Popper,
K. (1984): Contra las Grandes Palabras ("Against Big Words"),
en Popper, K. (1992): In Search of a
Better World. Lectures and Essays from Thirty years. London/NY:
Routledge (Traduccion: José Padrón)
Karl Popper:
CONTRA LAS GRANDES PALABRAS
(Carta originalmente escrita sin intenciones de publicación)
PREFACIO.
Hace unos catorce años recibí una carta
de Herr Klauss Grossner, de quien no había oído hablar hasta entonces.
Mencionaba a mi amigo Hans Albert y me pedía una entrevista escrita sobre el
estado de la filosofía (la alemana). Estuve de acuerdo con gran parte del
contenido de la carta y, aunque discrepaba en algunos aspectos, de todos modos
me parecía que no valía la pena la discusión y, así, le respondí sus
preguntas a pesar de mis reservas. En una siguiente correspondencia, Herr
Grossner me pidió autorización para publicar, en un libro que él estaba
preparando, aquellas partes de mi carta que aparecen aquí abajo. A pesar de
nuevas dudas, le di la autorización, pero sólo para su libro: retuve todos mis
derechos de autor y le hice énfasis en que la colaboración mía en ese libro
no po-día ser reimpresa sin mi expreso consentimiento. Sin embargo, al poco
tiempo apareció un extracto (con el excelente título “Contra las Grandes
Palabras” [“Wieder die Großen Worte”]) en el semanario Die
Zeit, sin mi permiso y sin mencionar mis derechos (en Alemania y Austria a
menudo se violan considerablemente los derechos de autor). Dado que mi carta ha
sido ya impresa dos veces en extractos y ha sido incorrectamente citada en
muchas ocasiones, decidí reimprimir aquí la sección previamente publicada,
sin hacerle enmienda alguna y no obstante su agresividad. Lo que escribí fue lo
siguiente.
En respuesta a sus cuatro preguntas (o grupos de preguntas):
1. Comencé siendo socialista en la escuela
secundaria, pero no encontré la escuela muy estimulante. La dejé a los 16 años
y volví sólo para presentar los exámenes de ingreso a la universidad. A los
17 (1919) seguía siendo socialista, pero me había convertido en opositor de
Marx (como resultado de ciertos encuentros con comunistas). Ulteriores
experiencias (las de los burócratas) me hicieron intuir, aún antes de la
llegada del fascismo, que el creciente poder de la maquinaria del estado
constituye el peligro supremo para la libertad personal y que, por tanto,
tenemos que mantenernos en combate contra esa maquinaria. Mi socialismo no era sólo
una postura teórica: yo aprendí ebanistería y presenté examen de obrero
calificado (en contraste con mis amigos socialistas intelectuales). Trabajé en
hogares de niños. Fui maestro de primaria. Mucho antes de terminar mi primer
libro (“Los Dos Problemas Fundamentales
de la Epistemología”, no publicado sino en 1979), no tenía intención de
ser profesor de Filosofía (La “Lógica
de la Investigación Científica” se publicó en 1936 y para Navidad de
1936 vine a aceptar un nombramiento en Nueva Zelandia).
He mantenido muchas ideas e ideales de mi juventud socialista en mi
vejez. En particular:
Todo intelectual tiene una responsabilidad muy especial. Tiene el
privilegio y la oportunidad de estudiar. A cambio, él le debe a la sociedad el
compromiso de representar los productos de su estudio en el modo más simple,
claro y modesto que pueda. Lo peor que pueden hacer los intelectuales -el pecado
capital- es intentar erigirse en grandes profetas por encima de los demás seres
humanos e intentar impresionarlos con filosofías enredadas. Quien no puede
hablar con sencillez y claridad debería quedarse callado hasta que pueda
hacerlo.
