En: Rivero Norma (2000): Enfoques Epistemológicos y Estilos de Pensamiento. Tesis Doctoral mención Publicación. Caracas: USR/LINEA-I.Los
Estilos de Pensamiento
En el contexto del saber organizado,
encontramos escuelas, corrientes o movimientos en distintas áreas
científicas que aglutinan estudiosos y especialistas con ideas que, aún
cuando no se manifiestan decididamente iguales, mantienen la adscripción
a esquemas fundamentales que les permiten compartir líneas generales de
pensamiento; éstas se traducen en aproximaciones, métodos o prácticas
particulares para construir el conocimiento y se particularizan
notablemente de otras al ofrecer, en consecuencia, perspectivas e
interpretaciones distintas para ese mismo objeto de estudio. Esta
desemejanza en cuanto a la manera de pensar del hombre de ciencia se
percibe también en el hombre común, peculiaridad ésta recogida por la
sabiduría popular en refranes y expresiones tales como: “entre gustos y
colores no se han puesto de acuerdo los autores”, “cada cabeza es un
mundo”, “pensar con el corazón”, “ser muy cerebral” o “no ver más allá
de su nariz” las cuales, quizás no por azar, insinúan -cabeza, cerebro,
acuerdo, pensar- una cierta proximidad hacia los procesos mentales
superiores en el origen de tales variaciones.
En un intento por
formular posibles explicaciones ante el hecho, al parecer tácitamente
aceptado, que aún cuando todos compartimos la condición de seres
racionales, esta racionalidad tiene manifestaciones particulares en la
forma de cómo pensamos, desde tiempos primitivos se han formulado
modelos o tipologías que se fundamentan en algún aspecto humano, que
bien pudiera ser físico, orgánico o fisiológico, de acuerdo con el
criterio del investigador, y su referencia, correlación o
correspondencia con atributos de naturaleza psicológica, bien sea
carácter, temperamento, razonamiento o personalidad. Este propósito de
tipificar a unos individuos como distintos de otros, en aras de
simplificar las variadas disimilitudes observadas y disponer de insumos
para elaborar así predicciones sobre sus acciones, ha seguido un
recorrido que se inserta principalmente en el transitado por la
psicología desde sus inicios, contenida dentro de la filosofía, hasta su
surgimiento como disciplina independiente en la segunda mitad del siglo
XIX signado por la aparición de escuelas o sistemas. En las líneas que
siguen, se intenta una breve revisión histórica de las propuestas
tipológicas más destacadas, y su evolución hacia modelos basados en
estilos que giran en torno a la cognición, para lo cual se consideran
dos períodos cronológicos, sobre una base referencial general (Whittaker,
1989; Douglas, 1998; Burk y Díaz, 1989; Sternberg, 1998; Gardner, 1988;
Garnham y Oakhill, 1996).
Antes de 1950: Las
tipologías.
La inquietud por las tipologías parece tener
sus raíces en la misma historia de la humanidad. En los pueblos de
Babilonia y Caldea de la antigua Mesopotamia, ya se atribuía a los
astros, constelaciones y otros fenómenos celestes la responsabilidad por
las diferentes facetas o el comportamiento heterogéneo del hombre,
creencias que se denotan aún dentro del conocimiento ordinario, al
asociar los problemas de salud mental con las fases de la luna -no es
casual que al enfermo mental se le llame lunático- o cuando se atribuye
la conducta errática e inusual de alguien al tránsito de un planeta
sobre una de las casas zodiacales. El hombre, inevitablemente, estaba
marcado por el signo bajo el cual le tocó nacer. Sin embargo, las
primeras tipologías conocidas se remontan a la época de los griegos. Se
destaca, por ejemplo, en Heráclito(544-480 a.c.) y Teofrasto (372-287
a.c.) el interés por lo que se ha denominado la caracterología, esa
parte de la psicología que se dedica al estudio del carácter; Heráclito
sugirió que el carácter era el destino del hombre y Teofrasto, por su
parte, expuso en su obra Los Caracteres una clasificación de 30 tipos de
ellos para conocer mejor la naturaleza y comportamiento humano.
Históricamente, se atribuye a Hipócrates (460-377 a.c.) la primera
tipología realizada sobre la base de una perspectiva médica racional;
sus estudios lo llevan a introducir la noción de que el fundamento
morfológico del individuo, diferenciado por la constitución somática y
la forma de muerte hacen posible distinguir entre dos tipos: el
apoplético, de apariencia robusta y rozagante con tendencia a la muerte
repentina y el tísico, de apariencia delgada y delicada quien suele
morir de `consunción´. A él también se le debe la doctrina de los
cuatro elementos, apoyada en los líquidos orgánicos corporales: sangre,
bilis, flema y bilis negra, considerados como determinantes en la
reacción emocional que exhibe un sujeto en particular equiparándose,
respectivamente, con cuatro tipos humanos: sanguíneo, colérico,
flemático y melancólico, más adelante, reelaborados por Galeno (129-200
d.c.) quien reconoció los tipos bilioso, sanguíneo, linfático y
nervioso. Esta doctrina hipocrática ha tenido una gran importancia en el
mundo occidental, siendo incluso utilizada por los psicólogos hasta los
primeros años del presente siglo, tal como lo revelan Burk y Díaz
(1989:651-652) en el siguiente pasaje:
Hasta el advenimiento de las modernas
tipologías se operaba con el concepto de los cuatro temperamentos,
de profundo arraigo en la cultura de occidente.Todavía los fundadores de
la psicología científica se apegaban a la idea de que, en cuanto
reactividad emocional, había cuatro tipos humanos, caracterizados
también corporalmente. Eran el sanguíneo, colérico, flemático y
melancólico. De la morfología somática de cada uno de esos tipos
temperamentales se tenía una imagen definida y universalizada, como lo
atestiguan centenares de pinturas y dibujos. Los psicólogos del siglo
pasado (y de las primeras décadas del nuestro) todavía usaban los
términos: sanguíneo, colérico, flemático y melancólico, para
caracterizar la afectividad y los hábitos volitivos. A manera de
ejemplo, [se presentan] los tipos temperamentales de Wundt y de
Ebbinghaus...”.
En esta tendencia que da
primacía a la morfología o constitución somática para establecer
tipificaciones, se ubican otros investigadores tales como Viola, en
1919, al mostrar los tipos longitipo, braquitipo, equivalentes
a los tipos hipocráticos apoplético y tísico, y un tercer
tipo intermedio que representa el normotipo; el argentino Pende,
1928, quien combinó estos aspectos anatómicos con otros de corte
psicológico y Schlegel, al plantear, en 1960 una morfología de tipo
sexual para exponer dos tipos básicos: el ginecomorfo y el andromorfo,
de acuerdo con la combinación del tamaño de su pelvis y el género,
totalizando cuatro tipos –hombres andomorfos, hombres ginecomorfos,
mujeres andromorfas y mujeres ginecomorfas- y los correlacionó con
aspectos psicológicos.
Por otra parte, se suele conceder a
Aristóteles (384-322 a.c.) la autoría de lo que se denomina la
fisiognomía o el arte de juzgar el carácter de las personas con base un
sus rasgos faciales; su afirmación de que todo rostro humano tiene
alguna semejanza con la cara de algún animal lo cual es una expresión
inequívoca de su carácter, llegó a degenerar en una tipología de corte
zoológico de tanta popularidad y arraigo entre la población tal que,
años más tarde, sus abusos llevaron a Isabel de Inglaterra, en el siglo
XVIII, a legislar en este terreno instituyendo penas rigurosas a
quienes incurrieran en el delito de aludir a sus semejantes bajo esta
dimensión. Porta, en el siglo XVI y Lavater, en el XVIII, continuaron en
esta línea de trabajo fisiognómica, al igual que el criminalista
Lombroso, en el siglo XIX,
considerado el fundador de la antropología criminal, quien expuso a su
vez, dos tipos de delincuentes, el nato y el ocasional, con base en
alguno de sus caracteres físicos. Esta simpatía por acentuar la
importancia de las líneas del rostro fue asimilada por otros autores,
tales como Fourier y Bain -1800 y 1862 respectivamente- quienes hicieron
de ella su fundamento caracteriológico por considerar que las pasiones
dominantes dejan su huella marcada en las facciones y sirvió, además, de
base en la primera mitad del siglo pasado, para que Galton (1822-1911),
antropólogo y genetista inglés, presentara una fisiognomía de base
“científica” cuyo propósito era correlacionar estos rasgos con
características mentales y, sirvió además de plataforma a principios de
este siglo a Corman para discriminar entre el tipo dilatado, en posesión
de rostro amplio, labios gruesos de sonrisa espontánea, sociables,
creyentes del orden establecido, superficial y el tipo retraido, de
rostro hundido y labios estrechos, taciturno, introvertido y poco
expresivo.
