3. Investigar por investigar (el proceso y no el producto)

La universidad tercermundista, en general, no se interesa en productos de investigación, sino en procesos de investigación. No les importa lo que se produzca, sino sólo aquellos elementos que puedan llevar a pensar que se hace investigación. Aquí radica una de las más graves contradicciones desde el punto de vista de cualquier teoría de la acción racional: el interés radica en promover la investigación, en destacar que se hace investigación, en convocar a eventos sobre investigación y miles de cosas más orientadas a la investigación como proceso, pero jamás en atender a los productos ni al modo en que tales productos puedan ser aprovechados o utilizados. En efecto, pregúntese sólo lo siguiente: ¿sabe Ud. a dónde van a parar los resultados de la investigación universitaria tercermundista? ¿Sabe Ud. para qué sirven? ¿Sabe Ud. a quiénes va dirigida, quiénes son sus usuarios y beneficiarios?

Los centros u órganos de gestión, financiamiento y promoción de la investigación en nuestras universidades tercermundistas se preocupan por los formatos de solicitud de financiamiento, junto a múltiples detalles de carácter burocrático, pero no les pasa por la mente preguntarse cómo se utilizarán sus resultados ni en qué sector de la sociedad podrían ser ubicados. Se contentan sólo con saber que habrá una investigación y que ésta se llevará a cabo de acuerdo a los cánones burocráticos.

Lo absurdo de esta situación puede verse con claridad si lo comparamos con una industria de producción de salchichas, por ejemplo. Imaginemos que alguien monta una industria de ese tipo y que contrata toda la maquinaria, todo el personal y toda la infraestructura y permisología que se requiere. Contrata a los proveedores de la carne, los molinos y máquinas procesadoras, las envolturas, los condimentos, las empacadoras, los expertos, los obreros, los supervisores, etc. Bien, al final tenemos una enorme cantidad de salchichas producidas, todas ellas muy bonitas y apetecibles, pero apiladas en un rincón o en unas neveras, sin que nos preocupemos por decidir a dónde van las salchichas producidas. Y, aunque no sepamos cuál es el destino del producto, nos alegramos y celebramos y premiamos a todo el personal por su insigne habilidad en la producción de salchichas. Designamos como PPI nivel 1 a algunos miembros del personal y a otros como PPI nivel 6. Y a todos les asignamos un complemento de sueldo en atención a esa escala. Pero las salchichas siguen apiladas en un rincón o en una nevera, hasta que se descompongan, sin que ni siquiera nos preguntemos dónde vamos a colocar el producto y sin contar con transporte ni flete ni listado de clientes, o sea, sin noción alguna de mercadeo, colocación, venta, recuperación de la inversión, etc.

Pues bien, por más que este ejemplo parezca una película surrealista, esa es exactamente la tendencia general de la producción de investigaciones en nuestras universidades tercermundistas. Ni más ni menos. En nuestras universidades duermen el sueño de los justos miles y miles de investigaciones valiosas, que no tienen nada que envidiar a las de los países primermundistas. Sin embargo, no sólo no han sido gestionadas como producto, sino que ni siquiera sabemos que están allí. Nadie las lee. Ningún núcleo de tomas de decisión las usa. Se descompusieron, igual que las salchichas del ejemplo, aunque sus autores tengan buenos incrementos de sueldo a raíz del trabajo realizado. La pregunta obvia es: ¿cómo puede hablarse de “gerencia”, “gestión” u “organización” de la investigación mientras sólo se considere el proceso y se olvide por completo el producto y sus mercados?

 

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