Título original: Anti-Rationalism

Autor: Michael Albert

Origen: Z Magazine

Traducido por Mateu Llas y revisado por Gabriel Alonso, Enero 1999
http://www.zmag.org/Spanish/index.htm

 

1. Antirracionalismo

2. Racionalismo

 


 

 Antirracionalismo

 


 Por Michael Albert

 
 

Una moda antirracionalista se extiende por nuestra sociedad. Es difícil determinar su alcance y magnitud pero parece ser muy
pronunciada en diversos segmentos de la izquierda. Las siguientes experiencias pueden servirnos de ejemplo.

Hará unos ocho meses, en una charla a un grupo de activistas y académicos en Amherst, MA [Massachussets], uno de los ponentes es repetidamente tachado de "demasiado lógico". Se le dice que presenta demasiadas evidencias, hipótesis y argumentaciones y pocas descripciones emotivas. Su "estilo científico" hace inútiles sus palabras. De esta manera, sus ideas quedan descartadas a priori.

Pocas semanas después, una editorial anarquista del Medioeste aconseja a los activistas que en adelante duden de los escritos de un comentarista muy respetado hasta la fecha. Resulta que el tipo es partidario en exceso de la "Tecnología Occidental". Se muestra favorable a demasiadas propuestas tecnológicas, y debido a esta devoción, sus declaraciones quedan bajo sospecha.

Más recientemente, una  izquierdista de Nueva York asiste a una conferencia en la cual es criticada por cierto número de personas por ser "demasiado directa" expresando abiertamente su claro desacuerdo con una presentación. Cuando replica que su franqueza es honesta, y por tanto buena, le contestan que la franqueza es "demasiado displicente". En adelante, siempre que fuese necesario, debería "reinterpretar las palabras de otros para hacerlas más acordes con sus propios puntos de vista". Esto evitaría desacuerdos demasiado evidentes y "mostraría verdadero respeto".

Otro ejemplo es el de un debate que tiene lugar en Chicago porque alguien asegura que una afirmación (no recuerdo cual) sobre nuestra cultura es cierta. Otro activista le dice que eso que llama verdad no existe - ni en ese asunto ni en ningún otro. Es mejor discutir sobre interpretaciones contrapuestas, posibilidades o historias que sobre la verdad. La verdad es demasiado final, demasiado cerrada, demasiado imperativa. No existe una sola verdad, un solo ángulo de conocimiento, y, por tanto, no existen unas respuestas correctas únicas.

Finalmente, tenemos los recientes argumentos nacionales sobre JFK y Vietnam. Primero se escoge un cierto punto de vista: JFK quería acabar con la guerra y por eso le mataron. Entonces, cuando hay datos que pueden "reinterpretarse", o "modelarse", o "reinventarse" para que encajen con ese punto de vista, se hace. Por otra parte, con toda otra evidencia que contradiga la opinión preferida no hay problema, se ignora.

Podría continuar, no sólo con ejemplos concretos como los que he expuesto, sino con tendencias más amplias que incluyen el auge de las teorías conspirativas, especialmente en la costa Oeste, y, naturalmente, el miasma de la teoría postmodernista, muy extendida en el ámbito académico. El punto a destacar no es que todos estos fenómenos sean idénticos. No lo son. Tampoco es que todos expresen desacuerdos o una disminución del buen sentido. Esto no es nada nuevo. Lo importante es que todos estos ejemplos forman parte de una tendencia antiracional que eleva la antiracionalidad a la virtud y degrada la racionalidad, considerándola un defecto.

La primera vez que percibí esta tendencia, me pareció sólo otra moda académica y arcana más que rápidamente desaparecería. Ahora, sin embargo, cuando me doy cuenta de la cantidad de fuentes de las cuales bebe el "antiracionalismo", me preocupa haberme dejado llevar por mis deseos en mi optimista reacción anterior. ¿Cuáles son las reflexiones válidas que alimentan el antiracionalismo? ¿Es sensato? ¿Qué efectos puede traer consigo? ¿Cuál es el antídoto?
 

Las raíces válidas del antiracionalismo
 

El ANTIRACIONALISMO surge, en parte, de muchas reflexiones sobre la ciencia, la cual es, después de todo, el proceso de investigación más conscientemente racional. Estas reflexiones incluyen la crítica de las feministas al machismo científico, el rechazo multiculturalista del racismo científico, la defensa de la totalidad de la ecología social en oposición al reduccionismo científico, el respeto de la antropología por la experiencia como contraposición a la abstracción científica, el respeto humanista hacia diferentes maneras de conocer que difieren del "método científico", el rechazo a la propaganda científica propiciado por el sentido común, y la hostilidad de la clase trabajadora hacia el elitismo de la clase coordinadora.

1, FEMINISMO. Las críticas feministas están en lo cierto al denunciar que las preguntas que se han hecho los científicos e incluso las respuestas que han dado frecuentemente llevaban implícitas suposiciones sexistas. Es más, sin duda es cierto que las científicas han sido excluidas, relegadas a tener menos oportunidades, o presentadas como una curiosidad si han tenido éxito a pesar de las adversidades. La ciencia a menudo es sexista.

2, MULTICULTURALISMO. Como destacan los activistas multiculturales, los esfuerzos dedicados a homogeneizar las diferencias culturales, sea por asimilación o por aniquilación, han tenido el apoyo de científicos con argumentos racistas sobre diámetros craneales y similares. Por otra parte, sin duda la comunidad científica ha adoptado casi exclusivamente la cultura eurocéntrica, excluyendo de esta manera, o al menos incomodando notablemente, a los científicos del tercer mundo. La ciencia a menudo es racista.