Durante
el Congreso de Filosofía en Viena, en 1968, fui invitado a dos programas de TV
dedicados a discusiones entre filósofos y me sorprendí al encontrar a Bloch
entre ellos. Tuvimos algunos desacuerdos insignificantes (dije, con toda
sinceridad, que soy demasiado torpe para entender la forma en que él se
expresa). Al término de la discusión,
el moderador, Dr. Wolfgang Kraus, nos dijo: ‘dígannos por favor, en una
frase, lo que en opinión de ustedes más se necesita’. Yo fui el único en
dar una respuesta breve: ‘más bien, más modestia intelectual’.
Soy antimarxista y liberal. Pero admito que tanto Marx como Lenin
escribieron de una manera simple y directa. ¿Qué habrían dicho ellos de la
pomposidad de los neo-Dialécticos? Habrían usado términos más asperos que
el de ‘pomposidad’ (en mi opinión, el libro de Lenin contra el empirio-criticismo
es excelente).
En respuesta a su pregunta acerca de los problemas sociales que subyacen
en mis trabajos:
Todos mis trabajos filosóficos están conectados con problemas no filosóficos.
Escribí sobre esto en 1952 (ver Conjeturas
y Refutaciones p. 72): ‘los genuinos problemas filosóficos están
enraizados en urgentes problemas ubicados más allá de la filosofía y mueren
si decaen esas raices’. Y cité ejemplos de áreas en las cuales se enraizan
los problemas: política, vida social, religión, cosmología, matemática,
ciencias naturales e historia. Una descripción de estas ‘raices’ de mi ‘Lógica
de la Investigación Científica’ puede verse en el capítulo 1, pp. 33-38, de
“Conjeturas y Refutaciones” (esta
obra no ha sido todavía traducida al alemán, porque no consigo un buen
traductor; envío [para Ud.] una copia por correo).
Para “La Pobreza del Historicismo” vea por favor mi dedicatoria en ese
libro (p. v), al final de mi prefacio a la edición alemana (el último párrafo
de la p. viii hasta el final de la p. ix).
Para la “Lógica
de la Invetigación Científica” vea por favor la primera página
de la introducción de la tercera edición alemana (p. 25).
2. Volveré sobre esto más adelante.
3. Para este momento estoy trabajando en mis
colaboraciones a un volumen de la ‘Biblioteca de Filósofos Vivos’, editada
por Paul Arthur Schilpp (creo que algunos de estos volúmenes también han
aparecido en Alemania, incluyendo el de Einstein). El volumen en el que trabajo
se llama “La Filosofía de Karl Popper”
y contiene (a) una -así llamada- ‘Autobiografía Intelectual’, (b) artículos
críticos en torno a veinticinco personajes (incluyendo algunos científicos así
como filósofos) y (c) mis respuestas.
Mis escritos corrientes están ampliamente dedicados a la lucha contra el
irracionalismo y subjetivismo en Física y en otras ciencias, especialmente las
sociales. Mis trabajos son, como siempre, intentos por formular problemas
complejos con la mayor precisión posible tratando luego de resolverlos (aún
mis trabajos científicos, lógicos -por ejemplo, sobre Física- son intentos
por resolver problemas que se conectan con nuestros males sociales y políticos).
También retomo una y otra vez problemas que ya he resuelto hace muchos años,
unas veces para fijar la solución, por ejemplo, otras veces para identificar
los nuevos problemas que surgen de la solución sugerida o para establecer
nuevas vinculaciones. He aquí una lista de esos problemas:
El problema de la demarcación:
ciencia/no ciencia, racionalidad/irracionalidad.
El problema de la Inducción
en todas sus formas, incluyendo el problema de las propensiones, los universales
y la ‘esencia’; el problema de la definición (la imposibilidad de la
definición de los postulados y la naturaleza ‘no esencialista’ de toda
definición).
El problema del realismo
(contra el positivismo); la metodología de las ciencias naturales y las
humanidades.
El
rol de los problemas y de las situaciones problemáticas en las ciencias
sociales y en la historia. El problema de la solución general de problemas.
