Echeverría, Javier (1989): Introducción a la Metodología de la Ciencia. Barcelona: Barcanova.

 

La falsabilidad como criterio de demarcación

El problema de la demarcación entre ciencia y metafísica (Abgrenzungskriterium) es considerado por Popper, como por el Círculo de Viena, como una cuestión capital para la filosofía de la ciencia. Pese a esta común perspectiva, en la que se muestra la incidencia que sobre su pensamiento tuvieron los debates de los atomistas lógicos, la solución propuesta por Popper será muy diferente. Popper rechaza la inducción como criterio de demarcación precisamente porque no considera que sea un criterio satisfactorio. Y se remite a Kant como al autor en el que el problema de la demarcación adquirió una importancia prioritaria. La solución de los positivistas le parece naturalista, mientras que para Popper dicho problema no es exclusivo de las ciencias naturales. Si aceptásemos las propuestas de Wittgenstein o de los vieneses, afirma Popper, partes muy importantes de la ciencia (como las leyes científicas) habrían de ser consideradas como extracientíficas, al no proceder de observaciones repetidas que inductivamente han dado lugar a enunciados universales . De ahí que el criterio neopositivista de demarcación, basado en la verificación o en la confirmación, pero de hecho sustentado en el método inductivo como marca de la cientificidad, ha de ser radicalmente modificado.

Para Popper la ciencia no es nunca un sistema de enunciados ciertos e irrevocablemente verdaderos, sino todo lo contrario. La ciencia nunca alcanza la verdad, sino que se aproxima a ella proponiendo sistemas hipotéticos complejos (las teorías científicas) que permiten explicar más o menos fenómenos empíricos, pero nunca todos los hechos que se pueden presentar en una disciplina determinada y en un momento histórico dado como base empírica de dicha ciencia. Los científicos deducen, a partir de dichos sistemas hipotéticos, consecuencias que coinciden en mayor o menor grado con la experiencia. Pero las teorías científicas nunca son categóricas, sino conjeturales. La función de la empiria consiste en refutarlas, o en el mejor de los casos en corroborarlas en un cierto grado, pero no en ratificar ni en confirmar las teorías.

Surge así el nuevo criterio de demarcación entre ciencia y no ciencia: una teoría es científica si puede ser falsada por medio de la experiencia (en el caso de las teorías empíricas) o por medio de su contradictoriedad interna (en el caso de las teorías lógicas y matemáticas). Para Popper, “las teorías no son nunca verificables empíricamente”, pero sí han de ser contrastables con ella. En lugar de elegir un criterio positivo de contrastación, hay que tomar uno negativo:

No exigiré que un sistema científico pueda ser seleccionado, de una vez para siempre, en un sentido positivo; pero sí que sea susceptible de selección en un sentido negativo por medio de contrastes o pruebas empíricas: ha de ser posible refutar por la experiencia un sistema científico empírico.

La posibilidad de mostrar la falsedad de una teoría científica mediante la experiencia, por ejemplo a través de las predicciones que deductivamente se derivan de ella, es el signo distintivo del saber científico frente a otro tipo de saberes. Esta falsabilidad es un criterio de demarcación, pero no de sentido. Aquello que no versa sobre la experiencia ni es falsable por ella puede perfectamente tener sentido, pero sin ser científico. Popper no reprocha a la metafísica clásica, ni en general a la religión, o a la poesía, o al arte su ausencia de sentido, como sí hicieran Carnap y el Círculo de Viena. Él afirma incluso que la metafísica puede tener valor para la ciencia empírica. Lo que ocurre es que, entre aquellos enunciados empíricos que tienen sentido (por ejemplo, “surgirá una bola de fuego del cielo” y “aparecerá el cometa Halley el año 1986) el primero no es falsable y el segundo sí; en esa medida, sólo el segundo es un enunciado científico.

Popper propone la falsabilidad como criterio de demarcación basado en una asimetría lógica entre la verificabilidad y la falsabilidad. Un enunciado universal nunca es deductible a partir de los enunciados singulares, por muchos que éstos sean, como ya vimos en el análisis popperiano del problema de la inducción; pero, en cambio, un enunciado singular sí puede contradecir un enunciado universal, y por lo tanto refutarlo.