3, ACTIVISMO ECOLÓGICO. Como afirman los Verdes, los enfoques reduccionistas y tecnológicos dedicados a "proteger
nuestro entorno" son a menudo tan causantes del problema ecológico como las chimeneas contaminantes o los vertidos tóxicos que tratan de solucionar. Asimismo, no se puede negar que, frecuentemente, los científicos ignoran las interconexiones de la realidad y a menudo enfatizan ciertas partes de ella para excluir la posibilidad de incorporar las dimensiones holistas del pensamiento ecológico. La ciencia a menudo contamina.

4, ANTROPOLOGÍA. Los antropólogos nos explican que los científicos frecuentemente hacen caso omiso de la gente que no
dispone de las herramientas, el lenguaje o los métodos de la ciencia pero que, sin embargo, han adquirido una gran sabiduría y
profundidad a través de la experiencia. Es más, la experiencia acumulada a lo largo de la historia a menudo se pierde para siempre ignorada al sufrir el envite de la ciencia. El conocimiento tribal de las propiedades medicinales de varias plantas o de los métodos agrícolas capaces de prosperar sin destruir el ambiente son ejemplos obvios de sabiduría que a menudo son denigrados, ignorados y finalmente perdidos para siempre. La ciencia a menudo coloniza.

5, HUMANISMO. Los humanistas están en lo cierto cuando dicen que los científicos a menudo denigran las maneras no científicas de adquisición de conocimiento que ignoran las reglas de la evidencia y incluso a veces las de la lógica, maneras como la mímica, ficcionalización, expresión poética, dramatización, experiencia no-formalizada, fe, etc., sin admitir que grandes esferas de la existencia, que estos enfoques pueden explorar, resisten por completo el análisis científico. La ciencia a menuda exagera su propio poder.

6, SENTIDO COMÚN. El sentido común popular le dice a mucha gente normal que un físico nuclear defendiendo que los reactores de fisión son seguros, o un bioquímico diciendo que los cigarrillos no causan realmente cáncer, o un ingeniero sosteniendo que el trabajo debe organizarse según una jerarquía de ocupaciones que se diferencian por la cualificación y el poder de decisión, son todos unos hipócritas. Su pretencioso testimonio, experto y "ratificado estadísticamente", es puro sinsentido, empaquetado para el mejor postor. La ciencia a menudo se vende.

7, CONCIENCIA DE CLASE. Finalmente, los trabajadores no se equivocan, naturalmente, al creer que están delante de una
verdadera e interesada ideología cuando doctores, gerentes, científicos y demás representantes de la "clase coordinadora" afirman que su avanzado conocimiento les da derecho a decir, sobre cualquier tema, qué es cierto y qué es falso, qué es bueno y qué malo, desde la naturaleza del átomo hasta el significado de la esperanza o el amor, para, en consecuencia, decidir por nosotros cómo deberíamos vivir nuestras vidas. La ciencia a menudo explota.

La ciencia - en el sentido de un cuerpo de conocimiento verificado - es, algunas veces, limitada, sesgada o, directamente, pura
propaganda. La ciencia - en el sentido de la práctica de acumular conocimiento verificado - a menudo está distorsionada en sus preguntas y en las respuestas, a menudo domina a otros con puntos de vista diferentes, y a menudo directamente es comprada y vendida. Los científicos - es decir, las personas que acumulan conocimiento verificado - son, a veces, estrechos de miras, mecánicos, colonizadores o hipócritas. Es más, todos estos problemas nos los encontramos sobretodo en los conocidos campos de la clase, la raza, el poder y el género. La ciencia puede, por tanto, ser un proyecto totalizador ilegítimo, puede marginar conocimiento presentado de manera poco científica, y puede defender, aparentemente bastante racionalmente, los proyectos más odiosos, justo todo lo que sus críticos afirman.

En Los Álamos, durante el masivo esfuerzo multidisciplinario dedicado a desarrollar la bomba atómica, las biografías indican que ningún científico influyente planteó una sola objeción moral sobre lo que estaba haciendo. Y lo que es peor, un significativo número de los científicos que trabajaban en el proyecto creían que era razonable esperar que una detonación en el aire libre de su nueva arma inflamase la atmósfera acabando de esta manera con la vida en la Tierra. Pero de todas formas hicieron estallar la bomba, expresando posteriormente su alivio por haber sobrevivido para evaluar la devastación causada.
 

Así pues, ¿qué hay de malo en el "antiracionalismo"?
 

Cuando era estudiante en el MIT (de 1965 a 1969), dediqué mucho tiempo a luchar contra una arrogancia y una hipocresía
prácticamente absolutas de la ciencia. Bauticé como "Dachau en el Charles" a la escuela y mostré claramente mi desacuerdo con sus destacados científicos por sus despreciables valores y por su costumbre de usurpar imperialmente los derechos de los demás. A causa del particular carácter del lugar, repetidamente defendí, con la ayuda de la lógica y de airados ejemplos emotivos, que no había nada malo en dejarse llevar por las emociones y que los sentimientos y los valores deberían tener un lugar prioritario en el momento de decidir qué hacer con las reflexiones que produce un análisis más sobrio. Mi hostilidad hacia la mayoría de los miembros de la clase científica de mi alrededor era muy similar a la hostilidad hacia los expertos de hoy que sienten los ecologistas, las feministas, los multi-culturalistas  y los ciudadanos normales y trabajadores sensatos contemporáneos. De hecho, más de un cuarto de siglo después, mis puntos de vista sobre este tema son, si cabe, más militantes. Pero yo nunca he criticado la racionalidad o la lógica, y aunque el antielitismo y el anticoordinacionarismo forman parte de mi proyecto, el antiintelectualismo es un  anatema para mí.

