GADAMER, HANS-GEORG, nac. (1900). en Marburgo, estudió con Paul Natorp y con Heidegger en Marburgo, siendo profesor en Leipzig (desde 1939), en Frankfurt (desde 1947) y en Heidelberg (desde 1949). Heidegger ha sido probablemente el más importante impulso en el pensamiento de Gadamer, pero éste ha seguido orientaciones distintas de las que han caracterizado a discípulos de Heidegger como Eugen Finke. Aunque Gadamer desarrolla sus problemas dentro de un horizonte ontológico más bien que epistemológico o metodológico, sus ideas no se centran, como ocurre con Heidegger, en la investigación del sentido del ser, sino más bien en la exploración hermenéutica del ser histórico, especialmente tal como se manifiesta en la tradición del lenguaje. Gadamer ha elaborado con detalle la «hermenéutica filosófica» encaminada a poner de relieve lo que podría llamarse el «acontecer» de la verdad y el «inétodo» que debe seguirse para desvelar este acontecer. Gadamer encuentra en el examen de los métodos de las disciplinas humanísticas e históricas y, en general, en las llamadas «ciencias del espíritu», así como en la estética, diversos hilos conductores que le permiten rechazar tanto el subjetivismo como un objetivismo racionalista y positivista. La idea de juego constituye otro hilo conductor en esta investigación, en la que se recogen, además de los motivos de Heidegger, los de Dilthey y la fenomenología. Lo que se trata de dilucidar es la experiencia hermenéutica, lo cual se consigue por medio de la hermenéutica misma; en rigor, la propia hermenéutica es, para Gadamer, un acontecer histórico, y específicamente un acontecer de la tradición. El círculo hermenéutico es por ello para Gadamer una realidad y no una mera estructura lingüística o lógica. Es cierto que la realidad de que trata Gadamer es la realidad histórica y lingüística en que vive el hombre como ser que se halla en una tradición -expresada sobre todo «lingüísticamente»- y que es capaz de apropiarse esta tradición mediante un movimiento hermenéutico. La insistencia de Gadamer en la tradición, la autoridad y el prejuicio ha hecho que algunos críticos hayan visto en él a un defensor de cierto «tradicionalismo» y, a despecho de sus ataques a las interpretaciones hermenéuticas «románticas», un neo-románico, e inclusive un neoidealista. Sin embargo, Gadamer ha insistido en que si bien la realidad histórica del ser del hombre está constituida por sus prejuicios y no, como creían los ilustrados, por sus «juicios», los prejuicios de referencia no deben interpretarse como un confinamiento y menos aún como una manifestación de oscurantísmo. Prejuicio y tradición son posibilidades para abrir caminos nuevos dentro del acontecer histórico. La tradición opera de este modo como un posible incitante a su superación histórica; sólo porque hay una tradición histórica dada, pueden abrirse caminos nuevos.

Gadamer insiste en un conjunto de entrecruzamientos: apropiación y rechazo, confianza y extrañeza, pregunta y respuesta, etcétera, que constituyen los «lugares» dentro de los cuales opera el «acontecer hermenéutico». Especialmente importante en Gadamer es el proceso del «diálogo», el cual se expresa lingüísticamente, pero sólo porque esta expresión lingüística tiene una dimensión ontológica. En efecto, el diálogo constituye el ser mismo del hombre, de modo que «la lógica de la pregunta y la respuesta» es únicamente el reflejo lingüístico de este ser dialogante. Buena parte de las ideas de Gadamer se presentan dentro del horizonte de la idea de finitud de la existencia desarrollada por Heidegger. En efecto, esta finitud hace imposible las ilusiones racionalistas e «ilustradas». La limitación del horizonte histórico o, mejor dicho, históricoontológico, constituye para Gadamer la realidad misma de este horizonte.

Lo que Gadamer opone a la razón son las limitaciones que han impuesto a ella los, propios racionalistas. Éstos han hecho de la razón una especie de realidad abstracta, confundiendo la universalidad con la abstracción. Gadamer, por otro lado, pone de relieve la universalidad del punto de vista hermenéutico, universalidad que no está reñida con la diversidad histórica. La universalidad de la hermenéutica se opone por igual al racionalismo abstracto y al relativismo supuestamente concreto. Se opone asimismo al historicismo, aun cuando se establezca mediante diálogo con éste. La historicidad de la comprensión se halla, según Gadamer, radicada ontológicamente. La conciencia que analiza Gadamer es, por supuesto, una conciencia histórica, pero no porque se halle relativizada por la historia, sino porque, por así decirlo, constituye la historia misma. La conciencia es por ello «conciencia de eficacia histórica». De este modo Gadamer piensa dar una solución más básica al intento hegeliano de acordar la verdad con la historia.

El examen de] lenguaje como «horizonte de una ontología hermenéutica» indica que el pensamiento de Gadamer no se basa simplemente en el lenguaje; éste -que hay que entender, por lo demás, muy ampliamente en cuanto expresión- no es el objeto de la hermenéutica, sino su hilo conductor (Leitfaden). Sólo de este modo pueden entenderse los «juegos de lenguaje», una expresión que Gadamer indica encontró en Wittgenstein después de haberla él desarrollado en su estudio sobre el movimiento fenomenológico (Cfr. Wahrheit und Methode, págs. 464 y XXII de la segunda edición, de 1965). El que el proceso hermenéutico sea lingüístico debe entenderse dentro del marco del diálogo hermenéutico. En éste se da el lenguaje como experiencia del mundo; puesto que esta experiencia incluye el contenido transmitido («la tradición»), resulta que este contenido y su lenguaje son inseparables, de modo que lenguaje como expresión, contenido transmitido, experiencia del mundo y conciencia histórica constituyen una trama de la que no puede separarse ningún componente (op. cit., págs. 419 y sigs.).

Como el propio Gadamer ha indicado, su investigación fue desencadenada en gran parte por el examen de dos tipos de experiencia: la experiencia del alejamiento de la conciencia estética y la experiencia del alejamiento de la conciencia histórica (Kleine Schriften, 1, 1967, págs. 100 y sigs.). Pero estas experiencias de alejamiento (Entfremdung), y, en general, toda experiencia, no pueden entenderse, según Gadamer, ahermenéuticamente. El papel central de la hermenéutica consiste en que no se puede propiamente enunciar nada si no es en función de una respuesta a una pregunta. La propia ciencia es, en este respecto, hermenéutica, esto es, se funda en una conciencia hermenéutica. Los tipos de experiencia antes indicados son sólo, pues, dos aspectos de la conciencia hermenéutica, que queda entonces enteramente universalizada. Cabe hablar en tal caso de una «constitución lingüística (hermenéutica) del mundo», que queda representada en la citada conciencia de la eficacia histórica (wirkungsgeschichtliche Bewusstsein), que es a su vez conciencia constituida (no relativizada) históricamente. La «circularidad» del pensamiento de Gadamer se manifiesta no sólo en la admisión de] círculo hermenéutico, sino asimismo en el «círculo» de la conciencia, especialmente de la conciencia de la eficacia histórica y el lenguaje. En efecto, éste constituye aquella conciencia, pero a su vez la mencionada conciencia se realiza, como dice Gadamer, «en lo lingüístico» (im Sprachlichen).