Problemas de la objetividad:
la teoría de la verdad de Tarski; contenido de verdad, aproximación a la
verdad. La objetividad en lógica matemática (teoría de la deducción), teoría
de la probabilidad. La probabilidad en Física. El problema del tiempo y de la
dirección del tiempo.
El estado de la teoría de la selección natural de
Darwin: mejoramiento de la teoría de la selección natural (explicación
selectiva de las tendencias de desarrollo). Lenguaje humano y subdesarrollo. El
lenguaje de las insinuaciones políticas.
Indeterminismo y selección. Teoría del ‘tercer
mundo’ y de los valores lógicos y no lógicos.
El problema mente-cuerpo:
una gran cantidad de problemas históricos, especialmente acerca de la historia
de las teorías (desde Hesíodo y los presocráticos directamente hasta la teoría
cuántica).
Esta es un larga lista (la cual será en parte incomprensible a
cualquiera que no conozca mi trabajo). Con todo, he omitido muchos y aún continúo
trabajando en éstos y en otros problemas.
4. Nunca, según creo, he escrito una palabra
sobre Marcuse. A mi modo de ver, es insustancial verse envuelto en esa diatriba
(vease el punto 2 abajo. ¡Una ciénaga!).
Si recuerdo bien, conocí a Marcuse
en 1916 en California (aunque estuvimos al mismo tiempo en Harvard en
1950), pero no discutimos nada. De Marcuse tengo la misma opinión que tiene mi
amigo y colega Cranston.
Ya escribí sobre el esteticismo en el capítulo 9 del volumen 1 de “La
Sociedad Abierta y sus Enemigos” (cuya traducción alemana es,
lamentablemente, pobre. Véase el epígrafe de Roger Martin du Gard). En
conjunto, Marcuse simplemente repite lo que dice Mourlan en du Gard. Mi crítica
puede verse en el capítulo 9 de “La
Sociedad Abierta”. Desde luego, escribí esa crítica mucho antes de que
Marcuse adoptara su actual postura (`filosofía negativa’) y du Gard ya había
publicado su libro en 1936-40.
A mi modo de ver, la diferencia entre los idealistas del fascismo y
Marcuse es casi insignificante.
Ahora vuelvo a su pregunta número 2.
2. Este grupo de preguntas en su carta abarca un
gran ámbito. Debo comenzar con mi teoría epistemológica.
Dice
usted que leyó mis trabajos; pero, por favor, dele otro vistazo a mi Segunda Tesis en la p. 103 del libro de Adorno sobre La
Disputa Positivista. La tesis de que no sabemos nada es fuertemente
intencionada. Es importante nunca olvidar nuestra ignorancia. Nunca,
por tanto, deberíamos pretender
saber algo y nunca debe-ríamos usar palabras grandilocuentes.
Lo que antes llamé ‘pecado capital’ (punto 1), -la presuntuosidad de
los medianamente educados- es simplemente lanzar palabras al aire profesando una
sabiduría que no se posee. La receta consiste en tautologías y trivialidades
condimentadas con paradójicos disparates. Otra receta es: escriba alguna
pomposidad escasamente comprensible y añada trivialidades de vez en cuando.
Esto lo disfrutará el lector, quien se sentirá lisonjeado por encontrar en un
libro tan ‘profundo’ pensamientos que él ya tuvo alguna vez (cualquiera
puede ver en estos días que las nuevas ropas del emperador están de moda).
Cuando un estudiante llega a la universidad, no sabe qué criterios
aplicar y, así, adopta los que encuentre. Y como los estándares intelectuales
en la mayoría de los departamentos de Filosofía (y especialmente de Sociología)
permiten la pomposidad y el presunto conocimiento (toda esta gente parece saber
muchísimo), aún las mejores inteligencias quedan desviadas. Y aquellos
estudiantes que son irritados por los falsos supuestos de la filosofía
‘dominante’ se convierten en oponentes de la filosofía y con razón.
