RACIONALISMO
Se ha criticado el idealismo subyacente a los postulados
racionalistas, acusándolo de "petrificar" y "falsificar" la realidad en
detrimento de "lo vital". Pese a ello, su mérito consistió en liberar e
higienizar a la razón de todos los prejuicios heredados.
Si en el lenguaje ordinario se denomina racionalista a aquella persona que
rehuye de toda creencia infundada o superstición y que no reconoce más
evidencia que la aportada por la sola luz de la razón, en el contexto de la
filosofía este término hace relación a una particular corriente filosófica
surgida en el siglo XVII de manos de
René Descartes (La Haye, Francia, 1596-1650) y cuyos máximos
exponentes fueron Baruch Spinoza (Amsterdam, 1632-1677) y
G. Wilhelm Leibniz (Leipzig, 1646-1716).
Tradicionalmente se suele contraponer el racionalismo a otro movimiento
aparecido paralelamente en Inglaterra, el empirismo de Locke,
Berkeley y
Hume, aunque ambas corrientes mantienen ciertos rasgos generales propios
de la modernidad a la que representan.
Rasgos epocales de la filosofía racionalista
Cabría destacar en primer lugar, la primacía otorgada al problema del
conocimiento. Efectivamente, los filósofos modernos se caracterizan por
anteponer la gnoseología a toda otra cuestión, gnoseología que posee un
carácter genético, es decir, se investiga el origen, la génesis de los
procesos de conocimiento, cuyo valor de verdad o falsedad es determinado con
posterioridad a su origen.
La segunda característica que comparten las corrientes filosóficas de la
modernidad consiste en la asunción de una postura claramente subjetivista.
El hombre se encuentra imposibilitado para conocer directamente la realidad,
las cosas en sí, tal y como son. Perdida la ingenuidad de un realismo
goseológico, se hace necesario reorientar la pregunta acerca de lo real:
¿Conocemos las cosas tal y como son o son las cosas tal y como las
conocemos?. La realidad ha dejado de ser evidente, porque no puede ser
conocida más que mediatamente, a partir de nuestras ideas o representaciones
mentales, esto es: a partir del propio sujeto cognoscente y no del mundo en
sí.
Racionalistas y empiristas tendrán que enfrentarse antes que nada con la
cuestión del sujeto como origen de todo conocimiento acerca de lo real y con
la cuestión de las posibilidades y límites de tal conocimiento. Lo obvio es
el sujeto que conoce, a partir del cual se construye lo real, el mundo "extramental":
Subjetivismo y gnoseología tienen como consecuencia inmediata la importancia
otorgada a la investigación sobre el método. Se tiene conciencia de una
ruptura con el Renacimiento y la seguridad de que se está haciendo y
estrenando un nuevo saber. De la preocupación fundamentalmente filológica de
los renacentistas, de su revolución orientada hacia el pasado, se pasa a una
revolución que, desde el presente, se ordena hacia el futuro desde una
perspectiva optimista de progreso.
El paulatino despegue de las ciencias particulares, favorecido por la
independencia gradual de toda investigación respecto a los dogmas de la
religión y la tradición hacía necesaria la investigación de un método que
desechara todo aquello que no pudiera diferenciarse rigurosamente ni de lo
verdadero ni de lo falso. El ámbito de la conjetura, de lo probable no puede
mantenerse si lo que se pretende es construir una ciencia cuya
característica fundamental sea la certeza, su absoluta indubitabilidad. Por
eso, la preocupación por establecer un método seguro y riguroso fue uno de
los intereses primordiales de esta época.
Características fundamentales de la filosofía racionalista
1. Plena confianza en la razón humana
los filósofos racionalistas le otorgan un valor extremo a la razón entendida
como la única facultad susceptible de alcanzar la verdad. La oposición
típica en la Edad Media entre razón y fe (Revelación) o entre filosofía y
religión, es sustituida ahora por la contraposición entre las verdades
racionales frente a los engaños o ilusiones de los sentidos. Razón se opone
a sensibilidad, experiencia, conocimiento sensoperceptual, no a fe.