En atención al eje morfológico, también
desde la frenología, que se ocupa del estudio de la posible relación que
existe entre la forma del cráneo y las funciones mentales del sujeto,
existen propuestas tipológicas interesantes, entre ellas la de Gall, a
quien se le reconoce el instituir a la frenología como ciencia en 1810;
se ocupó de investigar las funciones y topología cerebral, la cual
estimó
conformada por 27 relieves craneales de los cuales 10 son comunes al
hombre y todos los vertebrados, 9 son comunes al hombre y a los
vertebrados superiores y 8 son exclusivos del hombre; estos últimos se
localizan en el lóbulo frontal, lo cual ha permitido asociar, por
ejemplo, una frente alta y despejada con rasgos de inteligencia dentro
del saber popular. Este modelo de las facultades psicológicas
es de significativo valor heurístico ya que posibilitó la atención hacia
determinadas localizaciones cerebrales, sensoriales y motoras,
conduciendo con posterioridad al nacimiento de la neurofisiología.
A un cuarto del final del siglo XIX, se
inicia lo que se ha denominado la psicología experimental con la
creación del primer laboratorio de investigación en Alemania bajo la
dirección de Wundt, con una marcada parcialidad por los tratamientos
fisiológicos, ciencia que se desarrolló rápidamente a mediados sel siglo
XIX y cuyos descubrimientos en lo referente a la anatomía y funciones
del sistema nervioso, especialmente del cerebro, y los órganos
sensoriales se relacionaron directamente con los problemas psicológicos;
este comienzo en el tratamiento emprírico se volcó al estudio de la
conciencia a través de la descripción de sensaciones, imágenes y
sentimientos con la utilización del método introspectivo. Alrededor de
1910, un grupo de investigadores, como Külpe, James y Morgan, se opone a
los postulados de Wundt en lo concerniente a que los contenidos mentales
complejos poseen propiedades que no pueden deducirse de sus componentes
y esta doctrina sirve de base para la aparición de la escuela de la
Gestalt, que centró sus investigaciones en la percepción y el
pensamiento. La imposibilidad de acuerdos entre los resultados obtenidos
en este período sumado a que los gestaltistas, en su mayoría judíos, se
vieron obligados a radicarse, años más tarde en los Estados Unidos, fue
abonando el terreno para que Watson tuviera amplia aceptación cuando en
1913 propuso el estudio de la conducta como el objeto de la psicología.
De aquí en adelante, dentro de un contexto epistemológico en el campo
científico fuertemente influenciado por el positivismo, se origina el
auge de proposiciones enmarcadas dentro del conductismo liderizado por
Skinner. La importancia elemental que se atribuye a los procesos de
observación, medición, correlación estadística y probabilidad para
alcance del conocimiento, se refleja en las tipologías de estos
tiempos.
Vemos así que en 1909,
Rostan y Sigaud ofrecen una tipología basada en las funciones
fisiológicas más importantes, postulando cuatro tipos de ellas: el
respiratorio, de cavidad torácica muy desarrollada, el digestivo, de
abdomen especialmente desarrollado, sociable y poco intelectual, el
muscular, de apariencia armónica con musculatura desarrollada y el
cerebral, de constitución muscular y ósea poco consistente con un
temperamento intelectual; estos tipos mantienen una correlación
acentuada con la morfología individual a la que aluden. La corriente de
la Gestalt, mediante sus creadores, Wertheimer, Koffka y Koehler,
físicos y matemáticos los primeros y zoólogo el último, destacan el
papel de la percepción y el factor de organización como determinante de
las propiedades del conjunto o Gestalt.
En este contexto,
encontramos una propuesta que se origina a partir de la función
perceptiva del individuo, bien sea que perciban totalidades con
tendencia a la síntesis de lo percibido, en cuyo caso se habla del tipo
sintético, o bien perciban detalles, en cuyo caso son del tipo
analítico. En esta directriz, los hermanos Jaentsch, en 1929, partiendo
del eidetismo, que es una
tendencia a proyectar visualmente las imágenes de impresiones recientes,
formulan dos tipos: el desintegrado, de eidetismo angustioso que lo
agobia en contra de su voluntad y lo cual conduce a un pensar autista,
acompañado de una lógica sin afectos e introversión, y el integrado, de
eidetismos voluntario y placentero, de pensar asociativo, sociable y
extrovertido.
A principios del siglo XX
nos encontramos con tipologías que buscan integrar criterios, bien sea
biológicos, morfológicos, psicológicos o de cualquier otra índole
mediante parámetros de orden estadístico, para formular sus respectivas
categorías. La psicóloga francesa Bourdel, (1907-1966), desde su
laboratorio de psicología industrial, se basó en investigaciones
estadísticas para establecer una relación entre los temperamentos
llamados por ella melódico, rítmico, armónico y complejo con los grupos
sanguíneos; la definición de estos temperamentos refiere a su relación
con el entorno y la manera particular de insertarse en él. Es por ello
que tenemos, entonces, los grupos sanguíneos A o armónicos, selectivos
en su adaptación con predominio afectivo; el grupo B o rítmicos con
adaptabilidad racional y metódica; grupo O, melódico y de adaptabilidad
extrema y el grupo AB, con personas de adaptabilidad inestable.
Pero quizás, las
tipologías mixtas más populares son las expuestas por el psiquiatra
alemán Kretschmer y el norteamericano Sheldon, quienes asumen como base
de sus postulados la vinculación inexorable de lo somatopsíquico. En
1921, Kretschmer (1888-1964), llama la atención ante lo que a su juicio
se ha hecho evidente en el transcurso del tiempo: lo psíquico es
expresión directa e inevitable de lo físico, relación ésta que viene
determinada de forma innata por lo que es casi imposible intentar o
esperar cambios profundos o relevantes en el individuo. Para demostrar
esta afirmación, desarrolló una serie de medidas antropométricas
numerosas y minuciosas, sometidas a verificación experimental, que luego
se correlacionaron entre sí y sirvieron de fundamento a su propuesta
tipológica.
Esta tipología, arrojó la
caracterización de tres biotipos con su correspondientes psicotipos. El
primer biotipo es el leptosomo, de apariencia delgada y extremidades
largas, musculatura poco desarrollada, vientre aplanado, cabeza ovalada
de cabellos abundantes y sus características psicotípicas se
corresponden con el esquizotímico, quien se presenta como introvertido,
con tendencia hacia la concentración, al autismo, la poca comunicación y
el retraimiento. Su preferencia está radicada en lo simbólico y el
pensar, de allí que en su estado patológico denominado esquizofrénico,
se inclinen, por un lado, hacia el fanatismo en un ideal, investidos de
rigidez e inflexibilidad en la búsqueda de la justicia, lo moral o de un
mundo mejor, aunque implique exterminio o expulsión de pueblos enteros;
o, por otro, a la frialdad aparente que oculta una afectividad sostenida
y exagerada. El segundo biotipo es el pícnico, cuya estatura media,
extremidades cortas y aspecto rollizo de cuello corto con tendencia a la
calvicie, contrasta abiertamente con el leptosomo; su psicotipo es el
ciclotímico, extrovertido, sociable, de fácil adaptación y sintonía
afectiva con su entorno, carácter apacible, que en casos patológicos
deriva en psicosis maníaco-depresivas, bien del subtipo maníaco o
eufórico o del subtipo depresivo. Finalmente, el tercer biotipo, el
atlético, es de aspecto fuerte y armónico, musculatura acentuada en
brazos, hombros y espalda, estatura superior al promedio; se
corresponde con el psicotipo viscoso que refleja al individuo de
funciones mentales lentas, pensamiento pausado pero perseverante,
metódico que declina patológicamente en lo que Kretschmer definió
epiléptico, de cuadros exacerbados de agitación e incluso violencia
desproporcionada a la situación o circunstancia que facilita la
expresión. Debido a que hay personas que como producto de desórdenes
glandulares presenta ciertas anomalías de tipo morfológico que impiden
su acomodo en el marco de los biotipos anteriores, Kretschmer introdujo
el término de displástico para discriminarlos de los llamados atípicos
que aglutina a individuos de morfología irregular de imposible
tipificación.
