Título original: Anti-Rationalism
Autor: Michael Albert
Origen: Z Magazine
Traducido por Mateu Llas y revisado por Gabriel Alonso, Enero 1999
http://www.zmag.org/Spanish/index.htm
Por Michael Albert
Una moda antirracionalista se extiende por nuestra sociedad. Es difícil
determinar su alcance y magnitud pero parece ser muy
pronunciada en diversos segmentos de la izquierda. Las siguientes experiencias
pueden servirnos de ejemplo.
Hará unos ocho meses, en una charla a un grupo de activistas y académicos en Amherst, MA [Massachussets], uno de los ponentes es repetidamente tachado de "demasiado lógico". Se le dice que presenta demasiadas evidencias, hipótesis y argumentaciones y pocas descripciones emotivas. Su "estilo científico" hace inútiles sus palabras. De esta manera, sus ideas quedan descartadas a priori.
Pocas semanas después, una editorial anarquista del Medioeste aconseja a los activistas que en adelante duden de los escritos de un comentarista muy respetado hasta la fecha. Resulta que el tipo es partidario en exceso de la "Tecnología Occidental". Se muestra favorable a demasiadas propuestas tecnológicas, y debido a esta devoción, sus declaraciones quedan bajo sospecha.
Más recientemente, una izquierdista de Nueva York asiste a una conferencia en la cual es criticada por cierto número de personas por ser "demasiado directa" expresando abiertamente su claro desacuerdo con una presentación. Cuando replica que su franqueza es honesta, y por tanto buena, le contestan que la franqueza es "demasiado displicente". En adelante, siempre que fuese necesario, debería "reinterpretar las palabras de otros para hacerlas más acordes con sus propios puntos de vista". Esto evitaría desacuerdos demasiado evidentes y "mostraría verdadero respeto".
Otro ejemplo es el de un debate que tiene lugar en Chicago porque alguien asegura que una afirmación (no recuerdo cual) sobre nuestra cultura es cierta. Otro activista le dice que eso que llama verdad no existe - ni en ese asunto ni en ningún otro. Es mejor discutir sobre interpretaciones contrapuestas, posibilidades o historias que sobre la verdad. La verdad es demasiado final, demasiado cerrada, demasiado imperativa. No existe una sola verdad, un solo ángulo de conocimiento, y, por tanto, no existen unas respuestas correctas únicas.
Finalmente, tenemos los recientes argumentos nacionales sobre JFK y Vietnam. Primero se escoge un cierto punto de vista: JFK quería acabar con la guerra y por eso le mataron. Entonces, cuando hay datos que pueden "reinterpretarse", o "modelarse", o "reinventarse" para que encajen con ese punto de vista, se hace. Por otra parte, con toda otra evidencia que contradiga la opinión preferida no hay problema, se ignora.
Podría continuar, no sólo con ejemplos concretos como los que he expuesto, sino con tendencias más amplias que incluyen el auge de las teorías conspirativas, especialmente en la costa Oeste, y, naturalmente, el miasma de la teoría postmodernista, muy extendida en el ámbito académico. El punto a destacar no es que todos estos fenómenos sean idénticos. No lo son. Tampoco es que todos expresen desacuerdos o una disminución del buen sentido. Esto no es nada nuevo. Lo importante es que todos estos ejemplos forman parte de una tendencia antiracional que eleva la antiracionalidad a la virtud y degrada la racionalidad, considerándola un defecto.
La primera vez que percibí esta tendencia, me pareció sólo otra moda
académica y arcana más que rápidamente desaparecería. Ahora, sin embargo, cuando
me doy cuenta de la cantidad de fuentes de las cuales bebe el "antiracionalismo",
me preocupa haberme dejado llevar por mis deseos en mi optimista reacción
anterior. ¿Cuáles son las reflexiones válidas que alimentan el antiracionalismo?
¿Es sensato? ¿Qué efectos puede traer consigo? ¿Cuál es el antídoto?
Las raíces válidas del antiracionalismo
El ANTIRACIONALISMO surge, en parte, de muchas reflexiones sobre la ciencia, la cual es, después de todo, el proceso de investigación más conscientemente racional. Estas reflexiones incluyen la crítica de las feministas al machismo científico, el rechazo multiculturalista del racismo científico, la defensa de la totalidad de la ecología social en oposición al reduccionismo científico, el respeto de la antropología por la experiencia como contraposición a la abstracción científica, el respeto humanista hacia diferentes maneras de conocer que difieren del "método científico", el rechazo a la propaganda científica propiciado por el sentido común, y la hostilidad de la clase trabajadora hacia el elitismo de la clase coordinadora.
