2. El Individualismo (el ‘yo’ por encima del ‘nosotros’)

La investigación universitaria tercermundista está enfocada bajo una concepción individualista de la universidad, derivada de una visión también individualista de la sociedad. La visión individualista es opuesta a una visión colectivista. Las diferencias entre ambas visiones pueden describirse como sistemas antagónicos de creencias, de las cuales los siguientes pares de proposiciones (a-d) son representativos:

a1) En la visión individualista: La felicidad de una sociedad es igual a la suma de las felicidades individuales

a2) En la visión colectivista: La felicidad de una sociedad es mucho más que la suma de las felicidades individuales

b1) En la visión individualista: Cada quien puede ser feliz, aunque los demás no lo sean

b2) En la visión colectivista: Nadie puede ser feliz si los demás son infelices

c1) En la visión individualista: El Bienestar del individuo depende no sólo de su propio progreso sino también del retroceso o estancamiento de los demás

c2) En la visión colectivista: El bienestar del individuo depende del bienestar de los demás; el retroceso de los demás impide el progreso propio

d1) En la visión individualista: Ante la brecha entre pobres y ricos, se trata de esforzarse por pertenecer a la clase de los ricos

d2) En la visión colectivista: Ante la brecha entre pobres y ricos, se trata de esforzarse por reducir esa brecha.

Las universidades tercermundistas fueron diseñadas como mecanismos de ascenso social dentro de ese esquema piramidal de progreso que es típico de la visión individualista, donde no todos pueden llegar a la cima, sino sólo algunos, no necesariamente los mejores, sino los más hábiles en empujar a los demás hacia abajo. Es así como más del 80% de los egresados universitarios tercermundistas son personas que ascendieron desde un origen marginal, nacidos en una familia de pobreza extrema, hacia un estatus de clase media (de allí, viven en la esperanza de que, así como saltaron de la base al sector intermedio de la pirámide social, podrán también alguna vez llegar al vértice, olvidando aquella verdad matemática que repetían nuestros abuelos: “los ricos están contados”, verdad que constituye la regla básica de toda geometría piramidal; de allí su rechazo a todo lo que huela a marginalidad y a pobreza, a todo aquello que les recuerde su propio origen; de allí también que, cada vez que se planteen conflictos entre pobres y ricos, casi invariablemente se pongan de parte de éstos). Y, al mismo tiempo que todo eso ocurría, las grandes masas poblacionales quedaban fuera del sistema educativo, fuera de este mecanismo de ascenso social. ¿Por qué? Porque las estructuras individualistas son geométricamente piramidales, mientras que las estructuras colectivistas son geométricamente rectangulares o cuadradas.

Como resultado global de todo esto, las sociedades tercermundistas están integradas por un mínimo grupo ubicado en el vértice, dotado de todos los privilegios posibles, por una numerosísima masa estancada y agonizando en la gran base y, en el medio, por una clase profesional que está al servicio del grupo de la pirámide, sustituyendo así a los esclavos de otras épocas, pero ahora con un título universitario.

En esa misma secuencia de hechos, la investigación universitaria, que es uno de los componentes internos de ese mecanismo de ascenso individualista, también está basada en la misma concepción y su configuración es estrictamente isomórfica. Es por eso por lo que muchos investigadores utilizan su función científica para ascender en estatus y para “superarse”, en términos piramidales individualistas. Es por eso por lo que la máxima aspiración de muchos investigadores tercermundistas no es resolver problemas científicos en beneficio de los sectores más amplios de la sociedad, aquellos que sobreviven en la base de la pirámide, sino en la minúscula idea de ver publicado su reporte de trabajo en una revista indizada, preferiblemente del exterior y, mejor, en inglés, aunque sólo sea una triste réplica al servicio de algún científico de algún centro de investigación internacional prestigioso. Mientras allá no pasarían de ser oscuros asistentes de investigación, secretarios o ayudantes de equipaje, aquí se muestran como eminencias de la investigación científica, merecedores de todo tipo de financiamiento institucional y de prebendas.

Esta configuración, por otra parte, es promovida por los mismos organismos oficiales (los modernos mecenas) a través de un sistema de estímulos que premia a los individuos y no a las soluciones gestadas por las constelaciones o redes de investigación. En Venezuela, por ejemplo, los organismos oficiales otorgan diferentes grados de estatus académicos y económicos, como PPI y CONABA, exclusivamente a las individualidades, mientras no contemplan ningún estímulo a las respuestas investigativas ubicadas en redes de trabajo y derivadas de esfuerzos colectivos. Esto hace que nuestros pobre profesores universitarios anden constantemente a la caza de credenciales y constancias que les permitan ascender en la pirámide individualista del mecenazgo investigativo: algunos solicitan a sus amigos que los citen en algún artículo próximo a publicarse o que les publiquen algún trabajo o que les expidan certificaciones que puedan incrementar sus opciones al premio…, y muchas otras situaciones que sacrifican la dignidad de un académico en aras de un reconocimiento por parte de los mecenas y, por tanto, de sus posibilidades de escalar en la pirámide individualista. Muchos investigadores se niegan, por ejemplo, a facilitar sus trabajos para que sean difundidos desde sitios web de carácter científico-académico (es decir, a que tengan un impacto masivo grande) sólo por el hecho de que en ese caso su trabajo ya no podría ser aceptado por las revistas indizadas, las cuales exigen originalidad y primicia. En otras palabras, prefieren el reconocimiento de sus mecenas antes que el impacto beneficioso que su trabajo podría tener en las grandes masas de lectores. Visto así, los sistemas como los del tipo PPI y CONABA de Venezuela, vienen a ser una increíble aberración del modelo individualista y toda una perversión de la actividad científica.

 

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