Al médico y psicólogo
Sheldon se debe, en 1960, en colaboración con Tucker y Stevens, la
tipología de más amplio uso en el contexto norteamericano. Admite, como
supuesto de base, que las diferenciaciones entre individuos surgen, en
principio, de una combinación de sus componentes biológicos en
correspondencia con las capas triblásticas que se generan como producto
del proceso de mitosis del embrión y que luego, el ambiente bajo la
forma de educación y experiencia, contribuye a decidir finalmente, sobre
el temperamento del individuo. El predominio diferencial de las capas
del embrión triblástico desprende los biotipos de esta propuesta: a) una
preeminencia del endodermo, capa que genera el aparato digestivo,
bronquios, pulmones y vísceras, concuerda con el temperamento
viscerotónico, de tendencias comunicativas, extrovertido, buena relación
afectiva y disfrute de los placeres gastronómicos; b) un componente
mesodérmico, que deriva en el sistema muscular, sistema óseo, sangre,
dermis, ovarios y testículos, compete al temperamento somatotónico, de
gran actividad y gusto por el ejercicio físico, sociables, agresivos y
pensamiento viscoso; y c) al componente ectodérmico, precursor del
sistema nervioso y sus elementos sensoriales, la piel, esmalte dental,
cabellos, entre otros, se acompaña del temperamento cerebrotónico,
típico introvertido, de escasa sociabilidad cercana a la necesidad de
soledad e intimidad, reservado, con control sobre sus manifestaciones
emocionales.
Para determinar la
presencia y proporción de cada uno de los tres biotipos en el individuo,
se creó la técnica del biograma, que consiste en una fotografía cuyo
fondo es una pantalla reticulada que facilita la identificación de las
proporciones requeridas. Si un componente se haya presente de forma
dominante, adquiere un valor de 7 y si por el contrario, su
manifestación es débil se le asigna el valor 1, lo cual nos remite a una
escala con intensidad entre 1 y 7, de tres dígitos, que representan
sucesivamente, los grados de endomorfismo, mesomorfismo y ectomorfismo:
una medida de 117, por ejemplo, reflejaría al cerebrotónico puro.
Sheldon evaluó con el biograma a más de 4000 estudiantes y correlacionó
sus resultados con los obtenidos en los test de personalidad y de
acuerdo con sus resultados, existe en efecto, una relación significativa
entre un biograma dado y el temperamento del sujeto a que pertenece, no
así entre el sexo y el temperamento. En un trabajo posterior, con la
misma metodología empleada, identificaron, definieron y correlacionaron
alrededor de 20 rasgos temperamentales para cada uno de los biotipos
descritos.
Sin embargo, ya para los
inicios del 1900 se hace sentir dentro de los predios psicológicos la
presencia de Freud y el psicoanálisis, por una parte, por otra, la
teoría evolucionista de Darwin, cuyo concepto de evolución fue
impregnando de manera sistemática los estudios del hombre, la naturaleza
y la sociedad, siendo determinantes en algunas de las líneas de
investigación en la psicología genética y epistemológica.
Esta transición de tipologías interesadas en los aspectos empíricos,
observables y estadísticos hacia tipologías apegadas a criterios
eminentementes psicológicos o cognitivos quedará finalmente concretada
en el contexto de la llamada revolución cignitiva de los años 50´, tal
como podrá apreciarse en las siguientes líneas.
En cuanto a esas
tipologías que consideran como criterios aglutinadores el factor
psicológico, tenemos dos provenientes de la corriente psicoanalítica. La
primera de ellas, es la expuesta por Heymans, en 1921, con la
colaboración de Wiersma y complementada por Le senne, basada en tres
propiedades: emotividad (E) que es una disposición permanente y
selectiva del carácter; actividad (A), como elemento fundamental
de la vida psíquica y resonancia [primariedad (P), resonancia
inmediata y superficial que generalmente acompaña al individuo
extrovertido y secundariedad (S), de reacciones más permanentes pero
lentas]; la combinación de estas propiedades da lugar a 8 tipos
caracterológicos que son los siguientes: Apasionado (E, A. S): emotivo,
activo y con gran capacidad de identificación con causas que consideran
justas; colérico (E, A, P): emotivos, activos pero de reacciones fugaces
e instantáneas; nervioso (E, nA, P): emocionalmente inestable pero con
fuerte emotividad, los cuales no resisten la disciplina; sentimental (E,
nA, S): emotivo, no activo y con resonancia secundaria, es decir de
reacciones más lentas y durareras; sanguíneo (nE, A, P): individuos
observadores, de gran sentido práctico, sociales y adaptables; flemático
(nE,A,S); apático (nE, nA, S) y amorfo (nE, nA, P). Berger (1896-1960)
continuó en la misma línea el trabajo de estos investigadores e
introdujo como parte de su cuestionario caracteriológico, seis factores
complementarios a los tres descrito por ellos; estos son: la amplitud
del campo de conciencia, la polaridad Marte-Venus, los intereses
sensoriales, la ternura, la avidez y la pasión intelectual.
La segunda de las
tipologías psicológicas se debe al psicoanalista Jung, quien en 1929, en
su obra “Tipos Caracteriológicos”, agrupa a las personas en
introvertidos y extrovertidos, considerando la relación que todo
individuo manifiesta con los objetos, en la cual se observa el
privilegio, bien del sujeto o bien del objeto. En el sujeto
extrovertido, su tendencia hacia el objeto opaca su naturaleza
subjetivo determinando su desempeño mental en contraposición del
introvertido con una disposición opuesta. Se tiene, en el primer caso,
una disposición mental de tipo pragmático, con escasa autocrítica y
expresión espontánea, no así en el introvertido, quien posee mentalidad
idealista, gran capacidad de autocrítica y de expresión diferida o bajo
formas particulares. Por otra parte, atribuye al psiquismo cuatro
funciones básicas: percibir, sentir, intuir y pensar, que derivan en sus
correspondientes tipos funcionales: el individuo sensorial, el
sentimental, el intuitivo y el intelectual, cada uno de los cuales puede
presentarse con el tipo extrovertido o el introvertido, colocando
finalmente su clasificación con un total de ocho tipos humanos. Es
interesante destacar la amplia divulgación de los tipos de Jung, no sólo
dentro del campo específico de estudio señalado, sino en el arraigo que
tiene dentro del conocimiento ordinario, en donde el uso de las palabras
introvertido y extrovertido resulta común dentro del habla cotidiana. A
propósito de la mención de estas tipologías cognitivas, es necesario
agregar una referencia importante. Se trata de Piaget quien aún cuando
no pretende formular una de ellas, demuestra mediante sus
investigaciones las variaciones que evidencia el pensamiento en el
transcurso no sólo de la vida del individuo sino que además alega que
son perfectamente identificables en la historia del desarrollo en el
pensamiento científico afirmando, por ende, la existencia de un
correlato ontogenético y filogenético en este proceso evolutivo. En 1947
publica Psicología de la inteligencia en donde reconoce varias formas de
pensamiento: preconceptual, intuitivo, concreto y formal que, bajo
criterios lógicos de diferenciación, van dando cuenta progresivamente de
la compleja riqueza que acompaña la inteligencia como ‘estado de
equilibrio hacia el cual tienden todas las adaptaciones sucesivas de
orden sensoriomotor y cognoscitivo’ (Piaget, 1979:21). Al describir el
pensamiento desde estadios sensoriales y motores con base en los
reflejos neonatales, de allí a la paulatina coordinación de modelos de
respuestas, el tránsito del razonamiento prelógico al lógico y
reversible para arribar al proposicional, Piaget demarca una explicación
cognitiva precursora difícil de obviar en adelante, como de hecho se ha
demostrado la compatibilidad de su teoría con las posibilidades y
postulados de los modelos cognitivos computables.
Finalmente, hay una
propuesta que se aparta un poco de los criterios empleados hasta ahora,
formulada por Spranger a inicios de los años 50’, orientada hacia las
actitudes que tienen los seres humanos ante la vida y los valores que
resultan en seis tipos valorativos: el hombre religioso, interesado por
los misterios de la divinidad; el hombre social, cuyo norte y razón de
ser se consigue en la convivencia y las relaciones sociales; el hombre
económico, apasionado del dinero y el mercado; el hombre político,
desvelado por el poder; el hombre estético, cuya acción de vida se
supedita a los criterios estéticos y de belleza, y el hombre científico
puro o teórico, preocupado por alcanzar el conocimiento científico.
