En Padrón, José (2004): Chomsky, Revista Textura (pulse aquí para leer el artículo completo)


 

De la Ciencia de objetos Observables a una Ciencia de objetos ‘Pensables’

En la ruptura antes señalada, está implícito un cambio importante en la concepción de la investigación científica, sobre todo la del área de las Ciencias Humanas. Es importante destacar este aspecto porque en la Investigación Social llamada “cualitativa” se ha difundido la errónea información de que han sido las posiciones fenomenológicas, postmodernistas, etnográficas y vivencialistas las que originalmente han reivindicado el valor de los hechos no observables, de los estados mentales e intencionales y, en fin, de los procesos internos como objetos de estudio. Este error está vinculado a aquél otro según el cual también la ciencia cognitiva, la problemática mente-cuerpo y la filosofía de la mente y del lenguaje nacen con la fenomenología, el vivencialismo y el idealismo (divulgada bajo ideas como “cerebro triuno”, “holismo”, “programación neurolingüística, etc., y ligada a un cierto ‘constructivismo’ idealista de acuerdo al cual el sujeto construye socialmente la realidad[7]). Ambos errores, a su vez, forman parte de una distorsión histórica que considera al empirismo y al racionalismo del S. XX como una misma cosa, llamada “positivismo”, atribuyéndole al segundo las mismas deficiencias del primero y utilizando contra ambos los mismos argumentos del racionalismo contra el empirismo. Dentro de esa gran confusión histórica, consideran que la investigación social es sólo de dos tipos: ‘cuantitativa’ -la del “positivismo”- y ‘cualitativa’ -la de ellos. De allí que en los cursos de epistemología ‘cualitativa’ se despache en dos líneas el estudio del Círculo de Viena, se ignore por completo el aporte del racionalismo (gente como Popper y Chomsky son desconocidos, mientras que Piaget es analizado de modo convenientemente distorsionado, como el padre idealista de un constructivismo socio-simbolista). De allí que lo que saben de ciencias cognitivas y de psicología cognitivista es sólo el montaje o los recortes que los autores fenomenólogos y hermenéuticos han re-editado a partir de autores como Chomsky, Fodor, Davidson, Dennett, Putnam, Gardner, Sternberg, etc., pero con desconocimiento casi total de las versiones originales. No es malo hacer montajes o reediciones de las descripciones y las teorías: lo malo está en silenciar las versiones originales.

En realidad, en el área de las Ciencias Sociales del S. XX , el éxito en la reivindicación del estudio de los hechos no observables, más la necesidad de incluir como objetos científicos legítimos las estructuras interiores de los procesos del tipo ‘caja negra’ es atribuible a Chomsky y a su grupo de estudio[8]. Como se sabe, la Ciencia siempre ha mantenido un inventario de sus objetos legítimos (y, por tanto, ha vigilado las fronteras con todo aquello que está afuera), en lo cual insistió bastante el Círculo de Viena con su “criterio de demarcación”. También se sabe que los criterios para ese inventario se han ido ampliando a través de la historia. Esta ampliación progresiva había ocurrido unas veces porque se reajustaba progresivamente la concepción o el modo de ver esos objetos (el caso de la Alquimia con respecto a la química y la bioquímica o el caso de los “mundos posibles” y las “dimensiones temporales” con la semántica formal y la física relativista parecen ser buenos ejemplos). Y ocurrió otras veces porque se perfeccionaba el arsenal de métodos, sistemas estratégicos e instrumentaciones de la Ciencia (los cálculos de probabilidades, la lógica, la matemática, al lado de instrumentaciones como el telescopio, el microscopio, etc.), de modo que ese inventario ha estado siempre en permanente revisión, cosa que puede verse en las novelas de ciencia-ficción o en los estudios futuristas.