Entonces ellos creen, equivocadamente,
que tales supuestos son los de la ‘clase dominante’ y que una filosofía
influida por Marx sería mejor. Pero el disparate de la moderna izquierda es aún peor que el de la moderna derecha.
¿Qué han aprendido los neo-Dialécticos? No han aprendido lo difícil
que es resolver problemas y acercarse a la
verdad. Sólo han aprendido a ahogar a los demás seres humanos en un mar de
palabras.
En consecuencia, no me gusta discutir con esas personas: no tienen estándares.
Tal vez le interese saber que durante todo el período de agitación
estudiantil, en mi departamento (de Filosofía, Lógica y Método Científico)
en la London School of Economics no hemos tenido hasta ahora sino un solo
estudiante revolucionario. Y él ha tenido tanta oportunidad de expresar sus
puntos de vista que no tiene motivos de queja. Mis colegas del departamento y yo
nunca hemos enseñado en forma
autoritaria o dogmática. Siempre (desde que me encargué del departamento en 1946) se les
pidió a nuestros estudiantes que interrumpieran las conferencias cuando no
entendieran algo o cuando no estuvieran de acuerdo; y nunca fueron tratados
condescendientemente. Nunca nos hemos mostrado como grandes pensadores. Hago
insistentemente énfasis en que no quiero convertir a nadie: simplemente planteo
problemas y soluciones tentativas ante los estudiantes. Por supuesto, aclaro muy
bien cuál es mi posición, qué me parece correcto y
qué creo que es falso.
Así, no propongo ninguna doctrina filosófica ni ninguna revelación (a
diferencia de todos lo que usted menciona en su carta con la excepción de Hans
Albert). Más bien, pongo por delante problemas y soluciones tentativas y éstas
son examinadas críticamente.
Esto arroja alguna luz sobre la gran diferencia que me separa de los
otros filósofos que usted menciona. Muy pocos de ellos resuelven problemas.
Dudo al decirlo, pero creo haber resuelto una cadena completa de problemas filosóficos
realmente fundamentales, como por ejemplo el de la inducción (estas soluciones
tentativas han producido, como siempre, nuevos y fértiles problemas).
Aunque he tenido un éxito en gran medida inmerecido, se suele pasar por
alto el hecho de que he resuelto problemas (Hans Albert es la gran excepción en
Alemania). La mayoría de los filósofos son incapaces de reconocer un problema
o una solución, aún cuando les salten a la vista: tales cosas simplemente caen
fuera de su campo de interés.
No quiero discutir los trabajos de estos filósofos. Hacerlo sería (como
dijo una vez mi amigo Karl Menger) hundirse tras de ellos, espada en mano, en la
ciénaga en que ya ellos chapotean, sólo para hundirse junto con ellos (Hans
Albert corrió ese riesgo sin haberse hundido todavía). En vez de criticarlos,
trato de sentar nuevos y mejores estándares discutiendo soluciones a problemas.
Tal vez esto suene arrogante. Sin embargo, me parece la única vía correcta de
acción. Esto explica por qué jamás publiqué ni una palabra sobre Marcuse ni
sobre Ha-bermas (hasta la aparición de mi carta en el Times
Literary Supplement el 26 de marzo de 1970, de la cual le estoy enviando una
copia).
La tesis básica de Adorno y Habermas en “La
Disputa Positivista” es la afirmación (hecha por Mannheim) de que el
conocimiento factual y
los juicios
de valor
en sociología están
indisoluble-mente vinculados. Traté todo ese tópico en mi crítica de
Mannheim [La Sociedad Abierta, vol. 2,
La Pobreza del Historicismo; también
la Disputa Positivista, desde el último
párrafo anterior a la 11a. tesis hasta la 13a. tesis], en la cual trato de
probar no la falsedad, sino más bien la trivialidad e irrelevancia de la
sociología del conocimiento de Mannheim. Mis opositores sólamente repiten la
tesis de Mannheim una y otra vez, en viejas o nuevas palabras, en lugar de
proveer una discusión seria de mis planteamientos. Claramente, esto no responde
a mis críticas.
