En: Rivero Norma (2000): Enfoques Epistemológicos y Estilos de Pensamiento. Tesis Doctoral mención Publicación. Caracas: USR/LINEA-I.


Los Estilos de Pensamiento

En el contexto del saber organizado, encontramos escuelas, corrientes o movimientos en distintas áreas científicas que aglutinan estudiosos y especialistas con ideas que, aún cuando no se manifiestan decididamente iguales, mantienen la adscripción a esquemas fundamentales que les permiten compartir líneas generales de pensamiento; éstas se traducen en aproximaciones, métodos o prácticas particulares para construir el conocimiento y se particularizan notablemente de otras al ofrecer, en consecuencia, perspectivas e interpretaciones distintas para ese mismo objeto de estudio. Esta desemejanza en cuanto a la manera de pensar del hombre de ciencia se percibe también en el hombre común, peculiaridad ésta recogida por la sabiduría popular en refranes y expresiones tales como: “entre gustos y colores no se han puesto de acuerdo los autores”, “cada cabeza es un mundo”, “pensar con el corazón”, “ser muy cerebral” o “no ver más allá de su nariz” las cuales, quizás no por azar, insinúan -cabeza, cerebro, acuerdo, pensar- una cierta proximidad hacia los procesos mentales superiores en el origen de tales variaciones.  

En un intento por formular posibles explicaciones ante el hecho, al parecer tácitamente aceptado, que  aún cuando todos compartimos la condición de seres racionales, esta racionalidad tiene manifestaciones particulares en la forma de cómo pensamos, desde tiempos primitivos se han formulado modelos o tipologías que se fundamentan en algún aspecto humano, que bien pudiera ser físico, orgánico o fisiológico, de acuerdo con el criterio del investigador, y su referencia, correlación o correspondencia con atributos de naturaleza psicológica, bien sea carácter, temperamento, razonamiento o personalidad. Este propósito de tipificar a unos individuos como distintos de otros, en aras de simplificar las variadas disimilitudes observadas y disponer de insumos para elaborar así predicciones sobre sus acciones, ha seguido un recorrido que se inserta principalmente en el transitado por la psicología desde sus inicios, contenida dentro de la filosofía, hasta su surgimiento como disciplina independiente en la segunda mitad del siglo XIX signado por la aparición de escuelas o sistemas. En las líneas que siguen, se intenta una breve revisión histórica de las propuestas tipológicas más destacadas, y su evolución hacia modelos basados en estilos que giran en torno a la cognición,  para lo cual se consideran  dos períodos cronológicos, sobre una base referencial general (Whittaker, 1989; Douglas, 1998;  Burk y Díaz, 1989; Sternberg, 1998; Gardner, 1988; Garnham y Oakhill, 1996).

Antes de 1950: Las tipologías.  

La inquietud por las tipologías parece tener sus raíces en la misma historia de la humanidad. En los pueblos de Babilonia y Caldea de la antigua Mesopotamia, ya se atribuía a los astros, constelaciones y otros fenómenos celestes la responsabilidad por las diferentes facetas o el comportamiento heterogéneo del hombre, creencias que se denotan aún dentro del conocimiento ordinario, al asociar los problemas de salud mental con las fases de la luna -no es casual que al enfermo mental se le llame lunático- o cuando se atribuye la conducta errática e inusual de alguien al tránsito de un planeta sobre una de las casas zodiacales. El hombre, inevitablemente, estaba marcado por el signo bajo el cual  le tocó nacer. Sin embargo, las primeras tipologías conocidas se remontan a la época de los griegos. Se destaca, por ejemplo, en Heráclito(544-480 a.c.) y Teofrasto (372-287 a.c.) el interés por lo que se ha denominado la caracterología, esa parte de la psicología que se dedica al estudio del carácter; Heráclito sugirió que el carácter era el destino del hombre y Teofrasto, por su parte, expuso en su obra Los Caracteres una clasificación de 30 tipos de ellos para conocer mejor la naturaleza y comportamiento humano. Históricamente, se atribuye a Hipócrates (460-377 a.c.) la primera tipología realizada sobre la base de una perspectiva médica racional; sus estudios lo llevan a introducir la noción de que el fundamento morfológico del individuo, diferenciado por la constitución somática y la forma de muerte hacen posible distinguir entre dos tipos: el apoplético, de apariencia robusta y rozagante con tendencia a la muerte repentina  y el tísico, de apariencia delgada y delicada quien suele morir de `consunción´.  A él también se le debe la doctrina de los cuatro elementos, apoyada en los líquidos orgánicos corporales: sangre, bilis, flema y bilis negra, considerados como determinantes en la reacción emocional que exhibe un sujeto en particular equiparándose, respectivamente, con cuatro tipos humanos: sanguíneo, colérico, flemático y melancólico, más adelante, reelaborados por Galeno (129-200 d.c.) quien reconoció los tipos bilioso, sanguíneo, linfático y nervioso. Esta doctrina hipocrática ha tenido una gran importancia en el mundo occidental, siendo incluso utilizada por los psicólogos hasta los primeros años del presente siglo, tal como lo revelan Burk y Díaz (1989:651-652) en el siguiente pasaje:

Hasta el advenimiento de las modernas tipologías se operaba con el concepto de los cuatro temperamentos, de profundo arraigo en la cultura de occidente.Todavía los fundadores de la psicología científica se apegaban a la idea de que, en cuanto reactividad emocional, había cuatro tipos humanos, caracterizados también corporalmente. Eran el sanguíneo, colérico, flemático y melancólico. De la morfología somática de cada uno de esos tipos temperamentales se tenía una imagen definida y universalizada, como lo atestiguan centenares de pinturas y dibujos. Los psicólogos del siglo pasado (y de las primeras décadas del nuestro) todavía usaban los términos: sanguíneo, colérico, flemático y melancólico, para caracterizar la afectividad y los hábitos volitivos. A manera de ejemplo, [se presentan] los tipos temperamentales de Wundt y de Ebbinghaus...”.

 

En esta tendencia que da primacía a la morfología o constitución somática para establecer tipificaciones, se ubican otros investigadores tales como Viola, en 1919, al mostrar los tipos longitipo, braquitipo, equivalentes a los tipos hipocráticos apoplético y tísico,  y un tercer tipo intermedio que representa el normotipo; el argentino Pende, 1928,  quien combinó estos aspectos anatómicos con otros de corte psicológico y Schlegel, al plantear, en 1960 una morfología de tipo sexual para exponer dos tipos básicos: el ginecomorfo y el andromorfo, de acuerdo con la combinación del tamaño de su pelvis y el género, totalizando cuatro tipos –hombres andomorfos, hombres ginecomorfos, mujeres andromorfas y mujeres ginecomorfas- y los correlacionó con aspectos psicológicos.

Por otra parte, se suele conceder a Aristóteles (384-322 a.c.) la autoría de lo que se denomina la fisiognomía o el arte de juzgar el carácter de las personas con base un sus rasgos faciales; su afirmación de que todo rostro humano tiene alguna semejanza con la cara de algún animal lo cual es una expresión inequívoca de su carácter, llegó a degenerar en una tipología de corte zoológico de tanta popularidad y arraigo entre la población tal que, años más tarde, sus abusos llevaron a Isabel de Inglaterra, en el siglo XVIII,  a legislar en este terreno instituyendo penas rigurosas a quienes incurrieran en el delito de aludir a sus semejantes bajo esta dimensión. Porta, en el siglo XVI y Lavater, en el XVIII, continuaron en esta línea de trabajo fisiognómica, al igual que el criminalista Lombroso, en el siglo XIX,  considerado el fundador de la antropología criminal, quien expuso a su vez, dos tipos de delincuentes, el nato y el ocasional, con base en alguno de sus caracteres físicos. Esta simpatía por acentuar la importancia de las líneas del rostro fue asimilada por otros autores, tales como Fourier y Bain -1800 y 1862 respectivamente- quienes hicieron de ella su fundamento caracteriológico por considerar que las pasiones dominantes dejan su huella marcada en las facciones y sirvió, además, de base  en la primera mitad del siglo pasado, para que Galton (1822-1911), antropólogo y genetista inglés, presentara una fisiognomía de base “científica” cuyo propósito era correlacionar estos rasgos con características mentales y, sirvió además de plataforma a principios de este siglo a Corman para discriminar entre el tipo dilatado, en posesión de rostro amplio,  labios gruesos de sonrisa espontánea, sociables, creyentes del orden establecido, superficial y el tipo retraido, de rostro hundido y labios estrechos, taciturno, introvertido y poco expresivo.

