En: Padrón, José (2004): "Epistemología y Ética Política a la luz de Noam Chomsky" en Revista Textura, nº 1.Maturín: UPEL

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El progreso del Conocimiento: Chomsky en el esquema de las “Revoluciones Científicas”, los “Programas” y las “Tradiciones” de Investigación.

 Uno de los aspectos más resaltantes de la obra de Chomsky es el haber producido una ruptura en la secuencia del control social de la ciencia en el seno de la lingüística y la psicología. Este tipo de ruptura fue analizada por Kuhn (1975) como un fenómeno constante en el desarrollo de la ciencia, con lo cual pretendió ofrecer una explicación divergente al problema del ‘progreso de la ciencia’ o ‘crecimiento del conocimiento científico’, problema que había sido planteado por Popper y para cuya solución éste había formulado la tesis de que la ciencia progresa en términos de conjeturas y refutaciones, gracias a la “falsabilidad” y a la “crítica” (es decir, sobre la base de elementos internos, estrictamente epistemológicos). La explicación de Kuhn, por el contrario, apuntaba a factores externos, de orden social e histórico, excluyendo los factores lógico-epistemológicos internos. Muchos estudios posteriores han reajustado ambas tesis: algunos han visto las revoluciones científicas como consecuencia de o como incluidas en las revoluciones culturales en general, otros han combinado ambas tesis y otros, entre los cuales merecen destacarse Lakatos (1978) y Laudan (1986), han propuesto tesis diferentes. Estos dos autores, más allá de las rupturas a corto plazo que llamaron la atención de Kuhn y más allá de las falsaciones radicales o en blanco-y-negro de Popper, coinciden en destacar más bien las continuaciones progresivas que se dan y se retoman entre los distintos sistemas teórico-metodológicos de investigación científica, aun cuando históricamente se hayan separado entre sí por largos períodos históricos.

Intentando una síntesis de todo esto a la luz del caso de Chomsky, es fácil ver, en términos históricos inmediatos, una ruptura del tipo kuhniano marcada por la teoría generativo-transformacional y las ciencias cognitivas con respecto al neoconductismo skinneriano y, más en general, con respecto al neopositivismo del Círculo de Viena. En ese sentido, Chomsky representa un verdadera ruptura o “Revolución Científica”. De hecho, en la literatura de la época sobran las referencias a la obra de Chomsky bajo el término “Revolución” e, incluso, llegaron a ponerse de moda expresiones como “Linguistics BC” o “Lingüística AC” (before Chomsky o antes de Chomsky, tal como Antes de Cristo), “lingüística pre-chomskyana”, “prehistoria lingüística”, etc., para expresar este carácter de ruptura radical.

Sin embargo, ya desde “Cartesian Linguistics” (Chomsky, 1966), con todo el revuelo que esta obra causa en el público académico, especialmente el de la historiografía lingüística, se revela expresamente una continuación o una retoma de viejos sistemas teórico-metodológicos que para la época casi nadie recordaba, pero, sobre todo, una revalorización del Enfoque Epistemológico racionalista-deductivista a partir del pensamiento de Descartes (otro revolucionario científico del siglo XVII que, a su vez, había roto con el aristotelismo y la escolástica dominantes en el período medieval) y su influencia en Humboldt y la lingüística de Port Royal. Es significativa la segunda parte del título de esta publicación: “un capítulo de la historia del pensamiento racionalista”, lo cual indica que Chomsky no sólo estaba al tanto de la idea de ruptura (“…un capítulo…”), tanto en el caso de Descartes como en el suyo propio (habla de revolución cartesiana y habla del contenido cartesiano en la teoría generativa), sino además estaba al tanto de su propia vinculación o continuación con respecto al EE Racionalista (“…pensamiento racionalista”). Esta idea de continuación programática, al estilo de Lakatos y Laudan, se expresan en estas líneas seleccionadas de la Introducción de esta publicación:

“(…)Los escasos estudios modernos sobre la historia de la lingüística han adoptado la posición tópica de que: “Todo lo anterior al siglo XIX, al no ser todavía lingüística, puede despacharse en unas líneas”. En los últimos años ha habido un patente renacimiento del interés sobre cuestiones que de hecho fueron estudiadas de un modo serio y provechoso durante los siglos XVII, XVIII y comienzos del XIX, aunque desde entonces lo hayan sido poco. Más aún, esta vuelta a preocupaciones clásicas ha llevado al redescubrimiento de muchas cosas que fueron bien entendidas en esta época, a la que, por razones que se esbozarán a continuación, voy a denominar época de la “lingüística cartesiana” (…). Me parece que, en el período que examinaremos, hay un desarrollo coherente y fructífero de un conjunto de ideas y conclusiones en relación con la naturaleza del lenguaje y con cierta teoría del pensamiento, y que este desarrollo se puede considerar como consecuencia de la ‘revolución cartesiana’. En cualquier caso, la aptitud del término es cosa de poco interés. El problema importante es determinar la naturaleza exacta del “capital de ideas” acumulado en la época pre-moderna para valorar la significación contemporánea de esta contribución y encontrar la forma de sacarle partido para el avance del estudio del lenguaje (Sbdo. mío). P. 6.

