I D E A L I S M O
¿Conocemos la realidad tal y como es en sí misma o la realidad es tal
y como la conocemos? En esta pregunta radica no sólo el problema
gnoseológico acerca de lo que podemos conocer, sino la cuestión metafísica
del "ser" de lo conocido. Por idealismo podemos entender fundamentalmente
dos cosas: un idealismo de los ideales y un idealismo de las ideas.
El primero se refiere a la esfera de la praxis, abarcando tanto
presupuestos éticos como políticos y apunta a toda doctrina
o actitud que hace consistir las cosas, lo real, en lo ideal,
entendiendo por tal el modelo que representa las cosas de la manera mejor o
más perfecta posible, al poseer el mayor grado de cualidades deseables en su
especie, tanto si éstas son realizables como si no. En este último caso, el
idealismo se convierte en utopismo y, en ambos, es contrapuesto al
realismo, que consiste en atenerse a los hechos "contantes y sonantes",
a lo pragmático, prescindiendo de aquellos anhelos y aspiraciones que puedan
confundir el "ser", con el "deber ser".
El idealismo de las ideas posee una índole más filosófica que el
anterior, y hace referencia a toda doctrina que afirma que el sujeto (la
conciencia, el "yo", la mente, o el espíritu) es el punto de partida y el
origen de toda reflexión sobre el mundo. Esto quiere decir que la
realidad no es conocida por sí misma y que conocer no es adecuar el
pensamiento a las cosas, a lo "dado". Antes bien, es la propia realidad la
que ha de inferirse de las "ideas" y representaciones que tenemos sobre
ella. Es el sujeto el punto de partida de todo conocimiento, aquel que
otorga sentido e, incluso, "construye" o crea la realidad.
El idealismo de las ideas afecta, por lo tanto, tanto a aspectos
gnoseológicos (pregunta por el conocimiento, su origen y sus límites) como
metafísicos (pregunta por el "ser" de aquello que conocemos). Lo que sea el
ser va a identificarse con lo que auténticamente puedo conocer de él.
El ser es lo cognoscible con evidencia y se identifica con lo dado o
contenido en la conciencia, aunque esto no implica necesariamente que todo
idealismo reduzca el ser a un contenido de conciencia o que postule que el
sujeto "construye" o produce toda realidad. Como podemos observar, los
aspectos gnoseológicos y ontológicos se encuentran íntimamente imbricados.
El idealismo sospecha que en toda postura realista hay un poso de ingenuidad
y un alto grado de optimismo encarnado en la creencia de que la verdad
consiste en la adecuación de mi pensamiento con la cosa, lo que implica no
sólo que la realidad "tiene" que ser plenamente racional, sino que nuestro
propio pensar participa de esa misma estructura racional e incluso se
"identifica" con ella. El idealismo, en alguna de sus manifestaciones
filosóficas, supone un freno, una actitud de cautela no tanto respecto al
conocimiento sensible como a la totalidad de nuestro pensamiento y de lo
real.
Ahora bien, el realismo y el idealismo no apuntan a ámbitos contradictorios
entre sí. Desde posturas realistas, empíricas y racionalistas caben
posiciones idealistas.
En función del tipo de sujeto o conciencia que consideremos, pueden
distinguirse dos tipos generales de idealismo:
1. Si la conciencia o el sujeto se
considera como algo real o como una entidad psíquica e individual, nos
hallamos frente a un idealismo subjetivo o psicológico. Es la
conciencia individual la dadora de ser, y éste último se reduce a lo
percibido por mí. La entidad del ser es psicológica al igual que la
actividad de la conciencia. Dentro del idealismo subjetivo podemos encuadrar
tres corrientes:
A. El idealismo del filósofo empirista G. Berkeley, para el que
el ser se define por referencia exclusiva a mi percepción del ser. El ser
de las "cosas" se agota en su ser percibido, es decir: identifica "ser"
con "ser percibido" ("esse est percipi") lo que hace necesaria la
existencia "real" y empírica del ser percipiente. A parte de la conciencia
y de lo percibido por ella no hay ninguna otra clase de seres (negación de
una realidad substancial "extramental"). Sin embargo, Berkeley remitirá a
Dios el orden y la coherencia de esa realidad psicológica.
B. La rehabilitación por parte del empiriocriticismo del idealismo de
Berkeley, representado por la filosofía de Avenarius.
