PARA ENTENDER EL ENFOQUE EMPIRISTA-INDUCTIVISTA: ALGUNOS PERSONAJES Y CONCEPTOS DE BASE

  

 

A posteriori (del latín, "lo que viene después de"), alude a lo que es conocido por medio de la experiencia. Es un concepto básico de la epistemología. A quienes sostienen que el conocimiento a posteriori es el único verdadero se les asocia con el empirismo, doctrina según la cual todo cuanto podemos conocer nos llega a través de la experiencia, en particular a través de la percepción sensorial. Es evidente que sus defensores niegan la viabilidad de un conocimiento a priori por cuanto es inverificable y carente de valor. David Hume, por ejemplo, desarrolla un escepticismo empírico que llega a negar la existencia del yo afirmando que es algo incognoscible y que los seres humanos son como "haces de percepciones".

Mientras que los filósofos racionalistas admiten la posibilidad de ambos conocimientos, el a priori y el a posteriori, los empiristas niegan cualquier tipo de validez al a priori. No niegan, como es obvio, la validez de aquellas verdades analíticas que pueden ser conocidas tan solo en virtud del sentido de las palabras que las forman. Por ejemplo, la proposición "todos los gatos pardos son gatos", es necesariamente verdadera aunque no se tenga ninguna experiencia real de los gatos pardos. Pero hay verdades que gozan de otra naturaleza y consideración en el campo de la epistemología; John Locke las consideraba como "insignificancias", y John Stuart Mill como "mera palabrería".

 

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A priori (del latín, 'lo que viene antes de'), en filosofía hace referencia al conocimiento adquirido sin contar con la experiencia, es decir, aquel que se adquiere mediante el razonamiento deductivo. El conocimiento a priori es básico en algunas ramas de la epistemología, especialmente en las teorías racionalistas. René Descartes, por ejemplo, consideraba la razón como una facultad independiente de la experiencia y defendía la existencia de un conocimiento innato, o a priori, conocimiento de uno mismo que expresaba mediante la célebre fórmula Cogito, ergo sum ('Pienso, luego existo'), que pasó a ser el punto de arranque de todas sus posteriores investigaciones.

Por otro lado, la existencia del conocimiento a priori es negada por empiristas como David Hume o John Locke, según los cuales sólo lo que proviene de la experiencia, es decir, lo a posteriori, puede ser objeto de conocimiento. La existencia del conocimiento a priori ha sido una pieza clave en la formulación de argumentos que tratan de demostrar la existencia de Dios. Algunos filósofos han sostenido que negar el conocimiento a priori supone negar la posibilidad de probar la existencia de Dios ya que, como es notorio, Dios no es perceptible por los sentidos.

La existencia de verdades a priori es invocada a menudo en ética, pues casi siempre, la mayoría de sus ideales básicos sólo pueden ser captados mediante el uso de la razón.

 

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Bacon, Francis, barón de Verulam (1561-1626), filósofo y estadista inglés, uno de los pioneros del pensamiento científico moderno.

Vida

Nació el 22 de enero de 1561, en York House, en el Strand de Londres, y estudió en el Trinity College de la Universidad de Cambridge. Elegido para la Cámara de los Comunes en 1584, intervino en ella hasta 1614. Escribió cartas aconsejando a Isabel I, monarca de Inglaterra, pero sus sugerencias no fueron nunca atendidas y perdió por completo el favor de la reina en 1593, cuando se opuso a una ley para una subvención real. Sin embargo, recuperó el respeto de la Corte con el ascenso de Jacobo I al trono de Inglaterra en 1603. Bacon aportó ideas para la unión de Inglaterra y Escocia y recomendó medidas para un acercamiento a la Iglesia católica apostólica romana. Por estos esfuerzos se le concedió el título de sir en 1603. Fue nombrado comisario para la unión de Escocia e Inglaterra y se le otorgó una pensión en 1604. Su ensayo El avance del conocimiento fue publicado y presentado al rey en 1605. Dos años después fue nombrado procurador general.

En la última sesión del primer Parlamento celebrada en febrero de 1611, presidida por Jacobo I, aumentaron las diferencias entre la Corona y los Comunes y Bacon hizo de mediador a pesar de su desconfianza hacia el principal ministro del rey, Robert Cecil, primer conde de Salisbury. A la muerte de Salisbury en 1612, Bacon, con el objeto de conseguir la atención real, escribió varios artículos sobre el arte de gobernar, poniendo énfasis en las relaciones entre la Corona y los Comunes. En 1613 fue nombrado fiscal de la Corona.

En 1616 Bacon se convirtió en consejero privado y en 1618 fue designado presidente de la Cámara de los Lores y ennoblecido con el título de barón de Verulam. En 1620 se publicó su Novum organum, y el 26 de enero de 1621 fue nombrado vizconde de san Albans. En el mismo año el Parlamento le acusó de aceptar sobornos. Lo reconoció, pero dijo que se sentía "arrepentido" y se sometió a la voluntad de sus pares, que decidieron que fuera multado, encarcelado a voluntad del rey y desterrado del Parlamento y de la Corte. Tras su liberación se retiró a su residencia familiar de Gorhambury. En septiembre de 1621 el rey le perdonó pero le prohibió que regresara al Parlamento o a la Corte. Volvió entonces a sus estudios y terminó de escribir la Historia de Enrique VII y su traducción al latín de El avance del conocimiento (De Augmentis). En marzo de 1622 se ofreció para hacer un digesto de las leyes, proyecto que no prosperó a pesar de las repetidas peticiones a Jacobo I y a su sucesor Carlos I. Murió en Londres el 9 de abril de 1626.

Obra

Los escritos de Bacon se engloban en tres categorías: filosófica, literaria y política. Sus mejores obras filosóficas son El avance del conocimiento (1605), un análisis en inglés sobre la consciencia de su propio tiempo, y Novum Organum o Indicaciones relativas a la interpretación de la naturaleza (1620).

La filosofía de Bacon influyó en la creencia de que la gente es sierva e intérprete de la naturaleza, de que la verdad no se deriva de la autoridad y que el conocimiento es fruto de la experiencia. Se le reconoce haber aportado a la lógica el método experimental inductivo, ya que anteriormente se practicaba la inducción mediante la simple enumeración, es decir, extrayendo conclusiones generales de datos particulares. El método de Bacon consistió en inferir a partir del uso de la analogía, desde las características o propiedades del mayor grupo al que pertenece el dato en concreto, dejando para una posterior experiencia la corrección de los errores evidentes. Este método representó un avance fundamental en el método científico al ser muy significativo en la mejora de las hipótesis científicas.

