Rivero, Norma (2000): Enfoques Epistemológicos y Estilos de Pensamiento. Tesis Doctoral, mención Publicación. USR/LINEA-I
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CAPÍTULO 3

EPISTEMOLOGÍA Y ENFOQUES EPISTEMOLÓGICOS

El propósito de estas líneas consiste en delimitar uno de los espacios empíricos del estudio relacionado con la epistemología y sus enfoques. En este sentido, se revisa el concepto, se abordan algunas fuentes de debates epistemológicos, seguida de la vertiente histórica de la ciencia, para finalizar con la aproximación a los enfoques y sus variantes en algunos momentos de la historia del conocimiento.

1.- Epistemología

La palabra epistemología se deriva del griego Episteme que significa conocimiento o ciencia. Ryle (1994:117) expresa que “existe un conjunto de problemas filosóficos de amplio alcance y vagamente entretejidos que se refieren a nociones tales como conocer, percibir, estar seguro, conjeturar, estar equivocado, recordar, averiguar, probar, inferir, establecer, corroborar, preguntarse, reflexionar, imaginar, soñar y demás. Esta parte de la filosofía suele ser llamada Teoría del Conocimiento o Epistemología”. Moulines (1988:347-348) a su vez, la define como la “rama de la filosofía que se ocupa del conocimiento científico”, diferenciándola de aquellas otras definiciones que la conciben como sinónimo de teoría del conocimiento en general. Como reflexión filosófica sobre la ciencia, consiste esencialmente “en un análisis lógico de las estructuras conceptuales de la ciencia, el cual se ubica, por así decir, en un nivel de segundo orden con respecto a la reflexión científica misma”. De allí que el objeto de estudio de la epistemología sean “entidades intelectuales abstractas de las que disponen los científicos para sus investigaciones … en sus aspectos más autónomos, es decir, menos dependientes de las idiosincrasias personales, sociales, históricas de sus usuarios”.

La epistemología construye su cuerpo de información con base en los datos provenientes de sus dos ciencias auxiliares: la historiografía de la ciencia y las ciencias formales. La historiografía de la ciencia se ocupa de la búsqueda del desarrollo secuencial del conocimiento científico a lo largo de la historia, datos estos que conforman los insumos elementales para el análisis epistemológico. Por su parte, las ciencias formales, entre ellas la lógica, la teoría de conjuntos y las matemáticas, proveen a esta parte de la filosofía de las herramientas para el análisis meticuloso de diferenciación de conceptos que sirve de fundamento para el proceso y producción de conocimiento.

Los estudios epistemológicos asumen tres modalidades distintas (v.supra: 1988), sin ser excluyentes, y pueden emprenderse desde las siguientes maneras:

en función del carácter semántico del discurso, encontramos estudios descriptivos, normativos-evaluativos o interpretativo-explicativo, bien sea que el discurso empleado atienda a los siguientes objetivos respectivamente: ubicarse en el nivel de la ciencia misma y producir un corpus de conocimientos enciclopédicos, establecer normas científicas de validez general para la construcción de teorías o la interpretación de modelos teóricos de amplio espectro para las disciplinas científicas;

en función de la perspectiva asumida: pueden abordarse desde una perspectiva sincrónica, en la que el énfasis se ubicará en la noción de estructura o sistema, o desde un punto de vista diacrónico, hacia la búsqueda de la idea de evolución, y finalmente,

en función del alcance de los modelos epistemológicos propuestos: se considera una epistemología general y una especial. La primera, se interesa por lo esencial de todas las disciplinas científicas, mientras que la otra se orienta hacia la especificidad de ellas.

La epistemología, en tanto estudio del conocimiento científico, ha sido escenario fructífero para el planteamiento de debates en torno a variados aspectos del conocimiento, los cuales a la vez que demuestran que las nociones o conceptos no permanecen estáticas a lo largo del tiempo evidencian, por otra parte, no estar ajenas a perspectivas individuales que bien pueden en un momento determinado aglutinar facultades alrededor de una tendencia o postura. En efecto, los argumentos en torno a un concepto particular en el seno de la comunidad científica, la adscripción bien a una tendencia o grupo de estudiosos, o una propuesta original de explicación, a menudo resultan ser una ocasión para la expresión de las más novedosas y singulares configuraciones de pensamiento de que somos capaces los seres humanos y sus productos han servido para conducir a la ciencia a ocupar el espacio privilegiado en la producción confiable de saber. Seguidamente, daremos un vistazo a algunos de esos aspectos que se han constituido en generadores de constantes referencias en el terreno epistemológico y en evidencia de la diversidad de que se reviste el pensamiento científico en sus intentos de aproximación a la certeza posible.

La noción de causalidad: este concepto, que refiere a la relación entre una causa y su efecto, fue tipificado por Aristóteles en cuatro principios diferentes: material, formal, eficiente y final. La noción de que estímulos específicos producen resultados predecibles forma parte de la concepción científica moderna que se aplica en condiciones estrictas de control experimental. Durante la modernidad, se cuestionaron estos principios. Para Descartes, la causa contiene las cualidades del efecto o el poder para producir el efecto; los físicos de esta época sostuvieron, por su parte, sostuvieron una causalidad de tipo mecanicista, en la que el cambio o movimiento generador de otro cambio o movimiento podrá ser traducido en una expresión matemática de paridad. Hume, desde su posición escéptica, rechazó la idea de la causalidad sostenida a partir de la razón, ya que ella no está en condiciones de mostrar la relación causal sin recurrir a la experiencia. Kant asumió la causalidad como un principio de coherencia explicable dentro de un orden universal, siendo por lo tanto una categoría fundamental para el entendimiento. Mill afirmó, a su vez, que la causalidad debía sustentarse sobre principios empiristas. Pese a que la idea de la causalidad mecanicista es popular en diversos ámbitos científicos, aún hoy existen posturas que manifiestan plenos desacuerdos; Royce, por ejemplo, mantiene que la causalidad es un caso específico de la categoría de orden serial, y Bergson rechaza que las secuencias causales exactas ocurran en tiempo real, lo cual implica que al no haber repetición no hay causa.

A priori vs. a posteriori: son conceptos que han sido básicos en el tratamiento del conocimiento en todas y cada una de las diferentes escuelas o posturas filosóficas. El A priori alude a aquel tipo de conocimiento cuya fuente de adquisición se encuentra en el razonamiento deductivo con independencia de la experiencia para su logro, y ha sido de elemental y característica consideración en las posturas racionalistas; este concepto va acompañado casi invariablemente de una noción innatista que respalda dicha capacidad. A posteriori, por el contrario, ubica toda posibilidad de conocimiento en la experiencia, en particular a través de la percepción de los sentidos, negando la validez de todo conocimiento obtenido por vía apriorística, con excepción de las verdades analíticas; esta noción está asociada al empirismo y su condición de verificabilidad.

Verificacionismo vs falsabilidad: son criterios de demarcación que aluden a la noción de lo que debe ser considerado, en estricto sentido, conocimiento científico en oposición con el conocimiento ordinario. Sin embargo, tal como puede inferirse, esos criterios se inscriben dentro del contexto específico de una postura epistemológica determinada. De acuerdo con lo desarrollado en estas notas, pueden identificarse los siguientes criterios de demarcación:

a.- el criterio verificacionista, correspondiente con la interpretación empírica del conocimiento científico, en donde la validez se ubica en la información o datos obtenidos a través de los sentidos y de la experiencia -sensaciones, percepciones, recuerdos de tipo auditivo o visual- , es decir, la verificación basada en observaciones y proposiciones observacionales. El principio de verificabilidad puede ser resumido, citando a Ortiz (1988:59), en la siguiente expresión: “ La significación o sentido de una proposición es el método de verificación”.

El privilegio concedido a la dimensión sensorial así como las limitaciones que implica la utilización de este criterio pueden observarse en este pasaje:

La noción básica de observación, por ejemplo, dada al por el sentido de la vista, tal como la concebían los empiristas británicos del siglo XVII, donde el ojo humano proyectaba una especie de realidad del mundo sobre el fondo de nuestras cabezas, es la causa principal de la extraordinaria importancia que le da el empirismo a la observación. En esta concepción el ser humano aparece como un expectador en un cine donde proyectan la película de la realidad. Y después, ese expectador el filósofo, se pregunta si la realidad será realmente como la película que vió, pero el filósofo no puede salir del cine, no puede salir de la cabeza, no hay realidad fuera de ese cine. El error proviene de la dicotomía entre el hombre-observador como receptor de sensaciones y el hombre pensador como actor en el mundo… Pero en realidad el proceso de la visión es más complejo que una sala de proyección cinematográfica. En el proceso de la visión el ojo interpreta desde el principio el mundo a través de un proceso de inferencias…Es así como el observador al interpretar, por medio de la percepción, el mundo exterior recurre no sólo a las imágenes de la retina sino también a la experiencia previa, sus expectativas y su estado de ánimo… Todo esto hace pensar que no ofrece gran seguridad colocar las observaciones como base primaria del conocimiento, ya que carecemos de observadores ideales” (v. supra: 63-64)

De la misma manera, se asocia con esta postura y criterio de demarcación, la utilización del método inductivo. A este respecto, Popper (1997:34) sostiene que su “principal razón para rechazar la lógica inductiva es precisamente que no proporciona un rasgo discriminador apropiado del carácter empírico, no metafísico, de un sistema teórico; o, en otras palabras, que no proporciona un <criterio de demarcación apropiado>”. Lo que se ha llamado el problema de la inducción se refiere a si las inferencias inductivas están justificadas y/o bajo qué condiciones. Una inferencia inductiva es aquella en la que se pasa de enunciados particulares o singulares - experimentos o descripciones- a enunciados universales - hipótesis o teorías -.

b.- El criterio falsacionista: Popper llamó la atención al hecho de que el criterio de demarcación inherente a la lógica inductiva presupone la exigencia de que todos los enunciados de la ciencia sean decidibles y de modo concluyente en términos de verdad o falsedad; ello constituye una limitante debido a que nunca tendremos la absoluta certeza de que las teorías científicas sean verdaderas. Sin embargo, podemos demostrar cuando una teoría científica es falsa, y ello es un potencial que favorece el empeño de acercamiento al ideal de verdad en la ciencia. Por lo tanto, ante la limitación del verificacionismo, introduce la noción de falsabilidad como criterio de demarcación válido en el terreno de la ciencia:

... no exigiré que un sistema científico pueda ser seleccionado, de una vez para siempre, en un sentido positivo: pero sí que sea susceptible de selección en un sentido negativo por medio de contrastes o pruebas empíricas: ha de ser posible refutar por la experiencia un sistema científico empírico. (Popper, 1997:40).

