Lógica, método y técnicas de investigación.

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Un curso de historia de la ciencia para humanistas inquietos, con formación histórica, literaria, filológica y/o filosófica, tiene que empezar con preguntas básicas cuyas respuestas, contra lo que puede parecer a primera vista, no son nada obvias:

¿Qué es esa cosa a la que llamamos ciencia?, ¿qué quiere decir pensar científicamente?. ¿Hay diferencia entre conocimiento científico y conocimiento ordinario o sentido común? ¿Hay diferencia entre ese tipo de conocimiento al que llamamos científico y otros tipos de saber, como el literario o el artístico? ¿Existen criterios de fiar para establecer una diferenciación entre conocimiento ordinario y conocimiento científico y entre ciencia y estas otras formas de conocimiento del mundo como la literatura, la filosofía y el arte? Y si existen, ¿cuáles son esos criterios?

El objetivo de las lecciones comprendida en este primer tema introductorio es precisamente tratar de contestar a tales preguntas.

 

1. Sobre la noción de ciencia

1.1.

Una forma posible, aunque trivial, de contestar a la pregunta qué es esa cosa llamada ciencia es decir: ciencia es lo que hacen los científicos, lo que realiza la comunidad científica, o lo que dicen que hacen profesionalmente los científicos. Esto se puede identificar con un método y un estilo de trabajo propio, específico, de un determinado conjunto de hombres y mujeres. ¿Cuál es ese métdo o ese estilo propio? Demos la palabra a Francis Bacon (1561-1626), uno de los fundadores del moderno método científico. Bacon explicaba así el estilo o carácter del hombre que quiere dedicarse a la ciencia:

"Deduzco por propia experiencia que para nada estaba tan preparado como para el estudio de la Verdad, ya que tenía un espíritu sutil y lo bastante ágil para ver las semejanzas de las cosas (requisito esencial) y, al mismo tiempo, suficientemente firme para establecer y distinguir los matices que las diferencian; también había sido dotado por la Naturaleza del deseo de investigar, paciencia para dudar, solidez en la meditación, lentitud para afirmar,prontitud en la consideración de lo nuevo, esmero en la disposición y ordenamiento de las cosas; soy, además, hombre que nunca me inclino hacia lo nuevo ni admiro lo antiguo, y que odio toda suerte de impostura. Por esto pensé que mi naturaleza poseía una cierta familiaridad y relación con la Verdad".

 

Varios de estos rasgos baconianos han pasado a ser considerados universalmente como característicos de la comunidad científica. Podríamos enumerarlos así:

a] Crítica de la impostura, voluntad inquisitiva y acercamiento desinteresado a la verdad

b] Capacidad para las analogías y para ver las semejanzas entre las cosas

c] Disposición para el matiz y la distinción

d] Escepticismo metodológico y cautela frente a las generalizaciones del lenguaje ordinario

e] Audacia en la captación de las cosas nuevas

f] Orden intelelectual para la disposición de los temas de estudio

 

1.2.

La contestación a nuestra pregunta se complica un poco si ha de incluir una respuesta sobre la especificidad de las ciencias por comparación con ese otro tipo de conocimientos que llamamos humanísticos. Pues a nadie se le escapa que, si no todos, sí algunos de los rasgos característicos enumerados ahí por Francis Bacon son (o pueden ser) compartidos por hombres que se han dedicado o se dedican, por ejemplo, a la filosofía, a la teología, a la filología o a los saberes jurídicos. De hecho, cuando Bacon escribía aquellas palabras que he citado el límite entre ciencia y filosofía, entre ciencia y teología, entre ciencia e historia, entre ciencia y literatura no estaba aún bien establecido.

Es interesante tener en cuenta que este tipo de consideraciones que complican la respuesta baconiana aparecieron ya en la primera controversia histórica sobre “las dos culturas”, sobre el asunto de la relación entre ciencias y humanidades, en el último tercio del siglo XIX en Inglaterra.

En efecto, en su réplica de 1880, por lo demás conciliadora, a Thomas Henry Huxley, M. Arnold mantenía que no había que confundir “literatura” con “belles lettres” y que literatura eran también los Elementos de Euclides, los Principia de Newton, los escritos de Copérnico, de Galileo y de Charles Darwin. Tampoco se debía permitir, en opinión de Arnold, que los científicos se reservaran el concepto de ciencia. Pues también la crítica literaria y el estudio de las lenguas antiguas eran, según Arnold, ciencias.El literato Arnold recriminaba a al científico Huxley por hablar siempre de ciencias según el corriente significado inglés (science) referido a las ciencias naturales. La discusión central, por tanto, no se produjo en esto, sino acerca del peligro del predominio que Huxley quería dar a las ciencias en la instrucción.

