Díez, José A. y Moulines, Ulises C., 1999: Fundamentos de Filosofía de la Ciencia. Barcelona: Ariel, fragmentos del Capítulo XIII, pp. 439-451


ANÁLISIS DIACRÓNICO DE TEORÍAS: EL CAMBIO TEÓRICO

1. La perspectiva diacrónica en filosofía de la ciencia

La ciencia en la actualidad consiste en un vasto y complicado sistema de teorías, junto con un gran número de métodos específicos, aplicaciones y prácticas asociadas a ellas. Hoy día es una obviedad constatar que este enorme sistema representa un componente esencial de la cultura humana actual. Sin embargo, ello no siempre fue así. Si aceptamos que la ciencia es una manifestación cultural autónoma, claramente distinta de otras manifestaciones también de "alto nivel" como la religión, el arte, el derecho o la técnica, entonces también hay que admitir que estas otras manifestaciones culturales germinaron y se desarrollaron en diversos puntos del globo muchos siglos, incluso milenios, antes del surgimiento de las primeras formas de lo que hoy día reconocemos como conocimiento científico. Puede discutirse si el espíritu científico propiamente tal surgió en Grecia por primera vez apenas en el siglo vi a.C. con los filósofos jonios y la Escuela de Pitágoras, o bien hay ya expresiones indiscutiblemente científicas de aproximación a la realidad en una época bastante anterior (pongamos por caso en el Antiguo Egipto, en las civilizaciones mesopotámi-cas, en la India o en China); pero, en cualquier caso, incluso si tomamos este último punto de vista, más liberal o laxo, respecto a lo que pueden ser producciones culturales de carácter específicamente científico, incluso en los casos más antiguos ellas son decididamente muy posteriores a las primeras manifestaciones de los demás fenómenos culturales mencionados.

Así, pues, la ciencia representa un fenómeno relativamente reciente en la historia de la Humanidad; pero precisamente por ello, al estudiar sistemáticamente la ciencia y sus componentes, conviene no olvidar su dimensión histórica. Es decir, debemos tener siempre presente (aun cuando para examinar ciertas cuestiones epistemológicas concretas lo tengamos en cuenta sólo de manera implícita) que las teorías científicas y todo lo que va asociado a ellas constituyen entidades que existen en el tiempo histórico; no son entidades connaturales al ser humano y mucho menos entidades que lo trasciendan, sino que tuvieron un nacimiento en determinado momento histórico, se desarrollaron y cambiaron de cierta manera y eventualmente desaparecieron en otra fase histórica, al igual que lenguas, naciones, códigos jurídicos o religiones.

Ahora bien, podría alegarse que, aun cuando el carácter histórico del fenómeno "ciencia" es obvio, ello no tiene por qué incidir en un estudio filosófico sistemático (me-tacientífico) de las teorías científicas y sus componentes. Podría alegarse que el tomar en cuenta la dimensión histórica de la ciencia es tarea de otra disciplina, la Historia de la Ciencia (o Historiografía de la Ciencia, como preferimos denominarla para evitar una confusión entre la disciplina misma y su objeto de estudio), y no asunto de la Filosofía de la Ciencia en cuanto tal. Esta última procedería de manera puramente sincrónica, es decir, tratando de detectar las estructuras esenciales al conocimiento científico que son universales y comunes a las diversas fases históricas de su desarrollo. La Historiografía de la Ciencia sería así la disciplina que se ocupa de lo particular-histórico en la ciencia, mientras que la Filosofía de la Ciencia o Metaciencia se ocuparía de lo universal-sistemático en la misma, con exclusión de la dimensión diacrónica.

El punto de vista puramente sincrónico en Filosofía de la Ciencia fue el predominante en nuestra disciplina hasta mediados de la década de los sesenta. Es también la perspectiva metodológica que ha predominado en este libro hasta el presente capítulo. Esta decisión metodológica no es arbitraria. En efecto, puede señalarse que, aun cuando nuestro objeto de estudio sea de carácter inherentemente histórico, es conveniente y fructífero analizarlo ante todo desde una perspectiva teórica que sea puramente sincrónica. Así como podemos emprender un valioso estudio teórico de la gramática del castellano, pongamos por caso, haciendo abstracción de cómo y por qué esta lengua evolucionó a partir del latín vulgar en la Alta Edad Media, o examinar la estructura argumentativa formal del Código Civil sin preocuparnos demasiado por sus antecedentes en el Derecho Romano, así también parece no sólo posible sino conveniente examinar la estructura y modos de funcionamiento de los diversos componentes de la ciencia sin ocuparnos especialmente de los avatares y circunstancias de su desarrollo histórico.

