ESCUELA DE FRANKFURT

 

Ferrater-Mora, José (1994): Diccionario de Filosofía. Barcelona: Ariel. Pp. 1393-1396

 

 

El interés en Alemania por el marxismo, después de la primera guerra mundial, se concretó en los esfuerzos llevados a cabo por Felix J. Weil, Friedrich Pollock y otros en vista a establecer un instituto permanente de estudios. En 1922, Kurt Albert Gerlach propuso al Ministerio de Educación la creación de un Institutfür Sozialforschung (Instituto de investigación social) con una base económica autónoma y afiliación académica con la Universidad de Frankfurt. El primer director del Instituto, en 1923, fecha oficial de fundación, fue Carl Gründberg, conocido por el Gründberg Archiv o Archivfür die Geschichte des Sozialismus und derArbeiterbewegung (Archivo para la historia del socialismo y del movimiento obrero), del que se publicaron los vols. 1 al XV (1910-1930). Le sucedió en la dirección Max Horkheimer. La principal publicación del Instituto fue el Zeitschriftfür Sozialforschung, donde colaboraron, además de Horkheimer, Theodor W. Adorno, Erich Fromm, Walter Benjamin, Herbert Marcuse y también Pollock, Franz Borkenau y Karl August Wittfogel. Del Zeitschrift se publicaron los vols. I-VIII, 2 (1932-1939), y su continuación, los Studies in Philosophy and Social Science VIII, 3 a IX, 3 (1939-1941). No todos los volúmenes del Zeitschrift se publicaron en Alemania. Los nacionalsocialistas tomaron el poder, el Instituto se cerró en 1933 y, con la diáspora de intelectuales alemanes, llegó el exilio para muchos miembros y colaboradores del Instituto. El establecimiento de ramas del Instituto -una, en París; otra, en Nueva York, en afiliación con la Universidad de Columbia- permitió la continuación de algunos de los trabajos de investigación, a la vez que agregó nuevos colaboradores. Oportunamente se deshicieron los lazos con la Universidad de Columbia. Con el tiempo, y ya terminada la segunda guerra mundial, varios de los más destacados miembros del Instituto, que se reabrió oficialmente en 1951, regresaron a Alemania.

A veces se establece una diferencia entre el Institutfür Sozialforschung de Frankfurt y la Escuela de Frankfurt. Esta distinción se justifica por el hecho de que el Instituto pasó por numerosas vicisitudes -puntualmente reseñadas en la obra de Martin Jay- que no están directamente relacionadas con el desarrollo de la citada escuela. Además, ha habido miembros y colaboradores del Instituto que no pueden adscribirse simplemente a la Escuela de Frankfurt. Se habla más bien de la «Escuela de Frankfurt del Instituto de Investigación Social». Para abreviar se usa la expresión 'Escuela de Frankfurt' y sus «miembros» son los «frankfurtianos».

Quiénes son o no frankfurtianos ha sido objeto de disputa. No hay duda de que lo son Max Horkheimer y Theodor W. Adorno, que pueden considerarse, además, como «padres» o «fundadores» de la escuela. Parece difícil negar que lo sea Herbert Marcuse. Se incluye asimismo entre los frankfurtianos a Walter Benjamin. Como cada uno de estos autores ha expresado ideas diversas y se ha ocupado de gran variedad de asuntos, es difícil encontrar siempre elementos ideológicos comunes, aunque en algunos casos, como en Horkheimer y Adorno, ha habido una colaboración muy estrecha. Se ha planteado el problema de si es legítimo adscribir asimismo a la Escuela de Frankfurt a autores de generaciones posteriores, como por ejemplo, Jürgen Habermas. Si se sigue un criterio muy amplio, Habermas ha de ser considerado como un frankfurtiano, porque, a despecho de diferencias muy apreciables entre sus ideas y preocupaciones filosóficas con respecto a las de Horkheimer y Adorno, hay grandes semejanzas en los puntos de partida y en ciertas orientaciones últimas. El amplio criterio indicado permite considerar como frankfurtianos a una serie de autores nacidos entre 1929 (fecha de nacimiento de Habermas) y 1941. Tales son Alfred Schmidt (nac. 1931), Wolfgang Fritz Haug (nac. 1936), Claus Offe (nac. 1940), Reimut Reiche (nac. 1941), Paul Breines (nac. 1941), Joachim Bergmann (nac. 1933), Heide Berndt (nac. 1938) -todos estos filósofos figuran en el volumen colectivo Antworten zu Marcuse, 1968, ed. J. Habermas (trad. esp.: Respuestas a Marcuse., 1969 [con bibliografías de obras de MJ]-. Si se sigue un criterio estricto, en cambio, hay que considerar que Habermas representa una «desviación» fundamental con respecto al «frankfurtismo» clásico y, a fortiori, cabe decir lo mismo respecto a autores como los demás indicados últimamente.