Su Novum Organum influyó mucho en la aceptación en la ciencia de una observación y experimentación precisas. En esta obra mantenía que había que abandonar todos los prejuicios y actitudes preconcebidas, que llamó ídolos, ya fueran la propiedad común de la especie debido a modos comunes de pensamiento ("ídolos de la tribu") o propios del individuo ("ídolos de la caverna"); ya se debieran a una dependencia excesiva del lenguaje ("ídolos de la plaza del mercado") o de la tradición ("ídolos del teatro"). Los principios que se plantean en Novum Organum tuvieron gran importancia en el subsiguiente desarrollo del empirismo.

Los Ensayos de Bacon, su mayor contribución a la literatura, fueron publicados entre 1597 y 1625. Su Historia de Enrique VII (1622) evidenció sus habilidades en la investigación erudita. En su utópica Nueva Atlántida sugería la creación de academias científicas. Su obra profesional incluye Máximas del Derecho (1630), Lectura sobre el estatuto de los usos (1642), súplicas de casos legales y discursos en el Parlamento. La idea de que Bacon, en vez de un desconocido actor de Stratford-upon-Avon, es el auténtico autor de las obras de teatro de William Shakespeare ha sido descartada por completo.

 

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Carnap, Rudolf (1891-1970), figura destacada del movimiento filosófico conocido como positivismo o empirismo lógico. Nació el 18 de mayo de 1891 en Ronsdorf, Alemania. Estudió en las universidades de Jena y de Friburgo y se especializó en matemáticas, física y filosofía. Reconoció la influencia del matemático alemán Gottlob Frege en este campo, y en las innovaciones del pensador británico Bertrand Russell y del filósofo germano Ludwig Wittgenstein. Fue miembro destacado del Círculo de Viena, un grupo de científicos y filósofos positivistas. En 1935 se trasladó a los Estados Unidos huyendo del nazismo y fue profesor en la Universidad de Chicago. En 1954 aceptó un puesto en la Universidad de California, en Los Angeles. Murió en Santa Mónica, California, el 14 de septiembre de 1970.

Carnap interpretó la filosofía como un proceso de análisis lógico. Se interesó sobre todo por el análisis del lenguaje de la ciencia ya que consideró que las afirmaciones empíricas de la ciencia eran las únicas en verdad significativas. Son testimonio de su concepción global, resumida en que los problemas de la filosofía se pueden reducir a los problemas del lenguaje, sus libros La estructura lógica del mundo (1928) donde intenta reducir todas las demandas del conocimiento al lenguaje de los datos; La sintaxis lógica del lenguaje (1934), donde muestra su preferencia por el lenguaje que describe la conducta (lenguaje fisicalista) y su trabajo sobre la sintaxis del lenguaje científico, así como sus estudios sobre la capacidad de verificar, probar y confirmar las proposiciones empíricas.

El principio de tolerancia de Carnap, o la convencionalidad de las formas del lenguaje, afectó a la libertad y variedad en la construcción del lenguaje. Estaba interesado de una forma muy acusada por las construcciones de sistemas formales, lógicos. También llevó a cabo un trabajo significativo en el campo de la probabilidad, distinguiendo entre estadística y lógica en su obra Fundamentos lógicos de la probabilidad (1950).

Carnap ayudó a fundar y participó en la edición del diario Erkenntnis y la International Encyclopedia of Unified Science.

 

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Causalidad, en la filosofía occidental, designa la relación entre una causa y su efecto. El gran filósofo griego Aristóteles enumeró cuatro tipos de causas diferentes: la material, la formal, la eficiente y la final. La causa material es aquella de la que está hecha cualquier cosa, por ejemplo, el cobre o el mármol es la causa material de una estatua. La causa formal es la forma, el tipo o modelo según el cual algo está hecho; así, el estilo de la arquitectura será la causa formal de una casa. La causa eficiente es el poder inmediato activo para producir el trabajo, por ejemplo la energía manual de los trabajadores. La causa final es el objeto o el motivo por el cual el trabajo se hace, es decir, el placer del propietario. Los principios que Aristóteles perfiló forman la base del concepto científico moderno de que estímulos específicos producen resultados modélicos y generalizados bajo condiciones sometidas a control. Otros filósofos griegos, de forma relevante el escéptico del siglo II Sexto Empírico, criticaron los principios de causalidad.

Nociones enfrentadas

En los inicios de la filosofía moderna, las leyes de la causalidad establecidas por Aristóteles fueron una vez más puestas en tela de juicio. El filósofo francés y matemático René Descartes y sus discípulos pensaron que una causa puede contener las cualidades del efecto o el poder para producir el efecto. Los científicos físicos de los siglos XVII y XVIII tuvieron a menudo una idea mecanicista de la causalidad, reduciendo la causa a una acción o cambio seguido por otro movimiento o cambio, con una paridad matemática entre medidas del movimiento. El filósofo británico David Hume llevó a una conclusión lógica el juicio de Sixto Empírico según el cual la causalidad no es una relación real, sino una ficción de la mente o, desde una perspectiva más general, de los sentidos. Para explicar el origen de esta ficción Hume recurrió a la doctrina de la asociación.

La explicación de Hume de la causa condujo al filósofo alemán Immanuel Kant a situar la causa como una categoría fundamental del entendimiento. Kant mantenía que el único mundo objetivo cognoscible es el producto de una actividad sintética del entendimiento, de la razón. Aceptó la conclusión escéptica de Hume en lo que se refiere al mundo físico. Sin embargo, insatisfecho con la idea de que la experiencia sólo es una sucesión de percepciones sin ninguna relación por descubrir o coherencia, Kant decidió que la causalidad es uno de los principios de coherencia que se obtienen en el mundo de los fenómenos, y que está presente en un orden universal porque el pensamiento es un elemento del mundo de los fenómenos y sitúa a la causalidad como parte de él.

El filósofo británico John Stuart Mill retomó el problema en este punto. Rechazó el postulado fundamental o principio del trascendentalismo de Kant, es decir, que el pensamiento es responsable del orden del mundo. Mill buscaba justificar la creencia en la causalidad universal sobre principios empiristas; una proposición es significativa cuando describe aquello que puede ser objeto de la experiencia.