Vuelvo ahora a un nuevo punto, que se relaciona con su
diccionario filosófico (en el artículo suyo), y en el cual critico ese
diccionario.
5. Nunca polemizo acerca de las palabras. Pero
las expresiones ‘Positivismo’ y ‘Neo-Positivismo’,
que han sido introducidas en este debate por Habermas, tienen una historia casi
risible.
a)
Positivismo: la expresión fue
introducida por Comte. Originalmente denotaba la siguiente posición epistemológica:
existe un conocimiento positivo, es decir, no hipotético. Este conocimiento
positivo debe ser establecido como punto de partida y como base.
b)
Positivismo moral y jurídico: los críticos
de Hegel (incluyéndome a mí mismo, por ejemplo, en La
Sociedad Abierta) han argumentado que la teoría hegeliana según la que
‘todo lo que es razonable es real’ es una forma de positivismo: los valores
legales y morales (la justicia, por ejemplo) son sustituidos por hechos
positivos (costumbres y leyes prevalecientes. Es precisa-mente esta
conbinación hegeliana de hechos y valores lo que todavía obsesiona a Habermas:
son los restos de este positivismo lo que le impide distinguir lo normativo de
lo factual). La mezcla positivista de valores (normas) y hechos es una
consecuencia de la epistemología hegeliana; más aún, un positivista epistemológico
consistente tiene que ser también un positivista moral y jurídico. Esto
significa, como expliqué en La Sociedad
Abierta, que:
Derecho = Poder
O,
también, que:
Poder de Hoy = Derecho
Una
posición que rechazo firmemente es el futurismo moral:
Poder de Mañana = Derecho
c)
El Positivismo de Ernst Mach: Mach y
luego Bertrand Russell aceptaron el sensacionismo de Berkeley en algunos de sus
trabajos:
esse = percipi,
(N.
del T.: "existir = ser percibido")
es
decir, en términos generales: no existe otra cosa que las sensaciones. Ellos
combinaron esto con el positivismo de Comte: el Conocimiento consiste en descripciones
de hechos (y no en explicaciones e hipótesis).
d)
El ‘Positivismo Lógico’ del Círculo
Viena combinó el positivismo de Mach y Russell con la filosofía
‘logicista’ de la matemática de Russell (a esto se le llamó entonces, y se
le suele llamar ahora, ‘Nuevo Positivismo’).
e)
Me toca a mí ahora.
He argumentado contra toda forma de positivismo, estando tanto en Viena,
1930-7, como en Inglaterra, 1935-6.
En 1934 publiqué la “Lógica de
la Investigación Científica”. Fue una crítica al positivismo. Pero
Schlick y Frank, los lideres del Círculo de Viena, fueron tan tolerantes que
aceptaron el libro para una serie que estaban editando.
Uno de los resultados de esta tolerancia fue que todo
el que apenas ojeó este libro me tomó por positivista.
Esto terminó en un mito ampliamente creído: Popper,
el Positivista. Este mito fue perpetrado en incontables discursos, en notas
de pie de página y en cláusulas subordinadas. Una vez que alguien ha
‘aprendido’por esa vía que yo soy positivista, y una vez que se ha
comprometido públicamente con esta opinión, trata entonces de alterar
posteriormente el concepto de positivismo para que me pueda ser aplicado. Esto
ha sucedido ya de vez en cuando, especialmente con gente que, o no ha leido mis
libros en absoluto, o sólo los ha leido muy superficialmente. Todo
esto carece relativamente de importancia, ya que sólo es cuestión de
palabras (‘Positivismo’) y yo no peleo por palabras.
Sin embargo, mi posición no podría estar más alejada del positivismo
(el único parecido es que me intereso mucho en Física y en Biología, mientras
que los hermenéuticos no tienen el más mínimo interés en ninguna de las
ciencias naturales). En particular, soy:
-anti-inductivista
-anti-sensacionista
-campeón
de la primacía de lo teórico y lo hipotético
-realista.