En atención al eje morfológico, también desde la frenología, que se ocupa del estudio de la posible relación que existe entre la forma del cráneo y las funciones mentales del sujeto, existen propuestas tipológicas interesantes, entre ellas la de Gall, a quien se le reconoce el instituir a la frenología como ciencia en 1810; se ocupó de investigar las funciones y topología cerebral, la cual estimó conformada por 27 relieves craneales de los cuales 10 son comunes al hombre y todos los vertebrados, 9 son comunes al hombre y a los vertebrados superiores y 8 son exclusivos del hombre; estos últimos se localizan en el lóbulo frontal, lo cual ha permitido asociar, por ejemplo, una frente alta y despejada con rasgos de inteligencia dentro del saber popular. Este modelo de las facultades psicológicas es de significativo valor heurístico ya que posibilitó la atención hacia determinadas localizaciones cerebrales, sensoriales y motoras, conduciendo con posterioridad al nacimiento de la neurofisiología.

A un cuarto del final del siglo XIX, se inicia lo que se ha denominado la psicología experimental con la creación del primer laboratorio de investigación en Alemania bajo la dirección de Wundt, con una marcada parcialidad por los tratamientos fisiológicos, ciencia que se desarrolló rápidamente a mediados sel siglo XIX y cuyos descubrimientos en lo referente a la anatomía y funciones del sistema nervioso, especialmente del cerebro, y los órganos sensoriales se relacionaron directamente con los problemas psicológicos; este comienzo en el tratamiento emprírico se volcó al estudio de la conciencia a través de la descripción de sensaciones, imágenes y sentimientos con la utilización del método introspectivo. Alrededor de 1910, un grupo de investigadores, como Külpe, James y Morgan, se opone a los postulados de Wundt en lo concerniente a que los contenidos mentales complejos poseen propiedades que no pueden deducirse de sus componentes y esta doctrina sirve de base para la aparición de la escuela de la Gestalt, que centró sus investigaciones en la percepción y el pensamiento. La imposibilidad de acuerdos entre los resultados obtenidos en este período sumado a que los gestaltistas, en su mayoría judíos, se vieron obligados a radicarse, años más tarde en los Estados Unidos, fue abonando el terreno para que Watson tuviera amplia aceptación cuando en 1913 propuso el estudio de la conducta como el objeto de la psicología. De aquí en adelante, dentro de un contexto epistemológico en el campo científico fuertemente influenciado por el positivismo, se origina el auge de proposiciones enmarcadas dentro del conductismo liderizado por Skinner. La importancia elemental que se atribuye a los procesos de observación, medición, correlación estadística y probabilidad para alcance del conocimiento, se refleja en las tipologías de estos tiempos. 

Vemos así que en 1909, Rostan y Sigaud ofrecen una tipología basada en las funciones fisiológicas más importantes, postulando cuatro tipos de ellas: el respiratorio, de cavidad torácica muy desarrollada, el digestivo, de abdomen especialmente desarrollado, sociable y poco intelectual, el muscular, de apariencia armónica con musculatura desarrollada y el cerebral, de constitución muscular y ósea poco consistente con un temperamento intelectual; estos tipos mantienen una correlación acentuada con la morfología individual a la que aluden. La corriente de la Gestalt, mediante sus creadores, Wertheimer, Koffka y Koehler, físicos y matemáticos los primeros y zoólogo el último, destacan el papel de la percepción y el factor de organización como determinante de las propiedades del conjunto o Gestalt.

En este contexto, encontramos una propuesta que se origina a partir de la función perceptiva del individuo, bien sea que perciban totalidades con tendencia a la síntesis de lo percibido, en cuyo caso se habla del tipo sintético, o bien perciban detalles, en cuyo caso son  del tipo analítico. En esta directriz, los hermanos Jaentsch, en 1929, partiendo del eidetismo, que es una tendencia a proyectar visualmente las imágenes de impresiones recientes, formulan dos tipos: el desintegrado, de eidetismo angustioso que lo agobia en contra de su voluntad y lo cual conduce a un pensar autista, acompañado de una lógica sin afectos e introversión, y el  integrado, de eidetismos voluntario y placentero, de pensar asociativo, sociable y extrovertido.

A principios del siglo XX nos encontramos con tipologías que buscan integrar criterios, bien sea biológicos, morfológicos, psicológicos o de cualquier otra índole mediante parámetros de orden estadístico, para formular sus respectivas categorías. La psicóloga francesa Bourdel, (1907-1966), desde su laboratorio de psicología industrial, se basó en investigaciones estadísticas para establecer una relación  entre los temperamentos llamados por ella melódico, rítmico, armónico y complejo con los grupos sanguíneos; la definición de estos temperamentos refiere a su relación con el entorno y la manera particular de insertarse en él. Es por ello que tenemos, entonces,  los grupos sanguíneos A o armónicos, selectivos en su adaptación con predominio afectivo; el grupo B o rítmicos con adaptabilidad racional y metódica; grupo O,  melódico y de adaptabilidad extrema y el grupo AB, con personas de adaptabilidad inestable.

Pero quizás, las tipologías mixtas más populares son las expuestas por el psiquiatra alemán Kretschmer y el norteamericano Sheldon, quienes asumen como base de sus postulados la vinculación inexorable de lo somatopsíquico. En 1921, Kretschmer (1888-1964), llama la atención ante lo que a su juicio se ha hecho evidente en el transcurso del tiempo: lo psíquico es expresión directa e inevitable de lo físico, relación ésta que viene determinada de forma innata por lo que es casi imposible intentar o esperar cambios profundos o relevantes en el individuo. Para demostrar esta afirmación, desarrolló una serie de medidas antropométricas numerosas y minuciosas, sometidas a verificación experimental, que luego se correlacionaron entre sí y sirvieron de fundamento a su propuesta tipológica.

Esta tipología, arrojó la caracterización de tres biotipos con su correspondientes psicotipos. El primer biotipo es el leptosomo, de apariencia delgada y extremidades largas, musculatura poco desarrollada, vientre aplanado, cabeza ovalada de cabellos abundantes y sus características psicotípicas se corresponden con el esquizotímico, quien se presenta como introvertido, con tendencia hacia la concentración, al autismo, la poca comunicación y el retraimiento. Su preferencia está radicada en lo simbólico y el pensar, de allí que en su estado patológico denominado esquizofrénico, se inclinen, por un lado, hacia el fanatismo en un ideal, investidos de rigidez e inflexibilidad en la búsqueda de la justicia, lo moral o de un mundo mejor, aunque implique exterminio o expulsión de pueblos enteros; o, por otro, a la frialdad aparente que oculta una afectividad sostenida y exagerada. El segundo biotipo es el pícnico, cuya estatura media, extremidades cortas y aspecto rollizo de cuello corto con tendencia a la calvicie, contrasta abiertamente con el leptosomo; su psicotipo es el ciclotímico, extrovertido, sociable, de fácil adaptación y sintonía afectiva con su entorno, carácter apacible, que en casos patológicos deriva en psicosis maníaco-depresivas, bien del subtipo maníaco o eufórico o del subtipo depresivo. Finalmente, el tercer biotipo, el atlético, es de aspecto fuerte y armónico, musculatura acentuada en brazos,  hombros y espalda, estatura superior al promedio;  se corresponde con el psicotipo viscoso que refleja al individuo de funciones mentales lentas, pensamiento pausado pero perseverante, metódico que declina patológicamente en lo que Kretschmer definió epiléptico, de cuadros exacerbados de agitación e incluso violencia desproporcionada a la situación o circunstancia que facilita la expresión. Debido a que hay personas que como producto de desórdenes glandulares presenta  ciertas anomalías de tipo morfológico que impiden su acomodo en el marco de los biotipos anteriores, Kretschmer introdujo el término de displástico para discriminarlos de los llamados atípicos que aglutina a individuos de morfología irregular de imposible tipificación.