Tendencias modernas

En paralelo al método empirista como fuente de todo conocimiento, se plantea una definición que ha alcanzado hoy una gran aceptación. La causa de cualquier efecto es consecuencia de un precedente sin el cual el efecto en cuestión nunca se hubiera producido. Esta es una idea mecanicista de la causalidad, muy popular en círculos científicos. Todos los acontecimientos previos completarían la causa completa.

Muchos filósofos niegan la última realidad, o por lo menos la validez fundamental, de la relación causal. Así, el filósofo estadounidense Josiah Royce mantenía que la categoría de un orden serial, del que la categoría de causa es un caso específico, está en sí misma subordinada a la categoría última de propósito. El filósofo francés Henri Bergson afirmaba que la realidad última o la vida no está ligada por secuencias causales exactas. Es un proceso de crecimiento en el que lo imprevisible, y por lo tanto lo no causado, acontece con gran frecuencia. En el tiempo real no ocurren repeticiones exactas, y donde no hay repetición no hay causa, ya que la causa significa que lo que antecede se reitera subordinado por la misma consecuencia.

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Empírico: relativo a la experiencia, proveniente o asociado a estados de cosas visibles o perceptibles. Es, en general, sinónimo de fáctico, observable. En este sentido se opone a teórico y a especulativo. El aspecto empírico de un hecho se refiere a sus datos y manifestaciones observables o captables por la experiencia, mientras que su aspecto teórico se refiere a aquellas abstracciones y esquemas universales que explican sus interdependencias con respecto a otros hechos. El término se aplica muy especialmente a proposiciones y lenguajes: una proposición es empírica si equivale estrictamente a un concreto y determinado estado de cosas (“el perro atravesó la calle”, por ejemplo); es teórica si equivale a un esquema abstracto que explica toda una clase universal de hechos posibles (“la autoestima depende del éxito”, por ejemplo); es especulativo si carece de conexiones con la realidad concreta y si además resulta incomprobable (“Dios está en todas partes”).

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Empirismo, en filosofía occidental, doctrina que afirma que todo conocimiento se basa en la experiencia, mientras que niega la posibilidad de ideas espontáneas o del pensamiento a priori. Hasta el siglo XX, el término empirismo se aplicaba a la idea defendida sobre todo por los filósofos ingleses de los siglos XVII, XVIII y XIX. De estos filósofos ingleses, John Locke fue el primero en dotarlo de una expresión sistemática, aunque su compatriota, el filósofo Francis Bacon, había anticipado algunas de sus conclusiones. Entre otros empiristas también se cuentan David Hume y George Berkeley. Opuesto al empirismo es el racionalismo, representado por pensadores como el francés René Descartes, el holandés Baruch Spinoza y los filósofos de los siglos XVII y XVIII Gottfried Wilhelm Leibniz y Christian von Wolff. Los racionalistas afirman que la mente es capaz de reconocer la realidad mediante su capacidad para razonar, una facultad que existe independiente de la experiencia. El pensador alemán Immanuel Kant intentó lograr un compromiso entre el empirismo y el racionalismo, restringiendo el conocimiento al terreno de la experiencia, a posteriori, y por ello coincidía con los empiristas, pero atribuía a la mente una función precisa al incorporar las sensaciones en la estructura de la experiencia. Esta estructura podía ser conocida a priori sin recurrir a métodos empíricos, y en este sentido Kant coincidía con los racionalistas.

En los últimos años, el término empirismo ha adquirido un significado más flexible, y ahora es utilizado en relación con cualquier sistema filosófico que extrae todos sus elementos de reflexión de la experiencia. En Estados Unidos William James llamó a su filosofía empirismo radical y John Dewey acuñó el término de empirismo inmediato para definir y describir su noción de la experiencia. El término leyes empíricas se aplica a aquellos principios que expresan las relaciones que, según se aprecia, existen entre los fenómenos, sin que impliquen la explicación o causa de los fenómenos mismos.

 

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Hume, David (1711-1776), historiador y filósofo escocés, que influyó en el desarrollo del escepticismo y el empirismo, dos escuelas de filosofía. Nacido en Edimburgo, Lothian, el 7 de mayo de 1711, Hume fue educado en su casa y en la Universidad de Edimburgo en la que se inscribió con doce años. Tenía mala salud, y después de trabajar por un corto periodo empleado en una casa de negocios de Bristol se instaló en Francia.

Vida y obra

De 1734 a 1737 Hume estudió con apasionamiento los problemas de la filosofía especulativa. Durante este periodo escribió su obra más importante, Tratado sobre la naturaleza humana (3 volúmenes, 1739-1740), que constituye la síntesis de su pensamiento. A pesar de su importancia, esta obra fue ignorada por el público y, como dijo el propio Hume, “nació muerta”, tal vez por culpa de su estilo abstruso. Las obras posteriores de Hume fueron escritas bajo las formas más ligeras y populares en la época, ensayos y diálogos.

Después de la publicación de su Tratado, Hume volvió a las posesiones que su familia tenía en Berwickshire, donde se ocupó de problemas de ética y economía política. Allí escribió Ensayos morales y políticos (2 volúmenes, 1741-1742), que obtuvieron un éxito inmediato. No consiguió su nombramiento para la facultad de la Universidad de Edimburgo acaso porque, ya desde los inicios de su trabajo, se le consideraba un escéptico en asuntos religiosos. Hume fue tutor del enajenado marqués de Annandale y más tarde auditor de guerra por efecto de una incursión militar británica en Francia. Sus Ensayos filosóficos sobre el entendimiento humano (más tarde llamados Investigación sobre el entendimiento humano) aparecieron en 1748. Este libro, quizá su obra más conocida, es en la práctica un resumen de su Tratado.

Hume fijó su residencia en Edimburgo en 1751. En 1752, se publicaron sus Discursos políticos, y al año siguiente, después de otro intento fallido por obtener una cátedra en la universidad, fue nombrado titular de la Biblioteca de la abogacía de la ciudad. Durante su estancia, que se prolongó durante doce años, Hume trabajó ante todo en su obra de seis volúmenes Historia de Inglaterra, que apareció por entregas desde 1754 hasta 1762. De 1762 a 1765 fue secretario del embajador británico en París. Allí fue exaltado en los círculos literarios parisinos y forjó su amistad con el filósofo francés Jean-Jacques Rousseau, quien le acompañó en su regreso al Reino Unido, pero éste, afectado por supuestas persecuciones imaginarias, acusó a Hume de tramar contra él y la amistad se disolvió tras un intercambio de mutuos reproches y denuncias públicas por parte de ambos. Después de trabajar como subsecretario de Estado en Londres (1767-1768), Hume se retiró a Edimburgo, donde pasó el resto de su vida. Murió el 25 de agosto de 1776. Su autobiografía fue publicada con carácter póstumo en 1777, así como Diálogos sobre la religión natural (1779). Hume había escrito los Diálogos hacia 1750 pero ocultó su trabajo a causa de su naturaleza escéptica.