1, FEMINISMO. Las críticas feministas están en lo cierto al denunciar que las preguntas que se han hecho los científicos e incluso las respuestas que han dado frecuentemente llevaban implícitas suposiciones sexistas. Es más, sin duda es cierto que las científicas han sido excluidas, relegadas a tener menos oportunidades, o presentadas como una curiosidad si han tenido éxito a pesar de las adversidades. La ciencia a menudo es sexista.
2, MULTICULTURALISMO. Como destacan los activistas multiculturales, los esfuerzos dedicados a homogeneizar las diferencias culturales, sea por asimilación o por aniquilación, han tenido el apoyo de científicos con argumentos racistas sobre diámetros craneales y similares. Por otra parte, sin duda la comunidad científica ha adoptado casi exclusivamente la cultura eurocéntrica, excluyendo de esta manera, o al menos incomodando notablemente, a los científicos del tercer mundo. La ciencia a menudo es racista.
3, ACTIVISMO ECOLÓGICO. Como afirman los Verdes, los enfoques reduccionistas
y tecnológicos dedicados a "proteger
nuestro entorno" son a menudo tan causantes del problema ecológico como las
chimeneas contaminantes o los vertidos tóxicos que tratan de solucionar.
Asimismo, no se puede negar que, frecuentemente, los científicos ignoran las
interconexiones de la realidad y a menudo enfatizan ciertas partes de ella para
excluir la posibilidad de incorporar las dimensiones holistas del pensamiento
ecológico. La ciencia a menudo contamina.
4, ANTROPOLOGÍA. Los antropólogos nos explican que los científicos
frecuentemente hacen caso omiso de la gente que no
dispone de las herramientas, el lenguaje o los métodos de la ciencia pero que,
sin embargo, han adquirido una gran sabiduría y
profundidad a través de la experiencia. Es más, la experiencia acumulada a lo
largo de la historia a menudo se pierde para siempre ignorada al sufrir el
envite de la ciencia. El conocimiento tribal de las propiedades medicinales de
varias plantas o de los métodos agrícolas capaces de prosperar sin destruir el
ambiente son ejemplos obvios de sabiduría que a menudo son denigrados, ignorados
y finalmente perdidos para siempre. La ciencia a menudo coloniza.
5, HUMANISMO. Los humanistas están en lo cierto cuando dicen que los científicos a menudo denigran las maneras no científicas de adquisición de conocimiento que ignoran las reglas de la evidencia y incluso a veces las de la lógica, maneras como la mímica, ficcionalización, expresión poética, dramatización, experiencia no-formalizada, fe, etc., sin admitir que grandes esferas de la existencia, que estos enfoques pueden explorar, resisten por completo el análisis científico. La ciencia a menuda exagera su propio poder.
6, SENTIDO COMÚN. El sentido común popular le dice a mucha gente normal que un físico nuclear defendiendo que los reactores de fisión son seguros, o un bioquímico diciendo que los cigarrillos no causan realmente cáncer, o un ingeniero sosteniendo que el trabajo debe organizarse según una jerarquía de ocupaciones que se diferencian por la cualificación y el poder de decisión, son todos unos hipócritas. Su pretencioso testimonio, experto y "ratificado estadísticamente", es puro sinsentido, empaquetado para el mejor postor. La ciencia a menudo se vende.
7, CONCIENCIA DE CLASE. Finalmente, los trabajadores no se equivocan,
naturalmente, al creer que están delante de una
verdadera e interesada ideología cuando doctores, gerentes, científicos y demás
representantes de la "clase coordinadora" afirman que su avanzado conocimiento
les da derecho a decir, sobre cualquier tema, qué es cierto y qué es falso, qué
es bueno y qué malo, desde la naturaleza del átomo hasta el significado de la
esperanza o el amor, para, en consecuencia, decidir por nosotros cómo deberíamos
vivir nuestras vidas. La ciencia a menudo explota.
La ciencia - en el sentido de un cuerpo de conocimiento verificado - es,
algunas veces, limitada, sesgada o, directamente, pura
propaganda. La ciencia - en el sentido de la práctica de acumular conocimiento
verificado - a menudo está distorsionada en sus preguntas y en las respuestas, a
menudo domina a otros con puntos de vista diferentes, y a menudo directamente es
comprada y vendida. Los científicos - es decir, las personas que acumulan
conocimiento verificado - son, a veces, estrechos de miras, mecánicos,
colonizadores o hipócritas. Es más, todos estos problemas nos los encontramos
sobretodo en los conocidos campos de la clase, la raza, el poder y el género. La
ciencia puede, por tanto, ser un proyecto totalizador ilegítimo, puede marginar
conocimiento presentado de manera poco científica, y puede defender,
aparentemente bastante racionalmente, los proyectos más odiosos, justo todo lo
que sus críticos afirman.
