SCHLEIERMACHER, FRIEDRICH ERNST DANIEL (1768-1834), nac. en Breslau y educado en una comunidad de la secta protestante morava de los «herrnhutianos», estudió teología en Halle. Predicador en Berlín desde 1796 hasta 1802, se relacionó con el círculo romántico; posteriormente fue profesor de teología y filosofía en Halle y desde 1809 predicador en la iglesia de la Trinidad, de Berlín.

Platón, Spinoza, Jacobi y Kant fueron algunos de los filósofos que influyeron en la formación del pensamiento de Schleiermacher. Como ocurre a menudo en filosofía, la influencia consistió en una reacción a las tesis o al planteamiento de los problemas de los filósofos considerados. Así, Schliermacher partió de la cuestión; planteada por Kant sobre la naturaleza de la razón práctica y la posible diferencia entre ésta y la teórica, pero se opuso a Kant por estimar que éste no tenía suficientemente en cuenta ni la individualidad del sujeto ni el medio histórico en el que el sujeto se mueve.

Para Schleiermacher se accede al conocimiento mediante la dialéctica, la cual entendió, en un sentido aproximado al platónico, como la marcha del pensamiento hacia la identificación con el ser (verdadero). El conocimiento ofrece dos aspectos: el saber en sí mismo, objeto de la dialéctica trascendental, y el saber en formación o proceso, objeto de la dialéctica formal. Bajo estas dos formas, la dialéctica constituye la introducción a un posible sistema total del saber. La especulación y la deducción se combinan en este sistema con la descripción y la inducción.

Dentro de este sistema total del saber ocupa un lugar importante, sino privilegiado, el estudio del "factor ideal", es decir, la ética. A diferencia del formalismo y rigorismo kantianos, Schleiermacher propone una ética que, al unir la ley natural con la moral, permite armonizar la universalidad necesaria de la ley con el carácter individual. Este carácter individual es, a su modo, universal, pues su aparente arbitrariedad queda disuelta en el imperativo que ordena a cada individuo desarrollarse plenamente a sí mismo, esforzarse en la realización de su propio ser. Schleiermacher divide la ética o, mejor dicho, la doctrina de las costumbres, en teoría de los deberes, de la virtud y de los bienes. La doctrina de las costumbres se ocupa de todas las formas de las relaciones sociales y morales, y equivale, por consiguiente, a una fundamentación amplia de los factores ideales que concurren en la formación y desenvolvimiento del individuo y de los distintos tipos de sociedad.

El punto culminante y más influyente de la doctrina de Schleiermacher lo constituye su filosofía de la religión. En oposición al voluntarismo, que reduce la religión a la moral, y al racionalismo, que la convierte en metafísica o en religión de la razón, Schleiermacher destaca la importancia del sentimiento y de la vivencia íntima de la religiosidad. Lo religioso constituye una esfera propia e independiente; la filosofía de la religión es primordialmente filosofía de lo religioso, entendiendo por tal el sentimiento particular e íntimo, absolutamente irreductible, de la vinculación a un ser infinito y superior, No es, por lo tanto, una actividad corno la que tiene lugar en las esferas de la voluntad e inclusive de la razón, sino más bien una pasividad, una participación del ser entero del hombre en la fundamental vivencia de lo religioso, que se convierte de este modo en estrato básico de la personalidad humana en cuanto tal. La religión es propiamente el sentimiento de dependencia de lo limitado a lo ilimitado, de lo finito a lo infinito. Aquello de que el hombre depende es aquello a que está relegado por su propia raíz: es lo que se halla absolutamente ausente de contradicciones, la identidad de los contrarios, la divinidad. Lo religioso es esta vinculación a Dios que nos hace sentirnos partícipes de lo infinito y nos permite de esta forma, por tal participación o relegación, desarrollar nuestra individualidad. Por eso la religión no debe tener nada de dogmático; el dogma no es para Schleiermacher más que la periferia de la vivencia fundamental de dependencia, la pura exterioridad a que conduce la pretensión de alcanzar el conocimiento de la esencia y propiedades de Dios. Pero Dios se hace accesible solamente por la vía de la mística inefable, que es la manifestación superior del sentimiento religioso. Sin embargo, la imposibilidad del conocimiento racional de Dios no impide sentirlo como algo esencialmente ligado al mundo, como el fundamento de las contradicciones en que se debate el mundo, como síntesis no sólo de la pluralidad, sino también de la unidad. El hecho de la vivencia religiosa hace inútil todo dogma, pero también todo milagro. El milagro no es más que un signo de esta vivencia; no es un acontecimiento objetivo, pues, en realidad, lo milagroso es la misma inexorabilidad del acontecer natural. Schleiermacher, que en su primera época llegó hasta el máximo alejamiento del dogma, procuró finalmente relacionar la tesis del sentimiento individual de dependencia con el cristianismo histórico; sin embargo, siguió refiriendo la dogmática de un modo directo a cada una de las vivencias religiosas sin admitir que pudiera independizarse de éstas.