Realismo vs Idealismo: el eje de estos conceptos alude a si las realidades que son objeto del conocimiento humano existen o no con independencia de que algún ser humano trate de conocerlas. La postura realista defiende la existencia de un mundo exterior que sigue su curso invariable a pesar de que lo representemos o no en nuestro pensamiento, en tanto el idealismo demanda la reconstrucción mental de ese mundo, cuyas realidades objeto pueden existir o no, que hace el hombre como miembro de un contexto sociocultural determinado.

Dogmatismo vs Escepticismo: aquí encontramos las divergencias en torno a la posibilidad de alcanzar verdades absolutas en el terreno del conocimiento. De acuerdo con la postura dogmática, el individuo es capaz de obtener un logro estable y duradero en cuanto a la verdad o falsedad de un hecho por encima de las circunstancias históricas o socioculturales en el que se encuentre enmarcado tal hecho. No así el escepticismo, que renuncia en su aspiración de verdades absolutas o unívocas al enfatizar posibilidad avanzar en el terreno de la certidumbre en la medida que se van descartando elementos contradictorios o irrelevantes que van revistiendo de verosimilitud el conocimiento.

Los conceptos revisados, al igual que otros de importancia sostenida en el tratamiento filosófico, pueden presentarse con diferentes matices y amalgamarse en proporciones diversas dando lugar a combinaciones interesantes que se traducen en posturas o perspectivas epistemológicas con un perfil peculiar; estas posturas bien se muestran afines en cuanto a la cercanía sobre aquellas nociones que se asumen como básicas, o bien son decididamente opuestas lo cual conduce a explicarlas como irreconciliables epistemológicamente. La historia del conocimiento científico está enriquecida de la multiplicidad de ellas y su revisión será objeto de atención mas detallada en otro aparte de este trabajo.

2.- Historia de la Ciencia

Tal como se observa en los conceptos sobre epistemología citados con anterioridad, esta área de la filosofía se ocupa puntualmente del conocimiento denominado científico, por lo tanto toda perspectiva hacia el estudio de la ciencia y la producción de conocimientos, se encuentra estrechamente vinculada con los procesos de investigación. En este sentido, es necesario la aproximación histórica de estos procesos de investigación para alcanzar la comprensión y explicación adecuada que amerita el profundizar sobre los enfoques epistemológicos, razón fundamental de este estudio. Es por ello que seguidamente iniciaremos esta tarea.

En AAVV (1975) se afirma que el inicio del tratamiento metó­dico de la realidad bajo el nombre de ciencia no puede ser determinado con exacti­tud en el tiempo. Puede hablarse de un primer estadio, caracterizado por la intuición de la categoría de la causalidad, es decir, donde a partir de la observación, se describe la relación de que unos fenómenos son causa y otros son efecto, y este conocimiento es logrado por una vía eminentemente empírica. Esta aproximación, que puede ser señalada como el primer método de la ciencia, se caracteriza por ser comparativo en sí mismo, causal, carente de un objeto particular al que pueda ser aplicado y está asociado al pensamiento mágico y primitivo, en donde es válida la explicación del fenómeno y sus relaciones de manera independiente de lo posible que resulten las interacciones entre los hechos; es decir, los objetos son adecua­dos al método. Ya en los tiempos prehistóricos se atestigua el intento por la sistematización del conocimiento a través de los dibujos y grabados contentivos de datos numéricos pertenecientes a las civilizaciones del neolítico. De las culturas mesopotámicas provienen los testimonios escritos de investigaciones protocientíficas más antiguos, las cuales se refieren a listas de observaciones astronómicas, tablas matemáticas o síntomas de enfermedades, conocían del teorema de Pitágoras y desarrollaron un sistema sexagesimal de medidas basado en el número 60. En Egipto, los papiros muestran detalles sobre el tratamiento de heridas y enfermedades, la distribución del pan y la cerveza, y cómo hallar el volumen de una parte de una pirámide. Sin embargo, este conocimiento se caracterizó por su naturaleza fundamentalmente práctica.

Las raíces de la metodología del pensamiento científico podemos encontrarlas en la Grecia antigua donde progresivamente se producirá una separa­ción entre este tipo de pensamiento y el pensamiento mítico que había predomi­nado hasta entonces. Será en el Renacimiento donde la metodología del conoci­miento científico se separará definitivamente del contexto de la filosofía, como pro­ducto del auge de las ciencias naturales experimentales y de la matemática.

Para establecer el hilo del pensamiento científico a lo largo de su historia, revisaremos las propuestas de algunos filósofos, en la búsqueda de dis­cernir la particularidad del método utilizado, considerando que aún cuando no se haya asumido de una manera expresa, se encuentra explícito en su forma de abor­daje de los problemas que ocupaban su atención. A este efecto, consideremos la historia de la evolución de la metodo­logía del pensamiento científico, de acuerdo con AAVV (v. supra) orga­nizada en dos grandes bloques, atendiendo a la características predominantes de lo que consideraba como válido para la producción del conocimiento en ese mo­mento; el primero de estos bloques abarca desde la antigüedad hasta Arquímedes y el segundo, desde Galileo hasta Marx, Engels y Lenin. Incorporaremos un tercer bloque, donde se incluyen las producciones científicas posteriores a este bloque, alrededor del siglo XIX; se señalarán las características mas resaltantes de estos períodos históricos acorde con la tarea que nos ocupa de identificar la evolución del pensamiento científico a través del estudio de los representantes mas notables de su tiempo.

2.1. Desde la antigüedad hasta Arquímedes

Ya hemos hablado de la imposibilidad de precisar en sentido estricto el momento en que surge la ciencia; asimismo, ya señalamos que en un principio la noción de causalidad, puede constituir un esbozo de un primer método científico. La metodización se da por la noción de que ciertos fenómenos se suceden temporalmente, condicionando la aparición de uno con respecto al otro; esta relación causa-efecto, produce la intuición de la categoría de causalidad, sobre la base de una posibilidad empírica realizable, no siempre de manera intencional. Este primer método es de aplicación indiferenciada, general por su propensión a explicar y relacionar objetos varios que no guardan cercanía entre sí; del mismo modo, encontramos su poder para vincular la acción a distancia entre fenómenos, así como asociar hechos espacial o temporalmente cercanos de manera ambigua o arbitraria, rasgos comunes en el pensamiento primitivo mágico y en el pensamiento mítico. Estos aspectos remiten a su carácter antropomórfico y animista para el análisis de la realidad, en donde ella es percibida como algo que participa del mundo interior del individuo; no existe una delimitación entre el mundo externo y su mundo introspectivo.

Este pensamiento causal aborda la realidad indiferenciadamente, no hace distinciones entre sus representaciones y las de la naturaleza, entre la explicación y lo explicado; se ajusta a la demanda que el entorno le plantea, sea ésta delimitar un terreno, contar un rebaño, resguardarse de la intemperie o cualquier otra acción que persiga una finalidad práctica. Estos quehaceres prácticos se constituirán, lenta y gradualmente, en corpus teóricos sobre la base de la necesidad de acumular datos, hechos y experiencias que confluyan en estructurar un contenido con posibilidades de abstracción y predicción.

Esta forma de pensamiento se complementa necesariamente en el método causal comparativo, cuyo propósito se manifiesta en la búsqueda de semejanzas y diferencias, símiles, metáforas, la analogía u otras formas que describen cercanamente a los objetos o fenómenos; esto demuestra que a los objetos no se les ha separado aún de sus cualidades, y por ende, no puede haber formación de concepto sobre ellos. Este primer estadio del pensamiento, evoluciona progresivamente -en el transcurso de unos cuantos siglos- en la medida que se separa de las representaciones míticas o sobrenaturales y este desarrollo, que impone una adecuación del método al objeto de investigación, se concretará en el marco de la cultura griega, a la que debemos el perfil de conceptos y métodos fundamentales de la ciencia en la antigüedad.

Los filósofos griegos se inclinaban hacia el racionalismo, con características deductivas, enfocando los fenómenos naturales desde perspectivas generales, obviando el detalle o el análisis de las partes, tras su búsqueda de principios básicos para la deducción de sus sistemas de conocimiento. Estos principios se relacionan lógicamente para derivar consecuencias con la finalidad de hacer inteligible el mundo, sin embargo conviven aún con las secuelas del pensamiento mítico. No obstante, ya los primeros filósofos presocráticos demostraron preferencia por el uso de la razón para explicar la naturaleza, hicieron uso de la observación cuidadosa y concordaron además, en la creencia de una sustancia universal que forma todos los cuerpos. Esta tendencia llevaría a una de las conquistas más importantes del pensamiento griego: el método hipotético-deductivo o axiomático.

En estos tiempos, que abarcan los siglos -IV y -III, estos filósofos encontraron diferentes intereses de estudio. Pitágoras, por ejemplo, plantea su teoría de los números sobre la base de que el universo sigue un es­quema de naturaleza numérica y que existe armonía entre los opuestos, a interva­los discretos; el número no era conocido en su concepto abstracto, representándose como figura geométrica y se consideraba que era el creador de todas las cosas, asociándose con la doctrina del alma. Esta concepción es una muestra, tal como ya señalamos, de la combinación de pensamiento mítico con elementos de pensamiento científico.