Mi epistemología implica que las ciencias naturales no comienzan con
‘mediciones’, sino con grandes ideas y que el progreso científico no
consiste en acumulación ni clarificación de hechos, sino en ideas intrépidas
y revolucionarias, que entonces son sometidas a aguda crítica y examen.
En lo concerniente a las Ciencias Sociales, hago énfasis en un enfoque
práctico: el combate a los males, al sufrimiento evitable y a las evitables
carencias de libertad (en contraste con las promesas de un paraíso en la
tierra). En el área de las Ciencias Sociales lucho contra el hábito de
falsificar las cosas.
En realidad, mi posición se halla tan divorciada del positivismo como lo
está (por ejemplo) la de Gadamer.
Mire, yo descubrí -y esa es la base de mi crítica al positivismo- que
las Ciencias Naturales no proceden de un modo positivista, sino que en general
emplean un método que funciona con ‘prejuicios’. Pero, en lo posible, usan
nuevos prejuicios, prejuicios que puedan ser criticados y sometidos a crítica severa
(véase al respecto la “Lógica de la
Investigación Científica”, 1934, publicada primero en inglés). He usado
la palabra ‘prejuicio’ en este sentido y he mostrado que Bacon, quien
denunció los prejuicios, malinterpretó el método de las ciencias naturales; véase
mi opúsculo “Sobre las Fuentes del
Conocimiento y la Ignorancia”, 1960, reimpreso en mi antología “Conjeturas
y Refutaciones”, especialmente la p. 14.
En consecuencia, lo que me separa de Gadamer es una mejor comprensión
del ‘método’ de las ciencias naturales, una teoría lógica de la verdad y
una actitud crítica. Pero mi teoría
es tan antipositivista como la de él y he mostrado, además, que la
interpretación textual (hermenéutica) emplea métodos genuinamente científicos.
Además, mi crítica al positivismo fue asombrosamente exitosa. Luego de muchos
años esto fue ampliamente aceptado por los miembros del Círculo de Viena
sobrevivientes; tal es el caso de John Passmore, historiador de la filosofía,
quien llegó a escribir: ‘El positivismo está tan muerto como ningún otro
movimiento filosófico pudo haberlo estado’.
No pienso mucho en palabras y nombres. Pero el término
‘(Neo)Positivismo’ no es más que un síntoma del extendido hábito de
criticar antes de leer. Debo aclarar esto a propósito de su diccionario filosófico.
No trabajo con personas que discuten cosas en términos de este tipo de
estribillos o etiquetas. Véase el comentario a Menger, arriba. Esto sólo
conduce al infinito lodazal de los debates escolásticos acerca de las palabras.
Por mi parte, pienso hacer mejor uso de mi tiempo, estudiando problemas más
urgentes (la tarea de leer y refutar la “Lógica de la Investigación Científica” parece haber recaido
sobre Herr Wellmer, ya que los demás miembros de la Escuela de Frankfurt no
tuvieron tiempo para ello; en manos
suyas, la “Verdad
y Método” de Gadamer
se convierte en la antítesis de la epistemología y la metodología. Pero nunca
las cosas encajan unas con otras).
Adorno y Habermas están todo menos claros en su crítica a mi posición.
En pocas palabras, creen que, como mi epistemología es (creen ellos)
positivista, eso me fuerza a defender el status
quo social. Dicho de otro modo, mi (supuesta) epistemología positivista me
obliga a aceptar un positivismo moral y jurídico (lo cual constituyó
precisamente mi crítica a Hegel). Lamentablemente, pasaron por alto el hecho de
que, aunque ciertamente soy liberal (no revolucionario), mi teoría epistemológica es una
teoría del crecimiento del conocimiento a
través de
revoluciones intelectuales y
científicas (o a través de nuevas y grandes ideas).
