Apresián, In. D. (1975): La Lingüística Estructural Soviética. Madrid: Akal. Pp. 79-97.

 

1. El concepto de modelo lingüístico

En la parte precedente, hemos empleado ya el término de «modelo lingüístico», sin dar explicación de ningún tipo. Ahora vamos a examinar este concepto detalladamente, pues hasta tal punto es cierto que constituye un concepto central de la lingüística estructural contemporánea, que ésta se podría definir como la ciencia, por excelencia, de los modelos de la lengua.

La necesidad de un modelo surge en todos los dominios científicos cuyo objeto no es asequible a la observación directa. En este sentido, se parece generalmente a una «caja negra» (207), (232), de la que se sabe únicamente cuales son los materiales iniciales que recibe «en la entrada» y los productos finales que da «a la salida». El problema consiste en descubrir el contenido de la «caja negra» ‑el mecanismo escondido que realiza la conversión de los materiales iniciales en productos finales. En la medida en que es imposible desmontar la «caja negra», sin destruir al mismo tiempo su funcionamiento, sólo queda una única vía de investigación: construir a partir de la confrontación de los datos iniciales con los datos finales, una imagen del objeto, es decir, avanzar una hipótesis referida a su estructura probable y ponerla en funcionamiento a la manera de una máquina lógica capaz de tratar cualquier material, exactamente igual que lo hace la «caja negra». Si nuestra construcción lógica funciona efectivamente de manera análoga, entonces representa una aproximación o un modelo del objeto y podemos considerar que el mecanismo introducido en este modelo concuerda, en todos los puntos esenciales, con el mecanismo contenido en la «caja negra». Intentamos llegar a la comprensión del mecanismo escondido, asimilándolo a un mecanismo cuya organización es bien conocida. De esta manera, construir un modelo es ofrecer los medios para estudiar las propiedades que aparecen como evidentes en el modelo en lugar de las propiedades ocultas del objeto, y extender al objeto todas las leyes desgajadas del modelo.

La cuestión de la «caja negra» se ha presentado por primera vez en electrónica, pero existe una situación análoga en numerosos dominios, por ejemplo, en la fisiología de la actividad nerviosa superior y en física atómica: no podemos observar en forma inmediata la actividad del cerebro, ni los procesos que se desarrollan en el interior del átomo. En este aspecto la actitud del lingüista no se diferencia en nada de la del fisiólogo o el físico: la única realidad, a la que tiene acceso de forma inmediata es el texto, pero los mecanismos de la lengua que le interesan y, los que están en la base de la actividad del hablar, no le vienen dados por la observación directa. De ahí que en lingüística también, uno de los medios fundamentales de conocimiento del objeto sea la construcción de modelos.

Examinemos ciertas propiedades importantes de los modelos, incluyendo en ellos los modelos lingüísticos.

1.  Sólo se pueden construir modelos de los fenómenos cuyas propiedades esenciales se agotan en las características de su estructura (funcionales) y no se relacionan en modo alguno con su naturaleza física. La esfera de estos fenómenos es infinitamente más amplia de lo que se pensaba antes. Muchos investigadores de autoridad insertan en ellos incluso los procesos de la vida y del pensamiento (102), (233).

 

Si la concepción saussuriana de la lengua es exacta, entonces se puede considerar a la lengua entre los fenómenos cuyos rasgos esenciales se reducen a sus propiedades funcionales.

Por modelo de un objeto, para el cual sólo las propiedades funcionales son esenciales, se entenderá cualquier construcción funcionalmente semejante a este objeto; el material en el que se realiza puede diferir (y prácticamente difiere casi siempre) del material en el que está construido el objeto. «Establecer un modelo de la forma de organización de un sistema material», escribe a este respecto A. N. KoImogorov, «sólo puede consistir en la creación a partir de otros elementos materiales, de un nuevo sistema, debido, en sus rasgos esenciales, a la misma organización que el sistema real» (82). Desde este punto de vista, no es necesario exigir, por ejemplo, que el modelo de la conjugación rusa se realice en la misma sustancia que su objeto (la conjugación rusa), es decir, codificado por los estados de las células del cerebro; puede ser escrito—con el mismo resultado‑ sobre un papel con la ayuda de un lápiz o fijado en tarjetas perforadas y realizado bajo la forma de impulsiones en una calculadora electrónica. En todos estos casos, las reglas que contiene deben de ser reconocidas como reglas de la conjugación rusa, si los resultados de su funcionamiento coinciden en todos los detalles esenciales con los resultados correspondientes de la actividad del cerebro humano.

El punto de vista funcional es interesante porque hace de la descripción científica del mundo un problema de una complejidad finita. El distinguir las propiedades de la estructura del objeto en tanto que propiedades esenciales, permite crear la teoría de una estructura dada, que es igualmente aplicable a objetos de cualquier otra naturaleza física, con tal que en su base se encuentre la misma estructura. Así el investigador se libera de la necesidad de elaborar una nueva teoría cada vez que tropieza con la realización de la misma estructura en una sustancia nueva. Tras haber planteado que, en ciertos aspectos, un objeto que no ha sido todavía estudiado se comporta en la misma forma que un objeto ya estudiado y provisto de una teoría, el investigador puede tratar de extender esta teoría (con todos los teoremas demostrados en ella) al primer objeto, aunque desde el punto de vista de la sustancia, estos objetos sean totalmente diferentes. Como ejemplo clásico de una tal generalización, se puede citar la teoría de las oscilaciones: los sistemas oscilatorios se describen por un mismo modelo (por la mismas ecuaciones) independientemente del hecho de que se trate de oscilaciones acústicas, mecánicas o electromagnéticas.