Zenón, utilizando el método de reducción al absurdo, argumenta con base en la razón lógica y la matematización, proponiendo que el pensamiento, debe tomarse como uno solo, no divisible, continuo, compacto y no discreto. En sus argumentaciones en contra del movimiento y la multiplicidad de las cosas, se observa una valoración del conocimiento racional sobre los sentidos, elevándolo por sobre lo empírico. Por otro lado, la postura de Zenón en sus paradojas, refleja la crisis de los fundamentos de la matemática en Grecia; ella, sin embargo, aportó dos elementos importantes de mencionar: se redujo la aritmética a la geometría, resolviendo su problema de fundamentación, y en cuanto a la geometría, al dudarse de los principios geométricos y de su método de construcción deductiva basado en premisas evidentes, se produce el surgimiento del método axiomático de razonamiento, en donde se recurre a la hipótesis como sustitución de las premisas evidentes.

Heráclito, a su vez, considera el Lógos como un proceso dialéctico que gobierna el movimiento cuyas periocidades pueden ser calculadas matemáticamente. La realidad se desarrolla de acuerdo con una simetría que hace suponer que todo fenómeno tiene su contrario; esta idea supone una base metódica que abarca la posibilidad del conocimiento de las cosas, es decir, de la ciencia.

Por su parte, Leucipo y Demócrito, son exponentes del atomismo, modelo que considera que al átomo es el “uno”, principio de individuación del ser. Demócrito, sin embargo, alude al átomo como una entidad física concreta a partir de un concepto matemático racionalista, en contraposición del número abstracto físico de Pitágoras. Los átomos, dentro de su movimiento, responden a una causalidad y a una casualidad, hasta ahora desdeñada por los griegos por la imposibilidad de ser explicada lógicamente. La casualidad, como uno de los casos de la causalidad, explicaría aspectos particulares de una relación, siendo esta una consideración importante para el pensamiento científico. De esta teoría, basada en una física que armonizaba el conocimiento sensorial y el racional, se deduce un sistema que integra el pensar físico y el racionalismo matemático.

Sócrates rompe con el período cosmológico dominante y lo sustituye por el interés antropológico; su método, que está basado en la duda metódica: nada debe ser tomado como cierto sin antes someterse al juicio de la razón, se asienta en la ironía y la mayéutica. Entre los aporte principales de este filósofo tenemos la definición y el desarrollo del método inductivo, al cual le dio un uso nunca antes conocido, lo cual representa un punto importante en el campo del pensamiento científico y de la metodología. El empleo del método inductivo conjuntamente con la deducción y la hipótesis, le confiere un perfil hipotético deductivo a la producción del conocimiento.

Platón, concibe un método dual compuesto por ideas y cosas, siendo la primera de ellas la realidad y la segunda, la apariencia de esa realidad. Estas premisas sirven de fundamento para la construcción de la dialéctica, en donde se conjugan ciencia y método, con una naturaleza deductiva; al mismo tiempo, fue quien introdujo el uso del método del análisis en la demostración geométrica. Aristóteles aporta a la metodología la creación de la lógica formal, la cual se encuentra estrechamente vinculada con el desarrollo de la ciencias naturales en la antigüedad, al servirle como medio de sistematización de los datos empíricos obtenidos. Las ciencias deductivas elaboran el método hipotético-deductivo de construcción del conocimiento científico bajo la salvedad de que, en este caso, la hipótesis coincide con la realidad.

El trabajo de Euclides, se orienta sobre esquemas empíricos dados en formas descripciones visuales; detrás de esos fundamentos empíricos, puede identificarse su convicción teórica manifiesta a través de los postulados y axiomas. Esta integración conduce al reconocimiento de lo empírico y lo teórico dentro del trabajo de este filósofo, y constituye un aporte fundamental al pensamiento científico en cuanto a considerar correlacionado la inducción y la deducción dentro del método. Es característico en este método axiomático que la deducción, a partir de premisas evidentes, se encuentre en estrecha vinculación con las hipótesis.

Arquímedes, finalmente en este tiempo, al combinar armoniosamente la demostración empírica con lo deductivo, rompe con el prejuicio griego del uso de la razón en desdeño de la actividad de verificación real para construir la ciencia. Este método experimental, de comprobar la generalidad mediante ejemplos concretos, el uso de los avances de la matemática, de la mecánica a partir de principios generales generados por la experiencia son elementos del pensamiento que serán abandonados hasta la llegada del renacimiento, momento en el cual tomarán un nuevo impulso .

A manera de circunscribir las ideas que caracterizaron el pensamiento científico en este período, de acuerdo con el interés de estas notas, se pueden señalar algunas secuencias notables, las cuales deben comprenderse dentro de un contexto histórico que arranca de una noción indiferenciada del conocimiento hasta su expresión altamente elaborada por la cultura griega; de esa manera tenemos::

En un comienzo, puede hablarse de un modelo fenomenológico del pensamiento, con características antropomórficas, animistas y mágicas, con explicaciones que no distancian el objeto de su cualidad para abordar los fenómenos o hechos del mundo.

Esta perspectiva se complementa con el uso de un método causal comparativo orientado hacia las igualdades entre hechos.

A partir de la filosofía griega, pueden identificarse conceptos y métodos que caracterizan las ciencias en la antigüedad, al observarse una separación progresiva entre el pensamiento mítico y el pensamiento científico.

La observación natural es el método característico fundamental

Forma de pensamiento deductivo, inclinado hacia el racionalismo natural: se busca un principio básico para deducir un sistema lógicamente relacionado, con preferencia del método axiomático o hipotético deductivo para la construcción del conocimiento. Se forma la metodología del conocimiento científico.

La idea de lo que debía ser la ciencia y la filosofía para los griegos era incompatible con el método experimental porque se parte de la presunción de la posibilidad de conocer usando el razonamiento.

El papel del lenguaje caracteriza este proceso; la capacidad de sustantivación, de verbos y adjetivos mediante el artículo, posibilitan el desarrollo de la lógica.

La lógica de este tiempo está basada en los principios de identidad y no contradicción.

Se produce un auge en el desarrollo de las ciencias naturales, con el logro de grandes taxonomías en los campos de la zoología, botánica o astronomía, en la matemática y en el ordenamiento de los conocimientos existentes.

Las explicaciones alrededor del mundo físico, aunque escasas, resultaron ser trascendentes. Las ideas de Aristóteles sobre la contraposición entre movimientos celestes y terrenos y de la relación proporcional entre el peso de un cuerpo y su velocidad de caída, tuvieron vigencia por un lapso de diecisiete siglos aproximadamente. .

2.2. Desde Galileo hasta Marx.

A Galileo se le debe el aporte de considerar la posibilidad de unificación de las investigaciones teóricas y experimentales en un todo único. Mantuvo el empleo del experimento mental como condición teórica-proyecto del experimento; esta postura, que parte de las observaciones reales hasta llegar al caso ideal, es fundamental dentro de la metodología de la ciencia. La esencia de su método hipotético-deductivo , parte de que “ la hipótesis matemática es aceptada al principio como ´ postulado ´ cuya verdad absoluta se revela en lo sucesivo, cuando se conocen las deducciones derivadas de esta hipótesis, que concuerdan exactamente con los datos del experimento” (v. supra:75), postura que luego sirve de base para el planteamiento del método hipotético-deductivo de la ciencia.

En Newton, esa tendencia empirista deductiva se refleja en una reinterpretación del principio del análisis y la síntesis. El análisis de Newton consiste en la realización de observaciones y experimentos para la búsqueda de conclusiones generales, no admitiendo refutaciones en contra de las mismas a menos que se deriven del experimento u otras verdades ciertas. Este proceso de análisis, permite pasar de las consecuencias hacia las causas, desde lo mas particular a lo mas general o principios; una vez obtenidos los principios, se llega a la síntesis, es decir, el planteamiento deductivo de la ciencia . Con Newton se erradica la idea escolástica de verdad absoluta que determinaba el logro de las conclusiones generales y necesarias como fin último de la ciencia y se enriquece la metodología de la ciencia con su concepción del carácter abierto de la teoría científica.

Descartes se ubica dentro de la línea del racionalismo que se enfrenta al empirismo deductivo dominante hasta ahora, orientándose hacia la elaboración un método de obtención de conocimientos verdaderos de naturaleza matemática. Asimismo, rechaza la lógica formal tradicional ya que no permite el planteamiento de algún silogismo que dé una conclusión correcta sin el conocimiento previo de las verdades deducidas de ese modo - y plantea que la verdadera lógica debe consistir en reglas para guiar la razón. Cuando compara la deducción con la inducción, expresa que ésta tiene dos exigencias: las tesis investigadas deben ser claras y evidentes y además, ser comprendidas simultáneamente, mientras que la deducción es un proceso sucesivo del pensamiento. De acuerdo con su criterio, la filosofía debe comenzar con la duda universal y el criterio de verdad hallado en la conciencia individual. En su concepto de método de la ciencia, hay dos aspectos fundamentales: el método lógico y el experimental, el cual funciona como auxiliar del primero.

Desde una perspectiva racionalista, Leibniz, plantea la necesidad del análisis de las ideas, desde una lógica mas universal y el método para integrar las ideas es el cuantitativo aritmético. Debido a la analogía que existe entre la lógica formal y el álgebra, ya que ambas se ocupan de objetos de naturaleza indeterminada como son la proporción y el número, formuló la idea del cálculo lógico universal mediante el uso de la lógica de la demostración. Afirmó que las verdades pueden ser de razón y de hecho; la demostración de las proposiciones de razón se realiza por medio de la definición y de las proposiciones de identidad. Esto, conjuntamente con su principio de diferenciación original de las definiciones nominales y reales, constituyen un hito importante en la historia de la metodología de las ciencias deductivas debido a que se introduce la regla de que la definición debe comprender las condiciones necesarias y suficientes para demostrar todas las propiedades del objeto investigado.