Al médico y psicólogo Sheldon se debe, en 1960, en colaboración con Tucker y Stevens, la tipología de más amplio uso en el contexto norteamericano. Admite, como supuesto de base, que las diferenciaciones entre individuos surgen, en principio, de una combinación de sus componentes biológicos en correspondencia con las capas triblásticas  que se generan como producto del proceso de mitosis del embrión y que luego, el ambiente bajo la forma de educación y experiencia, contribuye a decidir finalmente, sobre el temperamento del individuo. El predominio diferencial de las capas del embrión triblástico desprende los biotipos de esta propuesta: a) una preeminencia del endodermo, capa que genera el aparato digestivo, bronquios, pulmones y vísceras, concuerda con el temperamento viscerotónico, de tendencias comunicativas, extrovertido, buena relación afectiva y disfrute de los placeres gastronómicos; b)  un componente mesodérmico, que deriva en el sistema muscular, sistema óseo, sangre, dermis, ovarios y testículos, compete al temperamento somatotónico, de gran actividad y gusto por el ejercicio físico, sociables, agresivos y pensamiento viscoso; y c) al componente ectodérmico,  precursor del sistema nervioso y sus elementos sensoriales, la piel, esmalte dental, cabellos, entre otros, se acompaña del temperamento cerebrotónico, típico introvertido, de escasa sociabilidad cercana a la necesidad de soledad e intimidad, reservado, con control sobre sus manifestaciones emocionales.

Para determinar la presencia y proporción de cada uno de los tres biotipos en el individuo, se creó la técnica del biograma, que consiste en una fotografía cuyo fondo es una pantalla reticulada que facilita la identificación de las proporciones requeridas. Si un componente se haya presente de forma dominante, adquiere un valor de 7 y si por el contrario, su manifestación es débil se le asigna el valor 1, lo cual nos remite a una escala con intensidad entre 1 y 7, de tres dígitos, que representan sucesivamente, los grados de endomorfismo, mesomorfismo y ectomorfismo: una medida de 117, por ejemplo, reflejaría al cerebrotónico puro. Sheldon evaluó con el biograma a más de 4000 estudiantes y correlacionó sus resultados con los obtenidos en los test de personalidad y de acuerdo con sus resultados, existe en efecto, una relación significativa entre un biograma dado y el temperamento del sujeto a que pertenece, no así entre el sexo y el temperamento. En un trabajo posterior, con la misma metodología empleada, identificaron, definieron y correlacionaron alrededor de 20 rasgos temperamentales para cada uno de los biotipos descritos.

Sin embargo, ya para los inicios del 1900 se hace sentir dentro de los predios psicológicos la presencia de Freud y el psicoanálisis, por una parte,  por otra, la teoría evolucionista de Darwin, cuyo concepto de evolución fue impregnando de manera sistemática los estudios del hombre, la naturaleza y la sociedad, siendo determinantes en algunas de las líneas de investigación en la psicología genética y epistemológica. Esta transición de tipologías interesadas en los aspectos empíricos, observables y estadísticos hacia tipologías apegadas a criterios eminentementes psicológicos o cognitivos quedará finalmente concretada en el contexto de la llamada revolución cignitiva de los años 50´, tal como podrá apreciarse en las siguientes líneas.

En cuanto a esas tipologías que consideran como criterios aglutinadores el factor psicológico, tenemos dos provenientes de la corriente psicoanalítica. La primera de ellas, es la expuesta por Heymans, en 1921, con la colaboración de Wiersma y complementada por Le senne, basada en tres propiedades: emotividad (E) que es una disposición permanente y selectiva del carácter; actividad (A), como elemento fundamental de la vida psíquica  y resonancia [primariedad (P), resonancia inmediata y superficial que generalmente acompaña al individuo extrovertido y secundariedad (S), de reacciones más permanentes pero lentas]; la combinación de estas propiedades da lugar a 8 tipos caracterológicos que son los siguientes: Apasionado (E, A. S): emotivo, activo y con gran capacidad de identificación con causas que consideran justas; colérico (E, A, P): emotivos, activos pero de reacciones fugaces e instantáneas; nervioso (E, nA, P): emocionalmente inestable pero con fuerte emotividad, los cuales no resisten la disciplina; sentimental (E, nA, S): emotivo, no activo y con resonancia secundaria, es decir de reacciones más lentas y durareras; sanguíneo (nE, A, P): individuos observadores, de gran sentido práctico, sociales y adaptables; flemático (nE,A,S); apático (nE, nA, S) y amorfo (nE, nA, P). Berger (1896-1960) continuó en la misma línea el trabajo de estos investigadores e introdujo como parte de su cuestionario caracteriológico, seis factores complementarios a los tres descrito por ellos; estos son: la amplitud del campo de conciencia, la polaridad Marte-Venus, los intereses sensoriales, la ternura, la avidez y la pasión intelectual.

La segunda de las tipologías psicológicas se debe al psicoanalista Jung, quien en 1929, en su obra “Tipos Caracteriológicos”, agrupa a las personas en introvertidos y extrovertidos, considerando la relación que todo individuo manifiesta con los objetos, en la cual se observa el privilegio,  bien del sujeto o bien del objeto. En el sujeto extrovertido, su tendencia hacia el objeto opaca su  naturaleza  subjetivo determinando su desempeño mental en contraposición del introvertido con una disposición opuesta. Se tiene, en el primer caso, una disposición mental de tipo pragmático, con escasa autocrítica y expresión espontánea, no así en el introvertido, quien posee mentalidad idealista, gran capacidad de autocrítica  y de expresión diferida o bajo formas particulares.  Por otra parte, atribuye al psiquismo cuatro funciones básicas: percibir, sentir, intuir y pensar, que derivan en sus correspondientes tipos funcionales: el individuo sensorial, el sentimental, el intuitivo y el intelectual, cada uno de los cuales puede presentarse con el tipo extrovertido o el introvertido, colocando finalmente su clasificación con un total de ocho tipos humanos.  Es interesante destacar la amplia divulgación de los tipos de Jung, no sólo dentro del campo específico de estudio señalado, sino en el arraigo que tiene dentro del conocimiento ordinario, en donde el uso de las palabras introvertido y extrovertido resulta común dentro del habla cotidiana. A propósito de la mención de estas tipologías cognitivas, es necesario agregar una referencia importante. Se trata de Piaget quien aún cuando no pretende formular una de ellas, demuestra mediante sus investigaciones las variaciones que evidencia el pensamiento en el transcurso no sólo de la vida del individuo sino que además alega que son perfectamente identificables en la historia del desarrollo en el pensamiento científico afirmando, por ende, la existencia de un correlato ontogenético y filogenético en este proceso evolutivo. En 1947 publica Psicología de la inteligencia en donde reconoce varias formas de pensamiento: preconceptual, intuitivo, concreto y formal que, bajo criterios lógicos de diferenciación, van dando cuenta progresivamente de la compleja riqueza que acompaña la inteligencia como ‘estado de equilibrio hacia el cual tienden todas las adaptaciones sucesivas de orden sensoriomotor y cognoscitivo’ (Piaget, 1979:21). Al describir el pensamiento desde estadios sensoriales y motores con base en los reflejos neonatales, de allí a la paulatina coordinación de modelos de respuestas, el tránsito del razonamiento prelógico al lógico y reversible para arribar al proposicional, Piaget demarca una explicación cognitiva precursora difícil de obviar en adelante, como de hecho se ha demostrado la compatibilidad de su teoría con las posibilidades y postulados de los modelos cognitivos computables.      