Pero algo excepcional que vino a ocurrir en el siglo XX fue una ampliación aun mayor del inventario de los objetos científicamente relevantes, pero esta vez por una razón diferente a las dos mencionadas arriba: la revalorización y el repotenciamiento del EE Racionalista, un cambio de perspectivas de abordaje y de estrategias científicas de tratamiento, con mayor alcance aun que en la época de las revoluciones cartesiana y leibnitziana, unos 300 años atrás.

La figura central de este cambio en el siglo XX fue Einstein, indudablemente. Se cuenta que, en una entrevista de evaluación en el Politécnico de Zurich, al ser preguntado por sus intereses científicos, la junta académica quedó muy mal impresionada con la respuesta del joven Einstein: estoy interesado en hacer una Teoría del Universo. ¿Por qué la irritación del grupo académico ante esa respuesta? Era la época de la “delimitación del problema de investigación”, expresión que remite a la identificación concreta de uno, y sólo uno, de los objetos del inventario científico y, por supuesto, el ‘Universo’ no era un objeto observable ni, por tanto, pertenecía al inventario de entonces. El hecho es que sólo los objetos ‘observables’ y ‘experimentables’ estaban ubicados dentro de ese inventario y el ‘Universo’ era algo demasiado abstracto como para someterse a observación y experimentación[9]. Lo interesante de esta anécdota es que la junta académica era representación dócil y acartonada del establishment científico de la época, mientras que la respuesta del joven Einstein representaba un cierto Estilo de Pensamiento EP divergente con respecto al EP subyacente al Enfoque epistemológico EE dominante. Igual que en el caso de Chomsky, que ocurriría años después, Einstein no se rindió en trasladar su particular EP al ámbito de sus propias tareas como investigador científico, nadando contra corriente al establishment académico. Resulta sumamente interesante este forcejeo histórico entre el EP de Einstein y el EE dominante, porque Einstein habría terminado derrotado y habría tenido que volver a su trabajo como burócrata en la Oficina de Patentes (también pudo haberse adaptado a los estándares académicos dominantes y, en cualquier caso, ahora nadie sabría que existió alguien llamado Einstein), si no hubiera sido por el famoso incidente del eclipse solar de 1919. Cuatro años antes, Einstein había ofrecido su teoría general de la relatividad, muy diferente a lo que en ese momento las comunidades científicas consideraban como ‘la’ explicación de cualquier forma de movimiento en el universo, traducida en ecuaciones que describían tanto el movimiento de los planetas alrededor del sol como de las manzanas que caían de los árboles (Principios Matemáticos de Filosofía Natural, de Newton, en 1687, era la obra ‘paradigmática’). Pero ya unos 10 años antes, con su teoría especial o restringida de la relatividad, Einstein había postulado la equivalencia entre ‘masa’ y ‘energía’ (la célebre E = (m) c2). Si esta equivalencia fuera correcta, entonces la luz de cualquier estrella ubicada detrás del sol en una posición previamente conocida,  debería curvarse al pasar cerca de los límites del entorno gravitacional de la masa solar. Esto sólo podía verse en el cuadro de un eclipse solar. Y éste ocurrió en 1919 y, además, todo ocurrió según las previsiones teóricas de Einstein.