En Los Álamos, durante el masivo esfuerzo multidisciplinario dedicado a
desarrollar la bomba atómica, las biografías indican que ningún científico
influyente planteó una sola objeción moral sobre lo que estaba haciendo. Y lo
que es peor, un significativo número de los científicos que trabajaban en el
proyecto creían que era razonable esperar que una detonación en el aire libre de
su nueva arma inflamase la atmósfera acabando de esta manera con la vida en la
Tierra. Pero de todas formas hicieron estallar la bomba, expresando
posteriormente su alivio por haber sobrevivido para evaluar la devastación
causada.
Así pues, ¿qué hay de malo en el "antiracionalismo"?
Cuando era estudiante en el MIT (de 1965 a 1969), dediqué mucho tiempo a
luchar contra una arrogancia y una hipocresía
prácticamente absolutas de la ciencia. Bauticé como "Dachau en el Charles" a la
escuela y mostré claramente mi desacuerdo con sus destacados científicos por sus
despreciables valores y por su costumbre de usurpar imperialmente los derechos
de los demás. A causa del particular carácter del lugar, repetidamente defendí,
con la ayuda de la lógica y de airados ejemplos emotivos, que no había nada malo
en dejarse llevar por las emociones y que los sentimientos y los valores
deberían tener un lugar prioritario en el momento de decidir qué hacer con las
reflexiones que produce un análisis más sobrio. Mi hostilidad hacia la mayoría
de los miembros de la clase científica de mi alrededor era muy similar a la
hostilidad hacia los expertos de hoy que sienten los ecologistas, las
feministas, los multi-culturalistas y los ciudadanos normales y trabajadores
sensatos contemporáneos. De hecho, más de un cuarto de siglo después, mis puntos
de vista sobre este tema son, si cabe, más militantes. Pero yo nunca he
criticado la racionalidad o la lógica, y aunque el antielitismo y el
anticoordinacionarismo forman parte de mi proyecto, el antiintelectualismo es
un anatema para mí.
Estas distinciones son importantes. (1) Criticar el conocimiento científico y a los científicos forma parte del esfuerzo por comprender el mundo con la intención de hacerlo mejor. De hecho, ese tipo de crítica es una actividad central de la misma ciencia. Es más, (2) sugerir métodos que la gente pueda usar para evitar un reduccionismo excesivo, guardarse de exagerar el alcance de las intuiciones científicas, o rechazar los prejuicios sexistas, racistas o clasistas es una manera útil de ayudar a los científicos (así como a los activistas políticos). Pero (3) criticar a la razón y a la lógica por ser el fundamento de los muchos males de la ciencia es un acto erróneo de autolimitación. A parte de ser equivocado, no tiene ningún papel en hacer mejor el mundo. Es consistente, por contra, con la peor clase de demagogia religiosa, estalinista, burguesa y fascista.
Los problemas con la ciencia que denuncian sus críticos ciertamente existen. De hecho, prácticamente toda persona del campo que sea exhibe variantes de los mismos prejuicios sexistas, racistas, clasistas y ecológicos. El hecho que todos los científicos sigan las reglas de la evidencia, hagan deducciones, o defiendan tenazmente sus creencias, no tiene como consecuencia que existan tales prejuicios en la ciencia más de lo que lo tiene en la sociedad que la gente respire, coma, duerma o procree.
En lugar de esto, como para el resto de nosotros, son las instituciones dominantes de la sociedad en general las que delimitan las actuaciones de los científicos con vistas a obtener sus remuneraciones a lo largo de sus vidas; son la educación y la escolarización las que limitan las concepciones y los sentimientos de los científicos, y las propias instituciones en las cuales trabajan las que tienen roles sesgados, hecho que limita sus elecciones diarias. Es más, si los elaboramos adecuadamente de la manera usual, estos hechos explican fácilmente e incluso predicen los principales problemas de la ciencia moderna, de la misma forma que explican e incluso predicen problemas equivalentes en los deportes, en el teatro, el trabajo y en la vida familiar. Para explicar sus males, no tenemos más razones para apelar a una causa corruptora "más básica" en la "manera de pensar" que tienen todos los científicos que tener que apelar a una corrupción básica en la forma de entrenarse y prepararse de los atletas, o en las maneras que tienen de memorizar sus papeles los actores, o en las maneras de coordinar visión y manos que tienen todos los trabajadores, o en la forma de hablar con sus bocas que tienen todos los miembros de una familia. El contexto institucional y social en el cual se desarrollan todas estas actividades y los roles que obligan a asumir a las personas en la ciencia, en los deportes, en la escena, en el trabajo y en la familia nos proporcionan una explicación suficiente.