Las ideas de Hume

Las creencias filosóficas de Hume recibieron una gran influencia del filósofo inglés John Locke y del obispo y filósofo irlandés George Berkeley. Tanto Hume como Berkeley diferenciaban entre la razón y los sentidos. Hume, sin embargo, fue más allá e intentó probar que la razón y los juicios racionales son tan sólo asociaciones habituales con diferentes sensaciones o experiencias.

Metafísica y epistemología

Hume dio un paso revolucionario en la historia de la filosofía al rechazar la idea de causalidad, argumentando que “la razón nunca podrá mostrarnos la conexión entre un objeto y otro si no es ayudada por la experiencia y por la observación de su relación con situaciones del pasado. Cuando la mente, por tanto, pasa de la idea o la impresión de un objeto, a la idea o creencia en otro, no se guía por la razón, sino por ciertos principios que asocian juntas las ideas de esos objetos y los relaciona en la imaginación”. El rechazo de la causalidad implica también un rechazo de las leyes científicas, que se basan en la premisa de que un hecho provoca otro de forma necesaria y, como resulta predecible, siempre lo hará. Según la filosofía de Hume, por tanto, el conocimiento de los hechos es imposible, aunque admitía que en la práctica las personas tienen que pensar en términos de causa y efecto y deben asumir la validez de sus percepciones para no enloquecer. También admitía la posibilidad de conocimiento sobre las relaciones entre las ideas, como las relaciones entre los números en matemáticas. El punto de vista escéptico de Hume también negaba la existencia de la sustancia espiritual defendida por Berkeley y de la “sustancia material” defendida por Locke. Yendo aún más lejos, Hume negaba la existencia de una identidad del yo, argumentando que como las personas no tienen una percepción constante de sí mismas como entidades diferentes, no son más que “un conjunto o colección de diferentes percepciones”.

Ética

En cuanto a la dimensión ética de su pensamiento, Hume pensaba que los conceptos del bien y el mal no son racionales, sino que nacen de una preocupación por la felicidad propia. El supremo bien moral, según su punto de vista, es la benevolencia, un interés generoso por el bienestar general de la sociedad que Hume definía como la felicidad individual.

Como historiador, Hume rompió con el tradicional recuento cronológico de hazañas y hechos de Estado, e intentó describir las fuerzas económicas e intelectuales que habían tenido importancia en la historia de su país. Sus obras Historia de Gran Bretaña (1754) e Historia de Inglaterra (1759) se consideraron títulos clásicos durante muchos años.

Las contribuciones de Hume a la teoría económica, que influyeron al filósofo y economista escocés Adam Smith y a otros economistas posteriores, incluyen los conceptos de que la riqueza depende no sólo del dinero sino también de las mercancías, así como su reconocimiento de los efectos que las condiciones sociales tienen sobre la economía.

 

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Inducción (filosofía), en el campo de la lógica, proceso en el que se razona desde lo particular hasta lo general, al contrario que con la deducción. La base de la inducción es la suposición de que si algo es cierto en algunas ocasiones también lo es en situaciones similares aunque no se hayan observado. La probabilidad de acierto depende del número de fenómenos observados. Una de las formas más simples de inducción aparece al interpretar las encuestas de opinión, en las que las respuestas dadas por una pequeña parte de la población total se proyectan para todo un país. El razonamiento inductivo fue desarrollado por varios filósofos, desde Francis Bacon hasta David Hume, John Stuart Mill y Charles Sanders Peirce.

 

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Metafísica, rama de la filosofía que se ocupa de la naturaleza de la realidad última. La metafísica está dividida en ontología, que tiene que ver con la cuestión de cómo muchos tipos fundamentales de entidades componen el universo, y la propia metafísica, que se ocupa de describir los rasgos más generales de la realidad. Juntos, esos rasgos generales definen la realidad que tal vez pueda caracterizar cualquier universo. Como esos rasgos no son definitorios de este universo, sino que son comunes a todos los mundos posibles, la metafísica puede ser llevada al más alto grado de abstracción. La ontología, por el contrario, como investiga las divisiones últimas dentro de este universo, está más relacionada con el plano físico de la experiencia humana.

Se cree que el término metafísica se utilizó por primera vez en Roma, hacia el año 70 a.C., por el filósofo griego peripatético Andrónico de Rodas (siglo I a.C.) en su edición de las obras de Aristóteles. En la adaptación que hizo Andrónico de las obras de Aristóteles, el tratado llamado Primera filosofía o Teología, seguía al tratado Física. Por ello, la Primera filosofía fue conocida como meta (ta) physica o 'después de (la) física', más tarde abreviado como metafísica. La palabra tuvo la connotación, en el uso popular, de cuestiones que trascienden la realidad material. En sentido filosófico, sin embargo, y en particular en oposición a la utilización de la palabra por los ocultistas, la metafísica se aplica a toda realidad y se distingue de otras formas de investigación por su generalidad.

Los temas tratados en la Metafísica de Aristóteles (substancia, causalidad, naturaleza del ser y existencia de Dios) fijaron el contenido de la especulación metafísica durante siglos. Entre los filósofos medievales escolásticos, la metafísica era conocida como la 'ciencia transfísica' y suponían que, a través de ella, el estudioso podría hacer la transición filosófica desde el orden físico hasta un mundo más allá del sentido de la percepción. El filósofo y teólogo escolástico del siglo XIII santo Tomás de Aquino declaró que la cognición de Dios, a través de un estudio causal de los seres finitos sensibles, era el propósito de la metafísica. Con el desarrollo del estudio científico en el siglo XVI la reconciliación entre ciencia y fe en Dios se convirtió en un problema cada vez más importante.

Metafísica anterior a Kant

Con anterioridad a la época del filósofo alemán Inmanuel Kant, la metafísica se caracterizaba por una tendencia a elaborar teorías sobre la base del conocimiento a priori, es decir, el saber que se deriva sólo de la razón, para diferenciarlo del conocimiento a posteriori, que se adquiere por referirse a los hechos de la experiencia. Del conocimiento a priori se deducían proposiciones generales que eran consideradas verdad de todas las cosas. El método de investigación basado en principios apriorísticos se conoce como racionalista. Este método puede subdividirse en el monismo, que mantiene que el universo está constituido por una única sustancia fundamental; el dualismo, o creencia en dos sustancias de esta clase, y el pluralismo, que propone la existencia de muchas sustancias fundamentales.