En todo esto hay algo sumamente importante: Einstein ya había postulado su teoría restringida 19 años antes del eclipse y había postulado su teoría general 4 años antes. Él estaba seguro de la equivalencia entre energía y masa (teoría restringida), por puras argumentaciones deductivas y por puro razonamiento, sin ningún apoyo observacional (típico del EP teórico-abstracto). Pero, para la época, pocos creían en unas conclusiones derivadas del puro razonamiento, que no tuvieran una ‘evidencia’ en el nivel de los ‘objetos observables’ (en eso, en las posibilidades de observación-experimentación, se fundamentaba el establishment científico del momento y allí radicaban los criterios del inventario de objetos científicamente válidos). ¿Qué es aquí lo importante? Que, una vez que las evidencias observacionales confirman la legitimidad de un enfoque que resulta exitoso por vías diferentes, entonces ese enfoque adquiere reconocimiento y legitimidad. Es algo así como ganar un juego siguiendo las reglas del oponente o como demostrar el valor de algo en el mismo terreno de los valores opuestos. Los sistemas de razonamiento dentro de los cuales se movía Einstein, que no eran sistemas de objetos observables, sino sistemas de objetos ‘pensables’ o ‘razonables’, eran impecables e inexpugnables racionalmente, lo cual le permitió subsistir durante unos quince años dentro del establishment, sin ceder en su EP y sin ser concluyentemente anatematizado. Pero su éxito definitivo se definió a partir del eclipse solar. De allí en adelante, la gran prensa (¡los inefables medios masivos privados!) se ocupó de catapultar no sólo el trabajo de Eisntein, sino también su particular estilo de investigación (su propio EP, pero entendido como un nuevo ‘paradigma’ científico). Como consecuencia, lo que hasta entonces había sido un EP individual, llevó al EE Racionalista a tomar el control de los estándares científicos en Física, bajo el ropaje del nuevo ‘paradigma’ de la “Física Relativista” (era en realidad el mismo EE de la física de Leibnitz, pero con un ropaje ‘paradigmático’ diferente y, por supuesto, con contenidos teórico-metodológicos distintos, mucho más avanzados).

Hay un film de hace años, titulado “Un Milagro para Lorenzo” (Lorenzo’s Oil), donde claramente se notan estas mismas ampliaciones en la definición de las fronteras del inventario de objetos científicamente legítimos. Tres personajes centrales -los médicos tratantes, la madre del niño enfermo y el padre- corresponden a los tres EP que hemos ya señalado. Aunque el padre del niño enfermo, manifestación del EP abstracto-deductivista, logra la solución al problema por vía de razonamientos, sin ser médico y sin recursos de observación ni experimentación, los médicos tratantes, representantes del EE empirista dominante, retardan el reconocimiento de esa solución bajo el argumento de la ausencia de ‘evidencias’, mientras la madre (representante del EP vivencialista) orienta todo su esfuerzo a aliviar los malestares de su hijo y a buscar el apoyo de vecinos y amigos en la presión hacia la atención oficial e institucional. Aunque este film no plantea su guión en estos mismos términos epistemológicos (quizás los autores ni siquiera sospecharon que estaban manejando un importante asunto epistemológico), resulta que el caso es verídico y real y aparece perfectamente documentado en http://www.myelin.org/. Lamentablemente, por razones de la escasa difusión de las nociones de EP y EE, este caso real no ha pasado todavía al terreno de los análisis epistemológicos. El Sr. Odone (el padre del niño enfermo, quien siendo economista recibió un doctorado Honoris Causa en bioquímica) tal vez aun para esta fecha no sepa de la importancia epistemológica de su propio caso.

Pasando al ámbito de las Ciencias Sociales, Chomsky fue el segundo momento en la ampliación del inventario de objetos de la nueva Ciencia Racionalista que se impuso en el siglo XX, después de Einstein. En el paradigma neo-conductista y estructuralista (manifestación del EE empirista-inductivista universal) los únicos objetos científicamente válidos eran los objetos ‘observables’ y ‘experimentables’: sólo el output de todo el proceso. Chomsky, después de quejarse insistentemente de que toda esa lingüística no pasaba de ser un simple sistema de descripciones, sin capacidad explicativa ni predictiva, postula la necesidad de tomar como objeto de estudio el proceso que genera todos esos outputs del sistema, los cuales ahora pasarían a ser algo muy poco interesante. ¿Y cómo llegar a teorizar sobre esa ‘caja negra’, adonde no llegan nuestros sentidos? Esta es la pregunta clave que constituye la base del cambio en los criterios del inventario de objetos legítimamente científicos. La respuesta está en la imaginación científica, controlada por el razonamiento y las instrumentaciones lógico-matemáticas. Se trata de diseñar modelos que, aunque jamás sepamos si son o no iguales al contenido real de la caja negra, produzcan los mismos resultados y funcionen del mismo modo. El trabajo científico estaría entonces orientado a formular suposiciones acerca de cómo es por dentro esa caja negra, cómo trabaja y de qué modo genera las frases que las personas oyen, leen, pronuncian y escriben. Si el modelo artificialmente diseñado es capaz de imitar al objeto real (o sea, si el modelo genera frases correctas y bloquea frases incorrectas), entonces no importa en qué medida el modelo teórico sea igual o parecido al objeto real. Lo importante es que funcione igual:

“Imagine a un físico que se pregunta por lo que ocurre en el interior del sol. Ahora, una forma sencilla de responder a esto sería instalar un laboratorio dentro del sol y así experimentar. Pero Ud. no puede hacer eso, porque el laboratorio se convertiría en gas. Por tanto, lo que Ud. puede hacer es mirar la luz que proviene del sol e imaginarse lo que sucede dentro del sol que produce ese tipo de luz. Esto es muy parecido a tratar de imaginarse lo que ocurre en los mecanismos físicos del cerebro”. (Chomsky, 1988: 187. Trad. propia).

Bajo esas nuevas pautas, Chomsky llamó “Gramática” a un modelo de este tipo e intentó entonces diseñar una gramática que fuera flexible y que pudiera modelar lo que ocurre en el cerebro cuando usamos el lenguaje, asumiendo que el cerebro realiza un proceso que no se evidencia en sus producciones físicas externas. De ese modo explicaría estas producciones físicas observables del lenguaje (frases, palabras, etc.) mediante unas proposiciones teóricas que imitarían esta gramática oculta y que tendrían forma de algoritmos. Sin entrar en detalles técnicos, sólo consideraremos algunos puntos que muestran el tipo de objetos ‘pensables’ o ‘razonables’ que, de acuerdo al nuevo punto de vista de Chomsky, pasarían a ampliar el inventario de los objetos de estudio válidos para las Ciencias Humanas [10].

Un punto central de Chomsky es la concepción del lenguaje como una “facultad de la mente” y no como un hecho externo (social, por ejemplo, como sostenía Saussure; o físico-material, como en el estructuralismo norteamericano; o simbólico-interaccional, como en la etnografía y la etnometodología). Esta hipótesis básica del lenguaje como una facultad de la mente es algo que los lingüistas (aun algunos de los chomskyanos) suelen pasar por alto y cuya fuerza los epistemólogos (casi todos) mantienen al margen. Tanto es así que el mismo Chomsky tuvo que recurrir a una expresión radical, que algunos objetaron: la facultad del lenguaje como un ‘órgano biológico’ (“human language organ”), algo así como la vista o la audición[11]. Cuando se habla del lenguaje como una facultad de la mente se está haciendo referencia a que, dentro del cerebro o la mente humana, que puede concebirse como parcelada en ‘módulos’, hay uno de esos módulos que es la capacidad, la habilidad, la disposición o la facultad del Lenguaje, en un sentido universal y amplio. Cuando hablamos en Español, por ejemplo (llamémoslo ‘S1’), esa facultad, ese módulo o ese sistema, que en principio se halla en un Estado Inicial ‘S0’, pasa a adoptar el ‘estado S1’ (en el sentido de la física, cuando se habla de los ‘estados’ de un sistema, siendo la mente el ‘suprasistema’ o la red modular completa y siendo la facultad del lenguaje uno de los ‘sistemas’ o ‘módulos’). En otras palabras, así como todos nacemos con capacidades para ‘ver’, ‘oír’, etc., también nacemos con capacidad para ‘hablar’. Al exponernos al ambiente (si nacemos en Corea, por ejemplo) esa capacidad se acopla o se configura con los valores lingüísticos particulares del entorno (aprendemos a hablar coreano: la facultad del lenguaje cambia de su estado inicial S0 a un estado particular Sn, tal que n>0), con lo cual esa facultad se ubica en un cierto estado correspondiente al idioma particular coreano).

