BACON, FRANCIS (1561-1626), nac. en Londres, estudió en Cambridge, ejerció varios cargos (como el de abogado de la Corona y el de Fiscal general), fue nombrado Lord Canciller y Barón de Verulamio en 1618 y Vizconde de St. Albans en 1621. Acusado de concusion, fue juzgado y encarcelado por un tiempo hasta que se ' le rehabilitó. Considerado por algunos corno el fundador de la filosofía moderna, es visto por otros como un pensador esencialmente «renacentista» y aun en algunos aspectos inmerso en formas de pensar medievales. La primera opinión se basa en su propuesta de reforma de las ciencias; la segunda, en su uso de ciertas nociones -como la de forma- que, aunque en sentido distinto del aristotélico, pertenecen más bien a la «tradición» que al pensamiento «moderno». Esta última opinión es reforzada con la advertencia de que, no obstante sus pretensiones de modernidad, el pensamiento de Bacon se desarrolló con independencia de las corrientes que daban origen en la misma época a la ciencia natural matemática.

Fundamental en la obra de Bacon fue la pretensión de proporcionar un nuevo Organon o instrumento que sustituyera al viejo Organon aristotélico, incapaz, a su entender, de servir de fundamento a las ciencias y en particular incapaz de servir de método de descubrimiento. A tal fin, Bacon procedió a criticar la sabiduría antigua y tradicional -que consideró como expresando la juventud y no la madurez del saber humano-; semejante «sabiduría» conduce a una vana especulación sobre cosas invisibles en vez de proporcionar verdades basadas en hechos. Estas verdades solamente pueden conseguirse cuando el hombre se reconoce como un sirviente e intérprete de la Naturaleza, cuando el poder humano es identificado con el conocimiento humano y cuando las artes mecánicas son aceptadas como el fundamento de la nueva filosofía. La verdad no depende de (ni se funda en) ningún razonamiento silogístico, el cual es meramente formal; depende del experimento y de la experiencia guiada por el razonamiento inductivo. Ahora bien, antes de precisar en qué consiste tal razonamiento, Bacon considera necesario combatir los falsos supuestos y en particular los ídolos, que obstruyen el camino de la verdadera ciencia. Así, en vez de las anticipaciones de la Naturaleza (fundada en opiniones y en dogmas), Bacon propone la interpretación de la Naturaleza, la cual es «una razón obtenida de los hechos por medio de procedimientos metódicos» (Novum Organum, 1, xxvi). El hombre de ciencia verdadero debe ser un guía, y no un juez. Bacon reconoce que sus proposiciones no son de fácil comprensión, pues los hombres suelen comprender lo nuevo sólo por referencia a lo viejo (ibid., 1, xxxiv). Por este motivo hay que usar a veces de comparaciones que permitan hacerse una idea aproximada del nuevo método. Una de tales comparaciones -la más célebre de ellas- es la que figura en el aforismo xcv del libro 1 del citado Novum Organum: los hombres de experimento son como hormigas que solamente recogen; los razonadores son como arañas que lo extraen todo de su propia substancia; los verdaderos filósofos deben ser como las abejas, que recogen materiales, pero los transforman mediante un poder propio. Solamente de este modo se conseguiría una filosofía natural pura, libre de las corrupciones de la lógica aristotélica y de la teología natural platónica. El método adecuado para obtenerla es el paso de los particulares a los «axiomas menores», de ellos a los «axiomas medios» y, finalmente, de éstos a las proposiciones más generales. Debe ser un paso sucesivo y no interrumpido, para que no se interponga en él ningún razonamiento vacío y para que haya siempre en el proceder científico una suficiente cautela. Se trata de una cautela que se aproxima al escepticismo, pero que no se confunde con él, pues mientras los escépticos proponían una suspensión o eucatalepsia, Bacon propone una eucatalepsia o acopio de medios para entender verdaderamente la realidad, es decir, para proporcionar a los sentidos la guía -no la imposición o la supresión- del entendimiento.

Librarse de los falsos ídolos es indispensable si se quiere desbrozar el camino para el recto conocimiento y la justa aplicación de las reglas mediante las cuales se obtienen las «formas», es decir, el verdadero conocimiento de las realidades. Las «formas» no son esencias eternas e inmutables, conocidas innatamente: son causas eficientes, procesos latentes y configuraciones latentes. De ellas se ocupan los que están realmente versados en la Naturaleza, como el mecánico, el matemático, el médico, el alquímico y el mago (en el sentido no peyorativo de ‘mago’) (Novum Organum, Aforismos, Libro, I, V). Las reglas con el fin de obtenerlas o, mejor dicho, las reglas para investigar y descubrir la verdad son dos: «Una corre aceleradamente de los sentidos y cosas particulares a los axiomas [principios] más generales, y de éstos, en tanto que principios, y de su supuesta verdad indisputable, deriva y descubre los axiomas intermedios. Este es el procedimiento que hoy se usa. El otro construye sus axiomas a partir de los sentidos y cosas particulares, ascendiendo continuamente y gradualmente, hasta que finalmente llega a los axiomas más generales. Este es el procedimiento verdadero, pero no intentado hasta ahora» (ibid., 1, XIX). A veces se ha llamado inducción al procedimiento que Bacon propugna, y que es el término que el propio Bacon usa con frecuencia, pero como 'inducción' se ha entendido de varios modos, se ha introducido en ocasiones el término 'educción'.

Según Francis Bacon, tres distintas actividades, correspondientes a tres facultades, concurren al mismo propósito: la formación de una historia natural y experimental, realizada por los sentidos; la formación de tablas (de esencia y presencia, de desviación o de ausencia en proximidad, de grados o de comparación) y disposición de ejemplos, realizada por la memoria, y el uso de la inducción (verdadera y legítima) mediante el entendimiento o razón. Esta última actividad es especialmente importante; como dice Bacon, es «la llave de la interpretación». Mas para ejercerla propiamente es menester no confundirla con la inducción clásica, en la cual se empieza con el examen de fenómenos particulares, se busca una hipótesis, se comprueba si se aplica a tales fenómenos y, en caso afirmativo, se convierte en un principio que explica lo que los fenómenos particulares son en su esencia. La inducción baconiana, en cambio, se basa en una exclusión, es decir, en una generalización, por la cual se establecen afirmaciones sobre todas las entidades de una clase a base de un número de ejemplos previamente cribados. Ejemplo del método de Bacon es la determinación de la esencia o forma del calor; después de señalar un cierto número de casos en los que aparece el calor, otros en los cuales no aparece y otros en los cuales varía, Bacon llega a definirlo como un movimiento expansivo que surge de abajo hacia arriba y afecta a las más pequeñas partículas de los cuerpos. Con esto Bacon pretendió establecer los fundamentos de un nuevo método y aun de una nueva filosofía -bien que no, como afirma, de una secta filosófica-: es lo que se llamó durante mucho tiempo la «nueva filosofía» o «filosofía experimental».

Bacon llamó a su obra capital la Instauratio magna. Una parte de ella fue el Novum Organum scientiarum (1620). Su última parte es la Sylva Sylvarum (ed. en 1627) o conjunto de materiales para la filosofía natural.