CIENTÍFICOS

 

Beveridge, W. I. B. (1966): El Arte de la Investigación Científica. Caracas: UCV, Cap. XI, pp. 211-252


 

 

ATRIBUTOS REQUERIDOS PARA LA INVESTIGACIÓN

INCENTIVOS Y GALARDONES

LA ÉTICA DE LA INVESTIGACIÓN 

DIFERENTES TIPOS DE MENTES CIENTÍFICAS

LA VIDA CIENTÍFICA

SUMARIO

 

 

No es tanto el talento que poseemos como el uso que de él hacemos, la que cuenta en el progreso del mundo.

BRAILSFORD ROBERTSON


 

 

ATRIBUTOS REQUERIDOS PARA LA INVESTIGACIÓN

En muchos aspectos, el investigador se parece al pionero, El explora la frontera del conocimiento y, por lo tanto, requiere muchos de los mismos atributos: iniciativa y espíritu emprendedor, disposición para encarar las dificultades y vencerlas, utilizando su ingenio e iniciativa propios, perseverancia, espíritu aventurero, cierta insatisfacción con lo ya conocido y con las ideas prevalentes y ansiedad de comprobar su propio juicio.

Probablemente los dos atributos esenciales del investigador son su amor a la ciencia y una curiosidad insaciable.

 Usualmente, la persona atraída por la investigación es aquella que retiene más instinto de curiosidad que lo corriente. Cualquiera, cuya imaginación no pueda ser inflamada por la posibilidad de encontrar algo que ningún otro hombre haya encontrado antes, sólo perderá su tiempo y el de los otros al dedicarse a la investigación, porque sólo aquellos que tienen un entusiasmo e interés genuino por los descubrimientos tendrán éxito. Los científicos de mayor provecho son capaces de sentir el celo de un fanático, pero están disciplinados por el juicio objetivo de sus resultados y por la necesidad de enfrentar la crítica de los otros científicos. Es muy probable que el amor a la ciencia vaya acompañado por el gusto científico y también esto es necesario para que nos capacite para persistir ante las frustraciones.

Como en casi todos los caminos de la vida, los requisitos para obtener éxito en la investigación, son una buena inteligencia, motivación interna, voluntad para el trabajo duro y tenacidad en los propósitos. También necesita el científico poseer la suficiente imaginación para representarse en su mente ciertos procesos, el modo cómo se llevan a efecto ciertas cosas que no pueden observarse y también para suscitar hipótesis. A veces, el investigador es una persona difícil de tratar, debido a que él no tiene gran confianza en sus opiniones y menos aún en las de los demás. Esta característica puede ser inconveniente en la vida diaria. Al comentar acerca de la importancia de la independencia mental de los científicos, Cajal decía que la humildad podía ser apropiada para los santos pero rara vez para los científicos.

Casi todos los científicos notables se han caracterizado por un espíritu de indomable perseverancia, ya que la mayoría de los hallazgos importantes requirieron persistencia y valor para encarar las repetidas frustraciones. Esta característica era tan marcada en Darwin que, según su hijo, la misma iba más allá de la perseverancia ordinaria y podía describirse mejor como testarudez. Pasteur decía:

“Déjeme decirle el secreto que me ha conducido hasta mi meta, Mi única fuerza radica en mi tenacidad”.

Las personas pueden clasificarse aproximadamente en aquellas que habitualmente reaccionan con vigor ante las influencias externas -incluyendo a las ideas- y aquellas que son pasivas y aceptan todo lo que venga. Los primeros discuten todo lo que se les dice, aun de un modo infantil y a menudo se rebelan contra lo convencional; son curiosos y desean aclararlo todo ellos mismos. El otro tipo se ajusta mucho mejor a la vida y en igualdad de condiciones acumula con mayor facilidad las informaciones impartidas por la enseñanza formal. La mente de este último tipo se surte casi por completo con ideas generalmente aceptadas y opiniones fijas; mientras que el tipo reactivo posee menos ideas fijas y, por lo tanto, su mente se mantiene libre y flexible. Es indudable que no todo el mundo puede ser catalogado dentro de cualquiera de estos dos extremos, pero también es claro que aquellos que se aproximan al tipo pasivo, no están hechos para la investigación.

Sería de no poca ayuda en el difícil problema de seleccionar aquellas personas promisorias para la investigación, o al analizar uno mismo si tiene condiciones para ello, el preparar una lista con los atributos requeridos por el investigador, ya que al presente no existen medios objetivos capaces de medir las condiciones especificadas.  sin embargo, este es un problema que tal vez los sicólogos sean capaces de resolver en un futuro, Por ejemplo, podría ser posible desarrollar una prueba que tenga por objeto determinar el grado de conocimiento que una persona posee acerca de aquellas cosas con las cuales tiene diario contacto, Esta prueba podría ser una medida tanto de su curiosidad como de su poder de observación y su habilidad “para descubrir” cosas en su medio ambiente, ya que la vida muy bien puede ser un perpetuo proceso de descubrimiento, También podrían desarrollarse pruebas para medir la habilidad de generalizar y formular hipótesis. Posiblemente, la atracción hacia la ciencia podría comprobarse, determinando la respuesta específica de una persona -alegría o indiferencia- al enterarse de los descubrimientos científicos.

Los exámenes ordinarios no son buena indicación de la habilidad de una persona para la investigación, ya que ellos tienden a favorecer al acumulador de conocimientos antes que al pensador. Algunas veces, alumnos que efectúan brillantes exámenes no resultan en la investigación mientras que, por otra parte, algunos científicos famosos, han obtenido bajas calificaciones o pobres resultados en sus exámenes. Paul Ehrlich logró aprobar sus exámenes médicos finales gracias a la bondad de -sus examinadores, quienes tuvieron el buen sentido de reconocer su gran talento, y Einstein fracasó en el examen de admisión a la Escuela Politécnica, Probablemente, el estudiante reflexivo y crítico al tratar de acumular conocimientos, se encuentra en desventaja con respecto al estudiante que todo lo acepta sin discutir, Charles Nicolle va aún más lejos cuando dice que, el genio inventivo no es capaz de acumular mucho conocimiento y que la ingeniosidad puede ser destruida por la mala enseñanza, las ideas fijas y la erudición.

