Campbell Tom (1992): “Comparación y valoración de teorías”, en Campbell, T.: Siete Teorías de la Sociedad. Madrid: Cátedra. Pp. 39-66.
En el capítulo primero he planteado la naturaleza
confusa que tiene la realidad social y he establecido un esquema para analizar
las teorías de la sociedad dividiéndolas en partes que pueden utilizarse para
su exposición y discusión. En la segunda parte veremos que este esquema se
ajusta mejor a algunas teorías que a otras porque cada teoría tiene énfasis y
presuposiciones particulares, pero se demostrará que es un recurso expositivo
útil considerar primero el enfoque general y el método que cada teórico
defiende, para pasar más tarde a la idea que tiene de la naturaleza humana, las
descripciones que le son características y las explicaciones que hace de los
procesos sociales, continuando después con un examen de las implicaciones prácticas
que pueda tener la teoría. Aplicar este patrón a cada teoría nos ayudará a
compararlas y a valorar la relatividad de sus métodos. Ya que identificar las
diferencias que existen entre las teorías de la sociedad tiene poco sentido
porque nos perdemos en cuanto tenemos que elegir entre ellas, completaré el
estudio que hago de cada teoría intentando aclarar sus puntos fuertes y débiles
y hasta dónde pueden defenderse contra sus críticos indicando por qué se ha
abandonado, modificado o desarrollado a la luz del criticismo.
En
este segundo capítulo introductorio expondré las principales divergencias que
existen entre los teóricos y presentaré algunas escalas o parámetros de
divergencia con los que podemos situar cada teoría. Pasaré más tarde al
elemento crítico de nuestra tarea estableciendo los criterios que
esperamos que una buena teoría debe satisfacer y mencionaré algunos de los
errores comunes en los que tienden a caer los teóricos. De este modo,
disponiendo de algunos instrumentos comparativos y críticos, procederé
entonces al análisis y valoración de las teorías.
PARÁMETROS
SOCIOLÓGICOS
Una
sociedad -o un grupo que se dé
dentro de la sociedad- es una forma de orden: implica la existencia de unos
patrones de interacciones que de forma regular se repiten en los seres humanos.
Este orden no es necesario que se dé sin conflicto alguno o incluso sin
violencia, y su alcance varía claramente de sociedad en sociedad. Pero si las
interacciones humanas no están modeladas de algún modo entonces no forman
parte de una sociedad. Yo he indicado esto señalando que una sociedad no es
simplemente un conjunto o reunión de seres humanos, sino de un agrupamiento
ordenado a través de unas regularidades discernibles de interacción.
Trascender
tales afirmaciones generales significa que los teóricos no se ponen muy de
acuerdo sobre la naturaleza de los fenómenos sociales. Una gran parte de los teóricos
afirman que las sociedades humanas, a diferencia de las animales, dependen muy
poco de los patrones de conducta que han heredado genéticamente (sin embargo, véase
la discusión que lleva a cabo la sociobiología, págs. 111-113). Muchos teóricos
enfatizan la significación social que tienen las distintivas capacidades
humanas, como, por ejemplo, el habla y la racionalidad, que hacen que los
hombres aprendan y alteren los estándares de conducta que se espera que tengan
y las actitudes que prevalecen dentro de su propio grupo particular. Esto lleva
a la idea de que una sociedad se constituye por las reglas o normas que se
expresan en sus códigos morales y legales, convenciones morales y preceptos
religiosos. Esta idea se expresa diciendo que la sociedad humana se basa en la
cultura y no en el instinto.
Pero
aunque esto suministre un fundamento común para muchos teóricos sociales, la
idea de que una sociedad es esencialmente un orden normativo de prohibiciones y
prescripciones que se transmite socialmente es un tema de discusión entre
aquellos que consideran que las normas sociales tienen menor significación o
son los productos de otros factores, pretendidamente básicos, como, por
ejemplo, las necesidades biológicas o las fuerzas económicas.
El
hecho de que exista un desacuerdo tan radical acerca de los fundamentos hace que
sea difícil e infructuoso intentar formular un núcleo común de las doctrinas
sociológicas. No existe una teoría social que haya sido establecida mediante
el consenso. No obstante, pueden indicarse algunas dimensiones o parámetros en
cuyos términos puedan compararse entre sí las teorías. Esto no hace que nos
comprometamos con la idea de que la teoría “correcta” deba significar algún
tipo de compromiso entre las polaridades que tiene cada dimensión. En esta
sección optaré por este enfoque y sugeriré algunos de los parámetros que
pueden desarrollarse para sacar a relucir las principales diferencias que hay
entre las teorías sociales.
