Quesada,
Daniel (1998): Saber, Opinión y Ciencia. Barcelona: Ariel (235-240)
IDEA DEL
MÉTODO HIPOTÉTICO-DEDUCTIVO
Se da el nombre de método hipotético-deductivo a una concepción general de la ciencia que, como hemos dicho, es en la actualidad ampliamente aceptada por las personas que reflexionan sobre ella. La denominación es contundente, en la medida que la utilización de la palabra 'método' sugeriría, por un lado, un alcance más limitado y, por otro, una serie de procedimientos concretos que se siguen o han de seguirse al hacer ciencia. Es importante reconocer que no se trata de eso. A la concepción de la ciencia como una empresa intelectual que responde al "método" hipotético-deductivo se llegó históricamente después de que el desarrollo del saber científico hizo ver que la ciencia moderna no sigue ni el ideal de conocimiento necesario y basado en la certeza de la concepción clásica que se prolonga en el racionalismo, ni responde tampoco a un empirismo según el cual las hipótesis y teorías científicas se originan o basan completamente en la observación y el experimento que dan información directamente a nuestros aparatos sensoriales. (Las palabras por sí solas utilizadas en un enunciado general no pueden dar idea cabal de lo que se trata; pronto veremos en qué sentido más preciso hay que tomar la última afirmación.)
En
cuanto al racionalismo, fue el inmenso éxito de la física moderna, la física
newtoniana, la que llevó al descrédito las concepciones racionalistas clásicas
de un Descartes, un Spinoza o un Leibniz. También la física newtoniana estaba
enfrentada con un empirismo como el que se supone comúnmente que propugnó
Francis Bacon en el siglo xvii
como necesario para el avance de la ciencia. Pero el empirismo desarrolló
varias formas inductivistas (como hemos visto, ya desde el propio Newton) que no
entraron definitivamente en crisis hasta la sustitución de la teoría
gravitacional newtoniana por la de Einstein. Algo completamente análogo sucedió,
como señalábamos al final de la sección anterior, con el racionalismo reformado
de Kant. La proliferación de geometrías significó una crisis para la concepción
kantiana de la geometría y el comienzo de un proceso que culminaría también
cuando se produjo la sustitución de la física newtoniana por la física de
Einstein.
Sin
embargo, aunque la formulación, difusión y aceptación de la concepción del
método hipotético-deductivo es un suceso de nuestro siglo, los elementos de esta
concepción existían desde mucho antes, tal como se dijo anteriormente, en el
trabajo de los físicos matemáticos de los siglos XVII y XVIII en especial de
Barrow y (de un modo menos claro) del propio Newton.
Supongamos,
volviendo al ejemplo de la ley de la gravedad, que, para explicar hechos y
regularidades conocidas (los movimientos de los cuerpos celestes, las mareas,
etc.), o con la esperanza de explicar otros análogos, se propone (entre otras
cosas) que cualesquiera dos cuerpos del sistema solar ejercen uno sobre el otro
fuerzas mutuas de atracción. Ésta es, en efecto, la afirmación que Newton tomó
como establecida o probada por inducción. Pero ahora se trata de verla desde una
perspectiva diferente desde la cual, por de pronto, no se cree haber establecido
o probado nada. Es decir, aunque quizá se haya llegado a la idea por una serie
de generalizaciones inductivas a partir de los resultados de observaciones o
experimentos (quizá se haya aplicado la Regla III de Newton), ahora 1) no se
piensa que necesariamente hubiera de ser así en general (que se haya de llegar a
una propuesta así por inducción), y 2) no se piensa tampoco que los datos
experimentales que sugieren nuestra formulación universal apoyen de alguna forma
decisiva, ni siquiera de una forma fuerte. Aceptamos ésta sólo provisionalmente
(como efectivamente sugiere la Regla IV de Newton), en definitiva a titulo de
hipótesis, a la espera de confirmación o corroboración experimental; en general,
no suponemos que los datos de observación o experimentales que una hipótesis
contribuye a explicar supongan por sí solos una confirmación de la
hipótesis.
