Modelos y Patrones

(En Padrón, J., 1992: Aspectos diferenciales de la Investigación Educativa. Caracas: USR)

 

En los objetivos del estudio, entendidos como definición de resulta­dos deseados, se plantea una diferencia terminológica entre ‘modelo’ y ‘patrón’. El primero de esos términos va acompañado, en principio, del adjetivo ‘teórico’, mientras que el segundo suele acompañarse con el adjetivo ‘descriptivo’, precisamente con el propósito de establecer la diferencia lógico-conceptual entre ambos.

La palabra ‘modelo’, como ya se sabe, se ha estado usando en múlti­ples acepciones distintas (Ren-Chao, 1963, por ejemplo, detectó treinta acepciones diferentes, sólo entre autores importantes del área de la Lógica y Lingüística). Pero, en general, estas variaciones (conectadas, por supuesto, a conceptualizaciones) podrían reducirse, tomando en cuenta el impacto de uso, a dos grandes esferas de aplicación: la de las ciencias formales y la de las ciencias no formales.       En el primer caso, el de las ciencias formales, el término se rige, ordinariamente, por la llamada «Teoría de Modelos», según la cual, dado un sistema formal (o sea, de naturaleza sintáctica, cuyo funcionamiento depende sólo de símbolos, de relaciones entre símbolos y de reglas que gobiernan esas relaciones), resultan «modelos» de ese sistema aquellas estructuras particulares que se rijan por el mismo funcionamiento de e­se sistema formal (ver, por ejemplo, Tarski, 1969:155-160). Según esto, «modelo» equivale a «interpretación» de un cálculo sintáctico o simbólico, o sea, equivale a cosas particulares cuyo funcionamiento queda descrito por las mismas reglas que rigen a un conjunto de símbolos. To­memos, como ejemplo muy banal, el caso de un sistema formal imaginario que considere un conjunto A compuesto por los elementos x y los elemen­tos y, además de una relación R según la cual xRy es lo mismo que yRx. Para ese sistema, el conjunto de los hermanos de una misma familia, por ejemplo, vendría a ser un «modelo» de ese sistema, igual que el conjun­to de los vecinos de un mismo barrio o el conjunto de los dos cónyuges de una pareja, etc., ya que el funcionamiento de la hermandad, de la vecindad o de la pareja se rige por esa misma regla según la cual, si Pedro es hermano de Juan, entonces Juan es hermano de Pedro..., y al decir que María es cónyuge de Francisco queda implícito que éste es cónyuge de aquélla; en cambio, el caso de padre e hijos no es un modelo de ese sistema ni tampoco el caso de los maestros y los alumnos, etc. La función del concepto de «modelo» o «interpretación» es, en este sen­tido (Tarski, 1969:160), la de proveer mecanismos de demostración para los sistemas formales.

En el mismo ámbito de las ciencias formales, el término en cuestión se usa también en una acepción más amplia, no sólo como interpretación semántica de un cálculo sintáctico, sino como «cálculo interpretado» (ver Serrano, 1975:59-62), es decir, como la unión entre un sistema formal o sintáctico (el «cálculo») y sus posibles familias semánticas (las «interpretaciones» particulares que le corresponden), todo como unaparato deductivo que hace corresponder principios generales con siste­mas particulares de cosas (Church, 1951, llamó «sistema logístico» a a­quél que tiene sólo carácter sintáctico y «lenguaje formalizado» al que, además, posee reglas de correspondencia semántica).     En la esfera de las ciencias no formales («empíricas de base teóri­ca», en el sentido de Popper, 1985), el término «modelo» oscila entre dos acepciones. Por un lado, equivale a la de «teoría» (Bunge, 1985b; Braithwaite, 1965; etc.), lo cual coincide bastante con el concepto de «cálculo interpretado», arriba mencionado, especialmente si se conside­ra (dentro de la posición epistemológica analítica) la condición de que toda teoría debe ser «formalizable» (véase, entre muchos otros, Bunge, 1985a, y García-Bacca, 1977), es decir, que debe ser susceptible de re­ducirse a un «cálculo», puesto en correspondencia con sus debidas «in­terpretaciones» semánticas. Por otro lado, otras veces el concepto de «modelo» se entiende de modo mucho más global, simplemente como «análo­go» del objeto bajo estudio o del hecho que interesa (Bunge, 1985b, en­tre otros, da cuenta de esta acepción), pudiendo ser, en este sentido, tanto de orden empírico (los modelos mecánicos, por ejemplo) como de orden teórico. La maqueta de un edificio, por citar un caso, sería en tal sentido un modelo del edificio en cuestión. Entre todas las demás, es ésta la acepción más tradicional del término, tal como dice Abbag­na­no (1986:813):

«(El modelo) tampoco debe tener por ne­cesidad el carácter de la `visualización’ que a veces se ha e­xigido. La ciencia moderna ha generado la noción de Modelo precisamente para sustraerla a estas limita­ciones y hacerla servir para finalidades mayores».