He notado que en Inglaterra muchos de los buenos científicos, tanto en las ciencias biológicas como en las no biológicas, son o han sido naturalistas perspicaces durante su juventud. Podría ser una buena indicación de aptitud para la investigación el que un joven practique como una distracción alguna rama de las ciencias naturales. Esta práctica demuestra que el candidato encuentra placer al estudiar los fenómenos naturales y que desea utilizar la observación para descubrir cosas. En el presente, la única forma de seleccionar talentos prometedores para la investigación -“descubrir a los descubridores” tal como dice Rous-, consiste en ofrecer al candidato una oportunidad para que trate de investigar durante uno o dos años. Hasta que el joven científico no haya demostrado que posee definitivamente habilidad para la investigación, es mucho mejor para él no obtener posición permanente como investigador. Esta precaución, es tan importante para la futura tranquilidad y felicidad del candidato, como también para el bien de la institución donde investiga. Es de gran ayuda para quienes aún no se han graduado, ofrecerles oportunidad de investigación durante el año final de sus estudios, y de este modo también se pueden obtener algunas indicaciones preliminares de la capacidad de la persona. Una indicación en favor del recién graduado es que éste demuestre deseos de investigar, los cuales pueden manifestarse a través de sus intentos para obtener una posición desde la cual poder trabajar en este campo; en otras palabras, los mejores investigadores, tienden a seleccionarse a sí mismos. Cualquiera que fuesen los requisitos mentales exactos, generalmente se opina que no todo el mundo sirve para investigar, del mismo modo que no todos ‘sirven para componer música; pero el hecho de que cualquier persona no posea estos requisitos necesarios, no debe considerares jamás como un menosprecio para la inteligencia de esa persona o para su habilidad en otras ocupaciones.

 

INCENTIVOS Y GALARDONES

Los incentivos principales de la investigación son satisfacer la curiosidad y el espíritu creador, saber si nuestras conjeturas conducen a la creación de nuevos conocimientos y experimentar la sensación de importancia ganada mediante el reconocimiento obtenido. Otros incentivos más mundanos pueden ser la necesidad de tener un medio de vida y la ambición de “sobresalir en el mundo”, “convenciendo” a aquellos individuos que dudaban de nuestra habilidad y al mismo tiempo justificando la confianza de aquellos que nos la demostraron. El reconocimiento de un trabajo efectuado es un incentivo importante, tal como lo demuestra la maladversión a veces demostrada por causa de la prioridad de una publicación. Aun los grandes científicos, son celosos en lo que respecta al crédito dado a sus descubrimientos. Indudablemente que uno de los principales incentivos en la investigación es el deseo de ver nuestro nombre impreso y nuestros logros reconocidos por todo el mundo científico. En adición a esos incentivos, los cuales son comunes a todo tipo de investigación, existe además en la investigación aplicada, el deseo de llevar a cabo algo por el bien de la humanidad. Este deseo puede ser más efectivo aún, si en lugar de ser sólo un ideal vago, beneficia a aquellos que son conocidos o, de algún modo, están asociados con el investigador.

Tanto al hombre como a la mujer con mente investigadora, los fascina el desafío mental de lo inexplicado, y gozan ejercitando su ingenio en la búsqueda de una solución. Esta es una pequeña manifestación de aquel fenómeno placentero que muchas personas encuentran al resolver problemas aun cuando no exista recompensa material, tal como lo demuestra la popularidad de los crucigramas y de las historias de detectives. Paul Ehrlich, incidentalmente, era un devoto de las historias de detectives.

A veces, el interés hacia una rama particular de la ciencia, tiene su origen en la belleza intrínseca del material o técnica utilizada. Los naturalistas y los zoólogos son atraídos muy a menudo hacia el estudio de ciertos grupos de animales porque encuentran placentera su apariencia, y a los bacteriólogos puede gustarle una cierta técnica porque la misma excita su sensibilidad estética. Es muy posible que haya sido la atracción que Ehrlich sentía por los colores brillantes (él decía que experimentaba un placer estético al contemplarlos) lo que le interesó en los colorantes y ello determinó la dirección hacia la cual se desarrolló su trabajo.

Albert Einstein distingue tres tipos de investigadores: aquellos que se dedican a la ciencia porque les ofrece una oportunidad para ejercitar su talento especial y luego se regocijan con ella como un atleta al llevar a cabo sus hazañas; aquellos que la consideran como un medio de vida quienes, de no haber sido por las circunstancias, hubieran podido ser prósperos y afortunados hombres de negocios; y por último, los verdaderos devotos, quienes, contribuyen enormemente al aumento del conocimiento.

Algunos sicólogos opinan que el mejor trabajo de un hombre se efectúa bajo condiciones adversas, y que la tensión mental y aun la pena física pueden ser estimulantes. Varios hombres prominentes han sufrido o experimentado trastornos, psicólogos y dificultades diversas, sin las cuales tal vez no hubieran logrado generar el esfuerzo requerido para superarse.

Muy raras veces el científico obtiene buena retribución monetaria por sus labores; por lo mismo, se le debe garantizar cualquier justa fama que gane con su trabajo.  Pero la recompensa mayor de todas es la emoción del descubrimiento. Tal como muchos científicos atestiguan, éste es uno de los mayores goces que la vida puede ofrecer.

Ella imparte una tremenda exaltación emocional, además de una gran sensación de bienestar y satisfacción. No sólo los descubrimientos de hecho, sino también el darse cuenta de súbito, de una generalización, puede brindar la misma sensación de regocijo. Tal como el príncipe Kropolkin escribió:

“Quien haya experimentado una vez en su vida la alegría de la creación científica, jamás lo olvidará”.

Baker cita la historia del gran biólogo Alfred Wallace cuando efectuó un pequeño descubrimiento:

“Nadie que no sea un naturalista, escribe Wallace, puede entender la intensa emoción que experimenté, cuando al fin logré capturarla (una especie nueva de mariposa). Mi corazón latió violentamente, se me fue la sangre a la cabeza y me sentí más cerca de desmayarme, que si hubiera tenido temor hacia la muerte. El resto del día lo pasé con dolor de cabeza, tan grande fue la excitación que me causó aquello que para la mayor parte de la gente parece una causa inadecuada”.

Al referirse .a la alegría que sintió después de lograr demostrar la posibilidad de proteger a las personas mediante la vacunación contra la viruela, escribía Edward Jenner:

“La alegría que sentí ante la perspectiva de que yo fuera el instrumento destinado para quitarle al mundo una de sus mayores calamidades.., fue tan intensa, que a veces me encontré como en una especie de ensueño”.