Utilizo
el término parámetro para referirme a un gran eje o área donde podemos situar
un factor específico o un elemento de una teoría y determinar así la relación
que tiene con cualesquiera de las dos posturas extremas que representan los
fines opuestos de su única pero gran dimensión. Los parámetros sirven de
ayuda en teoría social por tres razones. En primer lugar, hay pocas teorías
sociales que puedan encasillarse en unos compartimientos que se diferencien de
forma nítida. Se nos ofrecen algunos “o esto o lo otro” y “mucho más o
menos”. (Por ejemplo, casi todas las teorías son “individualistas” hasta
cierto punto.) Sirve de ayuda, por lo tanto, tener un esquema de interpretación
que dé esto por supuesto. En segundo lugar, las teorías sociales no pueden
situarse en una simple escala o “estrecha” dimensión que pudiera
representarse por la línea recta que existe entre dos polaridades que están
claramente definidas. Esto se debe a la variedad que existe entre los diferentes
subtipos que se dan. (Por ejemplo, hay muchas versiones diferentes del
“individualismo” y del “holismo”, por lo que no puede darse ninguna
oposición que sea clara o simple entre estas dos posturas que son generalmente
conflictivas). El concepto de parámetro intenta aprehender esta idea de espacio
lógico dentro del cual pueden situarse los elementos de una teoría. En tercer
lugar, el concepto de parámetros sociológicos hace que podamos hacer resaltar
el hecho de que teorías que difieren en algunos aspectos sean muy similares en
otros. Muchas variables sociológicas son relativamente independientes entre sí.
Es mejor que consideremos, por lo tanto, una teoría social en términos de un número
de diferentes divergencias, que nos contentemos más bien con la cruda etiqueta
de la teoría como un todo. Esto sirve para que prestemos atención a algunas
similitudes inesperadas así como a unas diferencias que son evidentes y que se
dan entre las teorías.
La
elección que he hecho de los parámetros es personal. Es cierto que sería fácil
añadir muchos más a la lista que he establecido. Pero los que he elegido
proveen al menos una base inicial para analizar, comparar y valorar las teorías
sociales. Ya hemos tratado algunos en el capítulo primero, pero iremos
construyendo otros sobre la marcha.
1.
El parámetro idealista-materialista
Una
de las divergencias más fundamentales que se dan en teoría social es la que
surge entre aquellos que piensan que las sociedades humanas son una expresión
del espíritu o conciencia y los que estudian las sociedades en términos de
propiedades físicas o materiales. Los primeros pueden denominarse idealistas
sociológicos, los segundos materialistas sociológicos. Las etiquetas
“idealista” o “materialista” no se utilizan aquí en un sentido moral o
valorativo por el cual un “idealista” es el que tiene unas altas
aspiraciones morales un “materialista” alguien a quien sólo le importa el
dinero o las posesiones. Para nuestros propósitos estas etiquetas describen en
el primer caso a quienes creen que la realidad social consiste principalmente en
ideas (los “idealistas”) y en el otro, aquellos que piensan que es un tipo
de materia (los “materialistas”).
Una
de las características más enigmáticas de la experiencia humana es la
aparente dicotomía que existe entre el espíritu y la materia. El pensamiento,
los sentimientos y las decisiones -los contenidos de conciencia- parecen que son
tipos de cosas completamente diferentes de
las entidades materiales, bien sean sólidos, fluidos, gases o partículas
electrónicas. Por ejemplo, no podemos imaginarnos lo que significa tocar un
pensamiento, medir el tamaño de un sentimiento, medir el tamaño de un
sentimiento o determinar la masa de una decisión. Tenemos conciencia de los
objetos materiales, pero la conciencia en sí no parece que sea un objeto
tangible. De aquí el aparente abismo que existe entre la experiencia subjetiva
o conciencia y el mundo objetivo de los objetos materiales.