Las escuelas del monismo, aunque se hallan de acuerdo en que sólo existe una sustancia básica, difieren en la descripción de sus características principales. Así, el monismo idealista afirma que la sustancia es mental; en el monismo materialista se afirma que sólo es física y en el monismo neutro se considera que no es ni sólo mental ni sólo física. La posición idealista fue sostenida por el filósofo irlandés George Berkeley, la materialista por el filósofo inglés Thomas Hobbes y la neutral por el filósofo holandés Baruch Spinoza. Este último expuso una visión panteísta de la realidad en la que el universo es idéntico a Dios y cada cosa contiene la sustancia de Dios.

El representante más conocido del dualismo fue el filósofo francés René Descartes, según el cual el cuerpo y la mente son entidades diferentes y que son las únicas sustancias fundamentales en el universo. El dualismo, sin embargo, no explica cómo están conectadas esas dos entidades básicas.

En la obra del filósofo alemán Gottfried Wilhelm von Leibniz, el universo consiste en un número infinito de sustancias distintas o mónadas. Esta idea es pluralista en el sentido de que propone la existencia de muchas entidades separadas, y es monista en la afirmación de que cada mónada refleja de una forma global en su interior el universo.

Otros filósofos han sostenido que el conocimiento de la realidad no se deriva de principios a priori, sino que se obtiene sólo a partir de la experiencia. Este tipo de metafísica se llama empirismo. Incluso otra escuela de filosofía ha mantenido que, aunque existe una realidad última, es del todo inaccesible al conocimiento humano, que es subjetivo por su propia naturaleza y porque está limitado a los estados de la mente. El conocimiento no es, por lo tanto, una representación de una realidad externa sino sólo un reflejo de las percepciones humanas. Esta idea se conoce como escepticismo o agnosticismo con respecto al alma humana y a la realidad de Dios.

La metafísica de Kant

Kant compaginó en su obra algunos de los puntos de vista más importantes y elaboró una filosofía crítica distinta, llamada trascendentalismo. Su filosofía es agnóstica en cuanto niega la posibilidad de un conocimiento estricto de la realidad última; es empírica en la medida en que afirma que todo conocimiento surge de la experiencia y es objeto de la experiencia real y posible; y es racionalista en tanto que mantiene el carácter a priori de los principios estructurales de este conocimiento empírico.

Esos principios se consideran necesarios y universales en su aplicación a la experiencia, ya que, según la idea de Kant, la mente aporta las formas y categorías arquetípicas (espacio, tiempo, causalidad, sustancia y relación) a sus sensaciones, y esas categorías son, desde una perspectiva lógica, anteriores a la experiencia, aunque sólo manifestadas en la experiencia. Su lógica anterioridad a la experiencia hacen que estas categorías o principios estructurales sean trascendentales; trascienden toda experiencia, tanto la real como la posible. Aunque estos principios determinan toda experiencia, en ningún caso afectan a la naturaleza de las cosas en sí mismas. El conocimiento de que estos principios son las condiciones necesarias no tiene que considerarse, por lo tanto, como constitutivo de la revelación de las cosas tal y como son. Este conocimiento trata de las cosas en la medida en que aparecen a la percepción humana o que puedan ser aprehendidas por los sentidos. El razonamiento mediante el cual Kant busca fijar los límites del conocimiento dentro del marco de la experiencia y demostrar así la incapacidad de la mente humana para llegar más allá de la experiencia sólo mediante el conocimiento en el terreno de la realidad última, constituye el rasgo crítico de su filosofía recogida en detalle en Crítica de la razón pura, Crítica de la razón práctica y Crítica del juicio. Por el argumento desarrollado en esta obra, Kant intentó también reconciliar ciencia y religión en un mundo de dos niveles, que incluyen los noumena, objetos concebidos por la razón aunque no percibidos por los sentidos, y los phenomena, las cosas tal y como aparecen a los sentidos y que son accesibles al estudio material. Mantenía que, como Dios, la libertad y la inmortalidad humana son realidades noumenales, estos conceptos se asimilan a través de la fe moral en vez de a través del conocimiento científico. Con el continuo desarrollo de la ciencia, la expansión de la metafísica para englobar e integrar el conocimiento y los métodos científicos se convirtió en uno de los mayores objetivos de los metafísicos.

Metafísica a partir de Kant

Algunos de los seguidores más importantes de Kant, en especial Johann Gottlieb Fichte, Friedrich Schelling, Georg Wilhelm Friedrich Hegel y Friedrich Schleiermacher negaron la crítica de Kant en las explicaciones a su metafísica trascendental y rechazaron el concepto kantiano de las cosas en-sí-mismas. En síntesis, desarrollaron un idealismo absoluto en oposición al trascendentalismo crítico de Kant.

Desde la formación de la hipótesis del idealismo absoluto, el desarrollo de la metafísica ha desembocado en muchas clases de teorías metafísicas al igual que existían en la filosofía prekantiana, a pesar de la opinión de Kant de que había fijado con carácter definitivo los límites de la especulación filosófica. Entre estas últimas teorías metafísicas resalta el empirismo radical, o pragmatismo, una modalidad metafísica expuesta en Estados Unidos por Charles Sanders Peirce, desarrollada por William James y adaptada como instrumentalismo por John Dewey; el voluntarismo, cuyos mayores representantes son el filósofo alemán Arthur Schopenhauer y el filósofo estadounidense Josiah Royce; el fenomenalismo como queda presentado en los escritos del filósofo francés Auguste Comte y el filósofo británico Herbert Spencer; la evolución emergente, o evolución creativa, establecida por el filósofo francés Henri Bergson, y la filosofía del organismo, elaborada por el matemático y filósofo británico Alfred North Whitehead. Las doctrinas más destacadas del pragmatismo consisten en que la función principal del pensamiento es guiar la acción, en que el significado de los conceptos tiene que buscarse en sus aplicaciones y en que la verdad tendría que comprobarse a través de los efectos prácticos de la idea; según el instrumentalismo, las ideas son instrumentos de acción y su verdad está determinada por su papel en la experiencia humana. En la teoría del voluntarismo, la voluntad queda presentada como la manifestación suprema de la realidad. Los seguidores del fenomenalismo, llamados a veces positivistas, sostienen que cada cosa puede ser analizada en términos de acontecimientos reales o posibles, o fenómenos, y que lo que de esta forma no puede ser analizado no puede ser tampoco entendido. En la evolución emergente o creativa, el proceso evolutivo se define como espontáneo e imprevisible en vez de determinado de manera mecanicista. La filosofía del organismo combina el acento evolutivo en el proceso constante con la teoría metafísica de Dios, los objetos eternos y la creatividad.