Louis Pasteur y Claude Bernard comentaban acerca de este fenómeno en los siguientes términos:

“Cuando usted ha llegado al fin a la certeza, su alegría es una de las mayores que puede sentir un alma humana”.

“La alegría de descubrir es ciertamente una de las más exaltadas que la mente humana pueda sentir jamás”.

El descubridor siente la necesidad de compartir este goce con sus colegas y generalmente -se precipita en el laboratorio de un amigo, para contarle lo sucedido e invitarlo a ver los resultados. La mayor parte de las personas obtienen más goce de un nuevo descubrimiento si son capaces de compartirlo con los colegas que estén trabajando sobre el mismo problema o que están lo suficientemente relacionados con el mismo para interesarse en él.

El estímulo provisto por un nuevo descubrimiento, inmediatamente borra todas las frustraciones pasadas y el científico trabaja con renovado vigor. Más aún, sus colegas se estimulan y de este modo el descubrimiento favorece las condiciones para los avances ulteriores. Infortunadamente, no siempre las cosas suceden de esta manera.  Muy a menudo, nuestra alegría es de corta duración y prematura. La consiguiente depresión puede -ser profunda y en este punto nuestros colegas pueden ayudar, entendiéndonos y ayudándonos. Aceptarlo con entereza, sin sentirse vencido, es una de las duras lecciones que el joven científico debe aprender.

Desgraciadamente, existen en la investigación más desengaños que éxitos y es más frecuente que el científico se encuentre frente a lo que parece ser una barrera impenetrable que haciendo progresos. Sólo aquellos que han tratado de buscar algo, conocen lo raro y difícil que es encontrar estos pequeños diamantes de la verdad, los cuales una vez pulidos permanecerán adamantinos y brillantes. Lord Kelvin escribió:

“Una palabra caracteriza los mis tremendos esfuerzos que yo he hecho perseverantemente por el avance de la ciencia durante cincuenta y cinco años: esta palabra es fracaso”.

Michael Faraday dijo que en los casos más afortunados, menos de un lo por ciento de las esperanzas y conclusiones preliminares resultaban ser verdaderas. Cuando uno se siente deprimido, tal vez pueda ser reconfortante pensar en lo acontecido a esos dos grandes científicos. Es buena idea que el joven científico se dé cuenta de que los frutos de la investigación no se alcanzan fácilmente y, por lo tanto, si él quiere triunfar necesitará valor y perseverancia.

 

LA ÉTICA DE LA INVESTIGACIÓN

Existen ciertas consideraciones éticas las cuales son generalmente reconocidas entre los científicos. Una de las más importantes es que al publicar cualquier investigación, el autor tiene la obligación de conceder el crédito debido a cualquier trabajo previo del cual haya obtenido información y también a cualquier persona que lo haya ayudado materialmente en el trabajo. Esta regla elemental, no escrita, no siempre se sigue tan escrupulosamente como debiera hacerse, y quienes no lo hacen deberían tener siempre presente que el aumento de reputación obtenida a los ojos de los lectores mal informados es más que anulado por el oprobio de aquellos pocos que conocen del problema y cuya opinión es de verdadero valor. Una falta menor, que muy comúnmente se oye, consiste en citar como propias en una conversación, ideas que pertenecen a otro.

Un pecado mortal científico es robar las ideas o resultados preliminares de alguien que los haya dado a conocer durante una conversación, y utilizarlas en un trabajo, sin primero obtener permiso para hacerlo. Esto se considera corrientemente, más o menos como piratería. He tenido la oportunidad de oír llamar “bandido científico” a alguien acostumbrado a hacer esto. Aquel que cometa esta falta es casi seguro que más nunca se le tendrá confianza, Otra práctica impropia y desgraciadamente no tan rara como sería de esperar, es que un director de investigación usurpe la mayor parte del crédito debido a un trabajo, que sólo ha supervisado, publicando como coautor y colocando su nombre en el primer lugar.

Al autor cuyo nombre se coloca primero se considera como al de mayor autoridad, pero mayor autoridad significa que es la persona responsable por la mayor parte del trabajo y no por la gracia del puesto o posición que ocupa. La mayoría de los directores están más interesados en animar a los que comienzan que en obtener reputación para ellos mismos. Yo no quiero o deseo inferir que en aquellos casos donde el investigador de rango superior ha desempeñado un papel importante en el trabajo, deba éste mantenerse al margen u oponerse a la aparición de su nombre, como lo hacen algunas veces personas generosas y demasiado conscientes; pero en estos casos, es mejor que el nombre del científico joven vaya en primer lugar, porque de este modo él no será mirado sólo como uno de los “y colaboradores”. La inclusión del nombre de un científico bien conocido y quien ha ayudado en el trabajo es a menudo muy útil como una garantía de calidad para ese trabajo, cuando el joven autor no ha logrado aún formarse una reputación propia. Es la obligación de cada científico dar generosamente cualquier consejo o idea que pueda y usualmente no debe esperarse agradecimiento formal por este tipo de ayuda.

Algunos colegas y aun yo mismo, hemos hallado a veces que lo que se creía ser una nueva idea, resultaba no ser tan original al consultar anotaciones previas que sobre el mismo tema habíamos escrito. Este tipo incompleto de recuerdos puede traer a veces por resultado, la involuntaria anexión de las ideas de otras personas. Una idea expresada por alguien durante una conversación, puede más tarde venírsenos a la mente sin que recordemos su origen y en esta forma pensar que nos pertenece.

Sin duda de ninguna especie, la honestidad completa es un imperativo en el trabajo científico, tal como dice As Cramer:

“A la larga es provechoso para el científico ser honesto, no sólo evitando hacer falsas declaraciones o enunciados, sino, aún más, propiciando el reconocimiento completo de aquellos hechos opuestos a sus puntos de vista.  El descuido moral en el mundo científico, es castigado con mucha mayor severidad que en el mundo comercial”.

No se gana nada tratando de presentar nuestra evidencia con el aspecto más favorable posible, ya que con casi toda seguridad la verdad será revelada tarde o temprano por otros investigadores. El investigador es quien mejor conoce los posibles errores de su trabajo. El debe informar con toda sinceridad acerca de lo que se ha hecho y, cuando sea necesario, indicar dónde se han podido cometer errores.

Si un autor encuentra posteriormente que no puede sustanciar algunos de los resultados presentados con anterioridad, debe publicar la corrección necesaria para evitar, de este modo, que otras personas puedan ser desorientadas o se vean obligadas ellas mismas a repetir todo el trabajo sólo para hallar el error.