Los
seres humanos tienen cuerpo y forman, por tanto, parte del reino de la materia,
pero tiene también espíritu, sentimiento y voluntad, y forman parte, por lo
tanto, de lo que parece ser un tipo de realidad espiritual completamente
diferente. Este aparente dualismo de la naturaleza humana subyace en las
discusiones que se llevan a cabo entre los idealistas filosóficos; los últimos
sostienen que, en último término, todo, incluso la conciencia, puede reducirse
a las características de los objetos materiales que son, de hecho, las únicas
cosas reales que hay en el universo. Los idealistas filosóficos adoptan la línea
opuesta y afirman que la materia sólo existe en el espíritu de un ser que
percibe y piensa, bien sea dios u hombre, de manera que en última instancia sólo
puede decirse de forma apropiada que existen los espíritus.
EI
sentido común parece que está a favor de una postura de compromiso (denominada
dualismo filosófico) que acepta la realidad tanto del espíritu como de la
materia. Pero el dualismo se encuentra de nuevo ante la dificultad de tener que
explicar cómo interactúan entre sí tipos de entidades que son tan diferentes
como el espíritu y la materia. ¿Cómo puede una cosa que es invisible,
incuantificable e intangible como un sentimiento afectar a una substancia
visible, mensurable y palpable como es un músculo, y viceversa? ¿Qué
influencia mutua podría haber entre esos dos tipos de ser tan diferentes?
Si
el sentido común dualista acepta simplemente como un hecho innegable que existe
tal interacción entre el espíritu y la materia esto deja sin resolver otra
cuestión importante, a saber, la relativa importancia que tienen estos dos
tipos de realidad diferentes en su interacción mutua. ¿Domina el espíritu a
la materia, o la materia al espíritu? ?¿Estamos tratando dos entidades que son
igualmente importantes e influyentes? Cuando responden tales cuestiones los
dualistas tienden o bien hacia el idealismo haciendo del espíritu el factor
controlador, o bien hacia el materialismo enfatizando el poder que tiene la
materia sobre el espíritu. En lo que a esto se refiere, podemos ver que pueden
darse una variedad de posibles posturas entre el idealismo puro y el
materialismo puro.
El
contraste entre idealismo y materialismo surge en teoría social con la división
que existe entre aquellos que piensan que la sociedad es principalmente un fenómeno
mental que se analiza en términos de pensamientos, sentimientos y divisiones
(los idealistas sociológicos) . Hablando estrictamente el idealista sociológico
se adapta a menudo a aquellos fenómenos mentales a los que se refiere como
normas sociales, esto es, aquellas reglas de las que son conscientes los
miembros de una sociedad y por las que dirigen la conducta que tiene entre sí.
Este tiende a considerar que el orden social se gobierna por medio de reglas y,
por lo tanto, como un fenómeno mental más bien que físico.
Utilizando
el concepto de norma social el idealista puede pensar que la sociedad es el
conjunto de reglas, roles e instituciones. Algunas normas sociales, como, por
ejemplo las prohibiciones de matar a otros seres humanos o robarles su
propiedad, afectan generalmente a todos los miembros de una sociedad, pero en
otras los derechos y obligaciones concernientes afectan sólo a cierta clase o
tipo de persona, como, por ejemplo, los padres, los terratenientes o los
choferes. Cuando un número de normas sociales afecta a cierto tipo de persona
entonces se considera que es normal hablar de “rol” social, entendiendo por
esto la postura que tiene el individuo a quien se aplica un conjunto de derechos
y obligaciones. Por lo tanto, los terratenientes tienen normalmente ciertas
obligaciones relacionadas con su territorio, como por ejemplo, el derecho a
utilizarlo alterarlo o venderlo. Los hijos, al crecer, adquieren ciertas
obligaciones dentro de la familia, al igual que ciertos derechos, como por
ejemplo, el derecho a una educación. Por consiguiente, los soldados, carteros,
políticos, gerentes, profesores, y así sucesivamente, cada cual tiene un
conjunto característico de derechos y obligaciones.
La
idea de rol como aquella parte que llevan a cabo las personas que defienden un
tipo de postura particular en la sociedad es la idea que un idealista sociológico
puede utilizar para construir la noción de la estructura social -término que
se da al marco normativo al que se ajustan los individuos en tanto en cuanto
forman parte de un orden social-. El conjunto de los derechos y obligaciones que
se adhiere a cada postura es complementario y prevé de este modo una base para
que se dé una colaboración entre aquellas posturas que lo forman, las cuales,
aunque sean diferentes, están relacionadas. Los hijos, madres, padres, tías, tíos
y así sucesivamente, ocupan puestos cuyos derechos y obligaciones se ensamblan
para formar “la institución” de la familia, ya que cada cual forma parte de
un patrón de relaciones que sostiene una forma de coexistencia y cooperación
en viviendas unifamiliares. Lo mismo sucede en otras instituciones como, por
ejemplo, las empresas (formadas por los roles del director, trabajador,
accionista, etc.), y un club (con sus socios, miembros del comité, presidentes,
etc.).
