En Abbagnano, Incola (1986): Diccionario de Filosofía. México: FCE. Pp. 1126-1129.

 

 TEORÍA 

 

El término tiene los siguientes significados principales:

 1) Especulación o vida contemplativa. Éste es el significado que el término tuvo en Grecia. Aristóteles, en este sentido, la identificó con la beatitud (Bt. Nic., X, 8, 1178 b 25). Así, T. se opone a práctica y, en general, a toda actividad no desinteresada, cuyo fin no es la contemplación;

 2) Una condición hipotética ideal en la cual tienen pleno cumplimiento normas y reglas que, en la realidad, son sólo imperfecta o parcialmente seguidas. Éste es el significado que se da a la palabra T. cuando se dice: "En T. debería ser así, pero en la práctica es otra cosa." Kant, en un escrito de 1793 examinó el problema de la relación entre T. y práctica, en este sentido. En dicho escrito se dan las siguientes definiciones de la T. y de la práctica: "Se denomina T. a un conjunto de reglas también prácticas, cuando son pensadas como principios generales y se hace abstracción de una cantidad de condiciones que, sin embargo, tienen influencia necesaria en su aplicación. A la inversa, se denomina práctica, no a cualquier acto, sino al que realiza una finalidad y está pensado en relación con principios de conducta representados universalmente" (Op. cit., al comienzo).

 3) La denominada "ciencia pura", o sea la parte de la ciencia que no considera las aplicaciones de la ciencia misma a la técnica productiva. O bien, las ciencias o partes de ciencias que consisten en la elaboración conceptual o matemática de los resultados, "la física teórica", por ejemplo.

 4) Una hipótesis o un concepto científico. Este último significado es especialmente considerado bajo esta voz, porque el problema de la T. científica constituye uno de los capítulos más importantes de la metodología de las ciencias. Los resultados principales de las investigaciones en este campo pueden ser recapitulados del modo siguiente:

 a) La T. científica es una hipótesis o, por lo menos, contiene una o más hipótesis como partes integrantes. La ciencia moderna ha abandonado la repugnancia que la ciencia de los siglos XVIII y XIX sentía por las hipótesis, repugnancia que fue bien expresada por Newton y otros (véase HIPÓTESIS). Sucede así porque la hipótesis ha dejado de ser una conjetura acerca de las causas últimas o recónditas de los fenómenos. Kant ya había condenado las "hipótesis trascendentales" que apelan a una simple idea de la razón y se había pronunciado a favor de las hipótesis empíricas, cuyo carácter es "la suficiencia para determinar a priori las consecuencias ya dadas" (Crít. R. Pura, Doctrina del método, cap. I, sec. 3 ). En 1865, Claude Bernard afirmó, a la vez, lo indispensable de las teorías y su carácter hipotética en el sentido restringido del término. "E1 experimentador -decía- pone su idea fo hipótesis experimental] como un problema, como una interpretación anticipada de la naturaleza, más o menos probable, de la cual deduce lógicamente consecuencias que confronta en todo instante con la realidad por medio de la experiencia" (Introduction a l'étude de la médecine expérimentale, I, 2). Y observó la fecundidad de las hipótesis para el descubrimiento de hechos nuevos: "Las hipótesis tienen por objeto no sólo llevarnos a hacer experiencias nuevas, sino que también nos hacen descubrir hechos nuevos que sin ellas no habríamos advertido" (Ibid., III, 1, 2). A principios de nuestro siglo, el carácter de las hipótesis científicas (que es el mismo que el de la hipótesis en general) en el sentido que no pueden ser probadas en forma directa a través de los hechos, fue claramente reconocido por E. Mach: "Denominamos hipótesis a una explicación provisional que tiene la finalidad de hacer comprender con mayor facilidad los hechos, pero que aún escapa de la prueba de los hechos" (trad. esp.: Conocimiento y error. Bosquejo para la psicología de la investigación, 1948 ). Y Duhem clasificó de esta manera las condiciones a que una hipótesis debería responder para poder ser elegida como fundamento de una T. física:

1) la hipótesis no debe ser una proposición contradictoria;

2) no debe contradecirse con las otras hipótesis de la misma ciencia;

3) las hipótesis deben ser tales que, de su conjunto, pueda extraer la deducción matemática consecuencias que representen, con suficiente aproximación, el conjunto de las leyes experimentales (La théorie physique, II, 7, 1, p. 363 ).