Para Arnold era importante comprender los resultados de las ciencias naturales modernas porque sin ello no se podía llegar a una justa comprensión del hombre y del mundo. Pero estas disciplinas sólo proporcionaban un saber instrumental. Arnold rechazaba la asimilación del científico al experto o especialista y, sobre todo, la generalización de esta asimilación a través de la enseñanza y propugnaba un concepto de ciencia más próximo a la wissenschaft alemana que al anglofrancés “science” Era necesaria una “doctrina de la vida”, un “criticism of life”, proporcionados por la poesía y la elocuencia para que el hombre se comprenda a sí mismo y aprenda a orientarse por el mundo.

Esto quiere decir que ya desde la primera controversia seria acerca de la cultura científica y su relación con la cultura humanística existió la conciencia de que convenía precisar el uso de las palabras "ciencia" y "literatura". No sólo eso: se produjo ya entonces la protesta (razonable y razonada, por lo demás) frente a la consideración reductiva del espíritu científico a las ciencias naturales.

La pregunta de Matthew Arnold tenía sentido entonces y sigue teniéndolo hoy en día: ¿Por qué de hecho se llama ciencia sólo a la investigación de la naturaleza (a la física, a la mecánica, a la biología, a la teoría de la evolución de las especies) y no también a la filología o al estudio de las lenguas y de las culturas (antiguas y modernas), o a los estudios jurídicos, por ejemplo, cuyos procedimientos tampoco difieren tanto de los que siguen los científicos de la naturaleza?

 

1.3.

A tenor de esta preocupación arnoldiana, la primera cosa que conviene tener en cuenta es que la palabra ciencia (el griego "episteme", el latín "scientia", el anglofrancés "science", el italiano "scienza", el alemán "wissenschaft") no ha tenido siempre, a lo largo de la historia, la misma significación:

De la episteme:

En Platón, (Teetetos,principalmente) la “episteme” no es (o no es sólo) arte/técnica (techne) habilidad; tampoco es mera opinión (doxa) basada en las sensaciones o impresiones individuales, sino que el paso del mundo de la opinión al mundo de la ciencia es algo así como una huída, una ascensión, desde el mundo de lo relativo al mundo de lo absoluto, de la transcendencia, de la verdad, de las esencias, del ser, o sea, opinión verdadera (fundada) acompañada de razón; lo que quiere decir: acompañada del conocimiento de la diferencia (que es la razón)=experiencia razonada= opinión probada que se ha formado a partir de las sensaciones, pero de la cual, además, sabemos dar cuenta.En Aristóteles hay dos rasgos a tener en cuenta: 1) que no hay ciencia de la particular sino sólo de lo universal (hay una ciencia del ser humano, no una ciencia del hombre llamado Callias); 2) toda ciencia se basa en en la definición y en la demostración.

De ahí que los historiadores de la ciencia y de la filosofía del período griego clásico (al referirse sobre todo a los dos grandes corpus que han llegado hasta nosotros, el corpus aristotelico y el corpus hipocrático) coincidan en que la ciencia/filosofía se constituye como disciplina autónoma al liberarse, por una parte, de la religión, del mito y de la magia, y, elevarse, por otra parte, por encima de las técnicas (del arte/técnica/artesania/practiconería).

La episteme griega (medicina, historia natural y matemáticas) pretende dar razón de las apariencias; es en suma:

De la episteme a la Wissenschaf y a la science:

Pero el sentido de la "science" desde la época de Francis Bacon (y sobre todo desde la época de Newton) y de la "wissenschaft" (de la filosofía/ciencia alemana de la naturaleza) difieren del sentido griego de la episteme y difieren también entre sí. O sea: también el término "ciencia" tiene una historia, una ya larga historia. Para dilucidar la especificidad de la ciencia moderna y contemporánea (y contestar así con propiedad a nuestra pregunta inicial) conviene atender a esta historia y a las diferentes acepciones que en ella ha ido cobrando la palabra "ciencia". Que son básicamente:

 

Del conocimiento ordinario al conocimiento científico.