La influencia de estas ideas se ha hecho sentir también recientemente en lingüística; en particular N. Chomsky, el fundador de la lingüística estructural (matemática) contemporánea, ha señalado que varios tipos de gramáticas llamadas «generativas» pueden ser consideradas como autómatas finitos; es decir, se les puede aplicar la teoría de los autómatas finitos, elaborada por los matemáticos.

Todas las otras propiedades del modelo están relacionadas con esta propiedad fundamental: el modelo constituye una aproximación funcional al objeto.

2.  El modelo es siempre una cierta idealización del objeto. Los fenómenos reales son muy complejos; para comprenderlos es necesario comenzar por el estudio de los casos más simples y más generales, aunque no se encuentren nunca en el estado puro, y avanzar a partir de éstos hada situaciones particulares más complicadas. Este procedimiento no es nuevo. Nos es algo familiar desde la escuela, cuando resolvíamos problemas de física y de química: no se trataba de los problemas reales que la naturaleza plantea al investigador, sino de problemas lógicos artificiales y simplificados donde se describen situaciones ideales que, prácticamente, no se encuentran nunca en estado puro. Al resolver estos problemas simplificados, en los que nosotros sólo teníamos que entendérnoslas con esquemas de las cosas, asimilábamos, no una función científica, sino importantes verdades teóricas.

 

Asimismo, se basa en una idealización del objeto el método, que existe en criminología para la identificación de un delincuente según su «retrato robot», de descripción de los rasgos de la cara, que están exclusivamente ligados a la conformación del cráneo humano. Entre estos rasgos no cuenta el color de los cabellos ni de la piel, ni el color y la expresión de los ojos, etc. Se ha demostrado, en efecto, que el investigador puede olvidarlos, aunque, para un pintor, por ejemplo, tengan un interés de primer orden. El hecho de que la constitución del cráneo y del esqueleto determine todos los rasgos esenciales de la apariencia del hombre ha sido utilizado por el arqueólogo y escultor soviético M. M. Gerasimov, para la elaboración de un método original de reconstrucción de la fisonomía que ha sido aplicado con éxito en arqueología y criminología.

A fin de comprender el mecanismo del movimiento, que permaneció siendo un enigma durante milenios, los físicos tuvieron que suponer que la ausencia de influencias exteriores (frotamientos, irregularidades del camino) hacía posible el movimiento infinito de un cuerpo en línea recta, aunque en la práctica un tal movimiento no podía ser nunca realizado, pues es imposible separar todas las influencias exteriores (231, 42).

 

Si hemos citado estos ejemplos que ilustran el evidente éxito de los procesos de idealización del objeto, y que son tomados de los más variados dominios de la actividad intelectual, es con la esperanza de que el lector considerara sin ideas, preconcebidas los ejemplos que vamos a dar.

Si se le pide a alguien que de un ejemplo de relación atributiva en ruso, se obtiene casi siempre un sintagma del tipo: bol’shoi dom («una gran casa»), krasnaia roza («una rosa roja»), zheleznaia krovat’ («una cama de hierro»). Es poco probable que el sujeto interrogado de espontáneamente como primer ejemplo de relación atributiva, sintagmas del tipo: pribavka chetyre tsentnera («un exceso de cuatro quintales»), glubina 700 metrov («una profundidad de 700 metros»), stena dlinoi 600 metrov («una pared de una longitud de 600 metros»), beg 500 metrov («una carrera de 500 metros»). Sin embargo, si no existe una teoría que explique los tipos más corrientes y extendidos de las relaciones atributivas, una tal idealización del objeto, que excluya semejantes fenómenos tan poco frecuentes, queda plenamente justificada.

Una idealización de este tipo conduce inevitablemente a una estereotipación del fenómeno vivo y a una esquematización de los hechos (cf., el método del «retrato verbal»), lo que los partidarios de la lingüística clásica se inclinan a considerar como una violencia que se ejerce sobre la lengua. Sin embargo, sin una tal esquematización, la descripción científica es imposible; la concepción científica de cualquier fenómeno «es más bien un diagrama que un cuadro» (304, 8), y el investigador que insista en insertar en este diagrama todos los hechos que conciernen al fenómeno dado, no podrá llegar a la resolución de un sólo problema científico.

En el caso que acabamos de examinar, sería preciso considerar como inexistentes ciertos hechos que realmente existen en ruso. Sucede asimismo, mucho más a menudo que en la idealización del objeto se admiten como «existentes» ciertos hechos que realmente no son observables. Más adelante examinaremos algunos ejemplos de este tipo de idealización más clásico.

El principio de «suposición», o de «sustitución» que representa el caso más simple de idealización de los objetos lingüísticos es conocido ya desde hace relativamente mucho tiempo. El principio de «suposición» se utiliza frecuentemente en sintaxis, en la descripción de ciertos tipos de oraciones que, a primera vista, parecen estar totalmente aisladas y ocupan un lugar aparte en el sistema sintáctico de la lengua. Citemos como ejemplo dos investigaciones fundamentales sobre la explicación de las oraciones llamadas impersonales en ruso. En la mayoría de las gramáticas, son consideradas como una clase especial de oraciones que han perdido su unión con las oraciones personales. Desde M. V. Lomonosov y A. H. Vostokov, y hasta A. A. Shajmatov y V. A. Bogoroditskiï todas las tentativas han tratado igualmente de interpretarlas como el resultado de una elipsis, cuya esfera de acción en las lenguas naturales sería, al parecer, más amplia de lo que se había llegado a creer hasta el presente. En Bogoroditskiï, por ejemplo, encontramos una idea interesante que se refiere al hecho de que las oraciones de un sólo miembro (impersonales) pueden ser consideradas como el producto de una reducción de oraciones normales de dos miembros: Morozit («hiela»), Moroz morozit («el hielo hiela») (20). En la lingüística contemporánea, han sido utilizadas con éxito consideraciones análogas en una nueva descripción de esta parte de la gramática rusa (ver la III parte).