De ese
modo se está adoptando la visión del método hipotético-deductivo. Para esta
concepción, la confirmación de una hipótesis se obtiene, si acaso, de episodios
en que se contrasta o somete a prueba esa hipótesis. Tales episodios consisten
en lo siguiente: mediante un argumento lógicamente concluyente, en que podemos
haber de aducir como ulteriores premisas información sobre las condiciones
iniciales del sistema que estamos investigando y supuestos auxiliares,
utilizando además el instrumental matemático que el caso requiera, se derivan
predicciones de la hipótesis. En principio, consideramos como predicción todo
enunciado sobre condiciones observables (todo enunciado sobre estados del
sistema o parte de la realidad que estamos investigando que pueden decidirse por
observación/experimento) que no haya sido aún comprobado (por tanto, como
ilustraremos en el capítulo siguiente, una predicción, en este sentido técnico,
no tiene por qué ser un enunciado acerca de un evento futuro, aunque típicamente
pueda serlo).
El papel
del razonamiento lógico, según el método hipotético-deductivo, estriba en esta
derivación de predicciones a partir de las hipótesis, junto con el que desempeña
en algo completamente análogo: las explicaciones científicas son discursos en
que, junto a otras condiciones importantes, de tipo pragmático (es decir, que
tienen en cuenta la situación explicativa: a quién se dirigen las explicaciones,
qué recursos explicativos son adecuados en el contexto, etc.), la condición
esencial es que se deriva lógicamente aquello que se ha de explicar -el
explanandum, en la terminología técnica-, es decir, hechos conocidos (por
contraposición a predicciones), a partir de los mismos elementos que utilizamos
en la derivación de predicciones: hipótesis, condiciones iniciales, supuestos
auxiliares (lo que se llama el explanans, en el contexto de la
explicación).
Deben
cumplirse aún ciertas condiciones adicionales a las señaladas para que estemos
realmente frente a un caso en que la hipótesis se somete a prueba, pero, para
simplificar, vamos a dejarlas para más adelante (para el capítulo
siguiente).
Si, en
un caso en que la hipótesis se somete a prueba, la predicción a la que se ha
llegado a partir de la hipótesis resulta ser verdadera, entonces tenemos una
confirmación de la hipótesis. Sin embargo, no debe entenderse que esta
confirmación es definitiva. En realidad, nunca es definitiva una confirmación de
una hipótesis, porque no existe ningún argumento lógico concluyente que vaya de
la evidencia observacional o experimental a la hipótesis (tal como puso Hume de
manifiesto por vez primera). Con sucesivos casos de confirmación nuestra
creencia en (la verdad de) una hipótesis puede hacerse más fuerte, pero nunca es
posible alcanzar la certeza, la garantía de que la hipótesis es verdadera. No
extrañará tanto ahora esta afirmación. Otros casos en que la hipótesis se somete
a prueba -otros casos de contrastación de la hipótesis- pueden dar un resultado
negativo para ella.
Ésta fue
la enseñanza que los teóricos del conocimiento y los filósofos de la ciencia (al
menos, con el tiempo, la mayoría de ellos) extrajeron de la sustitución de la
física de Newton por la de Einstein; juzgaron que, a pesar de los muchos casos
favorables acumulados, en episodios en que las hipótesis de la física newtoniana
se había sometido a prueba, finalmente resultó que dichas hipótesis entraron en
conflicto con la experiencia.
Si la
predicción resulta ser falsa, tratándose de un caso en que la hipótesis se
somete a prueba (y cumpliéndose, por tanto, las condiciones para ello),
normalmente ese caso es desfavorable para la hipótesis. Más precisamente, puede
decirse que, aunque de ningún modo el caso sería favorable (sería absurdo
contarlo a favor de la hipótesis), el que sea realmente desfavorable depende de
que puedan mantenerse los supuestos auxiliares que han servido para derivar la
predicción.
En los
casos más simples, cuando la predicción resulta ser falsa, puede formularse un
argumento decisivo en contra de la hipótesis, es decir, ésta resulta refutada
por los hechos (por los datos de la observación/experimentación). De este modo,
parece que existiría una asimetría entre la confirmación y la refutación de las
hipótesis, puesto que, en algunos casos al menos, puede darse la refutación
(definitiva) de una hipótesis, pero nunca puede darse una confirmación
igualmente definitiva. Sin embargo, esta asimetría es más bien meramente
aparente, debido a que en los episodios científicos reales intervienen
generalmente supuestos o hipótesis auxiliares.