Algunas personas consideran como de elemental cortesía no precipitarse a utilizar cualquier nuevo campo de trabajo que haya sido descubierto por algún científico, sino dejar el mismo por un tiempo al iniciador, de modo que éste pueda cosechar los primeros frutos. Personalmente, no veo ninguna necesidad para la contención una vez que el primer informe ha sido presentado. Es casi imposible llevar a cabo un descubrimiento, sin utilizar conocimientos adquiridos previamente por otros, La vasta reserva de conocimientos científicos de los que se dispone hoy en día, no hubiera llegado a formarse si los científicos no reunieran sus contribuciones. La ciencia moderna está basada principalmente en la publicación de observaciones y resultados experimentales, con el objeto de que puedan ser aprovechados por otras personas y al mismo tiempo facilitar la crítica.

El secreto es contrario al espíritu y a los mejores intereses de la ciencia, Previene la contribución individual para el progreso; usualmente, significa que el investigador o quien le emplea, trata de explotar para su propio beneficio algún adelanto efectuado sobre la base de conocimientos libremente aportados por otro. En la industria y en los departamentos de guerra del gobierno, se llevan a cabo muchas investigaciones de tipo secreto; esto parece ser inevitable en el mundo actual; sin embargo, es incorrecto en principio. Idealmente, la libertad de publicación, condicionada sólo por méritos del trabajo, debe ser el derecho básico de todos los investigadores. Se dice que ocasionalmente algunos resultados pueden suprimirse porque son comprometedores para las autoridades guber-n,amentales.54 Esto sería una política peligrosa y miope.  En algunos laboratorios carentes de restricciones, no es infrecuente hallar investigadores que mantienen una gran reserva acerca de sus trabajos, temerosos de que alguien robe sus resultados preliminares y logre obtener y publicar conclusiones antes que el propio autor, Esta forma de reserva temporal es difícil de considerar como falta de ética científica pero, aunque comprensible, no es recomendable, ya que el libre intercambio de ideas y observaciones apresura el avance de la ciencia. Sin embargo, cualquier información confidencial debe ser tratada como tal y no trasmitirse a otros, Puede darse el caso de que un científico visitante no aproveche para sí mismo cualquier información inédita que reciba y, sin embargo, sin darse cuenta, trasmitirla a individuos inescrupulosos. El visitante puede evitar este riesgo, exigiendo no se le diga nada de lo que se desea conservar confidencial ya que a veces es difícil recordar aquellos que se puede divulgar y lo que no se puede.

Por desgracia aun en el mundo científico, ocasionalmente se hallan celos nacionales. Esto se manifiesta mediante una falta de apreciación o reconocimiento hacia los trabajos efectuados en otros países. No sólo es deplorable, como una indefendible infracción dela ética y del espíritu internacional de la ciencia, sino que esta actitud a menudo rebota sobre el ofensor a veces con detrimento para él mismo y para su propio país. La persona que no logre apreciar los avances científicos efectuados en otras partes bien puede ser dejado en el sitio de desecho que se merece y él mismo se encargará de demostrar que sólo es un científico de segunda categoría. Dentro de la gran mayoría de los científicos existe una hermandad internacional, la cual es una de las razones principales para conservar la fe en el futuro de la humanidad y es, por lo tanto, deprimente ver que este sentimiento pueda ser perjudica o por el mezquino egoísmo de algunos pocos individuos.

 

DIFERENTES TIPOS DE MENTES CIENTÍFICAS

No todas las mentes trabajan igual. Se ha intentado a veces dividir los científicos en dos grandes tipos; pero la clasificación es arbitraria y probablemente la gran mayoría está ubicada entre ambos extremos y posee características de ambos.

W. D. Bancroft denomina a uno de estos tipos el “conjeturador” (utilizando la palabra conjetura en el sentido de elaborar juicios o hipótesis perspicaces, adelantándose a los hechos) ; este tipo sigue principalmente el método deductivo o aristotélico, forman primero la hipótesis y luego tratan de comprobarla mediante la experimentación. Al otro tipo lo denomina “acumulador”, debido a que acumula datos hasta que las generalizaciones o hipótesis son obvias; -siguen el método inductivo o método de Bacon. Sin embargo, los términos inductivo y deductivo o aristotélico y baconiano, pueden prestarse a confusión y a veces han sido mal utilizados. Henri Poincaré y Jacques Hadamard clasifican a los matemáticos, bien sea como “intuitivos” o “lógicos”, según trabajen basándose en intuiciones o mediante pasos graduales sistemáticos.

Esta clasificación parece concordar con la de Bancroft. Utilizaré la terminología “especulativo” y “sistemático”, ya que esta parece ser la manera más simple de indicar la diferencia entre ambos tipos.

Charles Nicolle distinguía: a) El genio inventivo, quien no sirve para almacenar conocimientos y quien no es necesariamente inteligente en el sentido usual de la palabra, y b) El científico dotado de una fina inteligencia, quien clasifica, razona y deduce, pero el cual, según Nicolle, es incapaz de la originalidad creadora o de llevar a cabo descubrimientos originales. El primero utiliza la intuición y sólo emplea la razón y la lógica para confirmar sus hallazgos. El último adelanta los conocimientos de igual modo que un albañil al colocar ladrillo sobre ladrillo hasta terminar toda la estructura. Nicolle dice que las intuiciones fueron tan fuertes en Pasteur y Metchnikoff que a veces ellos casi llegaron a publicar antes de obtener los resultados experimentales. Los experimentos fueron realizados principalmente para contestar a sus críticos.

Bancroft cita los ejemplos -siguientes para demostrar los diferentes tipos de científicos. Al tipo sistemático pertenecen Kelvin y sir W. Hamilton, quienes dijeron:

“Los procedimientos minuciosos y precisos parecen al empírico un trabajo menos elevado y digno que la búsqueda de algo nuevo; sin embargo casi todos los grandes descubrimientos se han efectuado de este modo”.

“El descubrimiento de un nuevo hecho en las ciencias físicas está al alcance de cualquier tonto dotado de paciencia y habilidad manual”.

En contraste con esta última declaración podemos citar una hecha por Davy:

“Doy gracias a Dios que no me hizo un hábil manipulador; mis más importantes descubrimientos me han sido sugeridos por mis fracasos”.

La mayor parte de los matemáticos pertenecen al tipo especulativo. Las observaciones siguientes se atribuyen a Newton, Whewell y Gauss, respectivamente:

“Ningún descubrimiento importante se ha llevado a cabo sin una osada conjetura”.  “Los adelantos en los conocimientos no se efectúan a menudo sin la osadía y libertad de conjeturar”.  “Tengo el resultado, pero aún no sé cómo obtenerlo”.