El principio de «suposición» se muestra como un caso particular del principio más general de la reconstrucción de frases‑ que no se encuentran en el discurso, pero que son necesarias para explicar el conjunto de los hechos lingüísticos. Así para interpretar las oraciones de infinitivo con un infinitivo sujeto y un infinitivo objeto, se construyen frases del tipo: Ia ¡ochu chtoby ia pil («Yo quiero que yo beba») ® Ia ¡ochu pit’ («Yo quiero beber»); Ia veliu, cbtoby on prishel («Ordeno que venga») ®  Ia veíiu emu prúti («Le ordeno venir»). Para interpretar las oraciones comparativas del tipo: On vyshe menia («El es mayor que yo»), se examinan oraciones de este tipo: On vyshe, chem ¡a vysok («El es más grande que yo soy grande») (195). Para explicar oraciones del tipo: On vstretil syna, kotorogo ne videl 20 íet («Ha encontrado a su hijo, a quien no había visto desde hace 20 años»), etc. Todo esto tiene un profundo sentido lingüístico; las frases ideales que no se encuentran en realidad en la lengua, podrían en principio, existir y a menudo reflejan etapas pasadas, etapas futuras de la evolución de la lengua. Muchas de ellas, por ejemplo, Ia jochu, chtoby ¡a pil o ía veliu, chtoby on prishel son frases totalmente normales, están únicamente privadas de lo natural, de idiomaticidad, que a los ojos de muchos constituye el rasgo esencial de la buena calidad del material lingüístico.

Con este fin, se distingue, en el interior del material lingüístico correcto, lo que se dice habitualmente y lo que puede ser dicho pero no se dice habitualmente. Según S. Kartsevskiï, la construcción pasiva de tres miembros es en ruso una forma artificial (324), que no se encuentra casi nunca; sin embargo, numerosos gramáticos de tendencias muy diversas, consideran esta construcción con el instrumental (para el agente) como un material lingüístico normal. El gramático inglés H. Sweet ha examinado, en su «Nueva gramática inglesa lógica e histórica» (364), las formas verbales: I shall have been seeing, I shall have beeing seen que prácticamente no se encuentran en condiciones naturales, pero que son deducibles a partir de las reglas gramaticales. Es interesante hacer notar que habiéndole preguntado un extranjero a Sweet si se podía decir en inglés an elegant supper, Sweet, un lingüista consecuente, respondió que el inglés es libre y que efectivamente se puede decir esta expresión, aunque él, por su parte, no recuerde nunca, en ninguna ocasión haber oído decir una cena «elegante».

El caso más importante de idealización del objeto lingüístico queda representado por la hipótesis de que el número de oraciones de una lengua es infinito y que la longitud de una oración es, en principio, ilimitada (es decir, que siempre es posible que se den oraciones cuya longitud sea mayor que la de cualquier otra oración previamente dada). Sabemos que de hecho el número de oraciones escritas o habladas en una lengua es finito, por más que sea inmenso Pero para explicar la capacidad del sujeto hablante para construir oraciones totalmente nuevas, que no hayan sido nunca pronunciadas o escritas anteriormente, deberemos examinar, no la situación observada en la realidad, sino una situación ideal, la única que puede darnos la solución del problema. De igual manera, aunque todas las frases realmente pronunciadas o escritas en cualquier lengua tengan una longitud finita, no existen reglas, en la estructura de una lengua natural, que limiten su longitud. Dada la importancia de este último punto, examinaremos con detalle algunos ejemplos que tienen relación con esta cuestión.

 

En un texto dedicado al estilo de los artículos de crítica literaria, se ridiculizaba a un supuesto autor que amontonaba genitivo tras genitivo: Sut’ smysla temy razdela knigi ¡udozhn¡ka perioda rastsveta... («La esencia del sentido del tema de la parte del libro del artista del período de floración ... ») En el plano estilístico, este texto es pésimo; sin embargo, la gramática del ruso autoriza la construcción de grupos nominales aún más largos, con la consecutiva subordinaci6n de nombres en genitivo, y se encuentran tan a menudo grupos de palabras que contienen 4 6 5 sustantivos, que esto no sorprende. Por ejemplo: Rabotniki apparata vysshego organa zakonodaternoi vIasti respubliki... («Los trabajadores de la organización del órgano supremo de poder legislativo de la repbúlica ... ») («Izvestiía», 3/6/64); Pon¡maníe neobiodimosti sochetanúa uvazbenfia suvereniteta GDR... («La comprensión de la necesidad de la asociación del respeto de la soberanía de la RDA ... ») («Izvestiia», 315162).

De forma análoga, se encuentran grupos de palabras con una subordinación consecutiva de infinitivos que, desde el punto de vista de la estructura, se parecen a los grupos nominales arriba señalados: Soedinennye Shtaty dolzhny perestat’ pytat’sia razlitsat’ diktatorov i demokraticheskie rezh¡my (Jos Estados Unidos deben cesar de intentar diferenciar los dictadores y los regímenes democráticos ... ») (Izvestiia, 19/3/64).

S. Kartsevskiï (324) da un ejemplo más curioso al que se le podría afladir otro miembro: Ia ne mog reshít’sia poruchit’ emu poffi prosit’ vas pozhalovat’ k nam otobedat’ («no podía decidirme a encargarle que fuera a pediros que viniérais a comer a nuestra casa»).