Ahora bien, aunque esta forma de proceder tiene su razón de ser metodológica y es la que hemos adoptado en este libro hasta este punto, sería un error equiparar la distinción disciplinar entre Filosofía de la Ciencia e Historiografía de la Ciencia con la distinción metodológica entre perspectiva sincrónica y perspectiva diacrónica en el estudio metacientífico. Ésta es la lección que puede sacarse de las grandes controversias (me-ta-)filosóficas que tuvieron lugar a partir de la llamada revuelta historicista en la década de los sesenta, algunos de cuyos elementos ya hemos examinado en el capítulo 9. A veces se ha interpretado el enfoque "historicista" como la propuesta de identificar Filosofía e Historiografía de la Ciencia, o de reducir la primera a la segunda, y es cierto que algunos de los propagandistas más radicales de dicho enfoque, parecieron abogar en ese sentido. Sin embargo, significaría un tremendo empobrecimiento conceptual identificar ambas disciplinas (como también lo sería identificar la gramática teórica con la filología, la Filosofía del Derecho con la Historia del Derecho, o la Musicología con la Historia de la Música, etc.). Aunque existen sin duda vínculos importantes entre Filosofía e Historiografía de la Ciencia, ambas disciplinas son, tanto por su temática como por su metodología, netamente distintas (cf. cap. 1, §1; para una discusión más detallada, cf. Moulines, 1991, cap. 1.4).

El modo más constructivo de interpretar la revuelta historicista es como la propuesta, no de reducir la Filosofía de la Ciencia a la Historiografía de la Ciencia, sino de enfatizar la necesidad de una perspectiva diacrónica también en Filosofía de la Ciencia, que complemente el análisis sincrónico, pero que sea igual de teórica, sistemática y general que aquél. En cualquier caso, éste es el punto de vista adoptado en este libro: aunque el análisis metateórico diacrónico ha resultado hasta la fecha más difícil de realizar de la manera precisa y sistemática característica del análisis sincrónico, no por ello debemos desesperar de la empresa, y de hecho se han elaborado ya diversos modelos de cambio científico que son lo bastante sistemáticos y articulados como para constituir la base de una futura Filosofía diacrónica de la Ciencia.

Los dos fenómenos históricos más básicos de los que debe dar cuenta cualquier modelo de la Filosofía diacrónica de la Ciencia son, descritos brevemente, el de la identidad a través del cambio y el de la continuidad a través de la ruptura. Más concretamente, por el primero entendemos el hecho de que parece tener sentido (al menos ello corresponde a la autocomprensión de los practicantes de la ciencia) adjudicar a cada teoría científica (y a los demás elementos asociados a ella) una identidad a pesar de las modificaciones a que están sometidas en el transcurso del tiempo histórico: las teorías, de manera análoga, aunque no idéntica, a las personas, las lenguas o las naciones, pueden cambiar en una serie de constituyentes y, no obstante, seguir siendo las mismas. Esto es, las teorías científicas poseen la propiedad que se conoce como genidentidad (identidad diacrónica). La primera tarea de la Filosofía diacrónica de la Ciencia consiste, pues, en elucidar la genidentidad de las teorías científicas, en ofrecer un análisis diacrónico de la naturaleza y estructura de las teorías en tanto entidades que se extienden en el tiempo. Los conceptos de paradigma o matriz disciplinar en Kuhn, de programa de investigación en Lakatos, de tradición de investigación en Laudan o de evolución teórica en el estructuralismo son respuestas con diverso grado de precisión a este reto (para los aspectos sincrónicos de los tres primeros, cf. cap. 9; el último, que veremos en el presente capítulo, se construye sobre el concepto sincrónico de red teórica, estudiado en el cap. 10, §5).

