DILTHEY, WILHELM (1833-191l), nac. en Biebrich am Rhein, profesó en Basilea, Kiel y Breslau antes de ocupar, en 1882, la cátedra de historia de la filosofía que H. Lotze dejó vacante en Berlín.

El carácter fragmentario de la obra de Dilthey hace difícil articularla en «sistema», cosa que, por otro lado, rechazaba el propio Dilthey, quien prefería la actitud inquisitiva a la pretensión constructiva que muestran los grandes sistemas metafísicos. La importancia de Dilthey radica ante todo en sus investigaciones sobre la gnoseología de las ciencias del espíritu y sobre la psicología, a la cual dio el nombre de psicología descriptiva y analítica, psicología estructural o psicología de la comprensión.

Dilthey coincide con el positivismo y con el neokantianismo en su negación de la posibilidad de conocimiento metafísico, pero le separa de ellos su oposición al naturalismo de su tiempo. Su dedicación a las ciencias del espíritu y su preferencia por la Historia le inserta en una línea que, procedente de Hegel, se enlaza con Windelband y Rickert, sigue paralela a los representantes de la filosofía de la vida y desemboca en varias direcciones científico-espirituales. Su propósito consiste ante todo en completar la obra de Kant con una gnoseología de las ciencias del espíritu, con una «crítica de la razón histórica» paralela a la «crítica de la razón pura». Sus estudios históricos -Leben Schleiermacher (Vida de Schleiermaeher, 1867-1870); Auffassung und Analyse des Menschen im XV und XVI Jahrhunderte (Concepción y análisis del hombre en los siglos xv y xvi, 1891)- constituyen ensayos en este sentido, por cuanto en ellos se advierte ya la diferencia que separa a la consideración hermenéutico-psicológica del apriorismo hegeliano y del empirismo historiográfico.

Dilthey separa las ciencias de la Naturaleza y las ciencias del espíritu, no por su método ni por su objeto, que a veces coinciden en ambas, sino por su contenido. Los hechos espirituales, no nos son dados, como los procesos naturales, a través de un andamiaje inmediato y completo. Son aprehendidos en toda su realidad. Esta aprehensión es una autognosis (Selbstbesinnung), una captura del objeto distinta de la que tiene lugar en el acto de la comprensión inmediata de la interioridad cuando se agregan elementos aje nos a ella. Pero la autognosis se convierte, de aprehensión de lo psíquico-espiritual, en fundamento del conocimiento filosófico sistemático: «Autognosis es -escribe Dilthey- conocimiento de las condiciones de la conciencia en las cuales se efectúa la elevación del espíritu a su autonomía, mediante determinaciones de validez universal; es decir, mediante un conocimiento de validez universal, determinaciones axiológicas de validez universal y normas del obrar según fines de validez universal» (Ges. Schriften, VIII, 192-193). Por eso las ciencias del espíritu son gnoseológicamente anteriores a las de la Naturaleza, a las cuales, por otro lado, abarcan, pues toda ciencia es también un producto histórico.