Al estudiar la evolución histórica del concepto de ciencia hemos visto que hay algunas variaciones entre el concepto de ciencia como episteme, el concepto de ciencia como wissenschaft y el concepto de ciencia como science. Volveremos más adelante sobre esas variaciones. Ahora interesa señalar que hay al menos un punto en que las tres nociones históricas de ciencia coinciden: en el alejamiento de la ciencia respecto de la mera opinión, o sea, en distinguir este tipo de conocimiento que llamamos científico del conocimiento que caracteriza el sentido común y el tipo de habilidades o aptitudes técnicas basadas en él.

El conocimiento científico se distingue o diferencia del conocimiento ordinario.O mejor todavía: entre el conocimiento ordinario, que caracteriza al sentido común de los hombres y de las mujeres, y el conocimiento científico hay, por una parte, cointinuidad y por otra discontinuidad. El elemento de continuidad es que ambos aspiran a la racionalidad (al menos en el sentido de hallar explicaciones a los problemas más o menos prácticos que se nos plantean en la vida cotidiana) y a la objetividad (al menos en el sentido de intentar limitar las ilusiones o los espejismos que conducen a los humanos a darse de cabezazos contra muchas paredes por obnubilación, por creer en primera instancia que uno es el centro del mundo).

Pero independientemente del hecho, porque es un hecho, de que hay mucha irracionalidad en el mundo de los humanos (tal vez porque existe la muerte, la enfermedad, el amor, el odio, la envidia y todas esas cosas que sabeis) a veces el sentido común, el sano sentido común, aun queriendo ser razonable y objetivo, no tiene respuesta para los problemas que se plantea, o se siente dividido a la hora de dar respuesta o, sencillamamente, ni siquiera llega a darse cuenta de que hay problema. Toda novedad histórica es casi siempre un abismo para el sentido común de los humanos.Y muchas personas que hasta entonces parecían razonables preferirán tirarse de cabeza al río o meter la cabeza debajo del ala antes que hacer frente a problemas nuevos. No digamos si la novedad es tan gorda como, por ejemplo, el descubrimiento de que no es nuestro planeta Tierra el que está en el centro del universo sino el sol que antes "salía" y "se ponía".

Aun sin llegar a situaciones tan extremas lo cierto es que el conocimiento ordinario o el sano sentido común se siente incómodo ya en su cotidianiedad cuando se le pide que decida entre, por ejemplo, dos cosas que cree firmemente y que le dividen: que "A quien madruga Dios le ayuda", pero que "No por mucho madrugar amanece más temprano".

¿Podemos realmente decidir acerca de esa discrepancia y de tantas discrepancias como esa? ¿Cómo orientarnos para decidir acerca de cuál de las dos afirmaciones es más verdadera cuando parece haber evidencia muy extendida de que ambas cosas son ciertas? ¿Hay que acabar diciendo que "depende", que "todo depende"? ¿O más bien que no hay respuesta fiable para preguntas así?

Parece claro que ya el hecho de constatar la existencia de una ambigüedad o ambivalencia en nuestro lenguaje cotidiano nos obliga a una reflexión acerca del lenguaje mismo que va (en el sentido de que "puede ir", de "encaminarse" al menos) un poco más allá de lo que suele ir el conocimiento ordinario. En las sociedades campesinas antiguas, de los abuelos que planteaban paradojas de este tipo se decía que eran "muy sabios" y a los adultos que dedicaban algún tiempo a hablar de estas cosas con los demás, en vez de hablar del mal tiempo o de la mala cosecha, hasta se les llamaba "filósofos": "¡ése es un Séneca!", se decía en aquellas sociedades.

Seguramente es interesante reflexionar sobre el hecho de que en estas sociedades campesinas, que son las que han existido hasta anteayer en todo el mundo y las que siguen existiendo hoy en buena parte del mundo (aunque ya no sea nuestro mundo), se llamara "sabios" o "filósofos", y no "científicos", a estos adultos o viejos reflexivos y con habilidad para interrogarse sobre el significado de nuestas expresiones habituales o sobre el uso habitual de nuestas palabras. Interesante, porque realmente la "filosofía" (y tal vez la "sabiduría") ha sido históricamente eso: reflexión sobre el lenguaje y, a través de ella, sobre los objetos, cosas, procesos o acontecimientos significados por el lenguaje. Pero interesante también, porque, al mismo tiempo, ese decir campesino apunta a otra verdad: el "sabio" o el "filósofo" se caracteriza por traer a la sociedad una reflexión propedéutica, introductoria o aproximativa que arranca de paradojas, contradicciones, antinomias o contraposiciones entre el lenguaje y las cosas, pero que por lo general no resuelve la duda. A lo sumo, pone las condiciones de posibilidad para su resolución. En cambio, cuando la gente del campo dice, refiriéndose, por ejemplo, a propuestas de introducción de nuevos procedimientos: "¡Eso es científico!", está queriendo decir algo muy distinto de cuando llama "sabio" o "filósofo" al viejo o al adulto. Ahora quiere decir: "Esa es una opinión comprobada","esto no admite duda".