Finalmente, hay una propuesta que se aparta un poco de los criterios empleados hasta ahora, formulada por Spranger a inicios de los años 50’, orientada hacia las actitudes que tienen los seres humanos ante la vida y los valores que resultan en seis tipos valorativos: el hombre religioso, interesado por los misterios de la divinidad; el hombre social, cuyo norte y razón de ser se consigue en la convivencia y las relaciones sociales; el hombre económico, apasionado del dinero y el mercado; el hombre político, desvelado por el poder; el hombre estético, cuya acción de vida se supedita a los criterios estéticos y de belleza, y el hombre científico puro o teórico, preocupado por alcanzar el conocimiento científico. Otras explicaciones para atender el problema del por qué de las diferencias entre personas, son mostradas desde escenarios diferentes al de la psicología, las cuales sin llegar a tipologías concretas, van introduciendo también la noción de que la explicación puede ser explorada por la vía de los procesos mentales. Por ejemplo, Fleck, 1935, en su libro La génesis y el desarrollo de un hecho científico, analizó la historia  de las enfermedades venéreas en la medicina moderna y de acuerdo con ello definió una comunidad científica como ‘colectividad de pensamiento’. Algunos antropólogos y estudiosos de grupos indígenas atribuyen igualmente, tal como Frazer lo hace en una publicación en 1936, el problema de las diferencias en el razonamiento de las personas, verbigracia  los primitivos con su pensamiento mágico, al pensamiento subdesarrollado que les caracteriza. Vemos así que el germen de la expectación por los procesos mentales ya esta sobre el marco de las inquietudes de investigación y de aquí en adelante, se afianzará como un campo prometedor en variadas disciplinas científicas, entre ellas, las que se integran en el llamado hexágono cognitivo: lingüística, psicología, filosofía, antropología, neurociencia e inteligencia artificial. 

A manera de síntesis, podemos decir que en este primer período se realizan notorias proposiciones desde escenarios psicológicos, médicos, filosóficos, antropológicos, sociológicos y psiquiátricos que encauzan la inquietud por formular modelos, mejor conocidos como tipologías, que aspiran, unas describir y otras explicar las diversas manifestaciones de un modo particular de ver, actuar e interpretar el mundo que nos rodea; modelos que, respondiendo a sus bases históricas contextuales, se insertan en las corrientes epistemológicas predominantes dentro del campo de la producción de conocimiento Asimismo, debido a esta misma causa, es notoria la atención sobresaliente que reciben las características físicas y funcionales del hombre durante estos años y la alusión secundaria o referencial hacia los aspectos racionales o cognitivos aún cuando, paradójicamente, el objetivo último de estos modelos consiste en alcanzar un acercamiento con alto grado de fidelidad, que de cuenta del argumento de lo que nos identifica como animales racionales: los procesos de pensamiento.

Después de 1950: Los estilos.

La aparición de tipologías psicológicas con creciente indiferencia hacia atributos de dimensiones físicas o morfológicas marca una definitiva inclinación por la búsqueda de explicaciones que involucran los procesos mentales; aún cuando la aproximación se realice desde espacios que comprometen posturas fenomenológicas como la de Lévy-Bruhl, quien, en 1952, explica que esa desemejanza entre las personas, por ejemplo en como piensan los primitivos, tiene orígenes emocionales que afectan y desvían el curso lógico del razonamiento hacia el dominio místico. Sin embargo, la afiliación a esta tendencia resulta en un crecimiento vertiginoso, que se dimensiona definitivamente en los años 50’ cuando se focaliza la atención sobre los procesos mentales en el marco de la revolución cognitiva iniciada a comienzos de la década. Así señala este proceso la Enciclopedia Hispánica (1992-1993:147-148) este hito histórico:

En torno a la década de 1950, la crisis de la metodología puramente empiricista y la posibilidad de abordar con instrumentos computacionales la explicación del funcionamiento de los mecanismos cognitivos hizo entrar en crisis la psicología conductista que, durante años, había dominado la escena psicológica, y permitió la puesta en marcha de la psicología cognitiva, auspiciada por investigadores como Neal Miller, Herbert Simon y Eugene Galanter, que trataban de tener en cuenta no sólo los datos de los experimentos psicológicos clásicos, sino también los proporcionados por la neurociencia y la biología. La influencia que sobre los representantes de la psicología cognitiva tuvieron tanto los trabajos de los psicólogos de la escuela de la Gestalt como los del psicólogo suizo Jean Piaget, padre de la llamada psicología genética, fue considerable.

Gardner (1988:112-113) expresa a su vez, en este orden de ideas:

Las líneas de investigación iniciadas por Miller, Broadbent y Cherry, y por Bruner, vigorizaron a la psicología de fines de la década de 1950 y de la década siguiente. Frente al rigor artificial impuesto por el conductismo en los temas vinculados a la cognición, estos jóvenes psicólogos querían introducir nociones que desde hacía bastante tiempo atrás habían sido declaradas “fuera de litigio” y rechazadas. La aceptación de las limitaciones inherentes a la cantidad de información  que el sujeto podía recibir, los intentos por trazar los pasos del procesamiento de dicha información, y la postulación de las estrategias globales empleadas para resolver un problema, todo ello era índice de una mayor disposición para abordar en forma directa los temas relacionados con la mente, en lugar de descartarlos reemplazándolos por una larga serie de estímulos y respuestas públicamente verificables.

Este cambio no puede atribuirse a un solo factor, pero es evidente que contribuyó a conferir legitimidad a estos enfoques el advenimiento de la computadora, así como el lenguaje de la teoría de información que habitualmente caracterizaba su uso. Los psicólogos ya no limitaron sus explicaciones a los sucesos que pudieran serle impuestos a un sujeto o que pudieran observarse en su comportamiento; ahora se avinieron a considerar la representación de la información en el interior de la mente... Cierto es que las cuestiones que se estudiaban (...) no eran nada nuevo para la psicología pero la perspectiva de aplicar ideas provenientes de la teoría de la información, de basarse en el modelo de la computadora, de dar el visto bueno a diversas variedades de representación mental y permitir a los sujetos utilizar sus plenos poderes reflexivos, era vigorizante y liberadora.  

 

Paralelo a este tratamiento epistemológico y metodológico, comienza a sustituirse el término de tipologías por el de estilos, entendidos como “una manera particular de procesamiento de información" de acuerdo con la definición de psicólogos cognitivos que adelantaron investigaciones en resolución de problemas y habilidades perceptuales y sensoriales. En otras fuentes se advierte que el “modo en que se clasifican los distintos conocimientos para establecer el orden mental interno es una de las claves de la personalidad básicos para entender las reacciones de un individuo en un momento determinado y sus posibles desequilibrios mentales, se les ha denominado ‘estilos cognitivos’.  (Enciclopedia Encarta 98).  Desde esta óptica, se hacen aproximaciones que apuntan a la identificación de estilos, bien sea en el ámbito de la personalidad, en cuyo caso hablamos de estilos centrados en la personalidad,  la actividad, la enseñanza o la cognición, respectivamente con un apego más o menos acentuado sobre fenómenos relativos a la cognición. Desde este marco referencial, nos ocuparemos en las siguientes líneas de algunas de estas clasificaciones: 

1. Estilos centrados en la cognición: A propósito, conviene mencionar una corriente, que en la década 50’-60’ intenta establecer un puente entre los estudios de cognición y de personalidad, denominada el movimiento de los estilos cognoscitivos, con acentuado énfasis hacia el primer ángulo de la díada. Ellos son los siguientes:

1.a.- Estilos dependiente e independiente de campo: Witkin indicó que, debido a que algunas personas  dependen más que otras de la estructura predominante en su campo visual, pueden sugerirse dos tipos de ellas: dependiente de campo e independiente de campo. Sin embargo, estudios en esta área evidencian que lo independiente de campo es equivalente a la aptitud espacial.

1.b.- Estilos de Rangos equivalentes: trata sobre las diferencias que se observan al categorizar cosas muy semejantes como diferentes o viceversa. El tener un rango equivalente amplio permite ver relaciones que otros  con rangos más estrecho no pueden percibir, lo cual a su vez, presenta la desventaja de que se pueden no advertir diferencias importantes que distinguen a estas cosas.

1.c.- Estilos de categoría ancha: representa la tendencia de las personas a estimar rangos superiores o inferiores de manera consistente

1.d.- Estilos conceptuales: alude a la diferencia entre las personas dependiendo de cómo clasifican  conceptos. Para Kagan (1963), el mayor exponente de esta clasificación,  reflejan las diferencias en percepción, codificación y almacenamiento de información que son consistentes con ciertas propiedades generales de organización y funcionamiento intelectual; supone tres estilos conceptuales: analítico descriptivo, relacional y el inferencial-categórico, sobre los resultados obtenidos en el Test de Estilos Conceptuales, compuesto de ilustraciones solamente. Los de estilo analítico descriptivo, tienden a elaborar conceptos sobre la base de elementos comunes entre elementos, los de estilo relacional lo hacen considerando las relaciones funcionales de ellos  y los de estilo inferencial-categórico lo hacen a causa de similitud abstracta que puede ser inferida pero no usualmente observable de manera directa.