Otras explicaciones para atender el problema del por qué de las
diferencias entre personas, son mostradas desde escenarios diferentes al
de la psicología, las cuales sin llegar a tipologías concretas, van
introduciendo también la noción de que la explicación puede ser
explorada por la vía de los procesos mentales. Por ejemplo, Fleck, 1935,
en su libro La génesis y el desarrollo de un hecho científico, analizó
la historia de las enfermedades venéreas en la medicina moderna y de
acuerdo con ello definió una comunidad científica como ‘colectividad de
pensamiento’. Algunos antropólogos y estudiosos de grupos indígenas
atribuyen igualmente, tal como Frazer lo hace en una publicación en
1936, el problema de las diferencias en el razonamiento de las personas,
verbigracia los primitivos con su pensamiento mágico, al pensamiento
subdesarrollado que les caracteriza. Vemos así que el germen de la
expectación por los procesos mentales ya esta sobre el marco de las
inquietudes de investigación y de aquí en adelante, se afianzará como un
campo prometedor en variadas disciplinas científicas, entre ellas, las
que se integran en el llamado hexágono cognitivo: lingüística,
psicología, filosofía, antropología, neurociencia e inteligencia
artificial.
A manera de síntesis,
podemos decir que en este primer período se realizan notorias
proposiciones desde escenarios psicológicos, médicos, filosóficos,
antropológicos, sociológicos y psiquiátricos que encauzan la inquietud
por formular modelos, mejor conocidos como tipologías, que aspiran, unas
describir y otras explicar las diversas manifestaciones de un modo
particular de ver, actuar e interpretar el mundo que nos rodea; modelos
que, respondiendo a sus bases históricas contextuales, se insertan en
las corrientes epistemológicas predominantes dentro del campo de la
producción de conocimiento Asimismo, debido a esta misma causa, es
notoria la atención sobresaliente que reciben las características
físicas y funcionales del hombre durante estos años y la alusión
secundaria o referencial hacia los aspectos racionales o cognitivos aún
cuando, paradójicamente, el objetivo último de estos modelos consiste en
alcanzar un acercamiento con alto grado de fidelidad, que de cuenta del
argumento de lo que nos identifica como animales racionales: los
procesos de pensamiento.
Después de 1950: Los
estilos.
La aparición de
tipologías psicológicas con creciente indiferencia hacia atributos de
dimensiones físicas o morfológicas marca una definitiva inclinación por
la búsqueda de explicaciones que involucran los procesos mentales; aún
cuando la aproximación se realice desde espacios que comprometen
posturas fenomenológicas como la de Lévy-Bruhl, quien, en 1952, explica
que esa desemejanza entre las personas, por ejemplo en como piensan los
primitivos, tiene orígenes emocionales que afectan y desvían el curso
lógico del razonamiento hacia el dominio místico. Sin embargo, la
afiliación a esta tendencia resulta en un crecimiento vertiginoso, que
se dimensiona definitivamente en los años 50’ cuando se focaliza la
atención sobre los procesos mentales en el marco de la revolución
cognitiva iniciada a comienzos de la década. Así señala este proceso la
Enciclopedia Hispánica (1992-1993:147-148) este hito histórico:
En torno a la década
de 1950, la crisis de la metodología puramente empiricista y la
posibilidad de abordar con instrumentos computacionales la explicación
del funcionamiento de los mecanismos cognitivos hizo entrar en crisis la
psicología conductista que, durante años, había dominado la escena
psicológica, y permitió la puesta en marcha de la psicología cognitiva,
auspiciada por investigadores como Neal Miller, Herbert Simon y Eugene
Galanter, que trataban de tener en cuenta no sólo los datos de los
experimentos psicológicos clásicos, sino también los proporcionados por
la neurociencia y la biología. La influencia que sobre los
representantes de la psicología cognitiva tuvieron tanto los trabajos de
los psicólogos de la escuela de la Gestalt como los del psicólogo suizo
Jean Piaget, padre de la llamada psicología genética, fue considerable.
Gardner (1988:112-113)
expresa a su vez, en este orden de ideas:
Las líneas de
investigación iniciadas por Miller, Broadbent y Cherry, y por Bruner,
vigorizaron a la psicología de fines de la década de 1950 y de la década
siguiente. Frente al rigor artificial impuesto por el conductismo en los
temas vinculados a la cognición, estos jóvenes psicólogos querían
introducir nociones que desde hacía bastante tiempo atrás habían sido
declaradas “fuera de litigio” y rechazadas. La aceptación de las
limitaciones inherentes a la cantidad de información que el sujeto
podía recibir, los intentos por trazar los pasos del procesamiento de
dicha información, y la postulación de las estrategias globales
empleadas para resolver un problema, todo ello era índice de una mayor
disposición para abordar en forma directa los temas relacionados con la
mente, en lugar de descartarlos reemplazándolos por una larga serie de
estímulos y respuestas públicamente verificables.
Este cambio no puede
atribuirse a un solo factor, pero es evidente que contribuyó a conferir
legitimidad a estos enfoques el advenimiento de la computadora, así como
el lenguaje de la teoría de información que habitualmente caracterizaba
su uso. Los psicólogos ya no limitaron sus explicaciones a los sucesos
que pudieran serle impuestos a un sujeto o que pudieran observarse en su
comportamiento; ahora se avinieron a considerar la representación de la
información en el interior de la mente... Cierto es que las cuestiones
que se estudiaban (...) no eran nada nuevo para la psicología pero la
perspectiva de aplicar ideas provenientes de la teoría de la
información, de basarse en el modelo de la computadora, de dar el visto
bueno a diversas variedades de representación mental y permitir a los
sujetos utilizar sus plenos poderes reflexivos, era vigorizante y
liberadora.
Paralelo a este
tratamiento epistemológico y metodológico, comienza a sustituirse el
término de tipologías por el de estilos, entendidos como “una manera
particular de procesamiento de información" de acuerdo con la definición
de psicólogos cognitivos que adelantaron investigaciones en resolución
de problemas y habilidades perceptuales y sensoriales. En otras fuentes
se advierte que el “modo en que se clasifican los distintos
conocimientos para establecer el orden mental interno es una de las
claves de la personalidad básicos para entender las reacciones de un
individuo en un momento determinado y sus posibles desequilibrios
mentales, se les ha denominado ‘estilos cognitivos’. (Enciclopedia
Encarta 98). Desde esta óptica, se hacen aproximaciones que apuntan a
la identificación de estilos, bien sea en el ámbito de la personalidad,
en cuyo caso hablamos de estilos centrados en la personalidad, la
actividad, la enseñanza o la cognición, respectivamente con un apego más
o menos acentuado sobre fenómenos relativos a la cognición. Desde este
marco referencial, nos ocuparemos en las siguientes líneas de algunas de
estas clasificaciones:
1. Estilos centrados
en la cognición: A propósito, conviene mencionar una corriente, que
en la década 50’-60’ intenta establecer un puente entre los estudios de
cognición y de personalidad, denominada el movimiento de los estilos
cognoscitivos, con acentuado énfasis hacia el primer ángulo de la díada.
Ellos son los siguientes:
1.a.- Estilos dependiente
e independiente de campo: Witkin indicó que, debido a que algunas
personas dependen más que otras de la estructura predominante en su
campo visual, pueden sugerirse dos tipos de ellas: dependiente de campo
e independiente de campo. Sin embargo, estudios en esta área evidencian
que lo independiente de campo es equivalente a la aptitud espacial.
1.b.- Estilos de Rangos
equivalentes: trata sobre las diferencias que se observan al categorizar
cosas muy semejantes como diferentes o viceversa. El tener un rango
equivalente amplio permite ver relaciones que otros con rangos más
estrecho no pueden percibir, lo cual a su vez, presenta la desventaja de
que se pueden no advertir diferencias importantes que distinguen a estas
cosas.
1.c.- Estilos de
categoría ancha: representa la tendencia de las personas a estimar
rangos superiores o inferiores de manera consistente
1.d.- Estilos
conceptuales: alude a la diferencia entre las personas dependiendo de
cómo clasifican conceptos. Para Kagan (1963), el mayor exponente de
esta clasificación, reflejan las diferencias en percepción,
codificación y almacenamiento de información que son consistentes con
ciertas propiedades generales de organización y funcionamiento
intelectual; supone tres estilos conceptuales: analítico descriptivo,
relacional y el inferencial-categórico, sobre los resultados obtenidos
en el Test de Estilos Conceptuales, compuesto de ilustraciones
solamente. Los de estilo analítico descriptivo, tienden a elaborar
conceptos sobre la base de elementos comunes entre elementos, los de
estilo relacional lo hacen considerando las relaciones funcionales de
ellos y los de estilo inferencial-categórico lo hacen a causa de
similitud abstracta que puede ser inferida pero no usualmente observable
de manera directa.