De acuerdo con esta visión campesina del mundo, se podría decir, pues, que el conocimiento ordinario, esto que llamamos sano sentido común, se hace ilustrado ("dar lumbre", se decía del ilustrar en el siglo XVI) o filosófico (en el sentido todavía no técnico de la palabra "filósofo") cuando: 1º empieza a reflexionar sobre las paradojas y contradicciones de nuestro lenguaje y se pregunta, por ejemplo, acerca del contexto en que son pronunciadas sentencias como estas de que "A quien madruga Dios le ayuda" o "No por mucho madrugar amanece más temprano"; y 2º trata de evitar las ambigüedades del lenguaje, la equivocidad de las palabras gastadas por el uso, o no definidas, buscando la precisión en lo que se dice.

Esto es lo que nos permite dintinguir entre opinión, creencia, convicción y conocimiento propiamente dicho. La opinión da lugar a creencias y convicciones. Pero, como se ha dicho, las creencias “no son ideas que tenemos, son ideas que somos”, ideas en las que nos encontramos, aludidas, contamos con ellas sin hacer cuestión de las mismas.

La reflexión sobre el lenguaje, la lógica y el método han nacido para facilitar el paso racional desde la mera opinión sustentada por el sentido común, que da lugar a creencias y convicciones, al conocimiento propiamente dicho.

 

2. Sobre la noción de lógica

2.1.

Habitualmente cuando se pronuncia la palabra “lógica” entre estudiantes de humanidades la mayoría suele poner cara de disgusto. Unos recuerdan con pavor la teoría escolástica del silogismo en la que se manejan constantemente ejemplos que apenas tienen que ver con la vida cotidiana, otros recuerdan la dificultad del aprendizaje de los functores veritativos de la lógica formal elemental que han visto en el bachillerato, y a algunos, sobre todo a las chicas, les viene a la memoria aquella máxima antifeminista del filósofo Schopenhauer que opone lógica y sensibilidad femenina. La consecuencia de todo ello suele ser cierta prevención, muy extendida, contra la lógica.

En el marco de este tema intoductorio tenemos que limitarnos a algunas recomendaciones que puedan servir para curar a la mayoría de esta prevención inducida. Además de constituir el corazón del método científico, la lógica es útil para aspirantes a literatos, a historiadores, a filósofos y a artistas, también en su vida cotidiana. Querría mostrar, de paso que, además de instructiva y útil, la lógica y la teoría de la argumentación pueden ser divertidas. Se pueden hacercon unas pocas recomendaciones útiles para captar la benevolencia de aquellas personas que tienen una prevención negativa contra la lógica.

Una primera lectura interesante para introducirse en el estudio de la lógica es el libro de Raymond Smullyan titulado Cómo se llama este libro. El enigma de Drácula y otros pasatiempos lógicos. Traducción castellana: Madrid, Cátedra, 1983. La parte cuarta de este libro lleva por título “La lógica es una cosa maravillosa”. Y en ella hay algunas caracterizaciones de la lógica que son instructivas.

Una vez leído Cómo se llama este libro el humanista con aficiones literarias puede hacer un segundo ejercicio: releer Alicia prestando particular atención a las formas de argumentar que hay allí, a los juegos verbales y a las paradojas lógicas que hay en este libro y que en una primera lectura casi seguro que habrán pasado desapercibidas. A partir de ahí se empezará a entender la importancia que tiene la lógica para el buen uso del lenguaje y por qué según la forma en que argumentemos nuestros interlocutores responden con actitudes tan distintas. Seguramente la primera cosa que se habrá aprendido es que no es lo mismo “hablar” que “razonar”, que “razonar” no es lo mismo que “argumentar”, que “argumentar” no es lo mismo que “probar,” que probar no es lo mismo que “demostrar”.

Y tal vez se habrá aprendido algo todavía más interesante, a saber: que en la vida corriente usamos muy mal, con mucha presunción, las palabras “probar” y “demostrar”. En la vida diaria, y sobre todo en el diálogo con los otros y con las otras, dedicamos menos tiempo a argumentar con coherencia que a soldar expresiones de tipo :”¿Ves como yo tenía razón? esto lo demuestra” o “Te lo voy a demostrar”.

