Searle, John (1997): La Construcción de la Realidad Social. Barcelona: Paidós.

 

A veces ni siquiera llegan a plantearse argumentos claramente formulados. Los puntos de vista son a menudo igualmente oscuros, y están formulados de manera poco clara. ¿Cuáles son exactamente las proposiciones que se afirman? ¿Cuáles exactamen­te las que se niegan? ¿Y cuáles son exactamente los argumentos pa­ra la afirmación y para la negación? En vano buscarán ustedes res­puestas a estas cuestiones. Estoy convencido, por lo demás, de que esta ne­gligencia general no es un accidente. En cierto modo, resulta grati­ficante para nuestra voluntad de poder la idea de que «nosotros» ha­cemos el mundo, que la realidad misma no es sino una construcción social, alterable a voluntad y susceptible de cambios futuros en cuanto «nosotros» nos sintamos inspirados. Análogamente, parece ofensivo que tenga que haber una realidad independiente constitui­da por hechos brutos -ciegos, ajenos a razones, indiferentes y ma­nifiestamente impávidos ante nuestras preocupaciones-. Y todo eso forma parte de la atmósfera intelectual general que hace que versio­nes antirrealistas del «postestructuralismo» como la de la decons­trucción parezcan intelectualmente aceptables, incluso seductoras. Pero, no bien formulan ustedes las tesis y los argumentos de los an­tirrealistas de un modo abierto, desnudo y sin afeites, tienden a pa­recer ridículas. De aquí la obscuridad y aun el obscurantismo que rezuman muchas de esas discusiones.

(p.167)


 

(...) Tengo un problema. He dicho que defendería el realismo frente a los ataques que se le hacen, pero, francamente, me cuesta encontrar ataques potentes que merezcan ser replicados. Maturana rechaza la idea de una «realidad objetiva» y prefiere la idea de que los sistemas nerviosos, en tanto que sistemas autopoiéticos, construyen su propia realidad. El argumento parece ser que, puesto que no tenemos ninguna concepción de, ni ningún acceso a, la realidad, salvo el de la construcción social de realidades en los «dominios de consenso» construidos por sistemas autopoiéticos, no existe realidad alguna independiente de los sistemas biológicos. Frente a este punto de vista quisiera decir: del hecho de que nuestro conocimiento/concepción/imagen de la realidad esté construido por cerebros humanos en interacciones humanas no se sigue que la realidad de la que tenemos el conocimiento/concepción/imagen esté construida por cerebros humanos e interacciones humanas (hay además un problema respecto de los cerebros humanos y respecto de las interacciones humanas mismas: ¿hay que suponer que han sido construidos por interacciones humanas?). Es un mero 'non sequitur', una falacia genética, inferir de la explicación causal colectiva neurofisiológica de nuestro conocimiento del mundo externo la inexistencia del mundo externo.

Winograd señala que una misma sentencia, por ejemplo, «hay agua en la nevera», puede usarse para hacer un enunciado falso en relación con un trasfondo de intereses y un enunciado verdadero en relación con otro trasfondo. De lo cual concluye que la realidad no existe independientemente de nuestras representaciones. También aquí, como en el caso de Maturana, la conclusión no se sigue. El que nuestras representaciones de la realidad sean relativas a nuestros intereses no prueba que la realidad representada sea ella misma relativa a nuestros intereses. Lo mismo que Maturana, Winograd trata de inferir conclusiones acerca de la realidad a partir de rasgos de nuestra representación de la realidad. Varios teóricos posmodernos de la literatura han argumentado que, puesto que todo conocimiento está socialmente construido y es susceptible de toda la arbitrariedad y voluntad de poder de que es capaz cualquier construcción social, el realismo queda de un modo u otro socavado. Como escribe George Levine, «el antirrealismo, incluso el antirrealismo literario, depende de un sentido de la imposibilidad de un conocimiento sin mediaciones». Derrida, en la medida en que puedo entenderlo, no presenta un argumento. Se limita a declarar simplemente que no hay nada fuera de los textos (Il n'y a pas de «hors de texte»). En todo caso, en una respuesta polémica subsiguiente a unas objeciones mías, aparentemente se retracta de todo: dice que todo lo que quería decir con la superferolítica declaración de que no hay nada fuera de los textos... ¡es la banalidad de que todo existe dentro de uno u otro contexto! ¿Qué se puede hacer, pues, frente a una pompa de argumentos débiles o aun inexistentes en favor de una conclusión que parece prepóstera?

Citas en el texto:

- H.R. Maturana, F.J. Varela, Antopoiesis and Cognition, The Realization of the Living, Dordrecht, D. Reidel, 1980.

- Terry Winograd, “Three Responses to Situation Theory”, Center for the Study of Language and Information, informe n. CSLI-87-106 (1987).

- Terry Winograd y Fernando Flores: Understanding Computers and Cognition, Norewood, N.J., Ablex, 1986, cap. 5.

- G. Levine: Looking for the Real: Espistemology in Science and Culture, en G. Levine (comp.): Realism and Representation: Essays on the Problem of Realism in Relation to Science, Literature and Culture, Madison, University of Wisconsin Press, 1993, pág. 13.

(pp167-169)


 

Searle, John (1995): La Construcción de la Realidad Social.  Buenos Aires: Paidós.