También en Biología, la mayoría de los grandes descubridores han sido del tipo especulativo. Huxley escribió:

“Es un error popular creer que el investigador científico está obligado a no ir más allá de la simple generalización de los hechos observados... sin embargo, cualquier persona familiarizada con el trabajo científico, se da cuenta que aquellos que se oponen a ir más allá de los hechos, no logran ni siquiera llegar a estos”.

Los siguientes comentarios nos revelan el punto de vista de Pasteur:

“Si alguien me dice que al sacar estas conclusiones he ido más allá de los hechos, le contesto: es verdad, he puesto mucho de mí mismo en esas ideas que no pueden probarse rigurosamente. Este es mi modo de ver las cosas. Sólo la teoría puede producir y desarrollar el espíritu de la invención”.

W. Ostwald, clasifica los científicos de un modo ligeramente diferente. El distingue entre el clásico, quien es básicamente sistemático y cuya característica principal consiste en llevar hasta la perfección cada descubrimiento, y el romántico, quien posee una multitud de ideas, pero las trata de una manera superficial y rara vez las trabaja exhaustivamente. Ostwald dice que el clásico es un mal maestro y no puede hacer nada en frente de otros, mientras que el romántico entrega sus ideas libremente y tiene una enorme influencia sobre el estudiante.

Puede producir algunos discípulos sobresalientes, pero a veces perjudica la originalidad de los mismos. Por otra parte, como hace notar Hadamard, las mentes muy intuitivas, pueden ser muy oscuras. Kenneth Mees considera que los descubrimientos científicos prácticos y tecnológicos comprenden tres métodos diferentes de trabajo: a) Síntesis teórica, b) Observación y experimento, y c) Invención. Según él, es muy difícil que una sola persona se distinga en más de una de esas actividades, ya que cada una de ellas requiere un tipo mental diferente.

El tipo sistemático de científico, tal vez está mejor adaptado para desarrollar, mientras que el tipo especulativo lo está para explorar; el primero se ajusta mejor al trabajo por equipo, y el último está mejor dotado para el trabajo individual o para ser conductor de un equipo.

El doctor E, L, Taylor describe una gran organización de investigación comercial, la cual utilizaba hombres del tipo especulativo para que jugaran con las ideas que quisieran; pero tan pronto como obtenían algo promisorio, se les quitaba de las manos por completo y se entregaba a los investigadores del tipo sistemático, para su comprobación y desarrollo ulterior.

Sin embargo, los tipos especulativo y sistemático representan los extremos y, probablemente, la mayoría de los científicos combinan características de ambos, El estudiante puede hallar por sí mismo su natural tendencia hacia uno u otro de estos tipos. Bancroft opina que difícilmente un tipo pueda convertirse en el otro. Probablemente, lo mejor es que cada quien siga su tendencia natural y a uno le gustaría saber cuántos científicos no han sido indebidamente influenciados por el maestro con quien comenzaron, Lo realmente importante es no esperar que todo el mundo piense del mismo modo que nosotros. Es una gran desgracia para un joven científico del tipo especulativo natural, caer bajo la influencia de un tipo Sistemático y que éste llegue hasta el extremo que por tratar de reprimir su imaginación logre aniquilarla por completo.

 El hombre que produzca ideas propias y esté deseoso de comprobarlas, es más probable que sea atraído por la investigación, contribuya más a ella, y obtenga de la misma más beneficios que aquel a quien le falte curiosidad e imaginación. Este último, tal vez pueda hacer trabajo útil en la investigación pero probablemente no lo disfruta. Ambos tipos son necesarios para el adelanto de la ciencia, porque tienden a complementarse.

Tal como se ha mencionado en otra parte, es un error muy común entre los filósofos y los escritores de libros sobre métodos científicos, considerar que los descubrimientos se llevan a cabo mediante la sistemática acumulación de datos hasta que la generalización sólo sea un asunto de simple lógica; de hecho, esto probablemente sólo sea cierto en la minoría de los casos.

 

LA VIDA CIENTÍFICA

Algunos breves comentarios acerca de los aspectos personales de la investigación, pueden ser útiles para el joven o la joven que piensa dedicarse a una carrera científica.

El joven científico que lea este libro puede desanimarse al enterarse de todo lo que se le exige y, a menos que sea uno de esos raros individuos dispuestos a entregar su vida a “una causa”, puede abandonar la investigación, si no se le ofrece algún comentario adicional.

Quiero asegurar desde el principio, que lo dicho en este libro son consejos para la perfección y que uno puede convertirse en un buen investigador sin necesidad de sacrificar los otros atractivos dela vida, si se desea considerar la investigación como “una llamada”, y convertirse en lo que Einstein denomina el verdadero devoto, sería mucho mejor dedicarse por entero; sin embargo, sobran los ejemplos de excelentes científicos, quienes no sólo han vivido una vida familiar normal, sino que aun han hallado tiempo para otros intereses. Hasta hace poco, la investigación sólo la practicaban los devotos, debido a la pobreza de la retribución económica, pero hoy en día, la investigación es una profesión regular. sin embargo, este no es un trabajo de horario fijo, sobre la base de nueve de la mañana a cinco de la tarde, y el estudio nocturno es una necesidad práctica. Es necesario tener un verdadero interés en la ciencia, y la misma debe ser parte de nuestra vida y ser considerada como un placer y una distracción.

El trabajo de investigación adelanta de una manera irregular y sólo ocasionalmente prosigue el científico con toda vehemencia un nuevo descubrimiento, Pero entonces, en estas ocasiones, el científico necesita poner todas sus energías en el trabajo y pensar en el mismo día y noche.  si posee verdadero espíritu científico, deseará hacer sólo esto y para él sería una verdadera desgracia si las circunstancias se lo impidieran, Por lo general, la familia del investigador entiende que existen ocasiones para el científico creador cuando es muy importante que se le evite, tanto como sea posible, cualquier otro tipo de preocupaciones y responsabilidades; y de igual modo, sus colegas en el laboratorio tratan usualmente de ayudarlo en cualquier obligación administrativa y rutinaria. Es muy probable que esta ayuda no sea ningún inconveniente parra su familia o asociados, ya que estos -supremos esfuerzos no son frecuentes en la mayoría de las personas. Tal vez dos a seis veces al año, con duración de una a dos semanas cada vez, es el promedio; pero las mismas varían enormemente de un individuo a otro. sin embargo, estas observaciones no deben malentenderse como una incitación para desarrollar un “temperamento artístico” y la falta de responsabilidad en las obligaciones diarias.