Esto no significa una negación de los aspectos externos (ambiente y sociedad), sino una suposición científica sobre su irrelevancia frente a lo que debería ser el núcleo central de una teoría lingüística. No es un rechazo a los aspectos sociales ni físico-materiales del lenguaje, sino la convicción epistemológica de que esos aspectos no pueden explicarse científicamente sin antes explicar el proceso mental-cognitivo que genera todo lo demás. Sólo después de contar con una teoría adecuada del lenguaje en cuanto facultad de la mente se podría pasar a formular sub-teorías o teorías específicas del lenguaje como hecho social y como hecho físico-material. Esta hipótesis básica no sólo define el programa general internalista o mentalista de Chomsky, sino también la orientación a los objetos del tipo caja negra, no observables, sino ‘pensables’ o ‘razonables’, lo cual constituye la novedad epistemológica que se pretende resaltar en esta sección (dado que este tópico se vincula también con el problema de las relaciones entre ciencias ‘sociales’ y ‘naturales’, dentro del célebre debate de la “guerra de las dos culturas”, en la segunda parte de este artículo se desarrollará más en detalle esta oposición entre aspectos culturales y aspectos biológicos).

Como consecuencia inmediata de esta hipótesis, una teoría del lenguaje pasaría a formar parte de una teoría de la mente (la lingüística, entonces, sería parte de la psicología). Y como, a su vez, una explicación del lenguaje en cuanto facultad de la mente conduciría a una mejor comprensión de la naturaleza humana (Gramática Universal, entre otras cosas), la teoría del lenguaje sería una clave de amplio alcance para las ciencias humanas en general:

(…) Es justo suponer que el mayor aporte del estudio del lenguaje consistirá en la comprensión que pueda proveer acerca del carácter de los procesos mentales y de las estructuras que ellos conforman y manejan. Por tanto, (…), me voy a dedicar aquí a algunos de los aspectos que surgen cuando tratamos de desarrollar el estudio de la estructura lingüística como un capítulo de la psicología humana.

Es del todo natural esperar que el interés por el lenguaje será central para el estudio de la naturaleza humana, tal como ha sido en el pasado. Cualquiera interesado en el estudio de la naturaleza humana y de las capacidades humanas debe de algún modo aferrarse al hecho de que todos los seres humanos normales adquieren el lenguaje, mientras que la adquisición aun de sus más simples rudimentos está más allá de las capacidades de un simio que tiene otro tipo de inteligencia, hecho que ha sido destacado de un modo totalmente correcto en la filosofía Cartesiana

(Chomsky, 1968: 69. Trad. propia)

Esta consecuencia es importante, porque los ‘objetos pensables’ de la ciencia no son sólo una cuestión de ampliación arbitraria de los criterios de inventario de objetos científicamente legítimos, sino, sobre todo, una cuestión de reajuste inter-teórico y de redimensionamiento interdisciplinario, que es donde se definen los criterios para la inserción de esos ‘objetos pensables’ (los investigadores ‘cualitativistas’ hablan de esto como ‘holismo’, suponiendo que es un concepto original de la investigación ‘cualitativa’, pero ya vemos, por un lado, que es más antiguo de lo que se hace ver[12] y, por otro, que el holismo y la interdisciplinariedad no pueden ser subjetivos o arbitrarios, sino marcados por criterios de segmentación y de agrupación inter-teórica).

