Bunge, Mario (1998): Sociología de la Ciencia. Buenos Aires: Ed. Sudamericana.
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5. EL EXTERNALISMO
La tesis externalista en sociología de
la ciencia es que el marco de referencia determina el contenido, a incluso que
no hay diferencia entre uno y otro: que las ideas, los procedimientos y las
acciones de cada hombre de ciencia son determinados por su ámbito social,
pudiendo llegarse al punto de afirmar que el mismo los "constituye". Como las
expresiones "marco de referencia social", "determina" y "constituye" son vagas
de por sí, la tesis externalista puede ser interpretada de diversas formas. En
rigor, es dado distinguir al respecto las siguientes versiones:
Externalismo moderado o débil: el
conocimiento es socialmente condicionado
M1 (Local).
La comunidad científica influencia el trabajo de sus integrantes.
M2 (Global).
La sociedad, en términos generales, influencia el trabajo de sus miembros.
Externalismo radical o fuerte: el
conocimiento es social
RI (Local).
La comunidad científica emana o construye ideas científicas, todas las cuales
tienen, en última instancia, contenido social.
R2 (Global).
La sociedad, en términos generales, emana o construye ideas científicas, por lo
tanto, no hay distinciones de interior-exterior, marco de referencia-contenido,
discurso-praxis.
La tesis moderada local M1 presupone
que la comunidad científica se autorregula; que establece su propio plan de
acción y tramita sus propios asuntos. Esta tesis es tan templada que apenas
puede distinguirse de la tesis internalista. La diferencia -entre las tesis M1 y
M2 es que, a diferencia del internalismo radical inherente en la historia
tradicional de la ciencia, que es individualista, el externalismo moderado
global (M2) postula que los hombres de ciencia, a título individual, no actúan
por su propia cuenta, sino como miembros de sus respectivas comunidades
científicas, respetando las normas y las reglas imperantes en dichos sistemas,
esperando que sus pares les otorguen reconocimiento y distinciones, y siguiendo,
en la mayoría de los casos, a las modas contemporáneas en el medio científico.
En general, los sociólogos de la ciencia vinculados con la escuela de Merton
(sección 3) se han pronunciado por el externalismo moderado local, perfectamente
compatible con la tesis internalista según la cual la investigación científica
tiene sus propias normas y reglas y es impulsada principalmente por la
curiosidad, como enseñaba Aristóteles. Además, es el complemento necesario del
internalismo (véase Agassi 1981; Bunge 1983, cap. 3).
Algunos sociólogos de la ciencia de
nuevo estilo afirman que Thomas S. Kuhn es un externalista radical, llegando
hasta a clasificarlo como sociólogo de la ciencia externalista y padre de la
nueva sociología de la ciencia (véase, por ejemplo, Barnes 1982; Collins 1981).
Pero, en realidad, Kuhn es un historiador externalista global moderado, mucho
más interesado en las ideas que en las circunstancias sociales de éstas. Lo
cierto es que no aborda en absoluto los detalles al estudiar la estructura
social y que se refiere a las comunidades científicas tan sólo como entidades
que consagran o descartan ideas científicas. Además, nunca ha estudiado ninguna
comunidad científica en particular y, como destaca Mendelson (1977, 7), nunca
llegó a plantearse siquiera el problema de las posibles relaciones entre el
conocimiento y las estructuras institucionales o las estructuras y procesos
sociales más amplios.
Entonces, ¿por qué se ha saludado
ocasionalmente a Kuhn como fundador de la nueva sociología de la ciencia? Pues
por distintas razones, a saber: porque es relativista y convencionalista; porque
se inclina a favorecer el irracionalismo con preferencia ya sea al empirismo o
al racionalismo, y porque rechaza la idea de que la lógica y el método sean más
fuertes que la intuición, la analogía, la metáfora, la convención social, o la
moda.
Lo que he llamado la tesis moderada
externalista global va mucho más allá: según ella, la ciencia está sujeta al
dominio social externo más bien que a la regulación interna ejercida por la
comunidad científica. Ésta es una concepción neomarxista; en realidad, Marx y
Engels habían sido a veces bastante más radicales (véase la sección 1). Según la
misma, la ciencia es una fuerza productiva y, por lo tanto, una parte de la
infraestructura económica de la sociedad. Más precisamente, de acuerdo con esta
escuela, todo problema científico es un problema de producción o de
intercambio,* y la ciencia en general, por su parte, sólo es un instrumento para
resolver problemas económicos; en tanto que la investigación científica es
orientada por la ideología dominante, que expresa los intereses materiales de la
clase hegemónica.