Los estudios
sobre los estilos conceptuales en los niños han señalado importantes
hallazgos:
Los niños pequeños
tienden más a ver relaciones funcionales mientras que los otros niños
utilizan las categorías analíticas y supraordenadas (Kagan, Rosman, Day,
Albert & Phillips, 1964). Los niños reflexivos y atentos generalmente
son más analíticos que los impulsivos (Kagan, et al., 1964). Y los niños
analíticos tienden a ser más activos, luchadores e independientes,
mientras que los que se interesan por la relación funcional son más
dependientes (Kagan et al., 1963). Los niños analíticos se desempeñan
mejor en una tarea que consista en colocar unos dibujos en secuencia
lógica (Kagan, et al., 1964). La relevancia del material que ha de
clasificarse afecta el estilo utilizado por el niño: cuando se trabaja
con dibujos, la tendencia a ser analítico aumenta con la edad; cuando se
trabaja con palabras, disminuye (Mussen, Conger y Kagan, 1969). Debe
tenerse en cuenta el estilo conceptual al diseñar técnicas de enseñanza
para los niños. Además, deben hacerse esfuerzos para ajustar el ritmo de
trabajo del maestro y el alumno con el fin de mejorar el aprendizaje.
(Papalia y Olds, 1978:
422)
1.e.- Estilos de
impulsividad y reflexividad: Kagan diferencia el estilo impulsivo con
tendencia respuestas rápidas, que se toma poco tiempo para pensar en
soluciones alternas, por lo cual son más propensos a cometer errores,
del estilo reflexivo que representa el polo opuesto. Skotnikova, del
instituto de Psicología de Rusia, agrega que los estilos caracterizan no
sólo el procesamiento de la información sino también la toma de
decisiones y que los conceptos de rigidez-flexibilidad y
reflexividad-impulsividad deben considerarse para ello.
1.f.-
Compartimentalización: un estilo compartimentalizado es aquel en que la
persona tiende a compartir las ideas o las cosas en categorías discretas
que a menudo ayudan a organizar su mundo pero que puede tornarse en un
manejo algo rígido del mismo.
1.g.- Estilo de
integración conceptual: es aquel en el que las personas se inclinan a
relacionar partes o conceptos en un todo para darles mayor
significación. Se mencionan a título de ejemplos, personajes como Perry
Mason, Sherlock Holmes. Sin embargo, otras personas no parecen mostrar
ninguna necesidad de esa integración, de acuerdo con lo Feuerstein ‘un
asidero episódico de la realidad’ en el que las personas pueden vivir
dejando que los eventos y conceptos se produzcan sin ninguna
preocupación por la relación que pudiese existir entre unos y otros.
1.h.- Estilo de
tolerancia hacia experiencias poco realistas: este estilo advierte
acerca de la disposición de las personas a aceptar o participar en
experiencias poco convencionales, tal como intervenir en programas para
medir efectos de drogas imaginarias o colaborar en situaciones bajo
condiciones de realidad virtual, mientras que a otras este tipo de
eventos les parece totalmente inútil o irrelevantes.
1.i.- Estilo
escudriñador: presentado por Gardner y Moriarty, destaca la constante
búsqueda de verificación de los propios juicios que el sujeto elabora.
2.- Estilos centrados
en la personalidad: este movimiento, aún cuando encuadra su
preocupación sobre estilos, lo hace acercándose más a la
conceptualización y medición de la personalidad. Dos tentativas se
destacan: en una de ellas sus representantes, Myers y Myers, apoyados en
la tipología de Jung, elaboran cuatro distinciones básicas: con respecto
a nuestra actitud en el trato con otras personas, con respecto a las
funciones perceptuales, con respecto al juicio y con respecto a la
interpretación de la información. Sus 16 combinaciones de tipos
diferentes se han aplicado en escenarios académicos y empresariales,
aunque el test carece de validez de acuerdo con investigaciones
recientes. En la otra, denominada Teoría Energética de estilos de la
mente, Gregorc fundamenta sus estilos sobre la manera en que las
personas se organizan con base a los criterios de espacio y tiempo,
agrupando a las personas, en cuanto a la dimensión espacio, en
abstractas y concretas y, relacionado con la dimensión tiempo, en
secuenciales y aleatorias.
3.- Estilos centrados
en actividad: en concordancia con las anteriores, esta clasificación
de estilos se aproxima más a la clase de acción que las personas
desarrollan en su vida diaria con desdén hacia la cognición o
personalidad. Es en este contexto donde se han hecho populares los
estilos de aprendizaje, como los propuestos por Kolb dentro de su
teoría: convergentes, divergentes, asimilador y acomodador, o los 18
estilos organizados en cuatro categorías –ambiental, emocional,
sociológicos y físicos de Dunn y Dunn, o la de Holland con estilos que
entran en juego al hacer una elección laboral: realista, investigador,
artístico, sociable y emprendedor.
4.- Estilos de
enseñanza: se basa en hechos que indican que los sujetos que
aprenden responden diferencialmente a variados estilos de enseñanza;
McCarthy (1990), por ejemplo, expresa que las personas aprenden de
maneras distintas y que existen diferencias fundamentales en la manera
de cómo aprendemos; la primera de ellas, está referida a cómo
percibimos, y la segunda, se orienta a cómo procesamos. En el modelo
4MAT System cada uno de los cuatro tipos de aprendizaje tiene un
cuadrante. En el cuadrante uno, encontramos a los estudiantes
imaginativos, quienes prefieren aprender mediante una combinación de
razonamiento, sensación y observación. En el cuadrante dos, tenemos a
los estudiantes analíticos quienes prefieren aprender a través de la
combinación de la observación y reflexión hacia el concepto. En el
cuadrante tres, están los estudiantes de sentido común, los cuales
prefieren aprender por razonamiento a través de conceptos y
sometiéndolos a pruebas ellos mismos. Finalmente, en el cuadrante
cuatro, encontramos los estudiantes dinámicos, quienes prefieren
aprender haciendo, razonando y sintiendo. El modo de razonamiento está
separado del conocimiento.
En este sentido, Ramos
(1994) expresa que se ha demostrado la evidencia de que los sujetos
adoptan una manera particular de procesar información, generando así un
estilo de aprendizaje, llamado por otros autores estilo cognoscitivo.
Ante el acuerdo de que las diferencias de estilos están presentes en el
proceso de aprendizaje, conviene entonces acotar que una relación entre
estilos cognoscitivos y estilos de aprendizaje es que los últimos son la
expresión, en el aula, de los primeros. De aquí se desprende, entonces,
que haya estilos de enseñanza para atender los estilos diferenciales
para aprender. De hecho, algunos investigadores se han orientado hacia
la identificación de ellos, tal como lo muestra el modelo de aprendizaje
de Felder (Howard y otros, 1997), el cual categoriza estilos
preferenciales de aprendizaje individual en una escala de cuatro
dimensiones, cada una de las cuales tienen dos valores; los estudiantes
y los profesores pueden mostrar preferencias por un lado de la dimensión
en la mayoría de los objetivos, aún cuando pueda darse el caso que para
algunos de ellos no sea así (ver Figura Nº 4).
En este modelo no hay
estilos correctos de aprendizaje; más bien, se entiende como un sistema
de preferencias en el cual participan los estudiantes de manera
individual.
Otro modelo está expuesto en el Ciclo de Aprendizaje de Kolb (ver supra), que al igual que en el anterior, ubica a los estudiantes dentro de uno de los cuatro cuadrantes que lo componen, tal como se observa en la Figura Nº 5.(ver Figura 5).
Obsérvese que los
cuadrantes izquierdo y derecho se corresponden directamente con la
escala activa-reflectiva de Felder, y los cuadrantes superior e inferior
con la escala sensible-intuitiva. Para los estudiantes del tipo ¿por
qué?, es importante conocer el por qué de los objetivos, los del tipo
¿cómo?, como se aplican los objetivos a los problemas reales, los
¿what?, desean conocer hechos acerca de los objetos y, finalmente, los
y si... , necesitan experimentar con diferentes posibilidades.