            Los estudios sobre los estilos conceptuales en los niños  han señalado importantes hallazgos:

Los niños pequeños tienden más a ver relaciones funcionales mientras que los otros niños utilizan las categorías analíticas y supraordenadas (Kagan, Rosman, Day, Albert & Phillips, 1964). Los niños reflexivos y atentos generalmente son más analíticos que los impulsivos (Kagan, et al., 1964). Y los niños analíticos tienden a ser más activos, luchadores e independientes, mientras que los que se interesan por la relación funcional son más dependientes (Kagan et al., 1963). Los niños analíticos se desempeñan mejor en una tarea que consista en colocar unos dibujos en secuencia lógica  (Kagan, et al., 1964). La relevancia del material que ha de clasificarse afecta el estilo utilizado por el niño: cuando se trabaja con dibujos, la tendencia a ser analítico aumenta con la edad; cuando se trabaja con palabras, disminuye (Mussen, Conger y Kagan, 1969). Debe tenerse en cuenta el estilo conceptual al diseñar técnicas de enseñanza para los niños. Además, deben hacerse esfuerzos para ajustar el ritmo de trabajo del maestro y el alumno con el fin de mejorar el aprendizaje.

(Papalia y Olds, 1978: 422)

1.e.- Estilos de impulsividad y reflexividad: Kagan diferencia el estilo impulsivo con tendencia respuestas rápidas, que se toma poco tiempo para pensar en soluciones alternas, por lo cual son más propensos a cometer errores, del estilo reflexivo que representa el polo opuesto. Skotnikova, del instituto de Psicología de Rusia, agrega que los estilos caracterizan no sólo el procesamiento de la información sino también la toma de decisiones y que los conceptos de rigidez-flexibilidad y reflexividad-impulsividad deben considerarse para ello.

1.f.- Compartimentalización: un estilo compartimentalizado es aquel en que la persona tiende a compartir las ideas o las cosas en categorías discretas que a menudo ayudan a organizar su mundo pero que puede tornarse en un manejo algo rígido del mismo.

1.g.- Estilo de integración conceptual: es aquel en el que las personas se inclinan a relacionar partes o conceptos en un todo para darles mayor significación. Se mencionan a título de ejemplos, personajes como Perry Mason, Sherlock Holmes.  Sin embargo, otras personas no parecen mostrar ninguna necesidad de esa integración, de acuerdo con lo Feuerstein ‘un asidero episódico de la realidad’ en el que las personas pueden vivir dejando que los eventos y conceptos se produzcan sin ninguna preocupación por la relación que pudiese existir entre unos y otros.

1.h.- Estilo de tolerancia hacia experiencias poco realistas: este estilo advierte acerca de la disposición de las personas a aceptar o participar en experiencias poco convencionales, tal como intervenir en programas para medir efectos de drogas imaginarias o colaborar en situaciones bajo condiciones de realidad virtual, mientras que a otras este tipo de eventos les parece totalmente inútil o irrelevantes.

1.i.- Estilo escudriñador: presentado por Gardner y Moriarty, destaca la constante búsqueda de verificación de los propios juicios que el sujeto elabora.

2.- Estilos centrados en la personalidad: este movimiento, aún cuando encuadra su preocupación sobre estilos, lo hace acercándose más a la conceptualización y medición de la  personalidad. Dos tentativas se destacan: en una de ellas sus representantes, Myers y Myers, apoyados en la tipología de Jung, elaboran cuatro distinciones básicas: con respecto a nuestra actitud en el trato con otras personas,  con respecto a las funciones perceptuales, con respecto al juicio y con respecto a la interpretación de la información. Sus 16 combinaciones de tipos diferentes se han aplicado en escenarios académicos y empresariales, aunque el test carece de validez de acuerdo con investigaciones recientes. En la otra, denominada Teoría Energética de estilos de la mente, Gregorc fundamenta sus estilos sobre la manera en que las personas se organizan con base a los criterios de espacio y tiempo, agrupando a las personas, en cuanto a la dimensión espacio, en abstractas y concretas y, relacionado con la dimensión tiempo, en secuenciales  y aleatorias.

3.- Estilos centrados en actividad: en concordancia con las anteriores, esta clasificación de estilos se aproxima más a la clase de acción que las personas desarrollan en su vida diaria con desdén hacia la cognición o personalidad. Es en este contexto donde se han hecho populares los estilos de aprendizaje, como los propuestos por Kolb dentro de su teoría: convergentes, divergentes, asimilador y acomodador, o los 18 estilos organizados en cuatro categorías –ambiental, emocional, sociológicos y físicos de Dunn y Dunn, o la de Holland con estilos que entran en juego al hacer una elección laboral: realista, investigador, artístico, sociable y emprendedor.

4.- Estilos de enseñanza: se basa en hechos que indican que los sujetos que aprenden responden diferencialmente a variados estilos de enseñanza; McCarthy (1990), por ejemplo,  expresa que las personas aprenden de maneras distintas y que existen diferencias fundamentales en la manera de cómo aprendemos; la primera de ellas, está referida a  cómo percibimos, y la segunda, se orienta a cómo procesamos. En el modelo 4MAT System cada uno de los cuatro tipos de aprendizaje tiene un cuadrante.  En el cuadrante uno, encontramos a los estudiantes imaginativos, quienes prefieren aprender mediante una combinación de razonamiento, sensación y  observación. En el cuadrante dos, tenemos a los estudiantes analíticos quienes prefieren aprender a través de la combinación de la observación y reflexión hacia el concepto. En el cuadrante tres, están los estudiantes de sentido común, los cuales prefieren aprender por razonamiento a través de conceptos y sometiéndolos a pruebas ellos mismos. Finalmente, en el cuadrante cuatro, encontramos los estudiantes dinámicos, quienes prefieren aprender haciendo, razonando y sintiendo.  El modo de razonamiento está separado del conocimiento.

En este sentido, Ramos (1994) expresa que se ha demostrado la evidencia de que los sujetos adoptan una manera particular de procesar información, generando así un estilo de aprendizaje, llamado por otros autores estilo cognoscitivo. Ante el acuerdo de que las diferencias de estilos están presentes en el proceso de aprendizaje, conviene entonces acotar que una relación entre estilos cognoscitivos y estilos de aprendizaje es que los últimos son la expresión, en el aula, de los primeros. De aquí se desprende, entonces, que haya estilos de enseñanza para atender los estilos diferenciales para aprender. De hecho, algunos investigadores se han orientado hacia la identificación de ellos, tal como lo muestra el modelo de aprendizaje de Felder (Howard y otros, 1997), el cual categoriza estilos preferenciales de aprendizaje individual en una escala de cuatro dimensiones, cada una de las cuales tienen dos valores; los estudiantes y los profesores pueden mostrar preferencias por un lado de la dimensión en la mayoría de los objetivos, aún cuando pueda darse el caso que para algunos de ellos no sea así (ver Figura Nº 4).

En este modelo no hay estilos correctos de aprendizaje; más bien, se entiende como un sistema de preferencias en el cual participan los estudiantes de manera individual.

Otro modelo está expuesto en el Ciclo de Aprendizaje de Kolb (ver supra), que al igual que en el anterior, ubica a los estudiantes dentro de uno de los cuatro cuadrantes que lo componen, tal como se observa en la Figura Nº 5.(ver Figura 5).

Obsérvese que los cuadrantes izquierdo y derecho se corresponden directamente con la escala activa-reflectiva de Felder, y los cuadrantes superior e inferior con la escala sensible-intuitiva. Para los estudiantes del tipo ¿por qué?, es importante conocer el por qué de los objetivos, los del tipo ¿cómo?, como se aplican los objetivos a los problemas reales, los ¿what?, desean conocer hechos acerca de los objetos y, finalmente, los  y si... , necesitan experimentar con diferentes posibilidades.