El otro gran problema para la Filosofía diacrónica de la Ciencia consiste en dar cuenta de cambios radicalmente más dramáticos que los recién mencionados, cambios que, desde la obra pionera de Kuhn, suelen llamarse "revoluciones científicas". A pesar de su popularidad, esta denominación probablemente no es muy apropiada, no tanto por parecer exagerada dadas las asociaciones que despierta con su parangón, las revoluciones políticas, sino porque aparece como esencialmente equívoca o ambigua, como explicaremos en seguida. En cualquier caso, llamemos como llamemos a estos fenómenos más dramáticos en la historia de una disciplina científica, parece incuestionable que ellos se dan y que se caracterizan en general porque a través de ellos se pierde precisamente la genidentidad de una teoría. La teoría en cuestión, después de tal tipo de cambios, "ya no es lo que era": es "subsumida", "reducida", "absorbida", "reemplazada" o, en fin, "desplazada" por otra u otras teorías.

En adelante, y para usar una terminología lo menos cargada de connotaciones posible, al primer tipo de cambio científico lo denominaremos 'cambio mírateórico' porque tiene lugar dentro de una misma teoría; mientras que al segundo tipo de cambio lo llamaremos 'cambio interteónco' porque consiste en un cambio de teoría, involucra teorías distintas. Vamos a examinar a continuación estos dos tipos de cambio teórico. El análisis de cada uno procederá en dos pasos: en primer lugar daremos una caracterización lo más intuitiva y neutral posible del fenómeno en cuestión, y a continuación proporcionaremos una elucidación más formal y "comprometida", que toma en cuenta las ideas de Kuhn y Lakatos pero que se basa esencialmente en la metodología de reconstrucción estructura-lista. Los ejemplos históricos aducidos en cada caso, en cuyo detalle naturalmente no podemos entrar aquí, tienen como misión solamente ayudar al lector a comprender la elucidación general y comprobar su plausibilidad.

Por último, nuestro análisis diacrónico se va a limitar en general a los aspectos cinemáticos del cambio teórico. Los fenómenos diacrónicos son susceptibles de dos niveles de análisis, uno cinemático y otro dinámico. El análisis cinemático se centra en la descripción de las entidades involucradas y de las formas o tipos de cambio de las mismas. El análisis dinámico se ocupa de las causas o factores desencadenantes de los (diversos tipos de) cambios; debe quedar claro que, al igual que en física, el estudio dinámico presupone otro cinemático previo. El estudio de la cinemática del cambio teórico es una tarea básicamente analítica y corresponde por tanto básicamente a la Filosofía de la Ciencia, aunque para realizarla debe apoyarse en otras disciplinas metacientíficas, principalmente la Historiografía de la Ciencia, pero también en la Sociología de la Ciencia. El estudio de la dinámica del cambio científico es una tarea a la vez analítica y empírica. Es analítica, no sólo porque la dinámica presupone la cinemática, sino porque además deben elucidarse algunos aspectos conceptuales propiamente dinámicos, como los relativos a las actitudes intencionales, intereses, mecanismos de interacción, etc.; esta parte de la tarea corresponde realizarla a la Filosofía de la Ciencia. Pero es también una tarea (meta)empí-rica, pues se requiere investigación empírica sobre los factores psico-sociales que de hecho operan como agentes causales en el cambio teórico; esta parte de la tarea corresponde realizarla a disciplinas metacientíficas empíricas, principalmente la Sociología de la Ciencia y la Psicología de la Ciencia. En ambas partes del estudio dinámico, como en el cinemático, es esencial además el concurso de la Historiografía de la Ciencia. Pues bien, como hemos anunciado, aquí nos vamos a limitar a los aspectos conceptuales del cambio teórico, y ni siquiera a todos ellos sino principalmente a los cinemáticos. Esto es, vamos a centrarnos en la tipología de los diferentes cambios teóricos y en la morfología estructural de cada uno.

2. Cambio intrateórico. Caracterización general

Éste es el tipo de desarrollo científico más reconocido y estudiado dentro de la filosofía diacrónica de la ciencia, y para el que se han elaborado modelos (metateóricos) de un nivel razonable de precisión conceptual. Kuhn ha llamado a este tipo de proceso ciencia normal, terminología que se ha popularizado desde entonces. Dentro del enfoque de Kuhn, este tipo de actividad científica tiene lugar bajo la égida de un paradigma, una matriz disciplinar algunos de cuyos constituyentes son paradigmáticos y esenciales. Para Lakatos, el cambio consiste en el desarrollo de un programa de investigación regido por un núcleo que se desarrolla mediante un cinturón protector de hipótesis auxiliares. Laudan, a su vez, caracteriza estos procesos históricos como una tradición de investigación o de resolución de problemas, en que se aplican ciertos principios básicos. Dentro de la concepción estructuralista, la estructura de la ciencia normal aparece, como veremos a continuación, descrita en términos de una serie de redes teóricas que cumple ciertas condiciones, serie que constituye una evolución teórica.