Todo
esto, que veremos con mayor detalle y examinando varios casos ilustrativos en el
capítulo siguiente, constituye el perfil general de la concepción del método
hipotético-deductivo.
Podemos
reconocer ya algo del papel que en la nueva concepción juega la inducción. Puede
ser uno de los procedimientos por los que se puede llegar a formular una
hipótesis, aunque, por lo que hemos visto, no uno por los que se llega a
establecerla o justificarla (en el sentido de justificación definitiva,
simplemente no hay tal cosa). Si adicionalmente puede admitirse también que
juega un papel en la confirmación de una hipótesis (en la justificación, en un
sentido más débil), es una cuestión que se tratará brevemente en el siguiente
capitulo, aunque ya sabemos que, en cualquier caso, no puede proporcionar una
justificación definitiva (simplemente no existe tal cosa).
La
admisión hipotética de una hipótesis (valga la redundancia) o una teoría
científica (una teoría científica puede considerarse, de manera simplificada,
como un conjunto de hipótesis sistemáticamente relacionadas) propia del método
hipotético-deductivo, que desprovee de todo elemento de necesidad a las
hipótesis y teorías de la ciencia, es tan antagónica de la concepción
racionalista kantiana como lo era pensar que las hipótesis o las teorías podían
justificarse (en un sentido muy fuerte, o definitivamente) mediante inducción a
partir de observaciones y experimentos.
Y, sin
embargo, la concepción del método hipotético-deductivo contiene, como hemos
señalado ya, elementos kantianos. Vale la pena insistir en esto una última vez.
Lo haremos citando a Popper, a quien se debe el siguiente comentario al pasaje
de Kant del prefacio de la segunda edición de la Crítica que citamos en
parte al final de la sección 6:
Esta cita de Kant muestra lo bien que entendió que hemos de confrontar a la naturaleza con hipótesis y pedir una respuesta a nuestras preguntas; y que, cuando no hay tales hipótesis, podemos sólo hacer observaciones fortuitas sin plan alguno y que, por lo tanto, nunca nos llevarán a una ley natural. En otras palabras, Kant vio con perfecta claridad que la historia de la ciencia había refutado el mito baconiano de que debemos comenzar con observaciones a fin de derivar de ellas nuestras teorías. (Popper, Conjectures and Refutacions, p. 189; cf. p. 221 de la traducción al español.)
El papel
activo de la razón en la investigación científica se admite, pues, en la
concepción del método hipotético-deductivo. Es más, se admite también el papel
activo de la mente, en general.
Pero
junto a los elementos racionalistas (y, más ampliamente, mentalistas), en la
concepción del método hipotético-deductivo se involucran decisivamente elementos
empiristas. No, desde luego, del viejo empirismo que supone que las hipótesis o
teorías científicas son el producto pasivo de una mente que, liberada de todo
prejuicio, se "informa" de los datos de los sentidos, sino de un nuevo empirismo
en el que el recurso a los sentidos, a la observación o la experimentación tiene
su lugar sobre todo en el control de las hipótesis o teorías científicas (sea
cual sea el modo en que se haya llegado a su formulación) relevantes para su
aceptación o rechazo (no, recuérdese, para su confirmación o justificación
definitivas).
La
medida en que la nueva concepción de la ciencia es una concepción empirista
viene dada por estar ésta sujeta a lo que Popper bautizó como principio del
empirismo (más precisamente se trata de un nuevo principio del empirismo): "sólo
la observación y el experimento pueden decidir la aceptación o el rechazo de los
enunciados científicos, incluyendo leyes y teorías" (Popper, op. cit., p. 54;
cf. traducción española p. 67).
Es
igualmente crucial en la nueva concepción de la ciencia el elemento
"hipotetivista", es decir, el hecho de que las hipótesis, leyes y teorías
científicas sólo se aceptan a titulo provisional (a grandes rasgos, podemos
decir que una ley científica es una hipótesis de suficiente importancia que,
habiéndose puesto a prueba, ha salido confirmada de la contrastación; por eso
podemos ver indistintamente las teorías como conjuntos de leyes o como conjuntos
de hipótesis); nunca puede considerarse que estén definitivamente confirmados
por las observaciones o los experimentos.