Años más tarde, ante las numerosas críticas que suscitó esta especie de vuelta al pasado, Chomsky explicaba algo que coincide plenamente con la famosa cita atribuida a Galileo: “si he podido ver lejos fue porque me paré sobre hombros de gigantes” (400 años antes, Bernardo de Chartres describía a los hombres de ciencia como "enanos subidos sobre hombros de gigantes"):

“Me interesan las etapas anteriores del pensamien­to científico y la especulación (en lo concerniente a las cuestiones de significación corriente) para ver has­ta qué punto se podrían haber formulado ideas simi­lares o afines, a veces a partir de perspectivas bastan­te diferentes. Pienso que podemos ver a menudo, con la ventaja del progreso de los conocimientos, cómo un pensador del pasado ha podido apuntar hacia ciertas ideas en extremo significativas, con frecuen­cia en forma muy constructiva y curiosa, quizás so­lamente con una conciencia parcial de la naturaleza de su búsqueda (…). Creo que es posible enfocar etapas anteriores del saber científico y poner de manifiesto, gracias a lo que sa­bemos hoy, qué grandes pensadores eran estos hom­bres a pesar de las limitaciones de su tiempo. De este modo, me he interesado por Descartes, y también por Humboldt, que no se consideraba cartesiano: porque hablaba de una creación libre sustentada por un sis­tema de reglas interiorizado...Toda persona empeñada en un trabajo intelectual puede hacer lo mismo consigo: es posible aprehender nuestro saber actual comparándolo con el saber que se poseía veinte años antes...”

(Ronat, 1968: 122-123)

De acuerdo a esto, al menos como se revela en el caso de Chomsky, toda ruptura con algún sistema teórico-metodológico es al mismo tiempo continuación o prolongación de algún otro sistema teórico-metodológico anterior, de modo que el esquema de avance, más que lineal, parece ser cíclico-espiral (expansivo). A propósito de esto, en los trabajos de linea-i hemos adoptado hipotéticamente la distinción entre ‘paradigma’ y ‘enfoque epistemológico’. Los EE son concebidos como sistemas de convicciones pre-teóricos y pre-científicos para el mundo de la ciencia, pero derivados de los Estilos de Pensamiento EP en el plano cognitivo ordinario. Los EE son además universales y ahistóricos, en el sentido de que virtualmente siempre han existido y siempre existirán. Sólo que, de tanto en tanto, según los diferentes períodos histórico-culturales, alguno de ellos sobresale y toma el control social de la producción científica en manos de las comunidades académicas de turno y en forma de ‘paradigmas’, o sea, sistemas teórico-metodológicos históricamente ubicables, dotados de contenido científico. Mientras los EE son vacíos de contenido teórico-metodológico por ser pre-teóricos y por ser sistemas de convicciones que funcionan como perspectivas de abordaje, los ‘paradigmas’ son representaciones históricas de alguno de esos EE y, aunque pudieran aparentar ser exclusivamente novedosos, en realidad surgen del fondo de algún EE y, por tanto, entre ellos forman familias epistemológicas . Así, por ejemplo, movimientos como el positivismo comtiano, el neo-positivismo del s. XX, el estructuralismo, el empirismo inglés, etc. son paradigmas diferentes entre sí, pero constituyentes de una misma familia generada desde el EE empirista-inductivo del cual son manifestaciones históricas.