Ya en la época moderna, con el auge en el desarrollo de las ciencias naturales que acompaña a la instauración del capitalismo, se le plantean nuevas exigencias, tanto a la metodología de la ciencia como a la lógica de la investigación científica empírica; el desarrollo de esta metodología está íntimamente asociado con el desarrollo del método inductivo. Así, para Bacon , el verdadero método del conocimiento científico se basa en el experimento y la observación , y el proceso lógico que permite el tránsito de los fenómenos perceptibles sensorialmente al concepto, es la inducción, la cual ayuda a buscar las formas. Esa búsqueda de las formas consiste en investigar los vínculos esenciales y lógicos de la realidad mediante un esquema de confrontación; el empleo de este procedimiento, presupone el uso del método de la hipótesis. Se considera a Bacon el iniciador de la corriente del inductivismo clásico, que pretendió sustentar en reglas la inducción de los procesos lógicos.

Herschell , por su parte, asume la inducción como un proceso de clasificación consecutiva de hechos u objetos individuales bajo aspectos comunes que, a su vez, van generando nuevas clasificaciones hacia teorías cada vez mas generales. Considera importante el proceso deductivo de la comprobación de las tesis, ya que permite establecer correctamente las leyes de la naturaleza. Mill, a diferencia de Bacon y Herschell, quienes se inscriben dentro de una filosofía materialista, le otorgó al inductivismo una interpretación positivista-fenomenalista; consideró que la utilización de los métodos inductivos incluyen procesos de demostración, los cuales son inseparables de un proceso de descubrimiento.

Whewell, dentro de la tradición del inductivismo, al cual define como un “proceso de la conjunción verdadera de los hechos por medio de un concepto preciso y adecuado” (p.125), considera que su lógica inductiva es la lógica del descubrimiento y del contexto de justificación; este contexto de justificación se refiere a la lógica, al análisis lógico metodológico , siendo esa lógica de tipo probabilística.

En momentos en que se criticaba al empirismo su limitación para explicar el origen y la naturaleza de las verdades teóricas, el racionalismo afirma que la fuente de esas verdades se ubica en la razón. Kant, dentro de esa tendencia, reconoce la existencia de un elemento a priori en el conocimiento científico y lo examinó como una actividad creadora constructiva. Así, el conocimiento está formado por la unidad de lo apriorístico y lo aposteriórico - forma y contenido - . Postula una superioridad de la síntesis en relación con el análisis, ya que aquella permite agrupar los elementos del conocimiento dentro de un contenido determinado. Sus ideas acerca del carácter sintético de los juicios de la ciencia y su caracterización de la ciencia como sistema del conjunto de conocimiento científico, son de gran relevancia en la metodología de la ciencia.

Hegel, por primera vez en la historia de la ciencia, expuso la actividad del razonamiento como desarrollo del concepto y la actividad constructiva del pensamiento como la unidad del análisis y la síntesis. Propuso un esquema de desarrollo de las categorías lógicas a través de la lógica dialéctica. Marx, Engels y Lenin, dentro del contexto de la filosofía del materialismo dialéctico, consideran “ a la actividad práctica y transformadora del hombre como base del conocimiento y criterio de su verdad “ (p. 142), y en ella se encuentran unidas la dialéctica, la lógica y la teoría del conocimiento, en estos albores del siglo XIX.

En este segundo bloque, entonces encontramos a manera de síntesis, los siguientes aspectos relevantes en torno al conocimiento científico:

A partir de Galileo, se impondrá un criterio de ordenación matemática en la investigación, lo cual lleva implícito la reducción a lo cuantitativo.

Se observa un evolución progresiva y sostenida de la lógica, a medida que se le plantean nuevos problemas para la validación del conocimiento científico.

En la época moderna, el desarrollo de la ciencia se caracteriza por el empleo de métodos de investigación empírica: la observación y el experimento, y este desarrollo está estrechamente vinculado con el método inductivo. Sin embargo, esa absolutización del método, constituye un aspecto francamente débil del inductivismo clásico.

Se observa cómo, paulatinamente, en el proceso de evolución del pensamiento de algunos investigadores y filósofos, se va reconociendo la irreductibilidad del nivel teórico del conocimiento a estadios puramente empíricos. Asimismo, esos investigadores reconocían en muchos casos, el papel metodológico de la deducción, pero sólo como método de comprobación de las afirmaciones inductivas. Ello les impidió explicar adecuadamente el paso del nivel empírico al nivel teórico de la ciencia.

A pesar de la limitación del empirismo para explicar lo relacionado con las verdades de tipo teórico, se inicia un lento pero sostenido auge del modelo empírico-inductivo, y el debilitamiento del modelo hipotético-deductivo, como producto de la presión de circunstancias históricas, que se consolidarán en los años venideros.

2.3. A partir del siglo XIX

Ya alrededor del siglo XIX se amplía considerablemente el escenario de producción de conocimientos científicos. Esta gran expansión de los procesos de conocimientos sistemáticos se observa en diversos campos; la psicología, se perfila como ciencia independiente de la filosofía y se crea el primer laboratorio de Psicología Experimental para el estudio de las sensaciones, percepciones y actividades nerviosas y reflejas en individuos y animales; asimismo los hechos sociales y lingüísticos se traducen en categorías de análisis explicativos: La Ley Periódica de los Elementos Químicos de Mendeléiev, la Teoría Evolucionista de Darwin, y las Leyes de Mendel, entre otras.

Ubicándonos ya en el siglo XX, continua su ascenso acelerado y vertiginoso hacia terrenos cada vez más especializados y sistematizados. Los hechos científicos son de diversa naturaleza: a comienzos de la primera década, se propone la Teoría del ‘quantum’ de Planck, quien introdujo esta noción para explicar la propagación de la energía, con repercusiones trascendentales en la física cuántica, y la teoría de la Relatividad restringida y teoría del fotón de Einstein. Entre los años 1913 y 1916, se descubre el Atomo de Borh, se propone la teoría de la Relatividad generalizada de Einstein y se localizan los genes en los cromosomas. En la década de los 20’, surge la mecánica cuántica, la Ley de Hubble, explicando la relación entre la distancia y la velocidad de alejamiento de las galaxias, se plantea la hipótesis de Lemaitre sobre el universo en expansión y Fleming descubre la penicilina. Loa años 30’ son escenarios para el descubrimiento de la Radiactividad artificial por Joliot-Curie, el microscopio electrónico y el tejido sintético de Nailon. La utilización de la penicilina, la explosión de la Bomba Atómica de fisión sobre Hiroshima, el desarrollo de la radioastronomía, los trabajos de Wiener, sobre Conducta, propósito y Teleología y Cibernética, en aspectos del control y comunicación de misiles, el nacimiento de la Teoría de la Información, con Shanon, Ashby, Weaver y otros, el cruce de la barrera del sonido por un avión, la Teoría del Desarrollo de la Inteligencia de Piaget, son eventos que se dan en la década de los 40’. A partir de 1950, se producen hechos científicos como la Bomba termonuclear, los circuitos electrónicos integrados, la cirugía del corazón abierto, el lanzamiento de primer satélite artificial, los rayos láser, Watson y Crick elaboran los concepto de ADN y ARN, la introducción del Modelo de Competencia Lingüística de Chomsky, se destacan en este período. En los años 60’, Chomsky postula su teoría generativo-transformacional, se revelan nuevos cuerpos celeste, los quasars, se utiliza la energía nuclear para producir electricidad, por primera vez se lanza un hombre al espacio en un satélite artificial, como también el primer satélite de telecomunicaciones, hasta que en 1969 el hombre pisa suelo lunar.

De acuerdo con Pérez de Laborda, (1989:20-22), estas producciones científicas se manifiestas enmarcados en tendencias filosóficas particulares, entre las cuales cabe mencionar: Russell-Whitehead y sus ‘Principia Mathematica, (1910), Wittgenstein y el Tractatus Logico-Philosophicus (1922), Popper y La lógica de la Investigación Científica (1934), Ryle y el concepto de Mente (1949), Khun y Las Estructuras de las Revoluciones Científicas (1962), Monod con El Azar y la Necesidad (1970), Feyerabend y su Contra el Método (1975) y el Postcript a La Lógica de la Investigación Científica de Popper (1982). Padrón (1992) amplía esta consideración, y la extiende hasta el período de la Grecia clásica, para identificar los supuestos metodológicos que subyacen a las posturas filosóficas, las cuales contribuyen a determinar la estructura final de la producción del conocimiento. Tenemos así que en los -IV y -III, la producción de conocimiento se concibe bajo el esquema axiomático y más en general, bajo un esquema de condiciones lógicas de construcción y prueba de resultados, con la excepción de Arquímedes, uno de los pocos que incorporó la vía empírica a su sistema. Durante la época de Renacimiento, las teorías de Galilei, Kepler y Newton, ejemplifican las elaboraciones de sistemas a partir de generalizaciones obtenidas de hechos particulares por vía inductiva, vinculados a la búsqueda empírica activa por medio de la observación o la experimentación. Este esquema singularizó a la ciencia hasta el siglo XX, cuando Dirac concibió el esquema de deducción pura en la idea de masa negativa; en adelante, el modelo hipotético-deductivo ha prevalecido en la física cuántica, extendiéndose a otras ramas del saber entre ellas, la biología, la química y la lingüística. Por estas razones, podemos afirmar que en el siglo XIX se caracterizó por el predominio del modelo empírico-inductivo del conocimiento, cuya vigencia se debilita en el siglo XX, al imponerse en el contexto científico el modelo hipotético-deductivo. El uso de este modelo hipotético-deductivo, conducirá progresivamente a la sustitución del modelo empírico inductivo por el racional deductivo. Sin embargo, a raíz de la introducción de la noción de paradigma por parte de Kuhn, con el énfasis en el papel de la sociología de la ciencia, se crea una especie de retorno, que se desarrolla paralelo a las posiciones ya expuestas, a las perspectivas introspectivas y fenomenológicas en los niveles epistemológicos de la producción de conocimientos. El significado de las cosas es, nuevamente, privilegiado sobre las evidencias observacionales y la verificación. Una vez mas, la diferentes maneras de pensamiento del hombre se reflejan en su concepción del mundo y lo que es válido conocer de él.