Dilthey busca la fundamentación de semejante gnoseología en una psicología que, lejos de poseer la estructura propia de las ciencias naturales, permita comprender al hombre como entidad histórica y no como un ente inmutable, una naturaleza o una substancia. Por eso la psicología aparece como «una fundamentación psicológica de las ciencias del espíritu», como una sistemática a la cual allegan materiales los estudios históricos y en los que, a la vez, éstos se fundan. La psicología de Dilthey no es, en suma, una «psicología explicativa», sino una «psicología descriptiva y analítica». La psicología explicativa se basa en "la derivación de los hechos que se dan en la experiencia interna, en el estudio de los demás hombres y de la realidad histórica a base de un número limitado de elementos analíticamente descubiertos" (G. S. V., 158). Por eso la psicología explicativa suele partir del análisis de la percepción y de la memoria y desembocar en un asociacionismo basado en elementos a partir de los cuales se intenta construir toda representación superior. En cambio, la psicología descriptiva y analítica «somete a la descripción y, en la medida de lo posible, al análisis, la entera poderosa realidad de la vida psíquica». (G. S. V., 156). La psicología descriptiva y analítica es una «exposición de las partes integrantes y complexos que se presentan uniformemente en toda vida psíquica humana desarrollada, tal como quedan enlazadas en un único complexo, que no es inferido o investigado por el pensamiento, sino simplemente vivido... Tiene por objeto las regularidades que se presentan en el complexo de la vida psíquica desarrollada. Expone este complexo de la vida interna en un hombre típico. Observa, analiza, experimenta y compara. Se sirve de cualquier recurso para la solución de su tarea. Pero su significación en la articulación de las ciencias descansa justamente en el hecho de que todo complexo utilizado por ella puede ser mostrado como miembro de un complexo mayor, no inferido, sino originariamente dado» (G. S. V, 152). Mas esto no bastaría si, además, no se tuviera en cuenta la mentada «poderosa realidad efectiva de la vida anímica» examinada en la historia y en los análisis del hombre efectuados por los grandes poetas y filósofos. Por eso tal psicología se basa en la comprensión histórica y ésta es a su vez hecha posible por la psicología. Aparentemente se trata de un círculo vicioso. Pero este círculo se desvanece cuando en vez de prestar exclusiva atención a los caracteres formales, tenemos en cuenta "la profundidad de la vida misma". En esta vida se manifiestan rasgos como la historicidad, la forma estructural y la cualidad, los cuales coinciden en gran parte con los rasgos de la cualidad, de la duración y de la dinamicidad establecidos por otras filosofías, como la bergsoniana. Lo importante, en todo caso, es advertir tanto la riqueza de la vida anímica como el hecho de la interconexión de todas las vivencias no solamente individuales, sino también sociales y, desde luego, históricas.

Dilthey se ha opuesto con frecuencia a la metafísica en tanto ha pretendido ser un saber riguroso del mundo y de la vida. Pero ello no significa negar el hecho de la necesidad metafísica sentida constantemente por el hombre. La metafísica es a la vez imposible e inevitable, pues el hombre no puede permanecer en un relativismo absoluto ni negar la condicionabilidad histórica de cada uno de sus productos culturales. De ahí la gran antinomia entre la pretensión de validez absoluta que tiene todo pensamiento humano y el hecho de la condición histórica del pensar efectivo. Esta antinomia se presenta como una contraposición «entre la conciencia histórica actual y todo género de metafísica como concepción científica del mundo» (G. S. VIII, 3). Para resolverla es necesario, según Dilthey, poner en funcionamiento lo que llama la «autognosis histórica». «Ésta tendrá -escribe Dilthey- que convertir en objetos suyos los ideales y las concepciones del mundo de la humanidad. Valiéndose del método analítico, habrá de describir, en la abigarrada variedad de los sistemas, estructura, conexión y articulación. Al proseguir de este modo su marcha hasta el punto en que se presenta un concepto de la filosofía que hace explicable la historia de la misma [subrayado por nosotros], surge la perspectiva de poder resolver la antinomia existente entre los resultados de la historia de la filosofía y la sistemática filosófica» (G. S. VIII, 7). Este concepto de la filosofía no puede obtenerse, sin embargo, a menos que el filósofo se sitúe en el ámbito de la experiencia total dentro de la cual las diversas concepciones del mundo aparecen como símbolos de la vida, falsos solamente en la medida en que pretenden ser independientes. No se trata de una filosofía trascendental, pues mientras ésta pasa de los conceptos formados sobre la realidad a las condiciones bajo las cuales pensamos tales conceptos, la verdadera autognosis histórica de la filosofía pasa de los sistemas a la relación del pensamiento con la realidad, una relación vislumbrada por los filósofos trascendentales, pero nunca profundizada por su carencia de análisis histórico.

En ello se funda la «filosofía de la filosofía». Como hecho histórico, la filosofía se convierte en objeto de sí misma. Y dentro de ella se da la diversificación de las concepciones del mundo, las cuales pueden ser clasificadas en tres tipos fundamentales. El primero es el naturalismo, que puede ser materialista o fenomenista y positivista. El segundo es el idealismo de la libertad, surgido principalmente del conflicto moral y la percepción de la actividad volitiva. El tercero es el idealismo objetivo, que se manifiesta cuando se tiende a la objetivación de lo real, a la conversión de toda realidad en ser y valores trascendentales, de los cuales la realidad del mundo es, a la postre, una manifestación.