Adorno y Habermas ignoran lo que están criticando e ignoran, además,
que su propia teoría de la conexión analíticamente indisoluble entre valores
y hechos es un positivismo moral y jurídico derivado de Hegel.
Resumen del libro sobre la llamada ‘Disputa
Positivista’
Este libro se halla navegando con una bandera que no le toca. Mi artículo,
que fue el primero tanto en tiempo como en estructura lógica y que realmente
suscitó la elaboración de todos los demás artículos, tuvo la intención de
ser la base para una discusión. Consistía en ventisiete tesis formuladas
claramente y con precisión, que habrían de ser discutidas. No obstante, mis
tesis apenas si se mencionan en el curso de ese largo libro y mi artículo,
colocado en el medio, quedó ahogado en un mar de palabras. Ninguna reseña ha
mencionado que mis tesis y argumentos hubieran sido respondidos alguna vez. El método
(a falta de argumentos, torrente de palabras) tuvo éxito y mis tesis y
argumentos ahogados, han sido olvidados.
Pero todo esto (o sea, toda la ‘Disputa Positivista’) simplemente ha
andado sobre un terreno muy poco confiable y su insignificancia es casi
grotesca.
Resumen global
Aunque
casi siempre trabajo sobre problemas científicos estrictamente definidos, hay
un reto que de ordinario recorre toda mi obra: el estar siempre a
favor del argumento crítico, contra
las palabras vacías y contra la presuntuosidad e inmodestia intelectual y
contra la traición de los intelectuales, como lo llamó Julien Brenda (ver la
4a. y 5a. ediciones inglesas de “La
Sociedad Abierta”, vol. II, p. 393). Estoy convencido de que nosotros, los
intelectuales, somos responsables de casi todas las miserias, ya que no nos
esforzamos lo suficiente en ser intelectualmente honestos (por tanto, es
probable que al final triunfe el anti-intelectualismo más testarudo). En “La
Sociedad Abierta” repito esto en cientos de ataques diferentes a los
falsos profetas y en esto no tengo pelos en la lengua. Hice, por ejemplo, un par
de breves comentarios muy ásperos acerca de Jaspers y Heidegger (ver índice de
nombres en “La Sociedad Abierta”, vol. II, ediciones inglesa y alemana).
Parece que a Ud. le gustaría conocer mis razones para rehusarme a
discutir con el Prof. Habermas.
He aquí mis razones: (1) las citas del Prof. Habermas desde el principio
de su postscriptum al debate entre Popper y Adorno, en la ‘Disputa
Positivista’ (nota bene: nunca publiqué una sola palabra sobre Adorno
ni Habermas
hasta el
26 de marzo de 1970) y (2) mis propias traducciones. Muchos
lectores pensarán que fallé en traducir adecuadamente el original. Tal vez estén
en lo cierto. Soy un traductor razonablemente experto, pero quizás demasiado
estúpido para ese trabajo. Sea como fuere, hice todo lo que pude:
To the original
I feel
I must appeal,
And
render faithfully
the holy
text
In my beloved
German next
(N.T:
Goethe, Fausto; traducción de Popper
del original alemán)
No es propósito de mi traducción evitar palabras extranjeras, siempre
que tengan un significado claro (cooperación = trabajo de grupo, antagonismo =
oposición). Más bien, lo único que me interesa es poner en claro, tanto como
sea posible, el contenido informacional -algo exiguo- de cada frase, aunque ello
implique una traducción más larga que el original.