Dicho esto, es importante hacer notar también que la mayoría de los "antiracionalistas"
parecen no comprender en absoluto qué
diferencia hay entre la ciencia y el resto de lo que la gente hace en sus vidas
y generalmente consideran como arquetipo de científico a un físico enloquecido o
a un economista burgués convencional, habitualmente una persona despreciable,
prostituida al dinero.
Primero de todo, los científicos serios no reniegan de la intuición, los presentimientos, las conjeturas, la experiencia, o cualesquiera otros caminos a nuevas ideas. Usan todos estos caminos, prácticamente todo el tiempo, como cualquier otra persona.
Segundo, los científicos serios no dependen enteramente de la lógica y la
deducción para verificar sus resultados, sino que han
elevado a una posición determinante a la experimentación, o lo que es lo mismo,
los hechos reales y la experiencia.
Tercero, mientras personas que se proclaman científicos, como los
economistas, los sociólogos y los psiquiatras, algunas veces
afirman que su conocimiento lo abarca todo y que el alcance de su saber no tiene
límites, los científicos serios admiten: (1) que el conjunto de todas las cosas
sobre las cuales las reglas de la evidencia junto con la lógica y la teoría
pueden sensatamente
proporcionarnos información es muy pequeño comparado con el conjunto de todas
las cosas que preocupan a la gente, y (2) que todo el conocimiento es
contingente y que puede ser que se demuestre que es falso en cualquier momento
en el futuro.
Irónicamente, por tanto, lo que realmente distingue ciencia de lo que no lo
es, precisamente es: (1) la disposición de la ciencia a
cambiar sus ideas en lugar de mantenerlas invariables como un dogma, (2) el
mostrarse abierta a considerar, simultáneamente,
múltiples explicaciones contradictorias, al menos mientras no exista una manera
convincente de escoger entre ellas, (3) el desprecio de la ciencia por las
credenciales, la autoridad, o incluso logros pasados cuando hay que juzgar las
afirmaciones de una persona y (4) la elevación que hace la ciencia de la
experiencia como el principal árbitro de las disputas. En otras palabras, la
ciencia real se distingue por su adhesión a los objetivos que dicen perseguir
sus críticos.
Finalmente, irónicamente, en lugar de una tendencia a producir
insensibilidades racistas, sexistas, clasistas y ecológicas, emplear la
racionalidad, la lógica y las reglas de la evidencia, ayuda a contrarrestar
estas distorsiones, aunque no siempre con la suficiente fuerza para superar las
presiones del contexto institucional dominante y, por tanto, no siempre con la
suficiente determinación para prevenir que estos males infecten el pensamiento y
la práctica científicas.
Efectos del antiracionalismo
A parte de ofrecernos visiones equivocadas de la ciencia y causar
injustificables enfrentamientos, el antiracionalismo tiene otros
problemas más estratégicos. Voy a mencionar tres.
El primero es que en la lucha sobre cómo mejorar la sociedad, los activistas nos enfrentamos a grandes armas, grandes medios y grandes presupuestos con, esencialmente, nuestras mentes y nuestros cuerpos. El antiracionalismo nos propone que rechacemos una parte significativa de las primeras. Ciertamente se trata de una estrategia curiosa. Dejar de lado nuestra principal arma antes de que empiece la lucha.