Las diferencias entre los frankfurtianos dependen en gran parte de las correspondientes interpretaciones del marxismo y, según algunos, de la mayor o menor proximidad a Marx, desde Horkheimer y Adorno, bautizados a veces como «neomarxistas», hasta Habermas, a quienes algunos niegan que entronque con ninguna tradición marxista. Dependen asimismo de la intensidad de las preocupaciones filosóficas (ontológicas y epistemológicas especialmente), del mayor o menor acercamiento al psicoanálisis, de los tipos de pensamiento filosófico contemporáneo -vitalismo bergsoniano o simmeliano, fenomenología husserliana, neopositivismo, etc- que cada uno de los frankfurtianos haya tenido principalmente en cuenta en sus estudios, ya sea para adoptar algunos de sus aspectos, o bien para reaccionar frente a ellos. A pesar de las diferencias se puede descubrir siempre entre los frankfurtianos un «aire de familia» que los distingue de otras corrientes filosóficas contemporáneas, incluyendo otras corrientes marxistas o neomarxistas, tanto «ortodoxas» como «heterodoxas». En general, ha sido característico de los frankfurtianos el defender lo que han llamado «teoría crítica» contra la titulada «teoría tradicional». De algún modo, 'Escuela de Frankfurt' y 'teoría crítica' son expresiones intercambiables. Ha sido asimismo característico de los frankfurtianos el haberse opuesto tanto a la mera especulación filosófico-sociológica, sin engarzar con problemas concretos, como al empirismo positivista y a la insistencia en la importancia capital de los métodos cuantitativos. Así, la filosofía y la sociología de los frankfurtianos es una muestra de «crítica concreta» dominada por la teoría, pero un tipo de teoría que aspira a comprender sus propias limitaciones porque trata de comprender las raíces históricas que la mueven.

La Escuela de Frankfurt ha experimentado una evolución que no ha consistido solamente en el paso de las ideas de la «primera generación» (Horkheimer, Adorno, Marcuse) a otra generación (Habermas y otros), porque los miembros de la citada primera generación, especialmente después de lo que se ha llamado su «experiencia americana», fueron cambiando sus puntos de vista en el sentido de desarrollar una filosofía de la historia que, si bien conservando motivos marxistas, iba más allá de conceptos como el de la lucha de clases. Importante fue ya, en autores como Horkheimer, el examen de los caracteres de la llamada «razón instrumental», como razón que, además de justificar el statu quo social (e histórico), resulta incapaz de dar cuenta de la función que ha desempeñado el desarrollo de la ciencia y de la técnica en el sentido de la dominación de la Naturaleza, y también en el sentido del aumento de las fuerzas represivas. Así, desde Horkheimer y Adorno hasta Marcuse y luego Habermas se ha desarrollado entre los frankfurtianos la tendencia a una denuncia de los procesos falsamente liberadores y emancipadores, entre los cuales cabe incluir por lo menos algunas de las tendencias naturalistas del marxismo. La busca de la razón que pudiera dar cuenta de las decisiones a tomar -razón igualmente opuesta al totalitarismo y al liberalismo- ha sido el norte de muchas de las investigaciones y especulaciones de los frankfurtianos. Algunos de éstos han desembocado en un pesimismo respecto a las posibilidades de la razón y de la historia humanas. Otros, en cambio, han tratado de abrir camino hacia un tipo de racionalidad abierta, unido a una teoría general de la comunicación humana, cuya objetividad está muy alejada tanto del mero formalismo como de los postulados de un supuestamente estrecho empirismo.

El carácter exploratorio -tanto por el lado de la reflexión filosófica corno por el lado de los estudios de carácter más concreto (sobre el autoritarismo, el papel del yo, la familia, la Ilustración, los prejuicios, la ciencia, la técnica, etc.)- del trabajo de los frankfurtianos hace especialmente difícil sentar ninguna serie de tesis «comunes» a todos ellos, o siquiera a su mayoría. Como ocurre, por lo demás, con otras «escuelas filosóficas», lo que distingue a los frankfurtianos, inclusive a los más «recientes», de otras escuelas –tendencias marxistas, positivistas, popperianas, etc- es un cierto estilo de pensar que se expresa especialmente en el tratamiento de temas de filosofía de la cultura, filosofía de la historia, antropología filosófica, sociología filosófica y disciplinas afines. En lo que toca al punto que más frecuentemente ha sido debatido, esto es, a las relaciones entre la Escuela de Frankfurt y el marxismo, cabe estar de acuerdo con la tesis de Martin Jay, según el cual los frankfurtianos han presentado, desde luego, una revisión del marxismo, pero ha sido de carácter tan sustancial que ya no puede arrogarse el derecho de contar entre una de las múltiples manifestaciones de la tradición marxista; en todo caso, los frankfurtianos han dejado de insistir en la premisa de la estrecha unión de la teoría con la práctica; un hecho que puede explicar que para ciertos marxistas el frankfurtismo aparezca como teñido de elementos «escépticos» y hasta «anarquistas».

Por lo demás, las diferencias entre las dos generaciones de frankfurtianos antes mencionadas se expresan en las actitudes respectivas acerca de las «ortodoxias» que cada una de ellas tiene en cuenta en sus críticas: la ortodoxia más tradicionalmente marxista en el caso de la primera generación, y esta ortodoxia más la engendrada por dicha primera generación en los autores más recientes. Al tocar estos puntos en el prefacio a la trad. española del libro Antworten zu Marcuse, antes citado (Respuestas a Marcuse, 1968), Manuel Sacristán apunta que «la calidad de esta crítica [la de varios jóvenes frankfurtianos capitaneados por Habermas], nacida del mismo tronco de lo criticado, es una buena pieza de evidencia que oponer a la sobreestimación de las 'ortodoxias'. Pero en sentido opuesto y complementario, su eficacia la hace muy valiosa para superar también la moda sobreestimadora de la gesticulación 'heterodoxa' pseudoteórica» (op. cit., pág. 9).