Urmson, J. O. (1994): Enciclopedia Concisa de Filosofía y Filósofos. Madrid: Cátedra. Pp. 340-341.

RACIONALISMO, en el uso de los filósofos, es la característica de una teoría filosófica que afirma que mediante el razonamiento puro, sin recurrir a ninguna premisa empírica, podemos llegar a un conocimiento sustancial de la naturaleza del mundo. Existe también un uso bien conocido de la palabra que hace referencia a la concepción de que la fe en lo sobrenatural es inadmisible y que las afirmaciones religiosas deben ser comprobadas por criterios racionales, pero en ausencia de una evidencia clara de lo contrario, se supondrá que es el primer sentido de la palabra el que se da en los textos de filosofía moderna. Es en este sentido en el que DESCARTES, Leibniz y Espinosa son citados como ejemplos clásicos de racionalismo.

El racionalismo se opone al empirismo, la doctrina de que la experiencia es la base necesaria de todo nuestro conocimiento; pero ninguno de estos términos tiene un significado preciso. Así, podríamos esperar que un empirista puro afirmara que todo conocimiento requiere premisas empíricas, y J. S. Mill en ocasiones sí hizo esta afirmación; para él incluso las verdades matemáticas son generalizaciones empíricas. Pero muchos empiristas han admitido que las verdades matemáticas son a priori; siguen siendo considerados empiristas si afirman que las verdades matemáticas son analíticas, verdades formales que no dan información sobre la naturaleza del mundo. Así, hay una tendencia a considerar que el racionalista es aquél que afirma tener conocimiento sintético a priori, que afirma conocer, completamente o en parte, que el mundo es tal por la razón pura. Pero Leíbníz suele ser considerado el más extremo de los racionalistas porque afirmó que en principio todas las verdades podían ser conocidas por el razonamiento puro, no siendo la experiencia más que un sustituto inferior de la razón; con todo, Leibniz mantenía que todas las verdades de la razón estaban garantizadas por el principio de contradicción y que, por tanto, eran, con la terminología moderna, analíticas. Sin embargo, la afirmación de Leibniz de que lo que contradice a toda proposición verdadera es autocontradictorio, es muy paradójica, y podemos decir que el racionalista es aquél que defiende el conocimiento que no está basado en la experiencia sensible y que no puede ser considerado sin paradoja como algo puramente formal. Pero esto sigue siendo poco preciso; Kant defendió el conocimiento sintético a priori, pero afirmó que no era racionalista porque no se trataba del conocimiento dogmático sobre las cosas mismas, sino sólo sobre los fenómenos; pensó que una de las principales virtudes de su sistema crítico era que evitaba ser racionalista o empirista. No debemos buscar una precisión que no se puede encontrar; por racionalismo los filósofos significan posiciones parecidas, o suficientemente parecidas, a la de Descartes, que probó la existencia de Dios y del mundo físico a partir de una premisa considerada racionalmente indudable, «Pienso, luego existo». No existe ningún criterio de qué sea lo que se parezca suficientemente a esto.

La inmensa mayoría de los filósofos niegan hoy en día la posibilidad de deducir racionalmente las verdades que no estén implícitas en las premisas; es muy poco característico de la filosofía moderna proceder mediante supuestas pruebas de teoremas a través de una estricta argumentación. La principal tarea de los filósofos no empiristas es, por tanto, ahora encontrar un procedimiento de sustitución de !a prueba racionalista como método de justificación de sus creencias.