Esto
(como también ha subrayado Popper) hace que sean consistentes las tres cosas
siguientes: a) la idea de Hume de que es imposible justificar (en sentido de
probar o demostrar) una ley mediante observación y experimento; b) el hecho de
que en ciencia se proponen y usan leyes continuamente, y c) el principio del
empirismo. Es así posible también aceptar este principio. (La aceptación de este
principio ha sido puesta en cuestión recientemente, aduciéndose por algunos su
invalidez histórica -en la historia de la ciencia- o sociológica -atendiendo a
cómo se llega, en las comunidades científicas, a la aceptación o rechazo de
hipótesis y teorías-. En el capítulo siguiente se examinan críticamente algunas
de estas opiniones.)
Con la
aceptación del principio del empirismo tal vez se podría decir que se manifiesta
una cierta victoria del empirismo sobre el racionalismo, pero es preciso
apresurarse a matizar mucho esta afirmación, pues es importante reconocer que se
trata de un tipo de empirismo considerablemente modificado respecto del que
clásicamente se enfrentó al racionalismo (de modo que alguien podría decir que
con una afirmación como la anterior se ha hecho trampa, pues los contendientes
no son los que originalmente motivaron el juicio).
Podríamos
señalar de forma negativa la contribución de racionalismo y empirismo a la
concepción de la ciencia del método hipotético-deductivo, diciendo que del
racionalismo no se toma su manera de justificar la aceptación o rechazo de leyes
o teorías científicas (sino, si acaso, parcialmente, la manera de llegar a la
formulación de hipótesis que quizá puedan convertirse en leyes y teorías); esto
se concede al empirismo (aunque a un empirismo, en gran parte, nuevo). Del
empirismo no se toma la manera de llegar a la formulación y de concebir las
hipótesis científicas (como "resumen" o "compendio" de observaciones); esto se
concede, al menos parcialmente, al racionalismo (parcialmente', porque se acepta
que hay muchas maneras de llegar a esa formulación, no siempre compatible con lo
que los racionalistas tenían en mente).
Una
(última cuestión que es conveniente apuntar aquí, aunque sea de forma muy breve,
es la de la universalidad del método hipotético-deductivo, es decir, la cuestión
de su validez en todo tipo de ciencias. En la filosofía que se practica en el
continente europeo en la actualidad, está difundida la idea de que la concepción
de la ciencia del método hipotético-deductivo, si bien es válida para las
ciencias naturales, no lo es para las ciencias sociales (como la economía, la
sociología, la historia o la antropología) o las ciencias humanas (como la
lingüística, el análisis literario o incluso la psicología), siendo adecuada
para estas ciencias una concepción basada en otros métodos (quizás el llamado
método hermeneútico o el llamado método didáctico). Las diferencias entre las
ciencias vendrían así dadas por las diferencias en cuanto al método utilizado en
ellas o el método que para ellas es adecuado.
Aunque
no puedo entrar aquí en el examen de esta cuestión, junto con otros muchos
teóricos (y aun a riesgo de antagonizar al lector, pues sé muy bien que estamos
en ambientes intelectuales en que esa concepción es predominante) pienso que
estas afirmaciones están radicalmente equivocadas. Creo que, en la medida que
son legítimos, esos otros "métodos" resultan ser variantes del método
hipotético-deductivo que se originan sobre todo, en el hecho de la dificultad o
imposibilidad de realizar experimentos en el sentido estricto (aunque no
observaciones controladas, que cumplen esencialmente la misma función) en los
ámbitos de esas ciencias.
Lo que
diferencia a los distintos tipos de ciencias es más bien el tipo de
explicaciones que utilizan. A grandes rasgos: explicaciones causales en la
física y química; explicaciones funcionales en la biología y la fisiología, y en
cierto sentido en algunas de las ciencias sociales y humanas, aunque éstas
utilizan sobre todo explicaciones intencionales.