La mayor parte de las veces este “Te lo voy a demostrrar” equivale al “Puedo demostrarlo todo” del sofista Dionisodoro en el diálogo Eutidemo de Platón, aquel que “demostraba” a Ctesipo que su padre, el padre de Ctesipo, era un perro con la siguiente “argumentación”:

Dion.: Dime, ¿tienes un perro?

Ctes.: Sí, y muy malo, por cierto

Dion. : ¿Y tiene cachorros?

Ctes.: S, y son idénticos a él

Dion.: ¿Y el perro es el padre de ellos?

Ctes.: Sí. Yo lo ví con mis propios ojos cubrir a la madre de los cachorros

Dion. ¿Y no es tuyo el perro?

Ctes: Ciertamente lo es

Dion.: Entonces es padre y es tuyo; ergo, él es tu padre, y los cachorros son tus hermanos.

Siempre que alguien emplee las locuciones “ergo”, “por tanto”, “por consiguiente”, etc. hay que prestar especial atención. Es posible que ese alguien nos quiera “demostrar” cualquier cosa. Y si es uno mismo el que emplea esas locuciones, entonces doble atención: los humanos tendemos a enamoranos de nuestras ideas y las consideramos “demostradas” con demasiada facilidad.

Si después de leer el libro de Smullyan, y de releer (con esta perspectiva) Alicia, los de las prevenciones contra la lógica han empezado a cambiar de opinión, pero todavía tienen dudas sobre la relación entre la lógica y la vida pueden hacer un tercer ejercicio, igualmente recomendable: ojear el capítulo de Ortodoxia, del gran escritor inglés G.K. Chesterton sobre “La lógica en el País de las Hadas” [en Gardner, El escarabajo sagrado, vol. 1, cit. en bibiogafía].

La lectura de Smullyan, la relectura cuidadosa de Lewis Carrol y la lectura de las reflexiones de Chesterton sobre la “lógica en el país de las Hadas” sirven, en mi opinión, para limar algunas desconfianzas y prejuicios muy extendidos entre literatos sobre la lógica. Ahora bien, tales lecturas, y muy particularmente la última, suscitarán una nueva preocupación intelectual o tal vez la consciencia de un problema: el de la relación entre lógica, lenguaje y vida cotidiana. Es bueno que esta preocupación se suscite desde el principio.

2.2. Para aclarar el problema de la relación entre lógica, lenguaje y vida lo mejor es atender a la historia de la propia Lógica. Eso es lo que vamos a hacer, brevemente, ahora. El objetivo de esta panorámica histórica es precisar mejor el objeto de la Lógica. [Mirar la entrada “Lógica” en el Diccionario de Filosofía de Ferrater Mora, donde hay un bosquejo histórico y una discusión sistemática sobre el problema de la naturaleza de la lógica. Y completar esa lectura con: Manuel Sacristán, “Esquema de historia de la lógica”, sección cuarta de Lógica elemental. Barcelona, Vicens Vives, 1996, págs.297-346]. A partir de ese repaso llemagaremos a las siguientes nociones de lógica:

1º Introducción/análisis de los principios,

2º Fundamentación de los ideales éticos

3º Fundamentación del conocimiento verdadero,

4º Fundamentación del razonamiento correcto o formalmente válido,

5º Cálculo formalizado para facilitar el análisis y la univocidad del discurso conceptual.

La lógica, por lo que tiene de análisis de los enunciados del lenguaje ordinario y de búsqueda de la precisión en el uso de los términos, sería entonces justamente el punto de intersección intelectual (en el plano teórico y en el plano histórico) entre el conocimiento ordinario, la reflexión filosófica y el proceder científico (el nacimiento del método científico).

 

2.3.

Lo que hoy llamamos Lógica en los planes de estudio de las Facultades de Filosofía es, sobre todo, lógica simbólica (la inspirada por George Boole (1815-1864) El análisis matemático de la lógica, 1847; por G. Frege (1848-1925); por Russell/A.N. Whitehead Principia matematica, 1910-1913; por Hilbert; por Gödel, etc.): una ciencia formal, con objeto propio, que estudia cosas como la composición de los enunciados, los sistemas axiomáticos, la deducción a partir de premisas, la teoría de la demostración, la teoría del significado, etc. La lógica formal (o simbólica, o matemática, o logística, como se la ha llamado) se ha desarrollado muchísimo en los últimos setenta años. Hoy en día constituye una especialidad científica de primer orden en todas las universidades del mundo.