La obra modelo de esta escuela es el
famoso ensayo de Hessen ([1931] 1971), intitulado "Las raíces económicas y
sociales de los Principia de Newton" ("The Social and Economic Roots o
Newton's Principia"), al cual se ha aludido en la segunda sección. Hessen
formuló la siguiente pregunta: ¿Dónde ha de buscarse la fuente de genio creador
de Newton? ¿Qué fue lo que determinó el contenido y la orientación de sus
actividades? (pág. 151). A su entender, dicha fuente había de encontrarse, no en
el cerebro de Newton, impregnado por la cultura de su época, sino en el
capitalismo, la navegación y la guerra contemporáneos, que planteaban por igual
problemas mecánicos. Estos problemas técnicos, relativos a las máquinas, la
minería, el transporte, la artillería y otros análogos, vendrían a constituir el
"núcleo terrenal" de los Principia de Newton (pág. 171). Hasta la pasión de éste
por la alquimia, en los últimos años de su vida, sería resultado de su interés
por la industria, particularmente por la metalurgia (págs. 172 y ss.). Sin
embargo, Hessen no es del todo un determinista económico, pues reconoce la
influencia de la ideología (en particular, de la religión), aunque, lo mismo que
Marx, sólo en carácter de elemento deformante (págs. 82 y ss.).
Ahora bien, por más que Hessen fuera
externalista, era moderado en comparación con los externalistas á la mode,
porque después de todo reconoció que la investigación científica es una
actividad intelectual, ejercida por personas individuales. Sostuvo que la
ciencia tiene insumos y productos económicos (y secundariamente, también
ideológicos), pero no que sea en sí social o que "emane" de grupos sociales. En
consecuencia, no habría aceptado ninguna de las tesis externalistas radicales
que examinaremos a continuación.
El externalismo radical es aquella
tesis según la cual todo conocimiento es social, tanto en su contenido como en
su origen. En otras palabras, dime en qué clase de sociedad vives y te diré lo
que piensas. Esta concepción se parece bastante a una generalización de la
notoria tesis de Feuerbach-Durkheim según la cual todas las religiones son
transcripciones simbólicas de estructuras sociales reales -la cual fue
confirmada por una serie de estudios (por ejemplo, Frankfort y otros [1946]
1949)-. Si eso mismo pudiera afirmarse de la ciencia, podríamos conocer a una
sociedad con sólo haber conocido sus teorías científicas, así como Durkheim
(1972) pretendía que "es mediante la religión como podemos averiguar la
estructura de una sociedad" (pág. 189).
Pero, desde luego, nadie ha
descubierto jamás nada acerca de la estructura social estudiando, pongamos por
caso, las ecuaciones de Maxwell o la forma en que se miden las intensidades del
campo electromagnético. Ello sucede porque la ciencia natural no está
constituida a imagen y semejanza de la sociedad ni con el objeto de reforzar el
orden social; su objetivo es investigar y representarse la naturaleza (para
verificarlo, basta con remitirse a la bibliografía científica en su conjunto).
Hemos dicho anteriormente que el
externalismo radical se da en dos formas: la local y la global. La tesis
externalista radical local R1 sostiene que toda ciencia, y todo objeto de las
ciencias, son creados literalmente por la respectiva comunidad científica. Esta
tesis fue expuesta, en su forma clásica, por Ludwik Fleck ( [1935] 1979) en
Genesis and Development of a Scientific Fact, oscuro libro rescatado del
olvido por Thomas Kuhn. Al parecer, Fleck, bacteriólogo competente, fue el
primero que investigó la sociogénesis del pensamiento médico. El tema de la obra
en cuestión es la historia de las concepciones médicas y populares acerca de la
sífilis, enfermedad a la cual califica de "hecho científico" (en Bunge 1981
figura una reseña sobre el particular).
Fleck era un constructivista, y como
tal negaba que la ciencia estudiara cosas dotadas de existencia independiente.
En particular, sostenía que "la sífilis, como tal, no existe". Examinaremos este
aspecto de su obra en las secciones 7 y 8. Lo que aquí nos interesa es su tesis
de que todo "hecho científico" es producto de una "colectividad de pensamiento",
o comunidad de personas unidas por un "estilo de pensar". Rechaza la idea de que
una persona pueda pensar y cita, aprobándola, la afirmación de Ludwig Gumplowicz
según la cual "lo que en realidad piensa dentro de una persona no es el
individuo mismo, sino su comunidad social" (págs. 46-47). De ello se desprende
que todo "hecho científico" (descubrimiento o invención) vendría a ser un hecho
social. Además, lo mismo podría sostenerse a la inversa. Según Fleck, no
existiría mundo exterior alguno. "Exterior" vendría a ser lo mismo que
"interior". A su vez, "la realidad objetiva puede resolverse en secuencias
históricas de ideas pertenecientes a la colectividad" (pág. 41). Esta forma
colectivista del subjetivismo, presagiada por el Husserl de los últimos años
([1931], 1960), ha sido adoptada por una cantidad de sociólogos (por ejemplo,
Berger y Luckmann 1966), en particular de sociólogos de la ciencia (por ejemplo,
Latour y Woolgar 1979). ¿Pero dónde están las pruebas de su veracidad?