Otro rasgo importante de este tipo de ‘objetos pensables’, relacionado con el anterior, es su universalidad. Chomsky, buscando en el pasado, orientado a una continuación de “programas” o “tradiciones” de investigación, se interesa en las “ideas innatas” de Descartes. ¿Qué hace que un niño normal, sin ningún entrenamiento específico, aprenda a hablar a un cierto momento de su desarrollo (siempre más o menos el mismo) tan rápida, fácil y homogéneamente, con independencia de sus circunstancias, aun cuando sus padres no se dediquen a enseñarlo a hablar? ¿Por qué un niño (y cualquier persona) es capaz de emitir frases totalmente nuevas, que jamás antes había oído? (de hecho, la literatura se basa en la propiedad de escribir cosas nuevas[13]). ¿Por qué, llegado a un cierto punto de su desarrollo, cualquier niño sabe, por ejemplo, que si ‘a’ es mayor que ‘b’ y ‘b’ mayor que ‘c’, entonces ‘a’ es mayor que ‘c’? Si las teorías conductistas fueran acertadas y si  todas estas respuestas se siguieran de la relación estímulo-respuesta, no habría tanta uniformidad: cada niño aprendería todas estas cosas en dependencia de la cantidad y calidad de los ‘estímulos’, que sabemos que no son siempre los mismos (los niños nacidos durante la masacre norteamericana en Irak y en Afganistán tienen estímulos bien diferentes a los de los hijos de los vendedores norteamericanos de armas y, sin embargo, aprenden a hablar bajo las mismas pautas). Para la década de los ’50, cuando Chomsky formuló aproximadamente esas mismas interrogantes, impresionó a un gran cantidad de académicos y público en general, pero fue acusado de ‘innatismo’ por sus opositores (el término es más de sus críticos que de su propia teoría). Pero, en el fondo, lo que Chomsky pretendía era relacionar la noción de ‘facultad del lenguaje’ con la noción de ‘especie’ y ubicar la teoría del lenguaje dentro de una visión evolutiva e internalista del ser humano (aludió a Clocks and Clouds de Popper). Es decir, apuntaba a una universalidad de los objetos de estudio en la teoría lingüística. Ahora que se sabe más de genética, quedó claro que la especie progresa más allá de los individuos, sobre la base de ciertos estándares biológicos, incluyendo la ‘facultad del lenguaje’:

Los animales superiores obtienen información por herencia biológica o por aprendizaje. La herencia biológica puede ser genética nuclear o no nuclear. La herencia genética nuclear de un animal está constituida por la información que le ha sido transmitida genéticamente a través del núcleo de los gametos que dieron lugar al cigoto originario de ese animal, y que está codificada en su genoma, repetido en (los cromosomas de) cada una de sus células. Esta codificación toma la forma sintáctica de un texto sobre un alfabeto de cuatro letras, los cuatro nucleótidos cuya secuencia forma las tiras de DNA que constituyen los cromosomas. La información genética nuclear procede tanto del padre como de la madre. La herencia biológica no nuclear de un animal está constituida por la información que le ha sido transmitida a través del citoplasma (y en especial por la información genética del DNA de las mitocondrias del óvulo materno cuya fecundación dio lugar al cigoto originario de ese animal. Esta información procede sólo de la madre (…) El aprendizaje es un proceso de adaptación individual de la conducta del organismo al medio. Qué contenidos concretos aprenda el individuo depende de su propia experiencia individual. Pero qué tipos de cosas pueda aprender y con qué mecanismos de aprendizaje cuente es algo que depende de la experiencia colectiva del linaje biológico al que pertenece ese individuo, plasmada en la información genéticamente heredada de sus ancestros y contenida en su genoma.

(Mosterín, 1994: 27-29. Sbdo. mío)