Estas distinciones son importantes. (1) Criticar el conocimiento científico y a los científicos forma parte del esfuerzo por comprender el mundo con la intención de  hacerlo mejor. De hecho, ese tipo de crítica es una actividad central de la misma ciencia. Es más, (2) sugerir métodos que la gente pueda usar para evitar un reduccionismo excesivo, guardarse de exagerar el alcance de las intuiciones científicas, o rechazar los prejuicios sexistas, racistas o clasistas es una manera útil de ayudar a los científicos (así como a los activistas políticos). Pero (3) criticar a la razón y a la lógica por ser el fundamento de los muchos males de la ciencia es un acto erróneo de autolimitación. A parte de ser equivocado, no tiene ningún papel en hacer mejor el mundo. Es consistente, por contra, con la peor clase de demagogia religiosa, estalinista, burguesa y fascista.

Los problemas con la ciencia que denuncian sus críticos ciertamente existen.  De hecho, prácticamente toda persona del campo que sea exhibe variantes de los mismos prejuicios sexistas, racistas, clasistas y ecológicos. El hecho que todos los científicos sigan las reglas de la evidencia, hagan deducciones, o defiendan tenazmente sus creencias, no tiene como consecuencia que existan tales prejuicios en la ciencia más de lo que lo tiene en la sociedad que la gente respire, coma, duerma o procree.

En lugar de esto, como para el resto de nosotros, son las instituciones dominantes de la sociedad en general las que delimitan las actuaciones de los científicos con vistas a  obtener sus remuneraciones a lo largo de sus vidas; son la educación y la escolarización las que limitan las concepciones y los sentimientos de los científicos, y las propias instituciones en las cuales trabajan las que tienen roles sesgados, hecho que limita sus elecciones diarias. Es más, si los elaboramos adecuadamente de la manera usual, estos hechos explican fácilmente e incluso predicen los principales problemas de la ciencia moderna, de la misma forma que explican e incluso predicen problemas equivalentes en los deportes, en el teatro, el trabajo y en la vida familiar. Para explicar sus males, no tenemos más razones para apelar a una causa corruptora "más básica" en la "manera de pensar" que tienen todos los científicos que tener que apelar a una corrupción básica en la forma de entrenarse y prepararse de los atletas, o en las maneras que tienen de memorizar sus papeles los actores, o en las maneras de coordinar visión y manos que tienen todos los trabajadores, o en la forma de hablar con sus bocas que tienen todos los miembros de una familia. El contexto institucional y social en el cual se desarrollan todas estas actividades y los roles que obligan a asumir a las personas en la ciencia, en los deportes, en la escena, en el trabajo y en la familia nos proporcionan una explicación suficiente.

Dicho esto, es importante hacer notar también que la mayoría de los "antiracionalistas" parecen no comprender en absoluto qué
diferencia hay entre la ciencia y el resto de lo que la gente hace en sus vidas y generalmente consideran como arquetipo de científico a un físico enloquecido o a un economista burgués convencional, habitualmente una persona despreciable, prostituida al dinero.

Primero de todo, los científicos serios no reniegan de la intuición, los presentimientos, las conjeturas, la experiencia, o cualesquiera otros caminos a nuevas ideas. Usan todos estos caminos, prácticamente todo el tiempo, como cualquier otra persona.

Segundo, los científicos serios no dependen enteramente de la lógica y la deducción para verificar sus resultados, sino que han
elevado a una posición determinante a la experimentación, o lo que es lo mismo, los hechos reales y la experiencia.

Tercero, mientras personas que se proclaman científicos, como los economistas, los sociólogos y los psiquiatras, algunas veces
afirman que su conocimiento lo abarca todo y que el alcance de su saber no tiene límites, los científicos serios admiten: (1) que el conjunto de todas las cosas sobre las cuales las reglas de la evidencia junto con la lógica y la teoría pueden sensatamente
proporcionarnos información es muy pequeño comparado con el conjunto de todas las cosas que preocupan a la gente, y (2) que todo el conocimiento es contingente y que puede ser que se demuestre que es falso en cualquier momento en el futuro.

Irónicamente, por tanto, lo que realmente distingue ciencia de lo que no lo es, precisamente es: (1) la disposición de la ciencia a
cambiar sus ideas en lugar de mantenerlas invariables como un dogma, (2) el mostrarse abierta a considerar, simultáneamente,
múltiples explicaciones contradictorias, al menos mientras no exista una manera convincente de escoger entre ellas, (3) el desprecio de la ciencia por las credenciales, la autoridad, o incluso logros pasados cuando hay que juzgar las afirmaciones de una persona y (4) la elevación que hace la ciencia de la experiencia como el principal árbitro de las disputas. En otras palabras, la ciencia real se distingue por su adhesión a los objetivos que dicen perseguir sus críticos.

Finalmente, irónicamente, en lugar de una tendencia a producir insensibilidades racistas, sexistas, clasistas y ecológicas, emplear la racionalidad, la lógica y las reglas de la evidencia, ayuda a contrarrestar estas distorsiones, aunque no siempre con la suficiente fuerza para superar las presiones del contexto institucional dominante y, por tanto, no siempre con la suficiente determinación para prevenir que estos males infecten el pensamiento y la práctica científicas.
 