Por
lo tanto, a partir de la idea de que existe una persona que cumple, o que está
obligada a algo por una regla, y extendiendo esto a la idea de una persona que
ocupa un puesto o rol que tiene varios derechos y obligaciones, y que forma
parte, por lo tanto, de algo que implica que hay que comportarse de una forma
que hay está reglamentada por reglas en lo referente a otras personas que
tienen otros roles que están interconectados con su rol, constituyendo así una
institución, un idealista sociológico puede llegar a la idea de estructura
social como la totalidad de tales medidas institucionales. Algo parecido puede
encontrarse en la síntesis que hace Talcott Parsons de las ideas de Durkheim y
Weber.
Los
idealistas sociológicos no son los únicos que desarrollan las nociones de
normas sociales, roles sociales e instituciones sociales. Lo característico de
su postura es que piensan que esta estructura normativa debe entenderse que
forma parte de un reino mental o espiritual que tiene vida y naturaleza propias.
Esto tiene como consecuencia la pretensión “ontológica” de que las normas
sociales tienen una existencia no material y la tesis que explica que tales
normas sociales contribuyen
importante y abrumadoramente a los logros de las sociedades humanas.
En
esto se oponen a dos tipos de materialistas. En primer lugar se encuentra el
“conductista”, que sostiene que los enunciados sobre las supuestas entidades
mentales hacen referencia realmente
a la conducta observable: de este modo, un motivo se convierte en la disposición
a comportarse de cierto modo y un sentimiento, como, por ejemplo, la felicidad,
se equipara a las contracciones musculares, como, por ejemplo, las que están
implicadas al sonreír. Para el
conductista las normas sociales consisten en patrones regulares de conducta que
pueden observarse públicamente, particularmente la regular aplicación de la
presión psicológica o el castigo físico que impone a aquellos individuos que
transgreden los patrones normales. Esto elimina las normas sociales de la esfera
ideal.
Una
segunda postura, más débil, que puede también denominarse materialista, no
reduce las normas sociales a categorías materiales, sino que evita el orden
normativo, bien sea afirmando que las normas sociales son meras expresiones de
factores materiales subyacentes (postura que se denomina “epifenomenismo”
cuando se discute entre las versiones filosóficas del idealismo y del
materialismo), o afirmando que tienen poca importancia en lo referente a los
determinantes decisivos de la conducta social. Esto significa aceptar la postura
ontológica que defienden las normas sociales idealistas, pero negar que tenga
un significado explicativo en teoría social.
Por
lo tanto, Marx es definitivamente un materialista, pero sólo en el sentido más
débil ya que considera que todas las reglas morales, religiosas y legales
expresan los intereses materiales de la clase social dominante. Pero no niega la
existencia de la conciencia y la idealidad de las creencias normativas. Hobbes
es totalmente un materialista en el sentido fuerte,
ya que intenta dar cuenta de todo, incluyendo los procesos psicológicos,
como “materia de movimiento”.
En
el otro extremo, Schutz, considerando las ideas de Weber, es de nuestros siete
teóricos quien más se aproxima a la postura idealista, por lo menos en lo
referente a la primacía de la conciencia.
2.
El parámetro descriptivo-normativo
Casi
todas las teorías intentan no sólo decirnos lo que es la sociedad, sino que
hacen también recomendaciones para mejorarla. Lo primero es el elemento real o
“descriptivo” de una teoría, lo segundo el “normativo”,
“prescriptivo” o “evaluativo”. Las teorías difieren según estén a
favor o en contra de uno u otro, y por esta razón podemos hablar de un parámetro
des descriptivo-normativo.
EI
término “normativo”, tiene que utilizarse con cuidado. La sociedad
idealista es por definición un orden normativo
y todas las teorías tienen y que ver hasta cierto punto con las normas.