Esta capacidad innata para el lenguaje fue concebida como una “Gramática Universal”, aquella que está al fondo de cualquier idioma específico y de cualquier circunstancia socio-contextual particular. Ya desde sus primeros escritos (Chomsky, 1955, 1956) introduce la noción de “Gramáticas Transformacionales”, para referirse a un sistema abstracto que hace corresponder las realizaciones lingüísticas (oraciones, frases, palabras…) con “estructuras superficiales” que, a su vez, se corresponden con “estructuras profundas”. Otros mecanismos relacionales, tales como reglas de estructura de frase y reglas transformacionales, son los responsables de las proyecciones o correspondencias de un nivel a otro. Para esa época Chomsky concebía estas estructuras profundas como manifestaciones de la Gramática Universal. Aunque en sucesivas versiones de la teoría quedó eliminada esta distinción entre estructuras superficiales y profundas, se mantuvo la noción de Gramática Universal, de carácter básico y profundo y, además, típica de la estructura bio-cerebral de la especie humana. En sus más recientes versiones, conocidas como “Programa Minimalista” (Chomsky, 1995), donde se elimina por completo la teoría de “estructura de frase” y se busca una mayor economía de todo el modelo, se insiste más que nunca en la nociones de “Gramática Universal” y de “Facultad del Lenguaje”. Algunos años antes, en la versión conocida como P&P (Principles and Parameters) se enfatiza que las estructuras de la Gramática Universal son completamente fijas e innatas, de modo que las variaciones entre los diferentes idiomas dependen de configuraciones de “parámetros” en el cerebro, algo así como conmutadores que pueden estar unas veces en posición ‘off’ y otras en posición ‘on’ (un ejemplo es el switch “pro-drop”, que permite [on] o prohibe [off] la eliminación del pronombre: en español [on] puede decirse llegó hoy, pero en inglés [off] no puede decirse came today):

“El aprendizaje del lenguaje, entonces, es el proceso de determinación de valores de los parámetros que la Gramática Universal deja no especificados. Es el proceso de configurar los switches que hacen que la red funcione, para usar la metáfora que mencioné antes. A partir de allí, quien aprende a hablar tiene que descubrir los elementos lexicales del lenguaje y sus propiedades. En gran medida, esto es como averiguar qué etiquetas se corresponden con conceptos preexistentes (…) No significa que el ambiente sea irrelevante. El ambiente determina el modo en que los parámetros de la gramática universal son configurados de acuerdo a las particularidades de cada idioma.” (Chomsky, 1988: 134. Trad. propia).

Un último rasgo que vale la pena mencionar a propósito del tipo de ‘objetos pensables’ al que se orienta la investigación chomskyana es su carácter ‘generativo’, pero no en el mismo sentido del nombre de la teoría (“generativo-transformacional”), sino en el sentido más general de un cierto tipo de modelos en la ciencia que imitan el modo en que, a partir de una entrada, se desarrolla un mecanismo que produce o ‘genera’ unos ciertos resultados de salida. Estos modelos son distintos a aquellos otros, por ejemplo, que contienen los factores o las condiciones que funcionan como variables independientes para un cierto efecto. En las explicaciones empiristas-inductivistas resultan típicas las teorías en forma de ecuaciones de la forma de los condicionales lógicos, donde, a la izquierda, se definen los elementos que determinan o inciden en unos determinados efectos, los cuales aparecen a la derecha de la ecuación. En cambio, los modelos generativos se conciben como modelos de variabilidad: dado un conjunto infinito o no-numerable de casos empíricos, el modelo define un número finito y determinado de mecanismos a partir de los cuales se generan todas las posibles variaciones concretas, observables, del hecho bajo estudio, que se hayan producido en el pasado y que se habrán de producir en el futuro. Esta particularidad de que a partir de un conjunto finito de recursos se genere un conjunto infinito de realizaciones es, precisamente, la base del principio de ‘Creatividad’ del lenguaje, en lo cual Chomsky tanto ha insistido. Lo que él concibe como creatividad lingüística es en realidad también una de las propiedades esenciales de los modelos de este tipo, de modo que, cuando él atiende a esta característica del lenguaje humano, en el fondo está concibiendo su problema de investigación en términos de este tipo de ‘objetos pensables’. Esto podría ser apenas un detalle del marcado Estilo de Pensamiento deductivista-abstracto de Chomsky, según lo dicho en la sección 1 de este papel.

