5. Orfandad epistemológica (la falta de raíces y de visiones amplias)

En nuestros países no se suele profundizar en qué es la investigación, qué es lo que estamos haciendo, por qué trabajamos del modo en que trabajamos ni a qué obedecen o sobre qué se fundamentan las tomas de decisión dentro de la actividad de investigar. Simplemente aprendemos un cierto modo de hacer las cosas, una cierta rutina, y continuamos por ese camino como si tuviéramos gríngolas. Por encima de todo eso están nuestros inefables y nunca bien ponderados profesores de Metodología, la mayoría de los cuales raras veces investiga, pero sí se empeña en decirnos cómo tenemos que investigar.

Esto ocurre de dos modos diferentes: en unos casos se ignora que detrás de la acción investigativa (y, en general, detrás de toda acción racional) hay todo un trasfondo sobre cuya base se legitiman y validan todas nuestras posibles operaciones y opciones de trabajo. Esto sucede cuando los investigadores ignoran todo respecto a las Teorías de la Investigación, algo así como si un médico, por ejemplo, ignorara todo respecto a las teorías biológicas o como si un ingeniero civil ignorara todo respecto a las teorías matemáticas.

En un segundo tipo de casos, se asumen ciertas posturas investigativas sobre la base del proselitismo epistemológico que ejercen ciertos líderes primermundistas y descartamos toda otra opción sin conocerla y sin analizarla. Este es, sobre todo, el caso de las epistemologías del “Paradigma Emergente”, los “Nuevos Paradigmas”, etc., donde se comienza por una acusación y desprecio hacia todo lo que ellos llaman “Positivismo” (donde en un mismo saco se mezclan indiscriminadamente tanto las posturas del empirismo-inductivista como las posturas del racionalismo-deductivista, sin que se sepa qué son ambas cosas) y se termina en una gran ceremonia de alabanzas y rituales al “sujeto cognoscente”, a la “relatividad del conocimiento”, a la “conciencia introspectiva”, a las “limitaciones de la razón”, a la “construcción de la realidad”…,  y muchas otras etiquetas del género.

Mientras la inconsciencia epistemológica en el primer tipo de casos podría calificarse de rutinaria o ciega, la del segundo tipo podría calificarse de anárquica (incontrolada) y prejuiciada (desde el momento en que se desechan otras opciones epistemológicas sin conocerlas).

Hace unos diez años, la situación más corriente era la del primer tipo y aun en las escuelas de medicina o de agronomía o zootecnia, por ejemplo, todavía hoy en día se mantiene: los investigadores juran y perjuran que investigar es única y exclusivamente eso mismo que ellos hacen. Las gríngolas no les permiten imaginar que de lo que se trata es de resolver un problema o de responder una pregunta y que para ello hay infinitas maneras de operar, hay múltiples sistemas estratégicos, siempre con la máxima rigurosidad, sistematización y eficiencia, y que, además, la creatividad y la inventiva son elementos íntimamente ligados a las propias formas de resolver problemas y de responder preguntas. Pero no: ellos fueron educados en la convicción de que ‘Creatividad’ e ‘Investigación’ son cosas excluyentes, de que ‘Imaginar’ y ‘Hacer Ciencia’ son cosas opuestas y de que una cosa es el ‘Científico’ y otra cosa es el ‘Humanista’. Olvidan que también en las cuestiones ‘humanas’ existen preguntas que responder y problemas que resolver y, por tanto, también allí existe la ‘Ciencia’. Si se hubieran respetado siempre estas absurdas convicciones, jamás habríamos tenido a un Einstein ni a un Chomsky, por sólo citar a dos científicos, uno de “Ciencias” y otro de “Humanidades”, cuyos éxitos científicos se basaron precisamente en imaginar formas diferentes de resolver problemas y de responder preguntas.