C. La filosofía gnoseológica de la inmanencia desarrollada desde finales
del siglo XIX, cuyos máximos exponentes serían Wilhelm Schuppe, Max
Kaufmann, Schubert-Soldern, Martin Keibel e incluso el propio Mach
y Avenarius. Este último pretende llevar a cabo una crítica de la
experiencia pura y realizar un examen de la fenomenología. Mach se centra
en un análisis de las sensaciones que la libere de sus supuestos
metafísicos, sobre todo de los dualismos sujeto/objeto y realidad
física/realidad psíquica. La filosofía de Mach es sensacionista. En
Schuber-Soldern el inmanentismo desembocará en un solipsismo
radical recogido en la afirmación: "lo que existe soy yo, y yo soy todo lo
que existe".
2. Tomando como criterio de distinción
el tipo de conciencia, podemos considerar otra forma de idealismo distinta a
la anterior, el idealismo objetivo o lógico-trascendental, para el
cual, la conciencia se concibe desde un punto de vista ideal y general, no
real e individual. La conciencia no es una entidad empírica o psicológica,
sino un sistema de estructuras lógicas, un sujeto general e, incluso,
universal. A esta corriente pertenecen:
A. El idealismo trascendental de Kant, para el que el
conocimiento es fruto de una síntesis entre lo dado al sujeto cognoscente
(un material desordenado y caótico) y lo aportado o "puesto" por ese mismo
sujeto en el acto de conocer: ciertos esquemas previos (formas puras a
priori), a través de los cuales se organiza y estructura ese material.
La universalidad y necesidad de las leyes que observamos en las
matemáticas, la lógica y en la naturaleza provienen de la estructura
cognoscitiva del sujeto. Es el sujeto el que impone sus leyes, no la
realidad exterior.
B. Actualmente se entiende por idealismo a la corriente filosófica
denominada idealismo alemán, representada por Fichte,
Schelling y Hegel que fue continuada por otros filósofos como
Schopenhauer y Bradley. Surgida como una transformación del
pensamiento kantiano, el idealismo alemán sostiene que el mundo es el
producto de una Idea o Razón Absoluta (infinita y universal), de carácter
histórico, cuyo despliegue en el tiempo constituye lo que llamamos mundo,
historia, hombre y los productos de la humanidad. Esta Razón absoluta se
desarrolla dialécticamente a partir de contradicciones que son resueltas y
reconciliadas en un progreso constante que tiende a un fin: la
coincidencia del ser y el pensar, la realización plena de la Idea.
C. La fenomenología de Edmund Husserl también
puede ser incluida en esta forma de idealismo. El yo, la conciencia, ocupa
un lugar central en su doctrina y es el punto de partida de su filosofía.
El yo puro se obtiene como una depuración realizada a través de la
reducción trascendental. La conciencia pura no es una "realidad" o una "substancia",
sino que es "pura inteligibilidad".
D. Así mismo, puede considerarse perteneciente a esta clase de idealismo a
la Escuela de Marburgo, de orientación neokantiana, cuyos
principales representantes son Hermann Cohen (su fundador), Paul
Natorp y Ernst Cassirer.
De todas formas, estas corrientes no agotan el sentido del idealismo. Así,
Heimsoeth postula que la primera actitud idealista en la historia
de la filosofía surge en el cristianismo, fundamentalmente
con la figura de San Agustín, el primero que reivindica la
interioridad, la intimidad como punto de partida de todo conocimiento.
Para Etienne Gilson, sin embargo, el primer filósofo idealista es
René Descartes, cuyo idealismo sólo puede ser considerado como algo
provisional; un punto de partida, no de llegada, ya que, al final, defiende
un realismo metafísico, garantizado por Dios, y al margen de la conciencia
empírica objetiva: existe una realidad externa, la res extensa, y una res
infinita o Dios.
Así mismo, podemos considerar como idealista la tesis que afirma que son las
ideas las que determinan de manera radical los procesos históricos.
Denominado idealismo histórico, este postulado ha sido defendido por
autores como Hegel o Augusto Comte (el padre del Positivismo).
Frente a esta tendencia se alzará el materialismo histórico de
Karl Marx, para el cual las ideas pertenecen a una "superestructura"
que está condicionada por la estructura económica de la sociedad, su
verdadera base real, y no a la inversa.
|