Para finalizar, el tercer bloque histórico se resume en los siguientes aspectos significativos:

El debilitamiento importante del modelo empírico-inductivo en el terreno de la producción de conocimiento.

El resurgimiento y consolidación del modelo hipotético-deductivo, con expansión sostenida hacia variados campos del saber.

Paralelo al modelo hipotético-deductivo, se observa una tendencia hacia construcciones que se circunscriben dentro del modelo fenomenológico-introspectivo del conocimiento.

Esta breve aproximación histórica al conocimiento científico, a su vez, nos conduce a reflexionar en torno a varios aspectos que matizan los hechos descritos: las características del pensamiento predominante varían en diversos momentos, y con ello los métodos para alcanzarlo, a pesar de que se identifican y mantienen otras formas distintas de pensar pero sin la fuerza o proyección que las condiciones existentes le otorgan a la posición privilegiada por la historia y sus circunstancias.

3.- Enfoques Epistemológicos

En el contexto de la producción de conocimiento científico, el hombre utiliza vías que se definen en armonía con lo que de acuerdo con su perspectiva considera válido. A menudo estas posiciones individuales pueden ser fortalecidas en la asociación con otros individuos que también comparten las mismas convicciones y prioridades que se perfilan hacia la preferencia de determinadas formas de acción para el logro del saber. Estas preferencias abarcan distintos aspectos que incluyen componentes teóricos, metodológicos y observacionales, formas específicas de representación lingüística o la aceptación recíproca de la certeza de conceptos o nociones estructurales sobre las cuales necesariamente se elaboran las construcciones del conocimiento. La singular integración de esos distintos elementos puede ser llamada ‘enfoque epistemológico’ y, como señalábamos anteriormente, la historia del conocimiento científico ha sido el escenario propicio para la multiplicidad de sus manifestaciones y variantes en el transcurso de las épocas y entre individuos.

Examinamos el supuesto de que la adhesión natural hacia una forma particular de producción de conocimiento parece estar vinculada con configuraciones de tipo cognitivo, las cuales proporcionan elementos operacionales de tipo mental que se adecuan más cómodamente a determinados contextos de investigación que a otros. El hecho de que en determinado período o momento un enfoque X predomine sobre otros enfoques, los cuales siempre atinan con alguna forma de expresión, se debe a circunstancias históricas que hacen posible que las producciones epistemológicas de un individuo o grupo de influencia o de poder engrane perfectamente con los requerimientos que se imponen sobre otras consideraciones adicionales: el surgimiento del empirismo se hizo necesario en un época en que el desarrollo emplazado en los medios de transporte y la expansión del capitalismo no eran sostenibles en una plataforma epistemológica cuyos fundamentos mágico-religiosos eran incapaces de ofrecer respuestas concretas a problemas puntuales y materiales; ese mismo enfoque empírico comienza a perder su fortaleza por el excesivo apego al dato observable, medible, cuantificable, objeto de predicciones estadísticas y de probabilidades identificables, el cual una vez que cubrió la exigencia histórica, se hizo insuficiente como armazón epistemológica para atender la urgencia de un tipo de conocimiento sustentado sobre procesos mas abarcantes y universales con apertura a los fenómenos de naturaleza inobservable pero sustentable. De nuevo, estas mismas circunstancias son utilizadas como las responsables de obviar lo que sería el don natural del ser humano: sus sentimiento, emociones, afectos, dando apertura para las correspondientes tendencias en el conocimiento.

Esa misma historia, asimismo, nos ha demostrado que la presencia de otras posturas se mantiene igualmente, pese al dominio que sobre toda afirmación del conocimiento puede alcanzar un enfoque. La evolución de una idea o de un sistema teórico en especial son evidencias, muchas veces, de la perseverancia de la expresión pura del enfoque epistemológico del científico, quien independientemente de lo que el contexto norma como adecuado, sigue el curso de su razonamiento, su ‘instinto o intuición’ con la certeza de que avanza en el camino correcto que lo conducirá al éxito en su empeño.

El concepto de enfoque, como expresión de una singular visión del mundo, tiene el mismo significado que la de otros conceptos utilizados en los ámbitos epistemológicos, tales como el de modelo, perspectiva o paradigma, cuando cada uno de ellos adopta el propósito de mostrar una configuración determinada del conocimiento, bajo contextos y concepciones metodológicas propias, que en conjunto dan forma diferencial y característica a un espacio de saber científico. Sin embargo, la palabra “paradigma” ha extendido su popularidad de tal manera que a menudo hace presumir que es sinónimo de investigación o de filosofía de la investigación y que su uso es de obligatoriedad cuando se plantea algún debate epistemológico.

Padrón (1992), al hacer un análisis exhaustivo del término, lo identifica como estrechamente vinculado a la interpretación sociohistoricista realizada por Kuhn en 1975, para aludir a los cambios que se van produciendo en el conocimiento, cuando un estado normal de la ciencia es desplazado por una nueva propuesta, luego de superar la crisis que supone tal confrontación y que de esta forma se constituye como dominante. Estos hechos, al producirse de manera sucesiva, producen las revoluciones que determinan el progreso de la ciencia. Asimismo, el autor afirma que el riesgo de inexactitud debido a la generalización de su significado más allá de la noción original, lleva a considerar la conveniencia de que, en vez de paradigmas, se hable de enfoques o modelos de investigación.

La particularidad y trascendencia de cada enfoque epistemológico, bien bajo la forma de movimientos notables, de escuelas o de posturas individuales, que a la larga, se transforman en tendencias definidas a nivel de comunidad científica, son notorias en cualquier momento de la historia. Paralelamente, estas características se muestran muy vinculada a la coexistencia de enfoques distintos que discrepan desde posiciones igualmente diversas.

En la descripción de las producciones científicas que realizamos en el punto anterior, se distinguen principalmente dos grandes enfoques: el racionalista y el empirista. El racionalismo, acentuando el papel de la razón en la construcción del conocimiento científico, el cual se obtiene través de la vía deductiva, es característico de la época clásica griega, donde alcanzó un estatus dominante sobre otros estilos de pensamiento y ha tenido distintas formas de manifestación en toda la evolución del conocimiento. Por el contrario, el empirismo niega todo tipo de conocimiento a priori y menos que se pueda acceder a la realidad sólo a través de la capacidad pura de razonamiento; sólo la experiencia permite conocer transitando la vía inductiva.

Su período de influencia mayor se inicia en el Renacimiento y, al igual que el racionalismo, observa variados estilos, siempre adscritos a las tesis fundamentales que distinguen la razón de la experiencia y la permanencia del método. Sin embargo, al lado del predominio de una u otra tendencia, es posible reconocer movimientos o estilos que explican los hechos con ópticas disímiles. Así, durante el siglo XIX, por ejemplo, el romanticismo y el existencialismo, y en el XX, la fenomenología, fueron movimientos que desarrollaron una tenaz oposición a las posturas racionalistas y empiristas del momento.

El romanticismo, destaca por su entrega a la imaginación y la subjetividad, el culto al individuo, la libertad de pensamiento y espíritu, expresado fielmente en la frase de Rousseau ‘Siento antes de pensar’. El existencialismo, propugna la idea crucial de la existencia individual y concreta, asociada a las nociones de libertad, subjetividad y conflicto de la elección ante este panorama. Ha tenido, también, diversas interpretaciones que permanecen fieles a la consideración esencial de la existencia, la subjetividad y la libertad; entre ellas se encuentran las de Pascal, Kierkegaard, Nietzsche y Sartre.

El romanticismo y el existencialismo tienen, además, otro elemento en común y es su negativa aceptar que sobre la razón se asienten los fundamentos de la filosofía ya que vivimos en un mundo incomprensible e indiferente que como única opción nos ofrece escoger una meta, consciente de que carece de sentido último de la vida, sólo hay la certidumbre de la muerte. Hussler, Scheler y Heidegger se inscriben en el movimiento filosófico llamado Fenomenología, orientado a estudiar la esencia de las cosas y de las emociones por medio de su representación en la conciencia, limpia de teoría o intentos explicativos precedentes; la vía introspectiva es la que nos proporciona el acceso a nuestros deseos, percepciones, sentimientos o recuerdos y manteniendo la coherencia con los anteriores, nuevamente se dan interpretaciones distintas dentro de la misma tendencia.

Si nos detenemos a analizar estas expresiones tan variadas de enfoques epistemológicos, notamos que ellos se cristalizan, con mayor o menor pureza, en el pensamiento de los investigadores, asumiendo gradaciones que los hacen posicionarse cercana o relativamente distantes de otras formas de construcción de la realidad.

Los ejemplos individuales abundan. Para Zenón, por ejemplo, las paradojas contra el movimiento sólo podían ser refutadas en el plano lógico. Sócrates postuló como principio fundamental de su concepción del método la duda metódica, y para su desarrollo, el uso simultáneo de la inducción, la deducción y la hipótesis, lo cual, en síntesis, lo definen como un método hipotético-deductivo. Para Aristóteles, de igual manera. la construcción del conocimiento científico consistió en la elaboración del método hipotético-deductivo. En Galileo, “el experimento tiene valor científico cuando se convierte en objeto de interpretación teórica”; para la expresión de sus hallazgos, utiliza la forma matemática.