Ahora bien, la mirada
hacia los estilos se encuentra acompañada de una condición, en que al
parecer concuerdan los interesados en el área y ella es el papel que
asume el componente preferencia dentro del concepto. Investigaciones,
como en el caso de Kahneman y Tversky, (en Ursua, 1993:296) han
demostrado que “los individuos actúan de manera radicalmente diferente
en problemas que tienen la misma estructura formal, y estos desempeños
reflejan sesgos, preferencias en el sistema cognitivo que han de
ser tenidos en cuenta en cualquier teoría del razonamiento humano”. Para
Padrón (1994a:4), los estilos epistémicos o estilos de pensamiento o
estilos cognitivo “son configuraciones cognitivas constantes, que
definen esquemas operativos típicos de adquisición de conocimientos en
el individuo y en las organizaciones... En todo caso, se trata de un
cierto patrón operativo que cada ser humano privilegia y va reforzando,
a medida que evoluciona en su formación de mapas mentales o
representaciones del mundo circundante”.
El psicólogo industrial
Woodward (1997) utiliza como herramienta de trabajo un cuestionario
sobre estilos de pensamiento creado por Harrison y Bramson, quienes para
definir los estilos se basaron en cinco escuelas de la filosofía
occidental: analítica, realista, pragmática, idealista y sintético. Ve
los estilos como una fuerte elección personal que se acentúa en el
trabajo individual y que puede incluso crear dificultades cuando se
trabaja en grupos, ya que allí se encuentran también estilos
predominantes de pensamiento; ellos pueden asumir las siguientes
modalidades: exclusivo, predominante, disponible, marginal o
inexistente. Sternberg (1998) refiere que ese movimiento desarrollado
entre los años 50’ y 60’ cobija a teóricos que interesados en los
estilos, como expresión de inconformidad ante la limitada información
que los tests de habilidades arrojan en cuanto al por qué las personas
difieren en sus desempeños, han encontrado una respuesta en la interface
entre habilidades y personalidad o entre habilidades y preferencias,
evidente en tendencias como la de inteligencia emocional e inteligencia
social; sin embargo, a su juicio, es necesario delimitar aspectos que
orientan la problemática hacia escenarios distintos:
In the case of styles,
though, I believe it is important to maintain the distinction between
abilities on the one hand and styles on the other. Emotional
intelligence may or may not represent a set of abilities. Styles do
not represent a set of abilities, but rather a set of preferences
(subrayado nuestro). The distinction is important, because abilities and
preferences may or may not correspond, as we find in the case of someone
who wants to be a creative writer, but who just can’t come up with the
ideas. (...) The more specific term, COGNITIVE STYLE, refers to an
individual’s way of processing information. The term was developed by
cognitive psychologist conducting research into problem solving and
sensory and perceptual abilities. This research provided some of the
first evidence for the existence of distinctive styles.
Sternberg
(1998:134)
El uso del concepto de
estilo es asimilado por otras ramas de la ciencia. Desde una perspectiva
de la filosofía de la ciencia, se habla de ellos de la manera siguiente:
“La teoría marxista de
las ciencias, que subraya la importancia del estudio de las teorías
concurrentes, sus relaciones mutuas y sus luchas entre sí, presta
atención al hecho de que independientemente del carácter contradictorio
de las diferentes teorías, existen determinadas ideas fundamentales que
unifican estas teorías en los marcos de un determinado período, y que
caracterizan toda una época en el desarrollo científico. Estos
principios fundamentales, en los cuales se basa una cierta secuencia o
conjunto de teorías, se conservan durante el tránsito de un sistema
teórico a otro aunque, como es natural, modificándose y adquiriendo en
cada caso una forma específica.
Estas ideas
fundamentales, que garantizan la sucesión en el desarrollo del
conocimiento científico y que pueden compararse con las invariantes de
un grupo de transformaciones, constituyen las características decisivas
de un determinado estilo de pensamiento. El análisis de estas ideas
fundamentales, o como decía M. Born, de las tendencias generales del
pensamiento, que se modifican muy lentamente y forman determinados
períodos filosóficos con ideas características en todas las ramas de la
actividad humana, incluyendo las ciencias, constituyen uno de los
problemas más importantes del análisis teórico del desarrollo del
conocimiento científico.
(AAVV, 1978:368-369).
Douglas (1998:15)
sostiene “que es posible clasificar, no los estilos de pensamiento en
sí mismos, sino los tipos de unidades sociales a las cuales esos estilos
de pensamiento les sirven como medio de comunicación... Lo que debemos
preguntarnos es por qué las personas hacen diferentes inferencias a
partir de los mismos datos, y la respuesta tendrá que ver con el modo en
que la tendencia o desviación cultural tiñe el pensamiento”, en
tanto que Leenhardt (en Clifford, 1982) indica que el pensamiento
malanesio expone un vínculo peculiar con el mundo místico, emocional y
concreto antes que el analítico, lo cual se constituye en génesis de sus
diferencias con otras culturas y, en el ámbito sociológico
durkheimiano, los estilos de pensamiento distintivos se atribuyen a la
necesidad comunicativa de una unidad social. Feyerabend (en Echeverría,
1989:221), trata de aproximar el conocimiento científico a otras formas
del saber humano y agrega que “cada estilo de pensamiento acuña su
propio concepto de verdad y el éxito mayor de uno o de otro tampoco es
un criterio objetivo porque también la noción de éxito está conformada
dentro de cada marco conceptual”.
Ya para finalizar, tres
cosas; la primera, notamos en este segundo período dos elementos
fundamentales para la explicación de las diferencias entre los seres
humanos: el primero de ellos, la introducción del concepto de estilo, el
cual puede asumir desde relaciones claramente comprometidas con el
aspecto cognitivo o admitir posturas más bien discretas; el segundo, el
carácter de preferencia que se atribuye y diferencia a los estilos, con
independencia de la condición anterior. Y, tercera, algo aún más notorio
en este aparte es que estos estilos tienen correlato en el horizonte del
pensamiento científico. Está claro que las líneas de investigación en
este contexto a pesar de la preocupación por el mismo objeto de estudio
se distinguen, como bien cabe esperar, por su aproximación
epistemológica y la función asignada a los procesos cognitivos dentro de
la explicación. Pero, también es definitivo, que la cognición, entendida
dentro del marco contextual de las ciencias involucradas en la
revolución cognitiva, ya no podrá ser obviada dentro de la problemática
que pretende conocer nuestras opciones de pensamiento o procesamiento de
información y que marcan la pauta decisiva para establecer una
correspondencia con el hecho advertido por el hombre en su proceso de
evolución: no todos pensamos de la misma manera y al parecer, se debe a
una cuestión de estilos y ellos tienen una propiedad cognitiva.
Recordaremos que las diferencias advertidas en el marco del conocimiento
ordinario en un principio con relación a las personas, a la larga fueron
corroboradas bien sea bajo la forma de tipologías o estilos en el ámbito
del conocimiento científico, lo cual es señal quizá de toda una gran
posibilidad de investigación que se nos presenta dentro del campo del
estudio del pensamiento. 5. Caracterización de los Estilos de Pensamiento
Conocer es una capacidad humana manifiesta en todas y cada una de las
acciones que realiza el hombre en su incesante intercambio con el mundo;
así, podemos abordar al sujeto epistémico desde una perspectiva
estrictamente individual, focalizando nuestro interés sobre las
características que van definiendo su desarrollo cognitivo hasta
alcanzar la madurez; igualmente, es posible aproximarnos desde una
óptica eminentemente social, en alusión directa a maneras generales que
se manifiestan en forma de costumbres, creencias y tradiciones dentro de
los pueblos, o también, en función de períodos cronológicos
caracterizados por aglutinar condiciones específicas que propician
determinados tipos de conocimientos y, aún más, es factible optar por
una disposición filogenética u ontogenética del asunto, a fin de cuentas
el sujeto epistémico sigue siendo el núcleo de cualquiera sea la
preferencia que se asuma como elemento generador del acercamiento a este
campo.