Dilthey ha estudiado con detalle estos tres tipos al hilo de una historia evolutiva de las visiones del mundo y de la vida que se encuentran de un modo concreto a lo largo de la historia desde las etapas primitivas. Resultado de este análisis es el mismo supuesto del cual había partido; la conciencia trascendental se resuelve una y otra vez en conciencia histórica, pero esta conciencia histórica no desemboca en el relativismo, pues en todos los casos permanece frente a la ruina de los sistemas de actitud radical del hombre, el cual consiste no en ser un ente permanente, sino una «vida». De hecho, es la vida la única y última raíz de todas las concepciones. Con lo cual la vida aparece como el verdadero fundamento irracional del mundo, la realidad irreductible a las demás, pero que permite explicar todas las demás realidades. El pensamiento de Dilthey se encamina así, como consecuencia de la necesidad de superar el relativismo historicista, hacia una filosofía de la vida. A veces Dilthey parece «retroceder» en su marcha al suponer que «la naturaleza humana es siempre la misma», y al suponer, por lo tanto, que hay algo que puede calificarse de naturaleza humana. Pero este «retroceso» es provisional; en último término, es la dialéctica incesante entre la vida y la historia, y el hecho de que cada uno de estos términos incluya al otro, lo que permite que la filosofía de la filosofía no se quede en ningún instante petrificada en una fórmula.

En diversas ocasiones Dilthey ha intentado poner en claro los fundamentos de su propia filosofía. Importante es al respecto un escrito de 1880 en el cual ha manifestado que «la idea fundamental de mi filosofía es el pensamiento de que hasta el presente no se ha colocado ni una sola vez como fundamento del filosofar a la plena y no mutilada experiencia, de que ni una sola vez se ha fundado en la total y plenaria realidad». De ahí las características proposiciones de Dilthey sobre la inteligencia, proposiciones que son a la vez las tesis sobre las cuales se orienta esta filosofía total de la experiencia: “1) La inteligencia no es un desarrollo que haya tenido lugar en el individuo particular y resulte por él comprensible, sino que es un proceso en la evolución de la especie humana, siendo ésta a su vez el sujeto en el cual el querer es el conocimiento. 2) En rigor, la inteligencia existe como realidad en los actos vitales de los hombres, todos los cuales poseen también los aspectos de la voluntad y de los sentimientos, por lo cual existe como realidad sólo dentro de la totalidad de la naturaleza humana. 3) La proposición correlativa a la anterior es la que afirma que sólo por un proceso histórico de abstracción se forma el pensar, el conocer y el saber abstractos. 4) Mas esta plena inteligencia real tiene también como aspectos de su realidad la religión o la metafísica o lo incondicionado, y sin éstos no es jamás real ni efectiva". Así entendida, esta filosofía es la «ciencia de lo real» (G. S. VIII, 175-6).

La influencia de Dilthey se hace sentir en varias tendencias filosóficas, especialmente en la «filosofía de la vida» y la «filosofía del espíritu». También se encuentran resonancias diltheyanas en la filosofía de Heidegger. Entre los filósofos más directamente influidos por Dilthey y considerados inclusive como pertenecientes al llamado «movimiento diltheyano» figuran: Georg Misch, Bernhard Groethuysen; Erich Rothacker: Joachim Wach; Hermann Nohl. A ellos hay que agregar Hans Freyer, Max Frischeisen-Kóhler y Eduard Spranger, así como, en cierto modo, Theodor Litt, que, más que seguidor de Dilthey, ha coincidido en muchos puntos con el filósofo. Sería largo mencionar a los pensadores en quienes puede rastrearse la huella de Dilthey; nos limitamos a mencionar a Alfred Vierkandt (nac. 1867), Fritz Heinemann, Max Weber, Karl Jaspers, Ludwig Klages, Walther Schmied-Kowarzik.