En Euclides, se observa que el esquema de descripción empírica es matizado por conceptos teóricos, y en su método axiomático la deducción, que parte de premisas evidentes, está estrechamente vinculada con las deducciones obtenidas de las hipótesis. Arquímedes prefirió extender hacia la vía empírica su teoría obtenida por mecanismos axiomáticos. Newton, dentro de una corriente empirista-deductiva, afirmó que “para las hipótesis metafísicas, físicas, mecánicas y para las propiedades desconocidas no hay lugar en la filosofía experimental” (p.79).

Descartes expresa sus escepticismo asumiendo que la filosofía debe comenzar con la duda universal y le concede a la razón “el rango de la facultad de un conocimiento de lo en sí, entendida dentro del marco de la razón cognoscitiva…” (p.94). La ciencia, por lo tanto, debe ser totalmente racional. Leibniz, en la misma tradición deductiva que Descartes, formuló la idea del cálculo lógico universal como una ciencia de lenguaje simbólico que expresa el pensamiento humano y elaboró una lógica de la demostración que pudiese servir como criterio de verdad. Estas interpretaciones racionalistas ven surgir una tendencia empírico-inductiva del conocimiento, durante el Renacimiento, aupada en circunstancias históricas de la expansión del capitalismo, surgiendo nuevos personajes influyentes en el terreno de la ciencia. Bacon, considera que el verdadero método del conocimiento científico es aquel que se sustenta en la observación y la experimentación, siendo la inducción el proceso lógico de base: el conocimiento es el fruto de la experiencia. Mill también sistematizó doctrinas utilitarias defendiendo la creencia de que el conocimiento descansa sobre la experiencia humana, y otros Hume y Berkeley también se cuentan entre ellos.

Este interés utilitario y productivo de la ciencia sirve para ilustrar la conformación de una escuela alrededor de la cual se aglutinaron afinidades epistemológicas sobresalientes, el Círculo de Viena, así como más adelante surge su oponente, la Escuela de Frankfurt Ortiz (1988) señala que los trabajos de Rusell y Whitehead que contribuyeron al avance de la lógica simbólica, la atención hacia el estudio del lenguaje hecho por Wittgenstein, Mach y su posición fuertemente positivista, desembocan en el llamado positivismo lógico. En 1920, se conformó un grupo presidido por Moritz Schlick, conocido como el Círculo de Viena, con científicos y académicos, entre los cuales se mencionan a los lógicos y matemáticos Carnap, Gödel y Hann, el físico Reichembach y economista Neurath, entre otros.

Su declaración de principios queda plasmada en un documento titulado “La Concepción Científica del Mundo. El Círculo de Viena” . Sus principales rasgos lo constituyen:

...un empirismo total, apoyado en los recursos de la lógica moderna y templado únicamente por un respeto posiblemente exagerado hacia los logros y capacidad de la ciencia moderna, un rechazo igualmente total de la metafísica, sobre bases lógicas como algo no meramente falso o fútil, sino sin sentido; en definitiva una restricción de la filosofía a la tarea de eliminar sus propios problemas, clarificando el lenguaje que se emplea en la estructuración de ésos, y el propósito más constructivo de analizar y unificar la terminología de las ciencias, mediante la reducción a un denominador común en el lenguaje de la física.” (Ursom, 1994:319).

Esta tendencia se mantuvo durante la época moderna y sólo fue a principios de este siglo en que otro investigador, Dirac, se situó en un esquema de deducción pura para renovar así la postura hipotético-deductiva predominante en la Grecia antigua. Chomsky, Piaget, Einstein y Popper comparten esta perspectiva racionalista en la producción de conocimiento científico.

El pensamiento de Popper, que tuvo gran influencia entre epistemólogos y científicos, se difundió en los años 50’. Sus ideas, enmarcadas en una concepción evolutiva del conocimiento científico, sostienen que la ciencia progresa por la integración y mejora del conocimiento anterior, que el punto de partida para la reflexión filosófica y metodológica de la ciencia debe ubicarse en las teorías y que las mismas deben se contrastadas negativamente con la experiencia por medio de falsaciones; la teorías científicas se caracterizan por ser conjeturas sobre el mundo y su refutación da como resultado un tipo de conocimiento que se aproxima a la verdad a través de la crítica racional. Considera que la metodología científica debe asumir la vía deductiva, en rechazo al ideal inductivo del predominio empirista de la época. A su juicio,

...la ciencia no es nunca un sistema de enunciados ciertos e irrevocablemente verdaderos, sino todo lo contrario. La ciencia nunca alcanza la verdad, sino que se aproxima a ella proponiendo sistemas hipotéticos complejos (las teorías científicas) que permiten explicar más o menos fenómenos empíricos, pero nunca todos los hechos que se pueden presentar en una disciplina determinada y en un momento histórico dado como base empírica de dicha ciencia. Los científicos deducen, a partir de dichos sistemas hipotéticos, consecuencias que inciden en mayor o menor grado con la experiencia. Pero las teorías científicas nunca son categóricas, sino conjeturales. La función de la empiria consiste en refutarlas, o en el mejor de los casos en corroborarlas en un cierto grado, pero no en ratificar ni en confirmar las teorías. (Echeverría, 1989:82)

Esta postura epistemológica, denominada racionalismo crítico, junto con variantes de la misma, conviven, desde la década de los 70´ aproximadamente, con una orientación basada en concepciones históricas y socioculturales del conocimiento científico. Hasta ahora, hemos visto los enfoques empiristas y los racionalistas, los cuales comparten pese a sus diferencias sustanciales, dos aspectos en la aproximación al conocimiento científico: la concepción analítica de la ciencia y el desdén al tratamiento sociohistórico que contextualiza estas producciones. La primera refiere, por una parte, a la necesidad de utilización de un metalenguaje como medio de control para las expresiones del lenguaje natural, el cual minimice los riesgos de imprecisiones o confusiones; por otra, a lo fundamental de apelar a instrumentos de la lógica formal para validar las secuencias de pensamientos dentro del campo de la ciencia. La segunda de las características se expresa en la poca atención que se le otorga a los factores históricos y sociales para la explicación del conocimiento científico, desde la perspectiva positivista, quizás por la negación a todo lo que no cumpla con las condiciones de observación directa e inmediata, o desde la perspectiva racionalista, por la relevancia que se le concede al elemento cognoscitivo. .

En todo caso, estas consideraciones generan la aparición de acciones de rechazo, representadas en las posiciones de Kuhn, Feyerabend y la llamada ‘Escuela de Frankfurt’, las cuales pueden ser organizadas bajo un enfoque sociohistoricista; allí se postula la dependencia del conocimiento científico de los patrones sociales y culturales del momento, por lo que en consecuencia, puede haber metodologías, criterios de demarcación, interpretaciones, explicaciones, ideales de organización y estructuración, todos ellos en función de lo que el aquí y el ahora dictamine. La tesis de Kuhn, acerca de que la ciencia progresa a través de las crisis o rupturas que se suceden como producto del surgimiento de nuevos paradigmas que funcionan adecuadamente para explicar el hecho correspondiente, reivindica a la sociología de la ciencia en el tratamiento epistemológico, a la vez que advierte de la sensibilidad del conocimiento a las influencias sociales y psicológicas del contexto. A pesar de las imprecisiones del término, puede entenderse por paradigma un enfoque o modelo de explicación que aglutina la aceptación por parte de la comunidad científica de una época determinada. La repercusión de este enfoque ha sido descrita por Padrón (1994) de la manera siguiente:

... con las tesis de Kuhn se renueva una especie de perspectiva psicologista, fenomenológica e introspectivista del conocimiento. Desde la década de los 70’, las nociones de ‘Comprensión’, ‘Interpretación’, ‘Hermenéutica’, etc., encabezan una postura epistemológica que tiene dos vertientes: la neodialéctica o neomarxista, a partir de la Escuela de Frankfurt (J. Habermas, sobre todo), con orientación a una teoría crítica de la sociedad, y la de base antropológica, con orientación a los significados simbólico-culturales, la etnometodología, el interaccionismo simbólico, etc. Las influencias de la fenomenología, el existencialismo, el estructuralismo neomarxista francés, el estructural-funcionalismo, etc., parecen ser rasgos comunes a ambas vertientes, pero el distintivo básico general consiste en proponer un tipo de conocimientos radicalmente desvinculados de las ciencias naturales, con temática y métodos específicamente orientados al hombre, la cultura y la sociedad. Aún más recientemente, han cobrado auge las críticas a la modernidad desde el ángulo del llamado Postmodernismo (Rorty, Lyotard, Vattimo, Deleuze...).

En este caso, la noción de paradigma introducida por Kuhn en el campo epistemológico ha sido ampliamente utilizada, a veces con connotaciones muy distintas a la que se sugiere como enfoque epistemológico particular adecuado a la explicación del hecho científico. El filósofo húngaro Lakatos, en su propuesta, integra aspectos relacionados con el racionalismo popperiano, en la afirmación de que constituye el desarrollo filosófico más importante del siglo XX, con algunas nociones tomadas de Kuhn, entre ellas la existencia de anomalías en las teorías científicas, la posibilidad de que una teoría sea desplazada por una teoría rival y la importancia de la historia de la ciencia en el tratamiento epistemológico. El resultado de ello se concreta en una postura racionalista, con firme aceptación del criterio de demarcación falsacionista refinado, la cual le otorga un toque de originalidad y variabilidad epistemológica a su sistema. Si para Popper las unidades básicas de la ciencia son las teorías, para Lakatos lo constituyen los Programas de Investigación Científica, los cuales define como una serie de teorías, en la cual cada una de ellas es producto de la superación de anomalías, incorporación de cláusulas auxiliares o nuevas representaciones semánticas de la anterior dando lugar a una nueva teoría con mayor contenido no refutable de la predecesora. Sólo un Programa de Investigación rival puede desplazar a otro, lo cual resulta inevitable ya que todos ellos están destinados a ser sustituidos o abandonados por aquel de mayor contenido empírico. De aquí que se asume una vinculación íntima entre ciencia y progreso.