Cuando Simon Flexner planificaba el Instituto Rockefeller, alguien le preguntó: “¿Va usted a permitir que en este instituto sus investigadores hagan el papel de tontos?”. Lo que quería implicar el que preguntaba, era que sólo aquellos que se arriesgan a parecer tontos tienen posibilidades de efectuar los descubrimientos importantes.  El investigador no debe desechar sus ideas por miedo al ridículo. A veces -se necesita valor para adelantar y persistir en una nueva idea. Se recordará que Jenner, en el caso de la vacunación confió sus intenciones sólo a un amigo íntimo y bajo la promesa de conservar el secreto, por miedo al ridículo.

Al preguntarle a sir Alexander Fleming su opinión acerca de la investigación, él me contestó que al descubrir la penicilina no estaba trabajando en investigación, sino sólo jugando. Esta actitud es típica de muchos bacteriólogos, quienes al referirse a sus investigaciones, dicen estar “jugando” con este u otro microorganismos. Sir Alexander creía que la gente que juega, es quien lleva a cabo los descubrimientos iniciales y el científico sistemático quien los desarrolla, Esta expresión “jugando”, es de gran significación, ya que la misma implica que el científico está haciendo algo para su propio goce, para satisfacer su curiosidad. Sin embargo, si quien está “jugando” es una persona incompetente, entonces es casi seguro que de este juego no -saldrá nada de valor. Sir Henry Dale, al hablar en 1948 en el Congreso reunido en Cambridge en honor de sir Joseph Barcroft, dijo que este gran fisiólogo consideró siempre a la investigación como una aventura divertida. Al hablar en el mismo Congreso, el profesor F. J. W. Roughton dijo que tanto para Starling como para Barcroft la fisiología era el mejor deporte del mundo.  Los grandes pioneros de la ciencia, aunque han defendido fervientemente sus ideas y hasta han peleado por ellas, fueron, en su mayor parte, hombres modestos porque se daban cuenta de lo pequeño de sus descubrimientos al compararlos con la inmensidad de lo desconocido. Cerca del final de su vida, Pasteur decía: “No he aprovechado mi vida” al pensar en las cosas que hubiera podido hacer. Un poco antes de su muerte Newton dijo:

“No sé que puedo parecerle al mundo, pero a mí mismo me parece haber sido sólo como un muchacho que jugaba en una playa y que me divertía de vez en cuando al encontrar una piedrecilla más suave o una concha más bonita que lo común, mientras el gran océano de la verdad permanecía inexplorado ante mí”.

 Tanto las distracciones como los días de vacaciones son necesidades individuales; sin embargo, el trabajo continuado durante un período muy largo, puede influir dañinamente en la originalidad. Con respecto a este punto, Jowett ha acuñado una buena máxima: “Ni ocio, ni fatiga’. La mayoría de nosotros necesita diversiones e intereses varios para evitar el embotamiento, la pesadez y la constipación mental. La actitud de Simon Flexner con respecto a los días de descanso era similar a la de Pierpont Morgan, quien decía que él podía hacer el trabajo completo de un año trabajando diez meses, pero no doce. La mayoría de los científicos, sin embargo, no re quieren tanto como tres meses de vacaciones al año.  Ya hemos mencionado lo frecuente que son las frustraciones en la investigación y cuán necesario es la comprensión y el estímulo de los amigos y colegas. Se ha reconocido que las continuas frustraciones, producen a veces una forma de neurosis a la cual el profesor H. A. Harris ha denominado “neurosis de laboratorio”; estas frustraciones pueden llegar hasta acabar con el interés que una persona tenga hacia la investigación. Tanto el interés como el entusiasmo, deben conservarse siempre vivos y esto puede ser difícil, si el investigador se ve obligado a trabajar en algo que no conduce a nada, En la mayoría de los oficios es posible llegar a una posición sin salida y aun a estancarse, pero en la investigación este problema es mucho más serio, debido prácticamente a que todas las actividades del investigador deben iniciarse en su propio cerebro; su trabajo lo estimula sólo cuando progresa, mientras que tanto el hombre de negocio como el abogado o el médico, por ejemplo, reciben un constante estímulo, tanto de sus clientes como del hecho de sentir que están haciendo algo.

La frecuente discusión de nuestro trabajo con aquellos de nuestros asociados que demuestran interés en el mismo, puede ser útil para evitar esta “neurosis” de laboratorio. Es bien conocido el gran valor de la “catarsis mental” en la neurosis y, del mismo modo, el contar nuestros problemas, y el compartir nuestras frustraciones con otros, puede ser una gran ayuda para evitar las preocupaciones exageradas.

Aquellos científicos que dedican todo su tiempo a un solo problema de investigación, están más propensos a desarrollar este tipo de neurosis. Algunos individuos encuentran suficiente descanso si confrontan dos problemas al mismo tiempo. Para otros, es mejor utilizar parte de su tiempo bien sea en la enseñanza, trabajos rutinarios de diagnóstico, administración u ocupaciones similares, lo cual los hace sentirse como que contribuyen con algo efectivo hacia la comunidad, aun cuando su trabajo de investigación se encuentre estancado. Cada caso debe considerares individualmente pero, de cualquier modo, si se quiere obtener investigación efectiva, el científico debe dedicarle a ella la mayor parte de su tiempo. Con referencia a este último punto, W. B. Cannon es muy elocuente:

“El elemento tiempo es esencial. Puede obligarse al investigador a vivir en una buhardilla, comer mal y usar ropas viejas, puede privársele del reconocimiento social, pero si tiene tiempo él podrá dedicarse resueltamente a la investigación. Quítele su tiempo libre y será destruido irremediablemente como un contribuidor al conocimiento”. 

No vale la pena comprimir la investigación en una o dos horas diarias del tiempo dejado por otras ocupaciones, especialmente si estas otras obligaciones requieren abundante esfuerzo de la mente, ya que la investigación requiere tranquilidad mental para la reflexión; aún más, a veces, para obtener resultados es necesario hacer un esfuerzo de superación ante los inconvenientes y en estos casos puede ser una desventaja tener una fácil actividad alterna que nos pueda servir de salida de “escape”. F.  M. Bumet, considera que la investigación a “tiempo parcial” es de “carácter insignificante”.