Efectos del antiracionalismo
 

A parte de ofrecernos visiones equivocadas de la ciencia y causar injustificables enfrentamientos, el antiracionalismo tiene otros
problemas más estratégicos. Voy a mencionar tres.

El primero es que en la lucha sobre cómo mejorar la sociedad, los activistas nos enfrentamos a grandes armas, grandes medios y grandes presupuestos con, esencialmente, nuestras mentes y nuestros cuerpos. El antiracionalismo nos propone que rechacemos una parte significativa de las primeras. Ciertamente se trata de una estrategia curiosa. Dejar de lado nuestra principal arma antes de que empiece la lucha.

Segundo, como es obvio, no tenemos la posibilidad de escoger ser sistemáticamente no racionales. Eso sería una condición más allá de la locura, una especie de grito primario permanente. Por supuesto, sí podemos, sin embargo, ser más o menos racionales en el sentido de limitar o acrecentar esos otros factores que anulan nuestra racionalidad. Pero todos los antiracionalistas encuentran normal usar la racionalidad. La racionalidad es, después de todo, otro nombre para designar la manera cómo piensan las personas. Así pues expresamos nuestras complicidades y determinamos nuestras acciones basados en parte en nuestro raciocinio, pero también en parte basados en otras cosas como el deseo, el miedo y el hábito. El hecho que nadie sepa mucho de cómo funciona la racionalidad o incluso la naturaleza de sus muchas dimensiones (más allá de las lo que podemos especificar bastante bien, a las que llamamos lógica), ciertamente no nos impide actuar en gran manera racionalmente la mayor parte del tiempo. De hecho, ni el raciocinio en su totalidad ni la lógica pueden dejarse de lado mucho tiempo sin resultados desastrosos. En resumen, si dejar de lado la racionalidad era el plan antiracionalista, su causa no será sólo poco inteligente sino que estará condenada de antemano. Sin embargo, como en ciertos contextos es bastante posible reducir el uso que hace uno de la evidencia y de la argumentación, no es necesariamente inútil para los antiracionalistas, por tanto, exhortar a todo el mundo a hacerlo cada vez que no se esté de acuerdo con lo que creen los antiracionalistas. De hecho, aunque carece de profundidad filosófica, este es un alegato muy útil para un antiracionalista que pretenda conseguir que sus críticos nunca articulen un discurso efectivo en su contra. Aunque no esté diciendo que todos los antiracionalistas tengan esto como su propósito, afirmo que el antiracionalismo lleva a lo que digo, más o menos inexorablemente, y que emplear aún más esta práctica en la izquierda sería otra estrategia contraproducente más para hacer del mundo un lugar mejor, aunque pueda ir
de perlas para algunas carreras.

Tercero, una vez que eliminamos la evidencia, la deducción y la argumentación de la lista de nuestros medios preferidos para tratar de escoger entre diferentes opiniones, ¿qué nos queda? ¿Cómo deberíamos decidir qué explicaciones apoyar, por qué políticas abogar, qué proyectos llevar a cabo? La propuesta de la ciencia es que debemos usar nuestra experiencia y la de otros, nuestras intuiciones y las de otros, e incluso nuestros miedos y conjeturas y los miedos y conjeturas de otros, mediado todo, sin embargo, por la lógica y las reglas de la evidencia. Debemos reunir todo el conjunto de elementos en un "argumento", en el cual poder distinguir los hechos de los deseos y evaluar hasta que punto disponemos de argumentos sólidos o sólo una primera aproximación tentativa al problema. Sin embargo, si dejamos de lado a la racionalidad, en lugar de usar la lógica para verificar y examinar cuidadosamente conexiones e implicaciones, tendremos que confiar sólo en los sentimientos, en las emociones, en las preferencias, en caprichos o en la obediencia a alguna autoridad. Dado el contexto institucional en el cual hemos madurado y en el cual funcionamos actualmente, el resultado más probable es que dejemos de lado el esfuerzo racional para decidir las posiciones por las cuales abogar sobre la base del estilo o de las credenciales de los que las presenten. El carisma y la mentalidad de rebaño sustituirán a los juicios informados, y la izquierda se convertirá en la derecha. Otra magnífica estrategia.
 

Un antídoto
 

Cuando un individuo paranoico afirma que le persigue la CIA, es difícil desmontar la historia. Todo lo que puedas decir se puede interpretar como parte del engaño. Si los antiracionalistas fuesen realmente irracionales, la situación sería similar. Ninguna apelación a la evidencia, a la lógica o a las implicaciones podría afectar el punto de vista de la persona irracional porque todo esto se podría reinterpretar para que cuadrase en su esquema. Pero los antiracionalistas, con muy pocas excepciones, no son irracionales. Son:

(1) gente que quiere ratificar la validez de otras maneras de conocimiento a parte de la ciencia pero que piensan que tienen que
denigrar a ésta última para conseguirlo,

(2) personas verdaderamente preocupadas por los acontecimientos actuales y justificadamente hostiles a los científicos y a otras figuras de la autoridad pero que no disponen, sin embargo, de una alternativa viable y por eso desesperadamente reciben con los brazos abiertos a cualquiera cosa que parezca estar de su lado,

(3) académicos con confusas ilusiones de grandeur filosófica o

(4) ideólogos que han encontrado una nueva forma de silenciar cualesquiera que estén en desacuerdo con ellos.