Finalmente, existe un último tipo, muy conocido, de grupos de palabras que pueden alargarse prácticamente hasta el infinito: los de los grupos atributivos del tipo: ee smeiushchúsia starshyi brat («su sonriente hermano mayor»), ego staraia zheleznaia dvusparnaia krovat’ («su vieja cama de hierro de dos plazas».

Hasta aquí hemos tratado de grupos de palabras. Pero sucede otro tanto con respecto a las oraciones. Dejemos de lado el caso trivial de las frases coordinadas, y señalemos que casi todos los tipos de frases subordinadas pueden crecer sin ninguna sujeción gramatical. Citemos especialmente los clichés de la prosa contemporánea del tipo: prichem vru i chuvstvuiu, chto ona onimaet, chto ¡a vru. I dazbe juzbe: ona ponimaet, chto ¡a ponimaiu, chto ona ponimaet, chto ia vru («además, miento y siento que ella comprenda que miento. Y aún peor: ella comprende que yo comprendo que ella comprende que miento») (S. Gansovskiï).

Así, si se separan factores como el volumen limitado de la memoria humana, la duración limitada de la vida humana, etcétera., es preciso reconocer que las reglas gramaticales de la lengua permiten la construcción de oraciones de longitud infinita; por eso se dirá que una gramática que se oriente hacia una situación idealizada es más clarividente» y más profunda que una gramática que parte del hecho realmente observado en una oración de longitud finita. Tal idealización simplifica la descripción en muchos casos: es evidente que se pueden formular reglas simples que limiten la longitud de la oración pero es muy poco probable que tales reglas incluso, complicadas, puedan ser de naturaleza finita.

3.  Generalmente el modelo no opera con conceptos concernientes a objetos reales, sino con «construct», es decir, conceptos concernientes a objetos ideales, que no se pueden deducir directamente de los datos experimentales, sino que se construyen «libremente» a partir de ciertas hipótesis generales sugeridas por el conjunto de las investigaciones y por las intuiciones del investigador. Cada modelo representa una construcción deducida lógicamente de las hipótesis con la ayuda de un instrumental matemático determinado (207).

 

Antes de ilustrar esta situación con la ayuda de un material lingüístico, recordemos el ejemplo de la construcción de conceptos teóricos tomado del dominio de la física. Se sabe que el espacio que observamos directamente es tridimensional. Sin embargó, en la teoría de la relatividad, creada por A. Einstein, el espacio considerado es de cuatro dimensiones; además, en la interpretación actual de esta teoría, se toffla como cuarta coordenada, no el tiempo, sino una magnitud imaginaria (la velocidad de la luz, y t = el tiempo en segundos). Mientras que la longitud de un segmento, medido en un espacio tridimensional, recibe valores diferentes según la velocidad del observador, la longitud de un segmento medido en un espacio de cuatro dimensiones es invariable (constante) con relación al sistema de las coordenadas. «Muchas leyes adquieren en un sistema tal un aspecto extraordinariamente simple, favorable a cualquier construcción» (77, 32). La cuarta dimensión ‘ de la teoría de la relatividad es «un medio cómodo y evidente de representar las leyes de la naturaleza, que nos permite formular matemáticamente la relación entre el espacio y el tiempo» (77, 32). Ante la observación de tales construcciones, A. Einstein escribía: «estoy convencido de que las construcciones puramente matemáticas permiten encontrar conceptos y leyes aglutinantes de estos conceptos, que den una solución a los fenómenos de la naturaleza. La experiencia, en efecto, puede dirigirnos en la elección de los conceptos matemáticos necesarios, pero prácticamente no puede ser la fuente de donde se deducen. En cierto sentido considero como verdadero el hecho de que el pensamiento puro es capaz de apresar lo real, tal como lo imaginaban los Antiguos» (83, 78); «es precisamente en las matemáticas ‑,dice en otra ocasión‑ donde está contenido un verdadero principio creador» (83, 105).

Un «construct» lingüístico típico es el concepto de flexión cero en palabras del tipo depo («deposito»), shosse («calzada»). Las formas cero no son directamente observables, pero el investigador las introduce a fin de aclarar los hechos observados, en particular la concordancia de esta palabras con el adjetivo en género, número y caso. Señalemos también otro tipo de «construct» utilizado desde hace mucho tiempo en las descripciones más tradicionales del ruso. Se trata de las categorías gramaticales del adjetivo y de otras palabras que concuerdan con él. Citemos la clarísima exposición de A. A. Zalizniak: «La necesidad de dividir los adjetivos y las otras palabras que concuerdan con él en un número más o menos grande de categorías, según el tipo de concordancia, no proviene únicamente de los hechos, sino que refleja determinados principios de descripción. En efecto en los adjetivos rusos, se distinguen más de 13 formas exteriormente diferentes de la palabra (desde el punto de vista del grado positivo), por ejemplo: nov‑yï, ‑aia, ‑oe, ‑ogo, , ‑omu, ‑uiu, ‑ym, ‑oiu, ‑om, ‑ye, ‑y¡, ‑ymi («declinación de novyï . «nuevo»). Se sabe que en estas formas no se puede observar una expresión exterior distinta según número, el caso, o el género, y que todas sus significaciones se expresan sincréticamente. Por eso la siguiente descripición es totalmente natural: en conjunto sólo existe una categoría gramatical de los adjetivos según la cual se produce la concordancia. Esta recibe 13 significaciones diferentes, es decir, que los adjetivos tienen en total 13 formas gramaticales. Las reglas de elección de las formas en las relaciones atributivas se dan bajo la apariencia de un cuadro en el que, a cada serie de significaciones gramaticales del nombre corresponde un número de formas adjetivas, por ejemplo: acc. sing. masc. animado ‑núm. 4 (‑ogo). Tal descripción da el paradigma más simple del adjetivo y de las reglas complejas para la elección de la forma de la palabra subordinada. También se admite comúnmente otra descripción: se le atribuyen al adjetivo todas las categorías gramaticales del nombre que influyen, aún en un único caso, en la elección de la forma del adjetivo. Las 13 formas se reparten en 36 casos y, tras el reconocimiento de la categoría animado, en 72 casos. Se obtiene entonces un paradigma más complicado, con numerosos casos de homonimia, pero en contrapartida se obtiene una regla más simple en la elección de las formas en una relación atributiva: «Las significaciones gramaticales del adjetivo repiten las del nombre que lo rige» (de ahí el término de «concordancia»). Como lo ha señalado I. A. Mel’chuk, la elección de la segunda solución se debe en gran parte al hecho de que, «en la sustantivación, las características gramaticales asignadas al adjetivo se transforman automáticamente en características homónimas del nombre» (62, 29).