Platt y Baker, sugieren que el investigador bien pudiera tener que escoger entre ser mediocre, pero con reputación de buen carácter y fácilmente accesible a los visitantes, o temperamental pero productivo. Debe evitarse la visita a los laboratorios de aquellas personas que simplemente son turistas científicos; pero la mayoría de los investigadores gustosamente encontrarán el tiempo necesario para recibir y hablar con aquellas personas que tienen interés serio y genuino en sus trabajos.

Poco antes de su muerte Pavlov escribió:

“¿Qué puedo desear a la juventud de mi país que se dedica a la ciencia? Primeramente, trabajo gradual. Jamás puedo hab1al sin emocionarme acerca de esta importante condición del trabajo científico productivo. Gradualmente, gradualmente, gradualmente.., nunca comenzar lo subsecuente, sin dominar lo precedente. Pero que no se conviertan en archivadores de los hechos. Traten de penetrar dentro de los secretos de sus causas, buscando persistentemente las leyes que las gobiernan. Luego, modestia... No permitan que la arrogancia se apodere de ustedes. Por su culpa seréis obstinados cuando se necesite llegar a un entendimiento, os opondréis a cualquier ayuda útil y amigable y perderéis la objetividad. Por último, pasión. Recuerden que la ciencia demanda toda la vida de un hombre. Aun si tuvieseis dos vidas no serían suficientes. Sed apasionados en vuestro trabajo e investigaciones”.

El entusiasmo es una de las grandes fuerzas motivadoras, pero como acontece con todo lo asociado con la emoción, también puede ser veleidoso. Algunas personas son propensas a cortas explosiones de intenso entusiasmo, mientras otras, a costa dela intensidad, pueden mantener el interés por largos períodos. Lo mejor, tanto en este como en otros aspectos, es aprender lo más que sea posible acerca de nosotros mismos. Personalmente, cuando me siento llevado por el entusiasmo, la experiencia me ha enseñado a contemplar la situación objetivamente y decidir si existe o no una base sólida para el mismo, o si es más probable que este entusiasmo pase dejándonos una sensación de decaimiento, de la cual es tan difícil sobreponerse para lograr nuevo interés en el problema.  Una gran ayuda para mantener el interés consiste en compartirlo con los colegas. También es esta una buena ayuda para sosegarnos y controlar cualquier entusiasmo mal fundado. La gente joven, especialmente, es propensa a excitarse con sus ideas y tratar de comprobarlas sin primero someterlas a un rígido escrutinio crítico. El entusiasmo es un gran estimulante, pero como todos los estudiantes, su uso debe ser controlado mediante el conocimiento de sus efectos.  si el científico joven logra establecer una línea fructífera de trabajo en los dos primeros años después de graduado, es buena idea que la prosiga con exclusión de todos los demás intereses, pero, por lo general, es mucho mejor para él que adquiera una buena experiencia antes de dedicar todo su tiempo a un solo campo. Lo mismo acontece con su sitio de trabajo: si tiene la -suerte de encontrarse satisfecho o a gusto con sus colegas y con las diversas circunstancias de su trabajo todo está bien; pero, a menudo, y especialmente -si el científico se encuentra ante un callejón sin salida, es una buena idea un cambio ya que de este modo se obtendrá gran estímulo con los nuevos contactos mentales y campos científicos diferentes. Este hecho ha llamado mi atención, lo mismo que la de otras personas que lo han experimentado, Tal vez, cada tres o cinco años el científico menor de cuarenta años, debería examinar su posición a este respecto.  También, un cambio de tema suele ser beneficioso, ya que el trabajo prolongado -sobre un mismo problema puede conducir a la esterilidad intelectual.  Usualmente es difícil o indeseable un cambio de puesto para los científicos más antiguos; en estos casos, el año sabático provee la oportunidad para un cambio de clima mental, y otro medio consistiría en un intercambio temporal entre institutos diversos.

Es difícil que una persona tenga suficiente estímulo e interés interno como para mantenerse durante un tiempo prolongado prosiguiendo cualquier investigación, si Se encuentra aislado de otras personas con intereses similares. La gran mayoría de los científicos se estancan cuando están solos pero la agrupación posee un efecto estimulante sobre todos y cada uno, del mismo modo que pata comenzar un cultivo bacteriano se necesitan varios individuos o varios pedacitos de madera para comenzar un fuego.  Es ésta la principal ventaja de trabajar en un centro de investigación. El hecho de que en uno de estos centros se logre obtener consejo y cooperación de los colegas, lo mismo que útiles y aparatos en préstamo, es de importancia secundaria. Los científicos de las partes más alejadas del mundo, se benefician enormemente cuando van a trabajar por un tiempo a cualquiera de los grandes centros de investigación o cuando visitan varios de estos institutos. Similarmente, el principal valor de los congresos científicos es el de ofrecer oportunidad a los diversos investigadores para que se reúnan informalmente y discutan tópicos de interés mutuo. Se obtiene un gran estímulo al conocer personas interesadas en las mismas cosas que nos interesan y éstas nos llaman aún más la atención cuando vemos que también otras personas se preocupan por ellas. Por cierto, pocos de nosotros somos lo suficientemente independientes y poseemos la suficiente fuerza de espíritu, como para mantener el entusiasmo en algo que no interesa a los demás.  A pesar de todo esto, existen raros individuos poseedores de suficiente empuje y entusiasmo interior, que no sólo no se estancan cuando se encuentran solos, sino que, aún más, tal vez se benefician con esta independencia forzosa y con los intereses más amplios que el investigador aislado se ve obligado a sobrellevar. La mayoría de los grandes pioneros tuvieron que trabajar sus ideas independientemente, y algunos -Mendel en su monasterio y Darwin en el Beágle durante -su viaje- trabajaron en aislamiento científico. Un ejemplo del presente es H. W. Bennetts, quien en Australia oriental se ha encontrado en relativo aislamiento científico. El ha logrado descubrir la causa dela enterotoxemia de las ovejas, la deficiencia de cobre como causa de enfermedad en el ganado vacuno y ovino y otras importantes contribuciones.  Lehman ha reunido algunos interesantes datos acerca del período más creador en la vida del hombre. El extrajo su información de fuentes, tales como A Series of Primers of the History of Medicine y An Introduction the History of Medicine, y encontró que la máxima producción para aquellas personas nacidas entre 1750 y 1850 estuvo comprendida en la década de vida de los 30 a los 39 años. Si consideramos la producción de esta fracción como el loo por ciento, se obtienen los siguientes porcentajes de productividad, 30 a 40 por ciento para aquellos comprendidos entre los 20 y 29 años de edad, para aquellos entre los 40 y 49 años de edad el 75 por ciento, y 30 por ciento para las personas cuyas edades oscilaban entre los 50 y 59 años. Es probable que, tanto la inventiva como la originalidad del hombre, comiencen a decrecer a una temprana edad, aun antes de los 30 años; sin embargo, esto es compensado por un aumento de la experiencia, conocimiento y juicio.  Cannon nos dice que Long y Morton comenzaron a utilizar el éter como anestésico cuando ambos tenían 27 años de edad; Banting tenía 31 cuando descubrió la insulina; Semmelweis reconoció la etiología infecciosa de la fiebre puerperal a los 29; a los 30 ya Claude Bernard había comenzado sus investigaciones sobre la función glicogénica del hígado; Van Graefe inventó la operación para el paladar hendido, y fundó la cirugía plástica moderna cuando tenía 29 años. Von Helmholtz sólo tenía 22 años y acababa de graduarse cuando publicó un artículo sugiriendo que la putrefacción y la fermentación eran fenómenos vitales, facilitando de este modo el camino a Pasteur. Robinson considera a los 28 años como una edad crítica, ya que muchos grandes científicos han publicado -sus más importantes trabajos a esa edad. Por otra parte, algunos individuos, continúan con investigaciones de óptima calidad hasta después de los 70 años. Ejemplos de los cuales son Pavlov, sir Frederic Gowland Hopkins y sir Joseph Barcroft.