Tendencias contemporáneas

En el siglo XX, la validez del pensamiento metafísico ha sido discutida por los positivistas lógicos (véase filosofía analítica) y el llamado materialismo dialéctico de los marxistas. El principio básico que mantienen los positivistas lógicos es la teoría comprobable del significado. Según esta doctrina, un enunciado tiene significado real sólo si pasa la prueba de la observación. Los positivistas lógicos afirman que expresiones metafísicas como "nada existe excepto partículas materiales" y "todo es parte de un espíritu que lo abarca todo" no pueden ser probadas siguiendo un procedimiento empírico. Por lo tanto, según la teoría comprobable del significado, estas expresiones no poseen significado real cognitivo, aunque pueden tener un significado emotivo importante para las esperanzas y sentimientos de los hombres. Los materialistas dialécticos mantienen que la mente está condicionada por la realidad material y la refleja. Por lo tanto, las especulaciones que conciben que la mente tiene otra cosa que realidad material son ellas mismas irreales y sólo pueden producir engaño. Los metafísicos responden a estas afirmaciones negando la adecuación de la teoría comprobable de los sentidos y de la percepción material como el patrón de la realidad. Mantienen que tanto el positivismo lógico como el materialismo dialéctico ocultan suposiciones metafísicas; por ejemplo, que todo es observable o por lo menos relacionado con algo observable y que la mente no tiene vida autónoma. En el movimiento conocido como existencialismo, los pensadores han sostenido que las cuestiones de la naturaleza del ser y de las relaciones individuales con éste son muy importantes y significativas en términos de la vida humana. El estudio de estas cuestiones, por lo tanto, se considera válido con independencia de que sus resultados puedan ser o no verificados en un plano objetivo.

Desde 1950 los problemas de la metafísica analítica sistemática han sido estudiados por los británicos Stuart Newton Hampshire y Peter Frederick Strawson, el primero interesado, al igual que Spinoza, por la relación entre pensamiento y acción, y el segundo, del mismo modo que Kant, en describir las categorías más importantes de la experiencia tal y como es recogida en el lenguaje. En Estados Unidos la metafísica se ha estudiado más en consonancia con el espíritu del positivismo por Wilfred Stalker Sellars y Willard Van Orman Quine. Sellars ha intentado expresar las cuestiones metafísicas en términos lingüísticos, y Quine plantea determinar si la estructura del lenguaje obliga al filósofo a afirmar la existencia de entidades cualesquiera que sean éstas y, si fuera así, de cualquier tipo. En estas nuevas formulaciones, la metafísica y la ontología siguen siendo vitales.

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Realismo (filosófico), en filosofía, término utilizado para dos orientaciones doctrinales distintas de la epistemología.

En la filosofía moderna, el término realismo se aplica a la doctrina que manifiesta que los objetos comunes percibidos por los sentidos, como mesas y sillas, tienen una existencia independiente del propio ser percibido. En este sentido, es contrario al idealismo de filósofos como George Berkeley o Immanuel Kant. En su forma extrema, llamado a veces realismo ingenuo, se piensa que las cosas percibidas por los sentidos son en rigor lo que parecen ser. En versiones más complejas, a veces denominadas como realismo crítico, se da alguna explicación de la relación entre el objeto y el observador que tiene en cuenta la posibilidad de que tengan lugar ilusiones, alucinaciones y otros errores de la percepción.

En la filosofía medieval, el término realismo hacía referencia a una posición que consideraba las formas platónicas, o conceptos universales, como reales. Esta posición se llama ahora realismo platónico. En la filosofía de Platón, un nombre común, como cama, se refiere a la naturaleza ideal del objeto, sugerida por su definición, y esta naturaleza ideal tiene una existencia metafísica independiente de los objetos particulares de esta clase. Así, la circularidad existe aparte de los círculos particulares, la justicia, independientemente de los individuos o Estados justos particulares, y la idea de cama, independientemente de las camas particulares. En la edad media, esta posición fue defendida frente el nominalismo, que negaba la existencia de tales universales. Los nominalistas afirmaban que los muchos objetos llamados por un único nombre no comparten nada sino sólo dicho nombre. El término medio entre estas dos posiciones incluía el realismo moderado, que afirmaba que los universales existen en los objetos del mismo tipo pero no independientes de ellos, y el conceptualismo, que mantenía que los universales podrían existir con independencia de los objetos de un tipo particular, pero sólo como una idea de la mente, no como una entidad metafísica que existe en sí misma.

 

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Russell, Bertrand, tercer conde de Russell (1872-1970), filósofo y matemático británico, galardonado con el premio Nobel, cuyo énfasis en el análisis lógico repercutió sobre el curso de la filosofía del siglo XX. Nacido en Trelleck (Gales), el 18 de mayo de 1872, Russell estudió en el Trinity College de la Universidad de Cambridge. Tras graduarse en 1894, viajó a Francia, Alemania y Estados Unidos, y luego fue nombrado miembro del consejo de gobierno del Trinity College. Desde muy joven mostró un acusado sentido de conciencia social; al mismo tiempo se especializó en cuestiones de lógica y matemáticas, áreas de las que dio conferencias en muchas instituciones de todo el mundo.

Russell alcanzó el éxito con su primera gran obra Principios de  matemáticas (1902), en la que intentó trasladar las matemáticas al área de la filosofía lógica y dotarlas de un marco científico preciso. Colaboró durante ocho años con el filósofo y matemático británico Alfred North Whitehead para elaborar la monumental obra Principia Mathematica (Principios Matemáticos; 3 volúmenes, 1910-1913), donde se mostraba que esta materia puede ser planteada en los términos conceptuales de la lógica general, como clase y pertenencia a una clase. Este libro se convirtió en una obra maestra del pensamiento racional. Russell y Whitehead demostraron que los números pueden ser definidos como clases de un tipo determinado, y en este proceso desarrollaron conceptos racionales y una anotación que hizo de la lógica simbólica una especialización importante dentro del campo de la filosofía occidental.