 A su vez Poincaré insistió acerca de la necesidad de las hipótesis para cualquier procedimiento experimental y acerca de la necesidad de no multiplicar las hipótesis mismas. Esta última advertencia no es más que el viejo principio de la economía (véase) o navaja de Occam, siempre válido en el campo de las formulaciones conceptuales (La science et l'hypothése, 1902, capítulo IX).

 b) Una T. científica no es un agregado interpretativo del cuerpo de la ciencia, sino que constituye el esqueleto de este cuerpo. En otros términos, la T. condiciona tanto la observación de los fenómenos como el uso mismo de los instrumentos de observación. Acerca de este punto se ha convertido en clásico el libro de Duhem, La théorie physique, son objet et sa structure (1906; cf. especialmente el cap. IV de la segunda parte). Éste es un punto que a veces se ha aprovechado con la finalidad de mostrar el carácter relativo o imperfecto del conocimiento científico. Así, por ejemplo, lo ha hecho E. Le Roy (Science et philosophie, 1899-1900). Pero en realidad invalida, no ya a la ciencia, sino a la tesis de la separación precisa entre observación y T. y también la de verdad absoluta de la ciencia.

 c) Una T. científica contiene, además de su parte hipotética, un aparato que permite su verificación o confirmación. Duhem distinguió en una T. física cuatro operaciones fundamentales y precisamente:

1) la definición y la medida de las magnitudes físicas;

2) la elección de las hipótesis;

3) el desarrollo matemático de la T.;

4) la confrontación de la T. con la experiencia (La théorie physique, I, 2, § 1).

Es obvio que las primeras tres de estas operaciones constituyen la construcción y el desarrollo de las hipótesis, en tanto que la cuarta es diferente y constituye la fase de la confirmación. De análoga manera, Norman R. Campbell ha distinguido en toda T. física dos grupos de proposiciones: "uno está constituido por aserciones acerca de alguna colección de ideas que son características de la T.; el otro, por las relaciones entre estas ideas y otras ideas de naturaleza diferente". El primer grupo de ideas es la hipótesis y el segundo es el diccionario. La finalidad del diccionario es la de hacer posible la verificación indirecta de la hipótesis. Dice Campbell: "Debe ser posible determinar, independientemente del conocimiento de la T., la verdad o falsedad de determinadas proposiciones que contienen las ideas del diccionario. El diccionario refiere algunas de estas proposiciones, cuya verdad o falsedad es desconocida, a determinadas proposiciones que comprenden las ideas hipotéticas, afirmando que si el primer conjunto de proposiciones es verdadero, entonces también el segundo es verdadero y viceversa, y esta relación puede ser expresada mediante la aserción de que el primer conjunto implica el segundo" (Physics: the Elements, 1920, p. 122). De análoga manera G. Bergmann ha dicho que una T. científica consta de: 1) axiomas; 2) teoremas; 3) pruebas de estos teoremas y 4) definiciones (Philosophy of Science, 1957, p. 35 ), catálogo en el cual las "pruebas de los teoremas" constituyen el aparato de verificación de la T. A este respecto son muy importantes dos observaciones. La primera es que las modalidades y el grado de la prueba o confirmación, que una T. debe poseer para ser declarada o considerada "científica", no son definibles con un criterio unitario. Es obvio que la verdad de una T. psicológica o de una T. económica requiere aparatos de prueba por completo diferentes a los de una T. física, por ser del todo diferentes las técnicas de verificación. También los grados de confirmación requeridos son diferentes y, a menudo, fuera del campo de la física se denominan "T." a simples conjeturas que no incluyen el más mínimo aparato de prueba. La segunda observación es que todo aparato de prueba exige la limitación de las hipótesis contenidas en la T., ya que donde estas hipótesis se pueden multiplicar al arbitrio, la T. puede mantenerse también en contra de cualquier desmentido empírico y su confirmación resulta indiferente (como lo fuera, por ejemplo, en el caso de la T. de los epiciclos en la cosmología de Ptolomeo). Pero también con esta limitación, es a menudo difícil decidir hasta qué punto la adquisición de algún dato experimental puede conciliarse con la T. o pueda poner en crisis a la totalidad de la T. misma.

d) Una T. no es necesariamente una explicación del dominio de los hechos a los que se refiere, pero constituye un instrumento de clasificación y de previsión. Ya Duhem observaba: "Una T. verdadera no es la que da una explicación de las apariencias físicas conforme con la realidad, sino que es más bien una T. que representa de modo satisfactorio un conjunto de leyes experimentales" (La théorie physique, I, 2, 1). La verdad de una T. consiste en su validez y su validez depende de su capacidad para cumplir las funciones a las que está llamada. Las funciones de una T. científica pueden ser especificadas como sigue:

1) una T. debe constituir un esquema de unificación sistemática para diferentes contenidos. El grado de comprensividad de una T. es uno de los elementos fundamentales para el juicio acerca de su validez;

2) una T. debe ofrecer un conjunto de medios de representación conceptual y simbólica de los datos de observación. Bajo este aspecto, el criterio a que debe satisfacer es el de la economía de los medios conceptuales, o sea, de su simplicidad lógica;

3) una T. debe constituir un conjunto de reglas de inferencia que permitan la previsión de los datos de hecho. Ésta es considerada actualmente una de las tareas fundamentales de una T. científica y la capacidad de previsión de una T. es el criterio fundamental para su valoración (cf. S. Toulmin, The Philosophy of Science, 1953, p. 42; M. K. Munitz, Space, Time and Creation, 1957, IV, 1).