Si nos concentramos en lo que Chomsky significa como ruptura ‘paradigmática’, tendremos numerosos datos para un estudio de ese concepto epistemológico. Sin entrar en detalles al respecto, sólo consideraremos el hecho de que, al menos en este caso de Chomsky, las razones o factores de la ruptura aparecen con bastante evidencia en el plano lógico-metodológico, mientras que no resultan claras en el plano social, histórico, cultural…, o ‘externalista’, como sostenía Kuhn (recuérdese que, según Kuhn, las teorías no se desechan por cuestiones lógico-metodológicas ‘internas’, sino por factores socio-históricos, de donde deriva su idea de la “inconmensurabilidad” de las teorías). En realidad, el caso Chomsky parece darle la razón a Popper y no a Kuhn, desde el momento en que la “crítica” desde la gramática generativa apuntó a una verdadera “falsación” o “refutación” de carácter lógico-epistemológico (‘internalista’), ya desde los primeros años de la ruptura. Quizás alguien podría sostener que la decadencia del estructuralismo bloomfieldiano y aun del conductismo lingüístico dependió más de componendas políticas o de conveniencias burocráticas para ese momento, antes que de las refutaciones de los ‘generativistas’. Pero habría que hacer un esfuerzo notable para obtener las evidencias requeridas y, además, para mostrar que las refutaciones anti-conductistas fueron falaces o ineficientes. Por ejemplo, en las críticas que siguen, las cuales son eminentemente declarativas, no argumentativas, resulta sumamente difícil llegar alguna vez a obtener evidencias que las soporten (no son críticas de la época sino de hace un par de años, después de toda la batalla planteada por Chomsky contra la política exterior norteamericana, con la consecuente irritación del “rebaño perplejo” estadounidense y la cantidad de enemigos que se granjeó a causa de eso; estas críticas están tomadas de un foro virtual entre lingüistas, localizable en http://www.glosses.net/mt/mt-comments.cgi?entry_id=176#bottom):

“Siempre he tenido la sensación de que la reputación de Chomsky se basa ampliamente en a) tener un nombre que suena impresionantemente este-europeo e intelectual (…); b) haber fundado un proyecto que de entrada suena audaz y que impuso una moda de la época según la cual el desorden de los lenguajes podía y debía asociarse con la moderna (léase: la era optimista de posguerra) tabulación metódica de sabor cibernético/computacional; c)haber creado algunos diagramas de bella apariencia que le dan al no-lingüista algún alivio visual con respecto al fastidio palabra-y-tablas de los demás libros sobre lenguaje; d) escribir materiales tan mortalmente fastidiosos que nadie excepto la gente del proyecto de Chomsky puede soportar.”

“Bajo la ‘Influencia’del libro que me leí esta semana, ¿no será que Chomsky usó la técnica de la ‘bola-baja’ preferida por los vendedores de autos? Anunció un proyecto altisonante para el mundo y luego continuó con cientos de concesiones y reajustes que no dejaron nada del anuncio original.”

“(…) Todo se debe, primero, a que es una persona carismática, hipnóticamente carismática, diría yo; segundo, que ofreció a los estudiantes de humanidades un caramelito que la mayoría no pudo rechazar, es decir, dar la apariencia de ‘serio’ y de ‘científico’, como la gente de matemática (…) Chomsky deja que uno se sienta ‘cientificero’ e ‘investigadorcero’ (igual que ‘hechicero’, supongo), sin el trabajo duro que requiere convertirse en lingüista, en mi sentido preferido del término.” (Trad. propia).

Como puede verse, no hay ni un solo argumento en estas líneas ni, menos, evidencia alguna a favor de factores ‘externalistas’ en el éxito de la llamada “revolución chomskyana”, a pesar de que se declara insistentemente que dicho éxito no responde a méritos lógico-epistemológicos sino a factores psicológicos y sociológicos (como quería Kuhn). En realidad, no son razonamientos en torno a los factores que podrían explicar el auge de la obra de Chomsky sobre la caída del conductismo y del estructuralismo, sino más bien juicios personales muy fácilmente desmontables sólo con una pregunta: ¿por qué otras figuras intelectuales igualmente carismáticas o igualmente favorecidas con esos mismos rasgos no llegaron a lograr el mismo éxito?

El caso de Chomsky es verdaderamente impresionante desde el punto de vista del impacto ejercido en el gran público. Hace unos años no era tan sencillo sondear este impacto, pero ahora, gracias a Internet, cualquiera puede hacerlo. Por ejemplo, en una de las reseñas de Chomsky se dice que “Chomsky figura junto con Marx, Shakespeare y la Biblia como una de las diez fuentes más citadas en la literatura humanística anglosajona” (en http://www.guardian.co.uk/). Dado que esto resulta, a primera vista, increíble, cualquiera puede dedicarse a hacer algunas pruebas. Una de ellas es usar un buscador como “Google” (http://www.google.com) y simplemente escribir, uno a la vez, los nombres de los autores que uno desee y chequear la cantidad de referencias que aparecen por cada uno. Para los términos “Chomsky” y “Noam Chomsky” se obtuvieron referencias que, en cantidad, sólo están por debajo de Einstein, Marx, Shakespeare y la Biblia. Otros autores aparecen por debajo en cantidad de referencias (Freud, Piaget, Husserl, Nietzsche, Saussure, Skinner, Wittgenstein, Russell, Adorno, Habermas, Popper y varios más aparecen con menor cantidad de referencias). Además de esta prueba, que indudablemente no ofrece garantías de confiabilidad, puede buscarse algún servicio de indización. Uno de ellos es The fifty twentieth-century Works most cited in the arts & humanities citation index, 1976-1983 (en http://home.comcast.net/~antaylor1/fiftymostcited.html), según el cual tres de los libros de Chomsky aparecen entre las 50 obras más citadas[6].