Aplazaremos la respuesta hasta la sección 7.
Producto más reciente de esta misma
escuela de pensamiento, citado a menudo como una proeza de la nueva sociología
de la ciencia, es el largo ensayo de Paul Forman (1971), "Weimar Culture,
Causality and Quantum Theory, 1918-1927: Adaptation by German Physicists
and Mathematicians to a Hostile Intellectual Environment" ("La cultura de
Weimar, la causalidad y la teoría cuántica, 1918-1927: Adaptación de los
físicos y matemáticos a un ambiente intelectual hostil"). El título lo dice
todo: los inventores de la mecánica cuántica no superaron la ideología
antiintelectualista que hacía estragos en la Alemania de posguerra; al
contrario, se adaptaron a ella. En particular, "la tendencia a prescindir de la
causalidad en física, que surgió tan repentinamente y floreció de manera tan
lujuriante en Alemania después de 1918, fue ante todo un esfuerzo de los físicos
alemanes por adaptar el contenido de su ciencia a los valores de su medio
ambiente intelectual" (pág. 7).
Este trabajo de Forman, tan citado,
presento unos cuantos defectos fatales. En primer lugar, es cierto que la
filosofía predominante en Alemania durante la gestación de la teoría de lo
quanta era anticientífica, vitalista a irracionalista. Basta para ello con
recordar la filosofía de Husserl en su última época, y la de su discípulo
Heidegger (dicho sea de paso, uno y otro son héroes de la nueva sociología de la
ciencia). Pero ésta no era, en modo alguno, la filosofía aceptada entre los
físicos. Éstos eran en su inmensa mayoría positivistas, y por lo tanto,
procientíficos. Hasta Pasqual Jordan lo era, pese a tratarse de un nazi
militante. (Hubo, desde luego, algunas excepciones: Einstein y Planck eran
realistas, y Bohr no se convirtió al positivismo hasta 1935 aproximadamente).
Tanto es así, que la interpretación ortodoxa, o de Copenhague, de la formulación
de la mecánica cuántica, que prevaleció desde 1935 hasta hace poco tiempo, es
universalmente tenida por positivista. Es posible, eso sí, demostrar que esta
interpretación es incompatible con la formulación matemática de la teoría y que
puede ser ventajosamente sustituida por una interpretación estrictamente
realista (Bunge 1967, 1973, 1985a). Y por otra parte, cuando se originó la
mecánica cuántica, el positivismo era una filosofía ilustrada, no oscurantista
como la fenomenología, el existencialismo o el hegelismo.
En segundo lugar, al centrar la
atención sobre Alemania, Forman olvida que la teoría de los quanta fue
elaborada no sólo por los alemanes Heisenberg, Born y Jordan, sino también por
el danés Bohr, el austríaco Schrödinger, el francés de Broglie, el inglés Dirac,
y el ciudadano del mundo Einstein. Después de todo, el lugar adonde acudían en
peregrinación físicos cuánticos de aquella época, y que recibió el nombre "Meca
de la teoría de los quanta" fue Copenhague, no Gotinga, Berlín, Leipzig ni
Munich. (Varios de los peregrinos, entre ellos mi maestro Guido Beck, hasta
llegaron a casarse con dinamarquesas.)
En tercer lugar, la mecánica cuántica
fue inventada no como un "esfuerzo para adaptarse al ambiente intelectual", como
pretende Forman, sino para resolver problemas de larga data que habían venido
intrigando a los físicos desde casi veinte años antes del nacimiento de la
república de Weimar. ¿Cómo podría alguien haber inventado la mecánica de
matrices, la mecánica ondulatoria, o la electrodinámica cuántica, tan sólo para
dar gusto a unos cuantos filósofos oscurantistas? Lo cierto es que el
positivismo -y no la Lebensphilosophie que se estaba popularizando y,
favorecida por Husserl y Heidegger, entre otros, sugirió la interpretación
(operacionalista) de la mecánica cuántica a la que acabamos de referirnos.
También es verdad que Bohr padeció inicialmente la influencia de sus
compatriotas Kierkegaard y Höffding, al concebir su oscuro "principio" de la
complementariedad -pero en, realidad no se trata de un principio, pues no tiene
ninguna implicación y de todos modos no desempeñó papel alguno en los cálculos-.