Segundo, como es obvio, no tenemos la posibilidad de escoger ser
sistemáticamente no racionales. Eso sería una condición más allá de la locura,
una especie de grito primario permanente. Por supuesto, sí podemos, sin embargo,
ser más o menos racionales en el sentido de limitar o acrecentar esos otros
factores que anulan nuestra racionalidad. Pero todos los antiracionalistas
encuentran normal usar la racionalidad. La racionalidad es, después de todo,
otro nombre para designar la manera cómo piensan las personas. Así pues
expresamos nuestras complicidades y determinamos nuestras acciones basados en
parte en nuestro raciocinio, pero también en parte basados en otras cosas como
el deseo, el miedo y el hábito. El hecho que nadie sepa mucho de cómo funciona
la racionalidad o incluso la naturaleza de sus muchas dimensiones (más allá de
las lo que podemos especificar bastante bien, a las que llamamos lógica),
ciertamente no nos impide actuar en gran manera racionalmente la mayor parte del
tiempo. De hecho, ni el raciocinio en su totalidad ni la lógica pueden dejarse
de lado mucho tiempo sin resultados desastrosos. En resumen, si dejar de lado la
racionalidad era el plan antiracionalista, su causa no será sólo poco
inteligente sino que estará condenada de antemano. Sin embargo, como en ciertos
contextos es bastante posible reducir el uso que hace uno de la evidencia y de
la argumentación, no es necesariamente inútil para los antiracionalistas, por
tanto, exhortar a todo el mundo a hacerlo cada vez que no se esté de acuerdo con
lo que creen los antiracionalistas. De hecho, aunque carece de profundidad
filosófica, este es un alegato muy útil para un antiracionalista que pretenda
conseguir que sus críticos nunca articulen un discurso efectivo en su contra.
Aunque no esté diciendo que todos los antiracionalistas tengan esto como su
propósito, afirmo que el antiracionalismo lleva a lo que digo, más o menos
inexorablemente, y que emplear aún más esta práctica en la izquierda sería otra
estrategia contraproducente más para hacer del mundo un lugar mejor, aunque
pueda ir
de perlas para algunas carreras.
Tercero, una vez que eliminamos la evidencia, la deducción y la argumentación
de la lista de nuestros medios preferidos para tratar de escoger entre
diferentes opiniones, ¿qué nos queda? ¿Cómo deberíamos decidir qué explicaciones
apoyar, por qué políticas abogar, qué proyectos llevar a cabo? La propuesta de
la ciencia es que debemos usar nuestra experiencia y la de otros, nuestras
intuiciones y las de otros, e incluso nuestros miedos y conjeturas y los miedos
y conjeturas de otros, mediado todo, sin embargo, por la lógica y las reglas de
la evidencia. Debemos reunir todo el conjunto de elementos en un "argumento", en
el cual poder distinguir los hechos de los deseos y evaluar hasta que punto
disponemos de argumentos sólidos o sólo una primera aproximación tentativa al
problema. Sin embargo, si dejamos de lado a la racionalidad, en lugar de usar la
lógica para verificar y examinar cuidadosamente conexiones e implicaciones,
tendremos que confiar sólo en los sentimientos, en las emociones, en las
preferencias, en caprichos o en la obediencia a alguna autoridad. Dado el
contexto institucional en el cual hemos madurado y en el cual funcionamos
actualmente, el resultado más probable es que dejemos de lado el esfuerzo
racional para decidir las posiciones por las cuales abogar sobre la base del
estilo o de las credenciales de los que las presenten. El carisma y la
mentalidad de rebaño sustituirán a los juicios informados, y la izquierda se
convertirá en la derecha. Otra magnífica estrategia.
Un antídoto
Cuando un individuo paranoico afirma que le persigue la CIA, es difícil desmontar la historia. Todo lo que puedas decir se puede interpretar como parte del engaño. Si los antiracionalistas fuesen realmente irracionales, la situación sería similar. Ninguna apelación a la evidencia, a la lógica o a las implicaciones podría afectar el punto de vista de la persona irracional porque todo esto se podría reinterpretar para que cuadrase en su esquema. Pero los antiracionalistas, con muy pocas excepciones, no son irracionales. Son:
(1) gente que quiere ratificar la validez de otras maneras de conocimiento a
parte de la ciencia pero que piensan que tienen que
denigrar a ésta última para conseguirlo,
(2) personas verdaderamente preocupadas por los acontecimientos actuales y justificadamente hostiles a los científicos y a otras figuras de la autoridad pero que no disponen, sin embargo, de una alternativa viable y por eso desesperadamente reciben con los brazos abiertos a cualquiera cosa que parezca estar de su lado,
(3) académicos con confusas ilusiones de grandeur filosófica o
(4) ideólogos que han encontrado una nueva forma de silenciar cualesquiera que estén en desacuerdo con ellos.
En los cuatro casos, la única respuesta al antiracionalismo es emplear, constantemente, cualquier experiencia, razón y evidencia que podamos reunir para explicar los verdaderos orígenes de los males con los que nos enfrentamos y proponer una visión alternativa real y la estrategia que mejor puedan hacer realidad los deseos y esperanzas de la gente. Por el camino, sin embargo, también puede ayudar no caer en el fácil hostigamiento a la racionalidad y aún siendo honestamente respetuosos con los antiracionalistas mostrarse decididamente hostiles a las opiniones que exponen.