Todos estos modelos de cambio científico están basados en las nociones correspondientes del análisis sincrónico de cada enfoque particular. Ya hemos explicado en detalle dichas nociones sincrónicas subyacentes (cf. cap. 9 y cap. 10, §5), por lo que no es necesario volver a ellas. Baste hacer notar que la intuición básica común a todos estos enfoques es que, en el tipo de desarrollo que aquí llamamos cambio intrateórico, existe una entidad estructural persistente a través del tiempo, un marco teórico que permanece invariable a pesar de los cambios y que es justamente el elemento sobre el que descansa la identidad de la teoría involucrada en el proceso, aquello que permite hablar de "la teoría" en cuestión, teoría que sigue siendo la misma aunque se produzcan modificaciones más o menos significativas en ella, tanto a nivel puramente teórico como empírico. Este elemento permanente en el cambio intrateórico es lo que Kuhn llamó primero 'paradigma' y, más tarde, 'matriz disciplinar', lo que Lakatos denomina 'núcleo duro del programa' y en el estructuralismo aparece como "elemento teórico básico" (de una red determinada). Tanto para Kuhn como para el estructuralismo, este elemento identificatorio de cada teoría a través de los cambios es, a su vez, una entidad de articulación bastante compleja, como ya se ha señalado en los capítulos correspondientes.

La intuición básica que acompaña a todas estas caracterizaciones es la misma: una teoría en sentido diacrónico, como entidad que se extiende en el tiempo, es una sucesión de teorías en sentido sincrónico que comparten un elemento común; la imagen de una teoría en sentido diacrónico es la de una película cuyos fotogramas son los diferentes estadios o versiones por las que la teoría va pasando (cada una de las cuales se considera aproximadamente estable durante el lapso que dura). Para ello es esencial que, sincrónicamente consideradas, las teorías sean entidades dúctiles, con una parte esencial en la que descanse su identidad y otras partes más específicas o complementarias que se puedan "perder" sin alterar la esencia.

Si aceptamos la descripción sociohistórica que hace Kuhn de los períodos de ciencia normal en una disciplina dada, cuando todos los cambios que se producen ocurren dentro de la matriz disciplinar aceptada y son por tanto intrateóricos en nuestro sentido, entonces estos períodos se caracterizan sociológicamente hablando por ser relativamente homogéneos y "pacíficos": la disciplina viene representada por una sola comunidad científica, dentro de la cual hay consenso acerca de los principios y aplicaciones fundamentales, y las controversias entre los científicos se refieren solamente a la oportunidad o adecuación de ciertas hipótesis secundarias y aplicaciones concretas. Según Kuhn, el consenso básico se rompe únicamente durante el proceso que él denomina revolución científica, cuando una teoría fundamental o matriz disciplinar es reemplazada enteramente por otra. Durante la ciencia normal, la comunidad cambia las leyes especiales y las aplicaciones concretas, pero no los principios fundamentales ni las aplicaciones paradigmáticas.

Abundan los ejemplos históricos claros de cambio intrateórico, en el sentido aquí especificado, sobre todo en las disciplinas físico-químicas. Un ejemplo notorio de tal tipo de desarrollo es el de la astronomía ptolemaica, es decir, la teoría geocéntrica de epiciclos para explicar el movimiento de los planetas, teoría cuyo desarrollo tiene sus inicios no en Ptolomeo, sino en Apolonio e Hiparco unos siglos antes. Esta teoría estuvo vigente hasta fines del siglo xvi, y por tanto cubrió un lapso de casi 2.000 años. Sin embargo, y contra lo que sugieren algunas descripciones superficiales, no hay que creer que se tratara de un período de "estancamiento" de la astronomía. Al contrario, durante su larga vida la teoría sufrió diversos e importantes refinamientos y modificaciones, y estuvo asociada a determinaciones conceptuales y empíricas cada vez más precisas y diferenciadas, todo ello, claro está, regido por el principio "intocable" geocéntrico-epicíclico.