Las capacidades de explicación, retrodicción y predicción de los modelos generativos se fundamentan no tanto en la definición de los factores responsables de una cierta varianza, sino más bien en la imitación del proceso que genera una cierta clase de hechos (lo cual, por supuesto, incluye las capacidades de los modelos anteriores). De hecho, aun en el área de la lingüística se habían ya diseñado modelos de este tipo, como, por ejemplo, el modelo “generativo-aplicativo” de Shaumjan en la antigua Unión Soviética. Aun el mismo ‘análisis de constituyentes inmediatos’ de los estructuralistas norteamericanos (“cajas de Hockett”) viene a ser también un modelo generativo, si la aplicación de sus reglas se concibe en un sentido inverso, del núcleo a la oración, como de hecho lo redefinió Chomsky en la “gramática sintagmática” o de “estructura de frase”,  (para una reseña general, ver Padrón, 1984).

Con las recientes versiones del “Programa Minimalista” (Chomsky, 1995 y 2000), que se ubica todavía dentro de la misma versión del “Programa P&P”, antes mencionado, Chomsky se esfuerza de modo particular en algo que es esencial para los modelos generativos: dado que la cantidad de recursos del modelo debe ser finita (pero sin menoscabo de su capacidad para generar una cantidad infinita de casos observacionales), entonces la eficiencia del modelo se determina también por su economía[14]. Mientras más simple y económico sea el modelo, mientras más se reduzca su "carga computacional", mayor su grado de adecuación formal. En Chomsky (1995), el reajuste minimalista se orienta básicamente en dos direcciones: la minimización de los  niveles lingüísticos y la reducción de eventuales redundancias en los principios de derivación y representación del modelo (según lo previsto en el principio meta-lógico de ‘independencia’, al lado del de ‘consistencia’ y ‘completitud’). A continuación se transcriben algunas líneas que resultan excelentes como pista inicial para la comprensión global (aunque no técnica ni, mucho menos, completa) de las más recientes convicciones teóricas y epistemológicas de Chomsky, lo cual nos ayuda a formarnos una mejor idea de los rasgos de esta clase de ‘objetos pensables’ a que se ha estado haciendo referencia en esta sección:

“El lenguaje y su uso han sido estudiados desde distintos puntos de vista. El enfoque que se asume aquí toma el lenguaje como una parte del mundo natural. El cerebro humano proporcio­na un conjunto de capacidades que participan en el uso y entendimiento del lenguaje (la facultad del lenguaje), que parecen estar en gran medida especializadas en esa función y que forman parte del acervo humano común por encima de una muy amplia varie­dad de circunstancias y condiciones. Uno de los componentes de la facultad del lenguaje es un procedimiento generativo (un len­guaje-1, en adelante lenguaje) que genera descripciones estructurales (DE), cada una de las cuales es un complejo de propiedades que incluye las comúnmente llamadas ‘semánticas’ y ‘fonéticas’. Es­tas DE son las expresiones del lenguaje. La teoría de una lengua particular es su gramática. La teoría de las lenguas y las expresio­nes que generan es la Gramática Universal (GU). La GU es una teoría del estado inicial S0  del componente relevante de la facul­tad del lenguaje. Podemos distinguir el lenguaje del sistema con­ceptual y del sistema de competencia pragmática. (…) Una suposición estándar es que la GU especifica ciertos nive­les lingüísticos, cada uno de los cuales es un sistema simbólico a menudo llamado “sistema representacional”. Cada nivel lingüís­tico proporciona los medios para presentar cierta información sistemática acerca de la expresiones lingüísticas. Cada expresión lin­güística (DE) es una secuencia de representaciones, una por cada nivel lingüístico.”

(Chomsky, 1995:81-82)

En la segunda parte de este trabajo se discutirán otros tópicos epistemológicos importantes, como el de las supuestas diferencias entre ciencias naturales y humanas (o ‘del espíritu’, al decir de la fenomenología) y el de la evolución teórica de Chomsky a la luz de los conceptos de núcleo y cinturón protector (Lakatos). También se discutirán las implicaciones ético-políticas de todos estos aspectos epistemológicos, a partir del “socialismo libertario” de Chomsky.