Pero, por otra parte, el lenguaje ordinario sigue conservando una acepción del término "lógica" que es anterior a la institucionalización universitaria de la Lógica como disciplina formal independiente. Se dice, por ejemplo, que convendría actuar "con lógica" para significar que nuestra conducta debería ser racional, intelectualmente ordenada; y se dice de algo o de alguien que es "lógico" cuando nos parece coherente (con tales o cuales premisas), cuando el hecho o la conducta aludidos se siguen coherentemente de otros hechos o de los principios proclamados por el individuo o individua de referencia.

En esta acepción, todavía muy extendida en nuestras sociedades, se suele identificar los términos "lógica" y "lógico" con coherencia racional. Cuando el ámbito de referencia del discurso es tal o cual comportamiento humano individual se valora positivamente la "lógica", en tanto que coherencia racional, precisamente porque sabemos o damos por supuesto que lo corriente y moliente, lo habitual, es lo contrario: la incoherencia (por ignorancia, por interferencia de intereses ajenos a la cuestión de que se trate, porque a muchas personas por lo demás inteligentes se les cruzan los cables a la hora de hablar o de hacer, etc.). [Sobre este punto recomendar la lectura de Carlo M. Cipolla, “Las leyes fundamentales de la estupidez humana”, en Allegro ma non troppo. Barcelona, Crítica, col. Drakontos, 1991].

Vale la pena partir aquí de esta acepción “no formal” o “informal” de la lógica y de lo lógico porque responde a convicciones históricas profundas de la Humanidad.Y porque, de hecho, la Lógica formal que actualmente se enseña como especialidad en las universidades todavía recoge esa aspiración inicial a la reflexión sobre el lenguaje ordinario y a la coherencia, aunque, claro está, matizándola mucho mediante un conjunto de técnicas específicas que permiten, entre otras cosas, evitar contradicciones por mal uso de las palabras y expresiones, construir lenguajes formales con mucha precisión y de utilidad en distintos campos científicos o resolver paradojas de muchos tipos que durante siglos volvieron locas a las gentes.

Además, la lógica “informal”, en tanto que teoría de la argumentación y de la comunicación racional basadas en lenguajes naturales está alcanzando un gran desarrollo últimamente en las universidades anglosajonas, sobre todo norteamericnas y canadienses como fundamentación del “pensamiento crítico”, esto es, de la buena argumentación en la vida cotidiana de las gentes: la evaluación no solo de la forma sino también del contenido de los argumentos. He aquí cómo expresa Morris Engel [mirar bibliografía] la justificación de una lógica informal:

 

“He observado que, aunque la validez de un argumento depende, ciertamente, de su forma, lo que suele atraernos inicialmente de un argumento —y lo que, por lo tanto, suele impedir que detectemos sus debilidades— son ciertos aspectos no formales, es decir, materiales o de fondo. Así, un argumento puede parecer correcto porque su incorrección informal está oscurecida como resultado de un lenguaje vago o ambiguo (lo que da lugar a las falacias de ambigüedad; debido a que imita formas válidas de argumentos (lo que produce las falacias de presuposición; o porque el lenguaje empleado está cargado emocionalmente (produciendo las falacias de pertinencia. Por lo tanto, el atractivo de un argumento no depende exclusivamente de su estructura como tal, sino también del uso que demos a tal estructura. A menudo, como veremos, el autor de un argumento utiliza una estructura particular únicamente como un recurso para desviar la atención de su audiencia, mientras afirma su tesis por un camino diferente”.

Sigue habiendo un área de significación común entre la acepción ordinaria del término "lógica" y aquello que se explica hoy en día en las Universidades bajo el rótulo de Lógica, a saber: la consideración de que la lógica, o el proceder lógicamente, si se quiere, constituye algo así como el pórtico de entrada en el templo del saber, una introducción básica tanto al tipo de conocimiento que los campesinos llamaban "sabio" o "filosófico" como al tipo de conocimiento que campesinos y urbanitas llamamos "científico". De hecho, si en Aristóteles la lógica era el pórtico de entrada a la filosofía, con el tiempo se fue convirtiendo en una parte esencial de la filosofía misma, hasta el punto de que, ya en este siglo, en el siglo de la ciencia institucionalizada y de la filosofía inspirada en las ciencias, se ha podido decir que la lógica era el último reducto de la vieja filosofía que nació en Grecia y, en cuanto tal, en cuanto que reflexión filosófica sobre los lenguajes bien hechos, pórtico ahora del conocimiento científico.