Otro ejemplo claro de tal desarrollo intrateórico es el de la mecánica clásica de partículas, iniciada por Newton en los años ochenta del siglo xvn y que tuvo un desarrollo relativamente largo y en cualquier caso muy fructífero hasta fines del siglo xix, durante más de dos siglos. También aquí se dieron durante este período una serie de cambios importantes en la teoría, con la postulación de nuevas leyes y la adquisición de nuevos casos de aplicación empírica o el abandono de casos propuestos anteriormente. Y, sin embargo, la teoría siguió siendo la misma, puesto que en ningún momento se cuestionaron las leyes fundamentales de Newton y sus aplicaciones paradigmáticas (sistema planetario, caída de graves, proyectiles, etc.).

Podemos añadir algunos ejemplos más dentro de la física, muy plausibles, de cambio intrateórico en un período que Kuhn llamaría de ciencia normal: el desarrollo de la teoría del flogisto a lo largo del siglo xvm; el de la teoría del calórico entre la Revolución Francesa y 1830; el de la termodinámica gibbsiana del equilibrio desde 1870 hasta la Segunda Guerra Mundial; el de la teoría general de la relatividad desde la Primera Guerra Mundial; y sin duda muchos otros. Dentro de las ciencias naturales, pero fuera de las ciencias físico-químicas, posiblemente no sea tan fácil encontrar muchos ejemplos de "cambio bajo permanencia", pero sin duda es plausible caracterizar así en biología el desarrollo de la teoría darwiniana de la selección natural desde mediados del siglo xix y el de la genética llamada "mendeliana" (es decir, en realidad, "morganiana"), desde la Primera Guerra Mundial hasta los años cincuenta. En geología, el desarrollo de la teoría de las placas tectónicas desde los años sesenta parece mostrar también esta estructura.

En el caso de las ciencias sociales se ha argüido con frecuencia, en base a la noción kuhniana de paradigma, que no puede hablarse de períodos de ciencia normal en el sentido de Kuhn, puesto que tales períodos se caracterizan por estar dominados por un solo paradigma, y las ciencias sociales en cambio se hallan en una situación pre-paradigmática, con múltiples enfoques radicalmente en competencia. Ahora bien, puede que esta conclusión sea correcta si se toman las ideas de Kuhn al pie de la letra y se hace especial hincapié en los aspectos sociológicos o institucionales de las mismas; en efecto, la situación sociológica actual de disciplinas tales como la psicología, la economía o las ciencias de la cultura se caracteriza por la existencia de diversas comunidades científicas en agria competencia dentro de la misma disciplina, que no aceptan los postulados más básicos de las comunidades rivales. No obstante, si prescindimos de la caracterización sociológica de la ciencia normal y nos atenemos sólo a su aspecto metodológico-estructural, como desarrollo en que los cambios son meramente internos a cada teoría, entonces la diferencia entre las ciencias "paradigmáticas" y las "pre-paradigmáticas" se desvanece, o cuando menos se diluye considerablemente. En efecto, aun cuando en una disciplina dada existan diversas subcomunidades rivales que "no se entienden entre sí", cada una de ellas puede operar con su propia teoría fundamental del mismo modo como lo haría una comunidad científica "total" en una etapa de ciencia normal en el sentido kuhniano, es decir, variando las componentes especiales de la teoría pero dejando incólume el núcleo fundamental. Tenemos, por así decir, varias teorías "simultáneas". Así, por ejemplo, es plausible describir el desarrollo histórico tanto del psicoanálisis como del conductismo en psicología desde principios del siglo XX hasta fechas recientes como "cambios intrateóricos" en nuestro sentido, aun cuando no haya habido el menor acuerdo entre psicoanalistas y conductistas acerca de los principios fundamentales de la psicología. En ambos casos se fueron introduciendo, modificando y desechando hipótesis particulares y explicaciones de fenómenos psicológicos concretos sin afectar los supuestos básicos de partida, aunque claro que estos últimos son completamente dispares en el psicoanálisis y el conductismo.

3. Cambio interteórico en general

La estructura de los cambios interteóricos, en los que se produce algún tipo de "innovación dramática" o revolución, es más difícil de capturar formalmente que la de los cambios intrateóricos. Ello es debido en parte a razones historiográficas, porque el material histórico correspondiente y su interpretación es asunto más sujeto a controversias. Pero en parte también es debido a razones epistemológicas y metateóricas, porque el estudio sistemático de estos casos presupone una (meta)teoría general de los cambios semánticos en los conceptos científicos y de las complejas relaciones interteóricas típicas de estos casos consideradas en perspectiva diacrónica, y hay que admitir que ésta es una tematica de la filosofía de la ciencia que apenas ha empezado a abordarse de manera sistemática en los últimos años.