En los cuatro casos, la única respuesta al antiracionalismo es emplear, constantemente,  cualquier experiencia, razón y evidencia que podamos reunir para explicar los verdaderos orígenes de los males con los que nos enfrentamos y proponer una visión alternativa real y la estrategia que mejor puedan hacer realidad los deseos y esperanzas de la gente. Por el camino, sin embargo, también puede ayudar no caer en el fácil hostigamiento a la racionalidad y aún siendo honestamente respetuosos con los antiracionalistas mostrarse decididamente hostiles a las opiniones que exponen.

 


Título original:   Rationalism

Autor: Michael Albert
 

Origen: Z Magazine
 

Traducido por Mateu Llas y revisado por Gabriel Alonso, Diciembre 1999
http://www.zmag.org/Spanish/9912raci.htm

 


 
 

Racionalismo

 


por Michael Albert


 



 

En un artículo anterior [se refiere al titulado "Antirationalism"] rechacé las afirmaciones de los, poco amablemente por mi parte, tachados de "irracionalistas". Usé diferentes argumentos y ejemplos para mostrar que su oposición al pensamiento científico y a la "Racionalidad Occidental" estaba mal concebida y era reaccionaria. Como tal rechazo de plano puede dejar mal sabor de boca, así como un posible vacío, voy a dedicar todo este "mal humor" a definir y defender el "comportarse  racionalmente",  particularmente en el caso del análisis político.

Primero de todo, ¿qué quiere decir  "comportarse racionalmente"?

1. Sabemos que no puede significar estar en lo cierto. Muchas veces las personas son racionales pero llegan a conclusiones equivocadas. A menudo dos personas racionales llegan a conclusiones opuestas, siendo imposible que ambas sean correctas. Ser racional, por tanto, no significa que siempre se alcance la verdad.

2. También sabemos que hay una gradación en el "comportamiento racional". Hacemos cosas fácilmente hasta un cierto punto y podemos realizar un esfuerzo considerablemente mayor para lograr niveles de precisión aún más altos. Es más, podemos llegar o no a la misma respuesta, dependiendo del problema concreto al que nos enfrentemos.

3. Sabemos que ser racional va más allá de ser lógico. Todos nos hemos encontrado con personas que consideramos irracionales incluso cuando obedecen cuidadosamente las leyes de la lógica. Por sí sólo, ser lógico no es suficiente para hablar de comportamiento racional.

4. Finalmente, sabemos que ser racional difiere de ser dogmático. Incluye reconocer la posibilidad de estar equivocado y también el estar dispuesto a evaluar tal posibilidad comprobando las afirmaciones hechas una y otra vez.

Así pues, con estos principios de todos conocidos, ¿qué es comportarse racionalmente? El diccionario nos dice que comportarse así es "realizar inferencias lógicamente a partir de hechos conocidos o asumidos". Como primera aproximación, es bastante buena. Porque si tomamos esto como nuestra definición, "comportarse racionalmente" nos lleva a conclusiones veraces y precisas sólo cuando los "hechos conocidos o asumidos" sean ciertos y constituyan una base suficientemente amplia, y cuando los comprendamos suficientemente de manera que no introduzcamos errores cuando los usemos para producir inferencias lógicamente. Como consecuencia, con esta definición de racionalidad se satisfacen las tres condiciones anteriores.

(1) Podemos obtener inferencias incorrectas incluso siendo racionales. Por ejemplo: las cosas que pensamos que son ciertas pueden ser falsas conduciéndonos a inferencias incorrectas. O podemos pensar que los hechos que hemos tenido en cuenta representan todo lo que es importante cuando en realidad hechos adicionales niegan las inferencias que hacemos. O podemos realizar inferencias correctas lógicamente, pero partiendo de unos hechos verídicos pero mal comprendidos.

(2) Aumentar el grado de "racionalidad" corresponde a una mayor preocupación en comprobar los hechos relevantes y en ser muy cuidadoso al extraer de ellos inferencias lógicas para poder, por lo tanto, incrementar la probabilidad que nuestras inferencias sean ciertas.

(3) Ser lógico no es suficiente para hacerle a uno racional porque una buena lógica aplicada a información incorrecta o incompleta sólo proporcionará inferencias veraces accidentalmente.

(4) Como las inferencias verdaderas dependen de hechos veraces y de análisis lógicos, las afirmaciones son comprobables en lugar de tener que ser aceptadas o rechazadas basándose sólo en la fe. El autor y evaluador de cualquier afirmación puede y debe comprobarla, y hacerlo de nuevo cuando se le presenten nuevas evidencias.

De acuerdo con nuestra definición, resulta también que la gente se comporta racionalmente, por lo menos hasta cierto punto, casi todo el tiempo. Después de todo, en casi todo lo que hacemos "derivamos inferencias lógicamente a partir de hechos conocidos o asumidos". A pesar del hecho que, al menos en un cierto grado, la gente normalmente usa su racionalidad, los errores son frecuentes, por las razones apuntadas en (1). Es más, los prejuicios, sea en la forma de creencia en hechos mal comprendidos o en la de dejar que los deseos o los miedos ahoguen nuestra capacidad para la lógica, también son comunes. Naturalmente, cuando estos prejuicios son extremos, calificamos el resultado de irracional. Si se hace conscientemente también lo llamamos hipocresía, manipulación, deshonestidad, etc.