Ahora bien,
cabe presumir que los atributos cognitivos de este sujeto epistémico, y
a ello apuntan los resultados de algunas investigaciones, acotados en
una dimensión individual, tienen alguna expresión a escala mayor, en
esos hitos históricos que manifiestan notables diferencias entre formas
de conocimiento, tanto en el círculo de una sociedad específica, como en
el ámbito científico, sea éste considerado como un aspecto puntual
dentro del marco del conocimiento socializado e intersubjetivo, sea
éste la tendencia de la ciencia general que cobija este sector, o sea un
período cronológico en el cual se produce un tipo de conocimiento que
llega a ser representativo de ese momento. Es nuestro interés, en este
sentido, retomar los rasgos que identifican los tipos de pensamiento
descritos en el desarrollo individual, dentro del contexto del programa
de epistemología genética, y su expresión en algunas áreas inscritas
dentro del conocimiento científico y de grupos sociales, bajo el
supuesto de que el sujeto, que construye el conocimiento en distintos
niveles y contextos, que concibe y crea los medios para lograrlo, no
debe resultar ajeno a ninguna de las expresiones o modalidades que pueda
adquirir como elaboración acabada de la producción intelectual o como
particularidad de desenvolvimiento en el medio social y cotidiano.
Es necesario, sin
embargo, hacer notar que este intento de examinar estas regularidades no
comporta en ningún aspecto connotaciones que orienten a la creencia en
la superioridad o preeminencia de algún tipo de pensamiento sobre otro;
siguiendo a Piaget, consideramos que la diferencia entre ellos se
expresa en la propiedad de ser cualitativamente distintos, y por lo
tanto, dan lugar a formas distintas de entender el mundo, de organizar
la información proveniente de la realidad circundante y de generar el
conocimiento para transformarla. De allí que resulte valioso, de acuerdo
con determinadas necesidades, vincular todo conocimiento como forma de
creación humana y su trascendencia hacia contextos sociales y
científicos sobre la base primordial de la acción epistemológica del
sujeto particular.
Sobre estas premisas se
sustenta nuestra hipótesis, señalando una correspondencia entre los
rasgos de pensamiento individual y social, como expresión del
conglomerado individual, con rasgos que caracterizan el pensamiento
científico, rasgos que aglutinados propician momentos históricos
signados por formas específicas de creación intelectual y que pueden ser
definidos como estilos; esta hipótesis nos permite derivar que, así como
encontramos tipos de pensamiento, también tenemos tipos epistemológicos
que varían conforme a factores que se dimensionan de lo individual a lo
grupal, de lo particular a lo general, en alusión a sujetos o una
comunidad de ellos. Para explorar esta suposición, primero retomaremos
los tipos de pensamiento y su caracterización, en el marco del programa
de epistemología genética, los compararemos con regularidades observadas
en el ámbito epistemológico en la búsqueda de elementos que proporcionen
la posibilidad de elucidar la hipótesis de trabajo sobre la relación de
correspondencia que se presume entre los tipos de pensamiento y los
tipos epistemológicos.
Los tipos de
pensamiento y sus rasgos generales.
La
teoría del desarrollo cognitivo de Piaget recrea, a partir del
nacimiento del ser humano, un proceso evolutivo, dinámico y secuencial,
que explica el por qué pensamos y construimos la realidad de manera
distinta de acuerdo con ciertas etapas de nuestra vida. Es así como da
cuenta del pensamiento egocéntrico y mágico del niño, quien se cree la
razón de ser del universo, da vida a lo inanimado otorgándole al hombre
la facultad de la creación y dominio sobre los fenómenos naturales,
luego, de un pensamiento que se desprende poco a poco de estos atributos
para sustentarse sobre lo material, concreto y real del entorno, hasta
el pensamiento del adolescente, realista y abstracto por su carácter
formal, en las fronteras de la adultez donde alcanza su plenitud luego
de superar cada uno de los períodos propios definidos por el tipo de
operaciones mentales con que es capaz de actuar sobre el mundo.
Ya hemos
descrito, en un punto anterior y de manera simplificada, los aspectos
generales de la teoría evolutiva del desarrollo de la inteligencia
expuesta por Piaget en el contexto del Programa de Investigación de
Epistemología Genética. Recordemos que uno de los puntos trascendentales
de esta propuesta lo constituyen las operaciones y agrupamientos lógicos
que caracterizan formas de pensamiento que están en estrecha e íntima
vinculación con las operaciones que se conquistan en el plano mental y
que en definitiva definen el tipo de pensamiento con que el individuo
cuenta para construir su conocimiento La clasificación sobre el
desarrollo cognitivo descrita (Piaget, 1979) fue realizada por el autor
en el año 1947 y, como puede verse, abarca cinco períodos: inteligencia
senso-motriz, pensamiento simbólico y preconceptual, pensamiento
intuitivo, pensamiento de operaciones concretas y pensamiento de
operaciones formales. Más adelante, en una obra publicada en 1964
titulada ‘Seis Estudios de Psicología’ (Piaget, 1994), organiza los
tipos de pensamiento en función directa con las operaciones lógicas,
obteniendo entonces cuatro períodos: 1º la etapa de la inteligencia
sensoriomotriz; anterior al desarrollo del lenguaje y del pensamiento
propiamente dicho. 2º La etapa de la inteligencia intuitiva: dos a siete
años o segunda parte de la primera infancia; 3º la etapa de las
operaciones intelectuales concreta: de los siete a doce años, y 4º la
etapa de las operaciones intelectuales abstractas: o período
adolescente. Esta organización, nos remite a que sólo puede hablarse de
pensamiento en tres períodos del desarrollo cognitivo: en la
inteligencia intuitiva, que en este caso subsume al pensamiento
preconceptual o simbólico con el intuitivo correspondientes a la
clasificación anterior, en el pensamiento concreto y en el pensamiento
formal. De allí que, en adelante, nos referiremos entonces, al hablar de
pensamiento, de los tipos de pensamiento intuitivo, concreto y formal,
de acuerdo con los fundamentos del programa de Epistemología Genética.
Volviendo con nuestro
propósito, orientado a describir algunas similitudes entre el desarrollo
del pensamiento en el ámbito individual con áreas sociales y
epistemológicas, retomemos a continuación las generalidades que
caracterizan, pues, los tipos de pensamiento intuitivo, concreto y
formal.
Ya hemos visto que hay un
tipo de pensamiento mágico, artificialista, animista que hace posible
creer que la luna nos obedece, que el hombre creó los fenómenos
naturales, que al cruzar los dedos se cumplirá lo que se desea o que el
río siente dolor al caerle una piedra. Ese es el pensamiento intuitivo,
capaz de constituir imágenes mentales o representaciones simbólicas pero
incapaz de razonamiento lógico; a menudo se
le compara con el del hombre inculto, ya que parecen exclusivamente
vueltos hacia las cosas, la vida del pensamiento les resulta
indiferente, se les escapa la originalidad de los puntos de vistas
individuales, sus intereses son esencialmente realistas y tienden
únicamente a la imitación. (Piaget, 1981).
Su característica
eminentemente intuitiva, le hace apegarse a la percepción inmediata y a
la experiencia directa que lo conduce a razonar que, por ejemplo, el que
una plastilina haya sido dividida en trozos más pequeños y él la percibe
como diferente, es porque se ha transformado en otra sustancia, sin
importar que antes la haya visto bajo su forma original ya que no ve la
transformación como una secuencia de cambios. Esta centración en un
estado particular del objeto y en su propio punto de vista, implica una
asimilación egocéntrica al sujeto y una acomodación fenoménica al
objeto. No puede este tipo de pensamiento rígido establecer relaciones
de orden; si en una serie A, B y C, colocadas en un hilo, así como
primero se asoma la A y también la C, en un intento saldrá también la B
según el razonamiento del niño; tampoco puede ordenar mentalmente de
manera adecuada en el tiempo y el espacio, las nociones adelante y
atrás.
Las
construcciones de las categorías del objeto, causalidad, espacio y
tiempo son evidencia del egocentrismo y el realismo que no diferencia el
mundo externo del yo propio, lo cual se traduce en que todo lo percibido
se centre en torno a la actividad propia pero que no exista conciencia
de sí mismo y esto hace que se halle expuesto a todas las sugestiones y
presiones del medio que le rodea, adaptándose a ellas sin crítica. En
este egocentrismo, el predominio del punto de vista propio, los lleva a
creer que han tenido la iniciativa al imitar un modelo o atribuir a los
demás sus ideas particulares, y toda la realidad, interior y exterior,
no es más que una impresión proveniente de un solo bloque indisociado
sobre un mismo plano; los fenómenos o acontecimientos no comportan un
por qué debido a su naturaleza fortuita, ya que no hay causalidad en la
naturaleza porque todo está hecho para los hombres. El animismo que da
vida a lo inerte materializa también la vida anímica y así el
pensamiento es para el niño una voz que está detrás de la boca, o detrás
y esa voz es viento. Con estos rasgos, se corresponde un razonamiento de
tipo transductivo, limitado a establecer relaciones entre dos o más
elementos concretos entre los cuales no existe tal relación.