2. Existencia de ideas innatas
Siguiendo la tradición abierta por Platón, para el cual el conocimiento
verdadero podía ser alcanzado a través del recuerdo, al estar las Ideas de
algún modo "presentes" en el alma humana, los racionalistas afirman que la
conciencia posee ciertos contenidos o ideas en las que se encuentra asentada
la verdad. La mente humana no es un receptáculo vacío, ni una "tabla rasa"
como defendieron los empiristas, sino que posee naturalmente un número
determinado de ideas innatas o naturalezas simples (como las denomina
Descartes) a partir de las cuales se vertebra y fundamenta deductivamente
todo el edificio del conocimiento. La característica fundamental de tales
ideas es su simplicidad, claridad y distinción, es decir, la evidencia. En
Descartes las ideas innatas y en particular la idea de Dios garantizan y son
los pilares desde los que reconstruir con plena certeza todos los saberes,
desde la física hasta la metafísica. En Leibniz, por ejemplo, las mónadas
contienen ("como semillas") una perspectiva parcial de la totalidad del
universo, son un microcosmos en el que se refleja el macrocosmos.
3. Adopción de un método de carácter matemático
Todos los racionalistas tomaron como modelo el método utilizado por la
matemática y la geometría: Descartes lo desarrolló en su obra Reglas para
la dirección del espíritu; Spinoza en el Tratado de la reforma del
entendimiento y Leibniz en su De Arte combinatoria, que estaba
inspirado en Ramón Llull.
La utilidad del método estriba no sólo en escapar del error, sino que
persigue una intención clara: la unificación de las ciencias e incluso la
creación de una "Mathesis Universalis" o ciencia cierta de carácter
universal que pudiera utilizar un lenguaje simbólico matemático con el que
analizar y reducir a lo simple (y cierto) toda proposición compleja de la
ciencia.
En las Regulae ad directionem ingenii (Regla IV) define Descartes el método
de la siguiente manera:
"Así pues, entiendo por método reglas ciertas y fáciles, mediante las
cuales, el que las observe exactamente no tomará nunca nada falso por
verdadero, y, no empleando inútilmente ningún esfuerzo de la mente, sino
aumentando gradualmente su ciencia, llegará al conocimiento verdadero de
todo aquello de que es capaz."
El método es una propedeútica: sana, cura el entendimiento y lo orienta a la
conquista de la verdad, reduciendo toda cuestión compleja a elementos
simples, claros y distintos (evidentes) que son conocidos mediante una
intuición intelectual, despojada de toda sensibilidad e independiente del
ámbito de la experiencia (a priori).
4. Metafísica basada en la idea de substancia
La metafísica racionalista desvía la atención del ser (to ón) a la
substancia (substantia) y adelgaza la división categorial de
Aristóteles a tres únicos fundamentos: substancia, atributos (esencia o
naturaleza de la substancia) y modos (cualificaciones, afecciones y
variaciones de la substancia).
Por substancia entienden los racionalistas "aquello que existe de tal manera
que no necesita de ninguna otra cosa para existir" (Descartes). Ahora bien,
no todos estos filósofos admitieron el mismo número de ellas ni le otorgaron
las mismas características. Descartes afirmó la existencia de tres
substancias distintas (res infinita o Dios, res cogitans o pensamiento y res
extensa o substancias corpóreas), lo cual le condujo al establecimiento de
un acusado dualismo que escindió la realidad en dos ámbitos heterogéneos (lo
corporal o material y lo espiritual) irreconciliables entre sí y regidos por
leyes absolutamente divergentes (leyes mecánicas para el mundo físico).
Spinoza afirmó la existencia de una única substancia, "Deus sive
substancia, sive natura", que le hizo desembocar en una postura
panteísta: pensamiento y extensión son atributos de Dios, única substancia
existente, por lo que tanto el pensamiento (alma) como las cosas materiales
no pueden ser consideradas sino como sus modos, no como entidades
independientemente existentes.
Leibniz, sin embargo, adoptó un pluralismo metafísico que afirmaba la
existencia de infinitas substancias simples o mónadas caracterizadas por ser
inextensas,, simples, impenetrables y dotadas de percepción y apetición. La
mónada es una cierta energía, fuerza o entelequia (alma) que sigue el orden
inexorable de una armonía preestablecida por Dios.
5. El mecanicismo
Aunque no fue adoptado por todos los racionalistas (Leibniz, por ejemplo),
el mecanicismo fue el paradigma científico predilecto para la mayoría de
ellos. Según éste, el mundo es concebido como una máquina, despojada de toda
finalidad o causalidad que vaya más allá de la pura eficiencia: todo se
explica por choques de materia en el espacio (lleno) y no existen fuerzas
ocultas o acciones "a distancia". El mundo es como un gigante mecanismo
cuantitativamente analizable.
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