En consecuencia, por medio de inferencias puramente deductivas (valiéndose del modus tollens de la lógica clásica) es posible argüir de la verdad de enunciados singulares la falsedad de enunciados universales.

La relación metodológica adecuada entre teoría y experiencia es pues la tentativa de falsación. Un enunciado universal del tipo «todos los hombres son mortales» no puede nunca ser comprobado experimentalmente por muchos que fuesen los casos singulares en los que, en efecto, se certificase que también este individuo singular había muerto. En cambio, es muy fácil refutar dicho enunciado por la vía de la experiencia. Bastaría mostrar (incluso observacionalmente) que un determinado hombre no ha muerto -por ejemplo, tras varios siglos de existencia- para que el enunciado universal quedase, si no plenamente refutado, sí puesto seriamente en cuestión. En esa medida, dicho enunciado puede ser plenamente aceptable en una disciplina científica como la biología por su enorme contrastabilidad con la experiencia. Y otro tanto cabría decir de enunciados científicos más especializados, como los enunciados de leyes, que normalmente son proposiciones universales que se refieren a la experiencia, y que por consiguiente pueden ser falsados con facilidad con sólo un contraejemplo fáctico que se encuentre. Por el contrario, otro tipo de afirmaciones nunca podrían ser refutadas experimentalmente, o cuando menos sólo serian falsables con grandes dificultades y de forma dudosa. La facilidad para la falsación empírica caracteriza el saber científico, y por lo mismo cabe distinguir grados de contrastabilidad en unas u otras teorías.

La regla lógica fundamental en las ciencias empíricas pasa a ser el modus tollens, cuya forma de expresión es la siguiente:

[(p ® q) . ~ q] ®  ~ p

Para demostrar que una proposición p es falsa, basta demostrar deductivamente su contradictoria, ~p. Y, a su vez, para ello puede seguirse la vía indirecta (paralela desde el punto de vista deductivo a la clásica reductio ad absurdum) de examinar alguna de las consecuencias, q, que se derivan de la proposición p. Si conseguimos demostrar:

por un lado                  p  ® q

 

y por otro                    ~ q

­­­­­­­­­­­                                     ­­­­

podemos concluir         ~ p

con lo cual hemos logrado nuestro objetivo de refutar p: la hipótesis p ha de ser eliminada (quitada, tollere) porque si la admitimos, dado que de ella se deduce q y q es falsa (por ejemplo, porque comprobamos empíricamente que no ocurre q) llegamos a un absurdo; luego hemos de aceptar la falsedad de p, en virtud de que de lo verdadero nunca se deduce lo falso.

Vemos pues que Popper conjuga su tesis de la estructura deductiva de las ciencias empíricas con la contrastación teoría/empiria en base a esta regla deductiva que es el modus tollendo tollens, y que sería de continua aplicación en el razonamiento experimental. Por el contrario, la verificación y el modus ponens no tienen aplicación en las ciencias experimentales en el caso de los enunciados universales. La asimetría entre enunciados universales y singulares, desde el punto de vista de las propiedades lógicas del condicional, es la tesis que sustenta el criterio popperiano de falsabilidad.

Obsérvese que, como ya sucedió en el caso del Círculo de Viena, Popper no exige una falsación ya efectuada para atribuir carácter científico a una proposición, sino la falsabilidad en principio. Una teoría auténticamente científica es la que no sólo se limita a presentar sus hipótesis y sus consecuencias, sino que además delimita los distintos modos en los que dichas consecuencias podrían ser refutadas experimentalmente. La metafísica clásica no se ha preocupado nunca de este aspecto, limitándose a enunciar y a argumentar sus tesis, pero sin sugerir los medios concretos mediante los cuales dichas teorías podrían ser contrastadas con la experiencia. En cambio, la ciencia sí lo ha hecho, en mayor o menor medida, y por eso la falsabilidad es un criterio adecuado de demarcación.