La principal aportación histórica de la lógica a la elevación del sano sentido común hacia el conocimiento científico consiste en esto: 1)construcción de lenguajes bien hechos (claros, precisos, inequívocos, formalizados para evitar líos semánticos entre personas que abordan los mismos temas y problemas); 2) distinción entre distintos niveles de lenguajes, lo cual permite diferenciar entre paradojas [=contrario a la opinión recibida y común, cosas que maravillan, que decía Cicerón] meramente semánticas y paradojas lógicas, entre paradojas y antinomias (o sea, clase especial de paradojas que engendran contradicciones no obstante haberse usado para defender las formas de razonamiento aceptadas como válidas).

Terminaremos este punto con la pregunta que se hace Morris Engel:

¿Es la lógica una disciplina teórica o es una disciplina práctica? ¿Es su objetivo describir la naturaleza y la estructura del pensamiento correcto, de la manera en que lo haría una ciencia exacta? ¿O más bien nos enseña cómo razonar correctamente, tal como nos podrían enseñar a tocar el trombón? ¿Es su principal objetivo enseñarnos a entender cómo funciona el razonamiento correcto o, en cambio, enseñarnos cómo se debe razonar correctamente?

Se puede ver la lógica de ambas maneras. Algunos filósofos han afirmado que la lógica no es una disciplina práctica sino teórica, porque se limita a investigar, sistematizar y demostrar las reglas del razonamiento correcto. Arguyen, por consiguiente, que la enseñanza del razonamiento lógico es innecesaria, del mismo modo que sería innecesario que el fisiólogo nos enseñaría a comer. También dicen que pueden darse sólo dos posibilidades: o que ya sepamos razonar, o que no sepamos hacerlo. Y agregan que, si ya poseemos esta facultad, entonces no necesitamos que nos la enseñen; y si no la tenemos, toda instrucción sería en vano.

En cambio, otros filósofos han argumentado que el principal valor de la lógica es práctico, porque mejora nuestro poder de razonamiento y aumenta nuestra habilidad para evaluar la corrección de los argumentos y detectar sus debilidades. Por ser algo tan útil, alegan, la lógica debería ser considerada como una disciplina práctica tanto como teórica, ya que no sólo nos informa cómo funciona el razonamiento, sino que también nos entrena para razonar mejor.

En este libro hemos recogido esta última posición, y consideraremos que la aplicación práctica de la lógica tiene tanta importancia como su estudio teórico como ciencia.

Podemos afirmar que el estudio práctico de la lógica, con su análisis del prejuicio, el fanatismo y la intolerancia, es incluso más importante que su estudio teórico. La historia es un catálogo de incidentes en los cuales un argumento erróneo ha convencido a hordas de personas para actuar de manera cruel o incluso brutal. Las numerosas atrocidades de la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, constituyen evidencia suficiente de que los seres humanos podemos ser fácilmente persuadidos para odiar y asesinar con argumentos completamente falaces. Por supuesto que también hubo otros elementos que contribuyeron a la situación en la que ocurrió el Holocausto: es claro que éste no se debió únicamente a los razonamientos equivocados. Pero los razonamientos erróneos ciertamente facilitaron muchos de los actos individuales que produjeron las monstruosidades ocurridas entonces. Los mismos sentimientos de brutalidad y odio sin razón siguen caracterizando a nuestra civilización. El estudio de la buena lógica, entonces, es un camino a través del cual podemos luchar para reducir tal comportamiento en nosotros y en los demás.

 

3. Sobre la cuestión del método

”Método” es palabra usada con diversas significaciones. Común a todos los usos de la palabra “método” es la referencia a una serie de operaciones ordenadas y encaminadas a obtener un resultado. Cuando el resultado que se busca es la adquisión de un conocimiento o su transmisión se habla de “métodos teóricos”. Aplicado a la ciencia se puede definir como un procedimiento que se aplica al ciclo entero de la investigación en el marco de cada problema del conocimiento.

Lo que caracteriza el proceder científico es:

1]sistematización coherente de enunciados fundados y contrastables

2]formulación de teorías en vez de acumulación de piezas de información laxamente vinculadas

3]abandono del punto de vista antropocéntrico y negativa a admitir entidades no naturales y fuentes o modos de conocimiento no naturales (naturalismo, inmanentismo).