En consecuencia, también en este dominio, la lingüística estructural contemporánea desarrolla, con coherencia y firmeza, principios que no son extraños a la lingüística clásica.

Desde un punto de vista ideal, los «construct» lingüísticos son conceptos elaborados sin apelación directa a la sustancia, fonética o semántica, de los fenómenos para cuyo estudio han sido creados. De ello no se deduce, sin embargo ‘ que la significación no pueda constituir el objeto de la teoría lingüística; en la medida en que la función principal de la lengua es transmitir el pensamiento, la construcción de modelos semánticos constituye una «parte integrante de la descripción completa de la lengua» (263, 284). «Describir la lengua, sin postular significaciones en ninguna etapa ‑decía el conocido psicolingüista americano J. Carroll, es lo mismo que elaborar un código sin tener la clave» (259, 19) (ver también el capítulo 2).

4.  Todo modelo debe de ser formal. Un modelo puede ser considerado formal, si se encuentran en él, en forma clara y evidente, los elementos de partida, las oraciones que permiten reagruparlos y las reglas de su empleo (las reglas de formación de nuevos elementos y de nuevas oraciones). Idealmente, todo modelo formal representa un sistema matemático. De ahí que, en cierto sentido, el concepto de «formal» es sinónimo de los de «matemático», «exacto» o «unívoco» 3.

 

El carácter formal, exacto y unívoco deben ser la propiedad del lenguaje en el que se expone la teoría. En sí, este carácter no garantiza la concordancia entre las predicciones de la teoría formal y los datos experimentales objetivos. La precisión de la teoría hace posible la construcción de experiencias no equívocas que vienen ya a reforzar, ya a derribar esta teoría; Fiero no puede haber ningún lazo lógico entre la precisión y la verdad de una teoría.

El modelo formal se enlaza con los datos experimentales por medio de una interpretación. Realizar la interpretación de un modelo es indicar las reglas por las cuales se pueden sustituir los elementos (símbolos) del modelo, por elementos de un dominio cualquiera, por ejemplo, la lengua.

De lo que hemos dicho anteriormente de las propiedades del modelo como aproximación funcional al objeto, se deduce que el número de interpretaciones posibles de un modelo dado no está, en principio limitado en nada, y, en todo caso, es superior a uno. Admitamos, por ejemplo, que en el modelo se consideran los elementos a1, a2, a3, ... an. y b1, b2, b3, ... bn. y cadenas del tipo aj¬b¡, a¡ ¬b¡ ®aj, b¡ ®aj, etc. (la flecha indica que bi y ai, aj elementos secundarios); el modelo puede ser interpretado fonológicamente, en lugar de a1, a2, ...an se introducirán consonantes; en lugar de b1, b2, ...bm, vocales y se interpretarán las cadenas enumeradas como sílabas fonológicas con un núcleo silábico vocálico. También se puede dar a este mismo modelo una interpretación gramatical: en el lugar de a1, a2, ... an se introducirá un grupo de nombres, en lugar de b1, b2, ... bn, un grupo de verbos personales y las cadenas del tipo aj¬bi, a¡ ¬bi®aj, etc., se interpretarán como oraciones que tienen como núcleo (elemento nuclear) un predicado (90), (152).

En el ejemplo considerado, el modelo ha sido interpretado en diferentes dominios (fonológico y gramatical) de una única lengua. Un modelo abstracto puede asimismo ser interpretado sobre un mismo material (por ejemplo, gramatical) perteneciente a lenguas diferentes. Imaginemos, por ejemplo, un modelo en el que se aprecian los símbolos elementales N, V, A, D y los símbolos derivados N(N), N(V). N(A), N(D), V(N), V(V), V(A), V(D), etc. Se interpretará N como base de un sustantivo primario, V como base de un verbo primario, A como base de un adjetivo primario y D como base de un adverbio primario. Entonces N(V) se interpretará como base del infinitívo y del sustantivo verbal (en ruso) y como base del infinitivo, del sustantivo verbal y del gerundio en inglés (211).

Estos ejemplos nos muestran en qué forma pueden explicar las construcciones libres (ideales, matemáticas) el comportamiento de ciertos objetos de una naturaleza totalmente definida. Un modelo construido para la explicación de un material empírico cualquiera, pero que no admita interpretación rigurosa, es una ficción científica; debe ser abandonado y reemplazado por otro modelo. El modelo es tanto más eficaz cuanto su dominio es más amplio, es decir, cuanto ‑w mayor sea el número de interpretaciones que admita.