Los teóricos sociales, según hemos notado difieren entre sí sobre lo que son
las normas: si, por ejemplo, han, de ser amenazas
u objetos de intuiciones racionales, pero todos ellos tienden de algún
modo a describir la naturaleza, el contenido y el funcionamiento de las normas,
y deben ofrecernos alguna información acerca de las normas sociales que se
cumplen en sociedades particulares. En este sentido todas las teorías sociales
son normativas. Pero, describir normas no es igual que realizar un enunciado
normativo, al igual que describir un juego tampoco es jugarlo, por lo tanto,
reservaré el término “normativo” para afirmar
el tipo de normas y conducta que acontecen cuando nos comprometemos a
hablar de moralidad, por ejemplo, salvo cuando nos preguntamos qué debemos
hacer, cuando esto implica que nos preguntamos no lo que de hecho se espera de
nosotros. Tales cuestiones no pueden responderse sin adoptar cierto estándar o
ideal de lo que deberían ser ciertas relaciones sociales o la conducta
individual.
Es
una cuestión complicada de filosofía práctica saber dónde marcar exactamente
el límite que existe entre las aserciones descriptivas y las normativas. Lo más
normal es distinguir entre los enunciados de hecho que pueden verificarse y
cualquier tipo de recomendación. La dificultad que tiene determinar dónde debe
marcarse exactamente el límite que existe entre las aserciones descriptivas y
las normativas aumenta, sin embargo, en vez de disminuir, la importancia que
tiene distinguir entre los dos tipos de aserción porque el tipo de evidencia
que es relevante para la prueba de los enunciados descriptivos es muy diferente
del tipo que trata de justificar las aserciones normativas.
Teóricos
sociales premodernos como Aristóteles, Hobbes y Smith no le dan mucha
importancia al parámetro descriptivo-normativo e incorporan alegremente una
medida de prescripción en sus teorías. En cambio, teóricos modernos como Marx,
Durkheim y Weber intentan depurar sus teorías de todos los elementos normativos
y presentan un sistema de pensamiento que es puramente descriptivo.
3.
El parámetro individualista-holista
La
diferencia quizás más fundamental y persistente que existe entre las teorías
sociales es la significación que se atribuye a las características del
individuo humano por contraste con las cualidades de los grupos o de la sociedad
considerada como un todo en lo concerniente a la explicación de la conducta.
Ya
hemos notado, al comparar a Hobbes y Durkheim, que Hobbes es un
“individualista” en tanto que deduce toda la organización social de las
propiedades que tienen los seres humanos individuales autónomos, personas
formadas completa e independientemente de sus relaciones sociales; por otro
lado, Durkheim es un “holista” porque considera que la sociedad es una forma
independiente que da forma y substancia a la vida de la persona individual.
La
diferencia que hay entre las teorías individualistas y las holistas elimina la
que existe entre la descripción y la valoración porque el individualismo puede
ser o una tesis descriptiva o una valorativa, valorativamente, el individualista
mantiene que sólo tienen importancia los individuos: los intereses, deseos y
felicidad del individuo es lo que cuenta a la hora de determinar las prioridades
morales y políticas. En sí mismo, esto puede apenas discutirse a menos que se
especifique más la tesis valorativa diciendo que lo que importa de los
individuos es su “individualismo”, entendiendo por esto que poseen las
cualidades de distinción, diferencia e interdependencia de otros, o ser
autosuficientes y tener éxito en situaciones competitivas. Sin embargo, se
puede aceptar -como hace incluso Marx- la idea general de que, hablando
moralmente, sólo cuentan los individuos sin tener que adherirse a los valores
de lo que puede denominarse como individualismo “vigoroso”, o competitivo
que defiende la ideología “liberal” extrema por contraste con el
individualismo más socialista que enfatiza la naturaleza esencialmente
cooperativa de la autorrealización humana.
En
su aspecto descriptivo, el individualismo es bastante complejo. Su tesis central
es que la conducta de los individuos se explica al final en términos de una
teoría de la naturaleza humana mejor que haciendo referencia a una teoría de
la sociedad. La contienda central de lo que se denomina “individualismo
metodológico” es que los fenómenos sociales, cualquiera que sea su descripción,
se explican sólo haciendo referencia a las intenciones, motivos y atributos de
los individuos, mientras que el “holismo metodológico”, en su forma más
extrema, adopta el punto de vista opuesto y afirma que todas las explicaciones
sociales terminan en hechos sobre las sociedades, como, por ejemplo, el grado de
población, la extensión de la división del trabajo, y así sucesivamente. En
este punto es donde nos encontramos el contraste más evidente que existe entre
el individualismo de Hobbes y Smith por un lado y el holismo de Durkheim y Marx
por otro.
4.