4]formulación de hipótesis de la existencia de objetos físicos más allá de las impresiones

5]reconocimiento de que nuestro conocimiento del mundo es provisional e incierto, lo que no impide el progreso sino que es su fundamento (falibilismo): lo único que puede probarse hasta quedar más allá de toda duda razonable son teoremas de la lógica y de la matemática o enunciados fácticos triviales, particulares, de observación (científicamente irrelevantes por tanto).

El ciclo de la investigación científia consiste en esto: problema [enunciado preciso del problema, preguntas bien formuladas y verosimilmente fecundas], formulación de hipótesis [no meras conjeturas], establecimiento de consecuencias contratables de las hipótesis formuladas, estimación de la hipótesis, formulación de técnicas de contrastación, búsqueda de evidencias, determinar los dominios en los que valen las hipótesis y las técnicas, formulación de un nuevo problema.

En resumen: lo que da a la ciencia superioridad sobre el sentido común no es la sustancia o el tema, sino la forma o procedimiento, el método y la finalidad con la cual se aplica dicho método, lo que se llama el planeamiento científico: lo distintivo de la ciencia no es tanto el objeto de estudio como el método o procedimiento.

Es posible establecer una serie de reglas características del método científico que encontraremos históricamente en las diferentes disciplinas y que se pueden postular de forma normativa. Mario Bunge [mirar bibliografía] ha resumido así las reglas del método científico:

 

1º Formular el problema con precisión y específicamente

2º Proponer conjeturas bien definidas y fundadas de algún modo (y no suposiciones que no comprometen en concreto ni tampoco ocurrencias sin fundamento visible)

3º No declarar verdadera una hipótesis satisfactoriamente confirmada; considerarla en el mejor de los casos como parcialmente verdadera [el grado de probabilidad de una hipótesis se basa en: 3.1. la solidez de las argumentaciones; 3.2. el rigor y la continuidad de su construcción; 3.3. su no-contradicción con los hechos; 3.4. su fecundidad o potencia explicativa]

4º Preguntarse por qué la respuesta es como es y no de otra manera.

 

Por lo demás, las reglas del método científico no son infalibles, no pueden sustituir a la inteligencia, no pueden suplantar a la creación original, tienen una justificación pragmática, intentamos que integren un sistema de normas basado en, o compatible con, las leyes de la lógica (presuponen los principios de la lógica). De hecho en la mayoría de los casos los científicos adoptan una actitud de ensayo y error respecto de las reglas de la investigación.

 

4.

Resumen:

Podemos ahora resumir los resultados alcanzados:

1] El conocimiento científico ordinario, propio del sentido común, es insuficiente para entender y explicar la complejidad de la realidad;

2] El conocimiento científico surge precisamente allí donde el conocimiento ordinario, propio del sentido común, topa con problemas que no puede resolver o con obstáculos que ni siquiera probematiza,

3] Lo que diferencia al conocimiento científico del conocimiento ordinario y de otras formas de conocimiento no es tanto su objeto como la forma de proceder para analizarlo o explicarlo;

4] Llamamos método cientifico a esta forma de proceder mediante la formulación de hipótesis y construcción de teorías y modelos.

5] Las teorías son como redes para capturar mejor la complejidadde lo real; losmodelos son como planos o mapas simplicados de una parte de larealidad;

6] Ninguna teorìa o modelo científico da cuenta de toda la realidad en su complejidad: para eso haría falta un plano o mapa a escala 100/100 (Borges); las teorías y los modelos son abstracciones teóricas y, por tanto, sólo aproximaciones a la realidad;

7] En tanto queprocedimientros para aproximarnos a lo que la realidad sea , los modelos y teorías son obra abierta, siempre sujeta a revisión;

8] Por tanto, las verdades de la ciencia no son absolutas y su método se caracteriza por:

8.1. Atenerse a la lógica

8.2. Someterse a la comprobación o contrastación

8.3. Hacer experimentos para ello

8.4. Suponer que siempre puede haber una aproximación a la realidad mejor que la disponible

8.5.No admitir como mejores otras aproximaciones a la realidad (en el mismo ámbito de que se trate) que no hayan sido suficientemente comprobadas

8.6. Fomentar el espíritu crítico respecto de las propias teorías y modelos

8.7. Considerar ajeno al proceder científico toda argumentación que no cumpla los requisitos anteriores (8.1.,8.2. y 8.3. principalmente).