Así pues, ¿por qué la definición del diccionario sólo es una "primera aproximación"? Le falta algo: las hipótesis, las cuales, cuando son complejas, se las llama frecuentemente teorías. Cuando nos comportamos  racionalmente, contrariamente a lo que implica la definición del diccionario, no siempre procedemos de los hechos a las inferencias pasando por la lógica. Sucede que a menudo llegamos primero a las inferencias y sólo entonces tratamos de validarlas con los hechos y la lógica. Por ejemplo, podemos tener un presentimiento, una intuición, o partir de una conjetura. Podemos usar una analogía para establecer una hipótesis. U otra persona puede proponernos una hipótesis. La cuestión es que a menudo ya tenemos formada una opinión sobre el mundo - una hipótesis - y sólo entonces nos preocupamos de si podemos encontrar un conjunto de hechos a partir de los cuales poder usar la lógica para inferir la veracidad de la afirmación. La razón de porqué  esto añade algo importante es que resalta la diferencia entre la elaboración de una hipótesis o teoría como primer paso, y el proceso de decidir si es cierta como segundo paso. Para el primer paso, el proceso no es tal cómo lo describe la definición del diccionario: presentimientos, analogías, conjeturas, poéticos vuelos de la fantasía, momentos de inspiración, incluso reordenación al azar de conceptos o nociones. Para el segundo paso, sin embargo, cuando la preferencia la tienen las evidencias y las leyes de la lógica, la definición del diccionario entra más en juego.

Con esta aclaración, podemos ver que cuando nos desplazamos de  la vida diaria a la ciencia el único cambio que ocurre en nuestra orientación mental es que nuestros métodos para eliminar prejuicios y para forzarnos a comportarnos racionalmente tanto tiempo como sensatamente podamos se codifican. Naturalmente, los filósofos tratan de poner por escrito estos códigos, pero los científicos, si alguna vez llegan a hacerlo, raramente prestan atención a sus esfuerzos. En lugar de eso, los científicos aprenden estos códigos emulando a sus maestros como parte del aprendizaje del oficio de científico. Aunque la dificultad puede ser, precisamente, enumerar tales códigos, sabemos que en el corazón del asunto está el compromiso del científico de obedecer "las reglas de la evidencia" y respetar la prioridad de los experimentos repetidos, la continuada experiencia y una lógica cuidada. En general, cuanto más nos acerquemos a la postura científica menos propensos seremos a incluir hechos falsos, dejar de lado hechos relevantes, malinterpretar hechos ciertos, realizar inferencias ilógicas, dejar que diferentes prejuicios desvíen nuestro criterio a la hora de aceptar los hechos o hacer  inferencias, etc. Y eso es todo. Si no queremos ponernos muy quisquillosos en el aspecto filosófico, no hay nada más. Hemos completado nuestro camino para entender qué es la racionalidad, y de esa manera qué es la ciencia. Dejando de lado bibliotecas llenas de libros incomprensibles, en el nivel que un activista político necesita dominar, no hay nada misterioso o complejo acerca del hecho de ser racional o, en este mismo sentido, científico. Sin embargo, algunas veces es más difícil.

Comportarse racionalmente es simplemente una entre las muchas capacidades asociadas con el hecho de formar parte de la especie humana. Hacer uso de nuestra racionalidad, al menos hasta cierto punto, es completamente natural. Alcanzar un standard científico de racionalidad, por otra parte, requiere más disciplina. Es más, el hecho que podamos emplear una gradación en la disciplina de  nuestra racionalidad es un hecho bastante afortunado porque si tuviésemos que comprobar nuestros datos para eliminar posibles sesgos, cotejarlos cuidadosamente por completitud, y esperar una confirmación de otros que llevan a cabo experimentos relacionados para decidir que no hay problema en cruzar la calle si vemos que no se acercan coches, no cruzaríamos nunca la calle. Por otra parte, si sólo pudiéramos alcanzar el nivel espontáneo de racionalidad asociado con mirar a ambos lados y entonces hacer lo correcto, nunca hubiésemos logrado un conocimiento suficiente de la física para usar la fuerza de vapor o la electricidad, unos conocimientos de biología suficientes para usar antibióticos, unos conocimientos adecuados de química para hacer múltiples  detergentes, etc. Ciertamente nos beneficiamos de nuestra habilidad para ser "racionales" con muchos grados de precisión, aunque también es cierto que esta flexibilidad significa que, a veces, en una situación concreta, usemos un grado de racionalidad inadecuadamente bajo.

Así pues, ¿cuánta racionalidad necesitamos, de un rango que comprende desde el nivel necesario para cruzar la calle hasta el nivel científico, para hacer juicios políticos?
 

Algunos casos de estudio
 

Supongamos que nos plantean una hipótesis controvertida -por ejemplo, "JFK [John Fitzgerald Kennedy] habría terminado con la guerra de Vietnam si hubiera vivido un poco más. Le mataron por esta razón. Es más, este hecho ha alterado drásticamente la naturaleza del gobierno y de la vida en los EEUU desde entonces.". ¿Cómo decidimos si aceptar o rechazar esta afirmación?

Depende mucho de la cantidad de información básica relevante de la que dispongamos. ¿De qué "hechos conocidos o asumidos" disponemos para, partiendo de ellos, poder realizar inferencias? Si entre estos tenemos una teoría suficientemente amplia sobre relaciones sociales que se ha comprobado repetidamente, entonces si alguien propone una hipótesis marcadamente contraria a esa teoría podemos casi instantáneamente rechazarla. Es como no cruzar la calle si vemos acercarse un coche. El problema es, naturalmente, que aunque a menudo se trata de una manera válida y eficiente de responder, si nuestra teoría es realmente falsa en este nuevo contexto, nuestra inferencia será falsa y habremos juzgado mal la hipótesis. Peor aún, esta dinámica puede causar un sectarismo bienintencionado pero sin embargo paralizante en el cual dejamos que una teoría que previamente era convincente dicte nuestras acciones actuales y futuras sin evaluar repetidamente las nuevas evidencias, lo que podría hacernos ver que nuestra teoría es defectuosa.