El hecho de que una persona no haya efectuado algún aporte importante para el tiempo de sus cuarenta años, no quiere decir que jamás lo hará, ya que tales casos se han dado, aun cuando no muy frecuentemente, A medida que la edad avanza la mente pierde receptividad hacia las ideas, no sólo hacia aquellas de las demás personas, sino también hacia las propias ideas que puedan nacer de nuestro trabajo o del pensar inherente al mismo. William Harvey afirmó que ningún hombre mayor de cuarenta años aceptó la idea de la circulación cuando él la presentó. Algunas veces, la razón de que muchos individuos pierdan productividad a esta edad, consiste, simplemente, en que se dedican a labores administrativas, las cuales no conceden tiempo para la investigación, En otros casos, el impulso se pierde por la indolencia que desarrolla la edad madura y la seguridad económica, El contacto con las mentes jóvenes ayuda a conservar la lozanía de la perspectiva. Cualquiera que fuesen las razones para este decaimiento que acompaña a la edad madura, su ocurrencia demuestra que la acumulación de experiencia y conocimiento no son los principales factores en la investigación productiva, W. Ostwald, considera que esta frecuente disminución de la productividad se debe a una familiarización demasiado prolongada con un mismo sujeto. Ya en el primer capítulo de este libro, se discutió el modo cómo el conocimiento acumulado puede obstaculizar la originalidad, Para aquellos científicos ya pasados de la edad madura, y que han perdido la originalidad, Ostwald aconseja un cambio radical del campo de trabajo. En su propio caso, él tuvo éxito al utilizar este medio cuando tenía más de cincuenta años de edad.

El investigador tiene la suerte de que en su trabajo encuentra algo que le da satisfacción y significado a su vida. Para aquel os que buscan la tranquilidad mental sumergiendo su personalidad en algo más grande que ellos mismos, la ciencia puede poseer un atractivo especial, y aun aquellos con mente más materialista obtienen satisfacción al saber que sus logros en la investigación pueden alcanzar la inmortalidad. Pocas vocaciones tienen la importancia de la investigación científica en el bienestar de la humanidad, especialmente en las ciencias biológicas y médicas. Brailsford Robertson dijo: “El investigador es el guía y pionero de nuevas civilizaciones”. La experiencia del hombre abarca menos de un millón de años y la civilización cerca de diez mil, No debería existir ninguna razón para que el mundo no fuera habitable por otros millones de años en el futuro, Da vértigo sólo el pensar lo que puede alcanzarse en el futuro, Apenas hemos comenzado a dominar las fuerzas de la naturaleza, Pero mucho más importante que tratar de controlar el clima mundial, extraer el calor acumulado bajo Ja corteza terrestre o atravesar el espacio para llegar a otros mundos, es la necesidad de desarrollar al hombre socialmente de modo que pueda estar a la par con los descubrimientos de las ciencias físicas, ¿Y quién puede ni siquiera conjeturar acerca de ese futuro, cuando la humanidad encuentre la voluntad y valor colectivos necesarios para asumir la tremenda pero inescapable responsabilidad de dirigir deliberadamente la evolución de la especie humana y cuando, por último, el más grande de los instrumentos de investigación, la mente humana, llegue a ser el sujeto del desarrollo científico?

 

SUMARIO

La curiosidad y el amor a la ciencia son los requerimientos más importantes dela investigación, Tal vez el incentivo principal sea el deseo de ganar la estimación de nuestros allegados y la recompensa principal la emoción del descubrimiento por sí misma, lo cual ha sido ampliamente reconocido como uno de los mayores placeres que puede ofrecer la vida.

De un modo general, los científicos pueden dividirse en dos grandes tipos, de acuerdo con sus modos de pensar, En un extremo se halla el tipo especulativo, cuya metodología consiste en tratar de encontrar una solución utilizando primero su intuición e imaginación, y luego, tratando de comprobar su hipótesis mediante el experimento o la observación. En el otro extremo se encuentra el investigador sistemático, quien progresa lentamente mediante el uso de etapas cuidadosamente razonadas y quien trata de reunir todos los datos posibles para llegar a alcanzar una solución.

Comúnmente, la investigación progresa de una manera discontinua. Es durante los períodos de “óptimo rendimiento” cuando es esencial para el científico dedicar por completo su energía y tiempo a su trabajo.  Las continuas frustraciones pueden producir una forma moderada de neurosis. Las precauciones que se deben adoptar contra ella incluyen el trabajo en diferentes problemas al mismo tiempo, o disfrutar de alguna otra ocupación que ocupe parte del tiempo del investigador. Un cambio de ambiente mental, lo mismo que un cambio del tema de trabajo, provee usualmente un gran estímulo mental.

Existe una gran satisfacción al dedicarse a la ciencia, ya que sus ideales pueden dar un propósito a la vida.  Ya que sus ideales pueden dar un propósito a la vida.