En su siguiente gran obra, Los problemas de la filosofía (1912), Russell recurrió a la sociología, la psicología, la física y las matemáticas para refutar las doctrinas del idealismo, la escuela filosófica dominante en ese tiempo, que mantenía que todos los objetos y experiencias son fruto del intelecto; Russell, una persona realista, creía que los objetos percibidos por los sentidos poseen una realidad inherente al margen de la mente.

Socialista y pacifista

Russell condenó a ambos bandos en la I Guerra Mundial y por su posición íntegra fue encarcelado y privado de su puesto de trabajo en Cambridge. En la cárcel escribió Introducción a la filosofía matemática (1919), donde combina las dos áreas del saber que él consideraba inseparables. Después de la guerra visitó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, y en su libro Práctica y teoría del bolchevismo (1920) mostró su desacuerdo con la forma en que allí se llevaba a cabo el socialismo. Consideraba que los métodos utilizados para alcanzar un sistema comunista eran intolerables y que los resultados obtenidos no justificaban el precio que se estaba pagando.

Russell impartió clases en la Universidad de Pekín, en China, durante 1921 y 1922. Desde 1928 hasta 1932, tras regresar al Reino Unido, dirigió el Beacon Hill School, escuela privada y muy progresista donde se aplicaban innovadores métodos de enseñanza para niños. Desde 1938 hasta 1944 fue profesor en varias instituciones de los Estados Unidos. Allí escribió Historia de la filosofía occidental (1945). Sin embargo, la Corte Suprema de Nueva York le prohibió dar clases en el College de esta ciudad (ahora City College de la Universidad de Nueva York) por lo que consideraban sus ataques a la religión contenidos en textos como Lo que creo (1925) y su defensa de la libertad sexual, manifestada en Modales y morales (1929).

Russell regresó a Inglaterra en 1944 y fue restituido en su puesto del Trinity College. Aunque abandonó el pacifismo para apoyar la causa aliada en la II Guerra Mundial, fue un ardiente y activo detractor de las armas nucleares. En 1949 el rey Jorge VI le otorgó la Orden al Mérito. Russell recibió en 1950 el Premio Nobel de Literatura y fue calificado como "un campeón de la humanidad y de la libertad de pensamiento". Encabezó un movimiento a finales de la década de 1950 que exigía el desarme nuclear unilateral del Reino Unido y fue encarcelado a los 89 años tras una manifestación antinuclear. Murió el 2 de febrero de 1970.

Filósofo y autor

Además de sus primeros trabajos, Russell contribuyó al desarrollo del positivismo lógico, fuerte corriente filosófica durante las décadas de 1930 y 1940. El más importante pensador autriaco de aquellos tiempos, Ludwig Wittgenstein, que fue alumno de Russell en Cambridge, recibió su influencia en sus primeros estudios filosóficos por su original concepto del atomismo lógico. En su búsqueda de la naturaleza y límites del conocimiento, Russell desempeñó un gran papel en el resurgir del empirismo dentro del campo más amplio de la epistemología. En Sobre el conocimiento del mundo exterior (1926) e Investigación sobre el significado y la verdad (1962), intentó explicar todo el conocimiento objetivo como construido a partir de las experiencias inmediatas. Escribió, entre otros libros, El ABC de la relatividad (1925), Educación y orden social (1932), El impacto de la ciencia sobre la sociedad (1952), Mi desarrollo filosófico(1959), Crímenes de guerra en Vietnam (1967) y La autobiografía de Bertrand Russell (3 volúmenes, 1967-1969).

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James, William (1842-1910), filósofo y psicólogo estadounidense que desarrolló la filosofía del pragmatismo. Nació en Nueva York el 11 de enero de 1842. Su padre, Henry James, era un teólogo seguidor de Emanuel Swedenborg; uno de sus hermanos fue el gran novelista Henry James. William James asistió a escuelas privadas en los Estados Unidos y en Europa, a la Escuela Científica Lawrence de la Universidad de Harvard y a la Escuela de Medicina de Harvard en la que se graduó en 1869. Antes de terminar sus estudios de medicina, partió con una expedición de exploración a Brasil junto al estadounidense nacido en Suiza Louis Agassiz, y también estudió fisiología en Alemania. Después de retirarse durante tres años a causa de una enfermedad, James se convirtió en profesor de fisiología en Harvard en 1872. A partir de 1880 enseñó psicología y filosofía en Harvard, universidad que abandonó en 1907, y dio conferencias con mucho éxito en las universidades de Columbia y Oxford. Murió en Chocorua, New Hampshire, el 26 de agosto de 1910.

Psicología

El primer libro de James, el monumental Principios de Psicología (1890), le convirtió en uno de los pensadores más influyentes de su tiempo. El trabajo aplicaba el principio del funcionalismo a la psicología, cambiándola de su lugar tradicional como rama de la filosofía y situándola entre las ciencias basadas en el método experimental.

Durante la siguiente década, James aplicó sus métodos empíricos de investigación a temas religiosos y filosóficos. Exploró cuestiones como la existencia de Dios, la inmortalidad del alma, el libre albedrío y los valores éticos, empleando como fuente directa la experiencia religiosa y moral humana. Sus puntos de vista sobre estos temas fueron presentados en sus conferencias y en los ensayos publicados en libros como La Voluntad de creer y otros ensayos sobre filosofía popular (1897), La inmortalidad humana (1898) y Las variedades de la experiencia religiosa (1902). El último trabajo es un informe psicológico muy claro sobre algunas experiencias místicas y religiosas.

Pragmatismo

Conferencias posteriores fueron publicadas como Pragmatismo: un nombre nuevo para viejas formas de pensar (1907); en este libro se resumían las contribuciones iniciales de James a la teoría del pragmatismo, término empleado por primera vez por el lógico estadounidense Charles Sanders Peirce. James generalizaba el método pragmático, desarrollándolo a partir de un análisis del fundamento lógico de las ciencias para convertirlo en la base de la evaluación de cualquier experiencia. Sostenía que el significado de las ideas sólo se puede encontrar en los términos de sus consecuencias. Si no hay efectos, es que esas ideas no tienen sentido. James defendía que este es el método empleado por los científicos para definir sus términos y para comprobar sus hipótesis, que, si poseen sentido, llevan a predicciones. Las hipótesis pueden considerarse ciertas si las predicciones se cumplen. Por otro lado, casi todas las teorías metafísicas carecen de sentido, porque no conllevan predicciones comprobables. Las teorías con significado, argumentaba James, son instrumentos para resolver los problemas que se plantean con la experiencia.