La alternativa a un rechazo automático de la hipótesis JFK solamente porque se burla de nuestra comprensión teórica preferida es volver a comprobar nuestra teoría, no importa lo seguros que podamos estar acerca de ella, pero no simplemente proclamar que niega la hipótesis automáticamente sino siguiendo con todo detalle, desde los "hechos conocidos o asumidos" más básicos, una línea de argumentación que lleve a tener que renunciar a la hipótesis. De esta manera tenemos la posibilidad de descubrir que nuestra teoría tiene un problema o, alternativamente, podemos explicar nuestra oposición a la hipótesis de una manera comprobable sin presumir un acuerdo teórico más amplio. Entonces, en lugar de un dogma que pueden ignorar o sucumbir a él como una "verdad revelada", los partidarios de la hipótesis encuentran un argumento cuidadoso de varias etapas, razonamiento del cual pueden comprobar la lógica y las premisas. Llegados a este punto, pueden continuar el debate evaluando cuidadosamente el argumento –y, a su vez, encontrar un defecto real para de esta manera continuar sosteniendo su hipótesis, o no encontrar ningún defecto y de mala gana admitir que su hipótesis es falsa- o, pueden comportarse de un modo sectario, ignorando el contra argumento o descartándolo invocando a alguna "autoridad" en la materia, pero no presentando evidencias en su contra ni usando argumentos lógicos.

Sé que todo esto suena bastante abstracto, pero es realmente bastante comprensible y relevante, como un par de ejemplos pueden aclarar.

Alguien puede empezar a creerse la hipótesis JFK desde la intuición, como conjetura, después de ver la película de Stone y encontrarla plausible, leer el libro de Lane y encontrarlo plausible, investigar documentos, etc. Por contra, Chomsky, por ejemplo, si se enfrenta a la hipótesis dispone de un arsenal de "hechos conocidos o asumidos", incluyendo algunos conocimientos relevantes acerca del período histórico, así como una comprensión teórica más amplia de cómo funciona el gobierno y la sociedad, todo lo cual provoca que rechace la   hipótesis virtualmente de manera instantánea, calificandola de escandalosamente contradictoria con el funcionamiento del mundo real y con hechos sabidos acerca del período y JFK. Para Chomsky, puede ser incluso difícil de concebir cómo un serio y experimentado estudioso de las relaciones sociales podría creer en la hipótesis JFK. ¿Qué es lo que hace, pues? Una opción es simplemente ignorar la afirmación o descartarla sin profundizar más. Tal opción tiene la virtud de ser rápida y ahorrarnos problemas y aparentemente es proporcional al mérito de la hipótesis. Pero, ¿qué pasa si la hipótesis persiste? Mucha gente parece empezar a tomársela bastante en serio. ¿Qué hacer entonces? La opción siguiente para alguien en la posición de Chomsky es resumir brevemente una teoría de la sociedad y señalar que la hipótesis es inconsistente con esa teoría verificada repetidas veces y que por tanto debe ser incorrecta. Esta opción también está bien, al principio del debate, pero en una etapa posterior sería sectaria. Pide a los adherentes de una hipótesis con mucha aceptación que la abandonen meramente porque contradice una teoría que algún otro, o incluso ellos mismos, había previamente creído. Pero, ¿por qué deberían hacer esto? ¿Por qué no podrían decir, en lugar de eso, "espera, nuestra nueva proposición es cierta, tu vieja teoría está refutada. Estamos abiertos a nuevas intuiciones. Eres obstinado y sectario por lo que hace a tus antiguas opiniones"? Así que, la opción siguiente es ofrecer una extensa argumentación, con una enumeración detallada de los hechos y una lógica claramente enunciada que lleve a los que creen en la hipótesis JFK, partiendo de unos "hechos conocidos o asumidos" comprobables, a rechazar con la ayuda de la lógica la propia hipótesis JFK. Bien, si echáis una mirada al artículo de Chosmky sobre este tema, veréis que esto es lo que hace. Trata de refutar la hipótesis JFK de una manera racional, la cual puede ser evaluada por cada lector, sin implicar que haga falta recurrir a la fe para aceptarla. Es más, trata de presentar un argumento suficientemente amplio de manera que o bien el lector encontrará que algunos de los "hechos conocidos o asumidos" en el argumento son, de hecho, falsos, o que parte de la lógica empleada en el argumento es errónea, o tendrá que admitir que la argumentación presentada refuta la hipótesis JFK. De esta forma, la argumentación de Chomsky lleva el debate lejos de una confrontación de dogmas sin fundamento hacia un contexto más científico de evidencia comprobable y inferencia. Dicho en pocas palabras, Chomsky valora los "hechos conocidos o asumidos" que otros presentan para apoyar la hipótesis JFK y muestra que o bien son falsos o que han sido malinterpretados. Entonces nos presenta hechos que muestran lo contrario, conocidos o asumidos, detallando que es lo que deduce de ellos y porqué podemos creerlos. También considera varias implicaciones de la hipótesis JFK, por ejemplo, qué tendría que haber ocurrido con la llegada al poder de LBJ [Lyndon B. Johnson] y muestra cómo esto también contradice lo que la hipótesis JFK comporta. Asimismo, muestra que el comportamiento en general de JFK, no sólo por lo que respecta a la guerra sino en relación con cuestiones más amplias tanto en la esfera exterior como en la doméstica, contradice la hipótesis JFK. Y así, cuando terminamos de leer su artículo, nos queda preguntarnos, ¿qué harán ahora los defensores de la tesis JFK? A su tesis Chomsky ha contestado con otra: "la política básica con respecto a Indochina se desarrolló dentro de un entramado de relaciones Norte-Sur/Este-Oeste que Kennedy no desafió, y tal política se mantuvo invariable en lo esencial: tratar de desentenderse de una aventura impopular y costosa tan pronto como fuese posible, pero después de asegurarse la victoria (con la duda creciente, al final, de si los regímenes clientes de los EEUU podían ser sostenidos). Las tácticas se modificaron de acuerdo con las cambiantes circunstancias y percepciones. Los cambios en la administración, incluido el asesinato de Kennedy, no tuvieron un efecto a gran escala en la política, ni tan siquiera ningún gran efecto en las tácticas seguidas, cuando se tiene en cuenta la situación objetiva y cómo era percibida." Chomsky ha presentado hechos que sostienen su nueva hipótesis y que simultáneamente refutan la hipótesis JFK. ¿Mostrarán los teóricos de la hipótesis JFK que los hechos de que habla Chomksy son falsos? ¿Mostrarán que su lógica es errónea? ¿O simplemente ignorarán sus argumentos o los  tacharán de reaccionarios a priori, repitiendo sus anteriores afirmaciones sin dar una réplica real al argumento de Chomsky, o admitirán que el razonamiento de Chomsky es válido y abandonarán su hipótesis? Estas son sus opciones. Las dos primeras, si son posibles, y la última, son racionales. La tercera no lo es.