Por otra parte, Feyerabend también en los años 70’, con su sugerente texto ‘Contra el Método’ , exhibe, quizás, la posición más radical dentro de la tendencia sociohistoricista al sostener el anarquismo epistemológico dadas las circunstancias variables que afectan la producción del conocimiento científico; la particularidad del momento sociohistórico que enmarca un hecho hace imposible definir regularidades teóricas o metodológicas invariables y válidas a través del tiempo. En este sentido, cada cuerpo teórico es tan respetable como cualquier otro, siendo imposible descartar una teoría por otra bajo ningún criterio, ya que por ser producto de componentes variables relativos a cada contexto, no generan pautas comparativas para su discernimiento.

De la misma manera, la Escuela de Frankfurt se inserta en esta tendencia conformando una perspectiva que se nutre de los postulados marxistas con conceptos tomados de algunos movimientos filosóficos de épocas anteriores:

...la fenomenología de Hursell (“intuición”, “esencia”, “vivencia”...); el historicismo de varios autores tales como Hegel (“todo conocimiento es conocimiento histórico”), Dilthey (“experiencia vivida””, “comprensión”, “interpretación”, “hermenéutica”, “ciencias de la naturaleza y del espíritu”...), Windelband y Rickert (ciencia “nomotéticas” e “ideográficas”); el existencialismo de Heidegger (“temporalidad”, “vivencia interior”, “hermenéutica”...), etc.” (Padrón, 1992:126).

Al mismo tiempo, se prefiere la interpretación hermenéutica y la lógica dialéctica, la comprensión, consenso intersubjetivo y la transformación social, respectivamente a la concepción analítica del racionalismo, la explicación, contrastación empírica o a la efectividad de la acción racional. Las derivaciones metodológicas de estas perspectivas sociohistoricistas son variadas y en la actualidad, son populares en muchos contextos de investigación.

A manera de resumen, diremos lo siguiente:

En cada momento histórico, encontramos de manera invariable, los tres enfoques epistemológicos claramente definibles.

Ellos exhiben diferente dominio sobre el contexto de producción del conocimiento científico

Cada enfoque coexiste con otros que manifiestan diversos clases de oposición.

Es posible delimitar dentro de cada movimiento o tendencia, en cada escuela o en cada postura particular distintas variaciones de un mismo enfoque.

Consideramos que, debido a las regularidades que se observan tanto en tendencias o movimientos, escuelas o en el ámbito individual, los enfoques epistemológicos son expresiones de configuraciones cognitivas que funcionan como facilitadoras en la propensión de ajustarse hacia unos patrones de investigación en desdeño de otras alternativas.

4.- Tipologías Epistemológicas

Aún cuando el ideal de una ciencia común como entramado del conocimiento universal se alcance algún día, hasta ahora, se ha intentado clasificarla atendiendo a argumentos que varían en épocas y perspectivas. Estas tipologías se observan bajo formas de enfoques, clasificaciones científicas, paradigmas o modelos, que de alguna manera, proponen la organización del conocimiento de acuerdo con criterios pertinentes a cada autor. Por ejemplo, para Pitágoras eran cuatro las ciencias: aritmética, geometría, música y astronomía, sin embargo, a medida que sectores del conocimiento se convertían progresivamente en ciencia, se intentaron otras ordenaciones, y los científicos en el siglo XIX, “reconocieron que las matemáticas puras se distinguían de las otras ciencias por ser una lógica de relaciones cuya estructura no depende de las leyes de la naturaleza... Las ciencias naturales puras suelen dividirse en ciencias físicas y químicas, y ciencias de la vida y de la tierra...Las ciencias aplicadas incluyen campos como la aeronáutica, la electrónica, la ingeniería, la metalurgia -ciencias físicas aplicadas- o la agronomía y la medicina -ciencias biológicas aplicadas- (Enciclopedia Encarta: Ciencia).

Dilthey, se incorpora a la polémica científica iniciada desde finales del siglo XIX. Al iniciar sus estudios de filosofía, encontró que la ciencia natural había desplazado al monismo idealista de Hegel, lo cual dejaba sin fundamentos a lo que entendía debía ser una preocupación esencial para el hombre: su espíritu: “De esta situación surgió el impulso que domina mi pensamiento filosófico que pretende comprender la vida por sí misma. Este impulso me empujaba a penetrar cada vez más en el mundo histórico con el propósito de escuchar las palpitaciones de su alma; y el rasgo filosófico consistente en el afán de buscar el acceso a esta realidad, de fundar su validez, de asegurar el conocimiento objetivo de la misma, no era sino el otro aspecto de mi anhelo por penetrar cada vez más profundamente en el mundo histórico” (Mardones, 1991:87). De allí, que al dividir a la ciencia en dos grandes ramas: ciencias naturales y ciencias del espíritu o humanas, se dedicó a sustentar la especificidad del conocimiento de esta última. El objeto de estas ciencias es la captación del mundo histórico-social desde dentro de sí mismo. Bunge (1976:10), por su parte, distingue entre ciencias formales o ideales y ciencias fácticas o materiales, tomando como criterio el objeto o tema de cada disciplina. A su juicio, “...los diversos sistemas de la lógica formal y los diferentes capítulos de la matemática pura son racionales, sistemáticos y verificables, pero no son objetivos, no nos dan informaciones acerca de la realidad: simplemente no se ocupan de los hechos. La lógica y la matemática tratan con entes ideales; estos entes, tanto los abstractos como los interpretados, sólo existen en la mente humana... La lógica y la matemática, por ocuparse de inventar entes formales y de establecer relaciones entre ellos, se llaman a menudo ciencias formales...” Las ciencias fácticas, como la física, la química, la psicología, entre otras, se ocupan de los hechos y de la realidad, sin identificar sus formas ideales; sólo interpretan a las ciencias formales en términos de hechos y experiencia.

Luego de los años 60’ y como consecuencia del trabajo de Kuhn en cual, como ya señalamos, introduce en el contexto de la investigación el término paradigma para explicar cómo se suceden los avances en el conocimiento científico, se producen variadas tipologías presentadas bajo la forma de paradigmas. A este respecto, y de acuerdo con Ortiz (1994:151-152):

..la categorización paradigmática de la investigación de las ciencias sociales y en particular de las ciencias de la educación, considera, efectivamente, una trilogía conceptual de paradigmas o tradiciones de investigación que se identifican con los tres significados generales resaltados por Masterman (1970) a partir de la célebre obra de Kuhn, ‘The structure of scientific revolutions’ (1962), con la diferencia que, desde cada punto de este triángulo constituido por los paradigmas “cientificista”, “crítico-ideológico” y “hermenéutico”, se percibe una visión propia, un ángulo diferente de esta perspectiva triangular. Y la solución dada por cada uno de los paradigmas al problema de este “triángulo paradigmático”, representa sólo una solución dentro de su vértice de influencia.

De hecho, Masterman identificó 21 significados de la palabra paradigma y los agrupó en tres conjuntos: paradigmas metafísicos o metaparadigmas, cuando su uso refiere a un marco de referencia o punto de vista; paradigmas sociológicos, como logros universales o instituciones políticas, y paradigmas de constructos, cuando se usa como instrumentación, gramática o juego de lenguaje. Estos paradigmas se corresponden, respectivamente, con los tres paradigmas de investigación usados en las ciencias humanas y sociales: paradigma cientificista o positivista, cuyo ideal se resume en la fe de la ciencia y su metodología científica; paradigma ideológico o crítico, en el que la ideología se considera dentro de los valores de la investigación y del grupo científico, y se pretende el consenso mediante la intersubjetividad humana; y el paradigma hermenéutico (constructivista o interpretativo), que estudia los paradigmas como diferentes constructos, interpretaciones o juegos de lenguaje. La tesis de Ortiz se corrobora en las clasificaciones de Carr y Kemmis y Guba, las cuales asumen la trilogía paradigmática señalada, así como López de George (1994), quien al adaptar la comparación entre paradigmas de investigación realizada por Koetting, en 1984, y Morín, en 1985, los menciona como positivista, interpretativo y crítico.

Carr y Kemmis, desde la postura teórica crítica, proponen tres paradigmas sobre la base del criterio de la relación entre teoría y práctica; los mencionamos a continuación:

Paradigma positivista: las normas y los criterios científicos deben orientar las acciones tanto en las ciencias naturales como en las sociales. La función teórica es explicativa y predictiva y determinar la práctica.

Paradigma crítico: plantea la unidad dialéctica entre teoría y práctica; es un positivismo que demanda el reconocimiento de los valores, juicios e intereses de la humanidad, sobre la crítica a la racionalidad instrumental.

Paradigma interpretativo: el ideal teórico se centra en la búsqueda de comprensión y significado de las formas particulares de la vida social.

Guba, sugiere dentro de la tendencia hermenéutico-constructivista, tres paradigmas de investigación, sobre la base de los criterios de diferenciación ontológica -naturaleza de la realidad-, epistemológica -naturaleza de la relación investigador-objeto- y metodológica. -naturaleza de los enunciados legales-. De allí, se presentan los siguientes paradigmas:

Paradigma post-positivista: la realidad aunque se reconoce, no puede ser totalmente accesible, epistemológicamente, sólo podemos aproximarnos a la verdad sobre la aplicación de métodos de laboratorio o el hipotético-deductivo.

Paradigma de la Teoría Crítica: su ontología es realista crítica, es subjetivista por la incorporación de los valores del investigador al proceso que realiza a través de una metodología participativa y dialógica.

Paradigma constructivista: la realidad existe como constructo social bajo múltiples representaciones mentales y sociales. Es subjetivista por su indiferenciación entre sujeto y objeto y se privilegia la metodología hermenéutica con contrastación dialéctica.