¿Qué puede explicar este impacto? Sin duda que, siguiendo una regla general, inciden factores muy globales de orden socio-histórico-cultural, aunque no sepamos cuáles son ni cómo operan (sólo sabemos, deductivamente, por cierto, que no hay hecho humano que no esté condicionado por su naturaleza de “socialización”). Pero también es cierto que en el plano lógico-epistemológico hubo abundantes argumentos y contra-argumentos de análisis y evaluación tanto de las teorías conductistas como de las mismas generativistas, a tal punto que es insostenible excluir los factores lógico-metodológicos de la explicación de esta ‘ruptura’.

Las primeras refutaciones de Chomsky al paradigma dominante datan de 1957, cuando presenta “Syntactic Structures” (Chomsky, 1956), que es una depuración de “Logical Structure of Linguistic Theory” (Chomsky, 1955), donde lanza su primera versión del ‘generativismo’ sobre la base de que, a partir de un número finito de reglas, es posible explicar una cantidad infinita de realizaciones lingüísticas observables, con todas las implicaciones epistemológicas del caso: gramática universal, estructuras innatas, orientación a la explicación de los procesos generativos del mundo, revalorización del estudio de los hechos del tipo ‘caja negra’, etc. Pero, apenas a los dos años, en Chomsky (1959), presenta su reseña del libro de Skinner, “Verbal Behavior”. Es aquí donde se documentan las principales refutaciones, no a Skinner, como él mismo dice en el Prefacio, sino al conductismo y, aun más allá, al empirismo:

“He orientado esta revisión no específicamente como una crítica a las especulaciones de Skinner sobre el lenguaje, sino más bien como una crítica más general a la especulación conductista (preferiría decir ‘empirista’) acerca de la naturaleza de los procesos mentales más elevados. Mi razón para discutir el libro de Skinner en detalle fue que el mismo constituye la presentación más cuidadosa y minuciosa de estas especulaciones, evaluación que aun considero acertada. Por tanto, si las conclusiones que traté de substanciar en esta revisión son correctas, como de hecho creo que lo son, entonces el trabajo de Skinner puede ser visto como una ‘reductio ad absurdum’ de los supuestos conductistas. Personalmente, creo que se trata de un mérito de Skinner, no de un defecto, el que su trabajo pueda ser usado para este propósito y ha sido por eso por lo cual he intentado tratarlo tan exhaustivamente”. (Trad. propia)

De allí en adelante comienza un fuerte e interesante debate que es ampliamente reseñado (por ejemplo, Gardner, 1985, quien también analiza este caso en términos de las “revoluciones” de Kuhn) y que tiene lugar en un plano internalista, lógico-metodológico, con orientaciones falsacionistas al modo de Popper. Por otra parte, tampoco pueden negarse las mezclas de confrontaciones externalistas, al modo de Kuhn. En este sentido son clásicos los ataques de Hockett, entre otros, importante representante de la lingüística estructural de base antropológica. En Hockett (1968), por ejemplo, se lee el siguiente sarcasmo, muy al estilo de los factores sociohistóricos de Kuhn: “Ciertamente, cuando uno oye las exposiciones orales de los transformacionalistas, como en los encuentros de la Sociedad Lingüística de América, uno observa (…) una gran cantidad de jerga (muy parecido a los compulsivos saludos rituales a Stalin al comienzo de todo artículo científico durante una cierta fase de la historia de la Unión Soviética.” (Trad. propia).

Sin embargo, el hecho de que las críticas hayan sido en buena parte no argumentativas y más bien del tipo ad hominem, no permite concluir que esta ruptura tenga una explicación exclusivamente socio-historicista. Más bien, ya desde las primeras impugnaciones argumentativas de Chomsky, para la gran mayoría del público académico el debate quedó virtualmente cancelado a favor del generativismo. Lo importante es que el caso Chomsky constituye una típica muestra del problema del crecimiento del conocimiento científico, tanto en términos de “falsación” como en términos de “revoluciones”, “programas” y “tradiciones” de investigación. Es decir, no se trató simplemente de una ruptura, sino también de una continuación o prolongación en el plano de los Enfoques Epistemológicos.