Según el pragmatismo de James, por tanto, la verdad viene dada por lo que funciona. Se decide lo que funciona mediante la comprobación de las proposiciones en la experiencia. Al hacerlo, se descubre que algunas proposiciones son ciertas. Como lo expresaba James, “la verdad es algo que le ocurre a una idea” en el transcurso de su verificación, es decir, no es una propiedad estática. Esto no significa, sin embargo, que cualquier cosa pueda ser cierta. James sostenía que “la verdad no es más que lo oportuno en nuestra forma de pensar, igual que lo justo es lo oportuno en nuestra forma de actuar”. Uno no puede creer en cualquier cosa que desee, porque unas creencias demasiado centradas en uno mismo no funcionarían.

James se opuso a los sistemas metafísicos absolutos y criticó el monismo, doctrina que afirma que la realidad es un conjunto unido y monolítico. En Ensayos sobre empirismo radical (1912), defendió un universo plural, negando que el mundo pueda ser explicado en términos de una fuerza o esquema absoluto que determine las interrelaciones de las cosas y los hechos. Mantuvo que las interrelaciones, ya sirvan para mantener las cosas cercanas o alejadas, formaban parte de las cosas en sí mismas.

Al final de su vida James se había convertido en un filósofo y psicólogo famoso a escala mundial. En ambos campos había sido más fuente de nuevas ideas que fundador de escuelas dogmáticas. Su filosofía pragmática fue más tarde desarrollada por el filósofo estadounidense John Dewey, entre otros. Estudios posteriores en el campo de la física llevados a cabo por Albert Einstein hicieron parecer proféticas las teorías de la interrelación de James.

 

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Wittgenstein, Ludwig (1889-1951), filósofo austríaco, uno de los pensadores más influyentes del siglo XX, que fue reconocido en especial por su contribución al movimiento conocido como filosofía analítica.

Vida

Nació en Viena el 26 de abril de 1889; Wittgenstein se educó en el seno de una familia rica e ilustrada. Después de asistir a escuelas en Linz y Berlín, se trasladó a Gran Bretaña para estudiar ingeniería en la Universidad de Manchester. Su interés por las matemáticas puras le llevó al Trinity College (Cambridge) para estudiar con Bertrand Russell. Allí orientó su interés hacia la filosofía. En 1918 Wittgenstein había terminado su Tractatus logicus-philosophicus (1921), una obra que según él, suministraba la “solución definitiva” a los problemas filosóficos. Más tarde, se apartó de la filosofía y durante años enseñó a los escolares de un pueblo de Austria. En 1929 regresó a Cambridge para reanudar su trabajo en filosofía y fue designado al Trinity College. Pronto empezó a rechazar ciertas conclusiones del Tractatus y a desarrollar otras opiniones reflejadas en sus Investigaciones filosóficas publicado con carácter póstumo en 1953.

Hombre sensible y profundo que a menudo se mostraba solitario y con tendencia a la depresión, Wittgenstein odiaba la petulancia y fue famoso por su estilo sencillo de vida y de vestir. Era de personalidad fuerte y segura, y ejerció una considerable influencia en aquellos con los que entablaba amistad. Wittgenstein se retiró en 1947; murió en Cambridge el 29 de abril de 1951.

Obra

La vida filosófica de Wittgenstein puede dividirse en dos épocas distintas: un primer periodo, representado por el Tractatus, y otro posterior, representado por las Investigaciones filosóficas. A lo largo de la mayor parte de su vida, sin embargo, Wittgenstein, de modo coherente, concibió la filosofía como un análisis conceptual o lingüístico. En el Tractatus defendió que la “filosofía pretende la clarificación lógica de las ideas”. En las Investigaciones filosóficas, sin embargo, mantenía que la “filosofía es un combate contra el hechizamiento de nuestra inteligencia por medio del lenguaje”.

El Tractatus

En el Tractatus, Wittgenstein sostenía que el lenguaje se compone de proposiciones complejas que pueden ser analizadas en proposiciones más sencillas hasta llegar a una formulación simple o elemental. De modo similar, el mundo se compone de hechos complejos que pueden ser analizados en hechos menos complejos hasta llegar a los hechos simples, o atómicos. El mundo es la totalidad de esos hechos. Según la imagen de la teoría del significado de Wittgenstein, es la naturaleza lógica de las proposiciones elementales la que representa hechos atómicos o “situaciones”. Afirmaba que la naturaleza del lenguaje requiere proposiciones elementales, y su teoría del significado exige que haya hechos atómicos representados por proposiciones elementales. Sobre este análisis, sólo las proposiciones que representan hechos —las proposiciones de ciencia— son consideradas cognitivamente significativas. Las declaraciones éticas y metafísicas no son afirmaciones significativas ni relevantes. Esta teoría produjo un gran efecto sobre las teorías del positivismo, y los positivistas lógicos adscritos al Círculo de Viena reconocieron la trascendencia de esta conclusión.

Investigaciones filosóficas

Wittgenstein llegó a creer, no obstante, que la limitada visión del lenguaje reflejada en el Tractatus era errónea. En las Investigaciones filosóficas defendió que si uno investiga en el presente cómo se utiliza el lenguaje, la variedad de usos lingüísticos se vuelve clara. Las palabras son como herramientas, y como las herramientas sirven para diferentes funciones, así las expresiones lingüísticas cumplen diversas funciones. Aunque algunas preposiciones son utilizadas para representar hechos, otras son utilizadas para ordenar, interrogar, orar, agradecer, maldecir, y así sucesivamente. Este reconocimiento de la pluralidad y flexibilidad lingüísticas llevaron al concepto de Wittgenstein del juego del lenguaje y a la conclusión de que la gente interpreta diferentes juegos de lenguaje. El científico, por ejemplo, está inmerso en un juego lingüístico diferente del teólogo. Además, el significado de una proposición ha de ser comprendida en el ámbito de su contexto, esto es, en los términos de las reglas del juego del cual esa proposición es una parte. La llave para la solución de los rompecabezas filosóficos es el proceso terapéutico de examinar y describir el lenguaje en uso.

Otras obras de Wittgenstein, todas publicadas después de su muerte, son Observaciones sobre los fundamentos de las matemáticas(1956),  Los cuadernos azul y marrón (1958), Apuntes 1914-1916 (1961) y Gramática filosófica (1969).