Pero recientemente, sobre todo en Ciencias Sociales, la situación más corriente es la del segundo tipo, aquella que presume de la máxima sabiduría epistemológica con un discurso grandilocuente acerca de la “Epistemología”, los “Saberes”,  “el Fracaso de la Razón”, la “Modernidad y la Postmodernidad”, etc., dando la impresión de que dejaron de lado las maneras ciegas y rutinarias de investigar y pretendiendo que se dedicaron a atender las raíces epistemológicas de la investigación. En realidad, se trata de toda una enorme estafa a gran escala. Nos quieren hacer creer que se orientan al abordaje del fondo epistemológico de la actividad investigativa, cuando en realidad repiten lo que han asimilado del proselitismo epistemológico proveniente de los países industrializados, especialmente de la llamada “izquierda intelectual europea”, que tiene de izquierda lo mismo que tiene la invasión de USA a Irak y lo mismo que tienen los atropellos a los derechos humanos en Afganistán y Guantánamo, acerca de lo cual buena parte de nuestra intelectualidad europea ha mantenido un conveniente silencio.

En ambos casos, el fondo es el mismo: un punto de vista según el cual investigar es un patrón dictado por alguna autoridad y no una forma genuina y autónoma de aproximarse a la solución de un problema bajo los métodos que resulten más diáfanos y eficientes y bajo interminables pruebas y críticas a esos métodos.

La única diferencia en la polémica entre la investigación “positivista”, “medicional” o “cuantitativa” y la investigación del “new age”, el “paradigma emergente” y la “investigación cualitativa” está en una orfandad Epistemológica, en el sentido de desconexión de una verdadera Teoría de la Investigación que explique los modos pluralistas en que los seres humanos pueden aproximarse a la solución de sus problemas y a la respuesta a sus preguntas. El pecado está en pasar por alto que las personas, incluyendo a los científicos, tienen diferentes configuraciones cognitivas, diferentes formas de aproximarse a la realidad y que lo importante es averiguar cuáles son esas diferentes configuraciones cognitivas, cómo opera cada una de ellas, cuáles son las compatibilidades e incompatibilidades, cómo podrían orientarse y, sobre todo, cómo una Gerencia de Investigaciones podría administrar todas esas variaciones en función de objetivos institucionales y colectivos previamente diseñados. No se trata de discutir si la fenomenología es mejor que el positivismo o que el falsacionismo, sino de explicar cuáles son, cómo se generan y cómo se interrelacionan las diferencias entre enfoques epistemológicos. El correctivo a este pecado estaría en estudiar a fondo cada uno de los enfoques epistemológicos divergentes, en penetrar profundamente en sus postulados y presuposiciones sin despreciar a ninguno de ellos, sin excluir a ninguno y, al final, en lograr pararse por encima de todos ellos, viendo el paisaje panorámico completo desde arriba, para luego averiguar quiénes creen en unos y en otros enfoques y entonces, desde allí, administrar trabajos colectivos amplios de investigación, basados en agendas de gestión a corto, mediano y largo plazos, bajo diferentes enfoques.

La base de todo esto es que no existe una sola forma de investigar ni existe la mejor manera de investigar ni existe ningún “paradigma emergente” al que todos debamos someternos. En realidad, a estas alturas de la historia humana y a este punto de la evolución del conocimiento humano, nadie está en capacidad de imponer el mejor método ni nadie puede pensar que la especie humana debió esperar tanto tiempo por este supuesto momento de lucidez infinita en que finalmente aparecieron los “nuevos paradigmas”. Todo eso es ilusorio y propagandístico. La verdad es que los seres humanos se diversifican entre sí por sus distinto modos de interpretar la realidad, que esos modos siempre han existido y siempre existirán, que no hay modos nuevos sino evoluciones y repeticiones en espiral y que, en consecuencia, la única opción está en colocarse por encima de todos esos enfoques, en asumir una supra-postura y en trabajar la Epistemología de un modo realmente amplio e incluyente (igual que en la Política y en la Economía, la exclusión siempre es nociva).

 

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