Más adelante, Guba y Lincoln, al analizar estos paradigmas que, según su opinión, compiten en el campo de la investigación cualitativa, afirman que las discusiones alrededor de ellos se inician a menudo sobre consideraciones basadas en el excesivo énfasis hacia los métodos cuantitativos. Dicha inquietud trae a colación la tipología, respaldada por una larga tradición de cuantificación en la historia de la ciencia, referida a distinción cuantitativa-cualitativa en el ámbito epistemológico. Estos conceptos, relacionados a contextos de investigación determinados e identificables, acuñan la idea de que hay hechos que son susceptibles de cuantificación o medición, mientras que otros sólo pueden ser descritos a través de sus cualidades; siendo estas acciones íntimamente vinculadas con posturas epistemológicas que privilegian radicalmente la obtención del conocimiento por vías específicas en soslayo de otras alternativas, han sido objeto de críticas varias. Para Alvira (en Padrón, 1992), esta distinción dicotómica resulta desafortunada y está cargada de imprecisiones históricas y filosóficas, además de otros argumentos de las cuales se presentan los dos que siguen (v. supra): el primero de ellos, se refiere a que esta diferenciación tiende a distanciar posturas epistemológicas cercanas entre sí mientras que integra otras que son radicalmente opuestas; en efecto, si se concibe a la postura fenomenológica con una noción cualitativa y a las posturas empiristas y racionalistas como cuantitativas, se incurre en confusiones históricas y epistemológicas. La confusión histórica apunta a se que obvia la circunstancia simple de que el racionalismo popperiano surge en franca oposición a las posturas empiristas predominantes desde de la década de los 20’. Esta oposición implica no sólo una concepción particular y diferente de asumir lo cuantitativo en el terreno de la ciencia, sino que además la diferenciación entre la dicotomía que nos ocupa tienen un significado distinto dentro de una visión epistemológica que va más allá de lo simplemente cuantificable o cualificable. La confusión epistemológica se circunscribe al aspecto gnoseológico que señala que las tendencias empírico-analíticas y el sociohistoricismo son más compatibles en cuanto comparten iguales procesos para la producción de conocimiento basados en la inducción, y las consecuencias que de su uso se derivan, los cuales son categóricamente contradictorios con los medios deductivos, con sus respectivas implicaciones, que a su vez caracterizan el enfoque racionalista crítico. El segundo argumento atañe a los conceptos de cantidad y calidad, los cuales al ser presentados como elementos de una dicotomía, sugieren una oposición o disyuntiva en su manejo. Lo cierto es que el tratamiento de las cantidades no excluye el de las cualidades y viceversa, de la misma manera que el mundo se presenta naturalmente integrado en tales aspectos; tampoco es privilegio de una ciencia sólo cuantificar mientras que a otra le toca el cariz cualitativo; es así que de hecho, existen otras alternativas más orientadas hacia la resolución afirmativa de la pregunta planteada por Padrón (v supra): ¿No será, en cambio, que hay un modo de cuantificar verbalmente y otro modo de cuantificar lógicomatemáticamente, mientras, paralelamente, hay también un modo de calificar verbalmente al lado de un modo de calificar lógicomatemáticamente?.

Guba y Lincoln (v supra), también señalan que en años recientes, han surgido fuertes argumentaciones en contra de esa ‘superioridad cuantitativa’ predominante en la ciencia, donde ha llegado a asociarse la madurez científica al grado de cuantificación creciente dentro de un campo específico, hecho que ha logrado estimular la investigación cualitativa. Sus críticas se ubican en posiciones intra e interparadigmáticas orientadas a destacar la utilidad de los datos cualitativos y a cuestionar los supuestos que han acompañado a la excesiva valoración de lo cuantitativo. Como críticas intraparadigmáticas, es decir aquellas que provienen del espacio propio del paradigma cuantitativo y que orientan la pregunta positivista, se encuentran las siguientes: las aproximaciones cuantitativas despojan a su foco de atención de información contextual, limitando la generalización y aplicabilidad de sus resultados; excluye el significado y el propósito de la conducta humana, los grandes cuerpos teóricos pueden tener poco o ningún significado aplicado en contextos locales, así como la inaplicabilidad de datos generales a casos individuales, excluye el proceso de descubrimiento por parte del sujeto pensante al enfatizar en la comprobación convencional. Todas estas observaciones podrían ser superadas si se establece el equilibrio adecuado en la incorporación de la información cualitativa.

Las críticas interparadigmáticas apuntan a la necesidad de paradigmas alternativos que, más que mejorar la situación que exhibe la metodología cuantitativa incorporando los análisis cualitativos, presenten ajustes fundamentales en las concepciones básicas que definen la pregunta de investigación; entre ellas se mencionan: las aproximaciones convencionales asumen la independencia entre teoría y el lenguaje observacional, sin embargo parece establecido más allá de la objeción, que la interdependencia entre hechos y teoría implica que los hechos son sólo hechos dentro de una armazón teórica, y esta situación parece minar las bases de ideal de objetividad de la concepción hereda. También en este rubro se plantea el llamado problema de la inducción, que en pocas palabras alude a la imposibilidad de arribar a teorías ineluctables partiendo de hechos particulares, lo cual lleva a sustituir el criterio de verificación por el falsación de las teorías. Finalmente, los autores afirman que desde su perspectiva pueden usarse métodos cualitativos y cuantitativos apropiadamente con cualquier paradigma de investigación, ya que las preguntas de método son secundarias al paradigma o sistema de creencias básicas o visión del mundo que guía al investigador no sólo en las opciones del método, sino ontológica y epistemológicamente. Las diferencias entre los distintos paradigmas no pueden verse como simples diferencias filosóficas, ya que implícita o explícitamente, estas posiciones tienen consecuencias importantes en la pregunta y en la interpretación de los hallazgos.

A todas estas, Bunge (1979:20) cita lo siguiente:

... es menester no exagerar la diversidad de las ciencias al punto de borrar su unidad metodológica. El viejo dualismo materia/espíritu había sugerido la división de las ciencias en Naturwissenschaften, o ciencias de la naturaleza, y Geisteswissenschaften, o ciencias del espíritu. Pero estos géneros difieren en cuanto al asunto, a las técnicas y al grado de desarrollo, no así en lo que respecta al objetivo, método y alcance. El dualismo razón/experiencia había sugerido, a su vez, la división de las ciencias fácticas en racionales y empíricas, que tampoco es adecuada porque todas son a la vez racionales y empíricas. Menos sostenible aún es la dicotomía ciencias deductivas/inductivas , ya que toda empresa científica -sin excluir el dominio de las ciencias formales- es tan inductiva como deductiva, sin hablar de otros tipos de inferencia.

Padrón (1992), al sustentar la preferencia por los términos enfoques o modelos de investigación antes que el de paradigma, por las razones ya expuestas, introduce cinco categorías en función de las cuales podrían definirse los enfoques epistemológicos:

Estilos de pensamiento: representa el estilo particular de búsqueda de respuestas a las preguntas planteadas; se identifican los estilos sensorial (basada en los sentidos y la evidencia directa), intuitivo (basado en sus intuiciones e introspecciones subjetivas) y el racional (se basa en sus razonamientos encadenados para contrastar luego con la realidad).

Orientación contextual: sobre el supuesto de que la mente humana reconstruye los eventos de la realidad, y lo hace de manera preferencial y diferenciada a partir de los aspectos más relevantes del contexto sociocultural; de allí, que se mencionen la orientación a estructuras de cosa, suceso y proceso.

El lenguaje: como código de representación, se usan lenguajes numérico-aritmético, verbal o lógico-formal.

Vía de conocimiento: aquí se presentan dos alternativas: una vía inductiva, que se fundamenta en generalizaciones progresivas partiendo de casos singulares, y una vía deductiva, hay un proceso de generalización decreciente partiendo de suposiciones generales y abstractas hasta hechos específicos..

Referencia de validez. Encontramos referencias de validez situadas en el objeto universal (mundo objetivo real e independiente del cognoscente), en el sujeto sociohistórico (consenso entre sujetos que a su vez reproducen significados compartidos socioculturalmente) y la referencia en el sujeto universal (ubicada en el sistema de racionalidad universal que vincula a los seres humano en torno a reglas de pensamiento y convenciones y que se asocia al concepto de intersubjetividad).

De estas cinco categorías, y sobre la base de la coherencia epistemológica entre ellas, se organizan entonces tres enfoques: el empírico analítico, el sociohistoricista y el racionalista.

Atendiendo precisamente a la multiplicidad de manifestaciones que asumen los enfoques epistemológicos, se hace necesario definir un criterio de organización dentro del cual se establezca un contexto coherente para ofrecer un sustento tanto a la base empírica de nuestro trabajo como a las explicaciones que sean derivadas del mismo. En este sentido, tomamos la estructura propuesta por Padrón (1994:28-29), donde organiza las posturas epistemológicas con base en dos criterios: lo que conciben como conocimiento y lo que conciben como método válido para producirlo. Estos criterios conducen a “formular tres grupos de enfoques epistemológicos:

a.- El enfoque empirista-inductivo: el conocimiento se concibe como representación verdadera de un mundo objetivo, representación que se construye a partir del dato positivo o evidente (i.e., que no tiene carácter hipotético). Se entiende como método válido la generalización probabilística que arranca de casos particulares.

b.- El enfoque racionalista-deductivo: el conocimiento se concibe como explicación verosímil y provisional de un mundo al que se accede mediante referencias intersubjetivas (el término es kantiano y fue tomado por Popper, 1985:43) . Se entiende como método válido la construcción teórica a partir de conjeturas amplias y universales de las que se deducen los casos particulares.

c.- El enfoque fenomenológico-introspectivo: el conocimiento se concibe como captación o comprensión esencial de un mundo cuyo acceso resulta mediatizado por las construcciones simbólicas del sujeto. Se entiende como método válido la introspección o la búsqueda vivencial, interactiva y participativa de quienes producen el conocimiento, por referencia a visiones holísticas e histórico dialécticas de los hechos bajo estudio.