,
determinar, definir), por lo que su sentido más ordinario equivaldría a un
"arte del diálogo" donde se produciría una contraposición o lucha entre dos
o más lógoi o "razones".
El sentido de pugna, oposición y contradicción es el que ha quedado más
subrayado en todas las concepciones filosóficas de la dialéctica. Por ser el
lógos, razón y determinación de algo (definición), trae consigo la
determinación de lo contrario o lo otro que no es él. La definición de una
cosa (el día) es siempre la definición de su contraria (la noche) y la
afirmación de un término implica la negación de su opuesto. Por ello, se ha
terminado identificado a la dialéctica con la erística o arte
de la disputa, muy utilizada por los
sofistas.
Platón entiende la dialéctica de dos maneras, primero como un
camino o método mediante el cual y gradualmente ascendemos desde la mera
opinión (imaginación y creencia) al verdadero conocimiento (episteme)
de la realidad : la contemplación inmediata e intuitiva de las ideas (eidós),
cuyo logro no es posible sin cierto ascetismo y renuncia a los sentidos y lo
corporal.
En la República, Platón establece una correlación entre los grados de
conocimiento y los distintos grados de ser, ocupando las ideas la máxima
jerarquía tanto gnoseológica como ontológica. Por ello, en esta primera
concepción, la dialéctica, concebida como el camino y el método del
conocimiento y de la ciencia lo es también de la libertad y la justicia.
Sólo el filósofo, como máximo dialéctico, podrá liberar a la humanidad de
las sombras de la caverna y traer la justicia al mundo.
En su segunda acepción recogida en el Filebo, el Parménides y
el Sofista, Platón concibe la dialéctica como un examen de las
distintas ideas y de las relaciones que mantienen entre sí unas con otras,
mostrando su trabazón (symploké) y comunicación (koinonía).
Las ideas son los géneros de las cosas, a partir de los cuales y por
división (diaíresis) se definen las especies o determinaciones de las
cosas.
Esta concepción será duramente criticada por
Aristóteles, para el que la unidad del ser no puede ser la de un
género. La dialéctica es un pseudociencia inductiva meramente probable que
no aporta conocimiento científico y que debe ser sustituida por la lógica
como método e instrumento capaz de otorgar un conocimiento universal y
necesario sobre lo particular mediante el silogismo. En esta misma línea, el
estoicismo concebirá a la dialéctica, junto con la retórica, como una de las
divisiones de la
lógica
y
Kant como una "lógica de la apariencia" mediante la cual la razón
rebasa los límites de toda experiencia posible. Las ideas de alma, Dios y
mundo hacen un uso ilegítimo de las categorías al no ser aplicadas sobre los
fenómenos.
La dialéctica volverá a recuperar su sentido "fuerte" con Hegel, que
la entenderá desde dos aspectos distintos: el ontológico y el lógico,
aspectos que, por lo demás él identifica al hacer coincidir realidad y
razón, sujeto y objeto.
Como ontología, la dialéctica hegeliana, en clara deuda con Heráclito
y con el monismo de Spinoza, concibe la realidad dinámicamente como
una oposición de contrarios, producto de una razón (Espíritu) absoluta,
infinita y creadora que se despliega y deviene con una finalidad: la total
autoconciencia de sí. El infinito, la razón o la idea tienen como motor de
su propio devenir la contradicción porque siempre que algo deviene, lo hace
en algo distinto (otro) de lo que es esencialmente (en sí), sirviendo de
escalón a que el en sí (objeto) sea también un para sí (sujeto), con lo que
se supera la escisión entre sujeto y objeto. La razón es creadora: el sujeto
construye el objeto al conocerlo. El objeto sólo existe en tanto que pensado
como distinto de mí.
La dialéctica como ontología entiende que hay una regla, un orden en el
continuo fluir de contradicciones y que se da en tres momentos que se
corresponden con las expresiones de Fichte: Tesis, antítesis y
síntesis, aunque Hegel utilizará otros términos al referirse a ellas.
En un primer momento (tesis, posición), lo que está "en sí" se niega y se
desgarra (aliena) en lo "otro" (antítesis, negación). Estos dos momentos se
reconcilian en un tercero (síntesis, negación de la negación. Superación)
que, de manera circular, se convierte en un nuevo primer momento (tesis) que
deberá ser negado otra vez.
Entendida la dialéctica como lógica, Hegel cree que existe un orden en el
fluir continuo de las contradicciones que, entendido como un devenir de la
realidad (objeto) hacia la reflexión de sí misma (sujeto), supone una ley
racional: lógica.
La nueva lógica que propone Hegel no se basa, sin embargo, en el principio
de identidad, sino en el principio de contradicción. Se establece una
contradicción que no debe ser rechazada o negada, sino plenamente asumida y
reconciliada. Si A es B, A depende de B, que a su vez lo niega, lo
contradice. En tanto que pensado A es realizado cuando es negado por B. En
definitiva esta proposición equivale a la afirmación de que A es A, en lucha
con B.
La lógica dialéctica queda subsumida en la fenomenología del espíritu
y permite que la filosofía se convierta en sistema: la culminación de todos
los saberes.
Invirtiendo la postura de Hegel, Marx construirá una dialéctica en
torno a la materia (no a la idea), cuya finalidad no será la simple
teorización y justificación de la realidad, sino su transformación
revolucionaria.
La dialéctica se fundamenta en tres leyes, elaboradas por Engels en su
materialismo dialéctico y que pueden enunciarse de la siguiente manera:
1. Ley de unidad y lucha de los contrarios: Todo en la naturaleza
está compuesto por parejas de opuestos que residen en la materia y están en
continua lucha causando los movimientos y cambios de la naturaleza y su
diversificación en distintos seres.
2. Ley de conversión de la cantidad en la cualidad y viceversa: el
aumento o la disminución de la cantidad de materia transforma y cambia la
cualidad de las cosas y al revés, lo que supone un mejoramiento de los
seres, entendido como un progreso (evolución).
3. Ley de la negación de la negación: La negación preside todos los
cambios constituyéndose en tríadas dialécticas en las que el primer
contrario es la tesis, el segundo la negación de la tesis (antítesis) y el
tercero la negación de la negación de la tesis (síntesis), que agrupa lo
bueno de las dos primeras.
A partir de estas leyes Marx elabora una dialéctica de la historia,
denominada materialismo histórico, que se fundamenta en el desarrollo de las
fuerzas de producción (el trabajo) y cuyo motor es la lucha de clases.
Como la base real de cualquier sociedad es la estructura económica, y
esta está constituida por las relaciones de producción, la historia no se
conduce por las ideas (o la razón hegeliana), que no son sino elementos de
la superestructura o ideología. Al contrario, la ideología
dominante en cualquier época es la ideología de la clase dominante, y
siempre justifica la estructura económica que la ha generado.
Cuando las fuerzas productivas entran en contradicción con las relaciones de
producción o con las relaciones de propiedad en las que habían surgido, se
abre un período de transformación radical (antítesis) que se resuelve en un
nuevo período (tesis) en el que se establecen nuevas relaciones de
producción.
Para Marx el devenir histórico conduce irremediablemente a la abolición de
las clases sociales y el establecimiento de una nueva y definitiva sociedad:
la sociedad comunista que surgirá después de la revolución socialista y de
la dictadura del proletariado.
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