5. Todo modelo interpretado debe estar dotado de un poder explicativo. Se considera que un modelo tiene esta propiedad si 1) explica hechos y datos suministrados por la experimentación, y de los cuales no podían dar cuenta las teorías más antiguas; 2). predice el comportamiento del objeto, que será confirmado ulteriormente por la observación o por una nueva experimentación. En uno y otro caso, el poder explicativo del modelo es tanto mayor cuanto más elevado el grado de concordancia entre la predicción y los datos experimentales.

Un ejemplo clásico del primer caso es la teoría de la relatividad restringida de Einstein, que ha explicado la célebre experiencia de A. Michelson, cuyos resultados eran totalmente incomprensibles para la física pre‑einsteniana. El segundo caso se ilustra con la teoría de la relatividad generalizada, cuya conclusión fundamental ha sido confirmada dos años después de su formulación, por la experiencia de A. Eddington; también quedó demostrada con el descubrimiento de D. I. Mendeleyev, quién predijo la existencia de una serie de elementos desconocidos en su época, o con los cálculos teóricos de Le Verrier que demostró la existencia de un nuevo planeta en el sistema solar: Neptuno, planeta que, en efecto, fue descubierto posteriormente.

La lingüística posee asimismo, ejemplos que ilustran cada uno de los dos casos. Dada la importancia de la cuestión, nos detendremos en ella con más detalle.

En 1964 apareció el artículo de G. 0. Vinokur sobre la ‑formación de las palabras en ruso (37), en el que se encontraban enunciadas en particular los principios elaborados por el autor para el análisis morfológico de las palabras derivadas * Aquí nos ocuparemos únicamente del análisis de las palabras de temas únicos, del tipo malina («frambuesa»), smorodina («grosella»), buzhenina («cerdo coddo»), apteka («farmacia»), etc., y del análisis de palabras con sufijo único del ‑tipo: pas‑tui («pastor»), zhen‑ii («el novio»), ris‑unok («dibujo»), korol‑eva («reina»), pop‑adia («mujer de pope»), pe‑snia («canción»), vrazh‑da («animosidad»), etc. El autor consideraba no derivadas a las palabras del primer tipo, aunque existan palabras semánticamente cercanas que se segmentan en tema y afijo, como buzbenina («cerdo cocido»), baran‑ina («carne de carnero»), svin‑ina («carne de cerdo»), teliat‑ina («carne de buey»); apteka («far¡nacia»), toto‑teka («fototeca»), karto‑teka («cartoteca»). Consideraba las palabras del segundo tipo como derivadas. La «desilgualdad de derechos» entre los temas únicos y los sufijos únicos se explicaba, según G. 0. Vinokur, por la diferencia entre las significaciones de los morfemas radicales y de los afijos. La significación del afijo es puramente diferencial; se establece en oposiciones del tipo pasti‑pas («apacentar‑apacentaba»), nesti‑nes («llevar‑llevaba»), pasti‑pastui («apacentar, apacentador [pastorl»), etc. Por el contrario para establecer la significación del tema, no hay que ponerlo en correlación con otro tema, sino con alguna cosa que exista fuera de la lengua; su significación no es diferencial sino material. En la medida en que desconocemos qué objetos del mundo real se designan con los elementos buzhen‑, mal‑ o smorod, no podremos separarlos en calidad de temas primarios (no derivados) en las palabras buzbenina, malina, smorodina. Para hacer posible esta descomposición es preciso que al menos exista una palabra que contenga el tema primario dado.

Dos años más tarde aparecía el polémico artículo de A. I. Smirnitskiï (165) formulando principios del análisis morfológico que representaban otra hipótesis importante sobre la estructura de las palabras derivadas. A. I. Smirnitskiï partió del hecho de que tanto en las raíces como en los afijos, existe una significación diferencial (lo que no les impide a unos o a otros el tener también una cierta significación material). Por eso examina sobre las mismas bases la raíz y el afijo en la estructura del tema. Las condiciones generales de descomposición del tema han sido formuladas por A. I. Smirnitskiï en la siguiente forma: sea el tema L y, en el interior de éste los fragmentos sonoros A y B. Estos fragmentos tienen una significación (y, en consecuencia, el tema L es divisible), si 1) al menos uno de los fragmentos se encuentra no solamente en L sino también en algún otro tema M con otro fragmento sonoro C o con cero; 2) L y M tienen relación con objetos y fenómenos tales que posean rasgos generales comunes claramente separables (una significación común),: «... Como resultado de la comprensión de estos rasgos, se organiza la significación de este fragmento sonoro común; entonces es cuando los fragmentos sonoros ‑entre ellos incluido el cero‑ que diterencian los temas L y M, reciben inevitablemente las significaciones por medio de las cuales pueden ser extraídos los rasgos distintivos de los objetos, fenómenos, etc., designados por medio de L y M (165, 25). Si en smorod‑in‑a y mal‑in‑a, ‑in‑ significa («baya»), entonces mal‑ y smorod‑ significan «lo que distingue la frambuesa y la grosella una de otra, así como de las otras bayas» (165, 24)‑‘. Encontramos un análisis análogo de las palabras de temas únicos en las obras de algunos representantes de la lingüística estructural como L. Bloornfield, G. Gleason, Greenberg, Z. Harris, Ch. Hockett, etc.

