1. La desarticulación y fragmentación (la Torre de Babel)

Los trabajos de investigación no suelen tener nada que ver unos con otros. Si Ud. revisa cualquiera de los compendios de resúmenes de investigaciones que se suministran en las jornadas de investigación de las universidades, difícilmente conseguirá en ese compendio dos investigaciones que tengan algún parentesco entre sí. Es algo así como la construcción de la Torre de Babel, cuando cada obrero hacía algo que no tenía nada que ver con lo que hacía otro, porque cada quien hablaba un lenguaje diferente y tenía un plan diferente, que resultaban inaccesibles a los demás.

Si algo en este mundo debe estar interconectado es precisamente la producción de conocimiento científico. Este tipo de producción se da en forma de constelaciones y redes, que van progresando hacia delante y engrosando en espiral, cada vez más complejas y abarcantes. Pero la investigación universitaria tercermundista es tartamuda y esquizofrénica, terriblemente fragmentada: no sólo no progresa en forma de constelaciones sino que ni siquiera tiene trayectoria alguna de desarrollo en el tiempo. Los trabajos de investigación nacen y mueren dentro de los límites de las circunstancias de un momento y de una persona. Cada quien decide qué problema va a resolver y cada estudiante anda por allí mendigando entre profesores y asesores algún tema de estudio interesante para su propio trabajo de grado o de ascenso.

Pero esta desarticulación ocurre también con respecto a la misma universidad. Pregunte Ud. a las autoridades universitarias cuántos investigadores tienen y lo saturarán con cifras y gráficos de barra. Pero pregúnteles qué problemas científicos ha ido resolviendo su universidad a través del tiempo y obtendrá un silencio incómodo o una respuesta desviada.

La cultura predominante es la de la época de los mecenas, donde el investigador hace lo que le venga en gana, mientras que la ganancia de la universidad está en pregonar la cantidad de investigadores que alberga, sin importar y sin estar enterados de qué hace cada uno. Así, las universidades se convierten en mecenas y los investigadores en artistas. De por medio está la idea de que hacer investigación es como hacer carrera en Hollywood, en pos de un Oscar (léase PPI, en Venezuela), que es esencialmente diferente a la idea de que hacer investigación es como cumplir la labor de una abeja en la construcción de un panal o el rol de un jugador en un equipo de fútbol.

 

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