Ahora bien, la mirada hacia los estilos se encuentra acompañada de una condición, en que al parecer concuerdan los interesados en el área y ella es el papel que asume el componente preferencia dentro del concepto. Investigaciones, como en el caso de Kahneman y Tversky, (en Ursua, 1993:296) han demostrado que “los individuos actúan de manera radicalmente diferente en problemas que tienen la misma estructura formal, y estos desempeños reflejan sesgos, preferencias en el sistema cognitivo que han de ser tenidos en cuenta en cualquier teoría del razonamiento humano”. Para Padrón (1994a:4), los estilos epistémicos o estilos de pensamiento o estilos cognitivo “son configuraciones cognitivas constantes, que definen esquemas operativos típicos de adquisición de conocimientos en el individuo y en las organizaciones... En todo caso, se trata de un cierto patrón operativo que cada ser humano privilegia y va reforzando, a medida que evoluciona en su formación de mapas mentales o representaciones del mundo circundante”.

El psicólogo industrial Woodward (1997) utiliza como herramienta de trabajo un cuestionario sobre estilos de pensamiento creado por Harrison y Bramson, quienes para definir los estilos se basaron en cinco escuelas de la filosofía occidental: analítica, realista, pragmática, idealista y sintético. Ve los estilos como una fuerte elección personal que se acentúa en el trabajo individual y que puede incluso crear dificultades cuando se trabaja en grupos, ya que allí se encuentran también estilos predominantes de pensamiento; ellos pueden asumir las siguientes modalidades: exclusivo, predominante, disponible, marginal o inexistente. Sternberg (1998) refiere que ese movimiento desarrollado entre los años 50’ y 60’ cobija a teóricos que interesados en los estilos, como expresión de inconformidad ante la limitada información que los tests de habilidades arrojan en cuanto al por qué las personas difieren en sus desempeños, han encontrado una respuesta en la interface entre habilidades y personalidad o entre habilidades y preferencias, evidente en tendencias como la de inteligencia emocional e inteligencia social; sin embargo, a su juicio, es necesario delimitar aspectos que orientan la problemática hacia escenarios distintos:

In the case of styles, though, I believe it is important to maintain the distinction between abilities on the one hand and styles on the other. Emotional intelligence may or may not represent a set of abilities. Styles do not represent a set of abilities, but rather a set of preferences (subrayado nuestro). The distinction is important, because abilities and preferences may or may not correspond, as we find in the case of someone who wants to be a creative writer, but who just can’t come up with the ideas. (...) The more specific term, COGNITIVE STYLE, refers to an individual’s way of processing information. The term was developed by cognitive psychologist conducting research into problem solving and sensory and perceptual abilities.  This research provided some of the first evidence for the existence of distinctive styles.        

Sternberg (1998:134)

El uso del concepto de estilo es asimilado por otras ramas de la ciencia. Desde una perspectiva de la filosofía de la ciencia, se habla de ellos de la manera siguiente:

“La teoría marxista de las ciencias, que subraya la importancia del estudio de las teorías concurrentes, sus relaciones mutuas y sus luchas entre sí, presta atención al hecho de que independientemente del carácter contradictorio de las diferentes teorías, existen determinadas ideas fundamentales que unifican estas teorías en los marcos de un determinado período, y que caracterizan toda una época en el desarrollo científico. Estos principios fundamentales, en los cuales se basa una cierta secuencia o conjunto de teorías, se conservan durante el tránsito de un sistema teórico a otro aunque, como es natural, modificándose y adquiriendo en cada caso una forma específica.

Estas ideas fundamentales, que garantizan la sucesión en el desarrollo del conocimiento científico y que pueden compararse con las invariantes de un grupo de transformaciones, constituyen las características decisivas de un determinado estilo de pensamiento. El análisis de estas ideas fundamentales, o como decía M. Born, de las tendencias generales del pensamiento, que se modifican muy lentamente y forman determinados períodos filosóficos con ideas características en todas las ramas de la actividad humana, incluyendo las ciencias, constituyen uno de los problemas más importantes del análisis teórico del desarrollo del conocimiento científico.

(AAVV, 1978:368-369).

Douglas (1998:15) sostiene “que es posible clasificar, no los estilos de pensamiento en sí mismos, sino los tipos de unidades sociales a las cuales esos estilos de pensamiento les sirven como medio de comunicación... Lo que debemos preguntarnos es por qué las personas hacen diferentes inferencias a partir de los mismos datos, y la respuesta tendrá que ver con el modo en que la tendencia o desviación cultural tiñe el pensamiento”, en tanto que Leenhardt (en Clifford, 1982) indica que el pensamiento malanesio expone un vínculo peculiar con el mundo místico, emocional y concreto antes que el analítico, lo cual se constituye en génesis de sus diferencias con otras culturas y, en el ámbito sociológico durkheimiano,  los estilos de pensamiento distintivos se atribuyen a la necesidad comunicativa de una unidad social. Feyerabend (en Echeverría, 1989:221), trata de aproximar el conocimiento científico a otras formas del saber humano y agrega que “cada estilo de pensamiento acuña su propio concepto de verdad y el éxito mayor de uno o de otro tampoco es un criterio objetivo porque también la noción de éxito está conformada dentro de cada marco conceptual”.

Ya para finalizar, tres cosas; la primera, notamos en este segundo período dos elementos  fundamentales para la explicación de las diferencias entre los seres humanos: el primero de ellos, la introducción del concepto de estilo, el cual puede asumir desde relaciones claramente comprometidas con el aspecto cognitivo o admitir posturas más bien discretas; el segundo, el carácter de preferencia que se atribuye y diferencia a los estilos, con independencia de la condición anterior. Y, tercera, algo aún más notorio en este aparte es que estos estilos tienen correlato en el horizonte del pensamiento científico. Está claro que las líneas de investigación en este contexto a pesar de la preocupación por el mismo objeto de estudio se distinguen, como bien cabe esperar, por su aproximación epistemológica y la función asignada a los procesos cognitivos dentro de la explicación. Pero, también es definitivo, que la cognición, entendida dentro del marco contextual de las ciencias involucradas en la revolución cognitiva, ya no podrá ser obviada dentro de la problemática que pretende conocer nuestras opciones de pensamiento o procesamiento de información y que marcan la pauta decisiva para establecer una correspondencia con el hecho advertido por el hombre en su proceso de evolución: no todos pensamos de la misma manera y al parecer, se debe a una cuestión de estilos y ellos tienen una propiedad cognitiva. Recordaremos que las diferencias advertidas en el marco del conocimiento ordinario en un principio con relación a las personas, a la larga fueron corroboradas bien sea bajo la forma de tipologías o estilos en el ámbito del conocimiento científico, lo cual es señal quizá de toda una gran posibilidad de investigación que se nos presenta dentro del campo del estudio del pensamiento.

5. Caracterización de los Estilos de Pensamiento

            Conocer es una capacidad humana manifiesta en todas y cada una de las acciones que realiza el hombre en su incesante intercambio con el mundo; así, podemos abordar al sujeto epistémico desde una perspectiva estrictamente individual, focalizando nuestro interés sobre las características que van definiendo su desarrollo cognitivo hasta alcanzar la madurez; igualmente, es posible aproximarnos desde una óptica eminentemente social, en alusión directa a maneras generales que se manifiestan en forma de costumbres, creencias y tradiciones dentro de los pueblos, o también, en función de períodos cronológicos caracterizados por aglutinar condiciones específicas que propician determinados tipos de conocimientos y, aún más, es factible optar por una disposición filogenética u ontogenética del asunto, a fin de cuentas el sujeto epistémico sigue siendo el núcleo de cualquiera sea la preferencia que se asuma como elemento generador del acercamiento a este campo.