Hay un
aspecto muy peculiar del pensamiento intuitivo, resaltado por Piaget
(1994:43):
Hay una cosa
sorprendente en el pensamiento del niño: el sujeto afirma todo el tiempo
y no demuestra jamás. Observemos, por otra parte, que esta ausencia de
la prueba proviene naturalmente de los caracteres sociales de la
conducta en esta edad, o sea, del egocentrismo concebido como
indiferenciación entre el punto de vista entre el punto de vista propio
y el de los demás. En efecto, cuando se establece relación con los demás
es cuando se deben buscar las pruebas, mientras que se cree siempre
totalmente a uno mismo, antes precisamente de que los demás nos hayan
enseñado a discutir las objeciones y antes también de que se haya
interiorizado semejante conducta bajo la forma de esta discusión
interior que es la reflexión. Cuando preguntamos algo a niños menores de
siete años resulta sorprendente la pobreza de sus pruebas, su
incapacidad para motivar sus afirmaciones e incluso la dificultad que
experimentan para saber, mediante retrospección, cómo han llegado a
formularlas. De igual forma el niño de cuatro a siete años no sabe
definir los conceptos que utiliza y se limita a señalar los objetos
correspondientes o a definirlos por medio de su utilización (“es
para...”) bajo la doble influencia del finalismo y la dificultad de
justificación.
Toda
la gama de manifestaciones del pensamiento intuitivo es coherente entre
sí con su carácter prelógico, que consiste en una asimilación
deformativa de la realidad a la actividad propia, pensamiento fenoménico
que sólo toma de lo real su apariencia perceptiva, siempre dependiente
de las sugestiones de la experiencia inmediata, a la que imita pero que
no llega a corregir.
Por su parte, el
pensamiento concreto es de tipo realista en el sentido de que ya no se
encuentra apegado a los estados particulares del objeto, sino que es
capaz de seguir sus transformaciones sucesivas en un sistema de
reciprocidades objetivas. Razona sobre la acción o sobre la realidad,
particularmente sobre objetos tangibles, susceptibles de ser manipulados
y sometidos a experiencias efectivas, de allí que su función esencial
consista en organizar los terrenos de la experiencia. Sólo elabora
teorías asociadas a la acción aún cuando pueda discernir una
sistematización espontánea en sus ideas, por eso sólo puede deducir a
partir de realidades concretas y es incapaz de razonar sobre simples
hipótesis basadas en enunciados estrictamente verbales de los problemas,
hipótesis sin realidad efectiva, aún cuando puedan ser resueltas en un
plano de lo real tangible; ante la imposibilidad de resolver un problema
al nivel de hipótesis cuya respuesta es accesible a instancias
concretas, asume la postura prelógica de la intuición; de allí que,
exista un predominio del razonamiento inductivo, el cual pretende
establecer principios generales a partir de datos concretos. También
aquí se observa que el egocentrismo intuitivo ha dado paso a una
diferenciación de la realidad interior y de la exterior, de lo cual se
desprende que ahora exista una comprensión de los puntos de vistas del
adversario, así como la búsqueda de pruebas o justificaciones que
sustenten las afirmaciones.
Es así, que las
explicaciones del niño entre los siete y doce años aproximadamente, se
desenvuelven en el plano del pensamiento, más allá de la acción
material, siempre en la búsqueda de la coordinación entre ideas y la
justificación lógica tal como lo revela la estructura gramatical de su
lenguaje, procurando evitar la contradicción, marcada necesidad de
verificación y de que las palabras o las ideas conserven su sentido. Las
explicaciones, fundamentadas en las premisas intuitivas ya corregidas,
tienen carácter atomístico, en el que el todo es explicado mediante la
composición de las partes, para lo cual demandan de un lenguaje que
traduzca esas relaciones concretas y regulares. Lo importante es que
bajo estas explicaciones subyacen operaciones de segmentación o
partición y de adición que en definitiva acuña una pauta de pensamiento,
marcado por un proceso deductivo de composición.
El pensamiento formal, ya
lo hemos dicho, está caracterizado por el razonamiento
hipotético-deductivo que permite desprenderse de la acción concreta y
elaborar suposiciones sin relación necesaria con la realidad o necesidad
de concordancia entre las conclusiones con la experiencia; puede deducir
conclusiones ya no únicamente de la acción real sino de las mismas
hipótesis y esas conclusiones, como consecuencia de lo anterior, son
válidas independientemente de su autenticidad. Se trata de razonar sobre
proposiciones, de reflexionar sobre las operaciones con independencia de
los objetos a base de simples proposiciones Puede resumirse, en alusión
con el período anterior, que el pensamiento concreto es la
representación de una acción posible y el pensamiento formal es la
representación de una representación de acciones posibles. El individuo
se inclina preferentemente por problemas inactuales, sin vinculación con
la realidad cotidiana, y por elaborar teorías abstractas, con ideas
generalizantes para acercarse a esos problemas. Aún cuando los
contenidos operatorios sean los mismos en los niveles descritos, es
decir, clasificar, seriar, enumerar, desplazar en el espacio y el
tiempo, situar, la diferencia que se da entre ellas a nivel del
pensamiento concreto y pensamiento formal es una diferencia de tipo
vertical. En efecto, las clases, series y relaciones espacio-temporales
en el pensamiento concreto expresan las operaciones de agrupación de la
acción y de la realidad mientras que el pensamiento formal reflexiona
sobre las proposiciones que expresan esas operaciones.
Esto conduce a afirmar
que las operaciones formales son esencialmente implicaciones entre
proposiciones que expresan clasificaciones, seriaciones o relaciones
espacio-temporales. Ya Piaget (1979:159-160) había señalado, en alusión
al papel de las operaciones concretas como apoyo para la significación
mental de las operaciones formales, que “... la lógica formal no
constituye una descripción adecuada de todo pensamiento viviente: las
operaciones formales representan exclusivamente la estructura del
equilibrio final, hacia el cual tienden las operaciones concretas cuando
se reflejan en sistemas más generales, combinando entre sí las
proposiciones que las expresan.” En este contexto, es comprensible
que las operaciones formales constituyen un auténtico producto del
lenguaje, de ahí que cuanto más refinadas son las estructuras del
pensamiento, más necesario es el lenguaje para su perfeccionamiento.
Es necesario destacar
que en el campo del pensamiento formal se cumple, nuevamente, la ley de
que todo nuevo poder en la vida mental empieza incorporándose al mundo
en una asimilación egocéntrica, hasta lograr el equilibrio con una
acomodación a lo real. Así pues, el pensamiento formal del adolescente
comienza en la manifestación de
...la
creencia en el infinito poder de la reflexión, como si el mundo debiera
someterse a los sistemas y no los sistemas a la realidad... el
equilibrio se alcanza cuando la reflexión comprende que su función
característica no es contradecir, sino preceder e interpretar a la
experiencia. Y entonces este equilibrio es ampliamente superior al del
pensamiento concreto puesto que, además del mundo real, engloba las
construcciones indefinidas de la deducción racional y de la vida
interior.
(Piaget,
1994:87).
De esta forma, tenemos
tres grandes tendencias referidas al pensamiento individual,
secuencialmente relacionadas, en la que cada una de ellas, demanda y
ofrece peculiaridades distintas para conocer, tendencias que en sí
mismas implican posibilidades múltiples de explicación y comprensión del
mundo.
A efectos del presente trabajo, se tomará como la tipología base de los Estilos de Pensamiento la clasificación sustentada en la teoría piagetiana, que asume el pensamiento con tres tipos de manifestaciones cualitativamente distintas: pensamiento intuitivo, pensamiento concreto y pensamiento formal. La razón que justifica esta selección se sustenta en que la aproximación cognitiva, psicológica y lógica de la teoría ha demostrado gran poder explicativo para dar cuenta de la naturaleza de los procesos y expresiones del pensamiento en instancias filogenéticas, de desarrollo del pensamiento individual así como también en el ámbito de específico de evolución del pensamiento en algunas ciencias, entre ellas la matemática y la física. De allí que, consideramos, que de las revisiones adelantadas, es la que atiende con mayor pertinencia nuestra inquietud de investigación. |