Así nos encontramos ante dos micro‑teorías diferentes que explican un cierto aspecto de la teoría lingüística y, a primera vista, no es fácil determinar cual de ellas es preferible. Tendríamos que legitimar las dos, hablando, como tan frecuentemente se hace entre los lingüistas, de «puntos de vista diferentes sobre una cuestión dada», si no existiera un elemento empírico que se encuentra explicado en una de las teorías y no en la otra. La teoría de Vinokur no explica el fenómeno de «derivación inversa», conocido en las más variadas lenguas. El proceso de derivación regresiva se podría explicar con el siguiente ejemplo que ya hemos citado: a partir de la palabra zontik («paraguas»), se desgaja zont. La primera ha sido tomada del holandés (cf., zonnedek) y en principio era, en ruso, una palabra de estructura simple. Más tarde fue asociada a los diminutivos del tipo stolik («mesita»), miachik («pelotita»), sharik («bolita»), etc., y ha comenzado a ser sentida como diminutivo. Después ha sido disociada en zont (tema único) y ‑¡k (sufijo diminutivo). Este proceso testimonia la conciencia de una significación independiente («lo que en zontik, le distingue de stofik, miachik, sharik, etc.»). De forma análoga se han disociado en inglés las palabras to beg («pedir, mendigar»), de beggar («mendigo») o de beguine («miembro de una orden mendicante») y to chaulleur («conducir un coche, ser chofer»), de chaulleur. Tanto en un caso como en otro, los temas eran únicos, dado que los nombres beggar, chauffer habían sido tomados del francés (cf., los franceses bag(h)‑ard, chauffeur) y no tenían ningún paralelo en inglés. Todos estos hechos se explican fácilmente por las teorías de A. I. Smirnitskiï, y de investigadores que se han acogido a principios análogos en el análisis morfológico.

Pasemos a un precedente que ilustra el segundo caso ‑el de una teoría lingüística que no solamente explica todo el material existente sino que también predice hechos hasta entonces no observados. A modo de ejemplo examinaremos, simplificándola un poco, la concepción saussuriana de las laringales  F. de Saussure llegó a esta concepción en 1879 al estudiar las altemancias vocálicas indoeuropeas. Estas alternancias se pueden ilustrar con los siguientes ejemplos del griego:

 

PRESENTE

PERFECTO

AORISTO

e

pétomai («yo vuelo»)

o

pepótimai

Æ

eptómen

ei

peithó («yo convenzo»)

oi

            pépoitha       

I

épithon

er

dérkoma¡ («yo miro»)

or

dédorka

r

‘édrakon

 

En estos tres casos se encuentra la alternancia indoeuropea e‑o‑0; además la vocal del radical puede agruparse con los sonidos i, u, l, m, n, r. La alternancia se hace según dos rasgos: 1) vocal de delante‑vocal de atrás (e‑o) (lo que se llama alternancia cualitativa); 2) vocal plena‑nula (lo que se llama alternancia cuantitativa). Este soberbio cuadro queda anulado frente a las siguientes alternancias, en verdad menos frecuentes, en las que aparecen las vocales largas y donde la alternancia «vocal‑cero» desaparece:

a                     

Æ

a

phami («yo hablo»)

histami («yo pongo»)

cf., latín dare («dar»)

stare («estar de pie»)

 

phone («voz»)

 

donum («don»)

Pbatós («dicho»)

statós («puesto»)

datus («dado»)

status («estado») (en el sentido de estar de pie)

 

Para explicar esta irregularidad, se han propuesto leyes más o menos verosímiles, cuya consideración ha complicado enormemente el cuadro. F. de Saussure ha considerado la alternancia e‑o‑Æ como el tipo básico más habitual. Ha admitido que en la serie U‑a las vocales largas se formaban como resultado de una contracción de las vocales breves del radical con un sonido desconocido del que no existían reflejos en las lenguas históricamente conocidas en esta época. Este sonido, que designaremos con la letra A, poesía, según Saussure, las propiedades de una sonante laringal (de Saussure la llamaba coeficiente sonante) y su efecto consistía en transformar la vocal del radical en una vocal de la serie posterior del tipo [a] o [o]. Si en posición no acentuada, la vocal del radical desaparecía (grado cero de alternancia), la laringal que representaba, a título de hipótesis, una sonante, se reflejaba o bien bajo la forma de a, o bien bajo la de i. En forma muy simplificada, se puede representar el proceso en la forma siguiente (374):

 

do

A num ® dönum

ph

A tos ® phtatós

pho

A ne ® phöné

st

A tos ® statós

histe

A mi ® histami

st

A tus ® status

phe

A mi ® phämi

d

A tus ® datus

 

«La ventaja de tal análisis con relación al análisis clásico, escribe a este respecto L. Hjelmslev, consiste, en primer lugar, en que da una solución más simple al problema, eliminando del sistema las vocales llamadas largas y, por otra parte, porque nos permite obtener una analogía completa con las alternancias vocálicas que, hasta el momento, habían sido consideradas como algo fundamentalmente diferente... Este análisis ha sido efectuado en virtud únicamente de principios internos, con el fin de penetrar más profundamente en el sistema fundamental de la lengua; no se funda en los datos principales de las lenguas más fáciles de comparar, es una operación interna efectuada en el sistema indoeuropeo» (51,51).

F. de Saussure tenía 21 años cuando escribió esta obra que adelantaba a la ciencia de la época al menos en 50 años. Y hemos de llegar a 1927, tras el desciframiento de la lengua hittita, para que se descubran los primeros hechos predichos en la teoría de Saussure. F. Kurilowicz ha mostrado que la k hittita representa una retrofleja de la sonante laringal indoeuropea y ha citado los siguientes paralelos que confirman la exactitud de la teoría: latín piscunt («ellos defienden»), tocario occidental pisken («ellos defienden), hittita pabsanzi («ellos defienden»); en hittita hay una vocal corta seguida de la laringal: latín novare, hittita newabk («innovar»); griego laos («armada»), hittita labba («guerra»).