El parámetro consenso-conflicto
Referente
a este parámetro, en uno de sus extremos se encuentran aquellas teorías que
defienden que la sociedad es el resultado del conflicto organizado y la
competición -bien sea entre individuos o entre grupos- que está determinado
por las diferentes formas de poder o coacción, bien sea económica, política o
“espiritual”. En el otro extremo se encuentran aquellas teorías que
consideran que el conflicto es sólo un problema superficial que oscurece
grandes áreas del acuerdo o consenso por el que establecen los valores básicos
y los principales modos de organización social.
El
parámetro consenso-conflicto está estrechamente vinculado al concepto de poder
o a la capacidad de obtener la condescendencia a nuestros deseos frente a
quienes se oponen a esos deseos. Ejemplos evidentes de esto son el uso de la
fuerza o del dinero. Mientras que las teorías del conflicto enfatizan el poder
(la capacidad de obtener condescendencia a nuestra voluntad frente a
quienes se oponen), las teorías del consenso defienden más la idea de
autoridad (el derecho a establecer reglas y a exigir que se obedezcan).
5.
El parámetro positivista-interpretativo
Este
parámetro trata las suposiciones que hacen los teóricos acerca del tipo de
explicación que conviene a los fenómenos sociales. Los positivistas, es
necesario recordar, consideran que el enfoque que se hace de los fenómenos
sociales no debería diferenciarse en principio del que se adopta para los fenómenos
naturales o no sociales.
Una
alternativa a esto es el enfoque que interpreta la conducta social a la luz del
significado que le atribuyen los participantes. Esto implica darse cuenta de las
intenciones, motivos y razones de los agentes sociales y explicar su
comportamiento en términos de sus creencias y valores. Esto se supone que nos
ayude a comprender los fenómenos sociales sin tener que reducirlos a un
encasillamiento causal, ya que podemos apreciar las razones o motivos que
alguien tiene para actuar sin tener que mantener que las causas su acción
fueron tales. Este modo alternativo de explicación derivado de la
significatividad que tiene la conducta humana se denomina “interpretativo”.
Su objetivo es describir los fenómenos sociales para que podamos comprenderlos
cómo lo hacen, al menos en principio, los mismos agentes, pero, hablando
sinceramente, este tipo de conocimiento puede observarse por el espectador.
CRITERIOS
CRÍTICOS
Cada
teórico desarrolla su propio marco conceptual abstracto a través del cual
elige y presenta los hechos sociales que considera significativos, y formula el
tipo de explicaciones y recomendaciones que le satisfacen moral e
intelectualmente. Las teorías están siempre abiertas al criticismo ya que
siempre pueden refutarse porque implican generalizaciones empíricas; sin
embargo, los detallados fracasos empíricos puede que no tengan una importancia
crucial para la teoría considerada como un todo, y el enfoque general del
estudio que se hace de la sociedad puede quedar completamente indiferente ante
la nueva evidencia empírica que puede adaptarse generalmente a la teoría
haciendo pequeñas modificaciones.
Los
teóricos tienden a identificar un aspecto que les sea familiar de la vida
social dentro de su propia sociedad e intentando ver que los fenómenos sociales
son reducibles a esto mismo. Veremos que existen muchos ejemplos de la estrechez
de miras qué resulta de todo esto y que hace que se lleve a cabo una
simplificación en exceso.
El
peligro opuesto a una teoría social es la extrema generalidad que conduce a la
vacuidad cuando los conceptos amorfos y mal definidos se utilizan para cubrir
muchas cosas diferentes que no tienen ningún aspecto explicativo que sea significativo. Esto sucede, por ejemplo,
cuando todos los males de la moderna sociedad industrial se acumulan y se
considera que son manifestaciones de la condición “alienada” del hombre.
Es
posible que cualquier teoría de la sociedad que intente abarcar en exceso caerá
dentro de estos dos errores de estrechez de miras y vacuidad y al final podrá
corroborarse sólo observando cómo funciona la generación de los detallados
estudios empíricos particulares que demuestren tener alguna relación con los
intereses humanos en curso. No obstante, puede hacerse una lista con los
criterios y errores comunes de los que tenemos que cuidarnos cuando examinemos
cada teoría y que nos ayudarán por lo menos a desarrollar algunas actitudes
sobre ellos que se fundamenten racionalmente:
1.
Claridad
2.
Consistencia
3.
Adecuación empírica
4.
Adecuación explicativa
5.
Racionalidad normativa