En cuarto y último lugar, ¿qué hay de
oscurantista en la hipótesis de que el azar se entrelaza con la causalidad, en
vez de reducirse meramente a nuestra ignorancia de ésta? ¿Por qué habríamos de
desconfiar del azar? -¿tan sólo por la confusión vulgar entre causas y
razones?-. ¿Y qué tiene de oscurantista el primer intento fructífero de explicar
la existencia misma y las principales propiedades de átomos, moléculas, fotones,
sólidos, reacciones nucleares y químicas, y tantas otras cosas?
Lo mismo que Fleck antes de él, Forman
es un externalista y relativista radical, aunque no un constructivista. Pero
ambos han conservado la distinción entre lo interno y lo externo: Fleck con
referencia a las comunidades científicas, y Forman en lo relativo a la
intelligentsia en su conjunto, dentro de un país determinado y en un momento
dado. Muy distinto es el caso de los externalistas radicales globales. Para
ellos, precisamente porque los laboratorios científicos son instituciones
públicas abiertas a los profanos (hasta a aquellos antropólogos y sociólogos de
la ciencia ignorantes de las ciencias naturales), se trata de ámbitos sin muros,
interpenetrados con la sociedad en general, y cuanto sucede en su interior es de
lo más corriente (Latour, 1983).
Esto sucede porque en el laboratorio
"el contenido se funde con el contexto" (Latour 1987) y no hay distinción entre
discurso y praxis (Woolgar 1985). Por el mero hecho de que la
investigación científica implica cierto grado de politiquería, y porque se la
confunde a veces con la tecnología, puede llegar a ser concebida como la máxima
fuente de poder en la sociedad moderna: "La ciencia es la política desarrollada
por otros medios" (Latour 1983,168). En esta forma, también la distinción entre
micro y macro termina por disolverse en el gran magma que la nueva sociología de
la ciencia llama "ciencia" (a lo cual nos referiremos nuevamente en la próxima
sección).
La tesis externalista radical, para la
que todo conocimiento es social, hasta el punto de no poder formularse
distinción alguna entre su contenido y su contexto, es falsa por las razones que
se enumeran a continuación. En primer lugar, el hecho de que el contenido sea
influido por el contexto no prueba que sean indiferenciables entre sí, del mismo
modo que el hecho de que un organismo no pueda vivir si se cortan todos sus
vínculos con su medio ambiente no refuta la distinción ente organismo y
ambiente. (Por otra parte, en general, no puede haber interacción sino en tres
cosas distintas.) Los biólogos especializado en citología y en el estudio de los
organismos, si bien no niegan la existencia ni la importancia del medio
ambiente, dedican su principal atención a los primeros, y no al segundo. En
término semánticos, los referentes centrales de los enunciados biológicos son
los organismos, mientras que el medio ambiente es su referente periférico.
Análogamente, para el estudioso serio de la ciencia, ésta es el referente
central de sus enunciados, y la sociedad, su referente periférico.
El externalista radical no establece
tal distinción semántica: para él, tanto el centro como la periferia se
confunden en una gran papilla dentro de la cual se ahogan las ideas científicas.
Esta fusión es una treta conveniente para eludir cuestiones "técnicas", como la
construcción y verificación de teorías científicas; de este modo, el estudioso
puede prescindir de los elementos básicos de la investigación y dedicarse a sus
instrumentos, aspectos exteriores y contingencias diversas. Gracias a ese
procedimiento el profano en la materia puede burlarse de los filósofos de la
ciencia que ignoran la "ciencia en proceso", y hasta lisonjearse con la ilusión
de que puede "explicar totalmente al experto su funcionamiento" (Latour 1987,
15). ¡Qué caso ejemplar de modestia científica!
En la sección 4 se había ya mencionado
una segunda razón por la cual la tesis externalista radical es falsa, a saber,
que cualquier teoría razonable de la referencia ha de indicar que los referentes
de los enunciados matemáticos son objetos matemáticos, y los de los enunciados
físicos, objetos físicos -no hechos sociales-. ¿Cuál es el contenido social de
una función matemática, cuál el de una fórmula de reacción química? El
externalista no da respuestas precisas a estos interrogantes. La circunstancia
de que la creación de esos constructos exija aprender de otras personas y
comunicarse con ellas, y de que algunos de ellos se utilicen en la industria y
en el comercio mediante la tecnología, no transforma dichos constructos en
hechos sociales, así como la naturaleza social de la producción y la venta de
una caja de cereal para el desayuno no convierte tampoco en procesos sociales ni
el cereal, ni nuestra ingestión y digestión del mismo.