La historia de los desciframientos lingüísticos conoce muchos ejemplos de este género. J. F. Champollión descifró los jeroglíficos egipcios en 1824, pero la exactitud del «modelo» que él ‑proponía no fue confirmado definitivamente hasta 1866, cuando su discípulo P. Lepsius encontró en Egipto, en San, una piedra que llevaba grabado un texto en tres lenguas (el decreto de Kanope); traduciendo el texto egipcio al griego, según el método de su maestro, obtuvo una traducción que concordaba totalmente con el texto griego del decreto. La exactitud del desciframiento de la escritura jeroglífica hittita, comenzada por B. Groznyï, fue confirmada veinte años más tarde, por H. T. Bossert quien tuvo la suerte de encontrar, en 1947, una carta bílingüe que tenía anotaciones en jeroglíficos hittitas y en caracteres fenicios. El desciframiento de la escritura lineal B, propuesta por M. Ventris, fue confirmada algunos años más tar e por C. W. Blegen que, utilizando el método de M. Ventris, pudo leer una tablilla de Pylos .

En todos estos casos, ha habido una reconstrucción de los hechos históricos, en la que la exactitud se confirmó por medio de un material descubierto mucho más tarde y casi siempre por casualidad. Esta situación experimental excepcionalmente favorable se encuentra igualmente en la investigación sincrónica, pero desprovista de ese elemento de azar que está ligado al estudio diacrónico. Desde este punto de vista, entre las investigaciones diacrónicas y las investigaciones sincrónicas, sólo hay una diferencia, que no es una diferencia de principio: en las investigaciones diacrónicas se reconstruyen hechos ya pasados, en las investigaciones sincrónicas se construyen hechos que existen actualmente o que podrán existir en el futuro.

Esto crea grandes posibilidades experimentales, sobre las que L. V. Shcherba fue uno de los primeros en llamar la atención. Shcherba consideraba que la tarea de la lingüística no se agota en la elaboración de una gramática o de un diccionario basado en un material limitado: «Al construir un sistema abstracto, a partir de los hechos obtenidos de este material, es necesaria verificarlo en nuevos hechos, es decir, ver si los hechos deducidos del material de origen se corresponden bien con la realidad. Por este camino es por donde se introduce en lingüística el principio de la experimentación. Al formular una hipótesis sobre el sentido de tal o cual palabra, de tal o cual forma, de tal o cual regla de formación de palabras o de formas, conviene preguntarse lo siguiente: ¿permite esta regla enunciar una serie de frases variadas (eventualmente en número infinito)? Un resultado afirmativo confirma la exactitud del postulado. Pero son los resultados negativos los que son particularmente instructivos: indican, ya la inexactitud de la regla postulada, ya la necesidad de introducir ciertas limitaciones en esta regla, o incluso, que la regla ya no existe y que se trata de simples hechos de diccionario. En la posibilidad de experimentación reside igualmente una enorme ventaja teórica que concierne al estudio de las lenguas vivas: en efecto, sólo gracias a la experimentación se puede esperar llegar a la construcción de una gramática y de un diccionario totalmente adecuado a la realidad».

Es sobre esta misma idea sobre la que se ha fundamentado el medio de verificación experimental del poder explicativo del modelo lingüístico, propuesto por N. Chomsky: el modelo no sólo debe poder construir los objetos lingüísticos ya registrados en la práctica de los hablantes, sino también otros objetos que, aunque no hayan sido registrados en la práctica del discurso, son, sin embargo, teóricamente admisibles. De la misma forma, el modelo, simulando la actividad lingüística del auditor, debe poder analizar no solamente los productos de la lengua que han servido de material básico para la elaboración de la teoría, sino también otros productos correctos del discurso. Sólo a partir de tales modelos se puede explicar la capacidad del emisor para construir cualquier oración nueva (con la exclusión de las oraciones incorrectas) y la del receptor para comprender cualquier oración nueva (con la exclusión, también aquí, de las oraciones incorrectas). Señalemos que tales modelos son asimismo capaces de explicar el proceso de la adquisición del lenguaje en el niño.

Por supuesto esto no resuelve el difícil y apasionante problema de los medios experimentales que permiten verificar las predicciones del modelo y determinar su poder explicativo. En principio se puede establecer que las predicciones del modelo sólo se confirman en los datos de la experiencia si tales predicciones se formulan con una total precisión, tanto en el plano cuantitativo, como en el cualitativo. La historia de las ciencias encierra un gran número de teorías falsas, en las que se ha observado su no concordancia con la realidad, no porque no predijeran la forma general del comportamiento del objeto, sino porque se equivocaban en la predicción de su cantidad. Desgraciadamente la lingüística tan sólo está en los comienzos de la elaboración de experimentaciones capaces de confirmar no solamente los aspectos cualitativos, sino también los aspectos cuantitativos de la predicción “.

Así pues, la construcción de un modelo exige:

1) determinar los hechos que exigen una explicación,

2) avanzar una hipótesis para explicar estos hechos,

3) presentar la hipótesis bajo la forma de modelos que no solamente expliquen los hechos de partida, sino que también predigan nuevos hechos que no han sido todavía observados,

4) verificar experimentalmente el modelo.

 

Todo comienza por la experimentación y todo termina por ella; si entre la situación predicha y la situación real, hay una divergencia, entonces, siguiendo la importancia de esta divergencia, el modelo será precisado, reorganizado o rechazado; en este último caso, habrá que volver a comenzar. Si un sistema de proposiciones no admite ninguna verificación experimental y no puede ser probado por otros medios (por ejemplo, deductivos), entonces se le negará el nombre de modelo o de teoría.