Habermas comienza con una cita de Adorno, a quien aplaude (p. 155):
CITAS DEL ENSAYO DE HABERMAS |
MI
‘TRADUCCIÓN’ |
La totalidad social no llega a ninguna vida por sí
misma, por encima de los elementos que ella une y de los cuales ella misma
se compone |
La
sociedad consiste en conexiones sociales. |
Ella se produce y reproduce a sí misma a través
de sus elementos individuales. |
Estas
diferentes conexiones de algún modo
producen la sociedad. |
Ya no sigue siendo posible separar esta totalidad
de la vida, de la cooperación y del antagonismo de sus elementos |
Entre
esas conexiones se hallan la cooperación y el antagonismo. Y, dado que
(como se afirmó antes), la sociedad consiste de esas conexiones,
la misma
no puede ser separada de ellas. |
Ninguno de sus elementos puede ser concebido
simplemente en términos de sus funciones, sin una consideración del
todo, cuya esencia es inherente al movimiento de cada una de las entidades
individuales mismas. |
Pero lo contrario es también cierto: ninguna de las conexiones
puede ser concebida sin las otras. |
El sistema y la entidad individual son recíprocos
y sólo pueden ser concebidos en su reciprocidad. |
(Repetición
de lo anterior). |
(Nota:
la doctrina aquí presentada sobre la unidad ha sido expresada innumerables
veces y, con bastante frecuencia, mejor que aquí; pero las palabras resultan
cada vez más altisonantes).
Ahora el mismo Prof. Habermas escribe:
Adorno concibe la sociedad en términos de categorías,
las cuales no niegan su procedencia de la lógica de Hegel. |
Adorno usa una terminología que recuerda a Hegel. |
El ve la sociedad como una totalidad en sentido
estrictamente dialéctico, que prohíbe la comprensión del todo en términos
de la afirmación de que éste es más que la suma de sus partes . |
Esa
es la razón por la cual (sic) él no afirma que el todo es más que la
suma de sus partes. |
Ni tampoco la totalidad es una clase cuyos parámetros
lógicos puedan ser determinados mediante un amalgamiento de todos los
elementos constituyentes. |
Ni tampoco la totalidad es (sic) una clase de elementos. |
Y así sucesivamente. Por ejemplo, más adelante en la misma página encontramos:
Las teorías son esquemas de ordenamiento que
podemos construir como querramos dentro de un marco de trabajo sintácticamente
limitante. |
Las
teorías deberían ser construidas sin reglas gramaticales. Aparte de eso,
uno puede decir allí cualquier cosa que a uno le guste. |
Estas teorías prueban su utilidad en algún
dominio particular de objetos si satisfacen su diversidad real. |
Las teorías pueden ser aplicadas a un campo específico,
mientras resulten aplicables. |
Lamentablemente, muchos sociólogos, filósofos, et. al.,
tradicionalmente se interesan, como trabajo profesional, en el ilusorio juego de
hacer complejo lo que es simple y de hacer difícil lo que es trivial. Es lo que
han aprendido a hacer y enseñan a los demás a hacer lo mismo. Al respecto no
hay nada que hacer. Ni Fausto pudo cambiar las cosas. Por ahora hasta nuestros
mismos oídos se han deformado, de modo que no pueden oir más que palabras
grandilocuentes.
‘Men do believe, if they hear words,
There must be thoughts to go with them.’
(N.T: Traducción de Popper del original alemán)
Es por eso que Goethe sigue hablando del gran poder oculto que tiene este
conocimiento mágico:
‘But if you can’t think,
Just give me a wink,
And I give it to you for nothing’
(N.T: Traducción de Popper del original alemán).
Como ya Ud. sabe, soy opositor de Marx. Pero entre tantos de sus
comentarios que yo admiro está el siguiente: ‘La Dialéctica en su forma
mistificada se convirtió en la moda alemana...’ Y aún es así.
Esta
es mi excusa para no participar del debate en cuestión, prefiriendo trabajar en
formular mis ideas con tanta sencillez como sea posible. Esto no suele ser fácil.
NOTA (1984)
La
cita de Marx (al final de mi carta) está tomada de “Das
Kapital”, 2a. edición, 1872, p. 822. Antes, en esa misma página, Marx
había escrito: `Critiqué el aspecto mistificador de la dialéctica hegeliana
hace casi 30 años, cuando todavía estaba de moda’.
Marx no llegó a sospechar que esa moda podía perdurar, tal vez para
siempre.