            Ahora bien, cabe presumir que los atributos cognitivos de este sujeto epistémico, y a ello apuntan los resultados de algunas investigaciones, acotados en una dimensión individual, tienen alguna expresión a escala mayor, en esos hitos históricos que manifiestan notables diferencias entre formas de conocimiento, tanto en el círculo de una sociedad específica, como en el ámbito científico, sea éste considerado como un aspecto puntual dentro del marco del conocimiento socializado e intersubjetivo,  sea éste la tendencia de la ciencia general que cobija este sector, o sea un período cronológico en el cual se produce un tipo de conocimiento que llega a ser representativo de ese momento.  Es nuestro interés, en este sentido, retomar los rasgos que identifican los tipos de pensamiento descritos en el desarrollo individual, dentro del contexto del programa de epistemología genética, y su expresión en algunas áreas inscritas dentro del conocimiento científico y de grupos sociales, bajo el supuesto de que el sujeto, que construye el conocimiento en distintos niveles y contextos, que concibe y crea los medios para lograrlo, no debe resultar ajeno a ninguna de las expresiones o modalidades que pueda adquirir como elaboración acabada de la producción intelectual o como particularidad de desenvolvimiento en el medio social y cotidiano.

Es necesario, sin embargo, hacer notar que este intento de examinar estas regularidades no comporta en ningún aspecto connotaciones que orienten a la creencia en la superioridad o preeminencia de algún tipo de pensamiento sobre otro; siguiendo a Piaget, consideramos que la diferencia entre ellos se expresa en la propiedad de ser cualitativamente distintos, y por lo tanto, dan lugar a formas distintas de entender el mundo, de organizar la información proveniente de la realidad circundante y de generar el conocimiento para transformarla. De allí que resulte valioso, de acuerdo con determinadas necesidades, vincular todo conocimiento como forma de creación humana y su trascendencia hacia contextos sociales y científicos sobre la base primordial de la acción epistemológica del sujeto particular.

Sobre estas premisas se sustenta nuestra hipótesis, señalando una correspondencia entre los rasgos de pensamiento individual y social, como expresión del conglomerado individual, con rasgos que caracterizan el pensamiento científico, rasgos que aglutinados propician momentos históricos signados por formas específicas de creación intelectual y que pueden ser definidos como estilos; esta hipótesis nos permite derivar que, así como encontramos tipos de pensamiento, también tenemos tipos epistemológicos que varían conforme a factores que se dimensionan de lo individual a lo grupal, de lo particular a lo general, en alusión a sujetos o una comunidad de ellos. Para explorar esta suposición, primero retomaremos los tipos de pensamiento y su caracterización, en el marco del programa de epistemología genética, los compararemos con regularidades observadas en el ámbito epistemológico en la búsqueda de elementos que proporcionen la posibilidad de elucidar la hipótesis de trabajo sobre la relación de correspondencia que se presume entre los tipos de pensamiento y los tipos epistemológicos.

Los tipos de pensamiento y sus rasgos generales.

            La teoría del desarrollo cognitivo de Piaget recrea, a partir del nacimiento del ser humano, un proceso evolutivo, dinámico y secuencial, que explica el por qué pensamos y construimos la realidad de manera distinta de acuerdo con ciertas etapas de nuestra vida. Es así como da cuenta del pensamiento egocéntrico y mágico del niño, quien se cree la razón de ser del universo, da vida a lo inanimado otorgándole al hombre la facultad de la creación y dominio sobre los fenómenos naturales, luego, de un pensamiento que se desprende poco a poco de estos atributos para sustentarse sobre lo material, concreto y real del entorno, hasta el pensamiento del adolescente, realista y abstracto por su carácter formal, en las fronteras de la adultez donde alcanza su plenitud luego de superar cada uno de los períodos propios definidos por el tipo de operaciones mentales con que es capaz de actuar sobre el mundo.

            Ya  hemos descrito, en un punto anterior y de manera simplificada, los aspectos generales de la teoría evolutiva del desarrollo de la inteligencia expuesta por Piaget en el contexto del Programa de Investigación de Epistemología Genética. Recordemos que uno de los puntos trascendentales de esta propuesta lo constituyen las operaciones y agrupamientos lógicos que caracterizan formas de pensamiento que están en estrecha e íntima vinculación con las operaciones que se conquistan en el plano mental y que en definitiva definen el tipo de pensamiento con que el individuo cuenta para construir su conocimiento La clasificación sobre el desarrollo cognitivo descrita (Piaget, 1979) fue realizada por el autor en el año 1947 y, como puede verse,  abarca cinco períodos: inteligencia senso-motriz, pensamiento simbólico y preconceptual, pensamiento intuitivo, pensamiento de operaciones concretas y pensamiento de operaciones formales. Más adelante, en una obra publicada en 1964 titulada ‘Seis Estudios de Psicología’ (Piaget, 1994), organiza los tipos de pensamiento en función directa con las operaciones lógicas, obteniendo entonces cuatro períodos: 1º la etapa de la inteligencia sensoriomotriz; anterior al desarrollo del lenguaje y del pensamiento propiamente dicho. 2º La etapa de la inteligencia intuitiva: dos a siete años o segunda parte de la primera infancia; 3º la etapa de las operaciones intelectuales concreta: de los siete a doce años, y 4º la etapa  de las operaciones intelectuales abstractas: o período adolescente. Esta organización, nos remite a que sólo puede hablarse de pensamiento en tres períodos del desarrollo cognitivo: en la inteligencia intuitiva, que en este caso subsume al pensamiento preconceptual o simbólico con el intuitivo correspondientes a la clasificación anterior, en el pensamiento concreto y en el pensamiento formal. De allí que, en adelante, nos referiremos entonces, al hablar de pensamiento, de los tipos de pensamiento intuitivo, concreto y formal, de acuerdo con los fundamentos del programa de Epistemología Genética.

Volviendo con nuestro propósito, orientado a describir algunas similitudes entre el desarrollo del pensamiento en el ámbito individual con áreas sociales y epistemológicas, retomemos a continuación las generalidades que caracterizan, pues, los tipos de pensamiento intuitivo, concreto y formal.

Ya hemos visto que hay un tipo de pensamiento mágico, artificialista, animista que hace posible creer que la luna nos obedece, que el hombre creó los fenómenos naturales,  que al cruzar los dedos se cumplirá lo que se desea o que el río siente dolor al caerle una piedra. Ese es el pensamiento intuitivo, capaz de constituir imágenes mentales o representaciones simbólicas pero incapaz de razonamiento lógico; a menudo se le compara con el del hombre inculto, ya que parecen exclusivamente vueltos hacia las cosas, la vida del pensamiento les resulta indiferente, se les escapa la originalidad de los puntos de vistas individuales, sus intereses son esencialmente realistas y tienden únicamente a la imitación. (Piaget, 1981).

Su característica eminentemente intuitiva, le hace apegarse a la percepción inmediata y a la experiencia directa que lo conduce a razonar que, por ejemplo, el que una plastilina haya sido dividida en trozos más pequeños y él la percibe como diferente, es porque se ha transformado en otra sustancia, sin importar que antes la haya visto bajo su forma original ya que no ve la transformación como una secuencia de cambios. Esta  centración en un estado particular del objeto y en su propio punto de vista, implica una asimilación egocéntrica al sujeto y una acomodación fenoménica al objeto. No puede este tipo de pensamiento rígido establecer relaciones de orden; si en una serie A, B y C, colocadas en un hilo, así como primero se asoma la A y también la C, en un intento saldrá también la B según el razonamiento del niño; tampoco puede ordenar mentalmente de manera adecuada en el tiempo y el espacio, las nociones adelante y atrás.

            Las construcciones de las categorías del objeto, causalidad, espacio y tiempo son evidencia del egocentrismo y el realismo que no diferencia el mundo externo del yo propio, lo cual se traduce en que todo lo percibido se centre en torno a la actividad propia pero que no exista conciencia de sí mismo y esto hace que se halle expuesto a todas las sugestiones y presiones del medio que le rodea, adaptándose a ellas sin crítica. En este egocentrismo, el predominio del punto de vista propio, los lleva a creer que han tenido la iniciativa al imitar un modelo o atribuir a los demás sus ideas particulares, y toda la realidad, interior y exterior, no es más que una impresión proveniente de un solo bloque indisociado sobre un mismo plano; los fenómenos o acontecimientos no comportan un por qué debido a su naturaleza fortuita, ya que no hay causalidad en la naturaleza porque todo está hecho para los hombres. El animismo que da vida a lo inerte materializa también la vida anímica y así el pensamiento es para el niño una voz que está detrás de la boca, o detrás y esa voz es viento. Con estos rasgos, se corresponde un razonamiento de tipo transductivo, limitado a establecer relaciones entre dos o más elementos concretos entre los cuales no existe tal relación.