En el contexto de todas estas conceptualizaciones, este estudio uti­liza el término «modelo» en el mismo sentido de «cálculo interpretado» o «teoría». Para justificar esa acepción, este trabajo se acoge, entre otras, a las mismas razones destacadas por Serrano (1975:61):      «Existen tres motivos por los cuales los represen­tantes de las ciencias sociales tienden a usar la palabra `modelo’ tal como decimos: 

I. Las teorías son tan minúsculas, conteniendo un número tan pequeño de pasos deductivos, o se refie­ren a un campo de la realidad tan limitado, que la palabra ‘teoría’ parece demasiado pomposa para de­signarlo.

II. Incluso las teorías semiformalizadas son un fe­nómeno tan raro en las ciencias sociales que parece oportuno usar la palabra ‘modelo’ para señalar que tal teoría tiene, al menos parcialmente, una forma deductiva.                     

III. La palabra ‘modelo’ puede ser usada para seña­lar que una teoría es una simple aproximación, o que su aplicación está ligada a diversos postulados tendentes a reducir la complejidad de la realidad.»

Así, pues, el término ‘modelo’ se emplea en este estudio para hacer referencia a un constructo TEORICO, de naturaleza EXPLICATIVA (no des­criptiva) y DEDUCTIVA, cuyos elementos no son en modo alguno observa­bles directamente, que subsume clases UNIVERSALES de cosas y que cons­ta, por una parte, de un «cálculo» o sistema sintáctico y, por otra parte, de un conjunto de «interpretaciones» ubicadas en el espacio em­pírico correspondiente. En ese sentido, este estudio considera un mode­lo general de los procesos de investigación y, derivado de él, un mo­de­lo específico de los procesos de investigación educativa. A partir de allí, se obtienen «patrones» descriptivos de dichos procesos. Así, mientras los «modelos» son de naturaleza teórica (abstractos, explica­tivos), los «patrones» son de naturaleza empírica (descriptivos, taxo­nómicos), tal como se explica a continuación.

En este estudio se plantea la dificultad, en la acción práctica, pa­ra analizar o evaluar los procesos de investigación educativa, para or­ganizarlos o administrarlos y para enseñarlos, siempre como consecuen- cia de una necesidad de conocimiento insatisfecha: la de establecer parámetros intersubjetivos para apreciar sus variaciones en torno a una forma canónica que esté definida, igualmente, bajo parámetros intersub­jetivamente aceptados. Dicho de esa manera, esto podría resolverse mediante taxonomías y descripciones  precisas, es decir, mediante ‘pa­trones’ de diferenciación y homologación, los cuales tuvieran la sufi­ciente fuerza epistemológica para vencer las barreras de esa intersub­jetividad necesaria. No obstante, los argumentos presentados hasta ahora (tal vez por ser empírico-inductivos e intuitivo-fenomenológicos) no parecen haber logrado superar esas barreras. Es posible, entonces, que una argumentación racionalista-deductiva presentada de manera dis­tinta pueda determinar ‘patrones’ descriptivos cuya fuerza epistemológica radique, a su vez, en la fuerza de teorías prestigiosas y en la garan­tía del razonamiento válido. En otras palabras, se trataría de ob­tener ‘patrones’ descriptivos fundamentados en ‘modelos’ teóricos. Aquí es­triba, precisamente, la diferencia esencial entre ambos términos: mien­tras los ‘patrones’ se ligan directamente a las necesidades de la ac­ción y mientras su función consiste en ofrecer opciones de clasifica­ción, unificación y diferenciación, los ‘modelos’, en cambio, se ligan a las teorías o conocimientos previamente conquistados y funcionan como garantías de la razón y, por tanto, como apoyo a los ‘patrones’ o como argumentos claros para las descripciones y clasificaciones. Estos, por tanto, expresan regularidades ob­servacionales, uniformidades constata­bles y diferenciaciones percepti­bles. Aquéllos expresan relaciones de condicionamiento entre variables conceptuales, nexos abstractos entre elementos aparentemente disocia­dos, concatenaciones que abarcan grandes cantidades de hechos particu­lares y puntos de vista que reducen extra­ordinariamente la complejidad de los hechos de la experiencia.