Por lo demás, también parece claro que la expresión 'cambio interteórico' engloba tipos bastante distintos de fenómenos diacrónicos. La idea intuitiva de Kuhn según la cual en una revolución científica se sustituye o elimina completamente un paradigma por otro parece aplicarse sólo a un número limitado de casos de cambio interteórico, probablemente sólo a una pequeña minoría. Es bastante ardua la tarea historiográfica de probar la existencia de tales revoluciones científicas, al menos en el caso de las ciencias avanzadas, si se interpretan dichas revoluciones en el sentido kuhniano literal de que una teoría desaparece por completo en aras de otra nueva, en un plazo relativamente breve y sin que la primera resulte inteligible ("conmensurable") desde el punto de vista de la segunda. De hecho, no es fácil encontrar ejemplos claros de sustitución total de un paradigma por otro en las ciencias físico-químicas. Sólo la sustitución de la dinámica aristotélica por la newtoniana y de la teoría del flogisto por la teoría de la oxidación de Lavoisier parecen adecuarse bastante bien a la idea de rupturas radicales, acompañadas de inconmensurabilidad semántica, propugnada por Kuhn. Con cierta dosis de buena voluntad quizá también podrían subsumirse bajo este esquema algunos otros ejemplos importantes que aparecen con frecuencia en la literatura historiográfica: la transición de la astronomía ptolemaica a la copemicana, de la mecánica cartesiana a la newtoniana o de la teoría del calórico a la termodinámica fenomenológica.

En cualquier caso, muchos de los ejemplos mencionados por Kuhn y sus seguidores como candidatos a revoluciones científicas responden, en realidad, a un esquema de cambios mucho menos dramáticos: no se trata verdaderamente de rupturas totales, ni al nivel conceptual, ni al metodológico, ni al aplicativo. Tales casos se distinguen más bien por las siguientes características:

a)    la teoría anterior al cambio es suplantada sólo en parte por la posterior;

b)    algunos, o incluso muchos, de los conceptos, principios y casos paradigmáticos de aplicación de la primera teoría quedan incorporados, con modificaciones semánticas leves, a la segunda teoría;

c)    la primera teoría es reinterpretada como un caso "especial", "idealizado" o "aproximado" de la segunda;

d)    a nivel sociológico, la comunidad científica afectada por el cambio no queda dividida en dos comunidades rivales e irreconciliables, sino que una parte de la misma comunidad, aunque "oficialmente" adherida a la nueva teoría, sigue trabajando con la teoría anterior, al menos a fines didácticos, o para resolver problemas de cierto ámbito restringido o aplicaciones puramente tecnológicas.

A estas características responden, en efecto, muchos de los ejemplos concretos de "revoluciones científicas" que (generalmente prescindiendo de análisis historiográficos detallados) se han propuesto en la literatura sobre el tema: la transición de la teoría planetaria de Kepler a la mecánica newtoniana, de ésta a la relativista especial y de ésta finalmente a la teoría general de la relatividad; la transición de la termodinámica fenomenológica a la mecánica estadística; la transición de la óptica geométrica a la ondulatoria y de ésta a la electrodinámica; la transición de la teoría atómica clásica a la química cuántica; la transición de la genética "mendeliana" a la teoría cromosómica de la herencia y de ésta a la biología molecular; la transición de la teoría darwiniana de la evolución a la teoría "sintética" de Mayr y sus seguidores; y sin duda bastantes casos más.

En vista de estos ejemplos y sus características esenciales, conviene, por lo tanto, distinguir netamente por lo menos dos grandes tipos de cambio interteórico:

(1)    la suplantación de teorías acompañada de inconmensurabilidad (semántica);

(2)    la incorporación de teorías sin inconmensurabilidad.

Sólo el primero de estos dos fenómenos corresponde aproximadamente a la noción kuh-niana de revolución científica (aunque Kuhn mismo veía muchos casos del segundo tipo como revoluciones). Para abreviar, al primer tipo lo llamaremos simplemente 'suplantación' y al segundo 'incorporación' de teorías. Ambos tipos pueden elucidarse formalmente mediante el aparato conceptual del estructuralismo, aunque en el caso de la suplantación la elucidación es algo más problemática que en el caso de la incorporación.