            Hay un aspecto muy peculiar del pensamiento intuitivo, resaltado por Piaget (1994:43):

Hay una cosa sorprendente en el pensamiento del niño: el sujeto afirma todo el tiempo y no demuestra jamás. Observemos, por otra parte, que esta ausencia de la prueba proviene naturalmente de los caracteres sociales de la conducta en esta edad, o sea, del egocentrismo concebido como indiferenciación entre el punto de vista entre el punto de vista propio y el de los demás. En efecto, cuando se establece relación con los demás es cuando se deben buscar las pruebas, mientras que se cree siempre totalmente a uno mismo, antes precisamente de que los demás  nos hayan enseñado a discutir las objeciones y antes también de que se haya interiorizado semejante conducta bajo la forma de esta discusión interior que es la reflexión. Cuando preguntamos algo a niños menores de siete años resulta sorprendente la pobreza de sus pruebas, su incapacidad para motivar sus afirmaciones e incluso la dificultad que experimentan para saber, mediante retrospección, cómo han llegado a formularlas. De igual forma el niño de cuatro a siete años no sabe definir los conceptos que utiliza y se limita a señalar los objetos correspondientes o a definirlos por medio de su utilización (“es para...”) bajo la doble influencia del finalismo y la dificultad de justificación.   

             Toda la gama de manifestaciones del pensamiento intuitivo es coherente entre sí con su carácter prelógico, que consiste en una asimilación deformativa de la realidad a la actividad propia, pensamiento fenoménico que sólo toma de lo real su apariencia perceptiva, siempre dependiente de las sugestiones de la experiencia inmediata, a la que imita pero que no llega a corregir.

Por su parte, el pensamiento concreto es de tipo realista en el sentido de que ya no se encuentra apegado a los estados particulares del objeto, sino que es capaz de seguir sus transformaciones sucesivas en un sistema de reciprocidades objetivas. Razona sobre la acción o sobre la realidad, particularmente sobre objetos tangibles, susceptibles de ser manipulados y sometidos a experiencias efectivas, de allí que su función esencial consista en organizar los terrenos de la experiencia. Sólo elabora teorías asociadas a la acción aún cuando pueda discernir una sistematización espontánea en sus ideas, por eso sólo puede deducir a partir de realidades concretas y es incapaz de razonar sobre simples hipótesis basadas en enunciados estrictamente verbales de los problemas, hipótesis sin realidad efectiva, aún cuando puedan ser resueltas en un plano de lo real tangible; ante la imposibilidad de resolver un problema al nivel de hipótesis cuya respuesta es accesible a instancias concretas, asume la postura prelógica de la intuición; de allí que, exista un predominio del razonamiento inductivo, el cual pretende establecer principios generales a partir de datos concretos. También aquí se observa que el egocentrismo intuitivo ha dado paso a una diferenciación de la realidad interior y de la exterior, de lo cual se desprende que ahora exista una comprensión de los puntos de vistas del adversario, así como la búsqueda de pruebas o justificaciones que sustenten las afirmaciones.

Es así, que las explicaciones del niño entre los siete y doce años aproximadamente, se desenvuelven en el plano del pensamiento, más allá de la acción material, siempre en la búsqueda de la coordinación entre ideas y la justificación lógica tal como lo revela la estructura gramatical de su lenguaje, procurando evitar la contradicción, marcada necesidad de verificación y de que las palabras o las ideas conserven su sentido. Las explicaciones, fundamentadas en las premisas intuitivas ya corregidas, tienen carácter atomístico, en el que el todo es explicado mediante la composición de las partes, para lo cual demandan de un lenguaje que traduzca esas relaciones concretas y regulares. Lo importante es que bajo estas explicaciones subyacen operaciones de segmentación o partición y de adición que en definitiva acuña una pauta de pensamiento, marcado por un proceso deductivo de composición.

El pensamiento formal, ya lo hemos dicho, está caracterizado por el razonamiento hipotético-deductivo que permite desprenderse de la acción  concreta y elaborar suposiciones sin relación necesaria con la realidad o necesidad de concordancia entre las conclusiones con la experiencia; puede deducir conclusiones ya no únicamente de la acción real sino de las mismas hipótesis y esas conclusiones, como consecuencia de lo anterior, son válidas independientemente de su autenticidad. Se trata de razonar sobre proposiciones, de reflexionar sobre las operaciones con independencia de los objetos a base de simples proposiciones Puede resumirse, en alusión con el período anterior, que el pensamiento concreto es la representación de una acción posible y el pensamiento formal es la representación de una representación de acciones posibles. El individuo se inclina preferentemente por problemas inactuales, sin vinculación con la realidad cotidiana, y por elaborar teorías abstractas, con ideas generalizantes para acercarse a esos problemas. Aún cuando los contenidos operatorios sean los mismos en los niveles descritos, es decir, clasificar, seriar,  enumerar, desplazar en el espacio y el tiempo, situar, la diferencia que se da entre ellas a nivel del pensamiento concreto y pensamiento formal  es una diferencia de tipo vertical. En efecto, las clases, series y relaciones espacio-temporales en el pensamiento concreto expresan  las operaciones de agrupación de la acción y de la realidad  mientras que el pensamiento formal reflexiona sobre las proposiciones  que expresan esas operaciones.

Esto conduce a afirmar que las operaciones formales son esencialmente implicaciones entre proposiciones que expresan clasificaciones, seriaciones o relaciones espacio-temporales. Ya Piaget (1979:159-160) había señalado, en alusión al papel de las operaciones concretas como apoyo para la significación mental de las operaciones formales, que “... la lógica formal no constituye una descripción adecuada de todo pensamiento viviente: las operaciones formales representan exclusivamente la estructura del equilibrio final, hacia el cual tienden las operaciones concretas cuando se reflejan en sistemas más generales, combinando entre sí las proposiciones que las expresan.”  En este contexto, es comprensible que las operaciones formales constituyen un auténtico producto del lenguaje, de ahí que cuanto más refinadas son las estructuras del pensamiento, más necesario es el lenguaje para su perfeccionamiento.

Es necesario destacar que en el campo del pensamiento formal se cumple, nuevamente, la ley de que todo nuevo poder en la vida mental empieza incorporándose al mundo en una asimilación egocéntrica, hasta lograr el equilibrio con una acomodación a lo real. Así pues, el pensamiento formal del adolescente comienza en la manifestación de

...la creencia  en el infinito poder de la reflexión, como si el mundo debiera someterse a los sistemas y no los sistemas a la realidad... el equilibrio se alcanza cuando la reflexión comprende que su función característica no es contradecir, sino preceder e interpretar a la experiencia. Y entonces este equilibrio es ampliamente superior al del pensamiento concreto puesto que, además del mundo real, engloba las construcciones indefinidas de la deducción racional y de la vida interior.

 (Piaget, 1994:87).

De esta forma, tenemos tres grandes tendencias referidas al pensamiento individual, secuencialmente relacionadas, en la que cada una de ellas, demanda y ofrece peculiaridades distintas para conocer, tendencias que en sí mismas implican posibilidades múltiples de explicación y comprensión del mundo.

A efectos del presente trabajo, se tomará como la tipología base de los Estilos de Pensamiento la clasificación sustentada en la teoría piagetiana, que asume el pensamiento con tres tipos de manifestaciones cualitativamente distintas: pensamiento intuitivo, pensamiento concreto y pensamiento formal. La razón que justifica esta selección se sustenta en que la aproximación cognitiva, psicológica y lógica de la teoría ha demostrado gran poder explicativo para dar cuenta de la naturaleza de los procesos y expresiones del pensamiento en instancias filogenéticas, de desarrollo del pensamiento individual así como también en el ámbito de específico de evolución del pensamiento en algunas ciencias, entre ellas la matemática y la física. De allí que, consideramos, que de las revisiones adelantadas, es la que atiende con mayor pertinencia nuestra inquietud de investigación.