La cuestión que nos ocupa en este artículo no es decidir quién está en lo cierto y quién no. Es hacer ver que podemos considerar cualquier otro debate controvertido de la izquierda y tratarlo de manera similar a cómo Chomsky trata la hipótesis JFK. Como ejemplo, dos casos en los cuales estoy más interesado implican las hipótesis: (1) que en la búsqueda de una manera mejor de organizar nuestra economía deberíamos considerar incorporar a los mercados para la redistribución porque es la manera más eficiente y productiva y la menos perjudicial para conseguir una redistribución ordenada a gran escala; y (2) que en el esfuerzo para transmitir ideas y visiones radicales a una audiencia más amplia deberíamos adecuar nuestro lenguaje y nuestras acciones para acceder más fácilmente a los medios de masas escritos y audiovisuales. Hipótesis adicionales que gente de la izquierda probablemente esté considerando incluyen: la organización leninista es muy adecuada  para propósitos revolucionarios en la vida en los países industrializados. Si la sociedad va a convertirse en una menos opresiva, será principalmente con unos cambios conseguidos electoralmente. Los radicales necesitan dinero para conseguir este cambio y los ricos lo tienen, por lo que las ansias de cambio de los radicales deberían hacerles centrar sus esfuerzos en conseguir recursos financieros de  los sectores ricos de la población, ...

En cada caso pueden ocurrir diferentes tipos de debate. Partidarios y detractores de las hipótesis en cuestión pueden vociferarse irracionalmente sus preferencias los unos a los otros, sin recurrir para nada a la evidencia y a la inferencia lógica, sin que nadie nunca cambie de pensar, nadie aprenda nada,  produciéndose fricciones y tensiones múltiples, etc. De hecho, incluso si una parte de las dos que debaten se desplaza hacia una postura más racional, sigue haciendo falta una pareja para bailar. No se producirá ningún progreso sin que ambas partes abandonen las posturas dogmáticas. Sin embargo, hay más de una manera de ser racional. Por ejemplo, cada parte podría argumentar a favor de su posición basándose en una teoría predilecta, haciendo notar que la teoría sostiene sus afirmaciones. Entonces el debate da un paso atrás. ¿Por qué tendría cualquiera de las dos partes creer la teoría de la otra parte? De esta manera podría producirse una vuelta al debate airado e irracional. Otra posibilidad es que cada lado, guiado, naturalmente, por su propia teoría, presente una extensa argumentación con hechos, suposiciones y inferencias lógicas delineadas claramente. Entonces es posible un debate real. Habremos conseguido ir más allá de planteamientos dogmáticos y de una discordia presidida por una racionalidad demasiado limitada para lograr un debate real claro sobre afirmaciones comprobables e inferencias.

Naturalmente, para llegar tan lejos se requiere un esfuerzo, ya que una racionalidad que sea cuidadosa con cada paso en un argumento comporta un duro trabajo, y hacer este esfuerzo sólo vale la pena cuando las hipótesis en cuestión tienen mucho interés, sea en virtud de su importancia o porque  mucha gente las crea o no. Pero, por lo menos sabemos qué procedimientos altamente racionales auguran la posibilidad de un progreso, y qué procedimientos irracionales o débilmente racionales no. Si estamos de acuerdo en eso, el progreso tendría que ser posible, sea para decidir nuestro punto de vista sobre la hipótesis JFK, o sobre los mercados, o sobre cómo relacionarse con los grandes medios de comunicación, o sobre la organización leninista, o sobre política electoral, o sobre financiación, etc.